Juventud y Partido Socialista de los Trabajadores. Experiencias de organización juvenil en el trotskismo argentino, 1972-1982
Laura Luciani(*)
Resumen
En la historiografía argentina, el estudio de frentes o agrupaciones juveniles de los partidos políticos en general y la izquierda en particular han sido poco explorados. Habitualmente estos son leídos en tanto parte del conjunto sin atender a sus dinámicas específicas de conformación y despliegues y sin considerar la singularidad que asume un espacio cuyos contornos se delinean en clave generacional. Con el objetivo de reflexionar en esta línea, el artículo aborda la dinámica que adquirió la Juventud Socialista de Avanzada, agrupación que nació articulada al Partido Socialista de los Trabajadores, pero con ciertos rasgos de autonomía. Indaga en las relaciones entre ambas instancias políticas ya que es posible advertir que la creación de la Juventud fue en paralelo y acompañó a la conformación del espacio partidario. Asimismo, analizamos los momentos de flujo y reflujo de la organización juvenil trotskista, cambios en sus posicionamientos y reconfiguración luego del golpe de estado de 1976 y hasta finales de la última dictadura.
Palabras claves: Juventudes, Política, Trotskismo, Historia reciente, Argentina.
Youth and Partido Socialista de los Trabajadores. Experiences of youth organization in argentine trotskyism, 1972-1982
Abstract
In Argentine historiography, the study of youth fronts or groups of political parties in general and the left in particular have been little explored. Usually these are read as part of the general set without attending to their specific dynamics of conformation and deployments and without considering the singularity that a space assumes whose contours are outlined in a generational key. With the aim of reflecting in this line, the article addresses the dynamics acquired by the Advanced Socialist Youth, a organization that was born articulated to the Socialist Workers Party, but with certain features of autonomy. It investigates the relations between both political instances since it is possible to notice that the creation of the Youth was in parallel and accompanied the conformation of the party space. Likewise, we analyze the ebb and flow moments of the Trotskyist youth organization, changes in their positions and reconfiguration after the 1976 coup and until the end of the last dictatorship.
Keywords: Youth, Politics, Trotskyism, Recent history, Argentina.
Juventud y Partido Socialista de los Trabajadores. Experiencias de organización juvenil en el trotskismo argentino, 1972-1982
El estudio de las estructuras juveniles de los partidos políticos en general y la izquierda en particular ha sido poco explorado por la historiografía argentina, aun cuando es evidente que la conformación de esos espacios posee una larga tradición. Usualmente son subsumidas en una lectura común sin atender a sus condiciones específicas de gestación y despliegue, y sin considerar la singularidad que asume un espacio cuyos contornos se delinean en clave generacional.[1] En definitiva, se tiende a identificarla como una iniciación a la militancia “verdadera” y por tanto de la vida adulta. Junto con ello el sentido común asume a las juventudes como un espacio que reproduce las líneas del partido en pos de objetivos unívocos. Así, se desprende que el estudio del todo (partido) es el estudio de la parte (rama juvenil) y se constituye cierta naturalización de la existencia de las ramas juveniles como desprendimiento o estrategia de captación de futuros militantes o como apéndice de este.
No obstante, las investigaciones que han indagado en aspectos específicos de las juventudes partidarias han demostrado que esa premisa no tiene correlatos empíricos y reponen una mirada que permite comprender las complejidades que adquiere la concreción y sostenimiento de esos espacios (Álvarez y Loyola, 2014; Muñoz Tamayo, 2017; Souto, 2018). Al mismo tiempo colabora en delinear los contornos de la relación entre partido y sección juvenil en forma fluida donde el verticalismo y las posiciones unidireccionales se desdibujan en algunos momentos para marcar derivas más autónomas o relaciones tensas.
En esa línea, el presente artículo aborda la creación y despliegue que tuvo la Juventud Socialista de Avanzada (en adelante JSA), un espacio que nació articulado políticamente con el Partido Socialista de los Trabajadores (en adelante PST) pero cuya conformación y afianzamiento se produjo a la par de los debates que establecían la existencia de este nuevo partido. Desde un análisis centrado fundamentalmente en la documentación existente, proponemos indagar en las relaciones entre ambos asumiendo que las secciones juveniles no deben considerarse un anexo que refleja o asume la posición partidaria en forma lineal ni unívoca. Sostenemos, en cambio, que las relaciones entre los partidos y sus frentes juveniles deben comprenderse en forma compleja enfocando en su configuración, las directivas, ciclos y tiempos de acción, entre otros aspectos (Souto 2018) y recuperando claves que incorporan los estudios de las juventudes (Manzano, 2017; Vommaro 2015). En el caso de la JSA es posible advertir que esos contornos fueron difusos desde sus inicios pero que adoptó modalidades más o menos singulares en determinados momentos, visible en declaraciones y documentos. El recorrido por sus derroteros colabora en identificar los momentos de mayor y menor fluidez en la relación, sus tensiones, los modos en que se apropiaron y resignificaron determinadas líneas directivas o posicionamientos partidarios en este espacio específico, sin constituir un bloque monolítico. Al mismo tiempo nos proponemos abordar los modos en que la “cuestión juvenil” se referenciaba y debatía en el seno del partido como un tema significativo, especialmente circunscripto a definir sus contornos, problemas y modos de politización particular.
“La vanguardia de la vanguardia” La creación de la JSA
Para 1972, y ante el fracaso del GAN propuesto por Lanusse se planteaba un escenario que tensionaba y articulaba discursos y prácticas de transformación revolucionaria con la salida electoral, democrática y trasvasaba distintos espacios. De allí que los posicionamientos respecto de las elecciones abrieron un conjunto de debates intensos en la militancia política, dentro de los viejos y nuevos partidos, organizaciones armadas, organizaciones de base nacientes, ámbitos sindicales, estudiantiles ampliando el sentido de la participación política y la democratización (Luciani, 2018).
Los y las jóvenes se sumaron a ese escenario desde espacios diferentes (Manzano, 2017, p. 275 y ss). Por un lado, se inició un proceso de agitación que buscaba oradar el poder del régimen y las dinámicas institucionales en las escuelas y las universidades. Se verificó una activación dentro del ámbito estudiantil entre 1971 y 1972 (Bonavena, 2013; Seia, 2013; Nava, 2018) que accionó contra políticas educativas específicas, el ingreso restrictivo, los cambios en las competencias de títulos, entre otros. Al mismo tiempo la inminente posibilidad de elecciones y vuelta a la democracia aceleró la conformación de partidos y de espacios juveniles que, recuperando tradiciones y prácticas previas, consolidaron propuestas en esta coyuntura. Muchos frentes y ramas juveniles se visibilizaron entre 1971 y 1972 (Tocho, 2019; González Canosa y Murphy, 2019).
La JSA surgió al calor de ese amplio escenario de participación juvenil. Y lo hizo en articulación y a la par que se gestaba un nuevo espacio político que también iba construyendo sus fronteras, el PST. Este partido trotskista dirigido por Nahuel Moreno fue creado en 1972 con el objetivo de desplegar una propuesta legal de cara a las elecciones que se desarrollaron al año siguiente. Era el producto de la fusión del Partido Revolucionario de los Trabajadores - La Verdad (cuyo referente máximo era Moreno) y el Partido Socialista Argentino (Secretaría Juan Carlos Coral). Ambas agrupaciones provenían del campo de las izquierdas pero profesaban trayectorias diferentes. Mientras el primero surgió de la escisión del Partido Revolucionario de los Trabajadores en 1968, a raíz de los cambios que introdujo la lucha armada en el paradigma revolucionario (Mangiantini,2018); en el segundo caso representaba una de las fracciones emergentes del viejo Partido Socialista que en los años sesenta había sufrido diversas escisiones (Tortti, 2005; Suarez, 2021, p.73 y ss.). Este nuevo partido nacía al calor de la coyuntura electoral sin renunciar a su carácter revolucionario y clasista. Por ello se planteaba como una alternativa socialista e independiente que pretendía aglutinar a los sectores trabajadores en torno a un candidato que los representara plenamente.
Desde esos trayectos iniciales se desarrolló una línea de acción que estimuló la creación de vínculos con las juventudes. Si nos detenemos en la documentación y prensa del año 1972, es posible advertir que el proceso de conformación de las Juventud Socialista de Avanzada fue a la par y en simultáneo con la organización y definición pública del partido. En ese sentido es interesante consignar algunas de esas preocupaciones que pervivieron y sostuvieron los preceptos principales en los primeros años de la JSA. En marzo Avanzada Socialista señalaba: “queremos abrir un diálogo con los jóvenes, mejor dicho, queremos ser uno más en el debate y la acción que hacen los jóvenes argentinos”[2] inscribiendo a la organización de la juventud desde el campo socialista como parte de sus objetivos.
La semblanza planteaba el escenario propiciado a lo largo de ese año donde se desplegó una serie de debates internos e iniciativas que vinculaban partido, en su primer estadio de creación, con los y las jóvenes. En documentación interna del PRT LV (en pasaje a la formación del PST) de marzo de 1972 se destacaba la importancia del sector juvenil para el nuevo partido. Así la tarea fundamental era “hacer la juventud socialista”.[3] No se sobredimensionaba la clave generacional por sobre la de clase, sino que era definida en modo articulado. Según sostenía el mismo boletín interno, el noventa por ciento de los militantes del partido eran jóvenes, incluyendo a obreros: “Es la mejor veta que tenemos para formar los cuadros partidarios. Hablar de juventud es hablar de la nueva vanguardia surgida al calor del Cordobazo o como dijera un documento partidario es la vanguardia de la vanguardia”.[4] Así, una de las primeras acciones fue volcar gran parte del trabajo a ese sector, considerando para ello entre un treinta y sesenta por ciento de militantes.
El diagnóstico indicaba además que en el marco de la legalidad y de cara a las elecciones, la juventud sería más receptiva políticamente. De allí que los tres ejes de acción fueran, juventud obrera, estudiantil y juventud en general. El primer borrador contaba con reivindicaciones acordes a esas tres líneas de acción. Para juventud obrera reclamaba igual salario por igual trabajo, derechos de menores de 22 años a ser delegados, jornadas de seis horas y becas de estudio entro otros temas. En enseñanza: libre agremiación, control estudiantil sobre normativas, entre otras. Quizás más llamativa eran las consideradas reivindicaciones generales donde se planteaba: supresión de abusos de patria potestad, derechos políticos desde los 15 años, servicio militar obligatorio breve y pago, espacios culturales estatales para la juventud, educación sexual y enseñanza de métodos anticonceptivos en escuelas, entre otras. En definitiva, la propuesta cubría un amplio abanico de reivindicaciones que articulaban la línea partidaria en torno a la clase con demandas definidas desde sus contornos generacionales. Avanzada Juventud Socialista, primer nombre que tomaría el nuevo espacio imaginado, debía nuclear entonces a sectores juveniles estudiantiles y obreros.
De los caminos involucrados en ese primer año, dos cuestiones merecen un señalamiento. Un primer punto es que la relación entre partido y frente juvenil se consolidaba a la par que se concretaban como instrumentos políticos. No es casual que las definiciones que hemos citado anteriormente fueran reproducidas en aquellos boletines internos encargados de informar y delinear los acuerdos entre el PRT La Verdad y el PSA. Es decir, que los debates y derroteros en la conformación de la JSA y del PST se retroalimentaron mutuamente, dotando de dinámicas específicas al partido naciente. Un partido que estaba preocupado por caracterizar al sujeto revolucionario, la clase obrera, sin desdibujar la condición juvenil de la mayoría de sus militantes, o al menos de aquellos y aquellas que ingresaban al partido naciente en ese nuevo escenario. Nora Ciapponi, una de las mujeres que sería referente principal del PST, señalaba las tensiones identitarias que atravesaron la creación del partido y que se asumieron además en clave generacional: “Entonces como éramos sectarios, teníamos mucho amor a nuestra identidad, entonces Coral y los socialistas nos parecían amarillitos, no los considerábamos como nosotros. Además, eran mayores, no Coral, Pero ¡los otros eran una cadena de viejos!” (cit. Mangiantini, 2018, p. 82).
La gestación de un espacio juvenil no estaba condicionada por un partido ya consolidado sino por las propias derivas que convocaban a su conformación. Al mismo tiempo es posible pensar que la afluencia de jóvenes dotó de otras preocupaciones al partido naciente. Se presentaban, sin embargo, tendencias contradictorias en el primer año cuando los impulsos por alentar la acción juvenil corrieron en paralelo con las dificultades propias de creación del partido. Una carta señalaba que, si bien se “está dando toda la manija posible”, la concreción del espacio tenía sus dificultades. Ellas se inscribían en un arco amplio de problemas: qué actividades eran viables para interpelar a los y las jóvenes, qué temas eran netamente juveniles, la necesidad de realización de cursos básicos y la preocupación en torno a la identidad partidaria con la cual identificarse. Si una posibilidad de agitación era realizar una pintada, la disyuntiva se presentaba en que “no sabemos si firmar como PSA o qué”.[5] Así los debates sobre la conformación y nominación del partido, sus contornos identitarios de cara a las elecciones reverberaron directamente en las posibilidades de gestar acciones de propaganda y agitación, así como el potencial acercamiento de simpatizantes.
El segundo punto fue la deliberación en torno a la organización, estructura y definición de objetivos de la JSA. Los primeros boletines expresaban la preocupación por no conformar una estructura rígida. Proponía que funcionasen en cada local partidario instancias de reunión con el objetivo de organizar “charlas políticas” o cursos, algo que en ocasiones funcionaba de manera irregular. Allí se esbozaba además las primeras líneas sobre las cuales construir esta juventud:
Debemos empezar a constituir los equipos del partido en la Juventud, que de los que participen compañeros: probados en meses de actividad y asimilados a n/concepciones al trotzquismo (sic). Este criterio deja fuera del partido a muchos y muy buenos activistas que se han acercado o comienzan a acercarse a nosotros, que serán la base de la juventud y que se irán incorporando al partido si alcancen (sic) aquellos requisitos de antigüedad en la militancia y asimilación y acuerdo con nuestras concepciones y método.[6]
Esta configuración planteada desde los momentos iniciales, fueron pilares para el desarrollo del primer congreso de diciembre de 1972. También fue definido desde los encuentros zonales y plenarios regionales que agitaron el proceso de conformación de la JSA.[7]
Estas instancias buscaban resolver los escollos de construcción y visibilización del frente. Una de las primeras iniciativas fue constituir una sección dentro de la prensa partidaria que repusiera una lectura en clave generacional y de clase (estudiantil y obrera) a partir de algunos tópicos y que debía estar bajo la dirección de miembros de la agrupación juvenil, fueran o no militantes del partido. De allí que ya desde 1972 la prensa del PST, Avanzada Socialista, tuviese un apartado dedicado exclusivamente a problemas o conflictos específicos de estudiantes, así como algunas demandas en torno a las condiciones de trabajo de jóvenes en las fábricas.
Como hemos señalado, el primer encuentro juvenil fue realizado a finales de 1972 bajo el lema “la juventud pelea, independencia obrera”, filiándose en la línea partidaria y anudando juventud y clase obrera. Asimismo, como parte del campo de las juventudes socialistas se definieron algunos objetivos y vínculos entre partido y juventud: “la JSA tiene un funcionamiento y una relación con el partido que son completamente diferentes. La JSA se organiza, elige sus autoridades y resuelve su posición política, como lo acaba de hacer en el congreso del sábado 16”.[8]
La nota a página completa y documentos internos puntualizaban en la caracterización de una relación signada por la independencia, pero “en estrecha unidad”. Ello suponía la organización autónoma en secciones como finanzas, prensa, y espacios de deliberación al tiempo que se proyectaba integrar jóvenes al partido con la salvedad de que “tendrán los mismos derechos y obligaciones hacia este que cualquier militante, pero acatarán dentro de la JSA las resoluciones tomadas por la mayoría”.[9] Asimismo se planteaba que la dirección sería “elegida democráticamente entre sus integrantes y no sólo aceptaremos sino que estamos a favor de que la integren también compañeros que no estén en el partido, para que sea realmente representativa”. Esta estructura organizativa daba sin dudas un cariz particular a la organización de las juventudes.
Pero más allá de esta definición de autarquía, dos líneas de acción y organización establecían la relación entre partido y sector. Por un lado, se expresaba en las banderas de lucha del frente juvenil que entroncaban con la defensa del programa trotskista: “por una Argentina Socialista y por la independencia política de los trabajadores, a través de candidatos obreros en las próximas elecciones”. El otro punto de conexión lo establecía la representación del Comité Ejecutivo y Comité Nacional de la JSA que se integraba al Comité Ejecutivo y Nacional del partido. En otras palabras, lo que reconocían era la independencia de la acción de las juventudes frente al partido, una independencia que permitía abrir más allá del PST y gestar espacios autónomos de organización y difusión. La recurrencia a definir contornos más autónomos de acción se nutría en gran parte del diagnóstico que hacia el propio partido respecto de la situación juvenil en general y fundamentalmente del reconocimiento de las estrategias y experiencias del Socialist Workers Party (SWP) de Estados Unidos.[10] En un encuentro entre los referentes locales e internacionales, Juan Carlos Coral y Nahuel Moreno consultaban al par norteamericano, Peter Camejo[11] respecto de la formación de la juventud. Este señalaba que el SWP no tenía una juventud sino que esta se constituía en forma separada y autónoma aunque su programa era “apoyar al partido”:
No tenemos la periferia masiva, pero nosotros hemos hecho otra cosa: para las elecciones hemos hecho comités de apoyo de jóvenes. Un joven que todavía no está de acuerdo con el problema del partido, no sabe ni de china, ni Rusia, ni Cuba, apoya nuestro candidato, cree que es correcto no votar por la burguesía. No le podemos decir que se vaya a estudiar Marx y Trotsky. Inmediatamente tenemos que darle un organismo para entrar. Entonces hemos hecho los “jóvenes socialistas pre-candidatos Jenness y Pulley.[12]
La descripción que presentaba Camejo era la de una juventud organizada por fuera pero con referentes juveniles militantes en el partido, definición que seguía los lineamientos desplegados desde la creación de la Youth Social Alliance (YSA). Según Barry Sheppard, referente de la YSA junto a Camejo en los sesenta, esta organización se definió en forma independiente del partido con estructura, finanzas y prensa propia, aspecto que las diferenciaba de otras experiencias juveniles de la izquierda norteamericana (2005, p.40). En definitiva, la JSA seguía lineamientos similares a su par del norte ya que esa estructura se adecuaba a la coyuntura y los objetivos del naciente partido.[13] El PST se encontraba en proceso de extensión de su prédica en el marco de una campaña electoral que buscaba posicionarlo como una opción plausible para la clase obrera pero también para sectores más amplios donde se incluían a los y las jóvenes, de allí la importancia de gestar este espacio.
La caracterización de una militancia más flexible convocaba a la dirigencia del partido a pensar en una organización juvenil que no fuera en desmedro de su línea programática. Con ello uno de los aspectos que cobró centralidad fue recuperar claves de análisis respecto de las condiciones laborales de jóvenes trabajadores, varones y mujeres, siendo este un hilo conductor entre los objetivos centrales del partido y la conformación de este nuevo espacio. Jóvenes y clase obrera constituían así una articulación necesaria para pensar a las nuevas generaciones.
Ese discurso se tradujo en diversas, aunque fragmentarias iniciativas, que buscaban proyectar la relación entre frente obrero y juvenil (entendido especialmente como estudiantil). Así desde inicios de 1973 se plantearon estrategias de captación de trabajadores jóvenes en ámbitos fabriles[14] y la tentativa creación de la Juventud Obrera Socialista de Avanzada (JOSA), pero atendiendo a una condición: “captar para la Juventud Socialista y no transformarnos en meros asesores sindicales”[15] lo que no logró materializarse (Mangiantini, 2018, 221). Aun así, hacia 1974 desde una de las regionales se propuso un programa tentativo orientado a cinco ejes de acción: trabajadores, área sindical, servicio militar, estudio y recreación.[16] Todo ello acentuaba
la necesidad de reafirmar los objetivos y acciones orientados hacia sectores obreros que como expresa Mangiantini, ponían en tensión y minimizaban la militancia estudiantil y juvenil como un fin en sí mismo (2018,221). Asimismo, esto se materializaba en situaciones específicas. En uno de los primeros boletines internos se señalaba el lugar relegado que tuvo la JSA en el marco del Plenario del frente de los trabajadores, a pesar de su significativa presencia numérica. Los referentes zonales, haciendo un mea culpa, planteaban los errores cometidos: no dar voto consultivo a la juventud, la actitud “inexcusable” de no pedir disculpas ante la suspensión de la intervención –por cuestiones de tiempo- del referente juvenil y el exabrupto de un participante contra la JSA.[17] En definitiva, la articulación obrero-juvenil-estudiantil era una referencia central en términos discursivos, pero en la práctica derivaba en una serie de dificultades.
El trabajo más importante se desarrolló en torno a las llamadas tareas amplias y la juventud estudiantil. Ello se verificó en la preocupación por intervenir en el debate ya fuera en las escuelas como en la universidad y en caracterizar el rol de la juventud en ese contexto. En cuanto a las escuelas es interesante consignar el trabajo desarrollado desde los primeros meses de 1972. En ese año, la JSA participó activamente de la movilización en las escuelas técnicas contra la llamada Ley Fantasma, aquella que modificaba y restringía los alcances del título otorgado por el Consejo Nacional de Educación Técnica (Bonavena y Millán, 2012). Durante todo el año, la publicación Avanzada Socialista registró el conflicto. En octubre de 1972 calificó a la movilización de técnicos como la más importante de secundarios desde 1965.[18] El crecimiento de la JSA entre ese año y el siguiente estuvo articulado con la intensa actividad política en las escuelas (Mangiantini, 2018, 224 y ss). Recordemos que en 1973 se sucedieron las ocupaciones de instituciones educativas, suceso que impactó y aceleró el ingreso de secundarios a la militancia política (Luciani, 2022a). En universidad, la agrupación participó en las elecciones de centros de estudiantes con el objetivo de desarrollar el partido (Mangiantini, 2018, 211). Si consideramos que era una agrupación nueva en el momento de ascenso del peronismo, el caudal de votos obtenidos fue significativo en UBA y Tucumán, obteniendo una acotada presencia además en las universidades de Córdoba, Rosario, UNSur.[19] Para octubre de 1973 un boletín interno planteaba la consolidación del espacio en universidad mientras que en las escuelas “hemos sido vanguardia”.[20]
Otro lugar de crecimiento y visibilización se constituyó con la creación de espacios específicos tanto dentro de la prensa partidaria como de productos culturales dedicados a cuestiones juveniles. No es casual que desde ese primer llamado Avanzada Socialista, el medio de difusión del partido, tuviera una sección de una o dos páginas referidas a problemáticas juveniles donde destacaban condiciones de trabajo juvenil, situación educativa y ámbito escolar fundamentalmente y en ocasiones incluyó cuestiones culturales como entrevistas a grupos de rock. Esto se potenció desde 1974 con la publicación de la revista La Chispa editada en forma autónoma por la JSA y cuyo objetivo era abrir al debate con los y las jóvenes y sus ámbitos culturales (Mangiantini, 2021). En ella se incorporaban temáticas que se definían en torno a tres líneas, una de orden general: teatro, rock, literatura, deportes entre otros, otra referente a la situación estudiantil, tema que era central dentro de la línea de la revista y por último aquellas que articulaban con la línea política del partido.[21] Así La Chispa habilitaba nuevos espacios para hablar de temas que consideraba “juveniles” y en sus páginas pueden leerse desde entrevistas a la banda de rock Sui Géneris,[22] artículos respecto de drogas[23] así como un más significativo volumen de publicaciones sobre movimiento estudiantil y cuestiones nacionales e internacionales.[24] La revista tuvo una edición de entre ocho mil y diez mil ejemplares a lo largo de sus dos años de vida y hacia 1975 se contabilizaba, según cálculos propios de una venta entre 7500 a 8000 números que se repartían en distintas ciudades del país.[25]
Ahora bien, la creación de JSA con las directivas expuestas, autonomía e independencia, no siempre se concretó. En los primeros meses la ausencia de una dirección juvenil recayó sobre dirigentes del partido y recurrentemente los boletines internos expresaban la necesidad de organizar reuniones zonales para la formación y dirección de las juventudes cuya capacitación estimaban muy retrasada.[26] Ello se verifica además en el informe del IV congreso del PST. Planteaba la necesidad de fortalecer los cuadros juveniles y mientras esto ocurría, la estructura y dirección partidaria a nivel nacional y local se encargaban de las tareas organizativas.[27] Todo ello colaboraba para que “en la práctica, las fronteras entre la JSA y la entidad partidaria fueron, por momentos, difusas” (Mangiantini, 2018, 229) y las concepciones de autonomía, centrales en el discurso, se desdibujaron en la organización material de la Juventud. Así, hasta la dictadura los referentes nacionales de la JSA eran referentes del partido como es el caso de Miguel Sorans militante con trayectoria dentro del ámbito sindical en la rama automotriz y miembro de la Dirección Nacional de la Juventud.[28] De igual modo las finanzas no siempre fueron independientes y las posibilidades de organización autónoma fluctuaron a lo largo de los años.
El explosivo crecimiento de la juventud en los primeros dos años también tensó las dinámicas partidarias. La documentación señala una significativa afluencia que elevó de 500 a 2500 participantes en sus encuentros.[29] Es posible pensar que esos números fueran exagerados y que probablemente se amplió el radio de influencia, pero no en tal magnitud. Aún con ciertos resguardos el ingreso a la JSA fue mucho más acelerado que de cuadros políticos al partido, siendo considerado un éxito por el frente. Para un sector del partido, la lectura era menos favorable. El incremento provocaba un desbalance entre la movilización de masas amplia, la política partidaria y el ala sindical. Las consideraciones sobre el plenario juvenil de enero 1973, un mes después de realizado el congreso, daba cuenta de esto. Según el informe había sido un completo fracaso por condiciones objetivas, las vacaciones y fundamentalmente subjetivas, la poca iniciativa y falta de capacidad de la dirección juvenil.[30] Argumentos similares se expresaron en diferentes momentos de esos dos primeros años. Con matices, otras expresiones también evaluaban la necesidad de tutela "adulta" hacia el sector juvenil. En julio de 1974 un informe del Comité Ejecutivo del Partido señalaba que si bien existía cierta preocupación por las actividades desarrolladas por la JSA “el secretariado no intervendrá para nada en la actividad de la Juventud, pero observará atentamente para verificar si en realidad se están dando las características que marcamos, para ayudarles con nuestros consejos si nos lo solicitan".[31] El diagnóstico del Comité Central de Juventud marcaba un balance negativo de la relación entre afluencia juvenil y militancia partidaria:
Está claro que el progreso colosal del partido en los últimos dos o tres años no podía realizarse sin arrastrar consigo sus propias contradicciones. Es así que hoy en día el partido está constituido en su inmensa mayoría por jóvenes de 25 años o menos, en proceso de formación. Si bien es cierto que el partido ha logrado penetrar en el movimiento obrero y ganar allí muchos compañeros de vanguardia también es cierto que son todavía una minoría dentro del partido y que incluso mucho de ellos son a su vez muy jóvenes y sin formación sólida.[32]
Esta lectura trascendía el análisis y se materializaba en los conflictos suscitados en torno las publicaciones Avanzada Socialista y La Chispa. Recordemos que cuando la revista juvenil comenzó a publicarse en 1974 supuso la organización dentro de la JSA para su difusión y venta, fundamentalmente porque su edición estaba supeditada a la autofinanciación. Ahora bien quienes se encargaban de estas tareas en general eran los mismos jóvenes que difundían, publicitaban y vendían la prensa partidaria. Si bien ambas publicaciones eran diferentes lo cierto es que el público al cual se vendía era limitado y ello obligaba a una competencia entre una publicación de amplio espectro vinculada a la juventud (de menor tirada) y la prensa político partidaria.[33] Las relaciones a lo largo de estos años tampoco fueron armónicas y el crecimiento del espacio juvenil implicó que su acción se viese reducida. De ello da cuenta un boletín interno donde se especifica que en vacaciones no se colaboraría en el trabajo sindical ya que “nos plantearon los compañeros del partido” que “no seríamos un gran aporte, especialmente por la cantidad de compañeros nuevos: se tardaría un par de meses en adecuarlos al trabajo obrero y además difícilmente podrían dar línea.”[34] Según el documento quienes asumían la dirección de la juventud eran considerados como poco expertos, pero además como una línea secundaria frente a la clase trabajadora. Ambos aspectos ponían en un lugar de menor jerarquía y en un plano diferenciado a la JSA. La juventud era el argumento que sostenía la falta de experticia y ello alentaba a relegarla en un segundo plano. En resumen, la preocupación por instalar el debate en torno a la articulación y diálogo con las juventudes se manifestó con significativa presencia desde la conformación del PST. Preocupación que se impuso en el marco de creación y consolidación política del partido y el crecimiento del sector juvenil, proceso más acelerado respecto de las proyecciones iniciales, generando tensiones entre los lineamientos generales, el sostenimiento de la autonomía organizativa de la juventud y los objetivos del partido, las finanzas, así como la articulación entre ese y otros espacios partidarios.
Ahora bien, esta relación compleja fue además transversalizada por otras problemáticas como el aceleramiento de dinámicas represivas legales y paralegales que redefinieron las experiencias tanto de la militancia partidaria como de la JSA. Florencia Osuna destaca que desde 1974 los militantes asumieron una lógica de semiclandestinidad donde “existía una superposición de actividades “legales” relacionadas con la “militancia en la superficie” con otras del orden de la “clandestinidad” (Osuna, 2015, p. 50). Esa matriz, aún con cierta tradición en las izquierdas, no debe pasar desapercibida a la hora de comprender las prácticas militantes, especialmente cuando los procesos represivos se profundizaron (Tessio, 2020, Mangiantini 2018). La superposición implicó una tensión permanente entre la organización de las bases y partidarias que posiblemente se trasladó a los espacios de difusión y prensa, a la relación entre partido y JSA, proceso que fue en decrecimiento a medida que las fuerzas represivas actuaban. Ello se hizo visible hacia el año 1974 y con mayor agudeza en el siguiente, especialmente en el frente estudiantil secundario y universitario. Ese escenario se vio agravado luego del golpe de estado de marzo de 1976 cuando el partido fue ilegalizado y se modificaron las prácticas militantes.
La juventud y el PST en dictadura
Instalada la dictadura se impuso un andamiaje normativo que permitió la existencia de algunos partidos políticos y prohibió a otros. Para Yannuzzi, las leyes dictadas en esos primeros meses señalaron la ausencia de un proyecto unificado de las Fuerzas Armadas respecto de la temática, aun cuando coincidían en el diagnóstico: no debían repetirse los errores del pasado (1996, 68). La dictadura previa había dejado ciertas enseñanzas para los militares: el error del onganiato radicaba en la prohibición de toda la vida política. La suspensión impuesta desde 1976 generó entonces un marco con contornos difusos y más ambiguos.
Las medidas implementadas señalaron un límite a la actividad política pero no la obturaron por completo ya que los partidos tradicionales, incluido el Partido Comunista, mantuvieron su legalidad, sus locales, la vida administrativa e incluso dirigencias aunque se suspendió su actividad política. Las leyes 23122 y 23135 declaraban ilegales y disueltas un amplio espectro de partidos políticos de izquierda, organizaciones de base así como aquellas de fuerte inserción en el ámbito educativo y gremial. La suspensión de la actividad política, la ilegalización de esos partidos, la prisión política a disposición del PEN de activistas políticos, gremiales y estudiantiles y la represión clandestina fueron parte de la amplia estrategia de despolitización y desmovilización gestada desde los inicios de la dictadura. Entre aquellos ilegalizados se encontraba el PST, cuyos cuadros políticos más importantes y parte de sus militantes debieron exiliarse.[35] Osuna señala que, con todas las limitaciones impuestas, quienes militaban mantuvieron espacios de discusión y se sostuvo la elaboración de boletines internos para el debate en modo acotado. La JSA con una dinámica amplia dejó de existir en los primeros años y solo hacia mediados de 1979 se conformó la primera Comisión Juvenil que pretendió recuperar ese espacio de acción junto al lema “el año del reanimamiento juvenil”.
En el periodo que media del golpe a 1979, la preocupación por repensar a la juventud no desapareció del partido, aunque sí variaron los alcances y objetivos. En ese sentido, si bien la clandestinidad ocupó una gran parte del ejercicio cotidiano, fundamentalmente en los primeros años, ya desde 1977 se realizó una caracterización de la dictadura y la situación general que habilitó un nuevo escenario. Se sostuvo la concepción de que la dictadura promovería una apertura política y que por tanto era inminente la vuelta a la democracia (Osuna 2015, p. 70). En uno de los documentos nacionales producidos en febrero de ese año se había establecido como objetivo ampliar la presencia del partido a través de la propaganda, predominando la articulación con las luchas iniciadas en el movimiento obrero, ámbitos estudiantiles y juveniles.[36] Asimismo, se planteaba crear una publicación cuyo eje fuera el programa democrático que “aún dirigida por nosotros admita cierta heterogeneidad en las posiciones de sus colaboradores”, que sostuviera algunas de las líneas del partido sin que “destile marxismo por los cuatro costados” por lo cual sugería una o dos notas con líneas importantes, el problema de la educación o el feminismo eran algunos de los potenciales ejemplos.[37] El documento evidenciaba una inquietud sino permanente significativa en torno a la elaboración de publicaciones periódicas amplias, algo que marcaría sus horizontes al menos en los tres años posteriores al golpe. Se ubicaba como proyecto de uno o varios frentes, dirigida a lectores que se extendían por fuera de la militancia, una publicación que no fuera del partido y a la vez contuviera algunas líneas generales del mismo. Este aspecto además coincidía con la caracterización que el partido hacía de la situación política del país. Si la posibilidad de una apertura democrática no estaba lejos, la agitación y articulación con espacios no partidarios se convertía en un imperativo.
Así surgieron algunas revistas como Textual, del frente intelectual y Propuesta para la juventud. Esta última fue una revista cultural y juvenil que si bien desde sus inicios no estuvo vinculada al partido a poco de editarse estrechó vínculos con el PST al punto que la financió a partir del número 8 (Luciani 2022b). El encuentro y la definición de esta revista ya desde el partido abría un nuevo escenario donde convergían caracterizaciones en torno a la realidad de los y las jóvenes en dictadura. En un documento de 1979 la comisión juvenil recién reorganizada, planteaba que, frente a un escenario de desmovilización, la revista era un objetivo ya que permitiría influenciar a “amplios sectores de juventud hacia nuestras posiciones socialistas”.[38] En un momento de fuerte desmovilización de las nuevas generaciones, donde la acción en la universidad y escuelas era poco viable, las tareas amplias en torno a revistas se constituían en un eje central de acción orientada a los y las jóvenes.
Los años que siguieron a la inicial reactivación de 1979 fueron significativos y se orientaron paulatinamente hacia el accionar de la Comisión Juvenil con algunas variantes respecto del periodo previo. Por un lado, el espacio contribuyó en los ejes de acción definidos desde el partido, la campaña financiera y la distribución y venta del periódico Opción. Por otro retomaban tareas específicas, realizaban diagnósticos, análisis en torno a la juventud y planteaban acciones de inserción en diferentes ámbitos y especialmente en universidad. Un informe de enero de 1980 establecía que la política –errónea- hasta entonces había oscilado entre reproducir experiencias culturales que congregaban jóvenes pero sin convertirse en una alternativa (Propuesta para la Juventud era vista en esta clave), y las tareas amplias del partido al tomarlos como “frentes pre-partidarios de captación o receptáculos de campaña”. Dichas dinámicas iban en detrimento de aglutinar un proceso visible e incipiente de activación juvenil. De allí que propusiera que en tanto los jóvenes eran “embriones antidictatoriales” debían pasar de experiencia “en sí” y transformarse “para sí” a fin de ser “bastiones efectivos en la lucha contra los militares”.[39] Este pasaje era posible, según su propia lectura, en el ámbito estudiantil, específicamente el universitario. Así lo expresaba en otro documento del mismo año donde consideraba posible su injerencia en las casas de estudio en la medida que el momento era propicio “para sentar las bases para disputarle al reformismo y a la burguesía la dirección de la juventud y del estudiantado” en un espacio vacío y vaciado por la dictadura. El documento finalizaba reafirmando que el objetivo del partido en este escenario era echar: "las bases para construir una organización juvenil de los socialistas con influencias de miles y miles de jóvenes".[40]
Otra documentación establecía que la reorganización de una Comisión Juvenil era necesaria para impulsar acciones entendidas "en el marco general de estrategias del partido para la etapa". Así el objetivo de la Comisión es "armar políticamente y el de orientar los trabajos, en definitiva, el de votar toda la línea para la juventud".[41] La construcción de este espacio cuyo nombre varió en los documentos Juventud Socialista, Comisión Juvenil, Juventud marcaba diferencias significativas con los momentos formativos de la JSA; la autonomía, eje central de los primeros años, era relegada en pos de la organización de las juventudes desde el partido. Es cierto que esa situación se producía en el marco de una dictadura que impedía acciones legales de un partido o sus agrupaciones, no obstante, tampoco se presentaba como un horizonte de discusión y una nueva dinámica recubría las primeras tentativas organizativas.
Así, hacia 1980, en el marco de profundos debates y fricciones internas pero también de las incipientes caracterizaciones respecto de la crisis de la dictadura y la necesidad de reagrupar en torno a la consigna ¡Abajo la dictadura!,[42] los lineamientos de acción juvenil también se modificaron y la mayoría de las actividades se volcaron hacia la universidad, y en menor medida a las escuelas secundarias y espacios culturales. Con iniciativas que tuvieron diferentes alcances y sentidos el periodo 1980-1982 estuvo signado por el trabajo en el frente universitario, especialmente circunscripto a la UBA, ámbito donde tenían para entonces una significativa presencia.[43] Esto adquiría sentido ante los cambios en la política educativa que implementaron desde el ministerio de educación Llerena Amadeo, primero, y Carlos Burundarena, después. La nueva política universitaria que pretendía la definitiva “normalización” del sistema, la creación de estatutos universitarios, la mayor intervención del ministerio en la designación del personal docente, la realización de concursos y la política de arancelamiento fueron las bases de ese proyecto de la dictadura que habilitó los primeros descontentos y acción estudiantiles. En ese contexto, las iniciativas del espacio planteaban ampliar el radio de activación estudiantil como modo de erosión de la dictadura y apuesta antidictatorial.
No obstante, no fue un camino preconcebido ni unilineal. Las acciones fueron dotándose de sentidos a medida que delineaban los objetivos centrales del partido en la nueva coyuntura y el espacio juvenil adquiría relevancia en la universidad.[44] Según un propio diagnóstico desde su reactivación se habían producido “bandazos” que llevaron a desdibujar la acción partidaria, así condiciones objetivas –la desarticulación y represión del movimiento estudiantil- y subjetivas, los llamados errores del partido, habían obturado una política de crecimiento y orientación del sector. Entre 1980 y 1981 la lucha ante el cierre de la universidad de Luján,[45] el cuestionamiento a la Ley universitaria y el arancelamiento concitaron las energías de la organización juvenil que pasaba de “la propaganda a la acción” y volcaba el cien por ciento sus fuerzas a esa lucha.[46] En ese análisis, la ausencia de dirección clara en universidad abría la posibilidad de gestar actividades acotadas. La realidad señalaba otra constatación, la mayoría del equipo en ese ámbito se había incorporado luego del golpe de Estado; era una generación que había ingresado a la militancia con las coordenadas de la dictadura, de reflujo, clandestinidad y represión.
En 1982, el partido planteaba que se iniciaba un proceso de ascenso del movimiento estudiantil, aunque era evidente la tendencia moderada que asumía. Sostenía además que en la universidad “estaban dadas las condiciones para que se aplique esta política que tiene como eje lo democrático, como objetivo fundamental el fortalecimiento al partido.”[47] No olvidemos que en ese año y en un nuevo escenario electoral se crea el MAS para participar de la contienda política. Ello supuso volcar gran parte de su trabajo a la organización, despliegue y consolidación del partido, así como ampliar su radio de influencia. De allí que las tareas estuviesen orientadas a la afiliación, militancia en los barrios, venta del periódico y apertura de locales partidarios. En la universidad ello implicó una estrategia que combinaba algunas lecturas viejas y nuevas sobre la base estudiantil a la cual caracterizaba como antidictatorial, escéptica, democrática, profesionalista y “con temor a la represión”.[48] El eje principal de acción fue la militancia en torno a la reactivación de centros de estudiantes y apertura de elecciones, consignas centrales que se desplegaron en ese año de creación del MAS y en consonancia con los objetivos partidarios. La lectura sobre juventud difería de aquella que se había construido en los prolegómenos de la JSA. Lo que se evidenciaba en los documentos era el alejamiento progresivo entre la juventud como problema y la cuestión obrera, al igual que había variado la dinámica con la cual el partido se definía en relación a la crisis de la dictadura y la reapertura de las elecciones. Así, parte de los contenidos clasistas que emergieron como preocupación en la conformación de la JSA fueron limados paulatinamente frente a las consignas democráticas y a favor de la recuperación de la autonomía universitaria y el cogobierno. Esta sinonimia entre juventud y universidad (y por extensión entre juventud y estudiante) que se trasladó por ejemplo a la conformación de la Juventud Universitaria Socialista de Avanzada (JUSA) permite advertir que la organización de la juventud fue variando también los ejes sobre los cuales articulaba una lectura en clave generacional.
Es posible pensar que dicha identificación estrechaba los canales de acción al tiempo que se reorientaban consignas y sentidos. En ello incidió el diagnóstico en torno a la juventud, especialmente universitaria y su potencial como actor de resistencia contra la dictadura, así como la necesidad de dotar de sentido a ese espacio de acción dentro de los horizontes políticos del partido. Se constataba otro suceso. Cuando retomó su radio de acción lo hizo como Comisión Juvenil primero y frente del PST después, si bien no exento de tensiones, con objetivos mucho más acompasados que en sus primeros años de existencia. Dejaba de ser un espacio amplio, flexible estrechando sus contornos. Quedaba en evidencia los cambios en la relación entre partido y frente juvenil y el desplazamiento de los debates que habían signado los primeros años de la JSA, diluidos en dictadura. Asimismo, la preocupación por pensar a las juventudes obreras daría paso a una agenda nueva y la juventud dejaba de ser un horizonte interseccional. Jóvenes había en las instituciones educativas, los barrios, en la cultura. De todos esos ámbitos, el universitario constituyó el pilar principal de la acción del frente juvenil en los últimos años de la dictadura, recuperando la democratización como una de las premisas centrales y bandera de lucha, en consonancia con la política que el partido llevaba adelante.
Conclusiones
Hasta aquí hemos trazado algunas líneas que nos permiten redefinir las relaciones entre el PST y la juventud desde su creación hasta los cambios que llevaron a la configuración del MAS. Hemos planteado la necesidad de no homologar ni desconocer las fricciones, tensiones y diferencias entre juventudes y partido que dieron paso a diferentes modos de reponer los debates de coyuntura. Al mismo tiempo, abordamos algunas lecturas en torno a las definiciones de juventud y los lineamientos que ello supuso para el PST. Estas no fueron homogéneas ni unidireccionales sino que se establecieron en una relación múltiple que tramaba la situación sociopolítica, la orientación y definición en clave partidaria y el diagnóstico en torno a la realidad de los y las jóvenes definidos desde el partido y desde la propia agrupación.
La creación de la JSA estuvo desde sus inicios pensada en clave autónoma pero articulada con el partido, siguiendo los lineamientos de otras experiencias trotskistas. Esto marcaba una diferencia significativa respecto de otras agrupaciones juveniles de la izquierda de ya vasta trayectoria o emergentes en esa coyuntura. Por diversos motivos que aquí establecimos esa autonomía fue acotada en algunos aspectos, especialmente en la organización y dirección y fue objeto de constantes debates. La preocupación por la inexperiencia juvenil emergía en no pocas ocasiones como argumento central para revisar las políticas y actividades emergentes desde ese espacio.
Los instrumentos desplegados para la adhesión y acción juvenil no eran innovadores: revistas, ámbitos educativos, cultura emergían como los escenarios propicios para la realización de tareas de vinculación con ese segmento poblacional pero variaron los sentidos y preocupaciones respecto de sus contenidos. Para los primeros años la acción de la JSA articuló sus pretensiones de crecimiento con las consignas partidarias en torno a una candidatura representativa de la clase obrera. Ello definió que parte de la agrupación repensara su relación con la clase obrera y específicamente en pos de un acercamiento a trabajadores jóvenes. Asimismo, la necesidad del partido de generar una ampliación de su radio de influencia habilitó cierta flexibilidad en la relación entre ambos. Luego del golpe de estado la JSA despareció y si bien el partido habilitó algunas instancias para debatir en torno al rol de jóvenes, solo la reorganización de un espacio a partir de 1979 impulsó iniciativas específicas. Lo hizo en otro contexto en donde la relación flexible ya no existía y la definición de juventud se había modificado. Desde 1980 la preocupación central se orientó hacia los espacios que consideraba pasibles de crecimiento, ya fuera por la cantidad de militantes, ya por las potencialidades de cuestionar la política de la dictadura. En ese marco, la universidad fue uno de los principales espacios de acción. Abonaban ese camino una serie de situaciones y procesos convergentes que lograron desplegarse con mayor visibilidad en los años siguientes. Los cambios en la política universitaria, la ampliación del descontento estudiantil que reactivó algunas instancias de interpelación, los virajes del propio partido y la convicción de que era inminente la salida democrática, mucho más luego de la derrota de Malvinas, marcaron el escenario para que la reactivación de la vida estudiantil constituyera un eje de acción para el partido. Los estudiantes universitarios se perfilaban como actores centrales de resistencia y puntal de la recuperación de la democracia. La clase obrera no desaparecía, pero tampoco se construía en una relación dinámica con otros sectores, si acaso en el plano discursivo. Al mismo tiempo los interrogantes sobre qué fronteras definían a la juventud perdía significación y esta dejaba de ser un sujeto elusivo para definirse en los contornos de la vida estudiantil y de sus prácticas culturales, mientras se producía un desplazamiento de la relación entre clase y generación.
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Recibido: 17/03/2022
Evaluado: 04/04/2022
Versión Final: 18/05/2022
(*) Doctora en Humanidades, mención Historia (Universidad Nacional de Rosario. UNR). Becaria posdoctoral (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Docente de grado en las carreras de Historia y Antropología y de posgrado (UNR). Argentina. E-mail: lauluciani@gmail.com. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2449-5012
[1] En Argentina escasos estudios abordan la temática. Consignamos que una de las obras más exhaustivas en este sentido se ha desarrollado desde la memoria militante (Gilbert, 2011). También existen investigaciones que analizan agrupaciones juveniles en determinadas coyunturas (Saraniti, 2011; Ermosi, 2015; Bona, 2021) y aquellas que han ponderado la escisión de la FJC y la posterior conformación del PCR (Siskindovich, 2020), agrupación que tuvo una significativa presencia en el movimiento estudiantil (Califa, 2015). Otras investigaciones se han orientado al estudio la UJS-TERS (Asiner, 2014 y 2015). Sobre la JSA destacamos el trabajo de Martín Mangiantini quien en una mirada de largo aliento del PRT/La Verdad y PST ha planteado la importancia que ha tenido la organización juvenil (Mangiantini, 2018). No obstante, es interesante consignar que la historiografía no ha sistematizado aún estudios de las organizaciones juveniles recuperando propuestas teóricas planteadas desde el campo de la historia de las juventudes o en clave generacional.
[2] Avanzada Socialista, n 3, marzo 1972, p. 10.
[3] Boletín interno 14 de marzo de 1972, Fundación Pluma.
[4] Boletín interno 14 de marzo de 1972, Fundación Pluma.
[5] Carta de Ángel a Nora, 20 de agosto de 1972, Fundación Pluma.
[6] Boletín interno, 4 de abril de 1972, Fundación Pluma.
[7] El documento citado señala la cantidad de “compañeros” de la organización juvenil, con una significativa presencia en Buenos Aires (ciento treinta militantes entre zonas norte, sur y oeste), Rosario cien; La Plata y la Rioja, cincuenta y Mar del Plata cuarenta.
[8] Avanzada Socialista, n 43, dic 1972.
[9] El rol de la JSA en la construcción del partido, 1973, Fundación Pluma.
[10] La problemática de la juventud constituyó un núcleo de reflexiones importante dentro de la tradición teórica y política de trotskismo. Ya Trotsky había planteado una serie de cuestiones respecto de la juventud proletaria y la importancia de su movilización en el Programa de Transición (1938), también existen diferentes cartas y debates con dirigentes del SWP referidos a la organización de la juventud y su relación con el partido (Trotsky, 1976, 40 y ss; 158 y ss).
[11] Referente del SWP candidato a presidente en Estados Unidos en 1976.
[12] Entrevista con Coral, 1972, Fundación Pluma.
[13] La relación entre la corriente morenista y el SWP tenía para ese entonces una tradición que se remontaba a distintos momentos y coincidencias: la relación pos fractura de la IV internacional en 1953 y la creación del CI, la posterior articulación dentro del SU desde 1963 y el similar diagnóstico frente al foquismo hacia finales de la década, aspecto que fortaleció los lazos entre el SWP y el morenismo. Ese camino común, no obstante, se vio fracturado hacia finales de la década del setenta a partir de la diferente caracterización de la revolución portuguesa de 1974 y los debates que suscitó la revolución nicaragüense. (Gaido, 2020: Mangiantini, 2017). Respecto del vínculo entre la agrupación juvenil local y su par norteamericana vale destacar la participación de Norman Oliver, dirigente de la YSA en el congreso de diciembre de 1973. En el suplemento de la JSA de Avanzada Socialista se planteaban los paralelismos entre una y otra organización. AS, nº 88, diciembre de 1973.
[14] Informe sobre Juventud obrera, abril 1973, Fundación Pluma.
[15] Juventud Socialista de Avanzada, Boletín Interno 16, enero de 1974, Fundación Pluma.
[16] JOSA, Propuesta y Programa, 1974, Fundación Pluma.
[17] Juventud Socialista de Avanzada, Boletín Interno Nº 1, 1973.
[18] “El triunfo de los industriales”, Avanzada Socialista, 33, octubre de 1972.
[19] Elecciones universitarias, 1973, Fundación Pluma.
[20] Juventud Socialista de Avanzada –JSA, Boletín interno 6, octubre de 1973, Fundación Pluma.
[21] Boletín interno de la JS, abril de 1975. Vale consignar que en las discusiones internas se planteaba la dificultad de definir cuáles eran estrictamente los temas juveniles que debían ponderarse.
[22] La Chispa n° 8, 1974.
[23] “Por qué se drogan los jóvenes”, Chispa n° 7, 1974.
[24] Boletín Interno, JS, 19 de abril de 1975.
[25] Boletín Interno, JS, 3 de mayo de 1975.
[26] Boletín interno 47, abril 1973, Fundación Pluma. También el Rol de la JSA, julio 1973, Fundación Pluma.
[28] Es posible pensar que la composición de referentes en los primeros años fue diferente en las regionales de acuerdo a la composición y fuerza del partido y la juventud que se estaban conformando.
[29] Balance JSA, 13 de diciembre, 1973. Fundación Pluma.
[30] Orden del día PST, enero 1973. Fundación Pluma.
[31] Juvenil – PTS, 2 de julio de 1974, Fundación Pluma.
[32] Comité Central de juventud, febrero de 1975, Fundación Pluma.
[33] Boletín interno 42, octubre de 1974. Fundación Pluma.
[34] Boletín interno n 11, noviembre de 1973. Fundación Pluma.
[35] A pesar de la importante producción sobre la última dictadura militar argentina, son escasas aún las investigaciones que exploran a las izquierdas en ese contexto. Águila sostiene que en ello concurre fundamentalmente una serie de interpretaciones que asumen a este como un periodo de cesura y clausura de las prácticas partidarias y militancia de izquierda. Para la autora una indagación que dispute estos sentidos “posibilitaría el registro no solo de las rupturas y transformaciones que provocó la dictadura, sino también de las continuidades y persistencias de un conjunto de fenómenos sociales y políticos aún poco explorados” (Águila, 2019, p. 279). Si bien no es objeto de este artículo merece señalarse que en el caso del PST junto con su ilegalización, la represión sobre militantes, el exilio de sus cuadros debe consignarse las variaciones en la línea política del partido que colaboró en su configuración como un nuevo partido legal, el Movimiento Al Socialismo de cara a las elecciones de 1983.
[36] Documento Nacional, febrero de 1977. Fundación Pluma.
[37] Minuta, Proyecto de una revista, 19 de octubre de 1977, Fundación Pluma.
[38] Minuta sobre revista Propuesta, 1979, Fundación Pluma.
[39] Borrador de balance para plenario de Juventud Chacarita, enero de 1980, Fundación Pluma. Dicho plenario generó una serie de debates y sanciones debido a "falseamiento" respecto de la real cifra de participantes. ver Carta de equipo de dirección de Chacarita a compañeros de la zona, 1980, Fundación Pluma.
[40] Política para construir la Juventud Socialista. 1980, Fundación Pluma.
[41] Minuta de preparación de la reunión de la Comisión de la Juventud, 1980, Fundación Pluma.
[42] Documento de coyuntura, 7/08/80, documento camuflado, Fundación Pluma.
[43] Los números señalan que, en noviembre de 1981 de 985 militantes del partido, al frente correspondían 208 militantes entre secundarios, universitarios y juventud intelectual, el 68% de ellos correspondía a universidad y estaban concentrados en capital. Informes organizativos a noviembre de 1981, 1981, Fundación Pluma.
[44] Hacia 1980, en el congreso realizado en Colombia se planteó la discusión respecto de la orientación del partido. Una crítica de la conducción en el exilio se ciñó sobre la conducción nacional y el carácter movimientista que se había desplegado. De allí que se revisara la política en cada sector, el frente juvenil no fue ajeno a ello.
[45] El caso de Luján como eje democrático, 1980, Fundación Pluma.
[46] Minuta sobre balance estudiantil, 1981, Fundación Pluma.
[47] Minuta estudiantil, enero de 1982, Fundación Pluma.
[48] Minuta sobre universidad y secundarios, MAS, 1982, Fundación Pluma.