Algunas
reflexiones sobre las representaciones y paradojas del nacionalismo desde el
Centenario a
Cecilia M. Pascual(*)
(UNR, cecipascual@hotmail.com)
Introducción
Analizar la producción artística y estética de Angel
Guido no nos indica simétricamente que podremos significar al período de
entreguerras. El siguiente trabajo propenderá a explorar algunas antinomias de
los planteos del arquitecto rosarino, que servirán para comenzar a pensar y
discutir el indiferenciado mosaico de ideas y concepciones del arte pasibles de
rastrearse en la entreguerras, colindantes con una particular, mas no
desvinculada concepción de nación, y con una afición performativa de la
plástica. Serán discutidas algunas concepciones e ideas que encierran
proposiciones políticas veladas o evidentes, ya que el arte no es una esfera
diferenciada del mundo social, antes bien es un emergente vital para comprender
las mutaciones y transformaciones de cualquier sociedad.
En el siguiente estudio se rastreará la producción
temprana de Guido, vinculada con los ideales del nacionalismo euríndico de
Ricardo Rojas, suavizados por la firme pluma de José Enrique Rodó. Asimismo, se
indagará la recuperación que efectúa Guido del arte latinoamericano como
emergente de la proyección sentimental del alma de su pueblo, hasta los
planteos antimáquina que Guido esgrimiera contra Le corbusier, su posterior y
paradójica recuperación de la potencia creativa de los rascacielos norteamericanos
y sus proyecciones urbanísticas y desplazamientos semánticos. El recorrido a
través de su obra implica pensar en los pares nacionalismo-latinoamericanismo,
primitivismo-vanguardia, izquierda-fascismo, tradicionalismo-modernización
técnica, concibiéndolos no como pares antinómicos establecidos sino como
límites que se chocan, se intersecan, se confunden. Desgarrar el discurso
producido por el artista, captando el fondo ideológico-político que se esconde
en su intencionalidad estética no involucra, en este estudio, una preocupación
por desmedrar el lenguaje de las artes con sus significados y significantes
propios. No obstante, el trabajo pretende ofrecer consideraciones desde el
proceso histórico acerca de los diferentes emergentes discursivos - engarzados
siempre con una particular forma de práctica- que representan voluntades
concretas. Finalmente, resultará atractivo comprobar que los ideales
nacionalistas del Angel Guido de principios del siglo XX convergen con los
ideales de nacionalización-peronización de los años del peronismo. No se trata
de entender al período de Entreguerras como prolegómeno del fenómeno peronista,
no obstante es reconocible, que ciertos planteos, manifestaciones e ideas
surgidos de conflictos y reacomodamientos emergentes en esta época se
condensan, se funden con otros valores y estallan fenomenológicamente en el
periodo peronista. La consideración del concepto nacionalismo no ha sido
escogido con la secreta intención de rastrear su surgimiento y redefinición
cabal en un proceso global que involucra la consolidación del Estado central
como estado nacional[1], sino
más tímidamente se brega por encontrar coincidencias y paradojas en la
producción olvidada y desatendida del arquitecto rosarino, que permitan pensar
problemáticas enfocadas desde las altas esferas de la intelectualidad
argentina, que pese a sus puentes y vinculaciones con las producciones
germinadas en los márgenes de nuestro país (léase fuera de Buenos Aires),
continúan obliterando las producciones de tantos cientistas sociales ocupados
de analizar el fenómeno Nación. No es la proposición del estudio glosar las
interpretaciones llevadas adelante por numerosos investigadores en torno a la
constitución de la nación argentina, ni tampoco ofrecer una miscelánea de los
planteos elaborados por investigadores extranjeros. La ponderación de conceptos
y elaboraciones teóricas sólo serán examinados y considerados cuando algunos de
los tópicos presentes en el corpus documental escogido requieran de
herramientas que permitan vincular de manera relacional las partes con el todo.
Este artículo quiere liar disímiles esferas discursivas con hechos y períodos
históricos no parangonables en apariencia. Impele al relato una convicción
centrada en la transposición de imágenes, agitada por la lógica del montaje que
augura una comprensión original del universo fenomenológico. Montaje que
construirá paso a paso, trazo tras trazo, tal vez de manera imperceptible, los
contextos que albergan los hechos históricos. La construcción surrealista que
según Walter Benjamin acompaña al montaje fractura el continuum de la historia[2].
Las imágenes poseen una especie de estructura monádica, cuyo núcleo temporal se
aloja tanto en lo que se conoce como en quien conoce. Dicha estructura monádica
esta cargada tanto científica como políticamente y conforma un campo de fuerzas
donde péndula el conflicto entre la historia previa y la posterior[3]. Indagar y yuxtaponer tal campo de fuerzas
constituye la proposición central de este trabajo.
La operación pedagógica-performativa surgida a partir
de los festejos del Centenario de 1810, se refuncionalizará, se modificará en
tiempos posteriores creando nuevas formas internalizadoras de la inasible
entelequia denominada nación. En el presente trabajo se abordarán algunos
fragmentos de las imágenes trazadas por José Enrique Rodó, Manuel Gálvez y
Ricardo Rojas. El análisis de algunos de dichos emergentes encapsulados en la
obra del arquitecto rosarino coadyuvaran a cimentar la idea de que chaque époque rêve la suivant.
En 1900, José Enrique Rodó publicaba Ariel, obra potente, dirigida la
juventud supuestamente corrompida de la región del plata. Ariel, en la célebre
tragedia de William Shakespeare, representa el espíritu noble, la razón es su
vocación más íntima. Contrariamente, Cáliban es el vestigio innoble, rastrero,
irracional y pendenciero. Esta dicotomía trágica signó la obra de Rodó,
patentizando el progreso irracionalizante, la vida libertina, la cultura de
desván en la figura de Cáliban y los valores capaces de obrar un milagro en
contra de la utilidad material y las existencias estrechas en Ariel. El
entusiasmo vertido en las páginas de esta obra revela la incertidumbre
planteada por unos tiempos de cambio, donde el progreso material parecía
ensombrecer el fulgor precioso de la inteligencia y la creación artística. La
transubstanciación cosmopolita de la gran capital argentina implicaba una
incorporación defectuosa de las masas inmigratorias, la debilidad de una
estructura política consciente y moderada representaba el peligro de la
mutación de dicha masa en barbarie irresoluta, carente de dirección moral. En
el relato del uruguayo Rodó se intersecan disímiles tradiciones intelectuales y
fuentes de erudición. La cultura griega, el positivismo, el darwinismo social,
el cristianismo se mezclan en la obra reclamando nuevos sentidos, aglutinados a
pesar de sus aparentemente irreconciliables diferencias. Este collage de influencias se corresponde entonces
para definir, aunque veladamente, cuáles serían los atributos sanos y puros
para identificar la identidad nacional. Mayo de 1910 sorprendió a los habitantes de
Buenos Aires con sus auras festivas. El tráfago insidioso y jubiloso de la
muchedumbre aherrojaba a los espíritus escépticos a sumarse a los festejos. Las
callejas olvidadas y desposeídas de la traza urbana se sometían a la mimesis
que la fiesta propugnaba postergando sus miserias para tiempos futuros. La
ingente masa copaba las calles del centro de la capital argentina[4]
sometiéndose a la transmutación carnavalesca ofrecida. Hacia la década de 1880
Argentina definía las aristas de su consolidación política, coronada hacia los
noventa con su inserción en el mundo capitalista, asentada sobre las exportaciones
agropecuarias. Las estrategias de dominación y consolidación del territorio se
habían instrumentado tras la expansión de la frontera con la consiguiente
eliminación indígena. La implantación de grandes extensiones de tierra para su
explotación y la entrada de capitales extranjeros signaron la fisonomía del
paisaje rioplatense y también la de sus ciudades. En términos generales y de
manera harto esquemática, pueden diferenciarse tres fases del proceso de
acumulación: el proceso de expansión de la década del ´80 con gran afluencia
migratoria; el período que se inicia con la crisis del ´90 con la interrupción
del influjo de capitales y de inmigrantes; y el nuevo proceso de acumulación en
los albores del siglo XX con nuevos afluentes de capital, inversiones
infraestructurales, expansión agropecuaria y alta tasa de inmigración[5].
La situación de incipiente desarrollo transformó a la
ciudad capital de la república en arena apropiada para efectuar negocios
anclados en lógicas especulativas sobre la traza. El cambio fisonómico de la
ciudad rubricó una nueva disposición de los artefactos urbanos. En los albores
del siglo XX el vehemente desarrollo ferroviario tejió una red de ciudades de
diferentes dimensiones tanto partidas por las vías o acogidas en un cada vez
más vertiginoso crecimiento que desembocaba en una amplia plétora de problemas
“estructurales”. El campo se oponía a la ciudad como metáfora pero sólo adquiría su
función real en oposición a la vida mecánica, mercantilista e industrial[6].
Buenos Aires huérfana de un plan de urbanización
rector definió su trazado a partir de la concentración en un amplio centro,
donde se erigían las actividades y una mucho más dilatada periferia donde se
destinaban las tareas insalubres, pestilentes y mediocres que curiosamente
alimentaban la monstruosa urbe. El crecimiento de la población se dio sobre el
área oeste de la ciudad, en dicho centro, como se ha señalado, se concentraban
las actividades principales aunque a fines del siglo XIX y primeras décadas del
XX, habitaban gran cantidad de inmigrantes, alojados en mefistofélicas
condiciones en los conventillos. Aunque atormentada por su identidad periférica
y dependiente,
Rodó con sus letras nos invita a renegar de ese
escenario fraguado por el cálculo, arengando a los espíritus menos corrompidos
a construir una realidad donde las heridas que emergen de la gran cósmopolis civilizada puedan ser
restañadas y purificadas a través de la libertad interior. Esta imagen
idealizada, crítica y plagada de valores positivistas, espiritualistas y
morales se empeña en retratar la hibridez que significa el llamado proceso de
modernización en
“El pensamiento se conquistará,
palmo a palmo por su propia espontaneidad, todo el espacio de que necesite para
afirmar y consolidar su reino, entre las demás manifestaciones de la vida- En
la organización individual, levante y engrandece, con su actividad continuada,
la bóveda del cráneo que le contiene. Las razas pensadoras revelan en la
capacidad creciente de sus cráneos, ese empuje del obrero interior – El, en la
organización social, sabrá también engrandecer la capacidad de su escenario,
sin necesidad de que para ello intervenga ninguna fuerza ajena a el mismo- Pero
tal persuasión, que debe defenderos de un desaliento cuya única utilidad
consistiría en eliminar a los mediocres y a los pequeños, de la lucha debe
preservarlos también de las impaciencias que exigen vanamente del tiempo la
alteración de su ritmo imperioso”[7]
Todo constructo literario comporta elementos políticos
aunque sometidos, en ocasiones, a una estrategia de borramiento de sus marcas.
No podemos pensar en casi ningún producto de las humanidades y las ciencias que
a la vez que una intención narrativa, científica o descriptiva no albergue
señas que direccionen el escrito políticamente. Creer en la neutralidad de las
plumas se nos revela como operación muy poco meditada y, peor aún, sustraída de
la experiencia concreta como lectores y productores de conocimiento.
Otra imagen trazada, esta vez por el literato
argentino Manuel Gálvez en 1910 pertenece a la obra El diario de Gabriel Quiroga. Opiniones sobre la vida Argentina. El libro trasunta un pesimismo anclado
en la atmósfera creada por el cosmopolitismo vernáculo, donde los argentinos
“se encuentran desconocidos unos de otros hundiéndose en la eternidad”. El
relato evoca un pasado donde el espíritu nacional y el patriotismo expresaban a
través de sus literatos el alma de la raza. El materialismo que abrazaba la
ciudad del plata repugnaba a Gálvez, que observaba que una ciudad es la
expresión de la conciencia colectiva y Buenos Aires se había entregado a la
veneración fetichista del dinero que reemplazaba el culto de los valores
intelectuales y morales, donde la falta de poesía se traducía en su vida
tumultuosa[8].
La recuperación del alma nacional está relacionada en esta imagen, con la
argentinización de las oleadas de extranjeros que conformaran dicho aluvión
cosmopolita[9]. El
sentimiento de nacionalidad debería posicionarse por sobre
La afluencia inmigratoria, la introducción de valores
engarzados con la lógica materialista europea, así como las reacciones
políticas anárquicas que, según Gálvez, acompañaban esta evolución, no acabaron
de abatir el alma india que los argentinos guardaban con celoso ímpetu en su
sangre. Sólo basta un reforzamiento de la labor poética y política anclada en
la convicción nacionalista profunda, reseñada anteriormente, para desbancar de
las ciudades el germen extranjerizante.
En 1909 Ricardo Rojas publicaba La restauración nacionalista. Informe sobre educación. El tono
preponderante en la obra tal como su título lo señala es la problemática de la
educación y en particular la enseñanza de la historia. Rojas, tras reseñar la
forma en que la historia es dictada en los principales países de Europa, sienta
las bases de un programa integral de enseñanza de la historia para Argentina,
que propendería a orientar a las conciencias a una consolidación del espíritu
nacional. La enseñanza de la historia afecta, según sus planteos, a la
educación del ciudadano trocada en conciencia nacional. El nacionalismo es una
conjunción inédita entre patriotismo, que refiere primariamente a un
territorio, sumado a nuevos valores económicos y morales que alejan a los
pueblos de la barbarie, creando civilización a través de un direccionamiento
político coligado con una conciencia de personalidad colectiva.
El cosmopolitismo en los hombres y en las ideas, el
resquebrajamiento de los viejos núcleos morales, la indiferencia para los
negocios públicos, el olvido de las tradiciones, la corrupción popular del
idioma, el desconocimiento de nuestro territorio, la falta de solidaridad
nacional, el ansia de riqueza sin escrúpulos, el desdén por las altas empresas
del espíritu, la falta de pasión en las luchas, el culto de las jerarquías más
innobles, la venalidad del sufragio, el individualismo demoledor, la constante
simulación y la ironía canalla compelen, según Rojas, a una restauración
poderosa a favor de la conciencia nacional y de las disciplinas civiles[11].
La nación tenía el derecho trocado en deber de conservarse por el amor a los
hijos y de preservar sus instituciones de las degeneraciones que las corrientes
inmigratorias podrían imprimirle. La escuela es la refundición pacífica de las
diversas creencias y tradiciones políticas en un solo crisol.
En otros países del orbe, retrata Rojas, las naciones
preexisten espiritualmente y subordinan a su espíritu sus instituciones, el
pueblo ha sido anterior a la nación; en
El sentimiento histórico que, de acuerdo con Rojas,
fortalecerá la nacionalidad argentina se nutre de las acciones de la vida
diaria, en la nomenclatura de los lugares que se frecuentan con asiduidad
conforme a hitos heroicos, en los restos que albergan los museos y hasta en los
monumentos conmemorativos capaces de ejercitar la “pedagogía de las estatuas”.
Dichos elementos deberán ser regulados por el Estado a fines de sintetizarlos
en los programas educativos, capaces de paliar la crisis de las disciplinas
éticas y civiles. Rojas no compele a las autoridades a restaurar las costumbres
y tradiciones gauchas que el progreso actual suprime dado las necesidades
políticas y económicas, sino que ubica la clave de la restauración nacional en
la recuperación tanto de la herencia hispánica como la indígena, puesto que
esta última contiene los valores estéticos imprescindibles para fijar en los
ciudadanos el amor por el territorio que constituya un “ideal colectivo de
hegemonía espiritual en el continente”.
Estas instantáneas de la literatura del novecientos no
han sido desplegadas con el afán de presentar un cuadro claro de las ideas
imperantes en la época. Antes bien, la intención fue rescatar tres obras de
tres autores que de alguna manera forjaron algunos elementos centrales en la
producción de imágenes sobre el pasado y la constitución nacional,
resignificadas, recapturadas pero siempre evocadas en la construcción posterior
de imágenes[12] que
demarcarán, pensarán y narrarán la necesidad de cimentar la nación y la
identidad nacional.
Tres diagnósticos similares desde ópticas diferentes
en términos de los medios para enfrentar el cosmopolitismo reinante. Rodó desde
un decadentismo romántico poético sesgado por la escritura aforística
nizstcheana, donde cada proposición esta signada por la ambigüedad y el
equívoco. Gálvez bajo una pluma joven, agresiva, aparentemente sincera y con
una carga de pesimismo que obnubila las proposiciones y los paliativos para la
recomposición. Rojas en un tono claro, maduro, propio de funcionario de estado,
con convicciones resolutas para la restauración. Veremos hacia el final una
composición que recupere o deseche estas instantáneas.
Ricardo
Rojas o el mito euríndico
En 1924 sale a la luz Eurindia. Ensayo de estética sobre las culturas americanas. En esta obra Rojas intenta
sistematizar estudios anteriores, adicionándole a la preocupación central por
el alma nacional y su restauración un elemento imprescindible: la estética.
Esta concepción está apoyada sobre dos movimientos que se enfrentan y suceden
en el tiempo, Indianismo y Exotismo, oposición que, según Rojas, debería ser
saldada por un ciclo de “argentinidad integral” constituida troncalmente por lo
que él ha denominado la escuela euríndica. Tal escuela tiene como gozne
fundamental la indisoluble unidad existente entre sociedad y arte, y asimismo
entre ese arte signado históricamente y la función llevada adelante en la
“evolución” histórica por la figura del artista. La obra señalada esta
caracterizada por su autor como Estética, parte constitutiva de su análisis del
espíritu argentino; con una Etnogonía fundada en la fusión histórica de la raza
hispana e indígena retratada en Blasón
de Plata (1910), una Política fundada en el proceso de
Eurindia constituye un nuevo arcano de fusión de razas
por eso su autor la denomina como misterio etnogónico. Esta fórmula pretende
aquietar tanto la barbarie gaucha como la cosmopolita. El exotismo, dice Rojas,
es necesario al crecimiento político argentino y el indianismo a la cultura
estética. Se trata de propender a la configuración de una cultura nacional como
fuente de una civilización nacional. A través del escudriñamiento de las
características del arte propiamente argentino se iría al americano y desde el
arte americano se remontaría hacia el arte universal. Rojas percibe en la obra
arquitectónica de Martín Noel[13],
un renacimiento de la conciencia estética americana, un afianzamiento del
hombre americano con sus formas artísticas primigenias, y con la rehabilitación
de la belleza del paisaje.
"Mundo desvanecido de la
colonia, que engarzó el germen secular de la esencia espiritual que nos vino de
Hispania y cuyas mieses hacen perdurar aún entre nosotros, a pesar del ajetreo
de los años, el genio de la raza."
"El ideal nacionalista,
basado en la estrecha relación de la historia y de la arquitectura, lejos de
conducirnos a un arte localista y sin trascendencia, como pudieran temerlo
quienes no estén poseídos por la misma fe que nosotros, puede transformarse,
por el contrario, como lo sospechó la ley individualista de la teoría
hegeliana, o ya, como lo afirman las modernas filosofías intuitivas, en una
estética que, atesorando en grado supremo el alma nativa en su expresión más
genuina, adquiera la unidad y el equilibrio que la hagan comprensible en todos
los idiomas del universo, poniendo así en huida a todas aquellas, las insulsas
alegorías de los ideales abstractos e incoloros." [14]
La obra de Martín Noel funciona como una especie de
bisagra que encadena el pensamiento de Ricardo Rojas con la del arquitecto
rosarino Angel Guido[15].
En ambos, el arte opera como unidad funcional de la nación. A partir de
considerar una unidad (la nación), el cosmopolitismo imperante en todos los
rincones de la cultura argentina podría ser reemplazado por una civilización.
El diseño de una ciudad era un arte, arte que poseía la capacidad de engendrar
civilización. Manifestación que con su belleza era capaz de conducir la
política nacional a una superación de los intereses materiales para
conciliarlos con la armonía espiritual de un pueblo que, a la luz de las obras
de estos autores, se traduciría en belleza[16].
Ángel
Guido y la “Einfühlung”. Barroquismo mestizo en el arte
Ángel Guido, ingeniero, arquitecto y artista rosarino,
ha sido olvidado tal vez por su labor incesante en estas áreas, legando como
único resabio de su vida la erección del singular Monumento a
Las máximas desarrolladas por Ricardo Rojas en Eurindia alentaron a Angel Guido a
desarrollar un planteo artístico y arquitectónico, contiguo con su idea de
fusión de las tradiciones europeas y americanas. La mística americana que Guido
detecta en los años de la posguerra permitiría un “redescubrimiento de América
en el arte y por el arte”. Este redescubrimiento estaba relacionado con la
exaltación de los valores vivos de la tierra y su gente, de la fuerza telúrica
atemperada por la conquista pero resignificada de diferentes maneras en los
disímiles sincretismos del arte colonial. La primera emancipación de América
fue política, la segunda de la que el autor se cree parte, sería del arte y del
espíritu, con el realzamiento del “hombre limpio” americano en contraposición
del “hombre viciado” europeo.
Guido abreva en la teorización sobre el Barroco de
Wölfflin que había postulado cinco pares polares unos Renacentistas y otros
Barrocos. En esta polaridad, es evidente el medio por excelencia que
caracteriza al Barroco, a fines de hacer sensible la profundidad espacial,
captando al espectador y haciéndole sentir la inconmensurabilidad de lo
representado, la inagotabilidad de los recursos participantes en la
construcción[18].
Guido elige esta corriente como privilegiada para
exaltar la fusión americana. El Barroco era la técnica escogida para realzar el
Pathos mestizo, donde se ostentaba la
diversidad psico-estética del continente. Donde
“En definitiva, proyectarse
sentimentalmente en la forma artística de la historia, tratar de conquistar su
voluntad de ‘forma’ es asomarse automáticamente a la voluntad artística que
tenía el hombre histórico y por ende incorporarse en espíritu dentro de aquel hombre histórico
aludido[...]”[19]
Esta fusión hispano-americana que propone Guido se nos
revela más allá de sus intenciones artísticas y estéticas como una
reconciliación a través del arte. Un proceso de borramiento de las diferentes
cosmovisiones del mundo en pos del reforzamiento de la patria a partir de la
unión y no de sus heterogeneidades. Pese a que las desemejanzas existieron y
existen, la armonía estética Eurindia insinuada, pretendía forjar tradiciones que propagasen el orden y
no la revuelta o la reivindicación. Estas últimas manifestaciones serían vanas,
todo estaba unido, según el arquitecto en una identidad vernácula, tan lejana
como próxima y cotidiana. La originalidad de la fusión purgaría los males del
cosmopolitismo y restañaría la idiotez somnolienta en la que los descendientes
indígenas fueron sumidos, según los diagnósticos que numerosos literatos y
publicistas elaboraron en las proximidades del Centenario.
Ángel
Guido y la “máquina infernal” de Le Corbusier
A fines de 1920 y 1930, Ángel Guido lanza una diatriba
contra el prestigioso arquitecto urbanista francés Le Corbusier, criticando su
supuesta banalización de las artes decorativas en pos de la funcionalidad. Esta
afrenta, seguramente poco atendida por el urbanista, respondía a las
influencias nefastas que su obra, de acuerdo con Guido imprimía a las artes y a
los profesionales argentinos. Sería vano reseñar aquí los importantes aportes
de dicho arquitecto para la arquitectura moderna[20],
sólo reseñaremos las críticas de Guido a su hipotética “machinolatrie”.
Conformemente a las consideraciones del arquitecto
rosarino, los escritos de Le Corbusier carecen de claridad científica e
intelectual. El arte, en la propuesta aludida, no tenía cabida ya que sería
desterrado por el culto ignoto de la máquina y la neutralidad científica. Su
deshonestidad profesional, según Guido fraguada por el cálculo, no permitía la
consideración del Folclore primitivo, escorzado y secreto del arte americano,
capaz de ser materializado en su arquitectura.
"En resumen, las leyes de la
economía, la estandarización, el sistema de Taylor, las máquinas forman los
sujetos de inspiración de los "maquinistas". Pero en lugar de
servirse de sus argumentos y traducirlo en plástica por medio de 'Einfühlung',
ellos no dejan su materialismo objetivo y terminan aprisionados en su propia
teoría."[21]
"Nosotros creemos que la
estandarización puede conducir nuestra arquitectura a una verdadera catástrofe.
Señalamos en principio que la estandarización elimina al obrero artesano que
nosotros hemos visto ser el autor de un arte secundario popular; además
convierte a los hombres obreros en engranajes de una gran maquina rítmica,
monótona, sin personalidad alguna, desbarata los esfuerzos de los creadores
porque se desarrolla en un estado de permanente hostilidad de todo genero para
que no se adapte exactamente al curso torrentoso de la estandarización. Crea
así en el pueblo una concepción común de una estética desastrosa, estrecha,
cerrada a todo lo que no es apreciable desde el punto de vista de la función”[22]
Para Guido, la arquitectura de Le corbusier desgajaba
el carácter artístico de la obra arquitectónica, poniendo al arquitecto como
servil escudero de los intereses de los capitales fraguados en un sentido
objetivo y no en la percepción y condensación simbólica desarrollada por los
estetas y arquitectos alemanes. Para Guido, inspirado tal vez en las
consideraciones en torno a la ciudad de Lewis Mumford[23],
la máquina no era un elemento demoníaco y carente de belleza per se, sino que constituía una pieza
más del curso universal de la historia y la civilización, que debía ser
reencantado por el artista y dispuesto según lógicas secretas, escondidas. Los
“Maquinolatras” como Le Corbusier sólo la adoraban de modo fetichista, de
acuerdo al rosarino, sin reflexionar de manera apasionada y bella sobre su
origen y finalidad.
El
carácter simbólico de los rascacielos de Wright
Ángel Guido ubicaba a los Estados Unidos como poseedor
de una cultura “nómade”. Tierra plagada de espíritus desconectados con su
tierra, acobardados por la impía figura de la máquina y el dinero[24].
La disociación existente entre la raza negra y los blancos americanos atentaba,
en su diagnóstico, contra la transfiguración de la substancia nómade en rescate
telúrico y artístico de la tierra.
Ángel Guido situaba al arquitecto Frank Lloyd Wright
como pionero a la hora de captar la desconexión creciente entre el pueblo
norteamericano y su paisaje, de inquirir en la peligrosidad de espíritu que
encarnaba la marcha decadente hacia el progreso mecánico inconsciente, con la
consiguiente delegación de los valores morales y emocionales. La primera
posguerra había traído consigo la multiplicación de las zonas suburbanas y
hacia 1920 en materia poblacional el país era más urbano que rural. Los
lamentos en contra del vertiginoso crecimiento eran cada vez más quejumbrosos[25],
la impersonalidad de las relaciones y el eclipse de la comunidad sonaban en
mentes como la del arquitecto Wright. A partir de estas sensaciones, Wright
proponía regenerar los vicios que inundaban las ciudades norteamericanas a
través de la aplicación de una arquitectura orgánica, donde se pudiese
“eliminar la constricción y la degeneración urbana para absorber y regenerar el
tejido envenenado por la excrecencia cancerosa”. Exaltar a partir de la
verticalidad del rascacielos la fuerza del paisaje autóctono, los ecos de las
culturas monumentales indígenas de
“Reargentinizar”
las ciudades para “peronizar” la nación.
Angel
Guido y la planificación urbana
Ángel Guido diagnosticaba para las ciudades
argentinas, sobre todo para las del interior, un estado de desorganización y
aversión por el cultivo de una originalidad capaz de realzar su espíritu
americano. Asimismo, dicho examen pretendía saldar y modificar tal orden de
cosas, a partir de lo que el ha denominado “un vasto plan de reargentinización
edilicia por el Urbanismo”. Desde una perspectiva organicista y biologicista
pretendía auscultar las virtudes y defectos que los conglomerados urbanos arrastran
en su evolución histórica. Guido determinó que el modo de apropiación del
proceso de modernización económica, particularmente de equipamiento material,
se ha llevado adelante de manera bastante irregular en las ciudades argentinas.
El carácter de capital de Buenos Aires, según Guido le permitió atemperar sus
deficiencias gracias al fulgor que irradiaba su posición. Pero las ciudades del
interior han quedado ahogadas por el tráfago ferroviario y su desarrollo
cosmopolita. El viboreo rapaz de las vías no cumplía con las condiciones que la
disímil topografía de las regiones argentinas imponen. No solo se trata del
equipamiento material dispuesto de manera harto defectuosa en las provincias
argentinas, sino la substancial modificación de las costumbres tradicionales,
de la unión con la tierra, de la edilicia escorzada, herencia del barroquismo
neocolonial que se ha visto visiblemente violada.
Guido ansiaba concebir una ciudad ideal, que podría
ser proyectada por el urbanista pero sólo atendiendo a las características
topográficas del terreno y a la posibilidad de que el tiempo y los cambios
históricos generasen nuevas modificaciones[26].
El programa de Guido al menos planteado así, en los
albores de 1940 y no estrictamente con anterioridad, cuando realizó por ejemplo
el Plan Regulador de Rosario, estipulaba un ajuste “funcional” de la traza a lo
físico, a lo técnico, a lo estético.
“a- Reargentinización urbano-geográfica. Reincorporación de la
geografía a la ciudad. Uso técnico de los beneficios del río, la montaña, el
bosque, la piedra, el surgente, etc. Interpretación estética de los mismos. b- Reargentinización urbano-arquitéctonica.
Establecimiento de una arquitectura funcional, regional, progresivamente
lograda mediante la interpretación moderna de las deducciones meteorológicas,
geológicas, heliotérmicas, estéticas y tradicionales. c- Reargentinización urbano-económica. Movilización de capitales
argentinos para la progresiva expropiación de servicios públicos municipales.
d-Reargentinización urbano-social. Urgente
mejoramiento y dignificación de la vida del trabajador argentino mediante un
amplio plan de ejecución de viviendas mínimas en estilo regional. e- Reargentinización ético-urbana.
Propender, por intermedio de la obra pública, al establecimiento de una ética
rigurosa y correctísima en el manejo de la cosa pública y en la ejecución de
las grandes obras municipales. f- Reargentinización
urbano-política. Propender por intermedio de la obra pública, al
establecimiento de una mayor conciencia federalista, dignificando
inteligentemente, los caracteres físicos, históricos, económicos y espirituales
de cada región o provincia”[27]
El programa detallado arriba solo alcanzó ese nivel de
elaboración, luego de las experiencias de confección de planes reguladores. En
1929, Angel Guido firmó la ordenanza contrato en Rosario por la que se
comprometió junto al Urbanista Carlos M. Della Paolera y el Ingeniero
especialista en ferrocarriles Adolfo P. Farengo a elaborar un Expediente Urbano
y el Plan Regulador junto a una Memoria Descriptiva a fines de proyectar obras
de relevancia para la ciudad. Tras cantidad de dilaciones el diseño es
entregado en 1935, pero las proyecciones sólo se recuperaron sin nombrar
específicamente a los autores años después. Las ideas de Ángel Guido se
manifiestan aparentemente tímidas entre la cantidad de cuestiones de orden más
técnico. La concepción de Reargentinización sólo aparece en la memoria
descriptiva del Plan Regulador, cuando se aborda el tema de los conjuntos
monumentales. Aunque esbozada, la cuestión de los conjuntos monumentales esta
inscripta en una visión bastante integral de la ciudad donde se propende a
ubicar un Monumento Nacional a
El monumento encarnaba muchas de las ideas recorridas
a lo largo de estas páginas. Cómo han señalado Martínez, Roldán y Rovira[29]
su consecución excedía los márgenes estatales. Dejando cristalizadas en su
grandilocuencia de piedra experiencias que involucraban los pares
nacionalismo-latinoamericanismo, primitivismo-vanguardia, izquierda-fascismo,
tradicionalismo-modernización técnica que signaron el recorrido intelectual de
Angel Guido. La estética edilicia junto a la modernización necesaria de las
ciudades argentinas[30]
parecían fundirse a través de las ideas peronistas que Guido compartía. La
“revolución social” motorizada por el peronismo debía encarnar para Guido en el
pueblo, fundida con el respeto y realzamiento de la cultura occidental y la
herencia americana, expresada en elementos para el disfrute y el acendramiento
del fervor argentino[31].
En este último apartado se intentara liar las partes
ofrecidas a través del montaje ensayado arriba. Los diferentes elementos
desgarrados de sus discursos originales y puestos a jugar en un campo semántico
diferente exigen, al menos de manera harto fragmentaria y difusa, una ligazón
que los encuentre como partículas del relato organizado.
El primordial eje que recorrió el estudio fue la
cuestión del nacionalismo, la identidad nacional y los mecanismos performativos
y pedagógicos para internalizar dichas formulas en algunas vetas de la obra de
Angel Guido.
Estas formulas las hemos encontrado cristalizadas en
imágenes que emergen junto a los fastos del Centenario. Imágenes que matrizadas
en la fiesta contienen en si mismas todas las posibilidades de aparición
histórica, como señala Roldán, también comporta todas las aporías y
posibilidades de resignificación para épocas posteriores[32].
Siguiendo a Bhabha, en los discursos tendientes a exaltar y reafirmar la
nacionalidad juegan estrategias complejas de identificación cultural e
interpelación discursiva, que mudan y se reacomodan en función de los distintos
sujetos narradores productores y consumidores de discursos tanto meditada como
espontáneamente[33]. En
los relatos de los literatos, participantes del “nacionalismo cultural”, el
cosmopolitismo imperante, el germen extranjerizante, la nostalgia por una
recuperación de los valores intelectuales derruidos por el “proceso de
modernización”, entre otros aparecieron en los emergentes discursivos de la
obra de Guido. Dichos elementos no aparecen en los materiales documentales
escudriñados en nuestro trabajo de manera patente, aunque el espíritu y el tono
son similares. Asimismo, como se ha señalado en
Los emergentes rescatados de la obra de Angel Guido
nos permiten visualizar la heterogeneidad de influencias, campos de acción,
tradiciones y voluntades que caracterizan a toda labor intelectual, y
particularmente a la de ciertos personajes argentinos, particularmente en el
período de Entreguerras. La vocación euríndica de Guido, su recuperación del
Barroco como estrategia capaz de proyectar sentimentalmente las raíces de la tierra
americana, las diatribas lanzadas desde una vocación “argentinizante” a Le
Corbusier, su recuperación de la propuesta orgánica del arquitecto Wright,
pendulan dentro de la formula modernización-tradición, evocada por el peronismo
años después.
En este trabajo no se ha elegido una estrategia que
contemple con claridad periodizaciones rígidas, antes bien se ha privilegiados
el montaje de instantáneas sobre la preeminencia y claridad de los diferentes
periodos históricos. Dicha elección resalta el valor de los discursos que
emergen de las fuentes antes que el encorsetamiento de viejas formulas
explicativas con nuevos recursos documentales. Esta elección creemos podría
contribuir a pensar el tenuemente explorado universo de
RESUMEN
Algunas reflexiones sobre las representaciones y
paradojas del nacionalismo desde el Centenario a
El presente trabajo busca indagar en la obra del
arquitecto rosarino Ángel Guido algunas maneras de resignificación de elementos
alusivos al fenómeno de
Palabras clave: Nacionalismo – Nación – Peronización – Arquitectura - Imágenes
del pasado
ABSTRACT
Some thoughts on the representations and paradoxes of
nationalism from the Centenary to theWorld War II in the work of the architect
Rosario Angel Guido
This paper seeks to
investigate in the work of the architect rosarino Angel
Guido some ways of alluding resignification
the phenomenon of nation and nationality. The article shows how the discourses developed by Guido
we find elements that characterized the nation
on the occasion of the centenary celebrations in the
stories of some writers, the intention of the
work is to see how these elements playing
fields made of various forces.In addition,
interested in a tour through the different traditions that fueled the work of the architect to think about their
hybrid and its ability to link the values of
the nation built in the past with the ideas of
nationalization-peronización born in Argentina Peronism.
Key Words: Nationalism -
Nation – Peronización – Architecture - Images from the past
Recibido: 30/06/09
Aceptado: 18/07/09
Versión final: 24/07/09
Notas
(*) Profesora de historia. Facultad de
Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario. E-mail:
cecipascual@hotmail.com
[1] ROLDÁN, Diego, “Los años del peronismo” en La
sociedad en movimiento. Expresiones
culturales, sociales y deportivas (siglo XX) NHSF tomo X, Prohistoria,
[2] BUCK-MORSS, Susan “¿Es esto filosofía?” en Dialéctica
de la mirada. Walter Benjamin y el proyecto de los pasajes, La balsa de la
medusa. Madrid. 2001.
[3] BUCK-MORSS, Susan “ ¿Es esto filosofía?” en Dialéctica
de la mirada... cit. p.244
[4] GÁLVEZ, Manuel Nacha Regules, CEAL. Bs. As.. 1968.
[5] YUJNOVSKY, Oscar “Políticas de vivienda en
la ciudad de Bs. As. 1880-
[6] WILLIAMS, Raymond El Campo y la ciudad, Paidós, Bs. As., 2001.
[7] RODO, José, Ariel, SELA, Bs. As.,
1947.
[8] GÁLVEZ, Manuel, El Diario de Gabriel Quiroga. Opiniones sobre la vida Argentina. Taurus, Bs. As.. 2001.
[9] GÁLVEZ, Manuel, El Diario de Gabriel Quiroga... cit. p96
[10] GÁLVEZ, Manuel, El Diario de Gabriel Quiroga...cit. p.201
[11] ROJAS, Ricardo, La restauración Nacionalista. Informe sobre educación. Ministerio
de justicia e Instrucción pública, Bs. As., 1909.
[12] CATTARUZA, Alejandro “Entre el análisis de
la producción académica y la ‘historia de la historia’. Una discusión sobre los
objetos de estudio de la historia de la historiografía” en ANUARIO 17, Escuela de historia, Fhya. Rosario 1995-1996.
[13] ROJAS, Ricardo, “El sentimiento
continental” en Eurindia. Ensayo de
estética sobre las culturas americanas. Bs. As., CEAL, 1980, p. 46.
[14] NOEL, Martín, Contribución de
[15] Se recupera su idea de la fusión del
barroco andaluz con las raíces precolombinas destacando su carácter de
“oxímoron” señalado por GORELIK, Adrián en La
grilla y el Parque. Espacio público y cultura urbana en Bs. As., 1887-1936. UNQ
Bs. As., 1998. Citado por MARTINEZ, Ignacio, ROLDÁN, Diego y ROVIRA, Leticia en
“La patria a su bandera. Discusiones en torno a la erección de un monumento a
la bandera en la ciudad de Rosario” en Prohistoria
3, Manuel Suaréz Editor, Rosario 1999. P. 306.
[16] ROJAS, Ricardo, “La vida cosmopolita” en Eurindia... cit. p. 86.
[17] SARLO, Beatriz y ALTAMIRANO, Carlos “
[18] HAUSER, Arnold, “El concepto de Barroco” en
Historia social de la literatura y el
arte. Desde la prehistoria al Barroco. Madrid, Debate, 2002.p 497.
[19] GUIDO, Angel, “Wölfflin, Worringer, Dvorak,
Pinder. Aplicación de sus teorías a temas americanos” en Redescubrimiento de América en el arte. Bs. As., El Ateneo, 1944.p.
91. El texto aludido forma parte de una conferencia pronunciada en el Salón de
actos de la escuela de arquitectura de
[20]Para acceder a consideraciones primarias en
torno a la obra de Le Corbusier ver: BENEVOLO,
[21] GUIDO, Angel L a machinolatrie de Le Corbusier.
Rosario. 1930. p.41.
[22] GUIDO, Angel L a machinolatrie... cit. p.47.
[23] MUMFORD, Lewis, La cultura de las ciudades, Emecé,
Bs. As., 1945.
[24] GUIDO, Angel “Radiografía del rascacielo”
en Diario
[25] WHITE, Morton y Lucía, “La arquitectura
contra la ciudad” en El intelectual
contra la ciudad. De Thomas Jefferson
a Frank Lloyd Wright. Ediciones Infinito,
Bs. As., 1967. p.183
[26] GIEDION, Sigfrid, Espacio, Tiempo y Arquitectura, Barcelona, Hoepli, 1955. pp. 48-52.
[27] GUIDO, Angel, “Reargentinización edilicia
por el urbanismo” en Redescubrimiento de
América en el arte. Bs. As., El Ateneo, 1944. pp.661-662. Este texto
pertenece a una conferencia pronunciada en el instituto popular de conferencias
de
[28] DELLA PAOLERA, Carlos M., GUIDO, Ángel, FARENGO, Adolfo
P., “Urbanización de zonas especiales y de conjuntos monumentales, capítulo VI”
en Plan Regulador y de Extensión.
Memoria descriptiva y justificativa. Municipalidad de Rosario, 1935.p.58.
[29] MARTINEZ, Ignacio, ROLDÁN, Diego y ROVIRA,
Leticia en “La patria a su bandera...” cit. p.299.
[30] BALLENT, Anahi, “Tercera parte.
Arquitectura modernista, vivienda colectiva, concentración urbana” en Las
huellas de la política. Vivienda,
ciudad, peronismo en Bs. As., 1943-1955. Bs. As.. Prometeo. 2005. p.185.
[31] GUIDO, Angel Un Año de Función Rectoral... cit. p.13.
[32] ROLDÁN, Diego “La fiesta a las puertas del
mundo. El centenario en Rosario” en ¿Qué
hacer con el tiempo? Intentos reguladores y estrategias de resistencia sobre
los usos del tiempo libre: Un campo conflictivo. Los sectores populares de
Rosario 1910-1945. Tesis de Doctorado defendida en marzo de 2009, Facultad
de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario. mimeo.
[33] BHABHA, Homi K., “Diseminación” en El lugar de la cultura. Manantial. Bs.
As..2007.
[34] LATOUR, Bruno Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Siglo
veintiuno. Bs. As.. 2007.