“Mis Apuntes” de Monseñor Bogarín. Una mirada apesadumbrada a la vida política del Paraguay de mediados del siglo XX

 

 

Ignacio Telesca(*)

 

 

Resumen

 

El presente texto tiene la finalidad de presentar y desentrañar un documento en parte aún inédito: “Mis Apuntes”. Este diario personal llevado por Juan Sinforiano Bogarín, obispo y luego arzobispo de Asunción, Paraguay, desde 1895 hasta su fallecimiento en 1949, nos permite incursionar por un lado en el género autobiográfico y, por el otro, en los acontecimientos sociales, políticos y religiosos que vivió Paraguay durante la primera mitad del siglo XX, especialmente durante la década del ’40, a través de los ojos del obispo. Sostenemos que esta obra es una puerta de entrada privilegiada a la persona de Bogarín como a la vida política del Paraguay, especialmente.

 

Palabras Clave: Paraguay; Iglesia Católica; Guerra Civil del 47; Autobiografía.

 

 

 

“Mis Apuntes” by Monsignor Bogarín. A sad look at the political life of Paraguay in the mid-twentieth century

 

Abstract

 

The present text has the purpose of presenting and unraveling a document in part still unpublished: “Mis Apuntes”. This personal diary kept by Juan Sinforiano Bogarín, bishop and later archbishop of Asunción, Paraguay, from 1895 until his death in 1949, allows us to venture into the autobiographical genre on the one hand and, on the other, into the social, political, and religious events that Paraguay experienced during the first half of the 20th century, especially during the '40s, through the eyes of the bishop. We claim that this work is a privileged gateway to the person of Bogarín and to the political life of Paraguay.

 

Keywords: Paraguay; Catholic Church; Civil War of 1947; Autobiography.

 

 


 

“Mis Apuntes” de Monseñor Bogarín. Una mirada apesadumbrada a la vida política del Paraguay de mediados del siglo XX

 

Introducción

 

En el contexto de la futura apertura de la causa de beatificación y canonización del obispo Juan Sinforiano Bogarín (1863-1949) se conformó una comisión especial para estudiar su vida y obra. De entre las primeras acciones que se están tomando se encuentra la catalogación y digitalización del acervo de Monseñor Bogarín constituido fundamentalmente con el material existente en el Archivo de la Arquidiócesis de Asunción (en adelante AAA).

En ese contexto se logró localizar el original de “Mis Apuntes” escrito por Bogarín desde su consagración episcopal en 1895 hasta casi su muerte. Su última nota es de fines de 1947. La obra había sido ya publicada (Bogarín, 1986) a partir de una copia mimeografiada y bajo la edición de Monseñor Agustín Blujaki (1986). De por sí encontrar una pieza original de una obra, aunque editada, es de una importancia singular, pero en este caso el original extiende el texto más allá de lo que la versión editada había llegado, que era hasta el 8 de septiembre de 1937 (Bogarín, 1986, p. 143).

De los dos cuadernos que conforman la obra, sólo se había publicado uno, y éste de manera incompleta. De una primera lectura de la parte inédita se colige la importancia que tendrá la publicación de la obra para comprender la década del ’40 en el Paraguay, marcada por la dictadura de Higinio Morínigo y la guerra civil de 1947, desde los ojos del arzobispo de Asunción, quien fuera también miembro del Consejo de Estado creado por la nueva Constitución de 1940. Su mirada, ya de una persona de 80 años, refleja la tristeza y la angustia por la violencia política de esa década.

Fue la historiadora Liliana Brezzo quien abrió la senda para los estudios de los escritos íntimos en la historiografía paraguaya a partir de sus trabajos sobre el “Libro de anotaciones diarias” del intelectual paraguayo Juan E. O’Leary (Brezzo, 2017; 2018; 2021) recientemente publicado (O’Leary, 2018). Son varios, igualmente, los escritos biográficos con los que contamos de referentes intelectuales de entre fines del siglo XIX y mediados del XX. Cada uno escrito con un fin diferente.

Fidel Maíz (1986 [1919]) con sus Etapas de mi vida realizó un racconto de su peregrinar para responder a las acusaciones que le había formulado Juan Silvano Godoy. “No rememoro los episodios de mi vida pasada por pura egolatría” nos dice Maíz en su introducción, “lo hago obligado por injustos ataques, ejercitando el sagrado derecho de la legítima defensa” (Maíz, 1986, p. 17). Tenía claro que escribía para las generaciones futuras, y de esa manera concluye su introducción: “tengo la convicción de que hago historia y de que la posteridad ha de comprobar punto por punto, la veracidad de todas mis afirmaciones” (Maíz, 1986, p. 22).

Fidel Maíz fue una de las figuras más importantes de las que atravesaron la guerra contra la Triple Alianza (1864-1870) y en ambos momentos jugaron papeles centrales (Velázquez Seiferheld, 2018). Su escrito versa sobre dos décadas de su vida, 1862-1880, que responden a las acusaciones de Godoy. No se inicia con su infancia ni atraviesa las cuatro décadas que le tocó vivir tras 1880. En ciertos aspectos está más cercano al estilo de Bogarín en sus apuntes, como veremos luego.

Otras memorias publicadas, aunque de manera póstuma, fueron las Ramón Indalecio Cardozo (1876-1943), que se publicaron en 1991. Cardozo fue un importante pedagogo, Director General de Escuelas desde 1921 hasta 1933 y generador de la Reforma Educativa en 1924. Su obra Mi vida de ciudadano y maestro recoge fundamentalmente su transitar por la actividad docente y el escrito finaliza en 1939. Es más bien la vida de un funcionario público donde hay poco espacio para la intimidad, aunque no faltan momentos personales como el fallecimiento de su pareja Juana Sosa Ortigoza, “Juanita” (Cardozo, 1991, pp. 141-142).

El Diario íntimo de Juan E. O’Leary, publicada recientemente su primera parte, es otro tipo de material. Como su nombre lo indica se trata de un diario que conservó desde el 1 de enero de 1907 hasta el 24 de agosto de 1960 con un hiato entre 1920 y 1936. “El conjunto abarca más de un millar de páginas en las que intercala apuntes particulares con recortes de prensa, cartas de numerosos corresponsales, fotografías y tarjetas postales” (Brezzo, 2018, p. 28). Brezzo distingue entre ambos momentos siendo el primer tomo (1907-1920, el único publicado hasta ahora) un diario de carácter íntimo donde se recogen “las vivencias de su mundo emocional” mientras que los siguientes tomos que van desde 1936 hasta 1960 los cataloga como “personal-documental” (Brezzo, 2018, p. 30).

En este artículo nos detendremos particularmente en analizar la obra “Mis Apuntes” comenzando desde su materialidad. Luego compararemos la versión editada con el original para detenernos luego en la temporalidad de la escritura y en sus destinatarios. Una tarea nada fácil será catalogar la obra dentro de las distintos sub-ítems del género autobiográfico. En un segundo momento, incursionaremos sobre la mirada de Bogarín a la década del 40, es decir, sobre el segundo tomo aún inédito.

Veremos primero el texto de Juan Sinforiano Bogarín, pero previamente ubiquemos a nuestro personaje en el contexto que lo tocó vivir.

 

Sobre Monseñor Bogarín

 

Juan Sinforiano Bogarín nació el 21 de agosto de 1863 en Mbuyapey y quedó huérfano prontamente. Su padre falleció en la trinchera durante la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870) y su madre en 1869 a causa de la viruela. Se mudó junto a su familia a Limpio, localidad cercana a Asunción, y en 1880 se incorporó al recientemente creado Seminario Conciliar formando la primera cohorte de seminaristas (Telesca, 2007). Fue ordenado sacerdote en abril de 1886, con 22 años, y designado cura párroco de la Iglesia Catedral además de secretario del obispado. Fallecido el obispo Pedro Juan Aponte en 1891, Bogarín, tras un largo proceso, fue consagrado como su sucesor en febrero de 1895, contaba con 31 años. En 1899 realizó su primera visita ad limina coincidiendo con el Concilio Plenario de América Latina.[1] En 1908, con Pio X, y en 1914, con Benedicto XV, repitió estas visitas.

De las actividades más importantes desarrollada por Bogarín durante su episcopado se encuentran las visitas pastorales, en las cuales pasaba largos meses en interior de la república. La primera visita la inició a los tres meses de haber sido consagrado obispo comenzando por Arroyos y Esteros, parroquia en la que se desempeñaba Fidel Maíz.[2] Este último, en un escrito de 1913 en conmemoración de los cincuenta años de vida del Bogarín señala que el obispo hasta esa fecha había recorrido un total de 3.847 leguas confirmando a 227.844 personas, autorizado 6.1814 matrimonios y ordenado de presbíteros a 22 paraguayos y 13 extranjeros (Maíz, 1913, p. 11).

El obispado de Asunción, el más antiguo en la región del Plata, era la única diócesis en el Paraguay y era sufragánea de la de Buenos Aires desde 1865. La situación continuó hasta 1929 en que se creó el Arzobispado de Asunción y desde 1930 Bogarín fue su primer arzobispo, en que continuó hasta su fallecimiento en 1949 (Hayn Schupp, 2001; Fernández Valiente, 2020).

 

Mis Apuntes

 

Durante su vida llevó una especie de diario, al que denominó “Mis Apuntes”, donde recogía su mirada sobre ciertos acontecimientos entre personales, eclesiales y políticos. No se registra un ‘día a día’ sino que a partir de ciertas marcas textuales de temporalidad se puede apreciar cortes en su relato. Se publicó por primera vez en 1986 y el relato transcurre hasta 1937. Sin embargo, se ha encontrado recientemente el documento original en donde se incluye, además de lo editado, unas páginas que corresponden a sus primeros años, escrita en 1941, y un segundo cuaderno que extiende la narración hasta sus últimos días.

Además, en nuestras investigaciones en el Archivo de la Arquidiócesis hemos encontrado otro material correspondiente muy posiblemente a esta obra, de 1929, entre sus correspondencias; esta última, además de rica y numerosa, nos permite poner en diálogo ambos juegos de documentaciones.

 

Materialidad

 

El documento “Mis Apuntes” consta de dos cuadernos:

1er cuaderno: tapa dura, carillas con 20 renglones numeradas en ambas caras, del 1 al 196 (98 hojas). El cuaderno se inicia en el “año 1891” y concluye con la anotación del 7 de diciembre de 1940.[3]

En este primer cuaderno hay añadido un cuadernillo de 5 hojas sin renglones, numeradas a mano en el recto (del 1 al 4, la quinta sin numerar). Este añadido está firmado en “Asunción de 1941” y escrito “por insinuación reiterada de un sacerdote”. Versa sobre sus primeros años hasta llegar consagrarse obispo.

2do cuaderno: tapa dura, carillas con 20 renglones numeradas a mano en el recto hasta la 40, las cinco siguientes sin numerar. La primera hoja sin numerar. En total 46 hojas. Se inicia el 29 de octubre de 1940 y concluye sin fechar, pero narrando acontecimientos de la revolución civil de 1947. La última entrada fechada es la de “Agosto 11 de 1947” (Mis Apuntes, Tomo II, f. 40v).

“Apuntes”:

En el Archivo de la Arquidiócesis de Asunción, sección Cartas Particulares, Tomo III, 1926-1929, de la foja 48 a la 56 (sólo escrito en recto) existe un documento con el título “Apuntes” que relata las gestiones realizadas por Bogarín en su estadía en Buenos Aires para conseguir una documentación relacionado con los derechos del Paraguay sobre el territorio del Chaco.

Está subdividido en cuatro secciones: la primera pareciera concluir el 12 de marzo de 1929 (ff. 48-53); la segunda el 17 u 18 de marzo (ff. 53-54); la tercera hacia el 3 de marzo (f. 54); la cuarta y última antes de su regreso final a Asunción, hacia el 10 de abril (ff. 55-56).

En “Mis Apuntes” no figura ningún dato ni sobre este viaje ni sobre este año. En el Tomo I se salta del 3 de febrero de 1928 al 7 de junio de 1930 (Mis Apuntes, Tomo I, pp. 156-157).

Podríamos plantear como hipótesis que esta sección figura fuera de los cuadernos puesto que el obispo se encontraba de viaje, sin forma de tomar ‘sus apuntes’. Por otro lado, al ser una tarea que iría a beneficiar al Estado paraguayo es probable que haya transcripto a máquina sus memorias para poder compartirlas con algún representante del Estado, mostrando sus diligencias.

 

La historia del documento editado y del original

 

Según consigna Agustín Blujaki (1986) el manuscrito original se perdió cuando falleció su depositario, Monseñor Ramón Bogarín Argaña,[4] sobrino de Juan Sinforiano.[5] Por otro lado, “nos consta”, afirma Blujaki,

 

que Monseñor Juan Sinforiano Bogarín, accediendo al pedido de un sacerdote a quien mucho estimaba, le proporcionó los originales manuscritos para su lectura. Los religiosos de dicha comunidad, encontrándolos muy interesantes, se permitieron sacar copias, una de las cuales fue a parar en poder del coronel Arturo Bray. Reproducción de este ejemplar es el que actualmente se tiene a mano. (Blujaki, 1986, p. 8).

 

Con esta copia es que se realizó la primera edición de 1986.

Arturo Bray (1898-1974) fue un militar paraguayo, quien alcanzó el grado de coronel de infantería. Fue combatiente en la Primera Guerra Mundial y en la Guerra del Chaco (1932-1935). Ocupó diferentes cargos en la administración pública paraguaya como los de Jefe de Policía de la Capital, Ministro del Interior y Embajador ante España y Portugal. Con el gobierno de Higinio Morínigo (1940-1948) se exilió en Argentina donde desarrolló una extensa labor literaria. Regresó al Paraguay en 1969 falleciendo cinco años más tarde.

Podríamos plantear, como hipótesis, que Bray se hizo con una copia de las memorias hasta el momento de partir para Europa como embajador y por eso llega el relato hasta 1937. De hecho, existe un hiato entre la nota del 8 de septiembre de 1937 (donde termina el texto publicado) y la siguiente que corresponde al 14 de octubre de 1938 (“Mis Apuntes”, Tomo I, pp. 188-189).

De hecho, en el libro segundo de su obra Hombres y épocas del Paraguay, publicado en 1957, Arturo Bray dedica un capítulo a la biografía de Monseñor Bogarín (Bray, 1986, pp. 152-182). En este texto cita “las Memorias inéditas de monseñor Bogarín que él tituló Mis apuntes” (Bray, 1986, p. 176) y utiliza un largo comentario del obispo sobre el paraguayo (que se encuentra en Bogarín, 1986, pp. 96-102 y en “Mis Apuntes”, tomo I, pp. 126-134).

Recientemente se ha encontrado el manuscrito original en una colección privada del Paraguay. Se adquirió antes que fuese subastado en Buenos Aires. Quien por primea vez publicó material inédito de este manuscrito fue Nora Gauto Fernández. En la obra titulada Monseñor Bogarín en que se incluyen tanto el texto de Justo Pastor Benítez “Lucero del Paraguay” (Benítez, 1961) como el artículo de Carlos Alberto Heyn Schupp (Heyn Shupp, 2000) se transcribe por primera vez el cuadernillo adosado al primer cuaderno donde Bogarín relata sus primeros años de vida hasta la consagración episcopal, a pedido de un sacerdote. El texto está fechado en 1941 (Gauto Fernández y Haro Requena, 2017, pp. 79-84).

Fue la misma Nora Gauto quien puso en contacto a miembros de la Comisión con los poseedores del documento y accedieron a que se realizara una digitalización del mismo. Actualmente, se encentra en proceso de transcripción literal para una pronta publicación.

 

Comparación entre el manuscrito y el texto publicado

 

Recientemente el sacerdote e historiador Hugo Fernández encontró en el Archivo de la Arquidiócesis de Asunción una fotocopia de una transcripción del original, con la firma de Blujaki. Sin embargo, con esta copia no podemos apreciar quien fue el autor de los cambios, muy posiblemente el mismo Blujaki aunque no tenemos otra documentación para confrontar esta hipótesis.[6]

Es más, en la ficha técnica del libro se aclara: “Copia de los originales facilitada por la Curia Metropolitana” y en la página 17 se inserta una foto de la portada con membrete del Obispado de Asunción, título de la obra “Mis Apuntes” y la firma del obispo, todo en manuscrita como si fuera un original. En síntesis: tendríamos, al menos, la copia de Arturo Bray más la copia del Arzobispado.[7]

El texto editado está dividido en catorce capítulos y cada uno de estos con diferentes subtítulos. Como es de imaginar, esa división en capítulos no está en el original, aunque sí suele introducir títulos a lo largo del texto que en la versión editada se utilizaron como subtítulos o divisiones de capítulos. No siempre, ni de la misma forma. Veamos lo referentes al primer capítulo.[8]

En la versión editada se inicia la obra con el capítulo I y como título del mismo “Mi designación como obispo”. Nada está en el original, que empieza con el “Fallecido Monseñor Pedro Juan Apone -año 1891- de feliz memoria…” (Bogarín, 1986, p. 19; Mis Apuntes, Tomo I, p. 3). Bogarín subraya bastante su texto de manera de resaltar las ideas importantes, lo que en la versión editada se reemplazó por el uso de la cursiva. También, en el original se suele utilizar una raya horizontal corta para separar momentos (que pueden ser de momentos cronológicos de escritura o conceptuales). Estas líneas por lo general se repiten, pero no siempre. No se respeta, por ejemplo, la primera vez que aparece en el original (Mis Apuntes, Tomo I, p. 9).

El primer subtítulo que aparece en la versión editada no cumple ese rol en el original “Léase bien lo que sigue” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 10, subrayado en el original; Bogarín, 1886, p. 23). Sin embargo, en el siguiente acápite que se ve en el original, parecido al anterior, no se sigue en la versión editada: “¡Ojo!” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 22, doble subrayado en el original).

El capítulo II “Empieza el vía-crucis” es sí un acápite en el original pero sin ser una indicación de capítulo (Mis Apuntes, Tomo I, p. 30, subrayado en el original; Bogarín, 1986, p. 37). En los primeros párrafos se notan pequeñas diferencias de formato: dos párrafos en el original que se convierten en uno en la versión editada, una separación con raya horizontal que no aparece en la editada.

El capítulo III de la editada llama la atención donde comienza. El título es “La bubónica”, pero en el original forma parte de un acápite previo titulado: “Regreso de Roma. Intrigas. Bubónica. Conflicto.” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 41, subrayado en el original). En la versión editada esto último quedó como el último subtítulo del capítulo II, pero levemente modificado: “Regreso de Roma. Intrigas y conflicto” (Bogarín, 1986, p. 43).

En este capítulo encontramos un cambio un poco más llamativo que sí nos estaría hablando posiblemente de una edición en la copia misma. En la versión editada se añade una nota al pie, como del mismo original, que no existe en el manuscrito. Es más, lo que sigue tras donde va el superíndice de la nota en el original está en párrafo separado y entre doble paréntesis (Bogarín, 1986, p. 56 // Mis Apuntes, Tomo I, p. 63).

A la inversa, donde en el original sí se añade una nota en la versión editada no se la tiene en cuenta y se la incorpora en el texto como si fuera parte del cuerpo principal (Mis Apuntes, Tomo I, pp. 155-156; Bogarín, 1986, pp. 117-118).

El capítulo IV se inicia con el título: “Revolución y revoluciones” que no aparece en el original. En este último sólo hay una línea horizontal para separar lo que en la versión editada se termina e inicia un capítulo (Bogarín, 1986, p. 59 // Mis Apuntes, Tomo I, p. 66). En esa misma página en la versión editada se añade al inicio del segundo párrafo: “La revolución triunfó y pasó el tiempo. Un día”.

Las diferencias entre ambos textos continúan del mismo estilo. Podemos apreciar un pequeño cambio en el texto en el capítulo V. En el original se lee:

 

No tomé la fecha, ni me interesa, en que el Coronel Jara fue derribado de la presidencia y le sucedió Liberato M. Rojas. Variadísima es la suerte del Paraguay que llegó a tener como Presidente hasta á un Liberato Rojas… (Mis Apuntes, Tomo I, p. 92, subrayado en el original).

 

Mientras que en la versión editada tenemos: “No tomé la fecha, ni me interesa, en que el Coronel Jara fue derribado de la presidencia y le sucedió Liberato M. Rojas. Variadísima es la suerte del Paraguay…” (Bogarín, 1986, p. 76). Dejando sin transcribir las últimas palabras, la explicación de lo ‘variadísimo’ de la suerte del Paraguay.

Podemos apreciar que en lo que refiere al contenido en sí no hay variaciones mayores y las existentes son mínimas y no afectan a la comprensión.[9] Quizá, donde mejor note la edición de la copia sea cuando Bogarín comenta el suceso, antes de ser ordenado obispo, en que se le acusaba de seducir a la hija de Pedro (alias Perico) Alfaro. En la versión editada no aparece el apellido de la familia sino simplemente “N.N” (Bogarín, 1986, p. 23). Si la copia se hizo en la década del 30 es muy probable que la señorita en cuestión aún siguiese viva y fuera necesario cuidar su reputación.

Ahora bien, al dividir el texto en capítulos con títulos determinados se orienta la lectura de una manera particular, haciéndole añadir énfasis donde el original no lo tenía. No pareciera que haya sido Blujaki quien hiciera las correcciones, lo que nos llevaría a plantear, como nueva hipótesis, que hubo una mano entre el original y la copia que llega a Bray, mano que hubo realizado algunas correcciones y rearmado el contenido. ¿Con el beneplácito del obispo? ¿Cómo su secretario? Todo queda aún en preguntas.

Finalmente, dejar constancia que Agustín Blujaki era consciente que esta copia con la que contaban estaba incompleta. “Nos resistimos a creer que Monseñor Bogarín haya interrumpido sus “Apuntes” doce años antes de su muerte” señalaba en su prólogo y añoraba lo que pronto se hará realidad: “Ojalá que alguna vez aparezca el texto completo, que borre la impresión final de una historia viva pero incompleta.” (Bogarín, 1986, p. 11).

 

Temporalidad de la escritura

 

A diferencia del Diario de O’Leary, Mis Apuntes no dispone de una referencia cronológica precisa del momento de la escritura. La narración comienza en 1891 cuando falleció Monseñor Aponte, pero es claramente un relato escrito a posteriori de los acontecimientos. Por ejemplo, cuando comienza a narrar sobre su toma de posesión hace referencia del estilo:

 

Convencido como estaba de que la fe religiosa de los fieles estaba muy debilitada en la diócesis, resolví efectuar las visitas pastorales, en forma de verdadera misión, a los pueblos de campaña, dos veces cada año. El resultado de los trabajos realizados se constará en el “Libro de Visitas Pastorales” (Mis Apuntes, tomo I, p. 30, subrayado en el original).

 

Renglones más abajo explicita “A mi regreso de la segunda Visita Pastoral, publiqué una pastoral-circular…” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 31). La segunda visita se realizó desde el 20 de agosto al 10 de diciembre de 1895. Luego referencia otras fechas como “el 31 de enero de 1896”, “en abril del mismo año” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 31), “el segundo semestre de 1897” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 33), “octubre de 1898” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 35) y así para 1898 y 1899 narrando su viaje a Roma y su respectivo regreso.

Es recién en 1900 en donde aparece una primera nota temporal que indique el momento de la escritura: “Sepan todos -Dios es testigo- que hasta este momento que estoy escribiendo mis apuntes -año 1900- jamás he tenido asesor ni consejero civil para el gobierno de mi diócesis…” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 54, subrayado en el original).

El texto continúa sin dar fechas precisas, salvo referencia de hechos por lo que se puede suponer que se fue escribiendo ocasionalmente, refiriendo acciones importantes al obispado o a la Iglesia en relación con los acontecimientos del país.

Comenta el golpe de Estado del 9 de enero de 1902 (Mis Apuntes, Tomo I, p. 65; en el original dice 1901). Dos párrafos más adelante, se refiere al Estado de Sitio del 8 de agosto de 1904 (p. 66) y tras otros dos más ya estamos en marzo de 1907 (p. 66).

No se hace tan esporádico en las páginas siguientes, pero de igual manera va narrando hechos puntuales poniendo fechas como referencias y separando con líneas horizontales breves dichas narraciones. Así tenemos como bloques referenciados “diciembre de 1907”, “el 26 de abril de 1908”, “el tercer día después de mi llegada, 21 de septiembre de 1908” y “en la primera quincena de Enero de 1909” (Mis Apuntes, Tomo I, pp. 69-73).

Inicia un acápite con “Año 1910” pero todo se resume en tres momentos que ocupan dos carillas y media. Igualmente, ya comienzan a aparecer marcas temporales más precisas, sean éstas referencias a fechas o a través de tiempo verbales: “hoy 13 de mayo de 1910. Veré el resultado…” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 89). Más adelante señala: “Desde la paz del Pilcomayo -12 de diciembre de 1904- hasta el momento en que estoy escribiendo mis apuntes -14 de marzo de 1911- el Coronel Jara es el VI Presidente.” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 92, subrayado en el original). “El día 20 -hoy- … me dijo que el Presidente me recibirá mañana -21 de diciembre- á las 10 a.m.” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 99-100).

La primera vez que aparece una fecha al terminar un espacio entre dos líneas de corte es el 10 de agosto de 1913 (Mis Apuntes, Tomo I, p. 117). La aparición de las fechas será más constante a lo largo del primer tomo[10] y lo concluirá añadiendo firma y fecha: “Asunción Diciembre 7 de 1940” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 196).

El tomo II de Mis Apuntes culmina casi cada entrada con la firma y la fecha en que fue escrita. Abarca muchos menos años que el tomo I (desde el 29 de octubre de 1940 hasta finales de 1947) y la distancia temporal que hay entre entrada y entrada es también menor que la existente en el primer tomo.

 

Destinatarios y objetivos de Mis Apuntes

 

Cuando una obra de este estilo se escribe a lo largo de cinco décadas es muy probable que los destinatarios pensados por el autor vayan variando. Lo que se escribe con 37 años no es lo mismo que lo que se escribe teniendo más de 80 años. Pensar en los destinatarios es seguramente preguntarse por las razones del testimonio propiamente dicho. El ‘para quién’ va de la mano del ‘para qué’. Lo primero puede ser, quizá, rastreado en el texto, lo segundo es más complejo.

Es claro que Bogarín pensaba en futuros lectores. Una primera referencia directa se puede leer en la página 42 en que dice: “y quien tenga la paciencia de leer mis apuntes…”. Sin embargo, desde las primeras páginas se nota como una especie de complicidad con el lector, un deseo de establecer un pacto de lectura, entrar en confianza. En la página 10 podemos apreciar un “Léase bien lo que sigue”, introduciendo una nueva sección.[11] No está dirigida a sí mismo, ciertamente, sino a un otro diferente con quien entabla un diálogo. Más adelante introduce un “¡Ojo!” con doble subrayado, una clara llamada de atención (Mis Apuntes, Tomo I, p. 22).[12]

No es, claramente, una escritura intimista, en donde Bogarín escriba para sí mismo. No se habla a él, no dialoga consigo mismo. Al narrar, por ejemplo, las primeras peripecias antes de ser designado obispo y comentar su rechazo a la mitra culmina una sección con las palabras latinas: “In hoc non mentior” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 10, subrayado en el original). No hacía falta insistirse que decía la verdad.

Es muy difícil plantear hipótesis teniendo sólo como base el manuscrito escrito y sin ninguna otra referencia para contrastar. Sin embargo, por la redacción suelta de las primeras páginas y por los cortes abruptos que se experimentan tras el año 1900 se puede sostener que monseñor Bogarín, por una razón u otra, se vio en la necesidad de narrar lo vivido hasta ese año de 1900. Se puede intuir que se vio cada vez más involucrado en la política local, donde los registros escritos eran mínimos, que necesitó auto dejarse una memoria, un testimonio, un documento que atestigüe su conducta.

Desde el mismo título del cuaderno “Mis apuntes – año 1891” (en la portada y en la etiqueta) se puede intuir que el “proyecto Bogarín” era diferente a lo que luego terminó resultando. Él no comienza a escribir en 1891, sino que, desde allí, desde el fallecimiento de Monseñor Aponte, se inicia el relato. ¿Por qué le puso ese título?

Las primeras sesenta páginas se presentan entonces como un relato unitario, no tanto porque haya sido escrito de un tirón, sino porque se nota un desde cuándo y desde qué circunstancias está escrito. Estas primeras páginas están compuestas de escrituras hechas en diferentes momentos. Se nota por las líneas horizontales breves que separan sección de sección, por los cambios de trazo de la escritura y a veces por el cambio de tinta. Sin embargo, no son escritos al momento de los hechos ni días posteriores, sino tras años transcurridos estos.

Si bien el tono en general de “Mis Apuntes” es coloquial y llano, en estas primeras páginas se permite el obispo Bogarín comentarios muy personales que más bien se compartirían con una persona cercana y no teniendo en vistas a un público en general. En esta línea se puede mencionar lo referente al sacerdote Narciso Antonio Palacios, el otro ternado para ser designado obispo y muy deseoso, según Bogarín, de serlo. Lo mismo puede decirse de la mención del nombre de Pedro Alfaro que señaláramos previamente. Incluso llama la atención que relate el caso en sí. Es claro que para 1900 todos lo tendrían aún presente, de nada serviría ocultarlo, pero es sintomático que en ninguna de las biografías posteriores se lo mencione, siquiera al pasar.

A partir del cambio de siglo los relatos se hacen más breve y entrecortados. Luego se retoma el largor que venía utilizando en las primeras páginas, pero su objeto es eminentemente referirse a su participación en el acontecer político, en especial en esa primera década del siglo XX. Claramente, escribe “para la historia” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 88, subrayado en el original), dando testimonio, dejando registro. A lo político se suman sus visitas pastorales o la creación de la misión con los indígenas kaiguá por parte de la congregación del Verbo Divino. Pero esto último, siempre en relación con las peripecias que tuvo que realizar para que el gobierno garantizase un pedazo de tierra para la misión.

Esto se ve aún mejor en la una nota que escribe el 3 de febrero de 1917 cuando se cumplían veintidós años de que fuera consagrado obispo. Expresa que en dicha ocasión quería “hacer constar en mis apuntes la vida que he llevado en esos largos años” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 119, subrayado en el original). Esa “vida” que comparte no es su ser interior, su espiritualidad, sino que en las siguientes cinco carillas se refiera a los sinsabores económicos a causa del escaso presupuesto que los diferentes gobiernos le fueron adjudicando. Se registra la relación Iglesia-Estado en lo que hace al presupuesto para el culto.

Donde introduce un tema nuevo, diferente a lo que venía narrando y fuera de lo común para el género que venimos trabajando, es a fines de la segunda década cuando realiza una especie de sociología-etnografía rural. De la página 126 a la 134 monseñor Bogarín realiza un excursus sobre “El Paraguayo”.

Interesante notar que añade una nota al pie, a posteriori, indicando donde más vuelve a referirse al tema “(1) véase páginas: 150-151-152 y 153. Vide etiam pág. 189” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 126). El “vide etiam…” está escrito con otra tinta, es decir, añadido posteriormente.[13]

¿Quién es el destinatario posible de estas reflexiones? Bogarín aclara que “mi conciencia me dice que puedo consignar en mis apuntes el modus essendi del paraguayo, pues, he rozado mucho con mis compatriotas y he tenido siempre marcada inclinación, más aún, gusto en observar sus vueltas, sean estas buenas ó malas.” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 126, subrayados en el original).

Esto nos reafirma en nuestra idea de los diferentes momentos de escritura por la que atravesó Monseñor Bogarín a la hora de construir sus apuntes. Esta situación se ve aún más reflejada en el Tomo II de “Mis Apuntes”. Con el paso de los años, que atestigua también su caligrafía, monseñor Bogarín ya escribe para ser leído tras su muerte. En la siguiente cita podemos vislumbrar el talante que se repite a lo largo de este cuaderno.

 

Como estos Mis Apuntes -que se verán después de mi fallecimiento- causarán, á más de uno, escozor, constataré hoy algo que debiera causar escozor a más de veinte. La verdad hay que decirla para que alguna vez se sepa que ella no ha estado oculta para todos. (Mis Apuntes, Tomo II, f. 14v., subrayados en el original).

 

Esta nota del 5 de octubre de 1942 se refería a la situación calamitosa en que el arzobispo veía la realidad social, política, económica y moral del Paraguay.

A fines de ese año anota, por primera vez en su obra, un sentimiento íntimo, aunque relacionado con la situación política del país. Comenta que “desde unos días á esta parte, me persigue un presentimiento -que no sé á qué obedece- de algo grave que va á ocurrir en el país. No sé ni puedo suponer lo que pueda suceder.” (Mis Apuntes, Tomo II, f. 18v.).

A diferencia del primer tomo, en éste el obispo comparte más sus sentimientos, cómo los acontecimientos le afectan internamente. Cuando el gobierno adeudaba a las diócesis la mensualidad por todo el año de 1942, Bogarín se preocupaba por el funcionamiento del Seminario: “En este momento estoy en una duda inquietante de si ¿podrá funcionar el Seminario en el presente año?” (Mis Apuntes, Tomo II, f. 23r.).

La primera vez que se comparte una oración fue el día previo a las bodas de oro episcopal, el 2 de febrero de 1945. Su entrada la titula “Meditación”. Es breve, pero se pregunta si en los cincuenta años de vida de obispo

 

no habré hecho mis no pocos trabajos con muchas imperfecciones…? Que, si no los han inutilizado, habrán disminuido en mucho, los méritos que estaba obligado a ganar… Este pensamiento no deja de preocuparme y pido de corazón, a mi Dios que me perdone todas las faltas con que habré cumplido mis obligaciones de sacerdote y obispo, a fin de no perder mi salvación. (Mis Apuntes, Tomo II, f. 36r.).

 

Las últimas fojas del cuaderno las dedica a los sucesos de la guerra civil de 1947. Son duros, destilan tristeza. La letra va haciéndose cada vez más ilegible. Incluso transcribe un borrador de carta pastoral que sus colaboradores creyeron conveniente no publicar. Y al leerla un puede comprender el por qué.

 

¿Cómo catalogar la obra?

 

En una obra de reciente aparición sobre la memorialística latinoamericana, Sergio Miceli y Jorge Myers realizan, en su introducción, un rico estado del arte sobre este género de la escritura (Miceli y Myers 2016-2017).[14] Más que como obra literaria, estos autores están más interesados en analizar las memorias como prácticas sociales, es decir, obras individuales inscriptas en y fruto de una determinada realidad social.

Una primera distinción en estas escrituras del yo (a la que los autores se refieren como periautografías, utilizando una expresión de Giambattista Vico) se puede realizar entre el diario personal y la autobiografía. La primera tiene como característica propia la espontaneidad y el de la continuidad cronológica. Se registra al día lo que surge en ese momento sin pensar tanto en otro lector: “la ilusión de la transparencia absoluto irradia de sus páginas” (Miceli y Myers 2016-2017, p. 12). La autobiografía, por el contrario, ha sido pensada para ser publicada (al menos implícitamente) y posee una estructura determinada y, lo más importante, una clave interpretativa de la propia vida.

Entre ambas maneras de relatar la vida se encuentran otras modalidades entre la que podemos destacar el alegato que se realiza en defensa propia (donde enmarcaríamos, por ejemplo, la obra de Fidel Maíz) o la confesión cuyo modelo arquetípico es la de San Agustín. Se diferencian fundamentalmente del diario en que están destinadas para otro. El caso de Etapas de mi vida de Maíz, es claro su interlocutor: Juan Silvano Godoy, pero también da testimonio ante la sociedad toda. La confesión, por su parte, se dirige también a un confesor que lee/escucha (real o imaginado) y a la divinidad, de quienes se espera una especie de absolución.

Más cercanas a la autobiografía se encuentran las memorias. Aunque muchas veces se las identifica, estas últimas no tienen por qué seguir un orden cronológico y están pensadas para dar explicación de un accionar determinado.

Más relacionado con el diario personal, los autores introducen también a la correspondencia personal como un género que indaga (produce) en el yo. De cierta manera, cada carta puede ser leída como una microbiografía, un testimonio puntual de la persona que escribe. Llaman la atención sobre la necesidad, en el caso de su existencia, de hacer dialogar al diario personal con las correspondencias, enriqueciéndose mutuamente.

Podríamos postular que Monseñor Bogarín, como actor y productor escriturístico, forma parte del grupo de intelectuales que dieron vida a una nueva identidad paraguaya generada en los tiempos posbélicos. Aunque esta formulación implicará un estudio pormenorizado de sus pastorales y diálogos (epistolares y periodísticos) con el entramado intelectual y político del Paraguay de principios de siglo XX.

Su obra, como señalábamos en la introducción, se emparenta con las que se produjeron por esos años, aunque tampoco se terminaron publicando en vida de los autores, salvo el texto de Fidel Maíz que tenía un tinte claramente de alegato de defensa.

Sergio Miceli y Jorge Myers sostienen que entre 1880 y 1920 se dio un crecimiento de la producción memorialística en Hispanoamérica siendo uno de los tópicos “aprehender algo de los secretos del poder” (Miceli y Myers, 2016/2017, p. 23). Lo mismo ocurrió con el género ‘diario personal’ que fueron concebidos ya para ser publicados.

No se encuadra “Mis Apuntes” ni en una ni otra categoría, pero es importante tomar en cuenta el espíritu de época que reinaba y al que Paraguay no sería refractario.

No es fácil tampoco enmarcar el escrito de monseñor Bogarín. No es un diario íntimo como el de O’Leary ni una biografía como la de Cardozo, menos una confesión al estilo de San Agustín. Pero de todas ellas se pueden encontrar vestigios en “Mis Apuntes”.

En Bogarín descubrimos una intencionalidad de contar ‘lo que verdaderamente pasó’, pero esto en relación con su accionar como obispo. Hacia el final de sus días y con los acontecimientos trágicos de la guerra civil del 47 comenta sí acontecimientos ajenos al devenir eclesiástico, pero hasta ese momento siempre son las contingencias Iglesia-Estado las que son narradas, siendo él uno de los protagonistas.

Igualmente, como venimos repitiendo, los objetivos del primer Bogarín no parecen ser los mismo que los del último. Si lo que planteamos como hipótesis de trabajo es cierta, que Bogarín comenzó a escribir en 1900 recuperando la última década, esta primera parte deberíamos considerarla incluso dentro del género memorialístico. Aún nos restaría comprender la razón y necesidad de este escrito como también el por qué privilegio este aspecto, que podríamos llamar institucional, de su vida.

A partir del cambio de siglo la obra comienza a adquirir el formato de diario, aunque la temática permanece sin variantes. Sin lugar a duda, la parte aún inédita de “Mis Apuntes” (el segundo cuaderno) nos brinda una imagen diferente del obispo y de la obra. Se descubre a un clérigo que comparte cómo le afecta en su ser lo que ocurre más allá de su institución. Una persona que se anima a compartir su rezo, sus dudas. Menos rígido y más íntimo que en el primer cuaderno.

Es un testimonio personal que se objetiva al hacerse escritura, “se construye en el texto” señala Liliana Brezzo (2021, p. 183). Cuando este testimonio se convierte en objeto social y por lo tanto histórico (Miceli y Myers, 2016/2017) la obra cobra una importancia superlativa para la historiografía paraguaya. Por la persona que testimonia y por sobre lo que testimonia.

 

Las preocupaciones de Monseñor Bogarín en la década del 40

 

Los años cuarenta en Paraguay se caracterizaron por la vigencia de un gobierno autoritario dirigido por el general Higinio Morínigo con el apoyo de las fuerzas militares (Scavone Yegros, 2020). En 1939 había ascendido al poder, tras elecciones con candidato único, José Félix Estigarribia, héroe en la guerra del Chaco. Ante la situación política de inestabilidad que vivía el país en febrero de 1940 logra que ambas cámaras parlamentarias renuncien para darse una nueva constitución. Esta nueva carta magna fue redactada no por una Asamblea Constituyen sino por un grupo de tres personas. Luego fue refrendada por un plebiscito.

Esta Constitución se basaba en la organización de un Estado fuerte “en el que el Poder Ejecutivo tuviese mayor preponderancia” (Scavone Yegros, 2020, p. 278). Sólo quedó una de las cámaras y despareció la figura del vicepresidente. Dentro de las nuevas figuras se creó el Consejo de Estado que estaría conformado por los Ministros, el rector de la Universidad, el presidente del Banco Central, representantes de las diferentes industrias y del comercio, de las instituciones militares y por el Arzobispo de Asunción.

A menos de un mes de ser promulgada la nueva Constitución el presidente Estigarribia fallece junto a su esposa en un accidente aéreo. Ni la Cámara de Representantes ni el Consejo de Estado estaban aún conformados por lo que la sucesión presidencial se resolvió entre los ministros con el beneplácito de los mandos militares. El elegido fue el general Higinio Morínigo.

Durante los primeros años, Morínigo se encargó de fustigar a los partidos políticos adjudicándoles, junto al sistema liberal, la causa de la mala situación social, política y económica del país. La vida política partidaria y sindical fue prohibida.

Con el transcurrir de la Segunda Guerra Mundial la economía del país comenzó a recuperar y tras la finalización de la guerra el gobierno de Estados Unidos forzó al gobierno a iniciar una reapertura democrática.

La segunda mitad del año 1946 vivenció una efervescencia política donde incluso el Partido Comunista estaba permitido. Morínigo cambió su cuerpo de ministros incorporando miembros de algunos partidos políticos pero esta situación duró poco. Para enero de 1947 estalló la crisis y Morínigo se aferró a sus nuevos aliados, el Partido Colorado, generando así el rechazo del resto de las fuerzas políticas y, fundamentalmente, de un amplio sector de las fuerzas militares.

Estos últimos se levantaron en la ciudad norteña de Concepción en marzo de dicho año iniciándose así la guerra civil más sangrienta en la historia del Paraguay. El gobierno logró someter el levantamiento en agosto. Antes y después de esa fecha se experimentó una violencia sin igual, especialmente de mano de los Guiones Rojos, conocidos como los pynandi (pies descalzos en guaraní), grupo de choque liderados por el intelectual y político colorado Natalicio González.

Son estos años los que abarca el tomo II de “Mis Apuntes” que se inicia el 26 de mayo de 1941. Dejando de lado ahora todo lo referente a la escritura y al fin mismo del diario, queremos concentrarnos en mostrar la manera en que Monseñor Bogarín, ya arzobispo, describe y analiza estos años.

Encontramos entradas sobre el Consejo de Estado y su participación, sobre el gobierno de Morínigo, sobre la situación política, social y económica y, finalmente, por la violencia desatada en 1947. Se puede percibir a lo largo del texto un ir in decrescendo la figura de Higinio Morínigo ante los ojos de Juan Sinforiano Bogarín. Aunque siempre añade el “-de facto-” tras el nombre de “presidente”, dando a entender en cierta medida su ilegitimidad en el cargo, considera que la mayoría de los Decretos-Leyes que envía al Consejo de Estado para ser refrendados “son bastantes buenos” (Mis Apuntes, Tomo II, f. 3r.).

Sin embargo, no deja de señalar el tono de los discursos que en guaraní pronunciaba Morínigo. El dato es interesante proviniendo de quien hacía de la prédica una de sus herramientas fundamentales de su pastoral.

El 22 de marzo de 1942 Bogarín apunta que entre las conferencias brindadas por Morínigo en diversos pueblos “-en el dulce guaraní-” el presidente “ha dicho no pocas verdades innegables, mas, se me hace que su habla no condice con la autoridad de que está investido” (Mis Apuntes, Tomo II, f. 4v.).

Pareciera que no era sólo una cuestión sobre la manera de hablar sino también sobre la temática. Bogarín se refiere a una alocución dada en Areguá donde Morínigo criticaba a los partidos políticos.

 

He notado que habla con mucha acritud, hasta con rabia, refiriéndose a los dos partidos políticos ya nombrados. Los errores o equivocaciones de éstos se deben demostrar con razones sacadas de los hechos de su gobierno, pero no afeándolos con gritos ni denuestos, pues, éstos, desdicen de la autoridad y exacerban los ánimos sin convencerlos. (Mis Apuntes, Tomo II, f. 5r.).

 

Hacia fin de dicho año, el arzobispo le reconoce al presidente el buen efecto que causó en la gente que el nuevo presupuesto haya destinado parte de éste a la construcción y arreglos de los templos.

Mismo cuando analiza “el estado actual del país” no es tan crítico del gobierno, sino que consigna que Morínigo está al tanto de la situación “y trata de conjurar los diversos males: político, financiero y social, pero se ve que, hasta el presente, no se ha dado aún con el remedio” (Mis Apuntes, Tomo II, f. 14v., subrayado en el original).

Sin embargo, para 1943 Monseñor Bogarín comienza a manifestar más claramente su descontento hacia el gobierno. Primeramente, con la forma en que se desarrollaron las elecciones presidenciales donde a cada elector se le daba de antemano las boleta que debía poner en la urna (de hecho, sólo se presentaba Higinio Morínigo como candidato). Luego al analizar la situación del país no es tan comprensivo con las autoridades: “cada semana”, apunta Bogarín, “sube de precio los artículos de primera necesidad lo que los importados. No se sabe cómo vive la gente del pueblo: el dinero escaso y el que consigue vale muy poco por su gran depreciación”. Tras una descripción bastante sombría concluye su escrito con una jaculatoria: “Lo cierto es que este año 1943 será desastroso para nosotros, habrá mucha pobreza, hasta hambre…! ¡Señor! Tened piedad de este pueblo que -a pesar de sus pecados- conserva su fe tradiciones en vos” (Mis Apuntes, Tomo II, f. 23r.).

Para 1945 hay acusaciones de no saber en qué se gaste el dinero que se consigue vía préstamos de Estados Unidos y de las potencias vecinas y a partir de la foja 39 comienza su descripción sobre la situación del país una vez iniciada “la revolución de los militares en Villa Concepción, el 7 de marzo pasado”. Su descripción es tétrica:

 

Con pocas variantes, todos los pueblos de la República han sido saqueados por los partidarios colorados. Han saqueado todas las casas de negocios, hasta de las familias llevando para sí los ladrones ropas personales y utensilios de las casas, pequeñeces; las pobres mujeres se callaban cuando eran robadas, pues, si protestaban eran llevadas presas por denominárseles comunistas, los hombres no podían defender a sus familiares porque estaban amontonados para no formar parte de la revolución y ser perseguidos (Mis Apuntes, Tomo II, f. 39v., subrayado en el original).

 

Entre las fojas 42r y 44v transcribe una carta pastoral que no fue publicada porque sus consultores creyeron no conveniente publicar. En la misma, las acusaciones contra los pynandi y contra el gobierno son muy duras.

Continúa el arzobispo describiendo las atrocidades cometidas y este segundo volumen de “Mis Apuntes” concluye lapidariamente: “Así han estado comportándose los que se llamaron Paraguay nuevo, que podrían ser llamados: paraguayos ladrones, asesinos, violadores de mujeres, y todo este cargo de iniquidades puede cargarse al presidente Higinio Morínigo” (Mis Apuntes, Tomo II, f. 45v., subrayado en el original).

A diferencia del primer volumen, el segundo está más orientado a reflexionar sobre la realidad social y política del Paraguay sin eludir el juicio crítico.

 

Un testimonio para la historia

 

Lo que comenzó como un relato de los enredos de una consagración episcopal pasando luego a testimoniar los desencuentros entre la Iglesia y los respectivos gobiernos concluye con una acusación directa sobre los sucesos y excesos de la guerra civil del 47.

Esto nos habla sobre la dificultad de enmarcar “Mis Apuntes” en alguno de los géneros de la periautografía, pero al mismo tiempo queda explícita su importancia para una comprensión más acabada no sólo de la historia del Paraguay sino también de la figura de Juan Sinforiano Bogarín.

Este relato ha de ser puesto en diálogo con el sinnúmero de cartas enviadas y recibidas por Bogarín a lo largo del medio siglo que le cupo la responsabilidad de dirigir los destinos de la Iglesia católica paraguaya. De esta manera podremos ir entrelazando los retazos de una vida signada por los derroteros de una historia tortuosa.

Mientras tanto, el análisis de “Mis Apuntes”, tanto en cuanto documento como su contenido mismo, nos permite adentrarnos en la manera particular en que Monseñor Juan Sinforiano Bogarín vivenció la relación mantenida con los diferentes gobiernos desde fines del siglo XIX hasta mediados del siguiente. Una mirada particular que hacia el final de sus días se fue volviendo una mirada apesadumbrada.

 

 

Anexo I

 

Comparación entre las versiones de “Mis Apuntes”

 

Versión editada

 

Original

 

I.- Mi designación como obispo

p. 19

 

 

Léase bien lo que sigue

p. 23

Léase bien lo que sigue

p. 10

 

 

¡Ojo!

p. 22

Et consummatum est

p. 33

Et consummatum est

p. 27

II.- Empieza el via crucis

p. 37

Empieza el via crucis

p. 30

Empieza a agitarse la idea de matrimonio civil

p. 39

Empieza a agitarse la idea de matrimonio civil

p. 33

Aquí viene lo bueno

p. 40

Aquí viene lo bueno

p. 36

Referiré aquí un hecho para los curiosos

p. 42

Referiré aquí un hecho para los curiosos

p. 38

Primera visita ad limina. Concilio Plenario Latino-Americano

p. 42

1a visita ad limina. Concilio P. L. Americano

 

Regreso de Roma. Intrigas y conflictos

p. 43

Regreso de Roma. Intrigas. Bubónica. Conflicto

p. 41

III.- La bubónica

p. 45

La bubónica

p. 42

Fallecimiento del sacerdote Andrés Avelino Insaurralde

p. 48

Fallecimiento del sacerdote Andrés Avelino Insaurralde

p. 48

Viene luego un conflicto

p. 49

Viene luego un conflicto

p. 50

Suspendo por un momento el conflicto y vuelvo a la bubónica

p. 52

Suspendo por un momento el conflicto y vuelvo a la bubónica

p. 55

 

 

¡Ojo!

p. 56

Continúa el conflicto

p. 54

Continúa el conflicto

p. 58

Léase bien loque sigue por es interesantísimo

p. 54

Léase bien loque sigue por es interesantísimo

p. 59

IV.- Revolución y revoluciones

p. 59

 

 

Segunda visita ad limina

p. 62

2a visita ad limina

p. 70

Asuntos políticos

p. 63

Asuntos políticos

p. 71

¿Qué hubo?

p. 69

 

 

Siguen mis trabajos para la reducción de los Caiguá

p. 70

Siguen mis trabajos para la reducción de los Caiguá

p. 83

 

 

Vaya una anécdota para amenizar las relaciones precedentes

p. 85

V.- El año 1910

p. 74

Año 1910

p. 89

Suma y sigue

p. 75

Suma y sigue

p. 91

 

 

Y van de revoluciones

p. 92

VI.- Continúa la anarquía política

p. 83

Continúa la anarquía política

p. 105

Empieza una serie de propaganda contra el Obispo

p. 86

Empieza una serie de propaganda contra el Obispo

p. 111

VII.- Mi tercera visita ad limina

p. 91

Visita ad limina

p. 117

Indiscretas

p. 91

Indiscretas

p. 119

Vaya una nimiedad

p. 94

Vaya una nimiedad

p. 124

VIII.- El paraguayo y su caracter

p. 96

El paraguayo

p. 126

I

p. 96

I

p. 126

II

p. 97

II

p. 128

III

p. 99

III

p. 131

IV

p. 100

IV

p. 133

IX.- Febrero 3 de 1920: 25º aniversario de mi consagración

p. 103

Febrero 3 de 1919. 25º aniversario de mi consagración

p. 134

 

 

Concluyamos el año 1920

p. 138

X.- El divorcio absoluto

p. 107

El divorcio absoluto

p. 140

 

 

Corre el año 1921

p. 141

Amén

p. 113

 

 

Un aditamento

p. 114

Un aditamento

p. 150

Paréntesis 1º

p. 117

Paréntesis 1º

p. 153

 

 

Constataré en mis Apuntes un caso nimio

p. 154

XI.- El Arzobispado

p. 119

¡El Arzobispado!

p. 157

Paréntesis 2º

p. 120

Paréntesis 2º

p. 158

 

 

Continúa la cuestión del Arzobispado

p. 159

La imposición del palio arzobispal

p. 121

La imposición del palio arzobispal

p. 160

Consagración de los señores Obispos de Concepción y Chaco y de Villa Rica, Monseñores Emilio Sosa Gona y Dr. Agustín Rodríguez

p. 123

Consagración de los señores Obispos de Concepción y Chaco y de Villa Rica, Monseñores Emilio Sosa Gona y Dr. Agustín Rodríguez

p. 161

Bendición del nuevo Seminario

p. 124

Bendición del nuevo Seminario

p. 162

XII.- Peligro de guerra con Bolivia

p. 125

Peligro de guerra con Bolivia

p. 164

Estalla el conflicto

p. 126

 

 

XIII.- El 17 de febrero de 1936

p. 133

¡Ojo!

p. 173

Visita en prisión al doctor Eusebio Ayala

p. 134

 

 

Agitación política

p. 136

14 de mayo de 1936

p. 178

Terminación del Oratorio de la Virgen de la Asunción

p. 139

Continúa el mismo asunto

p. 182

Carnaval en febrero de 1937 en Asunción

p. 141

Carnaval en febrero de 1937 en Asunción

p. 185

XIV.- Un nuevo cambio de gobierno

p. 143

 

 

Una cosa graciosa

p. 143

Cosa graciosa

p. 188

 

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O’Leary, J. E. (2018). Diario íntimo: 1907-1920. La historia del hombre que escribió historia. Asunción: Editorial Tiempo de Historia.

Scavone Yegros, R. (2020). Guerra internacional y confrontaciones políticas (1920-1954). En; I. Telesca (coord.). Nueva Historia del Paraguay (pp. 251-293). Buenos Aires: Sudamericana.

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Velázquez Seiferheld, D. (2018). El Paraguay de Fidel Maíz: una vida, dos memorias (1870-1920). En: M. F. Barcos y J. Troisi Melean (compiladores). Elites rioplatenses del siglo XIX: Biografías, representaciones, disidencias y fracasos (pp. 89-131). La Plata: Universidad Nacional de La Plata.

 

 

Recibido: 11/09/2021

Evaluado: 14/10/2021

Versión Final: 04/11/2021

 

 

 



(*) BA y el MA in Modern History (University of Oxford). Doctor en Historia (Universidad Torcuato di Tella), Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Investigaciones sobre el Lenguaje, Sociedad y Territorio. Universidad Nacional de Formosa (InILSyT-UNaF). E-mail: itelesca@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1185-1674

[1] Para esta primera visita se elaboró la primera historia de la Iglesia en Paraguay (Maíz y Roa, 1906).

[2] La primera de la visita pastoral se inició el 29 de abril de 1895 y duró hasta el 25 de junio en que regresó a Asunción recorriendo los pueblos de Arroyos y Esteros, Caraguatay, Itacurubí, San José, Ajos, Carayao, San Joaquín, Yhú, Caaguazú. AAA. Libro Primero de Visitas Pastorales, pp. 5-13.

[3] “Nota: aquí termina este Tomo I de mis apuntes. Si aún vivo empezaré el tomo II. [firma de +Juan Sinforiano Bogarín+ Arzobispo]. Asunción Diciembre 7 de 1940” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 196).

[4] Ramón Bogarín Argaña (1911-1976) fue el primer obispo de San Juan Bautista de las Misiones.

[5] Monseñor Agustín Blujaki (1912-1993) fue uno de los principales impulsores del Museo Monseñor Bogarín, y se destacó como historiador de la Iglesia. Desde 1977 fue miembro de número de la Academia Paraguaya de la Historia.

[6] Pudo haber sido incluso el editor y director de la Editorial Histórica, el historiador Alfredo Seiferheld. En la única nota a pie de página de la obra aparece una “Nota de los editores: Al igual que con la revolución de 1904, no nos ha llegado la versión de Monseñor Bogarín respecto de la larga y sangrienta revolución de 1922 a 1923, cuyos antecedentes, sin embargo, consigna el autor en sus apuntes. Es probable que, como lo señala el prologuista Monseñor Agustín Blujaki, estas memorias sean incompletas, o bien que Monseñor Bogarín simplemente no haya querido dejar asentada su opinión sobre tan dolorosos acontecimientos” (Bogarín, 1986, p. 111).

[7] Si como comenta Monseñor Blujaki en el prólogo, una comunidad religiosa hizo varias copias, no es improbable que haya otras copias circulando, posiblemente en el archivo de tal congregación. Aunque no tenemos el nombre de la congregación podemos plantear como hipótesis que es la betharramita, del Colegio San José, del cual era exalumno Arturo Bray. Por otro lado, la fotocopia de la transcripción no cuenta con la portada que figura en la edición editada.

[8] Ver Anexo I para una comparación entre ambas versiones.

[9] En la p. 116 aparece un párrafo de 4 renglones que no existe en la versión editada (Bogarín, 1986, p. 89). Es una pregunta referida al párrafo previo.

[10] Para otras referencias, confrontar: “Hoy, 17” (p. 107); “Hoy, 26 de mayo de 1912” (p. 114); “Hoy -3 de febrero de 1917- cumple 22 años…” (p. 119); “Estoy escribiendo esto el 20 de febrero de 1920” (p. 135).

“Septiembre 24 de 1920” (p. 138); “en el momento que estoy escribiendo. Noviembre 7 de 1921- 10,40 a.m.” (p. 146); “Junio 7 de 1930” (p. 159); “Asunción Julio 9 de 1932” (p. 163); “Constato en “Mis Apuntes” estas injusticias” (p. 165); “Día de San Bartolomé Agosto 24 de 1932” (p. 166); “11 de mayo de 1935” (p. 172); “Febrero 10-1936. Hago constar” (p. 173); “Hoy, 18 de febrero en que estoy escribiendo estos Mis Apuntes” (p. 174); “Hoy -27 de abril de 1936- hago constar” (p. 177); “14 de mayo de 1936” (p. 178); “17 de mayo” (p. 179); “Entre tanto, el país vive hasta hoy – 12 de Junio de 1936” (p. 180); “Ayer -5 de Septiembre de 1936-” (p. 181); “Hoy -17 de Noviembre de 1936- hago constar en mis apuntes” (p. 184); “Vísperas de cenizas, Febrero 9 de 1937” (p. 186); “Asunción, Marzo 5 de 1937” (p. 187); “Hoy -8 de septiembre- amanecimos en relativa calma” (p. 188); “Octubre de 1938” (p. 189)

“Diciembre de 1939” (p. 192); “2 de Febrero de 1940” (p. 193).

[11] Más adelante dirá: “Léase bien lo que sigue porque es interesantísimo” (Mis Apuntes, Tomo I, p. 59).

[12] Esta expresión la vemos repetidas varias veces como en la página 56.

[13] A partir de la página 189 no se registra en la versión editada.

[14] La obra apareció en portugués en el 2019 pero gran parte de ella y esta misma introducción fueron compartidas a través de un dossier en la revista Políticas de la Memoria (Miceli y Myers, 2016-2017). El prólogo del libro lleva como título la frase de Paul Éluard “Le dur désir de durer”, cuya traducción al castellano sirvió como título al dossier: “El duro deseo de durar”. Hemos seguido, para las referencias, la versión castellana.