REVISTA DE LIBROS

 

 

 

FRADKIN, Raúl Osvaldo y GELMAN, Jorge Daniel; Juan Manuel de Rosas: La construcción de un liderazgo político; Buenos Aires. Edhasa, 2015.

 

El libro que aquí se pretende reseñar combina un maridaje entre autores y sujeto biografiado que desde un primer instante su lectura se torna insoslayable.

La obra, desde ya, se inscribe en una tradición, aunque su más sobresaliente característica es que su hechura esta forjada con renovadas perspectivas y mediante un riguroso manejo del oficio profesional de la narración histórica. Característica distintiva que por sí sola le brindará un largo aliento, resguardándola, por un tiempo siempre indeterminado, de la esencia menos dinámica con la que porta toda tradición.

Me refiero a una tradición historiográfica y ensayística que fue construida en torno de la potente carga simbólica que porta la figura de Rosas en la cultura histórica argentina. Que si bien, como aciertan en constatar Fradkin y Gelman, la invocación de su nombre hoy día ya no despierta las disputas y controversias que desató en el pasado siglo XX, una imagen estilizada por mitos diversos y contradictorios todavía persiste en envolver tanto a Rosas como al llamado rosismo y su sistema.

Desde un principio observamos que el interés que suscitará el Juan Manuel de Rosas... de Fradkin y Gelman es dado por descontado ante ciertos lectores. Esto se corresponde con los caminos historiográficos recorridos hasta aquí por ambos autores, que junto a un colectivo heterogéneo de voces confluyeron en una más civilizada disputa por la percepción del pasado colonial y posindependiente latinoamericanizando su imagen en detrimento de cierta cultura histórica, aún vigente, afincada en la excepcionalidad argentina y su devenir histórico con respecto a nuestros países hermanos.

Fradkin y Gelman son partícipes de una renovada historiografía que, desde la década de 1980 y sobre las bases de una profesionalización creciente de la disciplina histórica, tras los años oscuros de la última dictadura cívico-militar, puso en foco el estudio de los siglos XVIII y XIX rioplatense a través de nuevas perspectivas y profundizando algunos fructíferos recorridos ensayados en los años 70’. Dicha renovada historiografía, que en el trascurso de ya varias décadas involucra la persistente labor de hombres y mujeres de distintas instituciones a lo largo del país, en un principio cimentó sus estudios desde los métodos y las perspectivas de la historia económica, y fue ampliando, al calor de una más vasta base documental, sus horizontes de compresión del pasado con respecto a sus objetos de estudio en pos de complejizar principalmente la mirada sobre el espacio rural rioplatense desde las últimas décadas de la colonia y las primeras de nuestra vida independiente hasta la primera mitad del siglo XIX.

El, podría decirse, reciente (re) descubrimiento de una historia Latinoamericana para aquel más amplio espacio denominado Río de la Plata y que en el cual se insertó el actual territorio argentino, se fundamentó básicamente sobre el discernimiento de una cultura campesina subalterna que complejizó el panorama de la sociedad de la primera mitad del siglo XIX, en detrimento de la imagen simplificada brindada por la sola presencia de la gran estancia y el gaucho errante. Y se constituyó sobre la proliferación de estudios nutridos por la historia social americanista, la influencia de los estudios regionales de la escuela histórica francesa, así como las renovadas perspectivas sobre las clases subalternas aportadas por el posmarxismo anglosajón. Aunque como un reflejo de la histórica disposición de la acumulación originaria sufrida por el espacio rioplatense, fueron y son más numerosos aquellos estudios vinculados con el territorio pampeano y en particular en el bonaerense.

Cuando se hacía referencia a la presencia del mito en torno de la figura del biografiado, su persistencia es menos producto de cierto desconocimiento sobre el personaje que del territorio social en cual éste se desenvolvió y, tanto más por el producto de insistentes brumas ideológicas que necesariamente porta todo mito.

Los autores hacen constante referencia sobre diversas constataciones históricas que posibilitaron le realización de esta no tradicional biografía. Y más allá de lo ya señalado, como la presencia cada vez más numerosa de unidades productivas familiares en la campaña bonaerense desde los tiempos tardo coloniales, cabe aludir a las pistas interpretativas abiertas por Halperin Donghi tanto sobre Rosas y la formación de la clase terrateniente porteña en las primeras décadas posrevolucionarias, así como, en torno a la participación de las clases populares en el espacio urbano y rural del período. Otros de los aportes interpretativos en torno a la historia política e institucional rioplatense, es el de José Carlos Chiaramonte. Quien situó en su especificidad histórica, el marco de compresión con el cual contaban los propios actores en su contexto. Cuestión ésta medular a la hora de constatar el peso de la tradición histórica colonial en colisión con las novedades aportadas por la crisis revolucionaria. En resumidas cuentas, podríamos decir que la valorización de los estudios de Chiaramonte realizada por Fradkin y Gelman, y por cierto no sólo por ellos, radica en que su mirada sobre el proceso histórico posrevolucionario se desvía de los parámetros brindados por los modelos dicotómicos propios de la historia de las ideas. Tal lectura del proceso político e institucional abierto tras la crisis de la monarquía hispana a más de criticar la idea de preexistencia de la nación, permite adentrarnos en los debates sobre los usos de aquella antigua constitución aludida por los propios actores del período, brindando un cuestionamiento al tan mentado vacío institucional y la figura espectral del caudillismo.

Si bien, estamos frente a una obra biográfica, su característica reside en que su registro metodológico consiste básicamente en inscribir al sujeto biografiado en las vicisitudes del acontecer, en el desgarramiento de sus deseos ante el propio complejo espacio relacional que lo contiene.

Como no podía ser de otra manera, las renovadas perspectivas históricas en torno a la frontera y las sociedades indígenas pampeano-araucanas, tanto como aquellas sobre las clases populares criollas, aportan al núcleo interpretativo de la obra. Una renovación que en tanto expresión cultural, podría decirse, no sólo se forjo sobre novedades historiográficas y un mayor consenso sobre los cánones del oficio, sino, que como un subproducto de la crisis de principio de siglo, se asentó más bien sobre una creciente disposición de la clase media argentina al reconocimiento de la diversidad social que la circundaba en aquella cercana coyuntura.

Del ejemplar tratamiento de las fuentes por parte de los autores se desprenden los lineamientos centrales de la obra que aquí se está señalando. Como en el registro de lectura de las famosas Instrucciones a los mayordomos de estancias escritas por Rosas a finales de la década de 1810, que tradicionalmente fueron percibidas como la propia realidad manifestada a través de la pluma de un omnipotente patrón de estancia, son situadas en su especificidad, en el terreno de los deseos al que aludíamos. Las Instrucciones, desde la lectura propuesta por los autores, dan cuenta de un programa, no traducen una realidad consumada y sí, en todo caso, la idealización de un itinerario a seguir por una clase en formación. Mientras que otras fuentes, como los propios registros de los establecimientos administrados o de propiedad de Rosas, actúan para Fradkin y Gelman como un reflejo de lo que denominan: “matriz de relaciones objetivas”. Estos registros indican los límites concretos con los que Rosas y otros grandes propietarios rurales tuvieron que contar, uno de ellos eran los señalados por las costumbres profundamente arraigadas desde tiempos coloniales de la potencial mano de obra de la campaña. Y que, por ejemplo, comportaban derechos ganados en el terreno del trabajo para aquellos pobladores en tierras ajenas, establecidos a lo largo del período y bajo distintas circunstancias que, junto a pequeños y medianos propietarios, con su presencia y persistencia en mantener su autonomía material, cercenaban la capacidad de los grandes propietarios de disponer libremente de mano obra incrementando visiblemente su costo.

En torno a la misma problemática y dando cuenta de los límites impuestos por la realidad misma, los autores analizan los malogrados intentos por parte de Rosas (tan recurrentes entre las elites latinoamericanas decimonónicas) de captación de mano de obra forzada en momentos de decadencia de la esclavitud: tanto, como la modalidad de atar a inmigrantes gallegos al trabajo de las estancias, que aunque Fradkin y Gelman no lo mencionan, presenta instancias similares a los coercitivos contratos llamados indenture labor que gracias a los altos costos del transporte interoceánico para entonces todavía se practicaba en la América anglosajona sobre otros desfavorecidos inmigrantes europeos; o bien, la también infructuosa utilización de indios cautivos como mano de obra servil en sus estancias, práctica de raíz hispana que, por ejemplo, desde el último tercio del siglo XIX se reinsertará con más éxito en el espacio Tucumano.

Esta biografía, a partir desde las constataciones aportadas por una renovación historiográfica en torno a los otros, a aquellos invisibilizados tras los velos del desierto y la barbarie, como las sociedades indígenas pampeanas y araucanas o como las clases subalternas urbanas y de la campaña, logra poner en acto y relación, a los diversos actores que desde sus propias carencias no dejan de intervenir en la trama de un heterogéneo espacio social todavía demasiado convulsionado como para que las elites rioplatenses puedan restablecer fácilmente el ejercicio de su autoridad.

Y lo que torna como indispensable a esta obra, que trata de reconstruir las características que posibilitaron la construcción política del rosismo y el liderazgo de Rosas, es la manera en que los autores ponen en relación las complejidades subyacentes en los distintos y cambiantes escenarios que representas la trama global en el teatro rioplatense de la primer mitad del siglo XIX.

 Una construcción política contradictoria, rica en complejidades, que fue mudando de piel al tiempo en que sus heterogéneas bases sociales de sustentación cobraban o no preeminencia, tal como se logra advertir en este trabajo de Fradkin y Gelman. Y que pudo ser liderada por un hombre singular y a su vez representativo de la elite rioplatense. Que si bien, compartió el común terror al trastorno de las jerarquías sociales propio del pensamiento hegemónico liberal-conservador decimonónico, pudo, sin embargo, cimentarse desde los canales abiertos a las dinámicas aportadas por los actores sociales de los márgenes del territorio social. Y el dato sobresaliente que se desprende por el aporte interpretativo de los autores sobre esta aparente paradoja, es el tratamiento abordado sobre la imagen de Juan Manuel de Rosas en tanto hombre culturalmente anfibio.

 

 

Marcos Daniel Ristorante

Escuela de Historia. Universidad Nacional de Rosario, Argentina

(marcosdanielristorante@hotmail.com)