Mujeres, sueños, pasión y revuelta. Estrategias de lucha en la Argentina de las últimas dos décadas

 

Cora Silvano[1]

 

Nuestros referentes: están en el campo, están en los barrios, están en las aulas enseñando, mal pagas. Tenemos que resonar en esa frecuencia y saber que podemos y que tenemos una gran potencialidad porque nuestros hijos nos escuchan.

Luisa Calcumil.

"Hacia ese Lugar Donde Podremos Vivir Mejor"

 

La problemática de género remite siempre al largo camino recorrido por las mujeres en la lucha por una sociedad más justa, más humana.

El protagonismo femenino y la construcción de estrategias de lucha algunas veces “abiertas” y otras “silenciosas”, se reitera de distintas formas en distintos momentos históricos.

En nuestro país, una perspectiva totalizadora implicaría reconstruir los saberes y haceres de las mujeres indígenas ya desde el período de la conquista, retomar algunos momentos fuertes del movimiento de mujeres como el ocurrido a principios del siglo XX cuando numerosas mujeres se sumaron a la organización de sindicatos, centros intelectuales, gremiales femeninos etc.; o recordar las décadas de 1960 y 70’ cuando en el marco de movimientos mundiales como el hippismo, el mayo francés del 68’, “paz en Vietnam”, las mujeres en nuestro país comienzan a construir espacios de crítica y transformación. Proceso que se ve obstaculizado durante el período de la dictadura militar, lo que no impidió, sin embargo, la continuidad de la resistencia pero obligó a concentrar las fuerzas en los hijos detenidos-desaparecidos.

No es el objetivo de este artículo profundizar esa historia sino centrar la mirada en esta nueva etapa que comienza en Argentina en la década de 1980. Tal vez sea esta una postura en si misma femenina. Sin olvidar el pasado y sin abandonar los sueños de un futuro mejor, las mujeres nos concentramos en el presente. Tal vez, porque cada hijo que gestamos es el presente y la esperanza, hilo conductor que permite entretejer ese presente al futuro y al pasado, que articula el pensar y el soñar con el hacer. Vivimos el presente mirando el pasado y caminando hacia el futuro.

 

Los “grupos de mujeres” en las décadas de 1980 y 1990

A partir de lo que en nuestro país se dio en llamar el proceso de “reorganización democrática”, el protagonismo de las mujeres se ha ido manifestando de distintas formas.

En un primer momento, ante la agudización de la crisis económica tuvo que ver con la construcción de estrategias tales como las “ollas populares” o la participación en los denominados “saqueos”, apropiación de alimentos en los supermercados que se convirtió en un “acontecimiento” que marca un “antes” y un “después”.

Posteriormente a los mismos, surgen numerosos “grupos de mujeres” que, en los espacios periféricos urbanos, se organizan para resolver problemáticas derivadas de la crisis. A partir de allí fueron construyendo experiencias comunitarias: comedores, costureros, copas de leche...

Muchos de esos grupos introdujeron como actividad central de sus organizaciones, los “talleres de reflexión”. Espacio que les permite a las mujeres analizar críticamente sus propias prácticas y problemáticas y construir saberes y sentidos del obrar. Saberes y sentidos que surgen del análisis de experiencias previas o paralelas y que van delimitando lo cognoscible, “por qué”, “para qué”, “con quiénes” y “cómo”. Talleres que van delimitando lo que quieren olvidar o transformar de lo que ya sabían y que desean saber de nuevo.

Estas “formas de organización social” dan cuenta de una nuevo modo de “hacer política” desde el atravesamiento de género. El intento de una organización no verticalista y la búsqueda de estrategias para lograr una participación “real”, es decir: en propuestas, decisiones, ejecución y evaluación de las actividades es uno de los puntos que dice de diferencias con las prácticas políticas tradicionales.

Otra manifestación de la “feminización de lo político” se plasma en la intencionalidad de revertir el carácter “asistencialista” de esas prácticas (comedores y meriendas).

La “copa de leche” y “comedores” son actividades reiteradas en nuestro país y en Latinoamérica, Actividades compensatorias de una desigualdad social y económica que atenta contra la subsistencia de los niños de los sectores populares. En este momento, los “grupos de mujeres”, aceptando su necesidad inmediata, van resignificando ese carácter asistencialista-. La implementación de talleres de comunicación y de expresión y diversas actividades de interés para los chicos, van tornándolas en un vehículo para trabajar “lo grupal” y analizar los “valores” y la concepción de “hombre” y “sociedad” que acompaña el trabajo con los chicos.

De ese modo, el paso de una actividad privada propia del maternaje a una actividad colectiva; los intentos de resocialización crítica en relación con la transmisión de valores y pautas, van permitiendo retomar y resignificar la “función” socializadora que la “maternidad” implica. El vínculo materno es la instancia de socialización fundamental desde la cual se otorgan pertenencias, se conforman identidades, En la medida que estas experiencias van transformando esas significaciones y criterios en forma colectiva, lo convierten en un canal desde el cual posibilitar otros sujetos y relaciones y, por lo tanto, en un acto político. Si parir es una diferencia biológica natural en la mujer, “aprender” a “parir un nuevo hombre” es una diferencia sociocultural y política construida también desde un atravesamiento de género. Así, desde una compleja red de acciones y reflexiones “cotidianas” las mujeres van reconstruyendo el saber político hegemónico e intentando transformaciones que articulan lo social a lo político.

Este camino recorrido desde las tradicionales características femeninas de “paciencia” y “persistencia” da lugar, en esta década, a encuentros más generales. En 1986 se realiza el Primer Congreso Nacional de Mujeres, reiterado anualmente en distintas ciudades de nuestro país. Allí se reúnen miles de mujeres que denuncian situaciones de injusticia, analizan las políticas nacionales y profundizan la problemática de género, no desde la confrontación con el hombre sino desde la intencionalidad de una sociedad más justa para hombres y mujeres.

Esta ampliación de la organización colectiva, dio lugar, indirectamente, a nuevas actividades en muchos de los “grupos de mujeres”, actividades que tuvieron que ver con la posibilidad de autogestionarse su propia participación en aquellos Congresos Nacionales.. Así como la forma de abordar las meriendas y comedores resignificó la dimensión política del maternaje, preparar el “locro del 25” o “las empanadas de los domingos” para reunir fondos que permitiesen la participación en los congresos, convirtió “el cocinar” en una actividad política que las tornaba colectivamente más fuertes e individualmente más independientes.

Estas nuevas organizaciones sociales, los “grupos de mujeres” de las últimas dos décadas, no se “cierran” sin embargo en el análisis y resolución de problemáticas específicas de género Se extienden y articulan a las luchas obreras y populares: la lucha de metalúrgicas en Ushuaia, las obreras de la fruta en Río Negro, la Marcha Blanca, el Santiagueñazo, Cutral-Có, Las Marcha de Silencio en Catamarca, El Movimiento de mujeres Agropecuarias que viene impidiendo el remate de las tierras utilizando la tradicional metodología de convencer a los oferentes de retirarse y entonar las estrofas del himno nacional en los casos en que es necesario interrumpir el acto. Movimiento que en nuestra provincia tomó características particulares cuando en la localidad de Zavalla, las mujeres, lograron impedir el remate de las tierras de un productor acompañadas de 250 personas, suceso que las que lleva a decir: “la gente se organiza para resistir, lo de Zavalla fue una pueblada”.

Organización y lucha de las mujeres del campo que se extiende a distintas provincias de nuestro país como Formosa, Río Negro, La Pampa Buenos Aires, Mendoza, Santiago del Estero y Chaco donde en los últimos tiempos se conformaron nuevos grupos en las localidades de Coronel Du Graty, Las Breñas, Hermosos Campos, Santa Silvina, Sáenz Peña y Quitilipi.

Como en el caso de los “grupos de mujeres” de los espacios periféricos urbanos, las mujeres del Movimiento de Mujeres Agropecuarias no se organizan por afán de “poder”. Movidas por la rabia y la impotencia de no ser escuchadas, cuestionan la legitimidad de las medidas “legales” que las afectan y contra ellas luchan, en defensa de sus tierras, por el futuro de sus hijos. “Somos mansas” afirman, “pero defendemos lo que creemos justo, la subsistencia de la familia agraria en sus propias tierras.

Del mismo modo las jubiladas, las “piqueteras” en los distintos cortes de ruta, los “paros de compra” y “cacerolazos de las amas de casa, dan cuenta del accionar colectivo de las mujeres, señala nuevos aportes en las formas de hacer política y abre ese campo a la heterogeneidad de conflictos al poner en debate temas deslegitimizados por la política hegemónica tradicional, especialmente los relacionados con la vida cotidiana.

En esta particular resignificación de “la lucha”, las mujeres no pretendemos transitar una “autopista” directa hacia una “meta final” construida desde “la doctrina correcta” o la “mirada científica” sino desbrozar senderos serpenteantes desde los cuales, rizomáticamente confrontar las distintas caras de la opresión.

Este “des-piste” no tiene que ver con una actitud ingenua ni con un activismo puro. Hay “luces” que alumbran los senderos: la dignidad, la cooperación, el mínimo reconocimiento, continúan alumbrando el recorrido en esta instancia en la que no hay más opción que crear nuevas realidades.

En esa búsqueda nos encontramos. En eso andamos, soñando nuestros sueños, recuperando nuestra pasión, construyendo nuevas estrategias de lucha, recorriendo nuevos caminos.

 

Notas



[1] Profesora y Licenciada en Filosofía. Profesora y Licenciada en Ciencias de la Educación. Instituto Superior del Profesorado Nº 3. Docente en Institutos de Educación Superior, en la Universidad Nacional de Rosario y en la educación media.