Tinta
y política en una pequeña comunidad bonaerense: Benito Juárez, 1902-1930
Silvana A. Gómez(*)
Resumen
En este artículo
estudiamos los vínculos entre prensa periódica y vida política en Benito
Juárez, provincia de Buenos Aires, entre 1902 y 1930. El mundo político de esa
comunidad estuvo atravesado en las primeras décadas del siglo XX por un
personaje de impronta: Pedro Díaz Pumará. Durante la primera parte de su
trayectoria política, el apoyo recibido de periódicos como La Nación y El Día fue fundamental para legitimar la posición de Don Pedro en el
municipio. A partir de 1917, la importancia de la prensa local fue en aumento;
en sus páginas podemos estudiar las tensiones entre oficialistas y opositores.
Consideramos a lo largo de este trabajo que la prensa periódica refleja
desafíos y expectativas de diversos actores, al tiempo que su estudio permite
considerar el grado de afianzamiento del líder en la comunidad y sus relaciones
con el espacio provincial.
Palabras clave:
prensa; política; interior bonaerense
Ink and politics in a small Buenos Aires inside
community: Benito Juárez, 1902-1930
Abstract
In this paper we study the links between periodical
press and political life in Benito Juarez, Buenos Aires, between 1902 and 1930.
The political world of that community was crossed in the first decades of the
twentieth century by a character imprinting: Pedro Diaz Pumara. During the
first part of his political career, the support received from newspapers like La Nación and El
Día was crucial to legitimize the
position of Don Pedro in the municipality. Since 1917, the importance of local
media was increasing; in its pages we can study the tensions between government
and opposition. We consider throughout this work that the periodical press
reflects challenges and expectations of various stakeholders, while their study
allows to consider the degree of consolidation leader in the community and its
relations with the provincial space.
Key words: press; politics; Buenos Aires inside
Tinta y política
en una pequeña comunidad bonaerense: Benito Juárez, 1902-1930
Introducción
Durante las primeras tres décadas del siglo XX, la vida
política de la comunidad bonaerense de Benito Juárez giró alrededor de un
personaje de impronta: Pedro Díaz Pumará (1875-1935). Oriundo de Buenos Aires,
tras estudiar en la ciudad de La Plata, había llegado a Juárez en 1899 y sólo
tres años después –en 1902- se hizo cargo de la municipalidad en un contexto de
acefalía. En 1905, fue electo Intendente y por treinta años, continuó
desempeñando posiciones claves en la esfera local además de la de Intendente
(fue Concejal, presidente del Concejo Deliberante, Juez de Paz en lo Inmediato)
y en el espacio provincial (Diputado bonaerense, Comisionado en Bolívar y Jefe
de Policía de la Provincia en las postrimerías de su muerte).
Las acciones y estrategias[1] de Don Pedro imprimieron
un sello al ritmo de la vida comunal, no porque ese municipio careciera de
otros actores ni porque muchos de ellos no se resistieran al impacto de las
decisiones de Díaz Pumará. El personalismo que caracterizó a Benito Juárez en
esos años creció,[2]
en todo caso, al amparo de una amplia base social de apoyo (a la que debía
recompensarse si lo que se buscaba era mantener su fidelidad) y bajo los
patrocinios y vínculos (por momentos intensos, en otros distantes) que unían a
Don Pedro al espacio provincial. Esas relaciones sostenidas con miembros de la
comunidad y en la provincia intentaron limitar el avance de las críticas, las
variadas denuncias y los intentos de una oposición –difícilmente orgánica- por
controlar el municipio.
En este contexto, la prensa periódica refleja las tensiones,
desafíos y expectativas de diversos actores, al tiempo que su estudio permite
considerar el grado de afianzamiento del líder en la comunidad. Es decir:
mientras en los primeros años fue la prensa provincial y nacional la que
sostuvo a Don Pedro, dotando de legitimidad sus acciones, tras la intervención
que el municipio sufrió en 1917 –quedando por primera vez en poder del radicalismo
por un breve lapso- surgió rápidamente un conjunto de periódicos en el espacio
local que intentó impedir primero la vuelta de Don Pedro al poder. Cuando no se
consiguió ese objetivo, los esfuerzos apuntaron a criticar al líder, su base
social de apoyo, denunciar abiertamente el tipo de relación que Díaz Pumará
establecía con algunos pobladores y no se vaciló en definir como inescrupuloso
al manejo de los fondos de la comuna.
En este artículo, abordamos esa prensa periódica
distinguiendo entonces dos momentos: entre 1902 y 1917 damos cuenta de los
esfuerzos de los periódicos fuera del pueblo (La Nación y particularmente el platense El Día) por legitimar los
accionares dentro del municipio. En un segundo momento, consideramos a los
diarios de Benito Juárez: los del radicalismo que intentaron generar un órgano
de difusión de sus propias políticas a partir de 1917 y la prensa socialista en
Benito Juárez. Este estudio se cierra en 1930, pues más allá que el liderazgo
de Díaz Pumará haya continuado tras el primer golpe de estado a nuestro país,
ese momento abrió nuevos retos al escenario local y sus vínculos con la
provincia.
Partimos de considerar que la prensa en una pequeña
localidad, como lo fue Benito Juárez en los inicios del siglo XX, tuvo amplia
repercusión en la vida comunal. Además, y en relación a lo anterior, afirmamos
que dicha prensa no sólo estuvo ampliamente politizada sino y en particular
tras la intervención de 1917, absolutamente identificada con un partido o
agrupación política.
I. El rol de los periódicos El Día y La Nación: de la
acefalía municipal a la intervención de la provincia (1902-1917)
I. a. La cuestión de la acefalía
El 5 de julio de 1902 el por entonces Intendente de Benito
Juárez, Miguel Lasota, presentó su renuncia que se sumaba a la de cinco
concejales. Desde el periódico platense El
Día se informó que varios habitantes del partido que constituían “lo más característico y representativo de
este vecindario”[3] peticionaron al gobernador
para que se reorganizara el gobierno local. En efecto, el municipio se
encontraba en estado de acefalía. El mismo periódico de la capital provincial
afirmaba que debían tomarse medidas pronto, pues el robo de hacienda estaba en
ascenso en el pueblo y diversos actos delictivos eran atribuidos a las antiguas
autoridades municipales. Dos semanas después de la renuncia, fue nuevamente El Día el que informó que “Se ha dado
como candidato a comisionado municipal del P.E al señor Pedro Pumará, persona
de arraigo en el partido y llena de condiciones para el desempeño de tal
delicada comisión”.[4]
Finalmente, el 23 de julio Pedro Díaz Pumará se hizo cargo de la Intendencia;
según el diario porteño La Nación, el
traspaso se había dado de forma pacífica y ordenada.[5]
En la Cámara de Diputados provincial, mientras tanto, el
legislador González Bonorino solicitó esclarecer el “asunto de la acefalía”
pues fundamentaba que tenía información que le hacía suponer que no era tal y
que se trataba de una estrategia deliberada para colocar leales, en las
comunas, al nuevo gobernador Marcelino Ugarte.[6] Cabe destacar que Ugarte
había llegado a la gobernación bonaerense el 1 de mayo de 1902. Su candidatura
fue sostenida por Partidos Unidos, una coalición de tres agrupaciones
bonaerenses: la rama provincial del PAN (cuya principal figura era el
presidente del comité provincial del partido Félix Rivas), un sector de la
Unión Cívica (liderado por Manuel Campos) y dirigentes provinciales del
radicalismo bernardista (que no aceptaban la política abstencionista propiciada
por Hipólito Yrigoyen). Resultado de esa política acuerdista, se constituyó la
fórmula Marcelino Ugarte (por el PAN) y Adolfo Saldías (por el radicalismo). Sin
embargo, rápidamente Ugarte tuvo que lidiar con la fragmentación interna de
dicha coalición y afrontar principalmente el distanciamiento con Félix Rivas.
En ese contexto, el nuevo gobernador recurrió a la intervención de las comunas
para impulsar la centralización política y desmantelar del poder a los
opositores locales.[7]
González Bonarino, en ese sentido, respondía a la facción liderada por Rivas y
de allí que solicitara la revisión por parte de la legislatura de una de esas
“falsas” acefalías, según su argumento, como la de Benito Juárez. El periódico La Nación daba cuenta de esa situación: “Juárez-
Los amigos el señor Rivas esperan con ansia el resultado de la interpelación
Bonorino al gobierno, sobre la acefalía de esta municipalidad”.[8]
Tras esos señalamientos en la Cámara de Diputados, El Día inició un fuerte descargo ante
quienes pretendían sembrar dudas sobre la situación en Juárez: “Difícilmente
habría podido decirse inexactitud mayor. La acefalía municipal se ha producido
de una manera lógica y esperada, sin violencia de ningún género y como
resultancia de los anhelos vehementes de todo el vecindario, hastiado desde
hace tiempo de la gestión inconveniente y reprobable de sus autoridades
edilicias.
Los habitantes de Juárez, ya se trate de su planta urbana, ya
de su dilatada extensión rural, saben perfectamente cómo se han producido los
hechos que han cambiado, con verdadero contento de su partido, la ya
inaguantable situación local. No es mi ánimo, señor director, al escribir estas
líneas aportar datos que establezcan la verdad con objeto que circulen en este
pueblo que, como he dicho, la conoce suficiente y se lisonjea, aprovechando la
amplia circulación de El Día á (sic) fin de que esas inexactitudes que puedan
haber sido creídas por quienes ignoran, a causa de la distancia de que nosotros
nos separa, la verdadera situación de este importante distrito, aparezcan al
desnudo en toda su resaltante inconsistencia.”[9]
En los días siguientes, el periódico platense apoyó
tenazmente la nueva gestión en el municipio. Se informó desde sus páginas que se habían restituido
992 pesos por orden del Tribunal de Cuentas que a pocos días de la llegada al
poder de Díaz Pumará, regularizaba las cajas municipales mientras el comisario
Rosas –con el apoyo de Don Pedro- continuaba con la persecución de cuatreros en
el municipio y de esa forma, se mitigaban las demandas de los ganaderos que
habían sufrido diversos robos en los últimos meses.[10] El diario La Nación por su parte, daba cuenta de
las expectativas abiertas para el pueblo con la llegada del nuevo comisionado:
un antiguo reclamo del municipio era que el tren comunicara todos los días al
pueblo con Buenos Aires. Efectivamente, entre los primeros pedidos del
comisionado figuró la solicitud para que la empresa Ferrocarril del Sur
estableciera ese servicio.[11]
El Día mantuvo desde sus
páginas la protección al nuevo comisionado mientras esperaba que el asunto de
la acefalía se tratara, tal como había solicitado el diputado Bonorino, sobre
tablas. Taxativamente, afirmó que “La particular información que poseemos
respecto á (sic) la historia del gobierno comunal de Juarez (sic) es de tal naturaleza
que nada nos inducirá á (sic) arrendar las ganancias que pueda obtener la causa
del diputado interpelante una vez publicadas las revelaciones que suponemos se
realizarán en el debate”.[12] Sin embargo, el asunto no
fue discutido en la Cámara. La cuestión quedó en manos de la Suprema Corte de
Justicia que, tras un pedido de inconstitucionalidad del decreto del Poder Ejecutivo
provincial que designó a Pumará como comisionado, hizo caso omiso a la
reclamación y Don Pedro continuó ejerciendo su función.
Puede argumentarse que el posicionamiento de El Día se debió al apoyo que Marcelino
Ugarte recibió del periódico platense. Desnudar la estrategia del nuevo
gobernador (que colocaba a hombres leales en espacios estratégicos asegurando
la centralización política) podría socavar su autoridad. De allí que diversos
medios contrarrestaran las denuncias surgidas desde el propio conservadurismo
cuando éste hubo de afrontar su fractura tras un intento de gobernar en
coalición. Sin embargo, este motivo –por demás verosímil- no permite comprender
del todo el ahínco desplegado por El Día
en su versión de los hechos en Juárez. En particular, no posibilita entender “la particular información” que el
periódico se jactaba –en la cita anterior- de tener sobre los asuntos de Juárez.
¿Por qué El Día apoyaba abiertamente
a Don Pedro que sólo había llegado al pueblo tres años antes de hacerse cargo
de la municipalidad? Puede que El Día
confiara en el criterio de Ugarte, aunque Ugarte no conociera a Díaz Pumará. El
joven ingeniero agrónomo y veterinario llegó a Juárez en 1889 recomendado por
el famoso Jefe de Policía Coronel Falcón para desempeñarse al frente de una
nueva cabaña dentro de un gran establecimiento agrícola-ganadero llamado “Dos
Marías” propiedad de Cecilio López. Los vínculos entre López y Ugarte eran
estrechos, pues además de ser el primero un terrateniente próspero había
conformado junto al nuevo gobernador la Junta Ejecutiva del PAN provincial en
1900. Díaz Pumará había logrado quedar bajo la tutela de Don Cecilio tras su
exitosa labor en sus tierras y posteriormente, ser un leal de Ugarte en el
municipio. Nada de ello, aunque arroja luz sobre la red amical de la que Don
Pedro se nutrió en los primeros años de su larga trayectoria política, explica
la actitud de El Día. Las
motivaciones del periódico platense tienen otro origen: Díaz Pumará siguiendo
en sus años de estudiante los pasos de su padre –un periodista colombiano
radicado en Buenos Aires- fue un intenso colaborador del periódico mientras
vivió en La Plata. Ese vínculo, además, permite entender cierto andamiaje
político que analizaremos más adelante.
I. b. El rol de los periódicos en la trayectoria de Don
Pedro: la actuación de Díaz Pumará en Bolívar (1910-1911)
Tras desempeñarse como comisionado en Benito Juárez a partir
de 1902, Díaz Pumará fue electo intendente de ese municipio en 1905. Ejerció el
cargo hasta 1907, cuando comenzó a presidir el Concejo Deliberante. Tras su
paso por el Concejo, fue Intendente entre 1909 y 1914. En la segunda década del
siglo, mientras su protagonismo crecía dentro de la localidad, se sumaron dos
grandes desempeños en la escena provincial: fue Diputado Provincial entre 1909
y 1912 por el conservadurismo y se desempeñó como comisionado en la ciudad de
Bolívar entre 1910 y 1911.
El derrotero de Don Pedro en Bolívar, en particular, nos
permite nuevamente examinar el rol ejercido por los periódicos en un entramado
que influía profundamente en espacios locales aunque excedía esos límites; posibilita,
al mismo tiempo, examinar aspectos de la dinámica provincial. El gobernador
Inocencio Arias nombró a Don Pedro comisionado en Bolívar en una trama de
profundas tensiones en ese municipio cuya síntesis era un paro general de la
industria y los comercios promovido en las denuncias por malversación de fondos
de la que eran acusados funcionarios de aquella localidad. La Nación reprodujo en junio de 1910 los telegramas enviados por
algunos vecinos de la comunidad al poder ejecutivo provincial[13] y realizó un examen de la
situación de aquel municipio. Para el periódico porteño, el peso de los
“cacicazgos” era tal dentro del espacio bonaerense –y en ese sentido, Bolívar
era una de sus expresiones- que sólo la intervención de la provincia podría
aliviar la situación por la que pasaban los moradores de la localidad: “El caso de Bolívar es uno de
tantos. Se repite allí el fenómeno que ha ocurrido y seguirá ocurriendo en
muchos partidos de la provincia. Y bien se comprende que la acción oficial será
absolutamente estéril para resolverlo en definitiva si el señor Arias persiste
como sus antecesores en limitarse al tratamiento de las consecuencias, dejando
de lado sus motivos originarios. (…)
Lo
que necesita la provincia (…) como una necesidad vital, es una obra de
saneamiento político, que restableciendo el mecanismo de sus instituciones
sobre su verdadero quicio, suprima los desbordes del caciquismo y substraiga el
gobierno de los municipios á (sic) las camarillas que los enfeudan.”[14]
Ante
el clima hostil que se vivenciaba en Bolívar, el gobernador Arias encomendó a
Pedro Díaz Pumará resolver la situación, designándolo comisionado municipal en
esa localidad. En este contexto El Día, como
en el caso de la acefalía de Benito Juárez en 1902, apoyaba la actuación de Don
Pedro: “Su designación para la delicada tarea es acertada, fuera de duda, pues
el señor Pumará es un conocedor de la provincia y sus hombres y tiene
condiciones para poder desempeñarse de manera que en el presente caso su
intervención ha de ser beneficiosa para los intereses de aquel pueblo.”[15]
Durante
se gestión entre junio de 1910 y marzo de 1911, Díaz Pumará fue acompañado por
L. Alfredo Vaccareza primero, Carlos M. Flores luego y finalmente Guillermo
Alexander, quienes actuaron de secretarios. Cuando arribó a Bolívar, Díaz
Pumará encontró que “(…) la situación es muy delicada y urge que se adopten
medidas para normalizarla y evitar que se llegue a extremos violentos, pues los
ánimos están muy excitados contra los hombres de la municipalidad, y éstos a su
vez, obcecados, resistiéndose á (sic) facilitar soluciones radicales, como son
las que corresponden.”[16]
Según
informaba La Nación¸ el comisionado
Díaz Pumará estuvo en permanente contacto a través de comunicaciones
telegráficas con el gobernador Arias para resolver el conflicto que aquejaba a
la localidad. El gobernador, por su parte, le comunicaba “(…) instrucciones
reservadas y recomendando una vez más calma en el vecindario, dándole
seguridades de que se ha de llegar á (sic) términos satisfactorios”.[17]
El Día expresaba que Don Pedro
resolvería la situación dada “la rectitud de intenciones que lo caracteriza y
(…) la neutralidad suficiente que puede asistirlo como perfectamente ajeno á
(sic) las dificultades locales.”[18]
En
unas semanas, Díaz Pumará determinó que las denuncias realizadas “referentes al
despilfarro de las rentas comunales y á (sic) las venganzas y represalias de
que ha sido víctima este vecindario, especialmente el comercio y los
hacendados, desde que se comenzó la protesta contra la delincuencia municipal”[19]
eran fundadas. Ello condujo a que el 14 de junio las autoridades locales
renunciaron a sus cargos, lo que para el periódico El Día significaba finalmente la resolución del conflicto. La
provincia debió actuar a través de Don Pedro en un contexto difícil, cuya
entera responsabilidad correspondía al pueblo de aquella localidad bonaerense,
según expresó el periódico platense: “(….) debemos repetir lo que tantas veces
hemos dicho: la culpa toda entera, sin atenuantes, corresponde al pueblo de
Bolívar, á (sic) los ciudadanos que tienen aptitud legal para intervenir en los
negocios públicos. ¿No tenían las autoridades edilicias de Bolívar, la
confianza de la mayoría del vecindario? ¿Por qué entonces las había nombrado?
Se
dirá en descargo del pueblo que él no intervino en la designación, y que ésta
es el fruto de la violencia y del fraude. ¿Quién se lo impidió? Y si alguien
hizo violencia o fraude, ¿por qué no se llevó ante la justicia? ¿O éste es un
país salvaje, que se rige por las leyes naturales que impone el más fuerte?”[20]
Hasta
que la situación no estuvo del todo normalizada, las elecciones municipales que
debían llevarse a cabo en Bolívar el 11 de diciembre de 1910, no se
practicaron. Los comicios hubieron de esperar para concretarse hasta marzo de
1911. En ese momento, Díaz Pumará abandonó sus funciones como comisionado.
Aunque apoyado por el porteño La Nación, fue nuevamente El
Día un bastión del sostenimiento de Díaz Pumará en Bolívar. Su actuación,
aunque legalizada en la orden del gobernador Arias, fue crecientemente
legitimada por periódicos que versaron sobre la prolífera actuación de Don
Pedro que permitió normalizar la situación.
II. Los periódicos locales: de la intervención radical al
golpe de estado de 1930
Aunque
la prensa nacional y provincial (particularmente La Nación y El Día) fueron
claves durante la primera mitad de la trayectoria política de Díaz Pumará, lo
cierto es que en Benito Juárez existía prensa local desde finales del siglo
XIX. Dicha prensa, además, se aleja al modelo propuesto por Eduardo Míguez
quien (a partir del ejemplo de El Eco de
Tandil, localidad esta última vecina a la de Benito Juárez) considera que
los periódicos del interior tuvieron una lógica mucho menos partidaria, pero no
por eso menos politizada, que la prensa de las grandes ciudades.[21]
En Juárez, por el contrario, la prensa exteriorizaba su adhesión/filiación a
una organización o partido político. Ya el periódico La liga del Sur aparecido en 1887 bajo la dirección de Alberto
Bravo, era la expresión de la agrupación política surgida con el mismo nombre.
A partir del 1 de agosto de 1889, el periódico pasó a llamarse El Fénix, tras la refundación encabezada
por Urbano García. El 4 de febrero de 1902, hizo su aparición El Independiente. Exponente de la
política conservadora, bajo la dirección de Gabino Gallo, apoyó a Don Pedro y
sus actos de gobierno. Sólo dos años después, El Nacional se embanderó plenamente en la defensa de Díaz Pumará.
En 1928, otro diario pumarista hizo su aparición El Sud, aunque rápidamente –para 1930- dejó de circular. La Verdad, primer intento del
radicalismo por tener su propia prensa, nació en 1918. En 1923 se fundó Claridad, constituyéndose como la
expresión del Centro Socialista en la localidad. El periódico Tribuna apareció el 17 de diciembre de
1927 y apuntó a ser defensa del radicalismo personalista en Benito Juárez.
Esta
prensa, sobre la que aquí pasamos revista rápidamente, se volvió ampliamente
significativa en la vida política en el período abierto en 1917 pues Díaz
Pumará por primera vez en su derrotero, hundiría las raíces de su liderazgo
mayormente en el pueblo. Quebrados los viejos lazos y en busca de un nuevo
espacio político que lo cobijara, Don Pedro dependería de los votos que pudiera
aportar desde su distrito. Una oposición cada vez más organizada, como veremos,
intentaría limitar (aunque sin éxito) el avance “pumarista” sobre Benito
Juárez.
Díaz
Pumará fue miembro del Concejo Deliberante en
1915, Presidente de ese Concejo en 1916 e Intendente en 1917. La intervención a
la Nación de la provincia de Buenos Aires supuso un novedoso escenario en
Juárez. El Interventor José Luis Cantilo dispuso que muchos intendentes fueran
reemplazados por comisionados radicales: en Benito Juárez la UCR tendría por
primera vez la Intendencia bajo su tutela. Ello, desde luego, no implicaba el
deterioro del posicionamiento de Don Pedro. Su liderazgo era tal que –en busca
de legitimar a las nuevas autoridades radicales- surgió el 13 de enero
de 1918 el periódico La verdad, con
una frecuencia bisemanal (aparecía los jueves y domingos). Se presentó haciendo
explícita alusión a ese partido: “Sostiene
los principios de la Unión Cívica Radical- Defensor de los intereses de la
Comuna”. La Verdad, entonces,
nació como una publicación con dos grandes finalidades: dotar de legitimidad a
las nuevas autoridades; al mismo tiempo, intentó contrarrestar aparatos
propagandistas del “pumarismo” como el periódico El Nacional.
La Verdad intentaba sostener, en este
contexto, la actuación de los comisionados radicales en Benito Juárez: el
primero de ellos, Mariano Castells quien estuvo a cargo de la comuna entre 1917
y 1919. A partir de ese año, el derrotero de los comisionados radicales pone de
relieve la profunda inestabilidad del municipio: a Castells le sucedió Diego
Bagnasco quien se desempeñó por tan sólo 45 días; lo procedió, Luís
Errecaborda, al frente de los asuntos comunales entre el 16 de febrero y el 20
de marzo de 1919; finalmente, Julián Muñiz condujo la municipalidad entre esa
fecha y el 24 de abril cuando se produjeron los comicios que dieron como
resultado la elección de un hombre con estrechos vínculos con Díaz Pumará: por
la agrupación liderada por Don Pedro, Defensa
Comunal, el intendente electo resultó Adolfo F. Roó.
Las
autoridades provinciales habían realizado un llamado para regularizar la
situación municipal a principios de 1919. En las elecciones del 30 de marzo de
aquel año, se renovaron municipales y consejeros escolares al tiempo que se
desplegaban los comicios para la elección de diputados por la sexta sección
electoral. Diez días antes de realizarse los comicios, La Verdad daba cuenta de los accionares que Don Pedro estaba
desarrollando de cara a esas elecciones; en simultáneo, condenaba esas
prácticas como otras sostenidas por Díaz Pumará en tiempos pasados: “Como los
batracios que salen de su cueva a la menor depresión de la atmósfera, el señor
Pumará resurge armado en guerra y dispuesto a todas las heroicidades, cada vez
que las derivaciones del movimiento político congrega al electorado para una
función determinada.
Juárez
ha sido convocado a elecciones de municipales y consejeros escolares para el
domingo último de marzo.
Concurrentemente
hace su reaparición el ridículo caudillejo (sic) y como de una caja de Pandora,
saltan las maravillas de su cacumen de hombre ruidoso y lo que hasta ayer fuera
un escenario de energías y voluntades, se transforma en un loguero erizado de
peligro para todo y para todos. (…)
Personaje
subalterno, en la escala de las entidades representativas, inepto e indocto
para ponerse al compás de la marcha política, arroja el lastre de sus
escrúpulos ciudadanos y utiliza todas las infracciones del código social y
político para imponer una dictadura risible, odiosa y odiada, porque no se
juega impunemente con el carácter de los pueblos ni se manejan los hombres como
si fueran triste «marionettes».
Y
Pumará no quiere convencerse de su absoluto fracaso. El fallo punitorio de
otros comicios, para él nada significa. Es necesario seguir la huella del
absurdo. Pónganse nombres y hombres en ridículo; falsifíquense listas;
disminúyase la capacidad popular del adversario; vuélquense infamia y sospecha
sobre reputaciones que edificaron la cordura y la honestidad; úsese desde la
«trata de blancas» hasta el criminal curanderismo (…); divúlguese en diarios y
en «El Nacional», las falsas interpretaciones de las leyes que regirán el acto
eleccionario; póngase en lamentable ridículo a hombres pacientes como el señor
Adolfo Roó y otros… y ya estará Pedro Díaz Pumará girando su capital político,
mistificado antes los poderosos y sorprendiendo la buena fé (sic) de la buena
gente.
Por
eso es infame la política pumarista. La Unión Cívica Radical quisiera ver a ese
«valiente caudillo» que se llama Pedro Díaz Pumará aceptando la contienda del
30 de marzo con la serenidad, honradéz (sic) y criterio de los hombres capaces
de saberse hombres.”[22]
La
activa campaña del radicalismo expresada en las páginas de La Verdad no impidió, como dijimos, que se lograra imponer un
“pumarista”: Rodolfo Roó fue designado Intendente para el período 1919-1921.
Esos dos años de preeminencia radical en la comuna, sin embargo, habrían
significado un aprendizaje político para Díaz Pumará: el radicalismo se
desplegaba en la provincia y Don Pedro buscaría contención política dentro de
esa fuerza.
El
alejamiento del conservadurismo por parte del líder, no obstante, tenía un
fuerte antecedente anterior. En 1912 apoyó abiertamente a una escisión del
conservadurismo que se distanciaba de Marcelino Ugarte, liderada por Juan José
Atencio. Nuevamente los vínculos con el periódico El Día permiten explicar los resultados electorales de la elección
gubernativa de 1913. En Benito Juárez se impuso el Partido Provincialista con
476 votos (el 73,68%), aunque la actuación de esa fuerza política había sido
muy débil, pues en la primera sección electoral, obtuvo sólo 6 votos (0, 03%),
en la segunda, 479 votos (5 %); en la tercera, 615 votos (3, 10%); en la cuarta
y quinta sección esa fuerza política no obtuvo votos mientras que en la sexta
obtuvo 792 votos correspondientes al 4,02% de esa sección (donde únicamente
Benito Juárez aportaba más de la mitad de esos votos).[23]
El resultado que arrojaron los comicios, adelantábamos, se explica por el
vínculo promovido por Díaz Pumará y Atencio, éste último, director en aquel
momento del periódico El Día.
Entre
1912 y 1919 Don Pedro se distanció del conservadurismo y para la década de
1920, viró sus apoyos hacia la UCR y concentró sus esfuerzos en la esfera
municipal. La estrategia de Díaz Pumará, en ese sentido, no era única dentro de
los líderes locales que hasta ese momento habían respondido al conservadurismo,
sobre todo, después del fracaso electoral del Partido Conservador en las
elecciones gubernativas de 1921 ya que “Algunos jefes políticos con fuerte
arraigo local se sintieron atraídos por la posibilidad de contar con una
relación más o menos armoniosa con el gobierno radical y conservar su
predominio en el ámbito municipal.”[24]
En
la prensa de Benito Juárez, los nuevos vínculos políticos del líder se
evidencian en dos estrategias distintas: por un lado, el cambio discursivo del
principal periódico “pumarista”, es decir, El
Nacional. Por otro, en los intentos de la UCR a través de la prensa por
distanciarse del otrora conservador y pujar dentro de una misma fuerza política
por el control del partido primero, para luego alcanzar el poder comunal. En
este escenario complejo, además, se sumaría el órgano de difusión del centro
socialista de la localidad, el periódico Claridad,
que pretendía generar un espacio propio en la arena política.
Respecto
a El Nacional, el cambio fue
drástico. En 1921, por ejemplo, se publicó un llamado a la juventud de Benito
Juárez para que asistiera a las reuniones en la residencia particular de Díaz
Pumará que darían como resultado la reestructuración de la Juventud de la Defensa Comunal, la organización que
surgió para alentar la elección como intendente de Don Pedro en 1905 y que
mantuvo el control de la vida comunal por más de tres décadas. Los redactores
del periódico aprovecharon esa oportunidad para afirmar respecto a sus
adversarios: “El Partido Conservador responsable de estos actos vandálicos (se hacía referencia al fraude) que
están frescos y sangrando en Juárez, no tiene autoridad para hacer propaganda
de alta moralidad política; y por qué no decirlo, tienen menos autoridad moral
el grupito insignificante de radicales que aceptaron el dinero de los
Conservadores para gastos electorales y transigieron en el fraude (…)”[25]
Aunque
pocos años antes Díaz Pumará había sido un miembro destacado del
conservadurismo –llegando a consagrarse como diputado provincial por ese
partido (1909)- después de la avanzada radical en la provincia, los intereses
de la comuna (o al menos los de Don Pedro que se intentaba portavoz hegemónico
de las inquietudes municipales) disentían con los de su antaña filiación,
transitando alianzas con otro partido. La memoria construida –y actualizada
constantemente por los hombres cercanos a Don Pedro- parecía soslayar la propia
trayectoria del líder y disputar el liderazgo del radicalismo local. Avanzados
los años ´20 del siglo pasado, el expeditivo traspaso realizado por Díaz Pumará
al antipersonalismo, sería interpretado por sus correligionarios con
naturalidad, pues estas mudanzas ideológicas les resultaban habituales en el
derrotero del líder. De esta forma, Don Pedro no vaciló en 1928 en enviar a
algunos de sus hombres de confianza para desarrollar propaganda en Adolfo
González Chávez –localidad vecina de Benito Juárez- de su reciente
incorporación al sector escindido del radicalismo.[26]
Los
radicales, entonces, encontraron variados problemas: su inserción en el
ejecutivo municipal por medio de una intervención no pudo impedir la vuelta de
Díaz Pumará con quien además, se disputaban el control del propio radicalismo.
La creación de una identidad para la UCR de Benito Juárez sólo se presentó
menos dificultosa, paradójicamente, cuando el partido a nivel nacional se
escindió. El 17 de diciembre de 1927 apareció Tribuna, periódico que rápidamente pudo posicionarse con el
radicalismo yrigoyenista, distinguiéndose de Díaz Pumará y su avanzada
antipersonalista. Pero la definición de un espacio político propio a través de Tribuna, hubo de prescindir de la
confrontación directa con Don Pedro: en 1923 había aparecido el socialista Claridad cuyas páginas se colmaron de la
crítica al accionar de Díaz Pumará, incluso en desmedro de dar a propaganda sus
propuestas para la comunidad.
Los
pleitos de tinta sostenidos por estas publicaciones exponen la agresividad de
buena parte de la política local. Mientras El
Nacional construyó y reconstituyó un discurso que explicara las mudanzas
ideológicas de Díaz Pumará (haciendo coincidir los intereses del líder con los
del pueblo), el socialista Claridad versó
acerca de los actos de gobierno de Don Pedro, sus hombres y el aparato
propagandístico desplegado, de modo despectivo. El Nacional fue denominado por Claridad
como “La cloaca”.[27]
El socialista, además, introdujo el verbo “pumarear”
y el sustantivo “pumareada”[28]
como sinónimo de todo tipo de defraudaciones y hurtos conocidos en la
localidad. Así la sección “Robos” de Claridad apareció en el último tercio de
la década de 1920 bajo el título “Pumareadas”.
Acerca de los leales pumaristas se refirió como la “jauria (sic) de perros hambrientos e hidrófobos”[29]
que se abalanzaban “contra todo lo de
honesto y honrado tiene el pueblo que lo desprecia”.[30]
Sin dudar en llamar “puma” al líder, Claridad contribuyó a la creación de un
imaginario social en torno a la política que “bestializaba” a sus principales
protagonistas: “(…) por miedo unos y por
hambre canina otros siguen como el perro a su amo”.[31]
El
radical Tribuna, por su parte,
compartió muchos de estos elementos con el periódico socialista. En un artículo
llamado “Pumará Pumareado”[32]
versaron sobre una denuncia realizada por Don Pedro por la cual se dijo víctima
del robo de dos potros en una de sus estancias. Al respecto, Tribuna ironizó: “Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón”.[33]
Al igual que en Claridad, en las
páginas del radical puede encontrarse durante todo este período el mote “puma” para referirse al líder político,
aunque amplió los apodos llamándolo también “cochino” o “camaleón”.[34]
No obstante y como Tribuna se insertó
después de Claridad en la escena
local, sus principales críticas estuvieron dirigidas al párroco local Santiago
Trelles, bastión del pumarismo, sobre quien sembraron dudas de su moral
cristiana.[35]
En
la segunda mitad de la década de 1920 en Benito Juárez, entonces, el antiguo
conservador devenido en radical primero y en antipersonalista después, el periódico
El Nacional, apoyaba abiertamente a La Defensa Comunal, que por su carácter
personalista –una nueva paradoja- no era más que la institucionalización de la
voluntad política de Don Pedro. Los radicales de antigua filiación a ese
partido, embanderados en Tribuna, se
manifestaron en pro de la figura de Yrigoyen; incapaces de referirse a Díaz
Pumará directamente –pues de eso se ocuparon los socialistas- fueron
direccionando sus críticas a la figura del párroco local Trelles, baluarte
desde el púlpito de Don Pedro. Finalmente, el Centro Socialista de Juárez había
conseguido un órgano de difusión que aunque nunca logró quebrar la hegemonía “pumarista”
en las urnas, incentivó intensas confrontaciones.
Algunas reflexiones en torno a la prensa de cara a una pequeña
localidad del interior bonaerense
La vida política de Benito Juárez estuvo atravesada por el
predominio de Pedro Díaz Pumará quien en las primeras décadas del siglo XX,
desarrolló una extensa trayectoria política. Oriundo de Buenos Aires, había
llegado al pueblo en 1899 y sólo tres años después, en el contexto de una
acefalía, quedó al frente del Poder Ejecutivo local. En esa época y aunque en
1904 bajo su iniciativa se fundara el periódico El Nacional, el sostén de medios ajenos a la escena municipal fue
esencial para legitimar la posición de Don Pedro. El porteño La Nación apoyó sus acciones de gobierno
tanto en Benito Juárez como fuera de ese ámbito aunque quizás más llamativo sea
el ahínco desplegado por el platense El
Día. Este último no sólo procuró en los primeros años del siglo XX
apuntalar la estrategia del gobernador Marcelino Ugarte, quien intentaba
desmantelar de sus posiciones a los líderes municipales que pudieran
enfrentársele, sino que particularmente amparó a Don Pedro. La perseverancia y
tenacidad de ese sostén pueda comprenderse quizás no sólo por el contexto
político sino por las conexiones que el periódico mantenía con Díaz Pumará: de
joven el recientemente ingresado al mundo de la política había sido un colaborador
del diario platense.
Tras la intervención a la provincia en 1917, el pumarismo (es decir, la
institucionalización de la voluntad política del líder en una agrupación de
cara a sustentar el control de la vida comunal) fue por primera vez desde su
existencia desplazado del Ejecutivo de Benito Juárez. Los radicales del pueblo
desarrollaron una intensa propaganda política a través de La Verdad que, aunque intentó autenticar el desempeño de los nuevos
comisionados en la comuna, no pudo impedir la vuelta de Díaz Pumará al centro de
la escena. No obstante, para Don Pedro ese quiebre en la política había
significado, entendemos, un aprendizaje: el radicalismo se desplegaba con
fuerza y hacia ese partido viraría sus apoyos el líder. En la década de 1920,
entonces, los radicales encontrarían una nueva dificultad: hacerse del control
del partido disputado por Don Pedro quien se convertiría hacia finales del
período aquí estudiado, en el líder del antipersonalismo juarense. En este
contexto, las denuncias de los opositores comenzaron a sistematizarse. El
socialista Claridad desarrolló una
intensa campaña en contra del líder, sus hombres cercanos y los accionares por
ellos emprendidos, aun en desmedro de dar a conocer sus propias propuestas para
la comunidad. Tribuna, por su parte,
focalizó sus críticas en la figura del párroco Trelles, uno de los miembros
destacados de la base social de apoyo de Díaz Pumará.
El estudio de la prensa periódica en una pequeña localidad
del interior bonaerense durante las tres primeras décadas del siglo XX permite
comprender las múltiples conexiones que existían entre provincia y municipio y
las tensiones desatadas en un contexto donde la política dejaba de ser
patrimonio de unos pocos para convertirse en una praxis masiva. Al tiempo, revela las dificultades de nuevos
personajes (o personas conocidas bajo novedosos partidos y agrupaciones) para
disputar el poder en espacios donde un líder ya había acrecentado su predomino.
Finalmente, permite repensar la participación política de la prensa como actor
social, es decir con intencionalidades, en busca de intereses concretos y
legitimando o intentando torcer, el destino político de una población
bonaerense que (lejos de encontrarse en solitario) se convertía en pieza clave
del engranaje provincial.
Recibido: 31/03/2016
Evaluado: 20/05/2016
Versión final: 17/06/2016
(*) Profesora y Licenciada en Historia por la Universidad Nacional del Centro de
la Provincia de Buenos Aires – UNCPBA (Argentina). Doctora en Historia (Universidad
Nacional de La Plata). Docente en la Facultad de Ciencias
Humanas (UNCPBA) y en Institutos de Nivel Superior y Capacitadora Docente de la
Provincia de Buenos Aires. Miembro del Centro
Interdisciplinario de Estudios Políticos, Sociales y Jurídicos (CIEP-UNCPBA). E-mail: sagkalle@gmail.com
[1] El concepto estrategia permita dar cuenta de
acciones complejas que desarrollan los actores a partir de la información de la
que disponen. Al mismo tiempo, posibilita pensar racionalidades específicas
para determinados grupos sociales a través de la transformación y utilización
del mundo social y natural. Véase LEVI, Giovanni. La herencia inmaterial. Historia de un exorcista piamontés del siglo
XVII. Nerea, Madrid, 1990.
[2] Benito Juárez debe
ser estudiado atendiendo al contexto más general del que era parte. Aunque las
transformaciones en las primeras décadas del siglo XX son evidentes, desde hace
algunos años varios estudios han focalizado sus esfuerzos en las continuidades.
Abordajes como el de Hilda Sabato para el siglo XIX desmitifican la ampliación
gradual de la ciudadanía. Los análisis en los finales decimonónicos y
principios del siglo XX de Fernando Devoto, Marcela Ferrari, Julio César Melón
Pirro, Elisa Pastoriza, Matthew Karush y Eduardo Míguez entre otros, apuntan a
develar que el savoir faire político
comprendía prácticas similares a las de la llamada política criolla. Particularmente Waldo Ansaldi ha señalado la
persistencia y despliegue de viejos y estructurales componentes de la cultura
política argentina en los denominados años
de transición de la dominación oligárquica a la democrática. En ese
sentido, el personalismo en el municipio aquí estudiado forma parte de estas
permanencias más allá de las rupturas que puedan señalarse en el período. Véase
SABATO, Hilda. La política en las
calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880. Sudamericana, Buenos Aires, 1998. DEVOTO,
Fernando y FERRARI, Marcela La
construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y
prácticas políticas, 1900-1930. Biblos, Buenos Aires, 1994. FERRARI,
Marcela Los políticos en la República
Radical. Prácticas políticas y construcción de poder (1916-1930). Siglo
XXI, Buenos Aires, 2008. MELÓN PIRRO, Julio César y PASTORIZA, Elisa. Los caminos de la democracia. Alternativa y
prácticas políticas, 1900-1943. Biblos,
Buenos Aires, 1996. KARUSH, Matthew “Workers, Citizens and the Argentine
Nation: Party politics and the working class in Rosario, 1912-2” en Journal of Latin American Studies, Vol.
31, 1999. MIGUEZ,
Eduardo “El sistema político argentino en la década de 1890” en Desarrollo Económico, Buenos Aires,
Vol. 42, N° 168, 2003. ANSALDI, WALDO. “La trunca transición del régimen
político oligárquico al régimen democrático” en FALCÓN, Ricardo Nueva Historia Argentina. Tomo 6. Sudamericana,
Buenos Aires, 2000.
[3] “La situación de
Juárez. Pedido del vecindario”, El Día. La
Plata, 18 de julio de 1902.
[4] “Acefalía
municipal en Juárez”, El Día. La Plata, 23 de julio de 1902.
[5] “Juárez”, La Nación. Buenos Aires, 25 de julio de
1902.
[6] “Intervención del
Diputado González Bonorino” en CÁMARA DE DIPUTADOS DE LA PROVINCIA DE BUENOS
AIRES. Diario de Sesiones, 22 de agosto de 1902.
[7] Al respecto, puede
consultarse: TATO, María Inés “Marcelino Ugarte y la construcción de un
liderazgo (1902-1903)” en Seminario Problemas
de Historia Argentina Contemporánea, Centro
de Estudios de Historia Política, Escuela de Política y Gobierno. Universidad
de San Martín, 2008.
[8] La Nación. Buenos Aires, 5 de agosto de
1902, p. 2.
[9] “De Juárez”. El Día. La Plata, 11 d eagosto de 1902.
[10] “Noticias de
Juárez”, El Día. La Plata, 16 de
agosto de 1902.
[11] “Juárez”, La Nación. Buenos Aires, 17 de agosto de
1902.
[12] “El caso de
Juarez. (sic). La interpelación”, El Día.
La Plata, 24 de agosto de 1902.
[13] En el diario, se
publicó: “Los subscriptos, invocando todo lo más caro y legítimo de sus vidas é
(sic) intereses, se imponen el deber de llevar una vez más la instancia más
dolorosa que pueda recibir V. E. durante su gobierno, pidiéndole en alguna
forma la intervención del P. E., que evite á (sic) esta población días de
trastorno y de lágrimas. “Telegrama enviado por algunos vecinos de Bolívar a
Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires”. Bolívar, 1 de junio de 1910. La Nación. Buenos Aires, 2 de junio de
1910.
[14] “Lo de Bolívar”, La Nación. Buenos Aires, 9 de junio de
1910. p. 9.
[15] “En las comunas.
La situación de Bolívar”, El Día. La
Plata, 9 de junio de 1910.
[16] “La situación de
Bolívar. Actitud del comisionado”, La
Nación. Buenos Aires, 13 de junio de 1910. p. 8.
[17] Ibíd.
[18] “En las comunas”, El Día. La Plata, 9 de junio de 1910.
[19] La situación de
Bolívar. Actitud del comisionado”, La
Nación. Buenos Aires, 13 de junio de 1910. p. 8.
[20] “Redacción. El
caso de Bolívar”, El Día. La Plata,
15 de junio de 1910.
[21] MÍGUEZ, Eduardo
“Gestación, auge y crisis del orden político oligárquico en
[22] “La política
infame”, La Verdad. Benito Juárez, 20
de marzo de 1919. p. 1.
[23] Elaboración propia
en base a los datos aportados por BÉJAR, María Dolores y BISSO, Matías
(Coordinación) Materiales sobre procesos
electorales bonaerenses (1912-1943). Centro
de Estudios de Historia Política, Escuela de Política y
Gobierno. Universidad
Nacional de San Martín. Disponible en
http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica/materiales/Materiales%20sobre%20procesos%20electorales%20bonaerenses%201912-1943/_presentacion.asp
[24] BÉJAR, María
Dolores “Los conservadores bonaerenses entre el fraude y las luchas facciosas”
en PALACIO, Juan Manuel. Historia de la
provincia de Buenos Aires. Tomo IV: De la federalización al advenimiento del
peronismo (1880-1943). Edhasa, Buenos Aires, 2013 p. 315.
[25] El Nacional. Benito Juárez, 29 de
octubre de 1921.
[26] Tribuna. Benito Juárez, durante el mes de abril de 1928.
[27] “La mentira
pumófila”, Claridad. Benito Juárez,
28 de enero de 1928.
[28] La aparición de la
terminología puede constatarse en las páginas de esta prensa desde 1927. Véase Claridad. Benito Juárez, 1927-1930.
[29] Claridad. Benito Juárez, 15 de octubre
de 1925.
[30] Ibíd.
[31] Claridad. Benito Juárez, 3 de diciembre
de 1925.
[32] “Pumará
pumareado”, Tribuna. Benito Juárez, 8
de agosto de 1930.
[33] Ibíd.
[34] Véase Tribuna. Benito Juárez,
1928-1930.
[35] En particular,
transcurrido el incendio en la Iglesia de Benito Juárez, el periódico Tribuna cuestionó el accionar del
párroco. “El incendio de nuestra Iglesia”, Tribuna.
Benito Juárez, 23 de febrero de 1930.