Marcas fundacionales de la neuquinidad en la transición hacia la provincialización durante la década del ’50. La Casa Neuqueniana (1950-1956)

 

Norma García(*)

 

Resumen

 

En Neuquén, el pasaje de Territorio Nacional a provincia durante la segunda mitad del siglo XX se convertirá en una coyuntura de transición a partir de la cual se desplegarán dispositivos institucionales y simbólicos, tendientes a crear las bases de un nuevo sistema de valorización, la “neuquinidad” como identidad. La amalgama entre indeterminaciones y expectativas propia de toda transición constituirá la base de un proceso de impulso por cimentar nuevos sentidos colectivos, destinados a construir un "compromiso nuevo" entre pasado, presente y futuro. En este escenario, surgirá la intención de delinear una identidad integradora que, sin invalidar las diferencias, al menos hiciera prevalecer lo común. La imprescindible necesidad de elaborar un sentimiento de "mismidad", lo “neuqueniano”, será la razón por la cual el proceso de configuración de significados, se transformó en un factor de poder, que pretendió ser controlado y regulado por algunos actores sociales institucionalizados. Nuestro propósito es comprender, en virtud de la complejidad y la contingencia de la transición, las acciones de ciertas figuras. Para ello, nuestro recorte temporal irá desde la creación de la Casa Neuqueniana (1950) hasta la provincialización de Neuquén (1955).

 

Palabras clave: Provincialización; Casa Neuqueniana; lo neuqueniano.

 

Founding marks of Neuquín in the transition towards provincialization during the 1950s. The Neuquenian House (1950-1956)

 

Abstract

 

In Neuquén, the passage from National Territory to province during the second half of the 20th century will become a transitional juncture from which institutional and symbolic devices will be deployed, tending to create the foundations of a new system of valorization, Neuquén as identity. The amalgam between uncertainties and expectations typical of any transition will constitute the basis of a process of impulse to cement new collective meanings, destined to build a "new compromise" between past, present and future. In this scenario, the intention will arise to delineate an integrating identity that, without invalidating the differences, at least makes the common prevail. The essential need to develop a feeling of "selfhood", the Neuquenian, will be the reason why the process of configuration of meanings, became a factor of power, which tried to be controlled and regulated by some institutionalized social actors. Our purpose is to understand, by virtue of the complexity and contingency of the transition, the actions of certain figures in the intellectual field. For this, our temporal cut will go from the creation of the Neuquenian House (1950) to the provincialization of Neuquén (1955).

 

Keywords: Provincialization; Casa Neuqueniana; the Neuquenian.

 


 

Marcas fundacionales de la neuquinidad en la transición hacia la provincialización durante la década del ’50. La Casa Neuqueniana (1950-1956)

 

En Neuquén, el pasaje de Territorio Nacional a provincia durante la segunda mitad del siglo XX, más específicamente desde 1949 a 1955, se convertirá en una coyuntura de transición a partir de la cual se desplegarán dispositivos institucionales y simbólicos, tendientes a crear las bases de un nuevo sistema de valorización, la neuquinidad como identidad.

La provincialización, como cierre del inconcluso proceso de formación del Estado- nación, no dejó de constituirse en una solución problemática ante una realidad que se presentaba confusa e indefinida. Es por eso que la amalgama entre indeterminaciones y expectativas constituirá la base de un sistema complejo; proceso que se daba a través del impulso por cimentar nuevos sentidos colectivos, destinados a construir un "compromiso nuevo" entre pasado, presente y futuro. Además y mediante este compromiso, se actualizaría la intención de delinear una identidad integradora que, sin invalidar las diferencias, al menos priorizaría lo común. Situación que no estuvo ajena a la imprescindible necesidad de elaborar un sentimiento de "mismidad" en la década del ‘50 que rompiera con las concepciones de minoridad de los Territorios Nacionales. Este estado de cosas se ligó a un proceso de construcción, resignificación y reactualización de una matriz identitaria, junto al montaje de una tradición claramente selectiva. La reconstrucción del pasado, como proceso de configuración de significados, se transformó en un factor de poder, lo que pretendió ser controlado y regulado por algunos grupos sociales.

En el marco de una investigación inicial y en proceso, nuestro propósito es comprender, en virtud de la complejidad y la contingencia, la racionalidad de la conducta de ciertos actores en el campo intelectual. Para ello, nos focalizaremos en la Casa Neuqueniana (1950-1955).  Previo a ello, inscribiremos nuestra problemática en el marco de una serie de antecedentes y desarrollaremos el contexto histórico que ayuda a explicar la emergencia de la institución, objeto de análisis.

 

Antecedentes

 

No podemos desconocer antecedentes que resultan centrales para nuestro estudio inicial, en virtud de su carácter pionero en la materia, ya que marcaron una decidida línea de investigación.[1]

Sus objetos: el conjunto de representaciones y preocupaciones de una sociedad respecto de su pasado, los mecanismos simbólicos e institucionales (puestos en marcha por el primer peronismo) para lograr el consenso político, la movilización masiva de amplios sectores de la población, el uso del pasado para tal fin y el modo en que actores e instituciones ofrecieron interpretaciones del pasado en función de los conflictos de sus presentes, confirieron explicaciones innovadoras para avanzar y entender las relaciones entre la historia y la política. Esas primeras investigaciones dieron lugar a otras recientes y numerosas, las que comparten campos problemáticos comunes, y, por ende, preguntas.

En este sentido, no pretendemos ofrecer un panorama completo o un inventario de la vitalidad de esta franja de producción, sino trazar un recorrido que hace posible dibujar un mapa de los aportes centrales. Por ello, hemos decidido dar cuenta algunas líneas que se suman a esas contribuciones germinales desde los principales núcleos de investigación.

Los integrantes del Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y el Instituto de Investigación Geohistórica (IIGHI), dependiente del CONICET, se nuclean en torno a la problemática de las condiciones de producción y constitución del discurso acerca del pasado, la relación entre los productos de la historia profesional y el mercado de bienes culturales, la organización de lugares de la memoria colectiva, los aspectos institucionales que impactan en la producción historiográfica y las conexiones que tales instituciones sostienen con los demás sectores. En general, proponen una exploración de la cultura histórica correntina durante la primera mitad del siglo XX, desde el registro de análisis de la historia social de las ideas.[2]

En el mismo sentido y desde Córdoba, bajo la dirección de Marta Philp, y desde el Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades “María Saleme de Burnichón” (CIFFyH), se continúa una línea de investigación, centrada en los procesos de legitimación política, donde la tradicional historia política es redefinida como historia del poder. Dicha redefinición abrió nuevas vías para abordar un tema clásico: el de la justificación del poder. Dentro de este vasto campo de estudios y desde una perspectiva que vincula la historia política con la historia de la historiografía, preocupada por dar cuenta de la construcción de imágenes sociales del pasado, estos investigadores se proponen investigar los usos del pasado, realizados desde comienzos del siglo XX hasta inicios del siglo XXI, dado que consideran que los mismos constituyen un recurso clave para los procesos de legitimación del poder. Su punto de partida es preguntarse por las operaciones historiográficas, articuladas en torno a un lugar, una práctica y una escritura, en el sentido pensado por Michel De Certeau (1993). Se interesan por las prácticas productoras de distintas lecturas del pasado, realizadas por historiadores, aficionados, cronistas y por los usuarios de las mismas, conformados por diferentes actores políticos oficialistas, opositores, militantes, etc. Centran su mirada en los territorios de la historia, la política y la memoria, a partir de la consideración de que las propiedades metafóricas del territorio permiten asociar conceptos tales como conquista, litigios, desplazamientos a lo largo del tiempo, variedad de criterios de demarcación, de disputas, de legitimidades.[3]

Quienes integran este grupo comparten sentidos, respecto del concepto de territorio, para pensar en actores y en espacios, en historiadores, en instituciones, en contextos de producción, en usos del pasado, en operaciones historiográficas, en problemas de investigación que tuvieron y tienen lugar en territorios que nunca terminan de constituirse, conforme a que son escenarios lícitos para las acciones, pero a la vez producto de las mismas. Territorios que invitan a pensar en acuerdos y en consensos, pero también en disputas, en función de las diferentes concepciones político-ideológicas de cada uno de los protagonistas.

También cabe mencionar los aportes que hace la Universidad Nacional del Litoral desde el Centro de Investigaciones Histórico Sociales, en línea con los trabajos de Teresa Suárez. Los investigadores nucleados en este centro han explorado los textos que -local y regionalmente- contribuyeron a conformar identidades personales, sociales e institucionales, desde el campo de la Historia, como también desde el literario y el mediático, a los efectos de reflexionar sobre las influencias culturales que moldean ideas, creencias, pensamientos y conocimientos. En tal sentido, abordan temas como la construcción de la memoria; la relación entre memoria, discurso, sociedad y prácticas culturales, desarrolladas por la sociedad santafesina. Para tal fin exploran autores y textos históricos de Santa Fe durante los tiempos tempranos de la historiografía homónima; la historia en nuevas instituciones, los historiadores en sus diversas identidades y experiencias vitales. Además, incluyen la Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, historiadores premiados y "ciudadanos ilustres", y algunas paradojas entre memorias y olvidos.[4]

Motiva a estos la intención de analizar a los historiadores provinciales; a quienes denominan “políticos de la historia”, teniendo en cuenta como variables de análisis el contexto ideológico, la formación de los intelectuales, las identidades  sociales y  pertenencias  políticas de los actores, las concepciones en torno a la disciplina histórica, la difusión académica, las redes de relaciones interpersonales, los vínculos institucionales y con el  Estado, y las estrategias que ponen en  juego los agentes para acceder a recursos materiales y simbólicos.

Desde la Universidad Nacional de La Pampa (Instituto de Estudios Socio-Históricos), juntamente con la Universidad Nacional de Quilmes (Centro de Historia Intelectual), una serie de trabajos han centrado su interés -desde la perspectiva de la historia intelectual como área de estudio - en el papel y en el trabajo que han tenido las representaciones (características propias de las élites culturales), respecto de la vida histórica. Por lo tanto, sus objetos son ideas y lenguajes ideológicos, obras de pensamiento y producciones simbólicas, a los que se busca inscribir en la trama social y en la experiencia colectiva, sin sacrificar el análisis intrínseco de sus significaciones, como así los soportes materiales (textuales o no) en que se han producido o han circulado. Por consiguiente, se proponen articular el campo de estudios a nivel nacional y regional. Para ello buscan explorar tanto la conformación de la vida intelectual a nivel local, como las tensiones que atraviesan las diferentes instancias de producción y legitimación de identidades regionales, a fin de visibilizar las singularidades y heterogeneidades de los distintos espacios que abordan.

Los trabajos de los historiadores pampeanos parten de la premisa de que la articulación entre cultura y política adopta características particulares en el interior del país, signada por tramas, cuestiones y problemas locales y nacionales. En general, estos análisis suponen el abordaje simultáneo de procesos políticos, agencias sociales y producción cultural, con el objeto de explorar tanto la conformación de la vida intelectual a nivel local, como las tensiones que atraviesan las diferentes instancias de producción y legitimación de identidades regionales. Los vínculos entre intelectuales, cultura y política se abordan poniendo énfasis, tanto en los discursos e imaginarios, como en el estudio de los agentes culturales que motorizan los movimientos de identificación y en cada una de las áreas que abordan.[5]

En general, los diferentes centros de investigación reúnen una serie de trabajos referidos a distintos espacios culturales de la Argentina a lo largo del siglo XX, en referencia a ciertos actores y al rol que tuvieron respecto de la elaboración de discursos identitarios. Se han focalizado en el estudio de redes de intelectuales, en biografías y en grupos de intelectuales, en las formaciones culturales, los movimientos, en ciertas generaciones, en sus espacios de sociabilidad, entre otros asuntos. Todos ellos hacen el esfuerzo por mostrar y explicar sus objetos fuera de los grandes centros de producción intelectual.

De modo que uno de los principales aportes de todos estos centros de investigación es que ofrecen nuevos conocimientos que ponen en cuestión la unidad nacional del campo cultural como supuesto no problematizado.

Asimismo, esta posición les concede la posibilidad de abordar vínculos inter y supra regionales o provinciales para abrirse a un análisis más complejo, diverso y cambiante de producción y circulación de bienes simbólicos, imágenes, textos, héroes, acontecimientos performativos portadores de politicidad y ligados a intereses económicos y simbólicos de las élites locales. De este modo, se muestran los procesos de encuadramiento y clasificación de ciertos imaginarios, involucrando una pluralidad de experiencias.

En síntesis, estos antecedentes se vuelven fecundos en tanto permiten producir efectos de conocimiento respecto de los procesos de producción y circulación de discursos identitarios, de la formación institucionalizada o no de los intelectuales de espacios extracéntricos, las estrategias desarrolladas en razón de sus posicionamientos y las diferentes disponibilidades en relación a su contexto. Todos ellos ayudan a explicar la particularidad de la estructuración de la vida cultural y su campo cultural en nuevos espacios geográficos y políticos, para comprender los matices, los alcances y las condiciones de la producción intelectual y su relación con la construcción de identidades.

Por lo tanto, este artículo recoge lo fundamental de esta serie de estudios previos; por lo que se reconoce heredero de estos antecedentes, debido a los aportes historiográficos y a las discusiones que instalaron.

 

El proceso de provincialización

 

En el marco del proceso de construcción y consolidación del Estado Nacional, de ampliación y eliminación de la frontera interna, y del límite de estas con países vecinos, hacia finales del siglo XIX se conforman los Territorios Nacionales. Estos espacios fueron producto de la avanzada militar sobre lo que se consideraba tierras nacionales. El proyecto y su cristalización se justificaron como tarea civilizatoria, en pos del progreso moral y material ante la “barbarie” que allí residía.

La ley 1532 de 1884 convirtió a los espacios conquistados en nuevas entidades político-administrativas.  Se crearon los Territorios Nacionales del Chaco, Formosa, Misiones, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, inspirados en el formato norteamericano.

Esta ley constituyó la base legal general, aunque no inicial,[6] sobre la cual se organizaron y administraron los Territorios Nacionales, recientemente incorporados al Estado provincial. Se presentó como el soporte normativo sobre el cual se debían ir dando los procesos concretos de formación de las nuevas comunidades políticas.

Durante el peronismo avanzó el proceso de provincialización, sobre la base argumentativa de los principios de igualdad y unidad nacional para la Nueva Argentina. Durante el primer Plan Quinquenal (1947-1952) se estableció la decisión política de provincializar los Territorios Nacionales, aunque por entonces persistía la idea de hacerlo en forma paulatina y bajo la dirección controladora del Estado Nacional. Se reconoció que ya habían alcanzado las condiciones, pero se estableció que era inadmisible hacerlo en forma inmediata y simultánea. La preparación se preveía en dos sentidos. Por un lado, garantizándoles cierto bienestar económico, a través del desarrollo de obras públicas, de sanidad y de enseñanza. Y, por otro lado, procurando un mejoramiento jurídico-político en el orden gubernativo, legislativo y municipal. Por ello, se desplegó una sostenida acción a través de la Secretaría de Trabajo y Previsión, de la Fundación Eva Perón y, en particular, de la Dirección General de Acción Política de los Territorios Nacionales. En realidad, lo que se buscaba era desarrollar una propuesta política inclusiva y expansiva del peronismo, a través de una intensa labor social y de adoctrinamiento.

La provincialización de los Territorios Nacionales fue dándose a medida que estos fueron peronizados; hecho que se medía, entre otras formas, en los ensayos electorales que se realizaron a partir de 1949, tales los casos de las actuales provincias de Chaco y La Pampa. Ello pudo concretarse al disponer en la nueva constitución de ese año la elección directa de presidente y vicepresidente de la nación, y al establecerse la participación electoral de los habitantes de los Territorios Nacionales, en un pie de igualdad respecto de los ciudadanos de las provincias. En 1951, siguiendo el proceso de inclusión política, se sancionó la ley electoral N° 14.032. Para los Territorios Nacionales, esta posibilitó introducir representantes en el Parlamento, con voz pero sin voto. El Territorio Nacional del Neuquén fue habilitado para elegir un delegado para el Congreso de la Nación. Pedro Julio San Martín, quien se desempeñaba como gobernador de la provincia, se constituyó en el primer legislador neuquino en la Cámara de Diputados de la Nación. Finalmente, en 1955, se sancionó la Ley N° 14.408, que no sólo estableció la provincialización de Neuquén, Río Negro, Formosa, Chubut y Santa Cruz, sino que dispuso convocar a una Convención Constituyente para que las futuras provincias se dieran su carta magna.

La provincialización de los Territorios Nacionales se demoró en su puesta en marcha, debido a que la Revolución Libertadora, en septiembre de 1955, depuso al presidente Perón; motivo por el cual estos territorios fueron intervenidos. En Neuquén, el gobernador interventor Ricardo Hermelo citó a la Convención Constituyente de 1957, para redactar la Constitución provincial neuquina. Luego de promulgada la Carta Magna provincial y de convocar a elecciones en 1958, comenzaría una nueva etapa política en la provincia del Neuquén.

Los casi setenta años de condición territoriana dejaron sus efectos económicos y políticos en Neuquén: falta de unificación económica del espacio neuquino y conformación de zonas con desigual integración al mercado nacional.

Al momento de la provincialización, Neuquén se encontraba diferenciada económicamente y fragmentada políticamente. En algunos núcleos urbanos, caracterizados por su función y por el lugar que ocupaban en las redes mercantiles, se fueron perfilando referentes políticos locales, los que, cuando era posible, conformaban los Concejos Municipales. Es decir, se desarrollaron núcleos urbanos sobre los que accionaron ciertos actores que ejercieron un liderazgo restringido.

Esto generaba la inexistencia de un proyecto político con alcance general, y/o una estructura partidaria a nivel territorial.  Es decir, Neuquén, como Territorio Nacional, se caracterizaba por ser una superficie de intereses, recursos materiales y simbólicos resquebrajados. Por lo tanto, al iniciarse el proceso de provincialización de los Territorios Nacionales durante el peronismo, en Neuquén se conjugaba una fragmentación económica, junto a un intenso y frecuente sentimiento localista, el que tendía más a la defensa de intereses específicos y concretos que a los de orden general por lo que no existía una identidad que globalizara todas las regiones.

A este escenario se sumaba el peso del imaginario nacional que era de larga data: la idea de minoridad e inmadurez de la población territoriana. Así, como afirma Laura Mombello (2018: p. 51), Neuquén, como ocurrió con los demás Territorios Nacionales, se construyó marginalmente como zona política y social de la periferia. Ciertamente, el flagrante legado de la etapa territoriana dejaría sus huellas en el imaginario de las noveles provincias. Ello explicaría  la el impulso de exponer la “dignidad” de espacios que se sentían excluidos de la distribución de oportunidades.

En este contexto es que debe entenderse el advenimiento de la Casa Neuqueniana conformada por agentes culturales que se atribuyeron la función de mostrar, reivindicar y justificar a Neuquén como “merecedora” de ser parte de la nueva comunidad política que empezaba a configurarse. En este proceso, los trabajos de la memoria se anudarían a un ejercicio de territorialización, con el objeto de darle forma a una cosmovisión sobre Neuquén.[7]

 

La Casa Neuqueniana: del Neuquén, por el Neuquén, para la Patria

 

Tal como venimos señalando, el proceso de incorporación política de los Territorios Nacionales se inicia en 1949 durante el peronismo. Aun cuando las razones estaban ligadas al propósito de otorgar derechos políticos negados, la estigmatización de sus habitantes -como población en situación de minoridad e inmadurez- seguía presente. Por ello, demostrar lo contrario se convirtió en el propósito de un grupo de residentes de la ciudad de Buenos Aires. Ello impulsó el montaje de una estructura organizativa, valorada tanto para el ejercicio de la influencia indirecta en la esfera de las decisiones nacionales como para emprender o encauzar la búsqueda de la construcción de la neuquinidad; advertida como pilar de unidad del cuerpo socio-político que por aquellos años aún estaba ausente.

El inicio de este proceso supuso, al mismo tiempo, la disposición de una lectura común del pasado y una proyección hacia el futuro, tratando de transformar las incertidumbres de la historia y del futuro en espacios legibles para una sociedad ideal, en relación a una provincia que se avizoraba como posible. En esta coyuntura y con este proyecto en miras, en la casa porteña de Ruth Reed de Talero (viuda de Eduardo Talero), y promediando un encuentro informal entre Gregorio Álvarez[8] y Eduardo Talero (h.),[9] surgió la idea de crear una entidad que agrupara a nativos neuquinos o por adopción, residentes en Buenos Aires.

Talero (h.) y Álvarez propiciaban la creación de una institución que avanzara en un proyecto patrocinador de unidad entre neuquenianos, a fin de vencer una visión estigmatizante de los habitantes de Neuquén desde el ámbito nacional. Este anhelo los llevó a la creación de la Casa Neuqueniana en la Capital Federal, fundada el 23 de junio de 1950. La primera reunión se concretó el 25 de julio de 1950. En ella, con la firmeza de la convicción, Gregorio Álvarez expuso:

 

Ha llegado el momento en que los neuquinos residentes en esta Capital nos reunamos, nos vinculemos, veamos cuántos somos, qué es lo que hacemos y qué pensamos hacer por aquella tierra del Neuquén de excepcional belleza natural y de auspicioso porvenir (…) consideramos justificada esta inquietud nuestra y más aún, impostergable, porque (…) ya se siente con plena personalidad para figurar sin desmedro en el concierto de los demás territorios argentinos, con derecho a expresar sus anhelos y exponer el índice de su progreso y su necesidad de mejoramiento (…) uno de los medios es el de hacernos conocer aquí en la Metrópoli.[10]

 

Desde un principio, la convocatoria se nutría de un fuerte carácter de promoción del conocimiento del territorio, con intenciones de representar a Neuquén en el principal centro político del país: la ciudad de Buenos Aires: “A nosotros corresponde el deber de propender a su acrecentamiento espiritual y material para mayor gloria de la Patria y del Neuquén”.[11]

Durante la primera reunión para la que habían llevado a cabo la convocatoria, el mismo Gregorio Álvarez aclaraba el alcance del término “neuqueniano”, en consonancia con su objetivo de emprender una acción colectiva institucionalizada:

 

Al decir neuqueniano, involucramos en el término, no solamente a los nativos del Neuquén sino también a los residentes en él, a los exresidentes que han quedado vinculados por intereses o simpatía y, en fin, a todos aquellos que aman a ese hermoso pedazo del suelo argentino porque sienten que algo de su esencia ha penetrado y se mantiene en sus corazones, infundiéndole un cariño y apego especial, perdurable, que le da derecho a que se les incluya también entre los neuquenianos.[12]

 

El alcance del término “neuqueniano” puede entenderse como una decisión claramente ideológica y programática. Se adoptaba una posición de continencia amplia y vasta para un proyecto que se concebía inclusivo.

 

Ex gobernantes, militares de alta graduación, exfuncionarios actuantes en el territorio, exmagistrados, universitarios nativos y ex residentes, estudiosos, escritores, poetas, artistas, ganaderos, comerciantes e industriales pueden valorizar y jerarquizar el Centro que aspiramos a crear (…) porque nuestra asociación propiciará y facilitará la amistad, unión, camaradería entre los neuquenianos, tanto entre los que residen en esta Capital como entre los que viven en el Territorio. [13]

 

Durante la primera reunión, los miembros electos tomaron posesión de los cargos, constituyéndose subcomisiones de Prensa y Propaganda, Cultura, Fiestas, Enlace con el territorio, Reglamento, Economía y Finanzas, Estudiantes y Cultura. También se decidió homenajear a San Martín y preparar actos para los aniversarios de Chos Malal y Neuquén capital.[14] Desde su inicio se marcaba el doble ámbito de intervención, el nacional y el territoriano.

La primera Comisión Directiva estuvo integrada por el Dr. Gregorio Álvarez, el Coronel Augusto G. Rodríguez, el Dr. Víctor Ezio Zani, el Sr. Julio C Chaneton, la Sra. Nélida F. S. de Álvarez, el Sr. Eduardo Talero, el Tte. Coronel Raúl Gómez Fuentealba, el Escribano Anselmo Núñez Vieira, entre otros.

Desde su constitución, civiles y militares, élite educada y próspera, estuvieron unidos en la tarea de llevar adelante el propósito "Del Neuquén, por el Neuquén, para la Patria", lema programático de la Casa Neuqueniana. Se reconocían operando e interviniendo para sumar a Neuquén en un proyecto mayor: la “Patria”.

Con la fundación de la Casa Neuqueniana se daba curso a una institución  abocada a transformar a la cultura en una fuerza activa, capaz de construir una representación de Neuquén y de su historia, figura muy necesaria para legitimarla como comunidad próspera y culta:

 

Nuestro Centro no debe admitir ni prohijar ideas de las llamadas disolventes de la nacionalidad, ni las que se refieran a política y religión. Nuestra divisa será: Todo por la Patria y para la Patria. Esto quiere decir que nuestra mira la hemos colocado en lo más alto: en perfeccionarnos dentro del marco de nuestra actuación y posibilidades, para elevar el nivel del Neuquén en todas las manifestaciones de la cultura y el progreso: firmes puntales sobre los que se asienta la grandeza de los pueblos.[15]

 

El tono de corte moral y altruista, impreso en la iniciativa, era lo que justificaba que la Casa Neuqueniana se dispusiera por encima de ideas políticas y religiosas. La patria exigía negar todo tipo de afiliación partidaria o ideológica, por lo tanto, los integrantes de este centro se sintieron actores y constructores de una convencida interlocución social. El papel de los fundadores incluía el deber de ser portavoces o representantes de la neuquinidad, para: “Demostrar que Neuquén también tiene intelectuales y tribunas para exponer ideas, que dejó de ser el desierto de los tiempos indígenas y que hoy es crisol de fructíferas realizaciones y semillero de sugerencias que están esperando ser recogidas”.[16]

De esta manera, la Casa se transformaba en una institución cuyos integrantes -“destacados vecinos”- asumían la tarea como un compromiso moral. Es más, venía a revertir el desconocimiento que años más tarde, el mismo Pedro Julio San Martín, en función de Delegado Territoriano (según lo dispondría la Ley 14.315/54 de Territorios Nacionales), denunciaría en la Cámara de Diputados, con voz pero sin voto:

 

Tienen Ustedes un conocimiento tan profundo de los Territorios Nacionales, que un Diputado Radical me preguntaba en qué puerto desembarcaba cuando iba a Neuquén. Creía que me iba en bote, que es tanto como preguntar a un santiagueño en qué puerto hay que desembarcar para ir a La Banda.[17]

 

El rol asumido por los integrantes de la Casa Neuqueniana les otorgaba una identidad que se reafirmaba, ratificaba y confirmaba, a partir del momento en que las autoridades políticas territorianas reclamaban su intervención en la Capital Federal en representación de Neuquén.

Una de las primeras labores que se dio la Casa Neuqueniana para establecer su funcionamiento fue la elaboración de un estatuto. Allí se definieron los propósitos, entre los cuales se destacaba: fomentar y fortalecer la amistad y camaradería entre los residentes neuquenianos, y entre estos y los que residían en el Territorio Nacional del Neuquén; aspirar y propiciar la conmemoración de los "fastos patrióticos; el recuerdo de nuestros próceres indiscutidos y los hechos históricos acaecidos en Neuquén"; difundir el conocimiento del Neuquén en todos sus aspectos y actividades en la Capital Federal y en el resto del país; establecer una oficina de informes y propaganda, a fin de reunir libros, periódicos, estadísticas, noticias y todo lo que pudiera "facilitar el desarrollo cultural, social y económico del Neuquén"; realizar certámenes agrícolas, ganaderos, mineros e industriales para hacer conocer los "productos neuquenianos" y propiciar sus mejoras y realizar reuniones sociales, conferencias culturales y artísticas.

Para colaborar en la consecución de estos propósitos, los miembros de la Casa apelaron a comerciantes, industriales, ganaderos, fruticultores y hombres de empresa en general, a fin de que, “validos del privilegio que les confiere tal situación”, se sumaran a la causa. De esta forma se reconocía que no bastaban las buenas intenciones, las bellas palabras y el entusiasmo que animaba a sus gestores, sino que era necesaria una contribución material, con aportes voluntarios, para solventar los gastos que ocasionaba la manutención de la institución, “sede representativa y hogar espiritual y cultural del Neuquén”.[18] Aportes que hacia el año 1955 se verían considerablemente disminuidos por lo que  discontinuaría su edición hasta su definitiva clausura debido a la falta de apoyo. Hacia 1955 sufrió el advenimiento del desinterés producto de la profunda crisis política y económica que azotaba al país y a Neuquén.

Con relación a sus intervenciones, al cumplirse en agosto de 1951 el aniversario de la fundación de Chos Malal, excapital de Neuquén, la Casa Neuqueniana fue invitada por la Comisión de Fiestas Patrias de esa localidad a participar del festejo. La presencia de su presidente, el Dr. Gregorio Álvarez, fue aprovechada para convocar a “vecinos destacados” de diferentes localidades, con el fin de formar parte de la Casa Neuqueniana, en “pro de nuestro Territorio injustamente desconocido en la mayor parte del país”.[19] El resultado fue la constitución de subcomisiones filiales; tal la denominación que se les dio a dichas sedes. Es decir, desde sus inicios, esta institución proyectó la formación de sedes en las principales localidades de Neuquén, semejantes a la Casa matriz de Capital Federal. El objeto consistía en hacer factible un programa de acción, proclive a configurar un tejido amplio de relaciones recíprocas y estables entre un sector minoritario de la sociedad, excluyendo a un vasto sector popular; población esta última catalogada –sin justificación ni fundamentación- factor de atraso y contraria a las ideas de progreso y civilización.

 

En lo concerniente a nuestra proyección en el Territorio, quisiéramos que en cada localidad se forme un núcleo entusiasta y cordial que nos represente y desenvuelva la acción que establecen los estatutos (…) las representaciones a crearse lograrán que la parte caracterizada de cada vecindario aquilate el valor espiritual de la Casa Neuqueniana y, por ende, quiera coadyuvar en la obra de acrecentar la cultura en la tierra amada (…) para elevar al pináculo que merece, a ese querido triángulo  encantado que se llama NEUQUÉN.[20]

 

En definitiva, la tarea enarbolada por la Casa quedaba reservada al privilegio de un sector social. En el nuevo esquema, la tarea de hacer conocer a Neuquén y la de acrecentar la cultura debía quedar en manos de un sector reconocido socialmente, quienes, por peso propio, se convertirían en intérpretes.

 

Formar la hermandad espiritual de todos los núcleos de población Neuqueniana que quieran acompañarnos en nuestro patriótico empeño de ensalzamiento del suelo nativo y nuestra lírica cruzada propulsora de acercamiento y compulsa de valores culturales de los hijos y vecinos del Neuquén.[21]

 

Con este propósito se fue dibujando el dominio de un territorio de difusión, como así la territorialización de los interlocutores y de las referencias, desde certezas con intenciones de no someterlas a los vaivenes políticos. De modo que resultaba ser una condición de la constitución de un colectivo diferenciado, dispuesto a adjudicarse las respuestas a las preguntas sobre la neuquinidad. Este propósito, tomado como fuerza compartida, permitió crear sentidos sobre la neuquinidad, como también actuar para construir consenso en torno a ella.

 

Debemos mirar hacia el porvenir con el corazón robustecido y el espíritu ilusionado por el orgullo de querer lo nuestro (…) Honremos nuestro pasado luchando por la fraternidad de nuestro presente (…) la vida así, atará nuestro corazón a la patria chica y nos sentiremos cada vez más argentinos.[22]

 

Respecto de las filiales, estas colaborarían con la Comisión Directiva central. Organizarían y sostendrían la afiliación de socios dentro del radio que les fijara la Comisión Directiva.  Obraban como nexo de enlace entre los vecinos del Territorio y la Casa Neuqueniana. Eran intérpretes válidos ante la Comisión Directiva, respecto de los problemas, inquietudes y necesidades locales, según lo señalaba el Estatuto. Además, propiciaban ayuda económica para el sostenimiento de la institución, aportaban información del acervo histórico del Territorio en beneficio de su conocimiento, de su conservación y de su divulgación.

Con un ritmo constante y sin pausas, quienes adherían al proyecto pusieron en marcha el desarrollo de una gama de estrategias para la difusión. Incluía desde el uso de la prensa y de las conferencias, hasta las más informales pero efectivas formas de agasajos, exposiciones artísticas y homenajes.

En noviembre de 1951, la Casa resolvió otorgar premios a los mejores alumnos egresados de los distintos establecimientos escolares secundarios del Territorio del Neuquén, distinción que se ofrecería anualmente y como estímulo a quienes “ya representaban la auténtica esperanza del territorio, que es decir la Patria”.[23]

La Casa tuvo otras intervenciones: las exposiciones de arte pictórico (alusivos a Neuquén), con el objeto de contribuir a "difundir las impresiones del Neuquén en el ambiente artístico de nuestra gran capital".[24] En el Boletín Neuquenia que editaron se creó una sección para estudiar el idioma, el acervo y las costumbres de los antiguos habitantes del Neuquén: los "araucanos”. El objetivo principal era participar en la enseñanza de términos mapuche, a los efectos de que se supiera lo que “realmente” significaban los nombres de lugares y accidentes topográficos que constituían la toponimia del territorio. Con ello se proyectaba la preparación de un diccionario "lo más completo y exacto posible", en palabras de los integrantes de la Casa Neuqueniana. De este modo, se autoadjudicaban el dominio del lenguaje, que se transformaría en una forma de potestad a través el lenguaje.

Otros actos públicos de la Casa Neuqueniana tuvieron que ver con las conferencias que se enmarcaron en el denominado "Ciclo cultural". El contenido de ellas  se desplegaba en torno a un abanico de tópicos, expuestos como fuentes de la esencia neuqueniana y del conjunto de atributos dados -o preexistentes- de la neuquinidad. Por otro lado, las  intervenciones en general tuvieron:

 

La tónica de nuestra orientación la hemos dado al haber asentado una norma de justiciero reconocimiento hacia los primeros pobladores que llegaron al Neuquén después de la conquista. Hemos iniciado la publicación de sus biografías en forma sintética, haciendo resaltar cada personalidad en lo que más ha tenido de humano para conocimiento de las generaciones jóvenes y como ejemplo de temple varonil enfrentando la lucha contra la naturaleza ruda y salvaje en continuo acecho. Hemos contribuido al conocimiento de la historia Neuqueniana, cronologando hechos que la posteridad ha de recoger con interés; hemos hecho crónica de la celebración de los aniversarios de fundación de pueblos, exaltando los sentimientos de patriotismo local y el recuerdo hacia sus respectivos próceres.[25]

 

El papel de estas intervenciones estaba dirigido a recrear el presente en términos de un "destino" histórico, el que debía explicarse sobre la base de un pasado. Pasado, presente y futuro se fusionaban en un mismo horizonte, presuponiendo ontológicamente la misma referencia: la neuquinidad. Por lo tanto, el planteo capital de estos intelectuales estaba muy lejos de pensar este concepto como una construcción inacabada, como una cualidad contingente y posicional en una trama social de determinaciones.

Las conferencias se instituían en el lugar de la palabra, de la representación simbólica y en la puesta en escena de un mensaje. Bajo estos tres ejes y en nombre de lo neuqueniano se montaba la puesta discursiva, fortaleciendo sus pretensiones de poder totalizante, como forma de pensarse parte de un todo mayor: Argentina.

Las conferencias fueron útiles para la construcción y la renovación de un contrato de confianza y de credibilidad entre un elenco productor de bienes simbólicos y su público. Por ende, representaban un hecho esencialmente plebiscitario del acto de legitimación o consagración:

 

Se inició (…) el ciclo de conferencias correspondientes al año en curso (…) el conferencista, ampliamente conocido en los círculos literarios y castrenses, como cultor ilustrado de las letras argentinas (…) fue presentado ante el numeroso y calificado auditorio, por el Dr. Gregorio Álvarez.[26]

 

En el caso que nos interesa, el trabajo de encuadramiento que asumen los integrantes de la Casa Neuqueniana, la recurrencia al pasado valdría como forma de emplazar la sensación de herencia y para fundar un mito en torno a los orígenes.

La interpretación sobre la necesaria incorporación de la Patagonia, como pieza infaltable para la construcción plena del Estado Nacional, fue leída desde la matriz civilización-barbarie. Por ello, la Campaña al Desierto, como mito fundante de la neuquinidad, se empalmaba a los conceptos de progreso y desarrollo, los que se vieron cargados de una fuerte impronta civilizatoria. Con todo, el antagonismo “civilización-barbarie” fue el prisma a través del cual se explicará el origen de la neuquinidad.

La Campaña al Desierto, en tanto “gesta gloriosa”, quedaba teñida de poder generativo. Se inscribía como un hecho fundante, que abría el campo de lo posible y/o de las posibilidades. O sea, en el relato de la historia de Neuquén, funcionaba con la fuerza de un mito fundante, delineando un antes y un después. Vale decir, operaba como el instante en el que todo comenzó, como el hito inaugural.

El planteo está fundado en la reconciliación entre mundo civilizado y mundo “bárbaro”, a los efectos de reconstruir el pasado partiendo de la idea de que aquí no necesariamente había una zona desierta, pero sí bárbara, que necesitaba ser refundada, subvirtiendo las formas “salvajes” de vida y asimilando a los sujetos sociales, cuyos intereses estuvieran colisionando con el imaginario civilizador.

Las conferencias de la Casa Neuqueniana y su correspondiente Boletín, del cual daremos cuenta en el siguiente apartado, contribuirían a la formación de vínculos sociales y serían activadoras de la circulación de sentidos sobre Neuquén. Por lo tanto, colaboraban con la cimentación de registros simbólicos con intenciones hegemónicas y homogeneizadoras.

 

Boletín Neuquenia, “tribuna de sano neuquenismo”

 

A poco de constituirse la Casa Neuqueniana comenzó a editarse el Boletín Neuquenia, cuyo primer número salió en diciembre de 1950. Dicha publicación se creó como órgano responsable de la institución y como espacio de difusión de sus propuestas y actividades. Una de las intenciones adoptadas fue la de "alisar asperezas y robustecer sentimientos de comprensión y fraternidad,”.[27] Nació con la voluntad de coordinar esfuerzos tendientes a la unidad en un territorio fragmentado. Por otro lado, el boletín se reconocía como:

 

Tribuna de sano neuquenismo, entendiéndose en el sentido de difusión del conocimiento del territorio del Neuquén en su faz física, en su faz cultural, en su acervo histórico, en su inquietud de orden espiritual y en sus aspiraciones progresistas (…) para demostrar ante el resto del país que es verdad lo que consigna el lema que ostentamos como significativa aspiración: ‘Del Neuquén, por el Neuquén, para la Patria.[28]

 

Atribuyéndose la condición de mediador, establecía como anhelo: “Que la voz de Neuquenia resuene como eco de la voz que viene del Neuquén a Buenos Aires”.[29]

Respecto de su denominación; Neuquenia, al igual que “neuqueniano”, el término hace alusión a la tierra de los neuquenianos, aunque el concepto iba más allá de eso:

 

Neuquenia simboliza el misterio de aquel nombre y el destino esplendoroso de una región privilegiada de la patria. Sus hijos creemos en una predestinación venturosa pero solo posible de cumplirse por la acción impulsora y notablemente inspirada de la inteligencia y del trabajo.[30]

 

Por otra parte, como órgano de la Casa Neuqueniana, el Boletín se vio inspirado en la “belleza física de nuestra tierra neuqueniana y en aquella otra belleza imposible de valorar que consiste en los vínculos familiares y de amistad que se gestaron en la lucha por vencer las asperezas de la tierra bravía, vencida al fin por la acción mancomunada del cerebro y el músculo”.[31] En este sentido, se admitió que ello representaba un punto de vista nuevo y distintivo en el marco de la prensa neuquina a la que se le atribuía como principal característica la publicación de periódicos partidarios o facciosos:

 

La orientación dada a nuestra hoja es, a nuestro juicio, la que refleja fielmente los objetivos que perseguimos y trataremos de mantenerla dentro del programa selecto del periodismo útil y constructivo, vale decir: calidad de materia y calidad de expresión. No quisiéramos ver descender a NEUQUENIA a la categoría de un periódico de información vulgar: anhelamos que sea una tribuna literaria, de enseñanza, de expresión de sanas inquietudes, de presentación de asuntos relacionados con el Neuquén (…) Es útil, pues, demostrar al país nuestra existencia como región que goza de ambiente cultural y desea progresar en tal sentido.[32]

 

El Boletín buscaba desarrollar una versión por encima de las variaciones individuales y de las fluctuaciones temporales. El acto de oficialización podía entenderse, parafraseando a Pierre Bourdieu (1996), como un efecto de homologación. Es decir, de reaseguro de que se decía (o pensaba) la misma cosa, cuando se pronunciaban las mismas palabras. En este acto, los lectores eran llamados a ser, simultáneamente, testigos y actores de consagración.

 

Aspiramos que los neuquenianos sientan, piensen y trabajen en la medida que lo permitan sus posibilidades, para beneficio de Neuquén, para que acrecentando su acervo, pueda presentarse eficazmente en el concierto de los demás pueblos que labran la grandeza y el porvenir de la patria.[33]

 

Desde sus inicios, el boletín se ubicó a sí mismo con un lenguaje no enmarcado partidariamente, intentando legitimarse a través del ejercicio de marcas tales como la retórica de la imparcialidad y los efectos de equilibrio. Se apoyaba en un ethos[34] de la convivencia y como prevención de la polémica. En este sentido, Neuquenia no sería una publicación al servicio directo de una propuesta política concreta o de un candidato. No se presentaba como un puesto de combate -aunque lo era-, sino peleando un lugar de reconocimiento para Neuquén en el contexto nacional. Aspiraba a situar su mirada por encima de las diferencias; mirada en la que se combinaba lo ideal con lo prescriptivo, como garantía de un apoliticismo supremo.

 

Somos hijos de una tierra privilegiada y virgen en muchos de sus aspectos. Deseamos dar a conocer su acervo histórico, vivir su progreso y decir a todos nuestros hermanos argentinos, de sus bellezas, cultura y porvenir (…) hacer conocer el pensamiento de Neuquén en la Capital de la República, la parte que le corresponde en el engrandecimiento del país y exponer sus aspiraciones y necesidades (…) por lo que no podemos admitir otras ideas que no sean las del culto a la Patria y al Neuquén.[35]

 

En la ciudad de Buenos Aires, Neuquenia, como tribuna de divulgación cultural, fue la primera manifestación de un relato formalizado acerca de Neuquén.

Neuquenia era una publicación periódica. La regularidad del tiraje dependía de los recursos que se lograban a partir de los aportes societarios, principalmente de quienes conformaban las filiales del Neuquén. Inicialmente se proyectó una edición por mes, pero luego fue trimestral. Se editó desde 1950 hasta 1956. Se distribuía gratuitamente para los suscriptores quienes no necesariamente era integrantes de la Casa Neuqueniana: unos 300 aproximadamente, y para las distintas instituciones del gobierno nacional y territorial.

Después de discontinuas e irregulares tiradas, el Boletín dejó de editarse en 1956 y, con ello, se iría diluyendo la institución, sin antes lamentar Gregorio Álvarez que:

 

La incultura general y la de la juventud nativa en especial conspiran en contra de los más nobles afanes y de las voluntades de los que trabajamos por el Neuquén (…)  Necesitamos un mejoramiento cultural si es que no queremos ser desmerecidos ante las demás provincias, que gracias en buena parte a la campaña de la Casa Neuqueniana que actúa por razón de presencia en los ambientes universitarios, unido a la difusión que hacía por medio de NEUQUENIA, nos suponen una provincia rica, llena de tradiciones, de cultura, producción, industria, etc.[36]

 

En Neuquenia, los temas se orientaron principalmente a construir una versión de la historia, que sirviera para vertebrar una tradición. Esto comprometía a quienes tenían la responsabilidad editorial de abarcar temas con un cierto matiz de deber cívico y de servicio. Los tópicos se centraron en brindar un reconocimiento a los primeros pobladores que se afincaron en Neuquén después de las campañas militares de fines del siglo XIX. Se publicaron sus respectivas biografías en forma sintética, destacando a cada una de estas personalidades a través de aquello que se considerara fundamental para las generaciones jóvenes, con el objeto de configurar un panteón de la memoria.

En el concierto de las reconstrucciones biográficas, la presencia y la marcha civil civilizadora frente al nativo bárbaro resultaba un leit motiv. El registro civilización-barbarie atravesaba el relato como forma sobresaliente de reivindicación y, por ello, de arquetipo de conducta.

 

NEUQUENIA inicia y continuará en los sucesivos números, una galería de biografías sintéticas de los pioneers (sic) u hombres propulsores del Neuquén, cuyo recuerdo conviene tener presente como acto de justicia y como ejemplo para las generaciones jóvenes que en la actualidad no tienen que sufrir como aquellos las asperezas de una lucha sin tregua contra la naturaleza y los hombres, que vivieron superándose en energía y valor de titanes, sin medios económicos, lejos de los beneficios de la civilización , sin otras miras que la de construir el bienestar de sus hijos y poblar Neuquén que ya afloraba promisor en las desoladas regiones de la Patria.[37]

 

El proceso selectivo de armar un pasado propio representaba un acto reparador; resarcimiento presentado como “justiciero reconocimiento” de aquellos hombres acreedores y pioneros de la grandeza neuquina. El acento estaba puesto en rescatar valores humanos a reproducir, a fin de poder proyectar un futuro esperanzador. De ese modo, y con intención ejemplificadora, se apostaba a un llamado para tal fin.

 

Por el recuerdo de nuestros mayores, que hicieron el Neuquén de hoy; por el prestigio de nosotros que hacemos el Neuquén de mañana, que el porvenir de nuestros hijos, unámonos en esta empresa lírica, desinteresada, fraterna y generosa cuya finalidad es enaltecernos en nuestros sentimientos y en nuestro amor al terruño.[38]

 

Los poemas, cuentos, relatos del pasado y evocaciones en torno a biografías de "pioneers", tal como los denominaban desde su imaginario civilizatorio, contenían un fuerte componente territorial. Imágenes, metáforas, expresiones y alusiones referidas al elemento "territorio del Neuquén" estaban presentes como condición de identidad, como parte de una conciencia de pertenencia a un lugar. El territorio era reclamado como soporte de esa identidad, pero ese territorio no era presentado sólo en términos de un espacio político-administrativo limitado, sino que se lo exponía ligado a lo que podríamos denominar sentimiento de territorialidad. Es decir, aparecía junto a una evocación de imágenes y significados propios de un lugar y junto con el deseo de su preservación y control. Por lo tanto, el sentimiento de territorialidad encerraba la intención de ejercer una forma de comportamiento, una estrategia para afectar, influir, preservar y direccionar los elementos de un lugar.

 

La suave eufonía de su pronunciación concuerda bien con la delicada y alucinante fascinación que produce el conjunto armónico con que la Naturaleza se nos presenta en aquel suelo maravilloso. El cuadro de sus cielos, sus lagos, la nieve y roca de sus montañas, sus bosques, sus ríos y el aire vivificante embalsamado por el perfume de sus campos, seduce, alegra y exalta a sus hijos que saben que les pertenece una de las regiones más bellas de la tierra (…)  una bíblica promesa de tierra de bienaventuranza.[39]

 

Este sentimiento de territorialidad, más que aludir al territorio, habilitaba construir sentido y significado alrededor del término "neuqueniano", el cual, recordemos, no aludía exclusivamente a los nativos del Neuquén, sino a los residentes y no residentes que estuviesen interesados en su progreso. Por lo tanto, Neuquén evocaba algo único, independientemente de sus fronteras administrativas, que reclamaba unidad y mancomunión de esfuerzos: “Estamos cumpliendo una misión digna y provechosa para nuestro terruño (…) quisiéramos colaborar mutuamente con los vecinos del Territorio en todos los sentidos, estableciendo una emulación hidalga y bien intencionada”.[40]

En esencia, el planteo medular de los integrantes de la Casa Neuqueniana, a través de Neuquenia consistía en proporcionar argumentos para establecer que no era en el juego político donde se encontraba la clave para insertarse en la nación, sino en la voluntad de presentar a Neuquén con una herencia identitaria única, representante de la "esencia" neuquina. O bien, "del espíritu" de los neuquenianos y su grandeza.

 

Siendo el Neuquén nuestro leit motiv (SIC), a él seguiremos dedicando nuestros afanes (…) que NEUQUENIA pueda ir recolectando sus más preciados frutos para mostrar ante el resto del país que es verdad lo que consigna el lema que ostentamos como significativa aspiración: ‘Del Neuquén, por el Neuquén, para la Patria.[41]

 

No pretendemos afirmar que se trataba de una lectura incorrecta -que lo haya sido o no es irrelevante para nuestro análisis- lo que importa es el gesto de producción de un origen pasado y su territorio, situado como prueba de una concepción esencialista de la neuquinidad.

De este modo, lo inconcluso e incierto del momento político determinaría imperativos ideológicos, claramente necesarios para fomentar una fluidez identitaria que funcionara como signo distintivo y de distinción y también de unidad y de acción. La avidez por sostener el ideal de esta empresa cultural, por parte de quien fuera el mayor impulsor del Boletín, don Gregorio Álvarez, se iría disipando hacia 1955 al compás del ocaso de la Casa Neuqueniana y del desencanto de su mentor:

 

Es necesario difundir el pensamiento de nuestro terruño, es necesario meterle al neuquino las cosas de su tierra hasta que le llegue al alma. ¿Y si no con qué bagaje cultural va a manejarse la administración de la nueva provincia? ¿Es que se cree que todo es soplar para hacer botellas? ¿O los neuquinos quieren entregar su tierra a los políticos foráneos que siempre medran a favor de circunstancias que favorecen los acomodos? La incultura general y la de la juventud nativa (…) conspiran en contra de los más nobles afanes y de las voluntades de los que trabajamos por el Neuquén que la ausencia nos hace querer más.[42]

 

No obstante clausurarse y extinguirse la institución, como su correspondiente Boletín, hubo una dinámica intelectual –desplegada por la Casa Neuqueniana- que fue más allá de lograr obras y cristalizar ideas. De hecho, se puso en movimiento la configuración de una intelligentsia que daría forma y difusión a la tradición histórica de la neuquinidad como identidad cultural en Neuquén en la etapa provincial.

Por lo tanto, este proceso, que supuso la institucionalización de la neuquinidad, es signo emergente de una época. Un período que habla de las intenciones de ciertos actores, quienes remiten a instituir a la cultura “culta” como forma privilegiada de promover la evolución de una sociedad y como expresión de “civilización”, operando por encima de las clases bajo un signo conservador y jerárquico de la organización social.

También habla de las características de una matriz interpretativa, que señala cómo y quiénes fueron transformando a Neuquén en un referente potencial para la construcción de una pertenencia comunitaria, como elemento de “comunalización” y reforzador de sentimientos de pertenencia que logran ocluir con éxito su propia arbitrariedad constitutiva (Mombello, 2018, p. 39).

No fue el peronismo o el deseo de peronizar la sociedad, lo convocante para el caso. Fue la pretensión de inserción de Neuquén en el escenario nacional por considerar que se había superado la barbarie. Por lo tanto, no hacen de la recuperación y del tutelaje del pasado un instrumento al servicio del proyecto peronista, sino que lo ponen al servicio de la construcción de un lugar de reconocimiento frente a las demás provincias y de cohesión hacia el interior del territorio. De allí que surgiese la composición de redes de reciprocidad y solidaridad entre la Casa Neuqueniana y sus filiales para actuar uniformemente, fusionar intereses y evitar la división.

Más allá de la breve vida de la Casa Neuqueniana, podemos sostener que fue un momento de conformación de algunos actores que se asumieron como intelectuales que buscaron construir y administrar significados que, luego, adquiriría la comunidad.

 

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Recibido: 21/04/2021

Evaluado: 08/07/2021

Versión Final: 01/08/2021

 



* Profesora de Historia. Docente e investigadora (Universidad Nacional del Comahue, Neuquén). Argentina. E-mail: normabeatrizgarcia2013@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2846-0909

[1] Es el caso de las investigaciones de Woisson (1995); Plotkin (1993); Cattaruzza (1991 y 2007); Cattaruza y Eujanian (2003); Goebel (2013) y Eujanian, Pasolini y Spinelli (2015).

[2] Nos referimos a los trabajos de Maeder, Leoni de Rosciani, Gabriela Quiñónez y Solís Carnicer (2004); Leoni de Rosciani y Quiñónez (2001); Quiñónez (2007 y 2010) y Leoni (2013).

[3] Buena parte de este recorrido ha sido expuesto en los trabajos de Escudero (2010, 2016a y 2020); Philp, Canciani, Escudero y Reyna (2018); Philp (2009a, 2009b, 2011a, 2011b, 2013, 2015b, 2017) y Philp y Escudero (2020).

[4] Pueden consultarse las obras de Suárez y Tedeschi (2009); Coudannes Aguirre (2006 y 2007); Coudannes Aguirre, Suárez, Giletta, Scarafía, Tedeschi y Vecari (2017); Scarafía y Giletta (2009) y Tedeschi (2004, 2009a, 2009b, 2011 y 2017).

[5] Sugerimos tomar en cuenta las investigaciones de Fiorucci (2001, 2008, 2016, 2018); Bassa (2008, 2013 y 2016); Laguarda, Salomon Tarquini, Lanzillotta y D’Atri (2011); Laguarda y Fiorucci (2012); Lazillotta (2016); Lionetti (2016); Prina (2016); Romaniuk (2016) y Salomon Tarquini (2016).

[6] No desconocemos las primeras leyes de organización de Territorios Nacionales, que indiscutiblemente, sirvieron de antecedentes para la Ley 1532/84. Ellas fueron: Ley 576/72 de creación de la Gobernación de Chaco; Ley 686/74 de establecimiento del gobierno en el territorio del Chaco; Ley 731/75 de autorización para la división de secciones de los Territorios Nacionales; Ley 954/78 de creación de la Gobernación en el Territorio de la Patagonia, entre otras.

[7] Entendemos que la territorialización es el proceso de dominio (político-económico) o de la apropiación (simbólica-cultural) de un espacio. Los territorios específicos son resultado de estrategias para afectar e influir en la gente, y sus interrelaciones.  Sugerimos revisar los trabajos de Sack (1986) y Haesbaert (2013).

[8] Gregorio Álvarez, nativo de Neuquén, había nacido en Ranquilón, Ñorquín, al norte de Neuquén, el 28 de noviembre de 1889. Era mestizo, hijo natural de Eloísa Sandoval (tehuelche) y Gumersindo Álvarez. Desde muy pequeño fue desvinculado de su madre natural y lo llevaron a vivir con la familia que su padre tenía en Chos Malal.

Cursó sus tres primeros años de la primaria en Chos Malal, completando sus estudios primarios, secundarios y universitarios en Buenos Aires, a través de becas otorgadas por el Estado Nacional. Allí se recibió de maestro en la Escuela Normal Mariano Acosta en 1910. Fue el primer maestro nacido en la Patagonia. Luego obtuvo el título de doctor en medicina, gracias a una beca que tramitaron los profesores Luis Güemes y el Dr. Eufemio Uballes, decano de la Facultad de Medicina y rector de la Universidad de Buenos Aires. Se especializó en pediatría dermatológica. Así, se convirtió en el primer médico patagónico.

Su actuación profesional fue amplia y fecunda. Durante veinte años actuó como médico adjunto en el Hospital de Niños de Buenos Aires. Allí se formó como Pediatra y Especialista en Piel, llegando a ocupar -por concurso- el cargo de jefe de servicio de Piel de Niños.

[9] Eduardo Talero era hijo de quien portara su mismo nombre. Su padre había nacido en Cundinamarca, Bogotá, República de Colombia, en noviembre de 1874. Había obtenido el título de abogado. En 1895 debió exiliarse, debido a que tras haber participado de una revuelta contra el Partido Conservador gobernante, el poder de turno ordenó su fusilamiento. Comienza entonces el periplo de su destierro. Así recorre algunos países del continente americano: En Buenos Aires hizo amistades periodísticas y literarias. En este medio, Talero padre ocupó un lugar en el ambiente intelectual porteño. Fue íntimo amigo del grupo de escritores de los 80, entre los que se contaba a Rubén Darío, Ricardo Rojas, Amado Nervo, Joaquín V. González, Almafuerte, y de periodistas como José C. Paz y Bartolomé Mitre, entre otros. En Neuquén, además de las funciones como Secretario General de la Gobernación, ocupó los cargos de Gobernador Interino, Concejal, Subdirector de Justicia y Jefe de la Policía. Finalmente, en 1917 volvió a Buenos Aires, donde enfermó gravemente y murió el 22 de septiembre en 1920.

[10] Copia mecanografiada del discurso de Gregorio Álvarez. Argentina, 25 de julio de 1950. Archivo de la Biblioteca de la JEHN.

[11] Copia mecanografiada del discurso de Gregorio Álvarez. Argentina, 25 de julio de 1950. Archivo de la Biblioteca de la JEHN.

[12] Copia mecanografiada del discurso de Gregorio Álvarez. Argentina, 25 de julio de 1950. Archivo de la Biblioteca de la JEHN.

[13] Copia mecanografiada del discurso de Gregorio Álvarez. Argentina, 25 de julio de 1950. Archivo de la Biblioteca de la JEHN.

[14] Chos Malal fue la primera capital del Territorio Nacional del Neuquén hasta 1904, cuando la sede de las autoridades territorianas fue trasladada a la ciudad de Neuquén. Fue fundada el 4 de agosto de 1887 por el coronel Manuel José Olascoaga a partir del fortín IV División. Su fundación obedeció al objetivo de controlar las rutas de arreos de ganados entre los dos lados de la cordillera de los Andes, y esto se realizó poco después de que se desalojara de una especie de fortaleza ubicada en Varvarco a un grupo de contrabandistas y "cuatreros".

[15] Copia mecanografiada del discurso de Gregorio Álvarez, diciembre de 1950. Archivo de la Biblioteca de la JEHN.

[16] Memoria Anual de la Comisión Directiva de la Casa Neuqueniana de 1951. Archivo de la Biblioteca de la JEHN.

[17] Debates Parlamentarios en torno a la Ley 14.3215 de Territorios Nacionales. Sistema Provincial de Archivos de Neuquén.

[18] Boletín Neuquenia, diciembre de 1950, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[19] Boletín Neuquenia, septiembre de 1951, p. 9. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[20] Boletín Neuquenia, junio de 1951, p. 3. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[21] Boletín Neuquenia, septiembre de 1952, p. 9. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[22] Boletín Neuquenia, septiembre de 1951, p. 3. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[23] Nota de la Casa Neuqueniana al Director General de Enseñanza Secundario, 3 de noviembre de 1951. Expediente 27479/51 del Ministerio de Educación de la Nación. Archivo de la Biblioteca de la JEHN.

[24] Boletín Neuquenia, septiembre de 1951, p. 2. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[25] Boletín Neuquenia, diciembre de 1951, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[26] Boletín Neuquenia, junio de 1952, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[27] Boletín Neuquenia, diciembre de 1952, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[28] Boletín Neuquenia, diciembre de 1951, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[29] Boletín Neuquenia, diciembre de 1951, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[30] Boletín Neuquenia, marzo de 1951, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[31] Boletín Neuquenia, diciembre de 1950, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[32] Boletín Neuquenia, junio de 1950, p. 2. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[33] Boletín Neuquenia, junio de 1950, p. 2. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[34] Nos referimos al ethos como la imagen que el emisor crea de sí mismo.

[35] Boletín Neuquenia, diciembre de 1901, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[36] Correspondencia de Gregorio Álvarez a Ileana Lascaray, 8 de septiembre de 1956. Archivo de la Biblioteca de la JEHN.

[37] Boletín Neuquenia, junio de 1950, p. 5. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[38] Boletín Neuquenia, septiembre de 1951, p. 5. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[39] Boletín Neuquenia, marzo de 1951, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[40] Boletín Neuquenia, marzo de 1951, p. 5. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[41] Boletín Neuquenia, diciembre de 1951, p. 1. Biblioteca Juan Bautista Alberdi de Neuquén.

[42] Correspondencia de Gregorio Álvarez a Ileana Lascaray, 8 de septiembre de 1956. Archivo de la Biblioteca de la JEHN.