Provincias,
conflictividad y sindicalismo docente: El Directorio Nacional del Colegio de
Profesores y sus regionales de Antofagasta y Biobío (1993-1994)
Rodrigo Reyes Aliaga(*)
Resumen
Un
fantasma recorre la historia de las organizaciones sindicales chilenas de los
últimos cuarenta años: el fantasma de las regiones (las provincias). La
historia del Colegio de Profesores (en adelante, CDP), el sindicato de la
docencia escolar más grande de Chile no está exento de este fenómeno. El
objetivo de la investigación es analizar dos episodios claves en la historia
reciente del CDP en el bienio de 1993-1994, cuando los regionales del Biobío y
de Antofagasta desarrollaron huelgas que tensionaron su relación con el
Directorio Nacional. En cuanto a fuentes documentales, se utilizaron revistas y
periódicos tanto de circulación nacional como regional.
Palabras
claves: Sindicalismo docente; Provincias; Regiones; Conflictividad; Profesores.
Provinces, conflict and teacher unionism: The National
Board of Directors of the Colegio de Profesores and its Antofagasta and Biobío
regions (1993-1994)
Abstract
A ghost
runs through the history of Chilean trade union organizations over the last
forty years: the ghost of the regions (the provinces). The
history of the Colegio de Profesores (hereinafter, CDP), the largest school
teachers' union in Chile, is not exempt from this phenomenon. The objective of
this research is to analyze two key episodes in the recent history of the CDP
in 1993-1994, when the Biobío and Antofagasta regions developed strikes that
strained their relationship with the National Board of Directors. As for
documentary sources, magazines and newspapers of both national and regional circulation
were used.
Key words: Teacher unionism; Provinces; Regions;
Conflict; Teachers.
Provincias, conflictividad y
sindicalismo docente: El Directorio Nacional del Colegio de Profesores y sus
regionales de Antofagasta y Biobío (1993-1994)
Introducción
Los
estudios regionales y de historia local han despertado cierto interés en Chile,
pues han entregado nuevas claves para la interpretación histórica de diferentes
actores y procesos recientes (Aliste, Contreras y Sandoval, 2012; Ganter y
Brito, 2017; Monsalves y Pagola, 2015). Estos deben entenderse como un esfuerzo
por darle densidad y diferenciación interna a la pretensión de homogeneidad de
cualquier análisis. La presente investigación retoma
ese espíritu analítico para analizar e interpretar una parte importante
en la historia del sindicalismo docente chileno.
Diferentes
autores provenientes de disciplinas como la historia, la sociología y la
psicología (Aravena y Flores, 1999; Assael e Insunza, 2008; Bellei, 2001;
Cofré, 1998; Cornejo y Quiñones, 2008; Donoso, 2017; Núñez, 1986; Ljubetic,
2003 Reyes, 2005; Sanhueza, 2017) han realizado una descripción y un análisis
ceñido a las estructuras nacionales o centrales de las organizaciones docentes
y de los partidos que disputaron su hegemonía. Por otra parte, existen estudios
provenientes de la historia social y la antropología (Adler y Melnick, 1998;
Candina, 2014; Cariqueo, 2013) en que se realizan análisis
focalizados y, en muchos casos, aislados de las disputas y vaivenes de sus
directivas nacionales, que resultaron ser análisis de casos de grupos
específicos frente a prácticas represivas y la ofensiva laboral hacia el
profesorado, donde su organización pasa a ser una determinación meramente
parcial.
En
el caso de los estudios regionales o locales, estos resultan escasos, mas no
inexistentes. Dicho esto, Christian Matamoros (2019ª) ha sido uno de los
principales pioneros, quien caracterizó a las organizaciones regionales como
disidentes y conflictivas, debido a su exclusión de instancias centrales en las
organizaciones del Magisterio. Otros estudios como el de Reinaldo Hernández y
Leandro Zamorano (2016) y el de Matamoros (2019b) se enfocan en la capacidad de
desarrollo desde lo local, desde lo estratégico educativo y laboral, de esa
forma, han aportado a la comprensión de la complejidad del contexto local en su
entorno y a nivel nacional. De estos últimos trabajos, se extrae su espíritu exploratorio y crítico en
torno a las dinámicas conflictivas, propias de los regionales tanto frente a
las coyunturas locales como frente a su estructura interna a nivel nacional.
En términos teóricos, esta investigación
se alimentó de corrientes provenientes de las ciencias sociales,
específicamente, de los nuevos estudios del sindicalismo chileno, sobre todo,
desde su conceptualización de conflictividad (Campusano et al., 2017; Pérez,
2019). Este nuevo enfoque permite estudiar la
dinámica de conflictividad del sindicalismo de manera ampliada, sin reducirla
solo a su unidad productiva o una empresa, sino de forma amplia en las
configuraciones productivas de cada sociedad (Medel y Pérez, 2017). Esto es
útil para el caso del Magisterio del sector público que se encuentra
distribuido en escuelas en cuanto a los términos laborales, pero, en cuanto a
lo sindical, se agrupa en diferentes escalas: comunal, regional y nacional.
Espacialmente, el artículo abordará
dos conflictos regionales. Ambos territorios presentan, de manera económica y
política, lugares diferentes dentro de la organización administrativa de Chile.
Por una parte, Concepción es la capital de la Región del Biobío y es la tercera
región más populosa del país, la segunda región con más afiliados, lo que la
hace políticamente gravitante al interior del CDP, solo después de la Región
Metropolitana (capital de Chile). Por otra parte, Antofagasta es la capital de
la región que lleva el mismo nombre, a pesar de lo intenso de su actividad
económica, posee un alto nivel de desigualdad, para el CDP tanto a nivel
regional como comunal no ocupó un lugar destacado, salvo cuando estallaron sus
conflictos locales.
Como
hipótesis de trabajo, de manera general, planteamos que los conflictos con
estos regionales agudizaron problemas que ya habían sido instalados en el
Directorio Nacional en coyunturas anteriores y que, finalmente, decantó en
actos de rebeldía y desacato ante los diversos mandatos de la Organización
central, lo que acabó por provocar la debacle de una parte no menor de los
dirigentes nacionales ligados al oficialismo por su forma de conducción. De
manera específica, los Regionales de Biobío y Antofagasta presentan dinámicas,
motivaciones y escalas diferentes del conflicto, las que tienen relación con la
Directiva Nacional y las que tienen relación con problemas tanto locales como
nacionales; en ellas se utilizaron elementos
de acción directa u otros.
Metodológicamente, se realiza un análisis comparativo
de la conflictividad en ambos regionales, cuyo trasfondo son los diversos
conflictos que atravesó la Directiva Nacional del CDP. Para la reconstrucción
del contexto se utilizan diversas fuentes como periódicos, leyes y revistas de
circulación nacional. Para los casos específicos de los regionales se utilizan
medios de prensa local y nacional.
Contextualización
sucinta del Colegio de Profesores de Chile (1974-1992)
El
Magisterio organizado, durante el siglo XX, ha tenido diferentes expresiones
orgánicas unitarias, federadas y también específicas. Esto nos permite hablar
de una extendida coexistencia en la diversidad de las organizaciones docentes,
que se cobijaba y agrupaba bajo estructuras amplias, como es el caso de la
Federación de Educadores de Chile (FEDECH) y el Sindicato Único de Trabajadores
de la Educación (SUTE). Este desarrollo heterogéneo fue cortado de raíz a
partir del Golpe Militar de 1973, donde las organizaciones docentes fueron
sometidas a un proceso de doble faz.
Por
una parte, represión: sus organizaciones fueron proscritas, sus inmuebles
incautados y sus dirigentes perseguidos y asesinados, especialmente, quienes
militaban en partidos políticos o eran afines al proyecto de la Unidad Popular[1]. Y, por otra parte, refundación:
con la imposición de una única organización docente con infraestructura
nacional, de afiliación y cotización obligatoria para el ejercicio profesional,
y cuyo diseño fuera servil al proyecto refundacional de la Dictadura. Para ello
se llamó a un grupo compuesto por de docentes e intelectuales leales al
emergente Régimen, con la finalidad de crear una comisión que produjera un
anteproyecto de ley de un Colegio de Profesores. El 16 de octubre de 1974, a
través del Decreto de Ley N° 678, se promulgó la creación del Colegio de
Profesores de Chile.
El DL N° 678 dictaba que la
orgánica del CDP era jerarquizada y se acopló a la estructura administrativa de
Chile: comuna, región, país. Dicha jerarquía centralizaba tareas y decisiones
en el Consejo Nacional (calendarizar y dirigir reuniones, congresos o
plenarias) y otorgó un papel menor a estructuras como los Regionales y
Comunales, que solo podían presentar comentarios y mociones a las propuestas
del Consejo Nacional. Este Consejo Nacional estaba compuesto por: la Directiva
Nacional (presidente, vicepresidente, tesoreros, jefes o jefas de
departamentos), presidentes y delegados regionales.
Ya a fines de 1974, el CDP se encontraba operativo,
con sus representantes elegidos por las autoridades militares e incluso
ratificó los estatutos internos establecidos en el DL N° 678. Su principal
finalidad fue lograr ser una organización intermedia (entre el Estado y la
sociedad) que representara los intereses del Magisterio; dentro del esquema
corporativista de control y represión, era perfectamente lógico. Este rol, y su
lealtad a la Dictadura fueron ratificados en los congresos del CDP de los años
1975 y 1976.
En la década que va desde 1975 a 1985, la Dictadura
impuso una serie de condiciones que precarizaron la situación docente, tales
como la inestabilidad laboral, los bajos salarios, la censura y control directo
en el aula: lo que configuró la imagen de un profesional frustrado (Análisis,
Santiago, abril de 1979, pp. 30-31; agosto-septiembre de 1979, p. 40; Solidaridad,
Santiago, diciembre de 1980, p. 19; Cariqueo, 2013, pp. 44-46). A pesar de
esto, el CDP guardó silencio, privilegió un rol servil y premió a las
autoridades militares a cargo del Ministerio de Educación (en adelante,
MINEDUC), por su contribución al mejoramiento de las condiciones de la
docencia.
Un punto de inflexión se creó a partir de dos
transformaciones estructurales: la instauración del plan laboral (1979) y la
segunda oleada de la municipalización (1980). Por una parte, el plan laboral
despojó al Magisterio de algunos pequeños reconocimientos salariales o de la
estabilidad laboral reconocidos en el Decreto 2327 (o Carrera Docente) y se
veían sometidos a la misma regulación de las relaciones laborales que poseía la
clase trabajadora chilena en general. Por otra parte, la municipalización (DFL
Nº1 de 1980; DL Nº3474 de 1980 y DL Nº3477 de 1980) trasladó el conflicto hacia
los gobiernos locales, además de despojar a la docencia de su antigua identidad
como empleados fiscales (Reyes, 2019). Ambas legislaciones sólo contribuyeron a
profundizar la precariedad laboral del Magisterio (Análisis, Santiago,
octubre de 1982, p. 52).
El proceso de municipalización fue la forma chilena de
la descentralización, eliminó al Estado en términos administrativos aunque no
así en términos de financiamiento. Al mismo tiempo, se fomentó la iniciativa de
privados, a través de la figura híbrida del colegio particular subvencionado
(administración privada con financiamiento estatal) que implicaba la
implementación del copago, es decir, un porcentaje del arancel escolar que
debían cubrir los apoderados (PIIE, 1984, pp. 156-158). Ambas formas de
administración entraron en competencia por el financiamiento mediante vouchers
que decantó, finalmente, en el retroceso de lo público frente a lo privado y
una precarización general de la educación escolar (Cornejo y Quiñones, 2008,
9-21).
Desde este cuadro adverso brotaron dos estrategias
desde el Magisterio organizado. Una estrategia por fuera, impulsada por
la Asociación Gremial de Educadores de Chile (en adelante, AGECH), fundada en
1982, que apostó por construir un proyecto paralelo y autónomo, cuya hegemonía
fue construida por el PC, encabezado por Jorge Pavez Urrutia[2], y algunos
sectores radicales del PS. En paralelo, existió una estrategia por dentro,
que buscó recuperar el CDP para el Magisterio y fue liderada por partidos como
el PR, grupos conservadores del PS y el PDC, objetivo que logró, finalmente, en
1985 con Osvaldo Verdugo[3] a la cabeza, pero
con Julio Valladares Muñoz[4] como principal
articulador político, ambos militantes del PDC.
En
1987, esta dualidad de organizaciones y estrategias se acabó. La AGECH se
autodisuelve para incorporarse, mayoritariamente, en el CDP. Esta unificación
permitió enfrentar con fuerza aunque sin mayor éxito, diversos episodios de
conflicto tanto con el MINEDUC como con los gobiernos locales. Lo infructífero
de las recurrentes movilizaciones, la rigidez de la Dictadura al no ceder a las
reivindicaciones y las derrotas permanentes, condujeron a la maduración, por
parte de los partidos políticos con presencia en el Magisterio, de una tesis:
ante la incapacidad del régimen de satisfacer las diferentes reivindicaciones
sociales, subordinar todas las reivindicaciones del Magisterio a la salida
política de la Dictadura.
Esta
tesis tuvo dos grandes interpretaciones. Una planteó una salida
política-militar a través de una insurrección popular que doblegara a la
Dictadura y entregara mejores condiciones para la construcción de una nueva democracia,
adherida principalmente por partidos de izquierda como el PC. Otra postuló una
salida institucional a la Dictadura y propugnó una negociación sostenida con
partidos de derecha y autoridades militares cuyos términos podrían ser
favorables si se utilizaba la movilización social de manera atenuada,
interpretación que fue sostenida por el bloque de partidos PS, PR, PDC y el
naciente Partido Por la Democracia (PPD).
La
segunda interpretación tuvo una mayor adhesión al interior del Magisterio, que
se reflejó en diferentes y amplios triunfos electorales (1985, 1987, 1989),
también en el respaldo hacia actividades como las escuelas de verano, foros o
encuentros amplios donde convergían docentes con intelectuales y dirigentes de
la pposición, con el fin de darle mayor densidad, coherencia y difusión a la
salida institucional, y preparar la nueva gobernabilidad. Demostrativo de este
espíritu de participación y adhesión, fue el apoyo del Magisterio a los
procesos eleccionarios generales de 1988 (plebiscito) y 1989 (elección
presidencial y parlamentaria), donde amplios grupos del CDP se integran a los comandos de campaña de la oposición, como la de
Patricio Aylwin (Fortín Mapocho, Santiago, 23/10/ 1989, p. 7). La
adhesión era una forma de pavimentar sus objetivos y anhelos. Para ello, no
solo bastaba con comprometerse con el nuevo gobierno democrático y su coalición
(liderado por el PDC) o apelar a su voluntad, sino también construir un
consenso con diferentes actores educativos. De esa forma, la conducción del CDP,
liderada por Verdugo, construyó un compromiso político que hipotecó su apoyo
electoral en función de concretar las reivindicaciones más sentidas por el
Magisterio.
Entre
1990 y 1991, la directiva nacional del CDP logra hacer cumplir la promesa de la
promulgación del Estatuto Docente (en adelante, ED) y refrescar su legitimidad
frente a sus bases en sus diferentes niveles. Pero lejos de tener una recepción
complaciente, diferentes sectores del Magisterio hicieron sentir su molestia
ante la exclusión de la elaboración del ED, la marginación de los docentes
exonerados y la exclusión de la docencia del sector particular subvencionado (Fortín
Mapocho, Santiago, 27/07/1990, p. 6; 30/07/1990, p. 6).
Esto
generó una oleada de críticas que se materializaron en la realización de una
Asamblea Extraordinaria en septiembre de 1991, que devino en la organización de
una movilización, con cierta resistencia de la Directiva Nacional, quienes
acataron este mandato de las bases de la organización a nivel de regionales,
como Biobío y Valparaíso, y algunos comunales de la Capital, como Santiago y
Providencia (La Época, Santiago, 17/09/1991, p. 15; 18/09/1991, p. 15; El
Sur, Concepción, 17/09/1991, p. 8).
Dicha
manifestación tuvo un intento de desaliento por parte del gobierno de Aylwin,
mezcla de disuasión y de amenaza, al impugnar la movilización como poco
dialogante y democrática (El Sur, Concepción, 26/09/1991, p. 3; Aylwin,
1991, pp. 5-9). Lejos de aplacar el descontento del Magisterio, lo propagó aún
más. Lo que se plasmó en una gran movilización con una adhesión casi total del
Magisterio a nivel nacional. Al finalizar la jornada de movilización, el
Ministerio del Interior emitió un requerimiento contra toda la Directiva
Nacional del CDP. El argumento fue el agotamiento de todos los medios, por
parte del gobierno, para continuar las negociaciones en función de impedir un
paro de esta magnitud (La Época, Santiago, 28/09/1991, p.19; 1/10/1991,
p. 20).
Al
cabo de unas horas, la Directiva Nacional fue liberada bajo fianza (El Sur,
Concepción, 3/10/1991, p. 1). Y, con los requerimientos en pausa, la directiva
del CDP retomó nuevas negociaciones para la mejora del ED, como la entrega de
asignaciones y nuevos fondos que mejorarán los salarios de los profesores. Esta
negociación se prolongó por todo 1992, incluso hasta el primer trimestre de
1993.
Este
ciclo de conflictividad (1990-1993), si bien tuvo un cierre exitoso en cuanto a
la aprobación del ED -como un piso mínimo para condiciones laborales exigidas
por el Magisterio desde la dictadura-, también tuvo una mala recepción por
ciertos grupos del CDP que caracterizaron el ED como un avance insuficiente que
sólo privilegiaba al Magisterio municipal (Matamoros, 2019). La Directiva
Nacional logró sortear la insatisfacción interna mediante la contención, pero
el descontento aún se encontraba en desarrollo.
El
regional del Biobío y el comienzo del quiebre de la hegemonía del Directorio
Nacional del Colegio de Profesores (1993)
En
mayo de 1993, la Directiva Nacional realizó una convocatoria a una Asamblea
Extraordinaria del Colegio de Profesores, bajo la presión de diversos
regionales (La Época, Santiago, 8/05/1993, p. 19; La Estrella de
Iquique, Iquique, 8/05/1993, pp. 8, 33). Esta asamblea tenía un carácter de
urgencia, debido a que el nuevo Ministro de Educación condicionó todo reajuste
salarial o asignación al crecimiento del Producto Interno Bruto del país y
eludió la propuesta de reforma tributaria hecha por el Magisterio (La Época,
Santiago, 4/05/1993, p. 19).
Si
bien la Asamblea Extraordinaria había sido sorteada con éxito por la Directiva
Nacional (encabezada por el PDC), hubo al menos dos hechos que elevaron la
tensión de todos y todas las delegadas del CDP.
El
primero, las bonificaciones impagas de experiencia y desempeño difícil para
docentes del sector municipal, ante esto los municipios adujeron tanto
problemas burocráticos como de escasez de fondos (La Época, Santiago,
22/05/1993, p. 19). El ministro Arrate, relajó estas
tensiones, al comprometerse al pago de las bonificaciones para junio de 1993
como plazo final (La Época, Santiago, 30/05/1993, p. 17).
El
segundo fue la integración de Julio Valladares Muñoz al MINEDUC como nuevo
Subsecretario de Educación, quien renunció a su cargo de vicepresidente y
operador político del PDC al interior del CDP, luego de ocho años. El camino
escogido por Valladares no puede catalogarse solo como personal, sino también
como militante, pues fue una práctica constante de los democratacristianos en
el Magisterio. Estos veían con buenos ojos esta integración porque no lo
consideraban una cooptación, por el contrario, lo veían como una extensión de
su propia labor, ya que la democracia se extendía hacia lo institucional y no
se cerraba solo en las organizaciones sociales.
El
ánimo quedó irritado, el descontento se acumuló junto a las promesas
incumplidas del Gobierno sobre el pago de las diversas bonificaciones que los
municipios no eran capaces de traspasar, lo que, en regiones, se resentía aún
más que en la Capital. Esto no fue atendido por la Directiva Nacional al ser un
tema más bien local, por lo que se le
restó urgencia. Lo anterior hizo escalar el ánimo hacia la desconfianza,
que primó en la Asamblea Extraordinaria del 6 de agosto de 1993, cuyo eje
principal eran los avances de las reivindicaciones más sentidas del Magisterio,
como el alza al sueldo mínimo docente. Pero los regionales lograron poner en
tabla la posibilidad de movilización.
Esto
despertó las alarmas en el MINEDUC, quienes sostuvieron que el Magisterio no
debiese propiciar un escenario de confrontación, pues perjudicaba cualquier
mejoramiento educativo en desmedro del alumnado (La Época, Santiago,
4/08/1993, p. 18; 5/05/1993, p. 19). Tal fue la alarma que el ministro Arrate
acudió a explicar: “el camino de la presión y la confrontación desprestigia la
causa de la educación y creo, además, que es un camino que este gobierno no se
merece” (La Época, Santiago, 6/08/1993, p. 18). Al evento también
asistió el nuevo subsecretario Valladares, quien fue recibido con abucheos, y
debió salir de escena, y el ministro debió retomar el diálogo y la iniciativa.
Si
bien gran parte de la Directiva del CDP buscó y propuso un acuerdo inmediato
con el Gobierno, las y los delegados regionales proponían impulsar
movilizaciones, lo que generó un cuadro de desacuerdos e inestabilidad al
interior del Magisterio organizado. Finalmente, la Asamblea acordó paralizar a
fines de agosto (La Época, Santiago, 7/08/1993, p. 21).
Ante
esto, tanto los dirigentes del CDP (específicamente los militantes del PDC y
PS) como el MINEDUC entablaron nuevas mesas de trabajo para lograr avanzar en
puntos críticos y pendientes como el salario mínimo docente, el
perfeccionamiento y algunos criterios para asignaciones y bonificaciones. Los
dirigentes decidieron tener reuniones durante todo el mes de agosto, con la
esperanza de que la movilización no fuera necesaria en vista de un acuerdo con
el MINEDUC (La Época, Santiago, 13/08/1993, p. 16).
Por
otra parte, el MINEDUC recepcionó esta moción de paralización de la Asamblea
Extraordinaria como una amenaza: al continuar con
el repertorio de intimidaciones, como el no cancelar salarios ni subvenciones los
días de paralización, esto fue replicado también por el subsecretario
Valladares (MINEDUC, 1993; La Época, Santiago, 14/08/1993, p. 17;
25/08/1993, p. 16). En la misma línea, el presidente Aylwin llamó al Magisterio
a deponer la paralización, como también a los dirigentes concertacionistas
(como el presidente del CDP) para que ejercieran un rol de dirección y control
con mayor firmeza hacia su organización (La Época, Santiago, 28/08/1993,
p. 19).
Finalizados
los diálogos en las comisiones de trabajo, el MINEDUC aún no entregaba la
respuesta exigida por el Magisterio, ante esto, el CDP dio una pequeña
prórroga, y fijó una nueva Asamblea Extraordinaria previa a la paralización
nacional. Dicha Asamblea discutió arduamente la realización de un paro de 24 horas,
el cual fue ratificado por más del 60% de los votos, pero cuando se consultó
sobre la calidad de indefinido de la paralización, solo 9 de los más de 100
asistentes votaron a favor y el resto, solo por el día 3 de septiembre. Junto a
esto también ratificaron que se mantuvieran las negociaciones con el Gobierno,
esta decisión fue tomada no sin incidentes e insultos entre los asistentes (La
Estrella del Norte, Antofagasta, 1/09/1993, p. 3).
El
logro de la paralización se debió, principalmente, a los votos de regionales
fuertes, como Valparaíso y Biobío, este último fue articulador y portavoz de la
propuesta de realización de un paro nacional de 48 horas, con miras a un paro
prolongado o indefinido. De esta forma, doblegó la postura de la directiva
nacional de prescindir de la movilización y paralización (El Sur,
Concepción, 5/09/1993, p. 1; La Estrella del Norte, Antofagasta,
2/09/1993, p.3; 3/09/1993, p.3; La Estrella de Iquique, Iquique,
3/09/1993, p. 5).
En
horas previas al paro del 3 de septiembre, el ministro Arrate declaró que la
paralización era un fracaso tanto para el Magisterio como para el país y que
los fondos destinados a mejoramiento, que el Magisterio había rechazado por
insuficientes, podrían ser redestinados (El Mercurio de Valparaíso,
Valparaíso, 3/09/1993, p. B4; La Época, Santiago, 4/09/1993, p. 19).
A
pesar de la duración de 24 horas, el paro se extendió por cinco regiones:
Antofagasta, Biobío, Araucanía, Los Lagos, y Magallanes. La prolongación de la
paralización en estas regiones respondía a una disconformidad con respecto a la
forma en que se llevaron a cabo las negociaciones (El Mercurio de Valparaíso,
Valparaíso, 5/09/1993, p. A13). En la región Metropolitana se discutió su
eventual sumatoria a la paralización regional, mientras que en la región de
Valparaíso sólo algunas comunas tomaron la
decisión de sumarse a una movilización indefinida. Esto fue calificado por el
Magisterio comunista como una “llamada de alerta para el directorio nacional” (La
Época, Santiago, 5/09/1993, p. 17).
Durante
el primer fin de semana de septiembre de 1993, se propagaron diferentes
asambleas regionales y comunales a lo largo del país. Este cuadro de
inestabilidad interna fue la oportunidad del PC de capitalizar el descontento a
nivel nacional contra la conducción del PDC encabezada por Osvaldo Verdugo.
Este cuadro de inestabilidad también se vio reflejado en acciones como el voto
de censura que emitió la octava región al ratificar la paralización en una
Asamblea Extraordinaria (El Sur, Concepción, 8/09/1993, p. 1). Las bases
de dicha región instalaron en el recinto pancartas y lienzos que sintetizaban
su opinión sobre la conducción del presidente del CDP: “Verdugo Traidor” (El
Sur, Concepción, 7/09/1993, p. 11). Hubo dirigentes del Magisterio
comunista del regional Biobío que sostuvieron que Verdugo era un mero
instrumento de los partidos y que respondía a esos intereses y no a los
gremiales (El Sur, Concepción, 9/09/1993, p. 2). Mientras, los cuadros
PDC al interior del Magisterio intentaban contener la avalancha del descontento
materializada por la insatisfacción de las regiones. Días después se dan cita
en la región del Biobío diversas estructuras regionales del CDP tanto del norte
(Antofagasta y Calama) como del sur (Araucanía, Valdivia y Punta Arenas) para ratificar
la paralización indefinida, sin poder incluir a regionales como Valparaíso (El
Sur, Concepción, 10/09/1993, p. 1; La Estrella del Norte,
Antofagasta, 10/09/1993, p. 20).
En
este contexto, Verdugo sostuvo que se trataba de meras “fisuras”, ante esto
agregó: “Estoy en la unidad gremial y no creo que ningún dirigente responsable
esté por quebrar la organización nacional que nos une y que es amplia y
pluralista” (La Época, Santiago, 10/09/1993, p. 18). Dichas opiniones
fueron secundadas por las autoridades del MINEDUC, quienes además confirmaron
el descuento salarial por días no trabajados (La Época, Santiago,
14/09/1993, p. 23; El Mercurio de Valparaíso, Valparaíso, 11/09/1993, p.
B5; La Estrella de Iquique, Iquique, 15/09/1993, p. 34). Dicha amenaza que
se concretó cuando la Contraloría General de la República, mediante un
dictamen, comunicó al Ministerio del Interior que los docentes municipales de
regiones como Antofagasta, Calama, Concepción y Punta Arenas no recibirían sus
salarios debido a la huelga que, ilegalmente, habían declarado los profesores
de dichas regiones (La Estrella del Norte, Antofagasta, 13/09/1993, p.
6; 14/09/ 1993, p. 4; 17/09/1993, p. 5; La Época, Santiago, 15/09/1993,
p. 17).
Días
después se retomaron las negociaciones, las que, por primera vez, fueron
integradas por dirigentes regionales junto a los nacionales. El MINEDUC planteó
un reajuste del 9,25% lo que, en el plazo de un año, entregaría un 60% de lo
exigido por los dirigentes (La Época, Santiago, 11/09/ 1993, p. 19; 12/09/1993,
p. 21; 13/09/1993, p. 17). Esta oferta fue calificada por Verdugo como
aceptable y como una buena señal en medio del proceso de negociaciones, que
permitiría hablar de un salario mínimo docente digno (El Mercurio de
Valparaíso, Valparaíso, 19/09/1993, pp. A1, A10; La Estrella de Iquique,
Iquique, 18/09/1993, p. 29). Ante esto, el dirigente del PDC sostuvo que dicha
oferta debía ser aceptada o no por la Asamblea Nacional el 22 de septiembre.
Dicho posicionamiento fue duramente criticado por los dirigentes del Magisterio
del Biobío (El Sur, Concepción, 17/09/1993, p. 2; 18/09/1993, p. 11).
A
horas de comenzar la Asamblea Nacional, profesores de diferentes regiones
realizaron una marcha por el centro de Santiago, sin respaldo oficial, pero sí
logístico, del Directorio Nacional, lo que inscribía un ambiente tenso en los
momentos previos a la Asamblea Nacional. (La Estrella del Norte,
Antofagasta, 21/09/1993, p. 3; El Mercurio de Valparaíso, Valparaíso,
21/09/ 1993, p. B2; 22/09/1993, pp. A1, A12; La Época, Santiago,
22/09/1993, p. 17). Esta manifestación culminó en una concentración frente al
edificio Diego Portales (La Estrella de Iquique, Iquique, 23/09/1993, p.
26). En ella, los dirigentes del regional del Biobío, junto con increpar a los
dirigentes concertacionistas del Colegio por supuestamente haber “vendido” al
Magisterio (La Época, Santiago, 23/09/1993, p. 17; La Estrella del
Norte, Antofagasta, 23/09/1993, p. 20), también exhortaron a que la
Asamblea Nacional adoptara una posición de paralización indefinida del
profesorado (La Época, Santiago, 23/09/1993, p. 17; La Estrella de
Iquique, Iquique, 22/09/1993, p. 30).
Esto
hizo saltar las alarmas del MINEDUC, que vio en este gesto de los dirigentes
regionales menos capacidad de control de parte de los dirigentes nacionales (La
Época, Santiago, 22/09/1993, p. 7), junto a esto, nuevamente amenazó con
que el Gobierno ejercería su autoridad ante un eventual paro indefinido, junto
al retiro de su oferta salarial en la
negociación (La Época, Santiago, 23/09/1993, p. 17; La Estrella de
Iquique, Iquique, 24/09/1993, p. 36).
Finalmente,
la Asamblea Nacional aceptó la oferta del MINEDUC por partes: la glosa de los
fondos para salarios de docentes y que estos fueran añadidos al sueldo base y
no como abono o asignación especial; además, presentaron una contraoferta que
incrementaba más de un 60% de lo ofrecido por el MINEDUC. Esto dejó latente una
movilización nacional para el 11 de octubre, en caso de no aceptar la oferta de
reajuste del Ministerio (La Época, Santiago, 24/09/1993, pp. 18-19; El
Mercurio de Valparaíso, Valparaíso, 24/09/1993, pp. A1, A10; La Estrella
del Norte, Antofagasta, 24/09/1993, p. 24). Afuera del edificio Diego
Portales, profesores del regional Biobío, Antofagasta y de algunas comunas del
regional Metropolitano (El Bosque, La Pintana, Lo Espejo y San Miguel)
ahondaron en declaraciones a la prensa contra la Directiva Nacional, que había acallado la voz de las regiones y de
quienes se habían movilizado (La Época, Santiago, 24/09/1993, pp. 18-19.
La Estrella de Iquique, Iquique, 24/09/1993, p. 40).
El
presidente Aylwin declaró como “irracional” el paro docente, marcó de manera
clara que el conflicto se había politizado por obra del PC, que había llevado
la negociación al límite y que no cedería ni un peso más en su oferta hacia el
Magisterio. Estas declaraciones calaron negativamente en algunos dirigentes
regionales, como en Valparaíso, quienes manifestaron que las palabras del
presidente no hacían sino generar malestar y desilusión con respecto al
gobierno democrático (El Mercurio de Valparaíso, Valparaíso, 29/09/1993,
p. A5).
A
fines de septiembre de 1993, el fin del paro docente fue gradual. Aunque
algunos regionales, como Antofagasta y Biobío, continuaron, brevemente, durante
los primeros días de octubre, otros regionales comunales revaluaron sus medidas de movilización y
comenzaron a bajarse gradualmente. Esto llevó a algunos dirigentes del
Magisterio, como el militante del PR y presidente del regional de Antofagasta,
Nibaldo Mardones, a sostener que el CDP estaba quebrado (La Estrella del
Norte, Antofagasta, 29/09/1993, pp. 5, 35; La Época, Santiago,
29/09/1993, p. 10).
A
fines de septiembre y comienzos de octubre de 1993, se entabló una nueva mesa
de negociación entre el Colegio y el MINEDUC, cuya principal novedad fue la
representación regional del Biobío de manera constante, donde se apresuró un
acuerdo, cuyos contenidos fueron un reajuste levemente más alto, una
gratificación para los docentes con salarios más bajos, mejoras para las
asignaciones de experiencia y de zona, y un cronograma de la vuelta a clases (La
Época, Santiago, 30/09/1993, p. 19; 1/10/1993, p. 19; La Estrella del
Norte, Antofagasta, 1/10/1993, p. 20).
El
acuerdo entre la Directiva Nacional y el MINEDUC no tuvo mayor disidencia ni
provocó mayores reparos en cuanto a su aceptación al interior de las bases del
CDP, pero generó un descontento que derivó en una merma a su legitimidad. Este
descontento se plasmó en la declaración que realizaron diferentes dirigentes
regionales, con apoyo de algunos dirigentes nacionales, como Jorge Pavez, en
que desacreditaban a la instancia máxima del CDP por no ser consecuentes con los
acuerdos de las últimas Asambleas Extraordinarias. Proponían un plebiscito y
una reforma de los estatutos del Colegio de Profesores, donde los comunales y
regionales tuvieran mayores atribuciones (La Época, Santiago, 4/10/1993,
p. 19).
Entre
la insatisfacción regional y el descontento gubernamental, surgía una división
de la directiva frente a los dos conglomerados a los que debía rendir cuentas:
sus bases y el gobierno. De esta manera, se marcó un inexorable camino hacia el
colapso.
La
movilización local y el desencanto con lo nacional: el caso del regional de
Antofagasta (1994)
En 1994, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, militante del PDC,
asume su mandato como presidente de Chile, segundo bajo la coalición de la
Concertación y continuador de Patricio Aylwin. En cuanto a lo educativo, el
gobierno de Frei designó a un reconocido intelectual del PDC como Ministro de
Educación: Ernesto Schiefelbein. Quien propuso una reforma educativa que abarcó
aspectos como el curricular, la gestión y la docencia. Este último punto era
esperado con ansias por el CDP, pues depositaron su confianza en que la reforma
traería mejoras laborales para el Magisterio.
Las expectativas comenzaron a ser opacadas cuando la
Asociación Chilena de Municipalidades[5] decidió no pagar
las asignaciones salariales complementarias, ya que, según ellos, el MINEDUC no
había realizado el traspaso de dineros, lo que llevó a los Regionales de
Valparaíso, Coyhaique, Iquique y Antofagasta a movilizaciones parciales (La
Época, Santiago, 27/03/1994, p. 22).
Ante
este cuadro de desencanto, el Directorio Nacional apoyó las movilizaciones de
manera formal, pero no con una convocatoria nacional de movilizaciones ni jornadas
de solidaridad, sino solo con una declaración y con un llamado a Asamblea
Extraordinaria en el mes de mayo para decidir las medidas de presión para
realizar sus reivindicaciones (La Época, Santiago, 8/04/1994, p.19;
12/04/1994, p.19; 14/04/1994, p. 14). Posteriormente, los dirigentes nacionales
pusieron como plazo perentorio para la respuesta del gobierno el día 30 de
abril para lograr algún tipo de acuerdo, pues, a mediados del mismo mes, habían
comenzado las conversaciones con el MINEDUC. El presidente del CDP expresó que
toda legislación en educación debiese nacer del consenso más que de la
imposición desde el Ejecutivo (La Época, Santiago, 18/04/1994, p. 12).
Al
poco tiempo, el ministro Schiefelbein presentó un proyecto de reforma al ED que
introducía flexibilizaciones en cuanto a modos de contrataciones y también la
flexibilidad de la jornada laboral (La Época, Santiago, 19/04/1994, p.
17). El presidente del CDP calificó estos anuncios como un retroceso
ante el que debía hacer sentir su malestar, a través de una paralización
nacional para el 27 de abril de 1994, que tuvo resonancias a lo largo del país
(La Época, Santiago, 20/04/1994, p. 16; La Estrella de Iquique,
Iquique, 20/04/1994, pp. 8, 34; El Mercurio de Valparaíso, Valparaíso,
20/04/1994, p. B3).
Pero
la respuesta del MINEDUC también se hizo sentir y fue doble. El ministro
Schiefelbein anunció que en el sistema municipal existía una sobredotación de
profesores, que no tenían funciones claras o eran elementos ociosos del
profesorado que solo subsistían a expensas de los presupuestos municipales (La
Época, Santiago, 20/04/1994, p. 17; El Mercurio de Valparaíso,
Valparaíso, 20/04/1994, pp. B1, B4). Esta caracterización también fue replicada
por algunos alcaldes, que sostuvieron que era necesario “reciclar” profesores
del sistema municipal en nuevas funciones (La Época, Santiago,
22/04/1994, p. 16; 23/04/1994, p. 14; El Mercurio de Valparaíso,
Valparaíso, 23/04/1994, pp. A1 y A10). La réplica de los profesores no se hizo
esperar y aseveraron que no sobraban docentes en el sistema municipal más bien
faltaban, pues las aulas aún estaban atiborradas de estudiantes y, ante tal
cambio, era necesaria una mayor cantidad de profesores para su cobertura (La
Época, Santiago, 20/04/1994, p. 17). Por otra parte, el ministro
Schiefelbein llamaba a la calma y a la reflexión a los dirigentes del
Magisterio ante una eventual movilización (La Época, Santiago,
21/04/1994, p. 17; La Estrella de Iquique, Iquique, 21/04/1994, p. 6).
Después
del envío del proyecto por parte del Gobierno, el CDP ratificó la paralización
y radicalizó su diagnóstico crítico y el malestar del Magisterio en torno a las
reformas que pretendía impulsar el nuevo ministro (La Época, Santiago,
24/04/1994, p. 16; El Mercurio de Valparaíso, Valparaíso, 24/04/1994, p.
A11; La Estrella de Iquique, Iquique, 23/04/1994, p. 5). El llamado a
movilización prosperó. Ante la convocatoria de la Directiva Nacional y, a pesar
del mal sabor de los conflictos del año anterior, diversas regiones ratificaron
como propia la medida, y ejercieron un pequeño juego de fuerzas entre ambos
organismos, lo que quedó en claro cuando la convocatoria a marchar en Santiago
fue desatendida y, finalmente, los regionales optaron por movilizaciones en sus
territorios (La Estrella de Iquique, Iquique, 24/04/1994, p. 32;
26/04/1994, p. 9; La Época, Santiago, 24/04/1994, p. 16; 25/04/1994, p.
15; El Mercurio de Valparaíso, Valparaíso, 25/04/1994, p. A10;
26/04/1994, p. B3).
A
lo largo del primer semestre de 1994, hubo una serie de idas y venidas entre
mesas de negociaciones y movilizaciones. Lo que más caracterizó las mesas de
negociación era la actitud inflexible del Ministro y su autoritarismo con
respecto a la reforma, además de su táctica de dilatar el diálogo, en función
de ganar tiempo y corroer toda pretensión de movilización (La Época,
Santiago, 10/05/1994, p. 17; 7/07/1994, p. 20; La Estrella de Iquique,
Iquique, 10/05/1994, p. 20).
Por
otra parte, las movilizaciones comenzaron a ser cada vez más parceladas,
aisladas y con poca convocatoria a nivel nacional[6]. Síntoma de un desgaste de la
movilización como también de una fisura profunda en la legitimidad del
Directorio Nacional, lo que demostraba cuan horadada se encontraba su
hegemonía. Estas fisuras internas también se evidenciaron en las Asambleas
Nacionales de mayo, junio y julio (La Época, Santiago, 26/05/1994, p.
19; 13/06/1994, p. 17; 14/07/1994, p. 15; La Estrella de Iquique,
Iquique, 26/05/1994, p. 24), donde la directiva nacional fue opacada por una
naciente disidencia interna mucho mejor organizada[7], liderada por el Magisterio
comunista, que ponía el acento en la actitud muy complaciente del Directorio
Nacional hacia las propuestas del MINEDUC. Esta disidencia puso énfasis en la
necesidad de una paralización indefinida como forma de presión general y replicó su repertorio de movilización sin mucha
innovación (La Época, Santiago, 13/06/1994, p. 17; 28/06/ 1994, p. 17;
29/06/1994, pp.17-18).
En
este cuadro convulso, la región de Antofagasta gestó, a más de 1300 kilómetros
de la capital, su propia movilización. El Magisterio de Antofagasta había sido
parte de las regiones disidentes, que se habían agrupado bajo la conducción e
iniciativa del Biobío, y había quedado resentida desde las movilizaciones de
1993 y las polémicas del ED.
El
descontento regional se acrecentó cuando las autoridades educacionales de la
región confirmaron que ciertas asignaciones, como el bono de zona (estipulado
en el ED), no fueron pagadas a los docentes durante el primer semestre de 1994,
debido a que la municipalidad -conducida por el PDC-, no poseía fondos para el
pago. Esto gatilló una fuerte movilización para el segundo semestre, que
comenzó en agosto (La Estrella del Norte, Antofagasta, 1/08/1994, p. 3).[8]
Ante
la masividad de la movilización, la Municipalidad elaboró una respuesta rápida
que prometía el pago retroactivo del bono, lo que alegró a los docentes, ya que
demostraba que la movilización había entregado sus frutos. Pero el revés de la
propuesta era que la Municipalidad pagaría esta bonificación en cuotas a lo
largo de seis meses, pues obtendría más recursos a partir de la venta de
activos (como el Estadio Municipal), además del no pago de sus aportes
previsionales (La Estrella del Norte, Antofagasta, 2/08/1994, p. 3).
Esta
propuesta fue enérgicamente rechazada por los dirigentes del regional y por sus
bases (La Estrella del Norte, Antofagasta, 4/08/1994, p. 3). Cabe
destacar que, en esta disputa, el Magisterio fue respaldado por diferentes
partidos de izquierda y de la Concertación como el PS y el PR (La Estrella
del Norte, Antofagasta, 2/08/1994, p. 3; 8/08/1994, p. 2). En el caso del
PDC, si bien existió un apoyo público inicial a través del encargado del
departamento de educación del provincial Antofagasta del partido, en menos de
una semana, fue contradicho por el presidente del regional del PDC, quien
argumentó que las movilizaciones y los paros dañaban al municipio y también a
los alumnos, la educación y los profesores (La Estrella del Norte,
Antofagasta, 5/08/1994, p. 2; 10/10/1994, p. 4).
A
pesar de los apoyos, el Magisterio de Antofagasta solo encontró negativas lo
que motivó, durante el mes de agosto, el despliegue de un repertorio de
movilización que abarcó diferentes modalidades como marchas en las calles y en
plazas, y velatones nocturnas como una forma de difundir sus reivindicaciones.
Esto
escaló en acciones más directas, como el copamiento de la corporación de
educación, que derivó en una paralización durante media jornada; o la protesta
donde docentes rodearon la casa del alcalde para lograr sentir la urgencia de
sus reivindicaciones. (La Estrella del Norte, Antofagasta, 5/08/1994, p.
3; 6/08/1994, p. 3; 9/08/1994, p. 3; 12/08/1994, p.10). Lejos de ser
escuchados, el Magisterio sólo se encontró con la intransigencia y la nula
voluntad de negociación del municipio y del SEREMI de educación, ante esto los
dirigentes apuntaron más alto y exigieron al gobierno central sus demandas (La
Estrella del Norte, Antofagasta, 18/08/1994, p. 5; 20/08/1994, p. 3).
En
este contexto, en una mezcla de desesperación y radicalización, al menos 12
docentes iniciaron una huelga de hambre, que sensibilizó a gran parte de la
región, incluso esto motivó la visita de la dirigencia nacional del CDP, luego
de más de un mes pidiendo su apoyo e intervención en el conflicto (La
Estrella del Norte, Antofagasta, 10/08/1994, p. 3; 11/08/1994, p. 3;
18/08/1994, p. 3; 19/08/1994, p. 3; 20/08/1994, p. 3; 30/08/1994, p. 3). Los
miembros del Directorio Nacional justificaron su ausencia por lo demandante de
las negociaciones con el MINEDUC (La Estrella del Norte, Antofagasta,
12/08/1994, p. 5; 13/08/1994, p. 3).
Solo
al final de la tercera semana de agosto arribaron a Antofagasta tanto Verdugo
como Carlos Vásquez, para entregar su apoyo al Magisterio movilizado, y
manifestaron con premura que no debía descartarse una movilización nacional
ante las urgentes demandas, de las cuales Antofagasta era un caso entre otros (La
Estrella del Norte, Antofagasta, 22/08/1994, p. 3; 23/08/1994, p. 3).
Esto
no fue bien recibido por los dirigentes regionales, quienes esperaban una
respuesta más concreta y solidaria que solo palabras de apoyo para la prensa,
pues calificaron la visita como un acto de presencia, un respaldo de segundo
orden (La Estrella del Norte, Antofagasta, 23/08/1994, p. 3). Al finalizar agosto y durante la primera semana
de septiembre, el conflicto se mantuvo en tensión constante, a pesar de una
nueva propuesta desde el municipio en donde el pago de las asignaciones y un
nuevo reajuste no estaba hipotecado a ningún otro pago, solo que sería pagado
en cuotas (La Estrella de Iquique, Iquique, 4/09/1994, p. 31). Esto
llevó a radicalizar su repertorio de copamiento de infraestructuras
estratégicas del municipio (La Estrella del Norte, Antofagasta,
27/08/1994, p. 3; 29/08/1994, p. 3; 2/09/1994, p. 7).
Luego
de varias jornadas de discusión y con un gran bloque de oposición, se firmó un
documento de acuerdo entre el Magisterio y el Municipio, el cual fue respaldado
con el 69% de aprobación (La Estrella del Norte, Antofagasta, 8/09/1994,
p. 3). Ahora bien, mientras los docentes recibirían los bonos adeudados y las
cotizaciones previsionales intactas, a cambio, debían aceptar la
racionalización de docentes y retirar toda acción judicial contra el municipio,
ya sea por bonos, por salarios o por asignaciones impagas, así también, quedó
fuera de la discusión el cierre de colegios (La Estrella del Norte,
Antofagasta, 8/09/1994, p. 3). Esto dejó un mal sabor de victoria, pues, si
bien sus demandas fueron satisfechas, esto era lo mínimo exigido por ley ante
el ED. Otro factor que contribuyó al mal sabor fue la solidaridad formal del
Directorio Nacional y su oportunismo para posicionar su propia agenda. Una de
las consecuencias más directa en los hechos es que el regional de Antofagasta
no acató, durante lo que resta de 1994, ninguna otra convocatoria a
movilización ni paralización, ni siquiera simbólica, incluso en el momento de
mayor tensión de las negociaciones entre el CDP y el MINEDUC (La Época,
Santiago, 4/09/1994, p. 16; La Estrella de Iquique, Iquique, 3/09/1994,
p. 24; 4/09/1994, p. 30).
Para
los dirigentes del regional de Antofagasta, la agenda de 1994 solo fijó como
objetivo mantener el diálogo con el municipio para los días previos y
posteriores a fiestas patrias (tercera semana de septiembre) para zanjar la
discusión pendiente: el calendario de finalización escolar de clases (La
Estrella del Norte, Antofagasta, 13/09/1994, p. 3; 26/09/1994, p. 3;
4/10/1994, p. 3; 6/10/1994, p. 3).
La
agenda que intentó instalar Verdugo, con mucha premura ante un cuadro de
inestabilidad en diversos regionales, era la eliminación de las Corporaciones
Municipales como administradoras de recursos y como intermediarios, y que los
municipios se hicieran cargo de estas funciones de manera directa. Según él, esto
quedaba demostrado por el cierre de colegios en diferentes comunas, junto al
silencio cómplice del MINEDUC ante una ofensiva sobre la educación municipal,
cuyos costos eran la cesantía de miles de maestros, el cierre de escuelas y el
deterioro de la educación de los estudiantes. Esto motivó que el presidente del
CDP lanzara un llamado para adelantar la Asamblea Extraordinaria del Colegio
para tomar medidas de presión hacia las autoridades (La Época, Santiago,
6/08/1994, p. 18; 12/08/1994, p. 15).
Este
clima de febril descontento de la Directiva Nacional baja precipitadamente con
el cambio de ministro, pasó súbitamente de una cierta rebeldía a entregar un
voto de confianza al nuevo encargado del MINEDUC, al
aceptar su oferta, muy similar a las anteriores. Esto fue recibido con
resentimiento por los regionales, aunque solo Biobío hizo presente su molestia
en diferentes instancias de discusión interna y también públicas (El Sur,
Concepción, 30/09/1994, p. 13; 27/09/1994, p. 5; La Época, Santiago,
27/09/1994, pp.16-17).
Las
bases pasan del descontento a la apatía durante el último trimestre de 1994.
Donde las manifestaciones, cada vez más locales, eran más pequeñas e incluso
pasaron inadvertidas, como cuando el Magisterio comunista anuncia su salida de
la mesa de negociación del MINEDUC, con la intención de quebrar dicha
instancia. Pero esto fue aprovechado por la Directiva Nacional para cerrar
rápidamente el acuerdo, cuyos contenidos fueron el retiro de las indicaciones
del Gobierno al ED, que impulsó el ex-ministro Schiefelbein, y la fijación de
un aumento pequeño y gradual de las remuneraciones en el bienio 1995-1996.
De
esta forma, el MINEDUC y el Colegio manifestaban abiertamente, entre apretones
de manos, abrazos y sonrisas, una nueva etapa más plena de sus relaciones (La
Época, Santiago, 6/10/1994, p. 17; 9/10/1994, p. 18; La Estrella de
Iquique, Iquique, 10/10/1994, p. 30; El Sur, Concepción, 6/10/1994,
pp. 5,11). Por otra parte, una nueva etapa de
las relaciones internas del CDP y las regiones hicieron sentir su malestar:
para las elecciones de 1995, los dirigentes históricos ligados al PDC fueron
derrotados de manera rotunda y fueron desplazados de sus cargos en primera
línea para adjudicarse cargos inferiores en el Directorio Nacional, tales como
coordinadores de departamento de comunicaciones y tercer tesorero.
Mientras
finalizó el liderazgo del oficialismo, conquistaba la dirección el Magisterio
comunista que supo capitalizar las múltiples formas del descontento, pero sobre
todo las que estallaron desde los regionales. Ante la nueva configuración de la
Directiva Nacional, los regionales miraron con altas expectativas el nuevo
proceso en marcha, a la espera de mejorar
su posición hacia la interna del CDP, como también de que sus demandas fueran
escuchadas y apoyadas.
Consideraciones
finales
Los
diferentes conflictos que el Magisterio afrontó durante el primer lustro de la
década de los noventa tuvieron como elemento en común la mejora de sus
condiciones laborales. La Directiva Nacional materializó, con mesas de
negociación de por medio, estas mejoras a través del establecimiento de nuevos
regímenes de contratación, aumento salarial y, en algunos casos,
reconocimientos a través de bonificaciones especiales a docentes en condiciones
difíciles o por antigüedad en el sistema educativo público.
Estas
mejoras tuvieron una recepción dividida en las bases del CDP. Por una parte,
fueron recibidas porque entregaban estabilidad y un salario más justo en
comparación al periodo dictatorial. Por otra parte, fueron calificadas como
insuficientes pues no completaron las expectativas que proyectó el Magisterio.
La insuficiencia también contenía un alto grado de malestar en términos
políticos, pues el gobierno que apoyaron tan decisivamente les entregó menos de
lo prometido y les amenazó cada vez que pudo.
El
malestar también se expresó en diferentes estructuras internas del CDP, como el
caso de los regionales y del Magisterio, como el caso de la docencia de la
administración particular subvencionada, jubilados o exonerados. Estos últimos
se sintieron excluidos, en diferentes grados, del ED tanto por su participación
en su redacción como por los alcances de dicha legislación.
En
el caso de los regionales, a diferencia de los otros sectores de la docencia,
resintieron esta legislación de manera política y orgánica, expresaron su
descontento a la Directiva Nacional, de diferentes formas. En el caso de Biobío
con movilizaciones y una crítica profunda hacia el vínculo político que la
Directiva Nacional sostuvo con el Gobierno, el primero después de la Dictadura.
Esto dejó en entredicho la tesis política que subordinó las demandas sociales a
la gran demanda política: la democracia.
La
conflictividad desarrollada desde el regional del Biobío y de Antofagasta fue
posterior a la promulgación del ED, tuvo diferentes
alcances y adversarios como la Directiva Nacional del CDP o los gobiernos
locales. En este sentido el regional del Biobío desarrolló una lucha interna en
el CDP, que fisuró la hegemonía del Directorio Nacional, en función de lograr
una mejor negociación y también de posicionar al interior del CDP a los
Regionales, como instancias orgánicas de peso y de respeto, por parte de la estructura
interna nacional. Para ello alineó a diversos Regionales, expandió su
influencia e incluso logró doblegar la voluntad del Directorio Nacional con
respecto a su posición vacilante ante eventuales movilizaciones e incluso al
integrar las mesas de negociación.
El
caso de Antofagasta, si bien tiene el ED como problema de fondo, su contenido
es diferente. Mientras que para el Biobío se presentaba como insuficiente o por
debajo de las expectativas, para Antofagasta se trató de su implementación. La
movilización no tuvo como contenido principal la disputa contra el Directorio
Nacional, esta tuvo un cariz de antagonismo contra la estructura máxima del
CDP, determinada principalmente por la falta de apoyo real hacia su
movilización, lo que dejó una sensación de abandono e incomprensión de
problemáticas más locales del Magisterio, que tiene como punto cúlmine la
priorización de las negociaciones del ED de 1994.
En
este sentido, las diferencias entre las movilizaciones de ambos regionales
tienen como puntos diferenciadores las escalas de cada conflicto (nacional,
local) y las contrapartes (Directorio Nacional, el municipio). La presencia del
Directorio Nacional existió en ambos casos con diferentes grados de
antagonismo, y en las dos instancias tienen como contexto negociaciones sobre
el ED.
El
estudio de la conflictividad en ambos regionales es demostrativo de un periodo
de crisis de la hegemonía del Directorio Nacional y, por extensión, de su forma
de conducción y la tesis política que asumieron durante la década de los
ochenta. Ambos conflictos regionales son síntomas disímiles de un mismo
problema, pero que se expresan de diferente forma y con ribetes políticos
diferenciados.
Otro
aspecto importante es detallar los repertorios de acciones de ambos regionales.
Por una parte, en el regional del Biobío se utilizaron acciones políticas de
intervención en las Asambleas Extraordinarias, movilizaciones y reuniones
paralelas, para lograr presionar o doblegar a la Directiva Nacional. Por otra
parte, el regional de Antofagasta utilizó acciones directas como la
intervención callejera (marchas y concentraciones), el copamiento temporal de
infraestructura, velatones e incluso huelgas de hambre.
Es
importante destacar que las diferencias entre los regionales y sus repertorios
de acción está fundada en los objetivos y motivaciones de cada Regional, que
son perfectamente diferenciables. Por una parte, el regional del Biobío apuntó
a disputar un lugar en la conducción nacional del CDP, para así lograr fisurar
la hegemonía y la conducción del Directorio Nacional. Este objetivo fue alcanzado con cierto éxito, al hacer sentir
su voz y conquistar un espacio en las mesas de negociación. Es decir, tiene una
motivación centralmente política, de disputa de poder al interior de la
organización magisterial a nivel nacional.
Por
otra parte, el regional de Antofagasta, motivado por reivindicaciones
salariales y su inmediata solución, logró conquistar sus reivindicaciones,
hacer sentir su molestia, pero termina en una relación de desacato con el
Directorio Nacional y, posteriormente, de apatía, la cual puede interpretarse
como parte de un desgaste en las relaciones entre ambos organismos del CDP. Su
motivación es de carácter reivindicativo y económico, así como su escala, al
contrario del Biobío, es a nivel local.
También
es recurrente la subestimación de las diferentes problemáticas y peticiones
regionales por parte del Directorio Nacional, que generó la exigencia de ser
escuchados o ser parte (con voz y voto) de instancias como mesas de
negociación. Esto contribuyó a profundizar la crisis de hegemonía antes
mencionada. Esta dinámica de subordinación y subestimación de la capacidad de
poder (o agencia) de estructuras u orgánicas regionales no solo reside en el
Magisterio, lo que podría ser extensivo al sindicalismo en general.
Por
tanto, se hace necesario extender el estudio del sindicalismo hacia orgánicas
locales, por la necesidad de darle consistencia y diferenciación interna a
grandes estructuras nacionales, cuyo foco en las grandes capitales han
pretendido, durante suficiente tiempo, obnubilar la experiencia y la voz de las
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Recibido: 08/04/2021
Evaluado: 03/05/2021
Versión Final: 18/05/2021
(*) Magister en Historia (Universidad de Santiago de Chile). Profesor secundario de filosofía, con estudios en ciencias sociales en la Universidad de Chile. Diplomado en Investigación Universitaria (Universidad Central). Diplomado en historia y política contemporánea (Pontificia Universidad Católica de Valparaíso). Chile. Email: reyesaliaga@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2396-6989
[1] Estos partidos eran principalmente el Partido Comunista (PC), Partido Socialista (PS) y el Partido Radical (PR).
[2] Militante del PC y líder del Magisterio comunista hasta 1999. Fundador e impulsor de la disolución de la AGECH para su integración en el CDP en 1987. Fue elegido presidente del CDP entre 1995 y 2007. Actualmente se desempeña como director del Liceo Polivalente Mercedes Marín del Solar.
[3] Militante del PDC, fue el primer presidente del CDP elegido democráticamente y ejerció dichas funciones entre 1985 y 1995. Posteriormente, asume tareas menores en la directiva (protesorero o jefe de departamento) hasta su retiro en el 2009. Actualmente se desempeña en el Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas del MINEDUC.
[4] Militante del PDC, conformó junto a otros dirigentes históricos del PDC el comité por la democratización del CDP en 1984, luego entre 1985 y 1993 fue mano derecha de Osvaldo Verdugo. Al renunciar al CDP, asumió diversos cargos en el aparato estatal tanto en la subsecretaría del Ministerio del Trabajo como en el MINEDUC. Actualmente es asesor parlamentario del PDC en la Comisión de Hacienda.
[5] Organización creada en 1993, cuyo objetivo principal era representar a todos los gobiernos locales (municipios) de Chile frente al Estado, organismos privados u organizaciones internacionales. Otro de sus objetivos era contribuir al desarrollo de los territorios, la descentralización y modernización administrativa de los municipios.
[6] Nos referimos a las movilizaciones de comienzos de mayo y mediados de junio de 1994. Véase La Época, Santiago, 29/04/1994, p. 20; 19/05/1994, p. 16; La Estrella de Iquique, Iquique, 19/05/1994, p. 20; 19/05/1994, p. 20.
[7] Posteriormente esta disidencia se arrogaría el nombre de Movimiento de Recuperación Gremial del Magisterio, quien en una alianza amplia logró conquistar la directiva nacional del CDP en las elecciones de 1995.
[8] Si bien la prensa editada en Santiago escribió que el paro había iniciado el 5 de agosto (véase La Época, Santiago, 5/08/1994, p. 18), este había tenido sus raíces y una escalada del conflicto desde junio de 1994.