Noticias de la política criolla. El atentado “mazorquero” al Club Social de Chivilcoy y su cobertura por parte de la prensa gráfica en 1910

 

 

José María D’Ángelo(*)

 

 

Resumen

 

El trabajo analiza la cobertura periodística que las revistas Caras y Caretas, PBT y La Vida Moderna realizaron a partir de un atentado que tuvo lugar en la localidad de Chivilcoy, ubicada a poco más de ciento cincuenta kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, el 2 de marzo de 1910. Para ello, primero se realiza una breve síntesis referida a la aparición y expansión de este tipo de revistas en Argentina, subrayando sus principales características y el lugar que el recurso fotográfico ocupaba dentro de ellas. Luego, se abordan cuestiones referidas a la historia política de Chivilcoy para contextualizar los sucesos ocurridos. Finalmente, se analiza la repercusión que el atentado tuvo en los principales medios de prensa y el abordaje puntual que hicieron del mismo las revistas mencionadas. Se pretende evidenciar cómo transmitieron la noticia, a través de qué recursos, qué sintonía tuvieron con la opinión pública manifestada por los principales periódicos y qué vínculos buscaron establecer con sus lectores. Se sostiene que mientras las fotografías fueron desplegadas como una muestra clara y objetiva de la realidad, una serie de caricaturas reflejaron un retrato moral y satírico de lo ocurrido.

 

Palabras clave: Historia Local; Chivilcoy; Caudillismo; Fotoperiodismo; Prensa gráfica.

 

 

News of the creole politics. The "mazorquero" attack to the Social Club of Chivilcoy and its coverage by the graphic press in 1910

 

Abstract

 

The purpose of this paper is to analyze the journalistic coverage that the magazines Caras y Caretas, PBT and La Vida Moderna carried out after an attack that took place in the town of Chivilcoy, located a little more than one hundred and fifty kilometers from the city of Buenos Aires, on March 2, 1910. First, a brief synthesis of the appearance and expansion of this type of magazines in Argentina is made, highlighting their main characteristics and the place that the photographic resource occupied within them. Secondly, a brief review of the political history of Chivilcoy is made in order to contextualize the events that took place. Finally, we analyze the repercussion of the attack in the main press media and the specific approach taken by the mentioned magazines. The aim is to show how they transmitted the news, through what resources, how they were in tune with the public opinion expressed by the main newspapers and what links they sought to establish with their readers. It is argued that while photographs were displayed as a clear and objective sample of reality, a series of caricatures reflected a moral and satirical portrait of what happened.

 

Key words: Local History; Chivilcoy; Chieftaincy; Photojournalism; News press.


 

Noticias de la política criolla. El atentado “mazorquero” al Club Social de Chivilcoy y su cobertura por parte de la prensa gráfica en 1910

 

Introducción

 

El presente trabajo se propone analizar la cobertura periodística que las revistas Caras y Caretas, PBT y La Vida Moderna realizaron a partir de un atentado que tuvo lugar en localidad de Chivilcoy -distante a poco más de ciento cincuenta kilómetros al oeste de la ciudad de Buenos Aires- la noche del 2 de marzo de 1910. Como resultado de los sucesos trágicos de aquella noche, falleció producto de una herida de bala Carlos Ortiz, poeta de renombre dentro del círculo modernista de la época. El incidente se enmarca dentro de una serie de tensiones y conflictos que venían teniendo lugar en la ciudad entre diferentes sectores del conservadurismo local y que habían dejado tras de sí varios sucesos violentos que antecedieron a lo ocurrido. La noticia resonó fuertemente en los medios de prensa del país y mereció también la atención de las principales revistas de formato magazine que circulaban por aquel entonces.

A modo de establecer un pequeño estado de la cuestión, comenzaremos realizando una breve síntesis referida a la aparición y expansión de este tipo de revistas en Argentina, subrayando sus principales características y destacando el lugar que el recurso fotográfico ocupaba dentro de las mismas. En esta primera parte, se utilizarán varios aportes de diferentes trabajos que se han encargado de estudiar en profundidad el tema (Gamarnik, 2018; Gómez, 2015, 2016, 2019; Guerra, 2010, 2015; Rogers, 2008; Román, 2010; Szir, 2011; Tarasiuk Ploc y Wiszniacki, 2019), a partir de los cuales se procura sentar las bases para el posterior análisis que nos proponemos realizar.

En un segundo apartado, nos concentraremos en abordar algunos aspectos referidos a la historia política de la ciudad de Chivilcoy hacia principios del siglo XX, con lo cual pretendemos brindar un marco adecuado para poder contextualizar el suceso ocurrido el 2 de marzo de 1910 en el Club Social. Unos años atrás se había producido una ruptura dentro de las filas del conservadurismo local, estimulada en gran parte a raíz de los intentos del Gobierno provincial por imponerse sobre los caudillos locales. En este contexto, encontramos que hacia 1910 existían dos bandos antagónicos e irreconciliables. A un grupo compuesto por los sectores liderados por Vicente Domingo Loveira, caudillo de la localidad, se le contraponía otra facción que desde las mismas filas del conservadurismo se fue nucleando y posicionando en su contra.

Luego se analizará la repercusión que el atentado tuvo en los principales periódicos de la época, haciendo hincapié en definir cuáles fueron las apreciaciones que la opinión pública generalizada tuvo sobre lo ocurrido. Finalmente, se analiza el abordaje puntual que hicieron las revistas Caras y Caretas, La Vida Moderna y PBT. Nuestra intención es evidenciar cómo transmitieron la noticia, a través de qué recursos, qué sintonía tuvieron con la opinión pública expresada en los periódicos y qué vínculos buscaron establecer con sus lectores.

Se pretende demostrar que mientras las fotografías pretendieron ser desplegadas como una muestra clara y objetiva de la realidad -lo cual no significa que su misma puesta en escena represente una postura editorial definida-, una serie de caricaturas reflejaron un retrato moral y satírico de lo ocurrido, a partir del cual las diferentes publicaciones manifestaron con mayor claridad su posicionamiento. Consideramos que nuestro análisis constituye en cierta medida un aporte para comprender no solo el lugar que era asignado dentro del mundo periodístico a este tipo de acontecimientos ocurridos en localidades periféricas, sino también la perspectiva con la cual se hacía lectura de estas sociedades de campaña.

 

La prensa gráfica de Buenos Aires hacia principios del siglo XX. Revistas en formato magazine y fotografía

 

En octubre de 1898, el arribo de la revista Caras y Caretas al heterogéneo y voluminoso mundo de la prensa gráfica argentina significó la puesta en escena de una nueva publicación que venía a romper los esquemas tradicionales y dar impulso a la modernización del rubro. Inspirada en otras revistas de Europa y Estados Unidos, Caras y Caretas adoptó desde sus inicios la publicación bajo el formato de misceláneas -o magazine-, el cual ofrecía a partir de su tiraje de frecuencia semanal una pluralidad de opciones periodísticas a través de contenido dedicado a un grupo amplio y variado de consumidores, reuniendo de esta manera una amplia oferta en un único medio gráfico. No obstante, dicho formato no fue su única novedad. La revista también incorporó un perfil que marcaría una ruptura respecto a los medios tradicionales y a partir del cual la lógica mercantil y democrática definiría todos los planos de su carácter desde el inicio (Rogers, 2008, p. 47). A estas facetas se sumaba un fuerte énfasis en lo visual, lo cual se expresaba en una novedosa abundancia de imágenes de diverso tipo que incluía la fotografía, la caricatura y el grabado (Guerra, 2010).

Tal como ha señalado Geraldine Rogers (2008), la revista fue pionera a la hora de ofrecer a “los lectores –sin distinción de clase social, jerarquía cultural o identificación política- textos e imágenes del más variado tipo para que todos, sin necesidad de acreditar competencias específicas, los apreciaran como meros consumidores del mercado cultural” (p.16). Esto era generado gracias al formato de la misma, el cual ofrecía un conjunto de temáticas lo suficientemente heterogénea como para atraer a un amplio elenco, a la vez que se vendía a un precio relativamente accesible para el público general.[1] Su principal forma de financiamiento –a través de los anuncios publicitarios– hacía necesario este tipo de formato a la vez que requería un precio módico que posibilitara la recepción de un amplio tiraje.[2] En otras palabras, la revista debía ser económica para venderse en gran número y de esta forma atraer clientes deseosos de publicar sus anuncios en la misma.[3]

Como dijimos, uno de los aspectos más novedosos de Caras y Caretas fue el lugar prioritario que dio a lo visual dentro de su formato. Al hojear cualquier ejemplar notamos a primera vista el predominio de imágenes de todo tipo en donde la fotografía, sobre todo la de actualidad, ocupa un lugar central. Esto fue posible gracias a la implementación de nuevas tecnologías basadas en el sistema de impresión de medios tonos o halftone, el cual dejaba atrás los sistemas de reproducción indirectos que en todos los casos solían emplear técnicas de grabado mediadas por el dibujo manual.[4] De esta manera, esta técnica que venía desarrollándose desde la década de 1880 hacía posible la reproducción directa y mecánica de la riqueza de matices que poseía la imagen fotográfica (Guerra, 2010, p. 2). Además, abrió la posibilidad para que las imágenes fueran compaginadas y se imprimieran simultáneamente con los textos, los cuales solían presentarse en bloques crecientemente fragmentados (Guerra, 2015, p. 16). Gracias a dicha tecnología, también se reducían tanto los costos como los tiempos de publicación, lo cual facilitó la ampliación de los nuevos formatos basados en el magazine.

Este proceso de incorporación y predominio de lo visual, en donde tanto la caricatura y la fotografía “ofrecen una presencia contundente” (Szir, 2011, p. 349), era acompañado por una política editorial que se estructuró en una defensa de la fotografía como un medio fidedigno de representar la realidad y a partir del cual se pretendía lograr un “vehículo informativo más completo, objetivo y rápido de obtener” (Guerra, 2010, p. 6). En sintonía con esto, las prácticas editoriales de Caras y Caretas cumplieron la tarea de formar lectores “activamente receptivos de lo novedoso” (Guerra, 2015, p. 128) a través de lo visual y acompañarlos en su tránsito por la modernidad al tiempo que otorgaban herramienta de aprehensión de una nueva cultura de masas que estaba emergiendo. Tal como ha señalado Rogers (2008), sus páginas se presentaban “como un espejo en el que todos pudieran verse representados” (p. 48) y cuestionaban las barreras jerárquicas de la sociedad tradicional dando lugar a que se hicieran eco las tendencias reformistas (p. 49).[5] Por otro lado, como sostiene Szir (2011), los artículos “debían ser accesibles a lectores de educación diversa, para lo cual contribuía también la proliferación de imágenes” (p. 88).

Gracias a que se financiaba con medios propios -que, como dijimos, provenían principalmente de las publicidades- Caras y Caretas también fue uno de los primeros medios masivos que logró desvincularse directamente de las luchas facciosas que predominaban en el mundo político de la Argentina conservadora. Definida por la lógica mercantil y democrática, renunciaba al tono virulento y los posicionamientos acérrimos de forma tal que los temas políticos eran tratados con independencia de cualquier partido (Gamarnik, 2018; Rogers, 2008, p. 56). Esto no quita que en líneas generales la revista haya mostrado un cierto perfil antirroquista que la llevaba a criticar satíricamente la puesta en marcha de la “maquinaria electoral” y los abusos tan frecuentes de la “política criolla”. De esta forma, la revista registraba una crítica del sistema político como un asunto de interés público y que -al no identificarse con facción política alguna- tenía el grado de generalidad necesario para suscitar la adhesión de un amplio público que repudiaba los vicios de la “politiquería”.[6] Esta manera de posicionarse frente al mundo político reforzaba su perfil destinado a un público más heterogéneo en cuanto a su formación, clase social, edad y género. En este marco, el lector de la revista no era interpelado como sujeto político sino más bien -en palabras de Rogers (2008)- como “un curioso cuyo recorrido por las páginas no afectaba a su identidad de observador” (p. 157).

Estos cuestionamientos al sistema político eran expresados con frecuencia a través de las caricaturas. Si bien la prensa satírica argentina “surgió y se agotó en el siglo XIX” (Román, 2010, p. 9), las caricaturas de Caras y Caretas “absorbieron esas tradiciones y las manifestaron a modo de préstamos, citas y convenciones visuales” readecuando su contenido satírico a un nivel decoroso que cuadrase mejor con su política editorial y el gusto masivo al que apuntaba (Szir, 2011, p. 352). Como señala Silvana Gómez (2019), la combinación de palabras e imágenes que la revista presentaba a un variado elenco de lectores constituían un conjunto de mensajes visuales intencionados capaces de instituir “imágenes de lo político” (pp. 9-10).

En la medida en que actuaba como medio independiente –sumado al diverso electo de trabajadores específicos que iban desde periodistas y redactores, hasta dibujantes y fotógrafos– la revista fue clave para contribuir a la profesionalización del campo periodístico (Rogers, 2008). Caras y Caretas también realizó una apertura hacia sus lectores, entre quienes se contaban muchos fotógrafos aficionados, y los incorporó como colaboradores de la revista (Gamarnik, 2018, p. 124). Esto era de suma utilidad para el medio, ya que a través de las fotografías que estos enviaban lograba una cobertura geográfica más amplia sin necesidad de tener que desplazar su propio personal. A su vez, esto contribuía a la heterogeneidad pretendida desde su perfil en la medida en que la hacía más receptiva a un elenco geográficamente más disperso y no limitado a la capital del país. Era frecuente entonces encontrar que una de sus secciones estaba dedicada exclusivamente a las noticias del interior, en donde por lo general la revista solía limitarse a exponer imágenes dispersas de reuniones sociales, manifestaciones o avances edilicios. Esto era visto como un signo de decadencia cultural por parte de los grupos letrados de la elite y defensores de los medios tradicionales de prensa, quienes –como Manuel Gálvez, director de la revista Ideas– condenaba a Caras y Caretas por dar cuenta de “los bailes en los pueblitos y los retratos de malhechores”.[7] En algunos casos -como el que veremos más adelante- cuando estas noticias o eventos locales tenían cierta repercusión a nivel nacional, eran desarrollados con mayor énfasis y amplitud.

El éxito de Caras y Careta estimuló la aparición de una nueva serie de publicaciones que reprodujeron su perfil y estrategia editorial. Hacia el año 1910 circulaban en Buenos Aires otras publicaciones de igual tipo entre las que se destacaban El Hogar, PBT -ambas surgidas en 1904- y La Vida Moderna, que había aparecido por primera vez en el año 1907 (Gamarnik, 2018, p. 124). Todas ellas reproducían el formato de magazine, con una estructura miscelánea, y otorgaban a la fotografía de actualidad un lugar prioritario dentro de sus páginas. Dichas revistas contribuyeron al igual que Caras y Caretas a profundizar el proceso de profesionalización antedicho y tuvieron una amplia circulación en el país.

Cabe aquí resaltar el caso de PBT, la cual surgió como un emprendimiento de Eustaquio Pellicer, quien fuera uno de los fundadores de Caras y Caretas en 1898 y tras separarse de la misma, en 1903, emprendería un año más tarde la labor de dar origen a la misma (Tarasiuk Ploc y Wiszniacki, 2019). PBT se autoproclamaba desde su portada como un semanario ilustrado “para niños de 6 a 80 años” y presentó una estructura interna así como también una oferta informativa, cultural, artística y de entretenimiento que conservó múltiples similitudes con su antecesora Caras y Caretas.[8]

Junto a otros medios de prensa de diferente tipo, las revistas Caras y Caretas, PBT y La Vida Moderna[9] dieron cobertura directa al acontecimiento trágico que tuvo lugar en la ciudad de Chivilcoy el 2 de marzo de 1910 y a partir del cual resultó herido de muerte el poeta Carlos Ortiz. Como dijimos, nos proponemos señalar y analizar los principales lineamientos de dicha cobertura y algunas conclusiones que se desprenden de la misma. Sin embargo, antes de esto resulta oportuno brindar un contexto histórico a partir del cual logremos reconstruir brevemente la situación política presente en la localidad y de la cual emergen los hechos que merecen nuestra atención.

 

La “tragedia de Chivilcoy” y sus antecedentes

 

El 2 de marzo de 1910 tuvo lugar en el Club Social de Chivilcoy la celebración de un banquete en ocasión de despedida para quien fuera director de la Escuela Normal de la localidad, Alejandro Mathus. El evento, además de ser una verdadera muestra de aprecio hacia su persona por parte de amigos y allegados era a su vez una manifestación contra el oficialismo local, quien precisamente había sido causante directo del traslado de Mathus a Mendoza.

Desde inicios del siglo XX que la “situación local”[10] de la ciudad estaba en manos de Vicente Loveira,[11] caudillo que se había posicionado fuertemente en la política bonaerense a partir del ascenso de Marcelino Ugarte a la gobernación de la provincia. En 1901, la ciudad de Chivilcoy había sido el lugar elegido -como centro de la 4ª Sección Electoral, situación que le otorgaba cierto peso político dentro del conjunto de pueblos y ciudades de la campaña bonaerense- para lanzar la candidatura de Ugarte al cargo ejecutivo. El 21 de julio de dicho año, se celebró para ello una “fiesta cívica” en la cual se hicieron evidentes los resortes de la maquinaria local y en donde Loveira logró lucirse como exitoso organizador del evento. Sin embargo, el triunfo electoral de Ugarte traería aparejadas serias dificultades para muchos caudillos de su tipo.

El ascenso de Marcelino Ugarte a su primer mandato como gobernador de la provincia de Buenos Aires (1902-1906) inauguraría una nueva etapa de la política provincial en la cual el ejecutivo buscaría recortar la autonomía de los caudillos locales e imponer una centralización del poder en torno a su figura (Hora, 2013, pp. 59-61). En este marco, los medios utilizados por Ugarte -entre los que no solo el fraude, sino también la violencia política operarían como moneda corriente para mantener a los demás partidos políticos o grupos hostiles a raya- le darían la fama de “uno de los hombres públicos más inescrupulosos de su tiempo” (Hora, 2001, p. 68). Si bien en principio Ugarte se valió de una serie de alianzas entabladas con sectores escindidos del mitrismo y el radicalismo, pronto tuvo que lidiar con la fragmentación interna de su coalición, los Partidos Unidos, y en particular con la problemáticas generadas a raíz de su distanciamiento con Félix Rivas (Gómez, 2016, p. 37). Este último, había sido el nexo entre el nuevo gobernador y los caudillos de muchas localidades de la campaña bonaerense, entre ellos Vicente Loveira en Chivilcoy. Frente a esta situación, Ugarte se propuso barrer fuera de escena a muchos de ellos y colocar hombres de su confianza a cargo de los municipios que se encontraban controlados por dirigentes de dudosa lealtad. El objetivo del nuevo gobernador era lograr emanciparse de la tutela partidaria y acumular un capital político propio de caras a una futura campaña presidencial (Tato, 2009).[12] Ugarte emprendió entonces la intervención de varios gobiernos comunales y la designación de interventores fieles a su figura.[13] De esta manera, al liquidar la autonomía de los municipios, quitaba a los caudillos locales las bases de su poder político.[14]

Al parecer, la afinidad de Ugarte respecto a Vicente Loveira encontró sus límites y Chivilcoy fue uno de los tantos municipios intervenidos, en el año 1905, siendo designado Manuel E. Del Castillo -hacendado local que tenía marcada trascendencia en las filas del conservadurismo chivilcoyano- como interventor a cargo de la comuna. Es a partir de ese momento que se inicia una lucha facciosa dentro de las mismas filas del conservadurismo de Chivilcoy y se configuran los grupos rivales que en el año 1910 se disputaban la política local.[15]

Si bien la intervención ugartista despojó provisoriamente a Loveira del control de la “situación local”, el caudillo logró rápidamente recuperar su posición y durante los años 1907 y 1908 ocupó un segundo mandato como intendente de la localidad. El nuevo ascenso de Loveira y su control sobre el Municipio significó la exclusión política de todos aquellos que habían jugado a favor de la facción ugartista en su momento. Es así que hacia 1910, la interna local se encontraba fuertemente agitada entre los sectores acaudillados por Loveira y otra facción que desde las mismas filas del conservadurismo se fue nucleando y posicionando en su contra.

En este contexto político, lo que le ocurrió por entonces a Mathus era una posibilidad abierta para aquellas personas que no simpatizaban con las políticas del caudillo local. Mediante la imposición de traslados el oficialismo conseguía barrer de los puestos públicos a aquellas personas que se manifestaban contrarias a sus políticas. Tiempo atrás había sido trasladado -por iguales motivos a los de Mathus- Juan Menéndez, quien era jefe de la Oficina de Valuación. En el momento en que se celebró la cena de despedida de Mathus, también estaba siendo perseguido de igual forma José María Moras, veterinario de la Municipalidad. Este accionar parece haber sido la regla a utilizar como método para excluir a opositores o partidarios de dudosa lealtad. El diario La Argentina señalaba en relación al tema:

 

los que no se entreguen a él [a Loveira], los que no le obedezcan, esos están de más en Chivilcoy, y todos tienen su muerte decretada a plazos más o menos largos, todos tienen su proceso abierto o por abrirse, todos están amenazados por el poder de ese pequeño Nerón.[16]

 

Este tipo de situaciones no son exclusivas de la localidad en cuestión, sino que -según sostenían los principales medios de prensa- eran corrientes en la mayoría de los municipios de la provincia de Buenos Aires, en donde la “política criolla” parecía ser la norma. Las luchas facciosas llegaban incluso a niveles de violencia considerables. A Loveira y su círculo se le atribuían una serie de antecedentes nefastos en Chivilcoy:

 

Desde Llanos, a quien hizo hachar, por dos veces; Pedro Franceschi, a quien se hirió de otro hachazo en la estación; Alejandro Caamaño, a quien asaltó el actual intendente Ernesto A. Barbagelata, frente al local que ocupa hoy el Club Social, y Manuel J. Trillo, herido en el parque, la historia pública de Loveira deja jalonada con sangre de periodistas e intelectuales cada boca-calle de esta ciudad y cada avance en su carrera.[17]

 

Teniendo en cuenta estos antecedentes, lo ocurrido la noche del 2 de marzo de 1910 no desentona con el clima de persecución y violencia política que se vivía en la localidad. Colmado entonces los salones del Club Social con alrededor de ciento cincuenta comensales que se habían acercado al recinto para participar de la reunión, unos encapuchados se aproximaron hacia los balcones del club y comenzaron a disparar descargas de armas de fuego hacia el interior del lugar. Los testimonios mencionan que los disparos tendieron a dirigirse hacia la cabecera de la mesa central, en donde se encontraban Mathus y las principales figuras del grupo opositor. Aprovechando la dispersión causada por el momento de pánico, los malhechores se dieron a la fuga sin llegar a ser identificados por ninguno de los testigos presenciales. Dos de los disparos impactaron en el poeta Carlos Ortiz, quien luego de una noche de agonía terminaría por perder la vida. Del incidente también resultaron heridos de poca gravedad Pedro Rivas y Pascual Paunessi, un niño de doce años de edad.

 

Las repercusiones del atentado y la cobertura de los medios de prensa

 

Tras la muerte de Ortiz, la oposición política local comenzó inmediatamente a movilizarse. La misma noche del incidente se enviaron telegramas a Ignacio Irigoyen y José Inocencio Arias, gobernador de turno el primero y gobernador electo, próximo a ocupar el ejecutivo, el segundo. También se notificó del atentado a las redacciones de los principales periódicos de la capital, informando las vinculaciones entre el trágico suceso y la situación política local, buscando que la noticia tuviera una amplia repercusión. Al poco tiempo, comenzaron a llegar periodistas para cubrir los hechos de forma directa.

Desde un principio, lo ocurrido la noche del 2 de marzo en Chivilcoy tomó resonancia a nivel nacional. Los principales medios de prensa se encargaron de cubrir en detalle lo sucedido y a partir de ello aunar voces contra el sistema de caudillos presente en la vida política de la provincia de Buenos Aires. El hecho fue seguido día tras día, convirtiéndose en lo que se podría denominar un hecho paradigmático, es decir, aquel que se “instala” en los medios de prensa y toma entidad duradera como El hecho de… o El suceso de… (Bisso, 2008, p. 9). Podríamos afirmar que, en cierta medida, el asesinato del poeta Ortiz sacudió la consciencia colectiva[18] y, en vísperas del centenario de la República, fue punto de apoyo para que la sociedad hiciera balance sobre la situación presente del país, criticando severamente los “elementos gauchos” que aún se encontraban presentes en el plano político. Tal es el pensamiento que transmitía, junto a otros medios de prensa, el diario La Nación:

 

Puede afectar el hecho a un bando, a un partido, a una política; pero es, ante todo, una afrenta para la civilización argentina, un testimonio de descrédito para el país, que no ha logrado extirpar todavía la posibilidad de las regresiones atávicas que está expuesto a verse sorprendido en cualquier momento por el estallido de esos anacrónicos salvajismos.[19]

 

Vemos entonces que alrededor del incidente del Club Social se recrudece aquel dilema de “civilización y barbarie” tan presente todavía en la mentalidad de la época, haciendo ver en el atentado la contradicción existente en una sociedad que considera estar a la cabeza del progreso en América Latina y de pronto se encuentra ante “gérmenes anacrónicos” de un pasado que se pretende sepultar. Las características del asesinato acentúan esta discusión. Quien es asesinado es un poeta, el escenario de la tragedia es un centro de sociabilidad distinguida -el Club Social- en el que se estaba realizando una cena en homenaje a un educacionista, y quienes arremeten contra los comensales son un grupo de bandoleros que presuntamente movilizados por pasiones políticas deciden trasladar la discusión a las armas. Ante esto, parte de la sociedad vio en el hecho, tal como lo manifestó El Orden de Mercedes, “a la tiniebla hiriendo por la espada a la luz, el atavismo gaucho descargando su arma salvaje sobre la civilización, el poncho azotando y persiguiendo el frac”.[20] La víctima pasaba a un segundo plano y la sociedad reclamaba una reparación ante el suceso:

 

Más que vengar el homicidio cometido en la persona del poeta Ortiz, hay que vengar la afrenta que se infirió con premeditación y alevosía a la moral social, a la moral política y a la evolución progresiva de la civilización nacional.[21]

 

Los principales diarios coincidían en denunciar que el culpable de esta ofensa contra la civilización argentina era “ese monstruo sigiloso y autoritario del caudillismo”, el cual “ha revivido el siniestro 'matón' de trabuco y poncho”.[22] Al cubrir la noticia, algunos periódicos, como por ejemplo La República, lo hicieron bajo titulares tales como “El atentado mazorquero de Chivilcoy”[23] o -en el caso de La Argentina- definiendo a este tipo de sucesos como “evocaciones tétricas de la mazorca enterrada van a hacer sesenta años”.[24]

En este contexto de duras críticas, las autoridades provinciales eran culpabilizadas por este tipo de situaciones, al fomentar y mantener la presencia de estos caudillos en diferentes localidades de la geografía bonaerense. Esta actitud enérgica de la prensa puede enmarcarse en la posición de los sectores reformistas en su lucha contra la maquinaria electoral. No sin razón, creían indispensable para el libre desarrollo de los actos electorales que el caudillismo sea combatido, ya que representaba el principal engranaje de los regímenes fraudulentos. Se sostenía que estos sistemas, considerados como “la tiranía de los pueblos”, se habían acentuado “desde la tristemente célebre actuación del ex-gobernador Ugarte”[25], quien había reforzado el sistema de caudillos como medio para consolidar su poder.

Junto a los principales periódicos, también llegaron a cubrir la noticia en forma directa varias revistas de formato magazine. Estas, fieles a su estilo, brindaron una gran cantidad de fotografías y, en algunos casos, los ejemplares contaron con la presencia de caricaturas vinculadas al suceso.[26] La primera en publicar dentro de sus editoriales noticias referidas a lo ocurrido fue La Vida Moderna, el 9 de marzo de 1910, bajo el título de “La tragedia de Chivilcoy”.[27] De un total de 38 páginas que constituían el volumen de la revista, la misma asignó dentro de su edición un espacio de dos páginas –ubicadas en la sección central- en las que se entremezclan fotografías y texto.  En dicho número, un conjunto de ocho fotografías otorgan un panorama general de lo ocurrido tras la muerte del poeta Ortiz.[28] Tres de ellas brindan retratos de las víctimas del atentado y el resto da cuenta de la ceremonia de entierro, el interior del edificio del Club Social, el mitin de protesta realizado en repudio de las autoridades locales y una última -muy similar a otra que aparecerá en Caras y Caretas- tiene como objetivo mostrar a los integrantes de la comisión de vecinos que se había formado para protestar contra el atentado. El texto que acompaña las imágenes –aunque relativamente breve, de mayor extensión y proporción que en las demás revistas que aquí veremos– se empeña en expresar un firme repudio sobre aquello que denomina “el caudillismo pampa” y llama a “ir exterminando poco a poco estos resabios de nuestras costumbres primitivas”.[29] No se hace mención directa a ningún integrante del oficialismo local, sino que se realiza más bien una crítica generalizada de la política provincial:

 

Los hechos de regresión vergonzosa… se producen con demasiada frecuencia en todos los pueblos del interior… en cada población hay un caudillo, cuya obra se refleja incontrarrestablemente en el mismo estado de atraso desconsolador que reina en sus dominios, contaminados de odios y conveniencias personales.[30]

 

Por su parte, PBT y Caras y Caretas realizaron una cobertura similar en sus ejemplares publicados el 12 de marzo de 1910. En el caso de PBT, la revista dedicó dos de sus 151 páginas en las que desplegó un total de siete fotografías sin ningún texto que las acompañe más allá de sus epígrafes.[31] La secuencia es similar a la anterior: se retrata a las víctimas del atentado, el escenario en donde ocurrió el mismo, la ceremonia de entierro y el mitin de protesta.[32] Esto nos invita a pensar que la noticia que se estaba cubriendo tenía como principales destinatarios a lectores que ya conocían, a partir de otros medios, los principales detalles de la misma. Por otra parte, también es posible considerar esta ausencia del soporte textual como un signo de pretendida neutralidad por parte de los editores. PBT no aprovechó la noticia para expresar ninguna crítica directa ligada al mundo político, sino que -como veremos más adelante- será el recurso de la caricatura el empleado por la revista para expresar determinado posicionamiento frente al hecho.

De las tres revistas aquí contempladas, fue Caras y Caretas la que realizó una cobertura más amplia de la noticia, dedicando cuatro de sus 117 páginas en las que desplegó un total de 15 fotografías y un breve texto que describía sintéticamente algunos pormenores de lo sucedido.[33] En este caso, de forma similar a la cobertura efectuada por La Vida Moderna, el atentado ocurrido en Chivilcoy ocupaba un lugar central dentro de las noticias de actualidad. La secuencia de las imágenes es prácticamente idéntica, lo que cambia es la calidad de las mismas y los ángulos empleados que brindan mayor dimensión en lo que refiere a la masividad de concurrentes en torno a la ceremonia de entierro y la manifestación de protesta efectuada contra el oficialismo.[34] En el caso de uno de los heridos, el niño Pascual Paunessi, una fotografía lo muestra haciendo reposo en una cama junto a un médico, lo cual otorga cierto tono dramático a la cobertura.[35] Caras y Caretas también incorporó una fotografía de la comisión popular de vecinos y sumó otros protagonistas como el Dr. Héctor Juliánez, abogado encargado de la causa, las autoridades provinciales encargadas de intervenir en el asunto y el comisario de la localidad, Adrián Lafitte, quien había sido fuertemente cuestionado por su accionar. Si bien con un tono más calmo que La Vida Moderna, la revista señaló sutilmente a través de su texto las vinculaciones entre el suceso y la política local al mencionar que Mathus fue “trasladado a Mendoza, a pedido suyo, y a objeto de salvarse de las iras del oficialismo” y que el atentado posiblemente era obra de “asesinos que se supone alquilados por el situacionismo”.[36] Resaltó, además, que “este delito provocó la indignación de la localidad ensangrentada y la condenación unánime de la prensa nacional y extranjera de la República”.[37] Caras y Caretas también incorporó una imagen en la que visibilizó parte del último poema que Carlos Ortiz escribió y recitó esa misma noche en los salones del Club Social momentos antes de ser asesinado.[38] Es llamativo que aquí la parte seleccionada deja de lado el contenido político del poema original, excluyendo las prosas que hacían directa alusión y crítica a la figura del caudillo local.[39] Cuesta determinar si dicho recorte corresponde a una posición de pretendida objetividad o representa una toma de posición frente a la noticia. Nos encontramos entonces frente a uno de esos casos, señalados por Sandra Szir (2011), en los que las posiciones políticas de la revista solían expresarse “con particular ambigüedad y a menudo en forma contradictoria” (p. 356).

El éxito de la protesta inicial, la cual además de consistir en una movilización masiva estuvo acompañada por un cierre general de comercios en señal de duelo y repudio, fue el puntapié para que la comisión de vecinos proyectara una nueva manifestación a efectuarse el día 20 de marzo. En esta ocasión, Caras y Caretas y PBT realizaron una nueva cobertura, dedicando una única página a la misma y desplegando cinco y tres fotografías, respectivamente.[40] Las imágenes publicadas mostraban a una muchedumbre reunida en las afueras del Club Social escuchando los discursos pronunciados por algunos de los integrantes de la comisión popular y no incorporaron ningún texto que evidencie su postura editorial respeto al asunto. En el caso de PBT, algunas de esas fotografías son tomadas desde mayor distancia, lo cual resalta la dimensión de la protesta.[41] Debemos aclarar que no consideramos prudente atribuir a este tipo de fuentes “una mirada 'inocente', en el sentido de una actitud totalmente objetiva” (Burke, 2005, p.24). Si bien el recurso fotográfico se presentaba como una forma objetiva de dar cuenta de la realidad, la misma selección e incorporación de estas imágenes representa una toma de posición por parte de los editores. Esta apreciación es válida para la cobertura que estas revistas hicieron desde el inicio. De esta manera, dieron a conocer a los lectores “los entretelones políticos de una forma específica: los formulados por la revista” (Gómez, 2019, p. 10).[42]

Ya sea que estuviera acompañada por uso de un lenguaje más decididamente involucrado en la política, como vemos en La Vida Moderna, o deslizándose con cierta neutralidad -tal es el caso de Caras y Caretas y más decididamente PBT- la cobertura realizada por estas revistas visibilizó a través de sus imágenes una noticia que circulaba ampliamente en los principales medios de prensa e hizo posible que el suceso de Chivilcoy se tornara objetivo a partir de ellas. De esta forma, las revistas contribuyeron a reforzar lo que ya era un estado de opinión compartido y dieron sustento a la dimensión real de las protestas, haciendo visibles a los principales protagonistas y remarcando el tono dramático de un hecho que ya de por sí lo tenía. Esta pretendida objetividad y veracidad del recurso fotográfico tomó mayor relieve en lo que se refiere a la magnitud de las movilizaciones de protesta, en la medida en que las críticas oficialistas que deslegitimaban las cifras brindadas por periódicos como La Nación y La Prensa -quienes calculaban la cantidad de manifestantes en cuatro mil y cinco mil personas, respectivamente[43]-, eran eclipsadas a partir de las imágenes ofrecidas.[44] Lo mismo ocurre con todas las fotografías que dan cuenta de la ceremonia de entierro y la llegada al cementerio, las cuales dieron cierto sustento y otorgaron veracidad a diarios como La Nación, el cual sostenía que “había 200 coches que ocupaban cuatro manzanas” y que “un gentío colosal -no menos de 3000 personas- desfilaron, escoltando el fúnebre convoy”.[45] Más allá de las cifras exactas de personas movilizadas, las imágenes dieron muestra de dimensiones significativas si tenemos en cuenta que hacia 1910 la población total del partido de Chivilcoy era de poco más de 30 mil habitantes, de los cuales menos de la mitad residía en la zona urbana.[46]

En lo que respecta a la postura relativamente neutral con la cual Caras y Caretas y PBT decidieron cubrir la noticia, no resulta convincente pensar esto como cierto apego o encubrimiento hacia el oficialismo local, sino más bien en la decisión de no querer inmiscuirse y tomar una posición marcada dentro de lo que en definitiva era una interna política de diferentes facciones conservadoras. En este marco, realizar críticas más directas contra el sistema de caudillos y la situación política de los demás partidos de la provincia era posicionarse en favor de determinadas facciones que buscaban impulsar “cambios de situación” en algunas localidades.[47]

Otro de los recursos empleados por las revistas para cubrir la noticia fueron las caricaturas, las cuales solían competir con las fotografías “por el uso del espacio en la zona gráfica, pero también se complementaban en términos temáticos” (Gamarnik, 2018, p. 127). La caricatura tendía a establecer una complicidad con el lector y a través del humor satirizar e ironizar diversos temas, generando de esta forma expresiones y opiniones que solo este tipo de recurso gráfico puede brindar. La puesta en escena de este recurso estimulaba la participación de amplios sectores de la población en el debate político “mediante la presentación de temas controvertidos de una forma simple, concreta y memorable” (Burke, 2005, p. 100).[48] Carlos Ginzburg (1984) ha advertido oportunamente sobre los riesgos de la utilización de fuentes iconográficas como un “pretexto para una serie de asociaciones libres que generalmente se basan en una presunta interpretación de símbolos” (p. XX) frente a lo cual se torna necesario reubicar la interpretación iconográfica en su contexto a partir del estudio de otro tipo de fuentes, entre ellas las textuales (Gómez, 2019, p. 11). En este sentido, consideramos que las caricaturas que describiremos a continuación encierran un conjunto de significados que se dotan de sentido gracias al contexto en el cual se produjeron y circularon, contexto que las revistas presuponen conocido por el elenco de lectores que accedían a estas publicaciones.

En el mismo ejemplar en el que PBT presentó fotografías cubriendo los sucesos de Chivilcoy, encontramos de forma aislada una caricatura basada en una secuencia de dos viñetas y titulada “Progreso”.[49] En la primera de ellas, se muestra un grupo de indígenas antropófagos que habiendo asesinado a un hombre se encuentran devorando sus partes. Por sobre sus cabezas vuela un grupo de aviones y uno de ellos es sujetado y atraído hacia el suelo por dos individuos. Al pie del primer dibujo se lee “¡Cuánto hemos progresado! Un día se hallaban los salvajes en Río Negro…”. La segunda viñeta muestra nuevamente al grupo de indígenas, ahora volando los aviones y portando armas de fuego modernas, disparando desde el aire hacia el Club Social, en donde se ve a una persona, Carlos Ortiz sería el caso, siendo alcanzado por las balas. A modo de cierre y con la ironía del caso, al pie de este dibujo se lee la continuación de la frase anterior: “…y al momento, estaban en Chivilcoy!”.[50] De esta forma, la revista utilizó el humor para expresar cómo esta serie de sucesos presentes en la época ponían en duda los logros del proyecto civilizatorio. Podríamos decir que la caricatura en cuestión es una síntesis perfecta de cómo los principales periódicos interpretaron y expresaron la noticia. En este caso, la aparente neutralidad de las fotografías desplegadas por PBT sin texto alguno más allá de sus epígrafes, fue acompañada dentro del mismo ejemplar de la revista por una caricatura que explicitó con mayor claridad la postura de los editores.

Otra caricatura en la cual podemos evidenciar una vinculación con lo ocurrido, aunque en este caso no de forma tan directa, apareció publicada en La Vida Moderna el 16 de marzo de 1910, tan solo dos semanas después de lo ocurrido.[51] Titulada “Tipos de la campaña”, nos muestra un hombre vistiendo chiripá y chaqueta roja, un sombrero negro en su cabeza y unas sandalias con espuelas en sus pies. En su mano derecha porta un facón que apunta hacia el suelo y la derecha se apoya sobre su cintura y entremete uno de sus dedos dentro de un cinturón ancho decorado con monedas, el cual sujeta un trabuco y unas boleadoras. El rostro del individuo, en perfil egipcio, se ve fuertemente desdibujado por la barba y las arrugas, y muestra únicamente el ojo izquierdo lo cual le otorga cierto aspecto de cíclope. Si bien aquí no se hace directa alusión a lo ocurrido en Chivilcoy, es sugestivo pensar que esta caricatura -la cual fue publicada en el ejemplar inmediatamente posterior al que cubrió tan enérgicamente la noticia- no haga otra cosa que presentarnos gráficamente a aquel “siniestro matón de trabuco y poncho”[52] del cual hablaban los periódicos. Por su parte, el color rojo de su chaqueta da a entender una clara relación con el rosismo y la “política mazorquera”, símbolo de las pasiones políticas y sus desbordes violentos.[53] Como agregado final, a través del pie de imagen nos ofrece una visión más explícita señalando que ese es “el personaje que está en auge hoy”.[54]

En este caso, la caricatura se enmarca dentro de una serie de críticas generalizadas hacia la política criolla que era frecuente en este tipo de seminarios.[55] Por otro lado, la imagen en cuestión juega con la connivencia del lector e interactúa con el mismo en un doble sentido. Como señala Guerra (2010), lo hace de modo sincrónico en la medida en que refiere a una coyuntura social y política inmediata vinculada a un conjunto de valores que se asumen compartidos entre el lector y la publicación. Por otro lado, este pacto de lectura se realiza también a través de la transmisión de un sentido complementariamente diacrónico explicitado en “la reapropiación paródica de imágenes y conceptos difundidos anteriormente por el mismo medio” (p. 149). De esta forma, se establece una continuidad a lo largo del tiempo y se sostiene de un número a otro el vínculo con el lector.[56]

En algunos de los ejemplares posteriores de Caras y Caretas y PBT, podemos encontrar fotografías que también responden directa o indirectamente a la situación política de Chivilcoy luego del asesinato de Carlos Ortiz. El 2 de abril de 1910, Caras y Caretas publicó en su sección “De Provincias” una fotografía que mostraba en un grupo de mujeres reunidas a quienes conformaban la “comisión de damas para honrar la memoria del poeta Carlos Ortiz”.[57] Dos semanas más tarde, el ejemplar del 16 de abril incorporó en una de sus páginas fotografías de la ceremonia realizada “en memoria del poeta Ortiz”[58], evento que fue organizado por la misma comisión de damas que la revista había retratado anteriormente en sus páginas. El contexto de producción de una de esas imágenes[59], en la que se ve el salón de un teatro enfocado desde la parte trasera y se hace centro en el escenario, fue utilizado como argumento por parte del abogado defensor de la comisión popular para dar cuenta al juez de la causa sobre el estado de “terror” en que se encontraba la población de Chivilcoy incluso varios días después del atentado del 2 de marzo:

 

Comenzado el acto, un fotógrafo de «Caras y Caretas» intentó sacar una vista, utilizando la luz del magnesio; al fogonazo, la concurrencia toda se levantó despavorida, para huir y fue necesario contenerla gritando que no era nada, que se trataba de una fotografía… ¡Creían, los infelices, que era una nueva visita de los empleados municipales del senador Loveira!.[60]

 

Las movilizaciones de protesta contra las autoridades locales de Chivilcoy se extendieron en el tiempo y acompañaron el proceso de intervención que despojó a los sectores oficialistas, ligados al caudillismo, del manejo del Municipio. Dentro de este marco de protestas, encontramos en el ejemplar de Caras y Caretas publicado el 16 de julio de 1910 una fotografía que visibiliza un mitin realizado en la localidad hacia principios de dicho mes.[61] Este tipo de imágenes era frecuente y no se limitaban únicamente a la cobertura de lo ocurrido en Chivilcoy, sino que formaban parte de un conjunto de noticias que tenían lugar en la provincia de Buenos Aires, en donde varias localidades estaban convulsionadas políticamente por diferentes motivos.[62] El mitin y la protesta callejera era una forma frecuente de visibilizar los malestares, denunciar públicamente y presionar a las autoridades, por lo que es típico encontrar fotografías de estos eventos en diferentes publicaciones. Aunque solían simplemente ir acompañadas de un epígrafe informativo que ubicaba en tiempo y lugar la imagen, la misma puesta en escena no era nada neutral al visibilizar objetivamente las dimensiones de dichos eventos y acompañar de esta forma las corrientes de opinión que giraban en torno a noticias que circulaban en otros medios de prensa y ya eran conocidas de antemano por muchos lectores.

Otra forma de visibilizar y hacer alusión a estos temas, pero esta vez de forma humorística, lo encontramos en una caricatura publicada por PBT el 6 de agosto de 1910.[63] Bajo el título de “En la provincia”[64] y utilizando dos viñetas que cubren en conjunto una hoja entera, la caricatura es una sátira que apunta a señalar una imagen “barbarizada” de la campaña, así como también a visibilizar este tipo de protestas. En la primera de las imágenes se ve a dos individuos, presuntamente ebrios, riñendo fuera de un negocio de bebidas cada uno con un puñal en la mano. Visualmente nos recuerdan en cierta medida a aquella caricatura publicada por La Vida Moderna que señalamos anteriormente. En la segunda viñeta nos encontramos con gran cantidad de personas, cuya vestimenta contrasta marcadamente con los individuos de la primera y corresponde más bien a un elenco compuesto por obreros y sectores medios, quienes realizan una protesta en lo que podrían ser las calles de cualquier pueblo o localidad del interior de la provincia y en donde los negocios se encuentran aparentemente cerrados. Los textos que acompañan ambos dibujos son “bochinche si los despachos están abiertos” y “bochinche si están cerrados”, respectivamente.

De esta forma, vemos cómo fotografías o distintas imágenes que pueden aparecer de forma esporádica se enmarcan en realidad dentro de un conjunto de noticias de mayor amplitud que en muchas ocasiones requieren de la connivencia o la inteligencia del hábil lector. El suceso ocurrido en Chivilcoy hacia principios de marzo de 1910, si bien con características y dimensiones particulares, es una de las tantas noticias del interior de la provincia que tomó cuerpo en los principales medios de presa y llegó a reflejarse visualmente en revistas como PBT, Caras y Caretas o La Vida Moderna. Su análisis nos permite ver cómo estos medios de prensa cubrían dichas noticias, qué función cumplían los diferentes recursos gráficos utilizados como canales de objetividad o expresión, descubrir cierto contenido subliminar que se desliza sutilmente y, en definitiva, conocer un poco más sobre el rol de estos medios a la hora de reflejar y contribuir en la formación de la opinión pública de aquel entonces.

 

Consideraciones finales

 

La aparición en 1898 de Caras y Caretas, primera revista en formato magazine de nuestro país, dio impulso a que en lo próximo surgieran otras publicaciones de similares características y cuyo perfil estuvo orientado hacia la lógica mercantil y democrática. En todas ellas, la fotografía de actualidad -en combinación con la caricatura- adquirió un lugar central como herramienta capaz de brindar cobertura sobre noticias de un amplio abanico temático. Estas publicaciones fueron claves en fomentar la profesionalización del rubro a la vez que realizaban una defensa de la fotografía como medio fidedigno y objetivo para dar cuenta de la realidad.

El 2 de marzo de 1910, un suceso trágico y con un marcado trasfondo político tuvo lugar en la ciudad bonaerense de Chivilcoy, en donde unos encapuchados dispararon desde la calle hacia el interior del Club Social mientras se estaba llevando adelante un banquete en homenaje a Alejandro Mathus, educacionista de la localidad que había sido trasladado a Mendoza tras sufrir una serie de persecuciones por parte del oficialismo. Una de las balas hirió de muerte a Carlos Ortiz, vecino de la localidad y reconocido poeta. El suceso mereció la atención de los principales medios de prensa, entre los que se cuentan las revistas PBT, Caras y Caretas y La Vida Moderna. Fieles a su estilo, estas revistas realizaron una cobertura de la noticia a partir de un gran número de fotografías y, en algunos casos, los ejemplares se presentaron acompañados de caricaturas en torno a la misma.

Las fotografías publicadas en dichas revistas visibilizaron una noticia que circulaba fuertemente en los demás medios de prensa. En este contexto, si bien su selección y publicación representa una toma de posición por parte de los editores, dichas imágenes fueron presentadas como una forma objetiva de cubrir la noticia y respaldaron empíricamente las dimensiones de una serie de protestas que tuvieron lugar luego de lo ocurrido. En algunos casos, como en Caras y Caretas y La Vida Moderna, los textos que acompañaron la cobertura de la noticia reflejaron un claro posicionamiento frente al hecho, centrado principalmente en cuestionar el “sistema de caudillos” extendido a lo largo y ancho de la provincia, engranaje fundamental de la tan criticada “política criolla”. Mientras que este posicionamiento fue más marcado en el caso de La Vida Moderna, notamos mayor apego a la neutralidad por parte de Caras y Caretas. En este último caso, la noticia fue cubierta con cierta ambigüedad. Podemos afirmar que, en mayor o menor medida, las revistas tuvieron sintonía con la opinión pública generalizada a partir de la prensa y operaron como una expresión más de ella.

Otro recurso utilizado para referirse al incidente fue el de la caricatura. En este caso, el humor fue utilizado como un medio para expresar satíricamente la postura de los editores. Se criticó a partir de ellas el uso de la violencia con fines políticos, se puso en duda los triunfos del proceso civilizatorio y se reprodujo una imagen estereotipada del interior bonaerense que tendió a mostrarlo como un espacio barbarizado y símbolo de atraso. De esta manera, las caricaturas expresaron un retrato moral y satírico frente a lo ocurrido.

Como vimos, la noticia se extendió en el tiempo y apareció de forma esporádica y fragmentaria en ejemplares posteriores. A partir de dichas publicaciones evidenciamos nuevamente la postura editorial de las revistas, las cuales volvieron a visibilizar y tornar objetivas las noticias que circulaban en otros medios de prensa. También, su análisis da cuenta de un vínculo estrecho en relación con los lectores, quienes para su comprensión requerían de ciertas habilidades de lectura que las mismas revistas se encargaban de ejercitar.

 

Anexo de fotografías y caricaturas

 

1. La Vida Moderna, 9 de marzo de 1910, N° 152

 

La vida moderna, 9 de marzo de 1910

 

2. PBT, 12 de marzo de 1910, N° 277

 

 

 

3. Caras y Caretas, 12 de marzo de 1910, N° 597

 

CyC 12-3-1910, n

 

 

 

 

 

 

 

4. PBT, 26 de marzo de 1910, N° 279

 

PBT, 26-3-910, n°279, p

 

5. Caras y Caretas, 16 de abril de 1910, N° 602

 

 

6. PBT, 12 de marzo de 1910, N° 277

 

PBT, 12-3-1910, n°277

 

 

7. La Vida Moderna, 16 de marzo de 1910, N° 153

 

La vida moderna, 16 de marzo de 1910

 

8. PBT, 6 de agosto de 1910, N° 297

 


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Revistas consultadas

 

Caras y Caretas, números 597, 599, 600, 602 y 615. Recuperado de: http://www.bne.es/

La Vida Moderna, números 152 y 153. Recuperado de https://digital.iai.spk-berlin.de/

PBT, números 277, 279 y 297. Recuperado de: https://digital.iai.spk-berlin.de/

 

 

Recibido: 30/06/2021

Evaluado: 11/10/2021

Versión Final: 13/11/2021

 

 



(*) Maestrando en Ciencias Sociales con mención en Historia Social (Universidad Nacional de Luján). Profesor en Historia (Instituto Superior de Formación Docente N° 6). Argentina. E-mail: josemdangelo@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1144-5166

[1] Caras y Caretas fue el medio gráfico argentino, de principios del siglo XX, con mayor continuidad temporal (41 años). Llegó a totalizar un tiraje de 2.139 ediciones y tuvo mayor circulación que cualquier otra revista. Se inició con una tirada de 15.000 ejemplares y en 1910 llegó a imprimir 109.700. Datos obtenidos en Gamarnik (2018, p. 123).

[2] El precio del primer ejemplar de Caras y Caretas, en 1898, fue de 0,25 centavos. Luego, a partir del tercer número se redujo a 0,20 centavos y mantuvo esa cifra hasta el cierre. En Rogers (2008, p. 359).

[3] Argumentando con la finalidad de llamar la atención de potenciales auspiciantes, la revista calculaba en cinco el número de lectores de cada ejemplar impreso. Así, una publicación en 1901 –año en el cual el tiraje rondaba los 50.000 ejemplares– se jactaba de que “puede calcularse en 250.000 personas las que leen el aviso en ´Caras y Caretas´”. En otro número, y planteando una abierta competencia con los periódicos se anunciaba que “un aviso en ´Caras y Caretas´ equivale a siete en un diario, porque se lee toda la semana”. En Rogers (2008, pp. 37-38 y p. 96).

[4] El sistema de impresión en medios tonos o halftone es explicado en detalle por Guerra (2015, p. 126).

[5] Rogers (2008) sostiene que Caras y Caretas participó de un momento de apertura y reformulación hegemónica en la historia cultural. Sus páginas cuestionaron los hábitos relativamente cerrados, restringidos y a menudo sofocantes de la sociedad tradicional, eliminando barreras jerárquicas y se hicieron eco de tendencias reformistas o emancipadoras, rasgos en los que puede leerse tanto la avidez de la incipiente industria cultural por dirigirse a un público amplio como su correspondencia con las demandas sociales de democratización cultural y política” (p. 49).

[6] Estas cuestiones referidas al perfil político de la revista y sus críticas hacia el sistema de partidos es desarrollada en Rogers (2008, pp. 139-147).

[7] La crítica de Gálvez corresponde al año 1903 y es citada en Rogers (2008, p. 14).

[8] Sobre el surgimiento y las principales características de PBT, véase Tarasiuk Ploc, L. y Wiszniacky, M. (2019).

[9] En el contexto de cierre de archivos producido a raíz de la pandemia, estas tres revistas fueron las únicas a las cuales pudimos acceder a través de archivos digitalizados (ver bibliografía). Eso no quita que otras revistas en formato magazine también realizaran una cobertura de la noticia.

[10] En la época, Rodolfo Moreno (1905), criticando abiertamente lo que denominaba como “enfermedades de la política argentina”, sostenía que estos caudillos locales eran la clave para garantizar la efectividad del fraude electoral, el cual “para ser eficaz debe partir de la Municipalidad”. Los “dueños de la situación” eran identificados por Moreno como todo “caudillo que tiene mayoría en uno de esos cuerpos” a la vez que describía a estos como “el propietario de un género nuevo, repudiado por la ley, pero cotizado en la práctica y constituido por el padrón, que en realidad no es otra cosa, que un conjunto de votos de una sección política perteneciente a un caudillo que espera la elección para volcarlos en las urnas del comicio” (p. 67-68). Sobre la relación de estos caudillos con su clientela y su papel dentro de la estructura política, véase Gallo (2002, pp. 105-106) y Castro (2012, p. 41 y pp. 123-124).

[11] Vicente Domingo Loveira (1853-1933) fue el principal caudillo conservador que tuvo Chivilcoy entre fines del siglo XIX y principios del XX. A lo largo de su carrera política, llegó a ocupar numerosos cargos de importancia. Fue intendente durante dos períodos (1899-1900 y 1907-1908), presidente del Concejo Deliberante en forma reiterada, presidente del PAN en la Cuarta Sección Electoral, diputado nacional por la provincia de Buenos Aires y diputado provincial por la cuarta sección electoral de la misma. En 1910, ocupaba el cargo de senador provincial en representación de dicha sección. A partir de los sucesos ocurridos en el Club Social de Chivilcoy en 1910, su carrera política se evaporó rápidamente. Al respecto, véase D’Ángelo (2019).

[12] Fernando Barba (2000) ha sostenido que esta estrategia de Ugarte “parece haber sido sugerida desde la capital por sectores cercanos al gobernador y opuestos al general Roca” (p. 29).

[13] Para ampliar esta cuestión, véase Hora (2001, pp. 65-73). También, para la comprensión de la dinámica política provincial dentro del contexto nacional, Castro (2012, pp. 79-171). En lo que respecta a la consolidación de la figura de Marcelino Ugarte y su estrategia política, Tato (2009).

[14] María Dolores Béjar (2013) ha señalado los factores que explican el rol protagónico que adquirieron estos caudillos. Entre estos, señala la gran autonomía que el marco normativo daba a los municipios frente al gobierno provincial, la estructura electoral dividida en secciones –lo cual posibilitaba el armado de redes políticas a escala regional- y una “equilibrada combinación de favores y coerción” que sustentaba las redes de lealtades construidas por cada caudillo (pp. 310-311).

[15] Rodolfo Moreno (1905) nos ha dejado una detallada explicación, desde la óptica de un contemporáneo, de estos intentos del Ejecutivo por imponerse sobre los caudillos locales y las tensiones que se generaban en las localidades involucradas. Sostenía que “la resistencia de los caudillejos al gobernador, y su lealtad al mandatario saliente, son cosa poco menos que imposible” (p. 87). Y señalaba que “un cambio de autoridades o la falta de protección del gobierno… deja al caudillo reducido a la más mínima de las expresiones, cuando no lo destruye por completo” (p. 88). Al iniciarse las hostilidades entre el gobernador y algún caudillo, se desarrollaba según Moreno un proceso de cambio de lealtades y acrecentada conflictividad local: “en el período de la resistencia, el gobernador explota las odiosidades con que cuenta el rebelde en la localidad en la cual opera y las fomenta, dando los puestos oficiales á los adversarios del mismo… Todo se ha dado vuelta, y es su peculio el que debe atender á las necesidades de sus amigos y á las ligerezas de sus partidarios… Ese sitio por hambre que se realiza en cada localidad, produce descontentos y crea situaciones incomodísimas. La obra de seducción se produce pronto, las resistencias se aflojan y el sometimiento viene ahogando los sentimientos de lealtad. Los pocos que resisten van al ostracismo acompañando al pateado, víctima de su propia invención” (pp. 89-90).

[16] La Argentina, Buenos Aires, 05/03/1910 (Ghiraldo, 1911, p. 201). La obra citada corresponde a un libro publicado por la editorial de Ideas y Figuras –revista de la cual Alberto Guiraldo era director– en 1911 como un homenaje a la figura de Carlos Ortiz. En el mismo, titulado Sangre Nuestra, no solo encontramos una serie de datos referidos a la vida del poeta y su obra, sino que además reúne una recopilación periodística de todas las noticias en torno a su muerte y el proceso judicial que le siguió.

[17] El Debate, Chivilcoy, 09/03/1910 (Ghiraldo, 1911, p. 71).

[18] Según Emile Durkheim (1994 [1893]), la consciencia colectiva es entendida como “el conjunto de las creencias y de los sentimientos comunes al término medio de los miembros de una misma sociedad” (p.104). Es decir, creencias compartidas y actitudes morales que funcionan como una fuerza unificadora; fuerza que se presenta en cierta forma separada y es dominante en comparación con la consciencia individual. Desde la perspectiva del autor, todo asesinato puede ser considerado como una herida infligida sobre la consciencia colectiva de la sociedad. En este marco interpretativo, la pena es vista como una acción tendiente a reparar dicho daño. Véase Durkheim (1994 [1893], pp. 104-111).

[19] La Nación, Buenos Aires, 04/03/1910 (Guiraldo (1911, p. 262).

[20] El Orden, Mercedes, 04/03/1910 (Guiraldo, 1911, p. 221).

[21] La República, Buenos Aires, 06/03/1910 (Guiraldo, 1911, p. 294).

[22] La Verdad, La Plata, 05/03/1910 (Guiraldo, 1911, p. 282).

[23] La República, Buenos Aires, 08/03/1910 (Ghiraldo, 1911, p. 238).

[24] La Argentina, Buenos Aires, 05/03/1910 (Ghiraldo, 1911, p. 275).

[25] La Razón, Buenos Aires, 04/03/1910 (Guiraldo, 1911, p. 271).

[26] La pronta cobertura de las noticias y la facilidad de desplazamiento por parte de los fotógrafos era impulsada, en parte, gracias a la incorporación reciente de nueva tecnología. Para el caso de Caras y Caretas, Cora Gamarnik (2018) nos indica que en 1910 incorporó equipos con cámaras portátiles de placas 9x12 cm, las cuales eran más ágiles y daban mayor libertad tanto para el encuadre como así también para la iluminación o la pose de las personas “en una época en que lo usual era el uso de pesadas cámaras de madera que implicaban grandes limitaciones de movimiento para el fotógrafo” (p. 131).

[27] La Vida Moderna, 09/03/1910, n° 152, pp. 16 y 17.

[28] Para visualizar algunas de dichas imágenes, véase la sección final de este trabajo, Anexo de fotografías y caricaturas, n°1.

[29] La Vida Moderna, 09/03/1910, n° 152, p. 17.

[30] La Vida Moderna, 09/03/1910, n° 152, p. 17.

[31] PBT, 12/03/1910, n° 277, pp. 75 y 76.

[32] Véase Anexo de fotografías y caricaturas, n°2.

[33] Caras y Caretas, 12/03/1910, n° 597, pp. 61-64.

[34] Véase Anexo de fotografías y caricaturas, n°3.

[35] Al hojear varios ejemplares de las revistas aquí mencionadas, encontramos con frecuencia que tras un incidente o suceso trágico los protagonistas que resultaban heridos fueran fotografiados en sus camas. Este tipo de imágenes reflejan, más allá del tono dramático que otorgan, un involucramiento directo y más cercano por parte de estos medios hacia los protagonistas de la noticia.

[36] A los pocos días son detenidos los principales sospechosos. La estrecha relación que estos tienen con Vicente Loveira y el Municipio refuerza el indicio que vincula al oficialismo con el incidente del 2 de marzo. Los detenidos son Juan Gonzáles (cochero de Loveira, quien vivía en la misma casa del caudillo junto a su mujer e hijos), Prisciano Cofré (jefe de la Oficina de Guías de la Intendencia Municipal y hermano del Juez de Paz), José Cúparo, empleado municipal, y Emiliano Barrios, empleado del Registro Cívico. También fue detenido un oficial de policía, Samuel Cabral, quien aparentemente había presenciado el hecho sin perseguir a los asesinos (Autor, 2019, p. 117).

[37] Caras y Caretas, 12/03/1910, n° 597, pp. 62-64.

[38] Véase Anexo de fotografías y caricaturas, n°3.

[39] Las estrofas omitidas a la que nos referimos son las siguiente: “Hacen falta las sombras al caudillo / Como la negra noche a la lechuza: / ¡Es en la sombra que se escuda el pillo / Y es en la sombra que el puñal se aguza!” (Guiraldo, 1911, p. 56). Los versos del poema fueron recuperados, impresos y repartidos al otro día en el marco de la manifestación de protesta. También circularon en algunos medios de prensa que cubrieron la noticia.

[40] Caras y Caretas, 26/03/1910, n° 599, p. 67; y PBT, 26/03/1910, n° 279, p. 77.

[41] Véase Anexo de fotografías y caricaturas, n°4.

[42] La frase de Gómez (2019) refiere particularmente a Caras y Caretas. No obstante, debido a las similitudes editoriales entre una publicación y la otra, consideramos oportuno hacerla extensiva a PBT.

[43] Las cifras indicadas por La Nación y La Prensa, son señaladas en El Debate, Chivilcoy, 22/03/1910 (Guiraldo, 1911, p. 130).

[44] El Nacional, de Buenos Aires, señalaba que el “mitin realizado ayer [20 de marzo de 1910], el cual resultó formado por personas extrañas a Chivilcoy y responsable de algunos diarios de Buenos Aires, los cuales asignaron exageradas proporciones a ese acto, que todo Chivilcoy le ha desconocido ambiente local” (El Nacional, Buenos Aires, 21/03/1910). Este es el único periódico porteño que respaldó la figura de Vicente Loveira y buscó encubrir al oficialismo de las vinculaciones con el atentado. Resulta llamativo que si bien los primeros días cubrió la noticia en sintonía con los demás medios de prensa, luego cambió abruptamente su opinión.

[45] La Nación, Buenos Aires, 06/03/1910 (Guiraldo, 1911, p. 224).

[46] Unos años más tarde, en 1914, la población registrada en el partido de Chivilcoy fue de 35.751 personas. De estas, 12.438 residían en la zona urbana y 10.803 en la de “quintas y chacras” (Argentina, 1916, pp. 167).

[47] Al asumir Inocencio Arias como nuevo gobernador de la provincia (1910-1912), impulsará una serie de intervenciones en varios municipios con el objetivo de combatir el sistema de caudillos diseminado en todo el mapa político de la misma, buscando centralizar y reforzar el poder del ejecutivo. Dentro de este contexto, uno de los municipios intervenidos fue el de Chivilcoy, el cual recién en 1913 se liberó de dicha medida y pudo designar a partir del sufragio sus propias autoridades. Quienes se hicieron entonces con el control de la política local fueron los conservadores que a partir de la muerte de Carlos Ortiz habían promovido la campaña de protesta contra los sectores oficialistas. Alberto Ortiz, hermano del poeta asesinado, accedió al cargo de intendente municipal. Véase Autor (2019, pp. 137-159).

[48] Según Peter Burke, la popularidad de las caricaturas es un claro indicio de la amplia recepción que tenían las mismas en un público general. Esto, según el autor, habilitan al historiador a utilizarlas con cierta garantía para reconstruir unas actitudes o mentalidades políticas perdidas” (Burke, 2005, p. 100).

[49] Véase Anexo de fotografías y caricaturas n°6.

[50] PBT, 12/03/1910, n° 277, p. 95.

[51] Véase Anexo de fotografías y caricaturas n°7.

[52] La Verdad, La Plata, 05/03/1910 (Guiraldo, 1911, p. 282).

[53]Como señalamos anteriormente, diferentes periódicos dieron cuenta del uso de estos conceptos, siendo frecuente encontrar alusiones tales como “el atentado mazorquero de Chivilcoy”, “la mazorca loveirista” o “mazorca caudillista”. Véase Guiraldo (1911, pp. 137-251).

[54] La Vida Moderna, 16/03/1910, n° 153, p. 20.

[55] Por ejemplo, en el caso de Caras y Caretas, la revista solía dedicar particular atención a la política bonaerense y criticaba satíricamente a través de sus caricaturas de portada la política criolla. Al respecto, véase Gómez (2015, pp. 158-194).

[56] Esta sincronía y diacronía, así como también la continuidad establecida entre imágenes o caricaturas publicadas en diferentes ejemplares, es señalado por Diego Guerra (2015, pp. 149-150) en otro contexto de imágenes y en relación a la revista Caras y Caretas, pero válido también en el caso que aquí analizamos en La Vida Moderna. Por otro lado, Sandra Szir (2011) ha sostenido que “la eficacia paródica de la caricatura residía en la descripción de sucesos muy conocidos por el público” (p. 367), lo cual explica que en reiteradas ocasiones dichas caricaturas aparecieran de forma aislada dentro del cuerpo de las revistas.

[57] Caras y Caretas, 02/04/1910, n°600, p. 105.

[58] Caras y Caretas, 16/04/1910, n°602, p. 84.

[59] Véase Anexo de fotografías y caricaturas, n° 5.

[60] Escrito del Dr. Héctor Juliánez a la Suprema Corte solicitando el desafuero del senador Loveira, mayo de 1910, en Guiraldo (1911, pp. 437-438).

[61] Caras y Caretas, 16/07/1910, n° 615, p. 113.

[62] Al examinar los periódicos de la época, por ejemplo La Argentina, podemos ver cómo eran seguidas las diferentes “situaciones locales” de algunos municipios bonaerenses, en donde los casos de Chivilcoy y Bolívar se destacan por la centralidad que adquieren. En esta última localidad, la oposición también venía realizando desde principios de 1910 una serie de manifestaciones contra el caudillismo local que encontraron su punto de partida en una suba de impuestos que, según se sostenía, había trasladado sus costos a los artículos de primera necesidad encareciendo la vida de los pobladores y en particular la de los sectores más vulnerables. Luego de una serie de protestas, el municipio de Bolívar fue intervenido el 19 de junio, día en que se repartió carne gratis a mil personas de la localidad (La Argentina, Buenos Aires, 20/07/1910).

[63] PBT, 06/08/1910, n° 297, p. 84.

[64] Véase Anexo de fotografías y caricaturas, n° 8.