“La voz de Bahía Blanca”: el diario La
Nueva Provincia y la construcción de su imagen pública
Patricia A. Orbe(*)
Resumen
El presente artículo se propone
analizar las estrategias de autorrepresentación que ha desplegado el diario La Nueva Provincia con el propósito de legitimar su imagen
pública. A tal fin, abordaremos el estudio de dos obras, editadas por el
diario, con motivo de dos aniversarios muy significativos: el 150º de la
fundación de Bahía Blanca (1978) y el Centenario de la aparición de La
Nueva Provincia (1998)
Palabras
clave: prensa gráfica; La Nueva Provincia;
Bahía Blanca
"The voice of Bahia Blanca": newspaper La Nueva Provincia and their public image
Abstract
This paper analyzes the strategies of self-representation used by the newspaper La Nueva Provincia in order to legitimize their public image. The study will address two works, published by the newspaper, on the occasion of two significant dates: the 150th anniversary of the founding of Bahia Blanca (1978) and the centennial of the appearance of La Nueva Provincia (1998)
Key words:
Press; La Nueva Provincia; Bahía
Blanca
“La
voz de Bahía Blanca”: el diario La Nueva
Provincia y la construcción de su imagen pública
Introducción
Dentro del campo de estudios de las Ciencias Sociales, y
especialmente en el caso de las investigaciones historiográficas, la prensa ha
sido considerada como una de las principales fuentes documentales y su empleo
se ha extendido profusamente. En las últimas décadas, esta circunstancia se ha
complejizado ante el interés de los investigadores por encarar el análisis de
los periódicos como objetos de estudio, abordando sus trayectorias
institucionales, sus culturas políticas, su impacto social, en el marco del
campo periodístico y político en el cual se insertan[1].
Consideramos
que es posible concebir a la prensa como un actor político en tanto es producto
de un universo de representaciones simbólicas determinadas pero también
vehículo de difusión e internalización de culturas políticas y su desempeño resulta
determinante en la conformación de la sensibilidad de sus lectores[2].
Coincidimos con Héctor Borrat, cuando afirma que “el periódico socializa cuando
se propone influir políticamente sobre su audiencia y cuando no tiene ese
propósito; cuando “forma” a sus lectores, tanto como cuando les informa o
entretiene. Cuando sirve a objetivos estratégicos temporarios y cuando se
limita a hacer sus prácticas rutinarias en función de sus objetivos permanentes
de lucrar e influir en todos los ámbitos posibles”[3].
Por este motivo, consideramos que el análisis de este campo
político-profesional resulta un canal privilegiado para el acceso a la trama de
creencias, valores, construcciones simbólicas y tradiciones que impactan en el
imaginario y el comportamiento de los actores sociales.
En
este sentido, el periodismo gráfico ha recibido un tratamiento central en el
marco de la renovación de las investigaciones sobre el pasado de Bahía Blanca y
su zona de influencia durante el siglo XX. La presencia centenaria del diario La Nueva Provincia (LNP) ha sido motivo
de numerosas investigaciones[4],
dado el rol determinante que ha desempeñado este medio en la ciudad y la región
desde fines del siglo XIX hasta nuestros días, el cual ha dejado a numerosas
iniciativas rivales en una posición marginal y ha frustrado recurrentemente la
posibilidad de que la opinión pública local cuente con un campo periodístico
plural y consolidado en el tiempo.
Desde
esta perspectiva, en el presente artículo nos proponemos analizar las
estrategias de autorrepresentación que ha desplegado LNP con el propósito de legitimar su imagen pública[5].
A tal fin, abordaremos el estudio de dos obras institucionales, editadas por el
diario, con motivo de dos aniversarios muy significativos: el Sesquicentenario
de la fundación de Bahía Blanca (1978) y el Centenario de la aparición de La Nueva Provincia (1998)[6].
La
selección responde a varias razones. En primer lugar, ambas publicaciones se
realizan en momentos en que el diario no tiene rivales en el campo del
periodismo gráfico, por lo tanto, su voz hegemoniza el acceso al discurso
público escrito. Por otro lado, por el hecho de que –como ha sostenido Sylvia
Saítta[7]-
los aniversarios, como momentos de refundación, son oportunidades centrales
para desarrollar operaciones de redefinición, en los cuales mientras se exhiben
nuevas cartas de presentación y se incorporan nuevos tópicos de identificación,
se ratifican los principios programáticos y los hitos de la tradición que se
suscribe.
A fin de acercar la mirada a la escala local, a continuación presentaremos un panorama del
escenario de la prensa en la ciudad desde los orígenes de LNP, para luego introducirnos en el análisis específico de los
mecanismos de construcción de su autoimagen.
El
periodismo gráfico en Bahía Blanca
La Nueva Provincia había sido fundada por Enrique
Julio el 1º agosto de 1898. Si bien ponía de manifiesto una línea editorial
signada por las simpatías de su director por el radicalismo, su prédica
profesional se fundaba en la afirmación de un principio de legitimación
específico –de pretendida objetividad e imparcialidad- y ajeno a las disputas
partidarias. Su nombre se desprendía de una propuesta política muy atractiva
para los bahienses: la creación de una provincia con cabecera en la localidad[8],
antiguo anhelo que constituiría el eje central de la iniciativa
política-periodística de Julio. Dada la complejidad de su propuesta editorial,
su superioridad técnica en materia de edición, su importancia comercial en
volumen de avisos clasificados y publicidades y su importante tiraje –más de
5700 ejemplares diarios durante sus primeras décadas, cuando Bahía Blanca
contaba con 70.000 habitantes aproximadamente-, LNP fue rápidamente considerada el principal diario de la ciudad[9].
Ciertamente
no había sido el primero[10],
pero desde sus comienzos el diario de Enrique Julio pudo dar cuenta de sus
condiciones para sobrevivir y consolidarse en un escenario periodístico de
trayectorias efímeras. Incluso entre 1902 y 1906, la vida institucional de La Nueva Provincia no registró
competencias significativas.
La
aparición de El Censor (1906-1945) y
de Bahía Blanca (1906-1920) reactivó
relativamente la pluralidad periodística local, más los lectores bahienses
tendrían que esperar al convulsionado período de las presidencias radicales
para disponer de una multiplicidad de medios gráficos representativos de
distintas tendencias políticas y perfiles profesionales, entre los cuales
destacamos El Sud (1915-1920), El Siglo (1916-1928), Nuevos Tiempos (1918-1946), El Régimen (1918-1948) y El Atlántico (1920-1964)[11].
Los
años ´30 marcarían un camino de restricción para las voces de la prensa y el
panorama local no sería la excepción. La presencia de medios gráficos ligados a
las internas partidarias se mostraba en franca regresión hacia mediados de la
década siguiente y en consecuencia, el campo periodístico tendía a consolidarse
sobre un paradigma profesional. En este sentido, La Nueva Provincia pudo mostrar que su itinerario parecía
infranqueable y ningún rival podía superar su tirada de casi 25.000 ejemplares
diarios.
Pero
un fuerte viento de cambios políticos se avecinaba y afectaría profundamente el
horizonte de los medios y en especial signaría el futuro del diario fundado por
Julio en forma categórica.
Desde
la llegada del peronismo al poder, el periódico planteó fuertes divergencias
con el gobierno en lo relativo a muchas de sus iniciativas y prácticas
políticas, en especial aquellas que regulaban su vinculación con la prensa[12].
Con el argumento de que la publicación no había incluido la leyenda “Año del
Libertador General San Martín” en la totalidad de sus páginas, el 3 de enero de
1950 LNP fue clausurada por
disposición de la Comisión Investigadora de Actividades Antiargentinas de la
Cámara Baja, conducida por el diputado José Emilio Visca[13].
El cierre se mantuvo por tres años a pesar de que los propietarios apelaron la
decisión ante la Justicia.
Su
reaparición se produjo el 25 de marzo de 1953 bajo la dirección nominal de
Néstor Julio, hijo del fundador del periódico, sin embargo, la administración
efectiva del diario recayó en delegados enviados por la empresa ALEA[14].
Se procedió a la reincorporación de un gran porcentaje del staff histórico del medio, lo que permitió restablecer
relativamente su perfil editorial, con la excepción lógica de las crónicas y
columnas de opinión política, las cuales pasaron a ser claramente oficialistas.
Al poco tiempo pudo observarse que su prolongada clausura no había afectado su
importancia comercial dado que rápidamente recuperó su caudal publicitario y
volvió a posicionarse como el medio más destacado de la ciudad y la región.
Tres
días después del golpe del 16 de septiembre de 1955 que derrocara al peronismo,
LNP fue intervenida por las fuerzas
militares de ocupación -“El Comando Revolucionario del Sur”-, las cuales
asignaron la dirección del periódico a Federico Ezequiel Massot, esposo de la
nieta de su fundador, quien será ratificado en su posición por la justicia al
designarlo administrador judicial a los pocos meses.
El
nuevo clima político será propicio para la prédica antiperonista en el terreno
de la prensa y en este sentido, el diario de la familia Julio será un referente
indiscutido, aún a nivel nacional. Durante los siguientes años, sellaría su
éxito empresarial al convertirse en el núcleo central del primer grupo
multimedios de la Argentina, a partir de la concesión de la onda de LU2 Radio
Bahía Blanca en 1958 y la adjudicación de Canal 9 Telenueva en 1965.
Para
aquel entonces, la empresa estaba bajo la dirección de la nieta del fundador de
LNP, Diana Julio de Massot, quien
–desde el 23 de abril de 1959- sería la responsable de conducirla exitosamente
en el marco de la profunda crisis política y socioeconómica que atravesaría el
país en las décadas del sesenta y setenta.
En
términos generales, se podría afirmar que el diario adhirió a las políticas del
régimen de facto de 1955-1958, hacia la gestión desarrollista y el gobierno
militar presidido por Juan Carlos Onganía[15].
En esos años, su línea editorial se orientó especialmente hacia la denuncia del
accionar de la izquierda revolucionaria, posición que se iría intensificando
hasta llegar a hacerse extensiva a los protagonistas militares y civiles del
proceso que proyectaría al peronismo al poder en 1973[16].
Por
lo tanto, desde entonces y hasta 1976 el diario se convertiría en un crítico
acérrimo del gobierno peronista y de las distintas vertientes de la interna de
su movimiento, en tanto entablaba un intenso conflicto gremial con los
trabajadores gráficos que dificultó considerablemente su publicación
especialmente en 1975[17].
Durante los 93 días más críticos de aquel año –del 20 de julio al 20 de octubre
de 1975-, La Nueva Provincia sólo
tuvo 35 ediciones. No obstante su tirada promedio no habría de bajar de los
45.000 ejemplares diarios[18].
Parecía
imbatible. Incluso para sus competidores, los cuales intentaron ocupar un lugar
destacado en el campo periodístico de la ciudad pero terminaron condenados a
segundas posiciones en el mejor de los casos. El siguiente gráfico, que
presenta a los periódicos bahienses que convivieron con LNP desde los convulsionados años del primer peronismo hasta el
derrocamiento de la viuda de Perón a comienzos de 1976, puede resultar
ilustrativo del panorama de la prensa gráfica local en el sentido referido:
Dado
que sus trayectorias se desarrollaron en momentos en que LNP atravesó sus
instancias más críticas para salir fortalecida y proyectada como empresa
multimedia, merece que nos detengamos en señalar algunas de sus
particularidades. El Atlántico (EA) surgió el 3 de enero de 1920, bajo
la dirección de Edmundo Calcaño. Como LNP,
era un matutino y contaba con una extensa zona de influencia comprendida por el
sudoeste bonaerense, La Pampa y el norte de la Patagonia, a partir de una
profusa red de corresponsales. Su dueño original, el dirigente conservador José
María Pérez Bustos vendió EA a
capitales de La Plata fuertemente vinculados al gobernador bonaerense Domingo
Mercante. Esta nueva administración delegó la dirección del periódico en José
Aralda, antiguo forjista bahiense y referente del peronismo en su “vertiente
mercantista” en la ciudad, quien recién abandonaría este rol para asumir la
intendencia municipal en 1949. La conducción del medio quedó en manos de ALEA
para 1950, a través de la dirección del periodista platense Mario Chiodi. En
aquellos años llegaría a tener una tirada de 18.000 ejemplares diarios. Durante
los tres años de la clausura de LNP, El Atlántico se convirtió en el
principal matutino local, pero al poco tiempo de la reapertura del diario de la
familia Julio volvió a ser relegado por su viejo rival. En consecuencia, los
directivos de ALEA, empresa que administraba ambos medios decidió la
transformación de EA en vespertino en
1954, para eludir la competencia comercial interna.
También
vespertino era el periódico dirigido por Luis Vera, Democracia (De), aparecido
el 2 de junio de 1930 como el “defensor
de los ideales de la UCR y de la ciudad”. Su ferviente oposición al
peronismo se reflejó categóricamente en la denuncia de hechos de corrupción, de
presiones políticas, de detenciones de dirigentes gremiales y partidarios. Con
grandes dificultades y una tirada reducida a entre 2000 y 3000 ejemplares, este
medio de sensibilidad radical pudo mantener arduamente su continuidad editorial
entre 1946 y 1955. Padeció de fuertes limitaciones en la provisión de papel,
por lo que su dueño se veía obligado a adquirirlo en el mercado negro a precios
exorbitantes. Luego de la clausura y expropiación de LNP, se convirtió en la única voz periodística que se enfrentó al
oficialismo entre 1950 y 1955[19].
Por
otro lado, la ciudad también contaba con La
Gaceta (LG), otro vespertino de orientación peronista cuya trayectoria
había comenzado en 1936, dirigido por José Lanzilotta. Su presencia editorial
era mucho menos significativa que la de LNP
y EA, dado que tenía un staff periodístico reducido, una
propuesta gráfica de menor calidad, prioritariamente concentrada en el
acontecer local. Estuvo vinculado a la conducción del Partido Laborista y a los
sectores sindicales que controlaban la filial bahiense de la CGT. Si bien era
el medio local de menor tirada, durante el gobierno peronista sus contactos con
el oficialismo le permitió ser el más beneficiado por la publicidad estatal y
por la publicación de edictos judiciales, por lo que su situación comercial no
atravesó grandes dificultades a pesar de su escaso poder de circulación.
Este
panorama periodístico cambiaría drásticamente a partir de mediados de los años
´50. En primer lugar, el impacto del derrocamiento del peronismo y la aplicación
del programa de “desperonización” del gobierno militar encabezado por el Gral.
Pedro Eugenio Aramburu, provocaría una rotunda transformación en materia de
líneas editoriales e itinerarios institucionales, más allá a los que afectaron
a LNP, referidos anteriormente[20].
El
día 20 de septiembre de 1955 las fuerzas militares ocuparon El Atlántico, designando a Rafael Glieca
en funciones directivas. Éste a su vez, incorporó al periodista Carlos Horacio
Viglizzo como colaborador de la dirección, situación que se ve reflejada en el
subtítulo inserto en la portada: “En una
nueva etapa”. Por su parte, Democracia
recibió grandes demostraciones de admiración hacia su trayectoria opositora al
gobierno depuesto.
Distinto
será el retorno de La Gaceta, cuya
dirección no sufrirá cambios pero rápidamente adaptará su agenda y tono
editorial a los nuevos tiempos. En los pocos meses de vida que le restan hasta
su cierre en junio de 1956, habría de adquirir un discurso aparentemente
despolitizado, al dar prioridad a las noticias procedentes del acontecer social
y deportivo por sobre aquellas vinculadas al candente devenir político nacional
y local, en un claro contraste con el ferviente antiperonismo que dominó las
columnas de sus tres competidores.
El
cierre de LG marcaría el comienzo de
una suerte de “excepcionalidad local” en materia periodística, dado que en los
años subsiguientes el discurso periodístico bahiense se fue haciendo más
monocorde, en contraste con lo que ocurría en otros lugares del país en los
cuales proliferaron medios de diversas expresiones políticas –incluso
filoperonistas-. Esta situación habría de agravarse con la sucesiva
desaparición de otros dos de los medios presentados: Democracia, en 1959 y El
Atlántico, en 1964, precisamente en momento en que LNP daba el salto hacia la conformación de un emprendimiento
multimedia.
Los
sucesivos esfuerzos que intentaron sostener iniciativas periodísticas que
rivalizaran con el diario dirigido por Diana Julio fueron escasos y sus
trayectorias crecientemente efímeras.
En
los años sesenta, se fundaron dos medios: La
Tarde y El Sureño. El primero fue
creado en mayo de 1964, bajo la dirección de José Cafasso y cerró sus puertas
en enero de 1965. En tanto, El Sureño fue
un matutino dirigido por Valentín Pitiot, desde su aparición en septiembre de
1964 hasta su clausura en diciembre de 1969.
Posteriormente
otros dos proyectos editoriales se lanzarían a la arena periodística con poca
fortuna y recursos para dar por tierra con el arraigo con que contaba LNP en la comunidad. El vespertino El Eco (EE) hizo su aparición el 1º de
marzo de 1971, como iniciativa de un grupo liderado por Rafael Sanz en la cual
participaban colaboradores de distintas tendencias políticas como el radical
Sergio Karakachoff y el abogado peronista Víctor Benamo, quien sería designado
interventor de la Universidad Nacional del Sur en
En
el otro caso, El Diario: para el Pueblo
(ED) se trató de una experiencia empresarial y política muy significativa
para el momento que se vivía en la ciudad. Hizo su presentación pública el 13
de agosto de 1975, sobre la base de una infraestructura empresarial y un staff periodístico considerablemente más
modesto que LNP, en el marco del
mencionado conflicto político-gremial que condicionó su edición regular. Como
alternativa laboral, ED reunía en el
seno de su producción a trabajadores del taller gráfico de la temporalmente
inactiva La Nueva Provincia, a
referentes del sindicalismo local ligado a las 62 Organizaciones, a viejos
forjistas locales que habían abrevado en el peronismo como su director, Amílcar
Vertullo y a “periodistas profesionales”, como su jefe de redacción, Luis María
Serralunga, y su administrador, Jorge Raúl Bianco. Desde sus columnas, se
destacaron los comunicados del gremio gráfico denunciando el accionar del
diario de Diana Julio y por otro lado, fuertes críticas a la gestión municipal
encabezada por Eugenio Martínez y promoción de las ideas y la labor del
profesor Remus Tetu como interventor al frente de la Universidad Nacional del
Sur, claro referente de la “misión Ivanissevich” en la ciudad[22].
Su tirada no habría superado los 6000 ejemplares diarios y la profusa pauta
oficial que recibía en materia publicitaria[23]
no pudo impedir que sucumbiera como empresa comercial cuando a mediados de
octubre, la actividad en el diario de la familia Julio retornó a su
funcionamiento normal. El 16 de octubre de 1975, con su último número, El Diario: para el Pueblo dio por
terminado su ciclo, dejando a los bahienses a merced del soliloquio de La Nueva Provincia.
“En homenaje a un nuevo aniversario…”: revisitando el pasado
y construyendo memoria
Nuestro corpus está integrado por dos libros institucionales
editados por La Nueva Provincia, uno
en ocasión del Sesquicentenario de la ciudad de Bahía Blanca en 1978 y otro al
celebrarse el Centenario del propio diario en 1998. Ambas son obras voluminosas
integradas por distintos artículos, realizados por periodistas del medio y
referentes de la vida cultural y académica bahiense, que realizan un recorrido
por el panorama político, económico, social, educativo y artístico de la
localidad. En el momento de su publicación tuvieron una alta demanda –su
distribución fue gratuita- y se convirtieron en material de consulta escolar
ante la falta de textos de historia local debidamente actualizados.
El hecho es que el diario aprovechó la coyuntura –tanto en
1978 como 1998- para desplegar un discurso de autolegitimación ante sus
lectores, construyendo representaciones sociales, revisitando su trayectoria,
seleccionando hitos significativos, jerarquizando unos hechos y omitiendo
otros, en orden a elaborar una imagen del pasado funcional a sus intereses. Es
posible observar que esta operación de autorrepresentación se apoya en tópicos
recurrentes, vinculados a su concepción institucional sobre el rol del
periodismo, la importancia del diario para la ciudad y la región y su propia
tradición como parte del legado familiar.
Partimos de la identificación de una noción del periodismo
recurrentemente expresada en la fórmula “el periodismo como minutero de la
Historia”, idea atribuida al filósofo alemán Arthur Schopenhauer, como el
fundamento que pretende darle legitimidad al desempeño del diario al decir, “El
minutero de la historia es la denominación –que nos parece exacta- que alguien
aplicó al periodismo. Es preciso retroceder unas décadas para escuchar los
primeros latidos de aquel reloj.”[24]
“Alguna vez el periodismo fue definido como “el minutero de la historia”.
Parece una idea exacta; aunque para completar su significado debería agregarse
que no sólo cumple esa misión, sino que también forma parte de la historia. O
mejor dicho que contribuye a forjarla.”[25]
“….que significan no sólo cien años de historia sino también cien años de vivir
e impulsar la historia. Se dijo alguna vez que el periodismo es el minutero de
la historia. Faltó agregar, quizás, que también es, en alguna medida, el émbolo
que hace girar ese minutero.”[26]
Es, entonces, la idea de la tarea periodística como una
primera versión de la Historia la que se ve superada ante el reclamo por parte
de diario de un protagonismo central en el devenir histórico, al “forjar” la
Historia, al “impulsarla”. El rol de actor del proceso social atribuido a la
prensa lo posiciona como un destacado agente de cambios y no meramente como un
cronista que sólo da cuenta de ellos[27].
Asociada a esta imagen, encontramos que para los editores
del diario el propio surgimiento de LNP
constituyó un hito en el campo periodístico de la ciudad: “La aparición de “La Nueva Provincia” cierra una etapa e
inaugura otra, la del diario informativo, abundante de noticias que proporciona
objetivamente, con firme posición doctrinaria, combativo en los principios pero
no agraviante, impersonal. Marcaría rumbos y daría la tónica para los que
aparecieron después.”[28]
“Bahía Blanca conocía ya varios periódicos importantes –entre ellos “El
Porvenir” y “La Tribuna”, de Payró- cuando el 1 de agosto de 1898 la presencia
en sus calles de “La Nueva Provincia”, anunciaba una nueva vocación
periodística.”[29]
De este modo, se enfatiza el rol distintivo y dinamizador
del diario de Enrique Julio para la ciudad y para sus propios pares, marcando
un antes –por oposición, una era de diarios “agraviantes”, “subjetivos”,
carentes de “doctrina”- y un después, signado por su liderazgo profesional y su
consistencia ideológica.
Para 1998, esta representación da un salto cualitativo al
definirse directamente a LNP como
“sinónimo del periodismo bahiense”[30],
contribuyendo a consolidar la creencia generalizada entre los lectores
contemporáneos de que en ese entonces no había alternativas gráficas a este
medio porque en el pasado tampoco había habido voces periodísticas de su
estatura.
El peso de esta concepción reside en el hecho de que se
inserta en un artículo sobre la historia del periodismo en la ciudad, a cargo
de una especialista en la materia en términos académicos. En este apartado, la
licenciada Norma Buffa expone una somera semblanza de los principales
periódicos que se editaron en la ciudad desde su fundación, con rigurosidad y
distancia frente a su objeto de estudio, a diferencia de los apasionados y
nostálgicos recuerdos que había expuesto el periodista Germán García en el
volumen de 1978, en el cual La Nueva
Provincia y su creador eran exaltados por sobre otros medios y
profesionales del campo local, muchos de los cuales eran incluso designados
como simples “escribas”[31].
En este sentido, el perfil profesional del diario y el
carácter “moderno” de la empresa se ven reforzados por las reiteradas menciones
a inversiones y adelantos técnicos, presentados como indicios del progreso de
la institución. Esta estrategia es particularmente explícita en el volumen de
1978[32],
dado que sólo hacía dos años que LNP
había podido poner en plena actividad su “rotativa offset de 6 unidades con
capacidad para 40.000 ejemplares por hora y un moderno laboratorio de
fotomecánica”[33].
A lo largo de la publicación, encontramos numerosas
fotografías sobre el equipamiento de los talleres gráficos con subtítulos más
que elocuentes para lectores no especializados, tales como “Máquina Plana
Augsburg 1898-1910”, “Rotativa Doble Augsburg 1910-1928”, “Rotativa Augsburg
M.A.N. 1928-1976”, “El viejo taller: la última linotipo”, “El nuevo taller: la
era electrónica” y “La moderna rotativa offset”[34].
Sobre este particular, incluso el relato de la trayectoria institucional se
integra a la de la ciudad, al decir que
La Nueva Provincia “…acompañó así el destino de Bahía Blanca y cuando ésta
alcanzó la edad adulta, el 11 de abril de 1928, en ocasión de festejarse el
Centenario, habilitó su primera gran rotativa tipográfica.”[35]
Festejo doble y dos itinerarios –el de la ciudad y el del diario- que se
confundían bajo la consigna del progreso y la historia.
Por otro lado, LNP pretendía
trascender su rol profesional y empresarial al otorgarle a su “nacimiento” y su
recorrido un significado político categórico: desde su óptica, no sólo era un
hito en el campo de la prensa local sino que su presencia había marcado el
rumbo mismo de la ciudad al erguirse en promotor de un sentido anhelo de los
bahienses, como puede observarse en el siguiente fragmento: “En 1898, Enrique
Julio, que hasta entonces se desempeñaba como redactor de “El Deber” fundó “La Nueva Provincia” y lanzó con ella
una idea resumida en su título: hacer de Bahía Blanca la capital de una
provincia nueva.”[36]
Esta era la “idea grande” por la que prometía luchar
Enrique Julio en la proclama inaugural de su diario, y desde sus propias
columnas éste se presentaba como la encarnación de ese deseo, identificando así
las aspiraciones de la ciudad con las del propio periódico, al decir: “Bahía
Blanca era entonces sólo eso, una idea, un anhelo, pero no precisamente grande.
A la grandeza había que construirla. Todo estaba por hacer. Y esa meta
signaría, desde aquel instante, toda la historia del nuevo diario.”[37]
Si bien el proyecto de capitalización había quedado
trunco, la “grandeza bahiense” era deudora entonces de la contribución de LNP y sus conductores, dando lugar a la
construcción de la imagen más potente a los fines de legitimar su larga
trayectoria y su fuerte inserción en la opinión pública de Bahía Blanca: “La
voz de su diario, que con prontitud trascendió los límites regionales, se fue
identificando con la voz de la ciudad hasta llegar a ser casi una sola. El
interés del periodista fue el interés de la ciudad, y ambos se vieron
impulsados por la misma ambición.”[38]
De este modo, La
Nueva Provincia se presentaba a sí misma como “la voz de Bahía Blanca”, el
medio gráfico que mejor había interpretado sus anhelos, sus intereses, su
grandeza, su vocación capitalina, en síntesis, sus ambiciones y esa simbiosis
marcaba un margen nulo para la convivencia con voces alternativas o rivales. Si
LNP era Bahía Blanca, todo discurso o
proyecto disidente podría ser considerado extraño a la idiosincrasia local y
ajeno a sus tradiciones.
Esta representación se veía reforzada a través de la
exaltación a la figura de Enrique Julio, fundador del diario y referente
indiscutido de la familia Julio-Massot, que habría de sucederlo en la dirección
de la empresa. En primer lugar, podemos destacar una serie de rasgos atribuidos
a su personalidad que lo presentaban al público lector en términos altamente
positivos. Germán García recordaba que “don Enrique Julio” era un hombre del
interior del país (“su tonito provinciano”), de actitud atenta (“el mismo don
Enrique me hacía una seña para que me llegara a él”), diligente, activo (“
andaba correteando, a lo mejor con un manojo de pruebas de galera en la mano”,
“su apurada conversación, como apurado era su andar, menudo y rápido su paso”)
e integrado a la comunidad (“Don Enrique estaba muy vinculado a la Biblioteca
Rivadavia”)[39]. Estas
particularidades claramente humanizan su perfil y destacan su bonhomía y
esfuerzo dedicado a la profesión. Pero su relevancia no quedaba limitada sólo a
este campo, sino que, al igual que su diario, su proyección es extendida al
terreno de lo político, con la pretensión de erigirlo en una suerte de “héroe
local”, como podemos observar en el siguiente pasaje: “El periodista que había
asumido tal responsabilidad se llamaba Enrique Julio y venía de una latitud
diferente, lejana. Pero al poco tiempo sintió una íntima identificación con
Bahía Blanca, que pronto se transfirió a sus habitantes, quienes brindaron
cálida acogida a su iniciativa. Su anhelo juvenil era ser un forjador; un
heraldo del progreso bahiense.”[40]
Y en este relato institucional, este “joven heraldo” no
sólo se había esforzado por “forjar el progreso bahiense”, sino que había
legado a su familia una línea de conducta sin mácula, la cual marcaba el sendero
a seguir por sus sucesores. Esta reivindicación es presentada como el
fundamento de una tradición familiar que es a la vez, política y profesional, a
la cual se pretende ser leal, tal como se expresa en los siguientes términos:
“…sin desconocer la importancia del progreso material alcanzado, lo que por
sobre todo alienta y estimula hoy a “La Nueva Provincia”, es el hecho de
sentirse continuadora de una trayectoria limpia, de un espíritu puesto sin
concesiones al servicio de un ideal, y también de una ciudad que al alcanzar en
esta fecha sus ciento cincuenta años de vida, la identifica –igual que hace
ocho décadas- con sus más altas y nobles ambiciones.”[41]
“Esa ha sido, al menos, la meta orientadora de “LA NUEVA PROVINCIA” desde su
creación en 1898, cuando surgió por impulso del joven y batallador periodista
Enrique Julio. Su único compromiso lo estableció desde entonces con los
intereses, los requerimientos, los ideales y el afán de progreso de su ciudad,
su región y su país. Sin renunciar nunca a la línea de conducta trazada ni a
los principios heredados.”[42]
Es este tópico un elemento central en el proceso de
construcción de la imagen pública del diario, en el cual se ratifican ciertos
principios programáticos, que conducen a la identificación de LNP con la ciudad misma y en
consecuencia, a la naturalización de su inexorable hegemonía. Asimismo, la
temática de la “tradición” nos permite introducirnos en una zona de su
trayectoria, signada por las dificultades. Desde la mirada de LNP, el propio ejemplo del fundador
sirvió de puntal a sus herederos para sortear los inconvenientes que se
presentaron, al decir: “Sin embargo, no todos fueron momentos de esplendor.
Hubo obstáculos y decepciones que no generaron fracasos, sino mayor tenacidad.
Esa convicción del fundador de “La Nueva Provincia” se transmitió a quienes lo
secundaron y sucedieron, convirtiéndose en el sostén de la empresa durante las
épocas difíciles.”[43]
Y las “épocas difíciles” tenían un color político
definido, desde la óptica de este relato: el peronismo fue un adversario -¿o
enemigo?- determinante para el diario, dado el impacto que su enfrentamiento
tuvo en la trayectoria institucional de la empresa y en la definición de su
línea editorial. Así se refería LNP a
estas circunstancias, en 1978: “Pero fue durante las últimas décadas cuando le
tocó a “La Nueva Provincia” atravesar el período más crítico de su existencia.
La primera época peronista encontró al diario bahiense en franca oposición al
gobierno, circunstancia que había de motivar su clausura entre enero de 1950 y
marzo de 1953. Por primera vez fueron silenciadas las rotativas y el antiguo
pregón estuvo ausente de las calles de Bahía Blanca. Superada aquella década de
oprobio y corrupción, que años más tarde conduciría al país a la desolación y la
ruina, se incorpora a la dirección del diario la señora Diana Julio de Massot,
nieta del fundador e hija del señor Néstor Julio, quien con la invalorable
colaboración del doctor Jorge Bermúdez Emparanza y del contador Mario Cándido
Marra, encara una nueva etapa de cambios vertiginosos. (…) Pero una vez más,
entre 1973 y 1975, el diario sería objeto del hostigamiento a causa de su
prédica contra la subversión instalada en el poder. La firmeza de la defensa de
los valores fundamentales de la nacionalidad, tal cual lo exigía el ejemplo del
pasado, no podía pasar inadvertida para los propiciadores de la decadencia y el
caos. Es durante esa etapa, a fines de 1974, cuando se incorpora la cuarta
generación de la familia; período que señala, además, la introducción de no
pocos cambios dentro del actual esquema periodístico, circunstancia que ha
contribuido a otorgarle al diario la imagen de una publicación ágil y moderna.”[44]
En estas columnas editadas a pocos años del derrocamiento
de la viuda de Perón, La Nueva Provinciapretendía
dejar testimonio de su “tenacidad” y resistencia ante el
“hostigamiento” del que fuera víctima por
acción del primer peronismo –asociado
al “oprobio” y la “corrupción”, a
“la desolación y la ruina”- y más tarde, por
la “subversión instalada en el poder” –ligada
a “la decadencia y al caos”.
Estos pasajes no sólo sirven a los efectos de denunciar a sus
enemigos
políticos, sino que le dan la oportunidad para reafirmar su
fidelidad en la
defensa de una serie de valores que pretende distintivos de su
“doctrina” y su
tradición, como la “defensa de la nacionalidad”.
Particularmente este tópico
sugiere la identificación de LNP con
“la Nación”, con lo cual nos introducimos en un componente de la cultura
política del periódico más que sugerente, que lo afilia al complejo universo de
publicaciones de sensibilidad nacionalista de la época, con el cual el diario e
incluso la familia Julio-Massot mantenía estrechos vínculos institucionales y
de camaradería[45].
Estos hitos en su trayectoria también son retomados en
1998, aunque es posible identificar una mayor distancia de los hechos y un tono
más contenido en su rememoración en una cronología, en la cual se destacan los
siguientes fragmentos: “3 de enero de 1950. El gobierno peronista, por motivos
políticos, y como parte de su violenta campaña contra la prensa libre del país,
dispone la clausura de “LA NUEVA PROVINCIA”, inaugurándose así un procedimiento
del que fueron víctimas más tarde otros importantes diarios del país. (…) 18 de
marzo de 1973. Se inicia un período de desórdenes contra “LA NUEVA PROVINCIA”, protagonizados
por elementos exaltados que responden al nuevo gobierno. Con un editorial
titulado “Quiera Dios darnos fortaleza. Hoy y aquí, comprometemos una vigilia
permanente e incansable”, el diario recibe el triunfo electoral del nuevo
régimen que durante tres años mantendrá al país en medio de una incontrolable
violencia e incertidumbre. Durante ese lapso, soportará diversos tipos de
hostilidades, incluyendo la agresión armada.”[46]
El relato se ha vuelto más desapasionado y sólo enfatiza
el carácter “violento” de la “campaña contra la prensa libre” promovida por el
peronismo en los años ´50 y los “desórdenes” de “elementos exaltados que
responden al nuevo gobierno” hacia 1973, incapaz de “controlar” la “violencia”
que sacudiría al país hasta 1976. Estas selecciones léxicas tienden a moderar
la carga axiológica negativa atribuida anteriormente al movimiento liderado por
Perón en relación a las “hostilidades” de las que había sido “víctima”,
probablemente porque el Centenario del diario tuvo lugar en el marco de un
gobierno peronista –encabezado por Carlos Saúl Menem- con el que la familia
propietaria había mantenido vínculos relativamente cercanos[47].
El tradicional antiperonismo de La Nueva
Provincia había dejado de ser lo que antiguamente fuera, o bien, aquel
peronismo que despertara sus diatribas y movilizara sus contactos para
colaborar en su derrocamiento, tampoco existía más.
Pero más allá de estos matices en la rememoración de sus
“épocas difíciles” por su enemistad con el peronismo cuando éste accedió al
poder, quisiéramos destacar un elemento notable que se reitera en ambas obras:
un gran silencio sobre la trayectoria del diario entre 1953 y 1955, cuando
–luego de ser clausurado por tres años desde 1950- se produjo su reaparición
bajo la tutela de la empresa ALEA. Durante más de dos años, LNP funcionó, con
gran éxito comercial, como otra de las voces del oficialismo en la ciudad,
aunque nominalmente seguía siendo dirigida por Néstor Julio, hijo de su fundador.
La decisión pragmática de recuperar la empresa a costa de “flexibilizar” o
bien, arriar las banderas de la “doctrina” tradicional del diario no parece ser
digna de reconocimiento en el proceso de recuperación de la historia
institucional realizado en los dos aniversarios analizados. Por el contrario,
es motivo de ocultamiento dado que colisiona con la autoimagen que se pretende
construir y difundir del periódico – y de la familia propietaria- como
bastiones de lucha contra los enemigos del periodismo, de la ciudad, de la
nacionalidad. Una lucha presentada en términos bélicos, signada por las
victorias y las derrotas de unos y otros, sin lugar para la negociación y la
rendición ante el contrincante.
Consideraciones finales
Como ha sostenido Ricardo Sidicaro en la introducción a
su análisis de las ideas del diario La
Nación, “…comprar un diario, acto ritual, es adquirir una matriz de
decodificación de los hechos sociales que organiza el conocimiento sobre una
realidad que al mismo tiempo construye. Mediante ella al lector se le ofrecen
formas de ver el mundo social. (…) Adquirir un diario es como votar por él en
un mercado de opciones que ofrece miradas alternativas sobre la sociedad y sus
problemas”[48].
El caso bahiense, en este sentido, ofrece un escenario
con particularidades que lo distinguen en el concierto nacional. Si bien es
cierto que el diario La Nueva Provincia
gozó desde sus orígenes de la predilección de los lectores de la ciudad por
sobre sus rivales, a partir de los años sesenta fue consolidando su hegemonía
mediática –extendida también sobre el campo de la radio y la televisión- para
convertirse en el único periódico local en los albores de la última dictadura
militar.
Desde octubre de 1975, la ciudadanía no sólo se vio
constreñida políticamente por acción del aparato represivo estatal sino que
tampoco pudo elegir cómo informarse sobre el acontecer del “pago chico”. No
tenía alternativas; en los hechos, LNP
era “la” expresión del periodismo gráfico sobre Bahía Blanca y esta
circunstancia allanó el camino para que la identificación del diario con la
ciudad tuviera un terreno fértil para su penetración.
Los textos analizados, producidos en el marco de
aniversarios muy significativos para la ciudad y la empresa misma, nos remiten
a operaciones de construcción de una autoimagen que anclaba en su apropiación
de la representación de Bahía Blanca como un todo, de sus intereses y sus
tradiciones. Esa “matriz de decodificación de los hechos sociales” que vendía
el diario de la familia Julio-Massot promovía una “forma de ver el mundo” en
términos unanimistas y excluyentes: LNP y
los adherentes a su línea de pensamiento pertenecían a la comunidad bahiense,
en tanto los disidentes, rivales o abiertamente enemigos de su “doctrina”,
merecían ser relegados a la marginalidad o, lisa y llanamente, al olvido.
Asimismo, quisiéramos dedicar un comentario final a
ciertos rasgos “épicos” que encontramos en estos discursos abordados en
referencia al pasado institucional, los cuales nos permiten acceder al imaginario
político del periódico, es decir que exponen la situación vivida pero también
cómo es vivida esa situación en un momento dado.
La disputa de La
Nueva Provincia con el primer peronismo y con el del retorno, envestido
–desde su óptica- de vehículo facilitador para la “subversión” y sobre todo,
las selecciones léxicas realizadas para referir a ella en 1978, nos introduce
en una representación de un combate de proporciones heroicas –un diario
familiar del interior del país vs. la poderosa maquinaria del estado nacional-,
imagen que probablemente pretendería interpelar a los lectores apuntando a sus
expectativas y sus temores en el marco de la plena ejecución del terrorismo de
estado.
En tanto, los mismos hechos, relatados en 1998, han
perdido ese tono y ese estilo, y la crónica es despojada de su belicosidad. Es
que el contexto político era muy distinto: el peronismo nuevamente estaba en el
poder, pero su programa y sus bases sociales habían sufrido un profundo proceso
de transformaciones que lo había llevado a acercarse a algunos de sus
históricos enemigos. Incluso la familia propietaria de LNP había sido invitada a participar en el proceso de toma de
decisiones al calor del clima de ideas dominantes que bregaba por el “fin de
las ideologías”. La “doctrina” largamente proclamada se aggiornaba a los nuevos
tiempos: en tanto el viejo antiperonismo, característico de la línea editorial
de los últimos cincuenta años se diluía, la posición hegemónica de la empresa
permanecía incólume.
Recibido: 31/03/2016
Evaluado: 27/05/2016
Versión final:
23/06/2016
(*) Dra. en Historia. Centro de Estudios Regionales “Prof. Félix Weinberg”, Departamento de Humanidades, Universidad Nacional
del Sur
/ Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas - CONICET,
E-mail: patriciaorbe@gmail.com.
(Bahía Blanca - Argentina)
[1] A modo
ilustrativo, remitimos a SIDICARO, Ricardo, La política mirada desde arriba. Las ideas del diario La Nación,
1909-1989, Sudamericana, Buenos Aires, 1993; SAÍTTA, Sylvia, Regueros de tinta. El diario Crítica en la
década de 1920, Sudamericana,
Buenos Aires, 1998; PRISLEI, Leticia (dir.), Pasiones sureñas. Prensa, cultura y política en la frontera
norpatagónica (1884-1949), Prometeo Libros/Entrepasados, Buenos Aires,
2001; RUIZ, Fernando, Las palabras son
acciones. Historia política y profesional de La Opinión de Jacobo Timerman
(1971-1977), Perfil Libros,
Buenos Aires, 2001; DÍAZ, César I., La
cuenta regresiva. La construcción periodística del golpe de Estado de 1976, La Crujía, Buenos Aires, 2002; TATO,
María Inés, Vientos de Fronda:
liberalismo, conservadurismo y democracia en la Argentina, 1911-1932, Siglo XXI Editores, Buenos Aires,
2004; LOBATO, Mirta
Zaida, Prensa obrera, Edhasa, Buenos Aires, 2009 y BORRELLI,
Marcelo y Jorge
SABORIDO, Voces y
silencios. La prensa argentina y la dictadura militar (1976-1983), Eudeba, Buenos Aires, 2011;
entre otros. Asimismo, centrados específicamente en la situación de la prensa
durante el peronismo y la dictadura antiperonista que lo derrocó, se destacan
DA ORDEN, María Liliana y Julio César MELON PIRRO (Comps.), Prensa y peronismo. Discursos, prácticas,
empresas (1943-1958), Prohistoria, Rosario, 2007; REIN, Raanan y Claudio
PANELLA (comps.), Peronismo y
prensa escrita. Abordajes, miradas e interpretaciones nacionales y extranjeras,
Edulp, La Plata, 2008; MELON PIRRO, Julio César, “La prensa de oposición
en la Argentina post-peronista”, en Estudios
Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe, Tel Aviv University, 2002, vol. 13:2, pp. 115-137; MELON PIRRO,
Julio César. “La prensa nacionalista y el peronismo”, en BIANCHI, Susana y
María Estela SPINELLI (Comps.), Actores,
ideas y proyectos políticos en la Argentina Contemporánea, Universidad
Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Instituto de Estudios
Histórico-Sociales, Tandil, 1997, pp. 215-232; MICIELI, Cristina y
Myriam PELAZAS, Palabras proscriptas:
dos miradas sobre el hecho maldito: los discursos de Palabra Argentina y La
Prensa durante la Revolución Libertadora, Biblos, Buenos Aires, 2010;
CASTILLO, Fernando, “El Radical”:
prensa de oposición en la provincia de Jujuy durante la Revolución
Libertadora”, en Cuadernos de H Ideas, Universidad Nacional de La Plata,
2012, nº 6, pp. 24-41 y del mismo autor, “La Revolución Libertadora y la prensa
en Jujuy: trayectorias conniventes y beligerantes”, en Question, Universidad
Nacional de La Plata, 2013, vol. 1, Nº 37, pp. 254-265, disponible en http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/view/1771
[2] En esta concepción
teórica, somos deudores de los valiosos aportes de Laura N. LLULL, entre los
cuales remitimos a trabajos como: LLULL Laura N. “El periódico como vector de
internalización de una cultura política: La
Nueva Provincia (1916-1922), en del PALACIO MONTIEL, Celia (comp.), Historia de la prensa en Iberoamérica, Altexto, Guadalajara, 2000, pp.
145-156. Asimismo, remitimos a GÓMEZ MOMPART, Josep Lluís, “Planteamientos
sociocomunicativos para historiar el periodismo contemporáneo”, en ese mismo
volumen, pp. 407-420.
[3] BORRAT, Héctor, El periódico, actor político, Gustavo
Gili, Barcelona, 1989, p. 153.
[4] Remitimos a los
trabajos pioneros de LLULL, Laura, “La
Nueva Provincia y el proyecto uriburista: sobre las formas de mediación
entre sociedad civil y Estado”, en Cuadernos
Americanos, Universidad Nacional Autónoma de México, mayo-junio 2000, N°
81, pp. 203-220 y LLULL, Laura, “El diario La
Nueva Provincia y el golpe de estado de
[5] Este trabajo se
enmarca en mi proyecto como Investigadora Asistente del CONICET, denominado
“Una cruzada por la revolución nacional: análisis de prensa y agrupaciones
nacionalistas católicas argentinas (1955-1976)”, realizada bajo la dirección
conjunta de las Dras. Mabel Cernadas de Bulnes y Elizabeth Rigatuso.
[6] Se trata de dos
libros titulados 1828 - 11 de abril -1978. Sesquicentenario de la
fundación de Bahía Blanca. Exposición histórica, política, social y económica
de su evolución. Homenaje de “La Nueva Provincia” al cumplirse 150 años de su
fundación, La Nueva Provincia, Bahía Blanca, 1978y 1898 – 1998: Cien años de periodismo, La Nueva Provincia, Bahía
Blanca, 1º agosto 1998.
[7] Cfr. SAÍTTA, S., op. cit., pp. 60-65.
[8] SILVA, Hernán,
Rosario GÜENAGA, Ana María CIGNETTI y Mabel N. CERNADAS, Una nueva provincia y diversos proyectos para su capitalización, Departamento
de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, 1972.
[9] AGESTA,
María de las Nieves, “Historias de papel.
La constitución de un campo periodístico en la Bahía Blanca de entresiglos”,
en: e-l@tina. Revista electrónica de
estudios latinoamericanos, Facultad de Ciencias Sociales – Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires, 2009, vol.8, n° 29, pp. 19-40.
[10] Entre los
periódicos aparecidos en las dos últimas décadas del siglo XIX pueden señalarse
El Porvenir (1881-1886), El Eco de Bahía Blanca (1883-1885), El Repórter (1883-1885), El Porteño (1884-1902), El Argentino (1885-1886), La Tribuna (1889-1892), El Gorro Frigio (1890), El Defensor (1891) y El Deber (1893-1899). Cabe aclara que la
mayoría de ellos estuvieron ligados a las facciones internas del Partido
Autonomista Nacional y en los últimos cuatro casos a la Unión Cívica. Sobre la
vida periodística de la ciudad en el siglo XX, remitimos a modo ilustrativo a
CERNADAS, Mabel y Patricia ORBE, “Diarios bahienses en perspectiva: idas y
vueltas en búsqueda de la pluralidad”, en CERNADAS, Mabel y Patricia ORBE (comps.),
op. cit., pp. 23-45.
[11] Sobre la prensa bahiense en el
período, cfr. LLULL, Laura, Prensa y política en Bahía
Blanca. La Nueva Provincia durante las presidencias radicales, 1916-1930,
Ediuns, Bahía Blanca, 2005 y de la misma autora, LLULL, Laura, “Bahía Blanca, prensa y política en
la Liverpool del Sur”, en PRISLEI, Leticia (dir.), op. cit., pp. 261-296.
[12] Cfr. CERNADAS,
Mabel y Laura LLULL, “Del apoyo a la crítica: itinerario de las ideas de La
Nueva Provincia en los orígenes del peronismo”, separata de las Actas del Undécimo Congreso Nacional y
Regional de Historia Argentina, Academia Nacional de la Historia, Buenos
Aires, 2001.
[13] Sobre la clausura
de LNP, remitimos a MARCILESE, José,
“Tensiones y conflictos en la prensa bahiense durante el primer peronismo”, en
CERNADAS, Mabel y Patricia ORBE (comps.), op.
cit., pp. 191-223 y NAVALLAS, Mercedes, De la crítica al apoyo: La Nueva Provincia ante el primer peronismo. Un
análisis en torno al 17 de Octubre, tesina de licenciatura, 2013, pp.
29-40. Asimismo se han referido a esta circunstancia, LUNA, Félix, Perón y su tiempo. La Argentina era una
fiesta 1946-1949, Sudamericana,
Buenos Aires, 1984, p. 123; SIRVÉN, Pablo, Perón
y los medios de comunicación. La conflictiva relación de los gobiernos
justicialistas con la prensa, 1943-2011, Sudamericana, Buenos Aires, 2011,
p. 143; SIDICARO, Ricardo, op. cit., pp.
208-210.
[14] Esta empresa que
administraba varios diarios en Buenos Aires y más de sesenta en el interior del
país –afines al gobierno peronista- era conducida desde 1948 por el mayor
Carlos Aloé, quien luego sería gobernador de la provincia de Buenos Aires.
[15] LLULL, Laura, “El diario La Nueva Provincia
y el golpe de estado de
[16] A modo
ilustrativo, se remite a LLULL, Laura, “El diario bahiense La Nueva Provincia y el secuestro del teniente general Pedro
Eugenio Aramburu (mayo-julio 1970)”, ponencia IV Encuentro Internacional de Historia de la Prensa en Iberoamérica,
1792-1970. La investigación hemerográfica como paradigma de
interdisciplinariedad, San
Cristóbal de las Casas, México, 18 al 20 de abril de 2007, disponible en http://www.historiadoresdelaprensa.com.mx/articulos.shtml
[17] ZAPATA, Ana Belén, “Prácticas de lucha y experiencia obrera en los gráficos del
diario La Nueva Provincia (1973-1976),
en: e-l@tina. Revista electrónica de
Estudios Latinoamericanos, UDISHAL, UBA, Buenos Aires, enero-marzo 2009, vol 7, Nº 26, pp. 7-21, disponible en http://iealc.fsoc.uba.ar/hemeroteca/elatina26.pdf . El
13 de octubre de 1975 el conflicto se dio por terminado, cuando ambas partes
llegaron a un acuerdo con la mediación del Ministerio de Trabajo.
[18] Cfr. SIPNA
Memorandum 8687 – IFI Nº 21 “ESC”/975. Bahía Blanca, 1º abril de 1975 Asunto:
cumplimentar Mem. 8389 – UF Nº 2 “ESC”/975; SIPNA, 22/3/76 (fecha de la copia).
Estudio realizado sobre el diario La Nueva Provincia de esta ciudad- (Guerrilla
sindical) Corresp. Mem. 8687-IFI Nº 27 “Esc”/976 (Informe fechado en 6/12/75).
[19] Durante los
gobiernos peronistas, Luis Vera habría de desempeñarse como diputado provincial
y luego como concejal por la UCR, por lo que apeló muy asiduamente a la
colaboración financiera de sus correligionarios, la que sumada a la fidelidad
de sus suscriptores, le permitieron atravesar sus dificultades económicas sin
tener que cerrar el diario. Sobre este
tema, ver PONTE, Luis Pedro, Perfiles de
la ciudad, Talleres Gráficos
Banco del Sud, Bahía Blanca, 1986, p.113.
[20] Sobre esta
temática en particular, sugerimos ver ORBE, Patricia, ´Ilustrando
al pueblo…´: La prensa gráfica de Bahía Blanca ante el golpe de estado de 1955”, en:
Cuadernos de H Ideas (en línea),
Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata,
diciembre de 2014, vol. 8, Nº 8. Disponible
en http://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/cps/article/view/2343/2082
[21] ORBE, Patricia, La política y lo político en torno a la
comunidad universitaria bahiense (1956-1976). Estudio de grupos, ideologías y
producción de discurso, Tesis Doctoral, Universidad Nacional del Sur, Bahía
Blanca, 2007, pp. 254-255.
[22] Sobre El Diario: para el Pueblo, remitimos a
ORBE, Patricia, "Diarios en guerra o ¿guerra de diarios?: la
prensa gráfica bahiense en 1975", en CERNADAS, Mabel y Patricia ORBE (comps.), op. cit., pp. 273-315.
[23] En sus páginas,
aparecían importantes avisos de dependencias estatales, tales como la DGI, el
Banco Hipotecario, la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, la CGT, las 62
organizaciones, la UOCRA, la ATUNS, el SMATA y el Canal 7.
[24] BENÍTEZ, Rubén, “Los primeros 100 años. Una epopeya de la civilización”, en 1828 - 11 de abril -1978. Sesquicentenario
de la fundación de Bahía Blanca. Exposición histórica, política, social y
económica de su evolución. Homenaje de “La Nueva Provincia” al cumplirse 150
años de su fundación, cit., p. 17.
[25] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, en 1828 - 11 de abril -1978. Sesquicentenario de la fundación de Bahía
Blanca. Exposición histórica, política, social y económica de su evolución.
Homenaje de “La Nueva Provincia” al cumplirse 150 años de su fundación, cit.,
p. 85.
[26] “1898 Trayectoria
1998”, en 1898 – 1998: Cien años de
periodismo, cit., p. 5.
[27] Merece destacarse
que esta imagen del periodismo como “minutero de la Historia” no es exclusivo
del discurso autocelebratorio de LNP,
ya que al menos hemos podido identificarlo en columnas del diario La Nación en relación a uno de sus
aniversarios, cfr. http://www.lanacion.com.ar/560878-el-mundo-se-refleja-en-la-nacion-desde-hace-134-anos
[28] GARCÍA, Germán, “El periodismo. Testimonio y pasión de una época”, en 1828 - 11 de abril -1978. Sesquicentenario
de la fundación de Bahía Blanca. Exposición histórica, política, social y
económica de su evolución. Homenaje de “La Nueva Provincia” al cumplirse 150
años de su fundación, cit., p. 83.
[29] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, op. cit., p. 85.
[30] BUFFA, Norma Mabel, “Trayectoria del periodismo”, en 1898 – 1998: Cien años de periodismo, cit., p. 156.
[31] GARCÍA, Germán, op. cit., pp. 82-83.
[32] Las referencias a
los adelantos técnicos en el libro de 1998 son más escasos pero pueden
identificarse en la cronología de la trayectoria del diario, pp. 6-12.
[33] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, op. cit., p. 86.
[34] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, op. cit., pp. 85-87.
[35] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, op. cit., p. 85.
[36] BENÍTEZ, Rubén, op. cit., pp. 17-18.
[37] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, op. cit., p. 85.
[38] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, s/autor, op. cit., p. 85.
[39] GARCÍA, Germán, op. cit., p. 83.
[40] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, op. cit., p. 85.
[41] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, op. cit., p. 87.
[42] “1898 Trayectoria 1998”, op. cit.,
p. 5.
[43] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, op. cit., p. 85.
[44] “Ocho décadas de lucha por un mismo ideal”, op. cit., pp. 86-87.
[45] Sobre la red de
interacción de círculos del nacionalismo tradicionalista argentino al que puede
vincularse a LNP, remitimos a ORBE,
Patricia, “Entre mitines y misas: la revista Cabildo y la red de sociabilidad
nacionalista católica (1973-1976)”, ponencia IV Jornadas de Historia Política en Buenos Aires en el siglo XX, ,
Bahía Blanca, 1º y 2 de octubre de 2009, disponible en http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/4jornadas/orbe.pdf
[46] “1898 Trayectoria 1998”, op. cit., pp. 9- 10.
[47] Vicente Gonzalo
Massot, hijo de la directora de LNP y
coordinador de la obra de 1998, se había desempeñado como viceministro de
Defensa de la Nación en 1993.
[48] SIDICARO, Ricardo,
op. cit., p. 7.