Las
claves plásticas del recuerdo en La torre
de los ingleses de Alcides Greca: una aproximación a la literatura de
viajes
Florencia Antequera(*)
(UNR; mfantequera@hotmail.com)
Introducción
En el presente trabajo[1]
proponemos centrarnos en un relato de viajes: “La torre de los ingleses” (Editorial Inca, Buenos Aires, 1929) de
Alcides Greca (San Javier 1889-Rosario 1956), quien es recordado por sus
novelas realistas “Viento norte” (1927) y “La pampa gringa” (1936).
Entre los años 1919 y 1929, Alcides Greca realiza varios viajes por
Argentina, Chile, Perú, Bolivia y Uruguay: en algunos tramos viaja solo y en
otros viaja acompañado por los hermanos Ángel (1896-1960) y Alfredo Guido
(1892-1967).
Estos viajes –en los que Greca tenía entre 30 y 40 años- originan, gestan este libro, en otros términos, “La torre…” es tributaria de esta
experiencia real. La escritura del viaje y el viaje de la escritura, aunados
para transformar el recorrido en discurso[2]. Pero la escritura será una actividad
posterior, ligada al reposo, a la decantación de las imágenes captadas en pleno
movimiento, ligada a la memoria. El recuerdo constituirá la materia prima de
los relatos.
Los viajes implicarán deseos de sorpresa (y de conocer) en clave de un
rastreo por los caracteres de la vida moderna de la década del 20 en lo
referente a la vida familiar, la elegancia en el vestir, los cafés, las
diversiones, el andar por calles y paseos, la vida urbana y rural, la política
y sus partidos, la arquitectura, las mujeres, etc.
Las formulaciones específicas que hacen de éste un texto de literatura
de viajes será el primero de los puntos a desarrollar. El corpus centrado en
esta obra intentará desplegar las
construcciones de un tipo de relato de viajes y de un tipo de intelectual que
desea confirmar su valor y función en el incipiente campo intelectual
argentino, desde una mirada descentrada. También “recorreremos” junto a Greca
los puntos del mapa visitados e intentaremos establecer relaciones entre las diversas
dimensiones que instauran los relatos de viajes.
En segundo lugar, será imprescindible analizar la construcción del
narrador en clave autobiográfica.
En tercer lugar, nos centraremos
en los rasgos de
1- La torre de los ingleses y la literatura de viajes
“Un viaje es una operación que hace
corresponder
ciudades con horas”
Paul Valéry
“La torre de los ingleses” es un libro de viajes: el relato de viajes
es la forma de escritura literaria en la que quizás se plasme con mayor
claridad la relación de la escritura con el espacio, su dinámica y su necesidad
de movimiento[3]. El mundo de los relatos
de viajes es un mundo en continuo movimiento: movimiento temporal, espacial
(empírico o no), social, cultural, etc. en donde lo topológico y lo cronológico
se ensamblan, como invoca el epígrafe de Valéry.
Como anticipáramos, el Dr. Alcides Greca realizó varios viajes por
Argentina, Chile, Perú, Bolivia y Uruguay en el período 1919-1929. Sus curiosas
impresiones, fruto de estos viajes, están recogidas en “La torre…”. El título aparece con el siguiente subtítulo entre
paréntesis: Crónicas de viajes[4].
Como explica J. Monteleone, “todo viaje combina, de
un modo acuciante, la experiencia del cuerpo y la experiencia del tiempo, y su
relato debe proporcionar los modos de representación de tal vínculo (…) Los
viajeros no sólo se desplazan en el espacio sino también en el tiempo. En la
medida que todo viaje es, a la vez que real, imaginario, también el cuerpo, el
tiempo y el espacio entran en dicha correlación ambigua”[5].
Desde esta perspectiva, los viajes de Greca se inscribirán en el texto trazando
diversas configuraciones: como exploración urbana de sitios ansiados por
conocer; encuentro con realidades desconocidas e inimaginadas;
zona de disfrute; sueños cumplidos, realizados[6],
como búsqueda de comprensión de duros contextos sociales que no pertenecen al
universo del sujeto que enuncia, o bien, como espacios de sociabilización y de
generación de amistades. Pero fundamentalmente, el viaje constituye la invención de un mapa: el propio, el de
Greca en clave de su experiencia temporal, corporal, espacial. En este
–prismático, multiforme- despliegue del viaje y del deseo, el sujeto se
construye como “yo viajero”.
En este contexto, las crónicas, “en
las que se siente el vaivén del vapor y se oye el silbato de las locomotoras”[7], están
caracterizadas como ligeras, es decir, livianas, tenues, a modo de pinceladas
de recuerdos pero también rápidas: sugieren la inmediatez de la mirada y de la
sensación[8],
la instantaneidad, rasgos propios de la modernidad. Como heridas en la
imaginación suscitadas por un “loco
ambular por trenes, hoteles y vapores”[9],
se muestran estos relatos – en ocasiones a modo de agrupaciones de oraciones unimembres o prosa poética.
Greca nos explica: “las he
escrito (a las crónicas) al calor de
la estufa de mi escritorio”[10]
o bien “ahora estoy sereno, plácidamente
instalado en una pensión inglesa, escribiendo esta crónica”[11].
Entonces, como elemento neurálgico que opera en estas crónicas y que configura
la actividad escrituraria, podemos sostener que media una distancia temporal
entre los viajes y la escritura. Es decir, no hay contemporaneidad entre
escritura y viajes.
Por otra parte, el relato de viajes es una forma básicamente narrativa.
Cabe destacar que el marco, mecanismo importantísimo, entendido como protocolo
de lectura, está dado en el incipit del libro en donde se plantea explícitamente leer
este texto como crónicas de viaje.
En la portada del libro aparece un diseño de la torre de Retiro y un
dibujo (“ex libris[12]”)
que representa una valija con etiquetas de varios países, ambos de Ángel Guido.
Ahora bien, el relato de viajes puede admitir en su interior otros
tipos textuales como ensayos, diarios íntimos, cartas, etc. En este texto en
particular, podemos subrayar como nota distintiva formal, la utilización de
prosa poética o verso libre y la enumeración. El apelar a este recurso formal,
que también es fuertemente narrativo, se manifiesta en dos fragmentos
textuales: por un lado, en el Capítulo II “Ciudad de Buenos Aires”, donde el
narrador atraviesa la ciudad de Buenos Aires (consignando como fecha: enero de
1929) y por otro, al trazar el mapa escriturario del Litoral argentino,
Capítulo IX, con fecha enero de 1928.
2- El campo cultural de legitimación
La riqueza de la mirada de nuestro viajero se sustenta
-entre otros aspectos- en que pertenece a la clase política santafesina, pero
su inclusión en el registro literario, la legitimación de su acceso y sus usos
de la lengua -o su reconocimiento literario- es aún un tema más complejo para
dilucidar. En efecto, para un intelectual que vive en una ciudad del interior,
la ciudad de Rosario y no en la gran capital, el circuito de reconocimiento
debe legitimarse en otros carriles: “mi
manera de producir en literatura no es común entre los hombres de letras, entre
los cuales aspiro a figurar algunas vez”[13]
Greca aspira a figurar entre los “hombres de letras”, aspiración que se
consumará paulatinamente, a lo largo de su trayectoria: son sus libros los que
dan cuenta de este anhelo. Por ejemplo, siendo muy joven, publica “Palabras de
pelea” (1909), “Sinfonía del cielo” (himnos en prosa) y “Lágrimas negras”,
ambos en 1910. Posteriormente, en 1927,
publica su novela “Viento norte” y en 1931 “Cuentos de Comité”. Además escribe un informe de su labor parlamentaria con el
título de “Laureles del pantano” que incluye crónicas y discursos.
Sin lugar a dudas, “La torre…”
también dará cuenta de esta aspiración de pertenecer a los “hombres de letras”.
Como rasgo interesante para destacar, este libro consta de un apartado final
denominado: “Juicios sobre ‘Viento norte’” en donde Greca recopila opiniones de
personalidades extranjeras y locales sobre su anterior novela. El espectro de
personalidades abarca a Manoel Gahisto
de
Como hijo de inmigrante y como intelectual del interior, en este
sentido, la función pública –senador
y diputado y cabe agregar también, docente universitario- viene a reforzar ese
rol de legitimación que además está dado por su labor de periodista, actividad
que realiza desde los 18 años donde funda y dirige los periódicos “El Mocoví”
(1907), “La pura verdad” (1911) y “El paladín del norte” (1914). El periodismo
también tiene lugar en su vida de estudiante universitario en
Creemos que la construcción identitaria del sujeto escritural se forma,
de hecho, a partir de fisuras y superposiciones de funciones en el espacio
social, de acuerdo a dos principios de diferenciación: el capital cultural
(entendido como la variable educativa) y el capital económico, como señala el
sociólogo francés Pierre Bourdieu[16],
en su libro “Capital cultural, escuela y espacio social”. Greca expone en estos
términos su lectura sobre la inserción en el campo cultural: “La verdadera élite no se amasa en la
familia, como algunos creen, ni se adquiere con la aparatosidad de modelos y
vestidos. La verdadera, la que no falla nunca, es sólo producto de una gran
cultura” [17]
Por un lado, Greca representa el acceso a los bienes culturales de la
primera generación de hijos de inmigrantes llegados al país a fines del siglo
XIX en el marco de un diseño de país que contaba con mecanismos de integración
de los inmigrantes al tejido social. Por ende, su origen debe legitimarse en el campo cultural ya que no se sustentaba ni
en la portación de un apellido ilustre ni en una fortuna. En efecto, como
podemos apreciar Greca es totalmente consciente de que debe legitimarse y que
ese espacio de legitimación es “la cultura”. Pretendemos ahora bien en
este caso puntual, encontrar posibilidades
de acercamiento tendientes a
“reconstruir las lógicas específicas del campo intelectual y del campo de
poder, dos sistemas relativamente autónomos, si bien uno está inserto en el
otro”[18],
en términos de Bourdieu. A nuestro entender, el campo intelectual que se
encontraría formado por maestros, escritores, poetas, directivos de escuelas,
funcionarios, periodistas, “hombres cultos”, juristas, profesionales liberales,
universitarios, etc., determina las condiciones específicas de producción y
circulación de los bienes.
Paralelamente, y en consonancia con lo anteriormente expuesto, el
proceso político que acompañó el nacimiento del Partido Radical, lo tuvo como
uno de sus protagonistas. Con sólo 23 años es electo diputado provincial,
durante la gestión del Dr. Manuel Menchaca, primer mandatario argentino surgido
mediante la ley del voto secreto y obligatorio (ley Sáenz Peña). Cabe destacar
que, siguiendo los lineamientos de A. Chiroleu en su
artículo “
A partir del acceso de los sectores medios a la participación política
y social, intelectuales como Greca encontraron cabida en este partido y se
constituyeron como parlamentarios y profesionales liberales que producen
literatura y no a la inversa, si nos posicionamos desde el punto de vista de lo
remunerativo.
Por otra parte, sus intereses intelectuales siempre tuvieron en cuenta
las injusticias del proceso inmigratorio, la violencia ejercida sobre las
comunidades de extranjeros (que de manera significativa representa su novela
“La pampa gringa”, 1936) o sobre las comunidades indígenas, en especial sobre
los postergados mocovíes. En su infancia, transcurrida en un pueblo santafesino
del norte de la provincia, San Javier, un viejo
poblado colonial de fronteras, crece en contacto con los indígenas mocovíes,
tema que retomará tanto en su literatura como en su incursión cinematográfica.
A saber, en 1917, filma “El último malón”, uno de los primeros largometrajes
argentinos en 35mm.
No obstante, en su itinerario intelectual, también el urbanismo se
consolida como temática de interés ya que, entre actividades varias como
disertaciones en Brasil sobre estas cuestiones, publica un libro titulado
“Problemas de urbanismo en
Del mismo modo, tanto Alcides como Ángel buscarán la legitimación en el
campo cultural rosarino apelando al rol de la universidad en la sociedad[25],
como sabemos, el segundo será profesor titular de Historia de
La pertenencia a alguna de las cinco instituciones universitarias que
tenían lugar en el momento en que Greca cursara sus estudios: Universidad de Buenos
Aires, Universidad Nacional de
Podemos recapitular entonces que si la propiedad territorial -máximo
signo de poder económico- era de difícil acceso, el diploma universitario
parecía más próximo y de esta manera eran más asequibles tanto el logro de una
legitimación simbólica como de un mayor progreso económico[28].
Compromiso político, cultura letrada, pertenencia a
3- El viaje y los sitios que encienden el mapa
“Cada estación del itinerario es un punto de llegada”
Pere Salabert.
El libro está compuesto por veintiún capítulos de extensión disímil,
cuentan con subtítulos y están fechados al concluir.
Los sitios recorridos siguiendo una disposición no cronológica sino de
aparición en el libro son:
·
Cap. I: “Ésta es mi
torre”, Retiro; sin fecha. (el más breve del libro)
·
Cap. II: “Ciudad de Buenos Aires”, Buenos Aires, enero de 1929
·
Cap III: “Rumbo a los Andes”;
San Luis y Mendoza; diciembre de 1919
·
Cap. IV:
“Chile”, Santiago de Chile y Valparaíso; enero de 1920
·
Cap. V:
“En el Pacífico”, Coquimbo, Antofagasta, Iquique y Arica; enero de 1920
·
Cap. VI:
“El Perú”, Lima; enero de 1920
·
Cap. VII:
“EL Altiplano”, Mollendo, Arequipa, enero de 1920
·
Cap. VIII: “Bolivia”,
·
Cap. IX:
“A lomo de burro”,
·
Cap. X:
“El regreso”,
·
Cap. XI:
“El Litoral argentino”, Santa Fe, Paraná, Rosario, Arroyo Seco,
·
Cap. XII:
“Una visión de los lagos”, Bariloche, febrero de 1927
·
Cap.
XIII: “Entre las selvas del Chaco”, Resistencia y Chaco, septiembre de 1923
·
Cap. XIV:
“Latifundio y miseria, Chaco, septiembre de 1923.
·
Cap. XV:
“La nueva California”, Resistencia, Corrientes, Sáenz Peña, Charata, Vera,
Calchaquí, octubre de 1923
·
Cap. XVI:
“Montevideo y su cerro”; Montevideo y Pocitos, diciembre de 1923
·
Cap.
XVII: “En Cacheuta y Potrerillos”, Cacheuta y Potrerillos, marzo de 1925
·
Cap.
XVIII: “
·
Cap. XIX:
“Tucumán”, San Miguel de Tucumán, abril de 1929
·
Cap. XX:
“Sierras de Córdoba”, Valle Hermoso, Ongamira,
Capilla del Monte, Villa Dolores, Cruz Chica, Cruz Grande,
·
Cap. XXI:
“Ciudad de Córdoba”, Córdoba, febrero de 1929
Con esta descripción exhaustiva de destinos recorridos, podríamos
afirmar al comparar las fechas citadas, que serían dos las coordenadas del
itinerario: por un lado, el itinerario
real del viaje cronológico y por otro, la disposición para la publicación. De este modo, en principio, ya que
es un libro fragmentario, es decir, hecho de fragmentos de recuerdos, podrían
ser dos “las entradas” al texto, las trayectorias particulares de lectura:
siguiendo el continuum de los capítulos o bien, siguiendo la cronología de los
viajes, sin la exigencia de ser leído de la primera página a la última, del
comienzo al final.
El punto iniciático del viaje es la “Torre de Retiro”, llamada
popularmente como “La torre de los ingleses” [29].
Este monumento, donado por la comunidad británica en los comienzos del siglo XX, con motivo del Centenario de
Es la torre de Retiro, quien recibe y despide a Alcides Greca, como un
centinela, porque es “la puerta de Buenos
Aires y la puerta de América”[30],
dada su vecindad con la terminal de los ferrocarriles, el puerto de la ciudad y
el Hotel de Inmigrantes (hoy convertido en museo).
Es “su” torre (como indica el título del primer capítulo) que atesora
recuerdos entrañables: “Es la torre
rojiza de mi magnífica abadía invisible, en la que guardo el precioso botín de
los recuerdos, recogido en las largas travesías, en las orillas lejanas y
brumosas de los mares, en las montañas azuladas de los países del Ensueño”[31].
El viaje literario sobre el espacio de una geografía real entraña una
intervención en el espacio. Si, como sostiene el historiador Oscar Videla, la
construcción de una cultura urbana se podría asimilar a un entramado de
significaciones que asignan cierta coherencia a una unidad territorial[32]
-es decir, una escritura en el mapa-
podríamos esbozar que Greca “borronea” el mapa de la ciudad de Buenos Aires
porque su mapa carece de bordes. De esta manera, Greca discurre entre puntos
del centro de la ciudad de Buenos Aires, como
En el proceso de la escritura, “el viaje construye una relación
ficticia entre mirada y paisaje”[34]
en donde la mirada de nuestro viajero percibe fragmentariamente el paisaje
urbano. Y en este sentido es una mirada performativa. Aludiendo a Michel de Certeau,
Augé en su libro “Los no lugares”, define la noción
de “espacio” en clave de lugar practicado,
es decir, como cruce de elementos en movimiento: los caminantes son los que
transforman en espacio la calle geométricamente definida como lugar por el
urbanismo.[35] El espacio como práctica
procede de un doble desplazamiento: del viajero y de paisajes ya que sólo se
aprecian vistas parciales, instantáneas, sumadas y mezcladas en su memoria y
literalmente recompuestas en el relato que hace de ellas[36].
Esto pone en evidencia la capacidad de enlace de lo heterogéneo que presenta la
literatura de viaje, a través de términos que a su vez intervienen en la
constitución de un mapa del viajero.
Como ya apuntamos, el viajero en su travesía por la capital sólo repara en la
modernidad de Buenos Aires, no ve los
suburbios ni los límites urbanos. Otro interesante ejemplo es el punto dedicado
al Riachuelo en donde Greca, con sólo dos oraciones unimembres,
destaca exclusivamente a Quinquela Martín, no nombra
la pobreza de los barrios ni los conventillos ni tampoco la inmigración.
4- Dimensiones entrecruzadas
“El tiempo se convierte en temporalidad humana
al articularse
narrativamente”
Paul Ricouer.
Podríamos argüir, siguiendo el planteo de Ottmar
Ette, en su artículo “Los caminos del deseo”[37] que son tres las dimensiones que
–entrecruzadas- construyen la representación del relato de viajes: la dimensión
espacial, la dimensión temporal y la dimensión social.
En este punto, desarrollaremos la segunda dimensión, la dimensión
temporal, ya que nos permite comprender en qué sentido un viaje no sólo
atraviesa el espacio empírico sino que establece su propia temporalidad, su
propia lógica temporal. El viajero puede saltar por diferentes tiempos
históricos y culturales llevando a sus lectores en una “time machine”. El texto
de Greca tiene como particularidad el no estar impreso por una linealidad
cronológica: es decir, los capítulos no siguen una estricta línea cronológica.
Por ejemplo, el cap. II data de enero de 1929 y el cap. III consigna como
fecha: diciembre de 1919. Dato “verosimilizador” no
menor ya que, por un lado, nos remite a una concepción temporal centrada en el
“tiempo del recuerdo” (y su no linealidad) y por otro lado, este planteo, deja
entrever el momento preciso (mes y año) donde transcurrió el viaje en cuestión.
De este modo, las crónicas son bosquejadas como instantáneas de
recuerdos, como remembranzas, plasmadas en la letra: “Después de un largo viaje, cuando me reintegro a la vida vulgar, todo
lo que en él fue trivial, falto de interés, desaparece. Lo que hirió vivamente
mi imaginación: un personaje, una incidencia, un paisaje de fuerte colorido, se
destaca nítido del conjunto de recuerdos. Lo recojo y lo transporto al papel”[38].
Por otra parte, en
En “La torre…” hay un narrar
el viaje sin narrar en viaje, ya que la escritura, la inscripción de las
observaciones y vivencias, es posterior: “Llevamos
ya un mes de andanzas y será menester que fije en una ligera crónica todo
aquello que la mente va reteniendo en medio de este desesperado saltar de un
tren a un vapor y de un vapor a un hotel”[42].
Su tanteo incesante, su deseo de explorar nuevas fronteras, este saltar de un
tren a un vapor y viceversa alude a los tiempos modernos. La experiencia de
escritura no inmediata sino mediatizada por el recuerdo, matizará estas
crónicas y el tiempo se constituirá en un factor central, neurálgico e
ineludible en el tratamiento de las mismas.
A este respecto, el relevamiento de los topoi
que estamos efectuando, no es ingenuo ni neutro: persigue la intención de
definir al viajero como yo narrador en su vínculo con lo narrado. Trayecto y
tiempo se conforman como categorías subjetivas, como expresa el epígrafe.
Según el semiólogo y catedrático de estética y teoría del arte de
Paralelamente, consideramos pertinente plantear estas crónicas también
en relación al viaje en el tiempo,
entendido como viaje al pasado y al futuro encarnado en sociedades más
“atrasadas” y “avanzadas”. Es decir, en clave diacrónica podemos contar con una
perspectiva otra que remite a la oscilación entre tiempos históricos y
culturales donde el texto traza itinerarios, más allá de lo estrictamente
espacial y dialoga con otras culturas, desde una perspectiva definida, cabal,
cercana al etnocentrismo. En este caso, al anclar la mirada en lo propio, el
gesto se vuelve etnocéntrico. Tomamos como eje los lineamientos de Tzvetan
Todorov en “Nosotros y los otros”: (etnocentrismo)
“consiste en el hecho de elevar, indebidamente, a la categoría de universales
los valores de la sociedad a la que yo pertenezco. El etnocentrista es por así
decirlo, la caricatura natural del universalista. Éste cuando aspira a lo
universal, parte de algo particular, que de inmediato se esfuerza por
generalizar y ese algo particular tiene que serle necesariamente familiar, es
decir, en la práctica, debe hallarse en su cultura”[44] De
esta manera, como el punto de referencia será lo propio, Greca comparará rasgos
de otras culturas a las que tendrá acceso.
La mirada
etnocéntrica tiende a hacer de lo propio, de la cultura propia, el criterio
válido para interpretar los comportamientos de otros grupos sociales.
En la visita al Perú, la mirada es por llamarla de algún modo, “argentinocéntrica”,
es decir, anclada en lo argentino, porque compara un escritor peruano
-Quintanilla- con otros dos argentinos, en estos términos: “Quintanilla ha escrito con talento y erudición sobre Geología,
Antropología, Historia, Literatura, Arte, Agricultura, Religión y Política. Sus
discursos y artículos periodísticos, por su estilo, por su energía y
profundidad, nos recuerdan los de nuestro gran Almafuerte, aunque el
eclecticismo de su ilustración se asemeja más a Sarmiento”[45]
Su operación es contrastiva- descriptiva desde la “autoridad” de ser argentino
y conocer ambas literaturas, situación que legitima su punto de enunciación.
Otro ejemplo elocuente podría ser: “Los chinos están conquistando, ésta es la
palabra, el antiguo imperio de los Incas (…) siempre será peligroso para un
pueblo que está formando su fisonomía nacional y su cultura, el injerto de una
raza extraña como la de los chinos. Los inmigrantes son coolíes, sucios, poco
instruidos viven amontonados en tugurios, como si fuesen bestias. Es sabido que
estos hacen una competencia ruinosa a los trabajadores blancos, contentándose
con un salario de pocos centavos y un puñado de arroz como alimento. Este mal
se agrava en el Perú, cuyo territorio tiene algunos millones de aborígenes semicivilizados, que necesitan la influenza de una cultura
superior” [46] Como muestra del
“etnocentrismo”, estas líneas expresan la fuerte mirada peyorativa que sobre
los chinos recae, porque le quitan el trabajo a los blancos por un salario
paupérrimo, porque son sucios, casi animales. Los chinos tienen una cultura
inferior, nos dice literalmente Greca. Son “el peligro amarillo” y tienen el
vicio del opio. En realidad, el peligro verdadero reside en la mezcla, en el
“injerto” entre culturas “superiores” e “inferiores”.
5- La construcción del narrador
Para responder a la pregunta sobre la construcción del narrador es
necesario enfatizar que el contrato de la literatura de viajes es ese pacto
autobiográfico que nos “obliga” a involucrarnos en el juego de confusiones
entre protagonista textual y autor real, según explica Ottmar
Ette en el provechoso artículo que estamos poniendo
en consideración[47]. En este sentido, Greca
expone jocosamente: “soy un personaje
escapado de una novela de aventuras, que alguien a estas horas, estará
escribiendo”.[48] Protagonista textual,
personaje, autor real, narrador resultan categorías entrecruzadas en este
libro. En tanto, el narrador asume la primera persona y narra desde sus
experiencias personales en clave autobiográfica: “¡No en vano he conocido el calabozo, con fueros y todo!”[49] Se define en
estos términos: “No soy un geógrafo. Ni
siquiera un turista. Soy apenas…el hombre que pasa y se emociona”[50].
No obstante, desde una perspectiva teórica, y para situar el lugar de
la enunciación (la posición desde donde se enuncia) nos remitimos a un
postulado de Marc Augé en “Por una antropología de la
movilidad”. Augé define el rol de “turista”[51]
como un consumidor de exotismo para quien el punto de referencia es su país,
cuestión inquietante, que en Greca podría traducirse: “su ciudad”, ya que es
Rosario su punto de referencia para comparar. Ciertamente, ésta sería una
posible razón para encuadrar “La torre…”
dentro de la literatura de Rosario. En otros términos, una de las estampas de
su posicionarse como rosarino, de esa tipificación de lo propio que observamos
en estos relatos de Greca es que su eje de las comparaciones, el parámetro, es
Rosario, ciudad de la modernidad[52].
El modus operandi, la comparación entre ciudades, que trabajaremos en el
capítulo siguiente.
En el discurrir textual, el narrador se define como “turista de segunda clase”[53],
es decir, como un viajero sin muchos medios económicos, cuestión expresada
recurrentemente: “No sin cierta angustia
noto que la moneda escasea en mis bolsillos”[54]. Pero en el cap.
III titulado “Rumbo a los Andes” explicita que no es ni turista ni descubridor
y que este viaje se concreta como “viaje
de estudios con sus ribetes de turismo, lo vamos realizando sin pretensiones de
proeza. No hemos salido a descubrir países: apenas si a sorprender aspectos”[55].
Más adelante: “Me gusta sorprender
aspectos que todo el mundo ve, pero de los que nadie se da cuenta”[56].
En segundo lugar, para responder a la pregunta antes planteada, cabe
destacar que el escritor tiene pretensiones de reflejar la realidad,
pretensiones realistas, quiere ser fiel y en este sentido, consideramos que
utiliza el término “fotográfico”. A modo de instantánea, los relatos son
(mejor, pretenden ser) una transposición del viaje en escritura: “Cabe agregar que soy fiel, fotográfico. Por
algo he sido cinematografista”, leemos en el
prólogo. De este modo, se acentúa -como estrategia discursiva tendiente a
reafirmar los parámetros de autenticidad- la figura literaria del yo narrado,
puesto que él es el único que puede presentarse como testigo directo y garante
de lo relatado[57]. En esta dirección,
“cuando alguien escribe yo escribe al yo en su escritura, y al mismo tiempo
escribe la escritura del yo. Esto nos dice Nicolás Rosa de las escrituras
autobiográficas, a lo que agrega que cuando se está ante la aparente
consistencia del yo autobiográfico, éste nos hace creer, simula que la ficción
se ausenta de su discurso, y nos brinda la prueba de la verificación de la
existencia del autor, de la existencia, real o no de los hechos que se cuentan.
Esas pruebas descansan en las imágenes interiores, hechas letra”[58],
nos indica la crítica literaria Susana Romano Sued.
El narrador es la garantía de la veracidad del relato y en este punto es
evidente la estrecha relación entre relato de viaje y autobiografía.
Si “la credibilidad que aportan lo visto y lo vivido (yo narrado) se
completa con lo que aporta la perspectiva del yo narrador”[59],
los ejemplos que relacionan ´el yo narrado’ y ´el yo narrador’ tienen como
funcionalidad textual dar un efecto de realidad, dar credibilidad al relato y
son múltiples. El narrador conoce de
lo que habla, utiliza comparaciones con lo ya conocido y expone sus opiniones
personales: “A la inversa de otros
provincianos de tierra adentro, los hijos de
Paralelamente, otras características de nuestro sujeto viajero podrían
definirse del siguiente modo: masculino, laico, instruido, según los
lineamientos que propone Mary Louise Pratt[61],
y rosarino (aunque no de nacimiento), político y como ya expusimos, dirigente
del Partido Radical. Podríamos añadir asimismo que nuestro viajero es un sujeto
joven: estos viajes son realizados entre sus 30 y 40 años de edad.
En tercer lugar, es dable sostener que la literatura de viajes pone en
consideración desde diferentes aristas, la percepción de lo propio y la
percepción de lo ajeno, es decir, el registro del otro: en el marco de un
intenso diálogo entre lo propio y lo ajeno, la alteridad es protagonista en los
relatos de viajes, polifónicos de suyo según Ette,
retomando postulados bajtinianos. En este contexto,
destacamos que en el libro prolifera la “palabra
ajena”, en tanto alusión directa,
eco o alusión elíptica.
Describiremos a continuación un ejemplo de alusión directa en donde se
constata que una ciudad ejerce un encanto en
el viajero, influjo que proviene de la
literatura. En este sentido, algunas ciudades recorridas son vistas a través de sus escritores como
sucede en el caso de la ciudad de Lima y la resultante es una representación
que Greca nos advierte que no condice con la ciudad real. En este punto se plantea una relación muy sugestiva entre
literatura y viaje o mejor, entre literatura, lectura y viaje: Greca espera
encontrar “
El modo concreto como el texto de relato de viajes se relaciona con la
escritura de otros (en un ejercicio de intertextualidad) es un vínculo
complejo, en este caso de implicancias explícitas. “La torre…” dialoga con un libro de otro autor latinoamericano y
esboza un espacio literario, en este caso específico, mediante explícitas
referencias. La ciudad de Lima “no es una
ciudad moderna”[63],
es definida como ciudad barroca, española “con
todo el legado esplendoroso de los tiempos idos”[64]:
viejas casonas, terrosas iglesias, verdaderas joyas del más puro estilo
colonial. No obstante, Greca señala que hay actividad comercial y que falta
limpieza, tópico que, a juzgar por lo reiterativo en sus páginas, le interesa
sobremanera. Como elemento identitario limeño, Greca destaca la mantilla que implica
ese legado insoslayable entre un pasado colonial que se reactualiza y España: “Los balcones en voladizo, los toros, los
mendigos y estas mantillas hacen pensar que Lima sigue siendo una ciudad de
España”[65] En este capítulo VI,
después de asistir a una corrida de toros y luego de un paseo sin rumbo por la
orilla del Rimac[66],
en un lento discurrir errático, Greca y los Guido regresan al hotel “con la visión de esa España que pone melodías
en el alma, fuego en las venas y luz en los ojos de las mujeres”[67]:
Lima se les representa como un paisaje más español que latinoamericano. He aquí
la identidad limeña.
Asimismo, este pasaje por Lima nos muestra una forma de percepción de
la alteridad y sin lugar a dudas, nos habla del sujeto viajero: nos dice que
nos encontramos frente a un viajero letrado, conocedor de literatura
latinoamericana que necesita reponer una escritura otra como modo de legitimarse
y legitimar la propia.
Como elementos insoslayables que sustentan el carácter autobiográfico
de este relato de viajes, podemos destacar la presencia de recuerdos,
remembranzas que conectan el presente de la enunciación del sujeto viajero –
por ejemplo, su paso por La Quiaca- y su pasado -su niñez en San Javier- teñida
de melancolía y añoranza: “Eran acaso las
alegres vísperas de Santa Rosa y San Francisco, cuando los mocovíes llegaban a
mi casa paterna de San Javier haciendo llorar sus flautas de canilla de
cigüeña. Era el recuerdo de la pampa lejana, con sus largos y solemnes
atardeceres”[68] La dirección del
desplazamiento, el recuerdo de la pampa, que suscita una imagen entrañable de
infancia perdida y añorada, se relaciona con el itinerario, dando como
resultado una mirada “panorámica”, amplia, extensa, ya que enlaza pasado y
presente.
Los recuerdos -el contenido semántico
del viaje- resignifican tanto la dimensión temporal como la dimensión
autobiográfica de esta literatura de viajes. Si, como afirman Bruner y Weisser, “la función última de la autobiografía es la
ubicación del yo, el resultado de un acto de navegación que fija posiciones en
sentido virtual más que real. A través de la autobiografía nos ubicamos a
nosotros mismos en el mundo simbólico de la cultura”[69], nuestro escritor proclama revisitar ese pasado que
le pertenece en apelaciones evocativas, en una suerte de remembranza de lejanas
cercanías o lejanías cercanas[70].
Porque entre el presente de la enunciación y el pasado difiere –suspendido- el
sujeto.
6- Ciudad y paisaje
“Toda ciudad es una figura espacial del tiempo
en la que se aúnan presente, pasado y futuro.”
Marc Augé
“La torre…” es un libro
eminentemente referencial ya que describe recreando (o recrea describiendo) el
contexto geográfico, y establece así “un punto de vista, el principio de una
visión perspectiva, de una comprensión, de una representación del mundo”[71].
Uno de sus anclajes, uno de los sitios recorridos es la ciudad de
Rosario, “Ciudad que encuentra en el río / los sueños que desentraña”, según
los versos del poeta Felipe Aldana. Su extenso y caudaloso río Paraná la define
como ciudad/ puerto. Si como expone Marc Augé, desde
que nace, la ciudad es la forma política del porvenir, Rosario es ciudad/
puerto, “ciudad puerta”, abierta al intercambio y de este modo, abierta al mundo.
Es una ciudad que hace del contacto directo entre el interior y el exterior,
del comercio, su nota distintiva. De este modo, por cuestiones geopolíticas, es
una ciudad en donde ya está escrito su “destino”, su mito: ser el paradigma de
Las investigadoras Alicia Castagna y Ma. Lidia Woelfin
señalan que “el factor que más impacta en la evolución de las actividades
productivas rosarinas desde su formación en el siglo pasado es su posición
geográfica privilegiada”[73]
con la consiguiente apertura hacia el mundo a través de su puerto. Las
condiciones de desarrollo del sector agrícolo-ganadero,
el proceso aluvional inmigratorio, la expansión del
ferrocarril significaron los pilares del encuadre de la ciudad de
Rosario dentro del modelo agroexportador, entre fines del siglo XIX y comienzos
del XX. Y son algunas de las “notas distintivas de modernidad” que Greca
indicará explícita o tangencialmente en su libro.
Paralelamente, es necesario destacar que este período (década del
veinte) se caracteriza además por la concentración creciente de la población y
los mercados y servicios en el Litoral, Gran Buenos Aires y Capital.[74]
En esta época, se registraron algunos fenómenos particulares como el proceso de
urbanización de los suburbios; una nueva tendencia en la edificación de las
viviendas, las que pasaron a tener más de un piso; un éxodo de población rural
extranjera hacia la ciudad que de alguna manera compensó el descenso producido
por la contienda mundial y también, migraciones internas. En relación con la
población extranjera se produjeron algunas novedades, si bien los italianos y
españoles continuaron ocupando los primeros lugares, también se encontraba una
importante cantidad de rusos, árabes y turcos.[75]
Éste es el contexto histórico de enunciación de “La torre…”, en el marco de la continuidad del esquema de la
división internacional del trabajo y la incorporación del país al mercado
mundial (1916/1930)[76].
“La torre…” es un relato de viajero clivado
en valores, concepciones que establecen un vínculo, una constante simbólica que
lo une (a Greca) con su ciudad, que aunque no sea la ciudad que lo viera nacer,
es su ciudad. Nuestro escritor se posiciona
como sujeto de la enunciación desde una mirada atravesada, -anclada, mejor- en
una suerte de tipificación de lo propio, que lo define como rosarino.
Como todo viajero que se precie de tal, Greca no escudriñará ciudades
(o campo), verá paisajes: no la
simple configuración geográfica del terreno sino la incursión de la mirada en
el terreno, su inscripción personal que configura semánticamente el viaje.
Concretamente, viaja y así lee “las coordenadas textuales” de una ciudad:
constituyéndola simultáneamente en paisaje, es decir en una figura geográfica
atravesada de interpretaciones. El viaje, con traslación o sin ella, siempre
involucrará un gesto traslaticio, creativo. El ejercicio óptico, el
“escudriñamiento” implicará el movimiento de la mirada por sobre los objetos.
Percepción visual del mundo, percepción fotográfica del paisaje y transposición
en escritura son algunos ítems que definen este libro.
El viaje tiene de este modo sentido en sí: en viaje, viajando, nos
podremos reencontrar con lo que no conocemos de nosotros mismos. El paisaje, de
este modo, es reconquistado, lo concebimos en nuestras cadenas de significados.
El paisaje -natural, social y humano- no es neutro. Es definido a partir de
nuestros equipajes.
Desde esta perspectiva, Rosario es “ciudad nueva” en contraste con
otras como Santa Fe que es “ciudad vieja”, aristocrática, llenas de prejuicios.
Resulta curioso que, a fin de cuentas, Greca atribuye esta diferencia a las
inclemencias climáticas y al factor geográfico, que producen “esa indolencia
contagiosa”[77], y a la herencia española
de desprecio al trabajo. En su lectura, determinista de suyo, resuenan ecos sarmientinos.
Con respecto a la distinción, Greca señala que en las ciudades como
Mendoza y Santa Fe, se posee un falso concepto de distinción, ligado al
aparentar y al “qué dirán”. Para demostrar tal aseveración recurre a dos ejemplos:
en Mendoza, un matrimonio italiano que ganó una pequeña fortuna manufacturando
zapatos, envía a su hijo al Colegio Nacional y a sus hijas a un instituto
religioso. Como en ambas instituciones, los hijos trabaron relaciones con
familias ricas, se avergüenzan de sus progenitores, renegando de sus orígenes.[78]
Greca nos cuenta otra anécdota, ocurrida en Santa Fe: una familia del campo que
disfruta de un buen pasar, se muda a la ciudad y comienza a tener vida social
con gente “distinguida”. Al ser visitados por sus parientes del campo, los intentan
ocultar, abochornados.[79]
También establece otra comparación entre Rosario y Mendoza: “Sorpréndenos la animación de sus calles, la
gente bien trajeada, y ese deseo de vivir y derrochar a manos llenas el dinero
que rebosa en sus bolsillos. Es una ciudad más animada que Rosario”[80]. Calles transitadas, gente bien vestida
(de traje), consumismo como elementos que definen una ciudad y que son
valorados positivamente por el escritor. Sorprende de suyo que al describir la
ciudad de Mendoza, Greca tome algunos tópicos que ya aludiera Sarmiento en su
“Facundo”: la gente trajeada, las calles animadas, el dinero, como notas de la
civilización. No obstante, sostiene que no hay en Mendoza actividades
intelectuales y artísticas. Mendoza es “pura
exterioridad”[81]: falta la serenidad, la
vida tranquila y profunda de las ciudades viejas y faltan los artistas y los
intelectuales.
Por otra parte, nuestro viajero visualiza la modernidad de Buenos
Aires, muy claramente. Aunque no alude a uno de los problemas centrales del
período en cuestión: la aparición en la escena pública de una extensa gama de
diferencias que comienzan a disputar el espacio de poder, el espacio económico
y el de la cultura[82],
la inmigración. Plantea que la modernidad del interior se produce por derrame
de la modernidad de Buenos Aires. Todas las ciudades le copian a Buenos Aires
inaugurando una suerte de espíritu de imitación de las ciudades con respecto a
la capital.[83] En Jujuy nos dice: “Vemos grandes tiendas, lujosas peluquerías,
vidrieras iluminadas, casas de aspecto confortable. Es el gran aliento de
Buenos Aires, que llega hasta los confines del país”[84].
7- Visualidad y medios de locomoción
“Todo desplazamiento entraña un
cambio,
no sólo un cambio de escenario, de
paisaje, de geografía,
sino un cambio en nuestros
pensamientos.”
Estos viajes, en ocasiones, están suscitados por misiones partidarias o
por la simple sensación de aburrimiento que arranca a Greca de Rosario “para que nuevas impresiones vayan quitándonos la modorra que apolilla el alma”[85]
(subrayado nuestro). La idea de impresión, de
instantánea, de captar lo cambiante como característica de la modernidad opera
en estos relatos. Cada lugar recorrido, deja una impronta: la visión y la
memoria se constituyen en facultades que participan en la lectura/escritura[86]
de los paisajes: “Nos vamos con la convicción de que no hemos hecho otra
cosa sino asomar la cabeza por el tragaluz, para dar un vistazo al paisaje”[87]
Según explica Salabert, la banalización del
turismo se inicia en el siglo XIX y una de sus características más importantes
es que el afán de conocimiento se sustituye por el de sentimiento[88],
característica que en estos relatos se exalta. Entonces, este rastro paradójicamente
indeleble y fugaz, el sentimiento, se erige en valor. El núcleo del asunto se
torna entonces más complejo porque “lo propiamente turístico no es lo que
visitamos, no son las cosas que podemos ver. Es turístico un goce difuso que
procede en primer término de una huida y después de la fascinación que resulta
de proyectar los materiales de la imaginación en el espacio recorrido”[89]En
este contexto, Greca nos remite lingüísticamente a palabras
tales como
“observaciones”, “impresiones”,
“instantáneas”, “vistazos”,
“imaginación”, “descripciones”,
“retratos”, que condensan el espectro semántico de
lo visual como modo de
acercarse a las cosas, a las configuraciones geográficas, para
constituir paisajes (urbanos, rurales, etc.) y de
este modo, deleitarse, disfrutar. El turismo es una actividad visual por
excelencia.
En este libro predomina este modo de conocer a través de los sentidos,
en múltiples acepciones, como apuntamos más arriba. Asimismo, en el capítulo
XII: “Visión de los lagos”, en el punto: “Visión retrospectiva” Greca describe
algunos recuerdos de su viaje en tren como una pesadilla con profusión de
comparaciones e imágenes visuales logrando un pasaje atractivo y bello.
En consecuencia, en el texto se conforma una suerte de archivo visual,
de vívido catálogo de imágenes. Plagadas de alusiones cromáticas, transcribimos
dos instantáneas: “El bosque presenta
todos los colores del iris: ramajes rojos, como un fogonazo, azulinos,
verde-claro, verde eléctrico, verde-negro, amarillos, sepias, grises, bajo los
cuales, los blancos y majestuosos plumeros de la flor de paja se agitan al
suave viento, como graves abanicos de una corte oriental”[90]
“El firmamento va tomando un acentuado tinte cobalto. Su azul intenso
recuerda esos cielos de las oleografás”[91]
También encontramos
descripciones arquitectónicas en los recorridos por las ciudades, manifestando
quizás la influencia de quienes acompañaron a Greca en algunos tramos de sus
viajes, los hermanos Ángel y Alfredo Guido y prefigurando, en estos viajes de
juventud, otro de los intereses de Alcides Greca y Ángel Guido: el urbanismo[92],
interés que los llevará a ambos a escribir copiosa bibliografía sobre esta
temática.
Este peculiar modo de forjar el conocimiento del espacio vivido, proyectado con imágenes
visuales, es precisamente donde se cifra lo atractivo de su literatura. En
estas páginas, se materializa el gesto de privilegiar la visión como modo de
representar el mundo. Cuestión que podemos relacionar fibrilarmente, con los
medios de locomoción utilizados ya que instauran diferentes perspectivas del
viaje en general y visuales en particular[93].
Greca viaja en diferentes medios de locomoción: a lomo de mula, a
caballo, tranvía eléctrico, tren, tren de carga, vapor, automóvil y a pie. Cada
medio de locomoción instaura una perspectiva particular desde el plano de lo
visual y del movimiento. Efectivamente, estos tendrán una incidencia en lo
corpóreo y también desde el punto de vista de la socialización ya que cada uno
propiciará (o no) la compañía de otras personas en la travesía y el consecuente
establecimiento de vínculos entre nuestro escritor -viajero extrovertido y
comunicativo- y otros viajeros. En este punto intentaremos esbozar algunas
coordenadas sobre los medios de locomoción y su relación con la geografía.
El primer medio de locomoción que analizaremos será el tren. Sin dudas, implica una clara
sensación de movimiento: “el tren se
desliza como una culebra”[94]
“El viajar por ferrocarril, con su pulsación regular y audible, su
impresionante capacidad para acelerar el movimiento”[95]
es un exponente de la modernidad ya que unía lejanías en la extensa República
Argentina de la década del 20. En este modo del viajar, se siente el ronroneo
del andar, el vaivén, aunque las rispideces del camino no tienen tanta
relevancia. Mejor aún, en “La torre…”,
el tren puede ser sinónimo de confort, de comodidad: Greca nos dice que viajan
“confortablemente instalados”[96].
O bien, sinónimo de tormento: “Del resto
del viaje sólo recuerdo que, después de atravesar en el ferrocarril la alegre
campiña de Salta y Tucumán estuve dos días y una noche metido en un camarote,
sudando a mares y semiahogado bajo una nube de tierra
que penetraba según parecía a través de las mismas maderas del tren”[97]
Simultáneamente, la opulencia de la máquina, que puede alcanzar alturas
o profundidades considerables y altas velocidades, lleva a que el viajero se
maraville en relación a los espectros de visualidad que puede abrir, como
sucede en Bolivia: “El tren sigue
deslizándose en zig-zag hasta el fondo del valle, como si quisiera atrapar la ciudad.
Tan rápido es el declive que en cada vuelta vemos un nuevo aspecto del
maravilloso paisaje que nos tiene pegados a la ventanilla”[98]. Como nos explica Greca, el mirar se
encuentra mediatizado por la ventanilla del compartimento que representa el
límite entre el adentro y el afuera y que devuelve una visión en movimiento,
cual cadena de fotos enmarcadas, en un mismo recuadro. El mirar por la
ventanilla implica la rapidez de la aprehensión de “imágenes que hieren” ya que
éstas son encuadradas velozmente a través del vidrio, en pleno traqueteo: “Desde la ventanilla alcanzamos a divisar un
baile al aire libre que algunos indígenas celebran (…) Es apenas una rápida
visión, pero ella perdura en mi retina como algo armónico y luminoso que, al
herirla vivamente, le ha producido una sensación inolvidable”[99]
Claroscuros y luces tenues enmarcan el viaje y se cuelan a través de la
ventanilla del tren que resguarda y, en paralelo, permite interactuar con el
ambiente: “La luz se filtra tenue por la
ventanilla del compartimento. Después de una noche de insomnio, en que enervado
por el cansancio, he oído ruidos sordos y extraños, largos silbatos, toques de
campana, un deseo de aspirar el aire fresco de la madrugada me obliga a
descorrer la celosía”[100] Esta apreciación
de Greca también nos sitúa en las coordenadas temporales del viaje: viaja por
la noche, sin poder dormir. La noche está cargada de ruidos del tren que se
presentan como “sordos y extraños”, junto a “largos silbatos y toques de
campana”. Este párrafo es harto expresivo y recrea, de algún modo, la atmósfera
de este viaje en tren, rumbo a Los Andes, por la llanura de San Luis.
El compartimento del tren instaura -a raíz de la proximidad entre los
viajeros- una casi ineluctable posibilidad de sociabilización, como les sucede
a Greca y los hermanos Guido, en varias oportunidades, como por ejemplo: “En el tren me he hecho amigo del cura de
Tupiza y de dos jóvenes bolivianos”[101]
El recuerdo de un viaje en tren puede llegar a ser una pesadilla para
el sujeto viajero. El fragmento titulado “Visión retrospectiva” describe los
tres días que duró el viaje en tren por la pampa hacia
A la par, el tren puede tener rasgos animados: “El tren devora kilómetros
y kilómetros. Pasan las horas monótonamente (…) acompañado de la respiración
asmática de la locomotora y del ruido de hierros de todo el tren” [105] (subrayado
nuestro), silencio sólo interrumpido
por la máquina.
Con respecto a las estaciones del ferrocarril, las de Chaco son
tristes, solitarias, rodeadas de bosques, de barro, con techo de zinc, siempre
está presente en ellas el comisario del pueblo y el terreno, fangoso, pródigo
en alimañas. Muy por el contrario, las que uno se imagina, dice Greca, son “como colmenas humanas donde todo es
actividad y ruido”[106]
El tren, en su escala ascendente por montañas puede pensarse como un
ámbito propicio para otear, para registrar desde un lugar alto lo que está
debajo, mirar por encima todo aquello que la visión abarca, desde la posición
privilegiada que le otorga la altura. O bien como paulatino modo de acercarse
al paisaje por el terreno como les sucede a los viajeros con el lago Titicaca: “Se
ha puesto el sol. El tren va cruzando por un terreno cubierto de bañados. –Ya
estamos en el lago. –¿El lago? ¡Es posible!... – Sí, señor pero estos charcos
son apenas sus avanzadas. Al dar vuelta aquella curva, detrás de las colinas lo
verán en todo su esplendor.
Y el lago se desarrolla ante nuestros ojos como un
espejismo sutil que fuera adquiriendo forma poco a poco. Sobre la superficie
tersa, las medias tintas del poniente ponen pinceladas suaves, de una suavidad
femenina”[107]
En
El vapor es otro medio de
locomoción utilizado. El viaje en barco, como rezan estos fragmentos que
exponemos a continuación, es de ritmo lento, pausado: “Después de nueve días de navegación, vamos a llegar al puerto del
Callao…”[108] O bien: “Mientras el “Palena” se desliza por las
aguas tranquilas del Pacífico…”[109]
Resulta interesante analizar que el viaje en barco se constituye en ocasión
propiciatoria de tertulias con diferentes personas, es decir es ocasión
propicia para socializar, como acontece con el Padre Pinello,
fraile franciscano, quien viviera treinta años en el interior de Bolivia, y en
calidad de contertulio, hace chistes por doquier.
Igualmente, la socialización en el vapor a veces se asienta en la
costumbre del mate: “A bordo, (del
barco llamado Palena) como buenos
criollos, hacemos gala de nuestras costumbres. Hemos impuesto el feo vicio de tomar mate, según el decir de cierta
distinguida dama chilena (…) Todo el mundo hace tertulia a la hora del té
criollo”[110]. Y más adelante: “A bordo reina extraordinaria animación”[111]
Sin lugar a dudas, una de las dimensiones que surca el relato y que
tiene vital importancia es la dimensión social. La dimensión social se (d)
escribe y atraviesa el relato de viajes: el viajero se mueve entre los
diferentes grupos y clases sociales (podríamos agregar también, diferentes
generaciones o edades) con una facilidad de la que muchas veces carece en su lugar
de origen. En nuestro texto en cuestión proliferan los ejemplos. Los viajeros
se relacionan con un amplio espectro de personas de diferentes clases, visitan
indistintamente una pulpería roñosa en Chile, un cónsul, ministros, senadores,
diputados, artistas y se hospedan en un hotelucho barato o en el Plaza Hotel de
Tucumán, etc. Y encuentran en todos estos, oportunidades para estrechar
vínculos.
El viaje en tranvía se
destaca en el relato porque tanto Alcides Greca como Ángel Guido se complotaban
para hacer bromas a los pasajeros y, de este modo, socializar: “Cada vez que viajábamos en tranvía, con
Ángel Guido abríamos el periódico (escrito en chino), simulando leerlo
atentamente (…), con una leve sonrisa e interrumpiendo la lectura, señalábamos
un párrafo, comentándolo en voz alta (…) Alfredo Guido no quería ir más con
nosotros en tranvía” [112]
Algunos recorridos suelen ser a
pie. “Al ir a pie, el cuerpo padece y mensura el camino”[113],
según señala el crítico literario Jorge Monteleone.
Sin embargo, algunos paseos sólo pueden ser disfrutados a pie: las ciudades
interiores y las ciudades profundas, las que se abren a los ojos del paseante y
al contacto con los transeúntes, los empedrados que se sienten al paso de un
caminar fervoroso o sin rumbo. Y las veredas que posibilitan el sentarse a
tomar un café o un aperitivo, que invitan a honrar
la ciudad en las charlas de café: “Característico
congreso del país, con diputaciones que se renuevan constantemente. Solución de
grandes problemas económicos y sociales a base de cinzano
y maní” [114] Ahora bien, este
fragmento se titula “Vereda del Hotel España”, la vereda del “Hotel España” nos
remite a la calle como una sinécdoque de la ciudad, en un fragmento cargado de
ironía política.
Las calles tienen diferentes talantes según las horas del día, y el
escritor detiene su mirada fotográfica en este detalle, como sucede con la
calle Florida: “Callejón de cementerio
que en la tarde vio pasar un interminable acompañamiento” [115]
Esta calle, que por las mañanas y tardes resulta bulliciosa, recorrida a las
diez de la noche, se transfigura en un cementerio. Los viajeros recorren a pie
el interior de las ciudades y los edificios, bajo la mirada atenta, se
proyectan como escudriñadores de estilos arquitectónicos.
A lomo de mula quizás sea el
medio de locomoción más duro, más implacable que se presente en “La torre…”. Las razones son variadas:
el crudo frío de Uyuni, las caídas en el río, los frecuentes aguaceros, los
azotes del viento y del sol, los habituales extravíos, las extorsiones de los
guías, la lentitud y trote irregular de las mulas…… Las inclemencias del camino
son mitigadas con nuevos vínculos sociales a raíz de viajar en caravanas: “El Padre Federico es un alemán acriollado
que (…) me presta polainas y alforjas y nos recomienda al arriero Jerez”[116]
Palabras liminares
Hemos abordado este texto aguijoneados por una
inquietud que -nobleza obliga- se signa en la pregunta por lo propio, por lo
rosarino. En un claro incurrir en una interpelación identitaria y en clave
histórica, Greca se nos presenta como un intelectual fascinante, sumamente
atractivo, porque supo aunar el ámbito político y el literario, la universidad
y las inquietudes urbanísticas, el cine y la literatura, un escritor que
activamente contribuyó a enriquecer el campo
intelectual de su tiempo. Rosario es, indudablemente, sede destacada de su
accionar, tanto en lo político-institucional como en lo literario y lo
cultural.
Inquieto y con gran capacidad para generar
proyectos, supo instalarse en los círculos académicos y políticos que le
permitieron acceder a un lugar de privilegio en el campo cultural y en el
ámbito profesional. Lugar protagónico, y por ende, disputado y comprometido, lo
que le significó no pocos cuestionamientos desde sus primeras intervenciones.
Sus viajes engloban otros itinerarios
paralelos y referencian magníficas dotes de observación, y no menos importante,
la trascendencia histórica y autobiográfica de sus páginas.
Nos hemos esforzado por establecer una lectura relacional, una mirada
“matizada” de “La torre…”, texto que
a nuestro entender se presenta rico en posibilidades de análisis.
Los planos se entrecruzan produciendo un texto lleno de experiencias
sensibles, plásticas, con la plasticidad evocada, pero siempre tendiendo a la
espontaneidad del presente, espacio donde aflora la intimidad: las ciudades y
paseos son ciudades y paseos vividos, recorridos, narrados. Precisamente porque no hay naturalización en la
mirada de Greca y porque no hay sendas prefiguradas sino imágenes fragmentarias
–“recortes”-, la mirada fotográfica abre un camino interesante en cuanto se
relaciona con la literatura, en clave de sencillez. Greca es oblicuamente un
“fotógrafo” que busca la instantánea. Recorta el instante y reconstruye la
narración posible.
Los recuerdos funcionan como la materia prima de los relatos contenidos
en estas páginas, recuerdos teñidos por el paso del tiempo y la subjetividad
que entraña una suerte de mirada plástica y fotográfica. Como instantáneas, la
experiencia del cuerpo y la experiencia del tiempo, urdidas en el relato.
RESUMEN
Las
claves plásticas del recuerdo en La torre
de los ingleses de Alcides Greca: una aproximación a la literatura de
viajes
En el presente artículo proponemos trabajar un relato de viajes: “La
torre de los ingleses” (1929) del escritor Alcides Greca (San Javier
1889-Rosario 1956), quien entre 1919 y 1929 viaja por Argentina, Chile, Perú,
Bolivia y Uruguay acompañado por los hermanos Ángel (1896-1960) y Alfredo Guido
(1892-1967). El recuerdo constituirá la materia prima de los relatos en un
marco de apelación a la visualidad como modo de acercarse al mundo y a la
construcción de mapas.
El corpus centrado en esta obra intentará desplegar las construcciones
de un tipo de relato de viajes y de un tipo de intelectual que desea confirmar
su valor y función en el incipiente campo intelectual argentino, desde una
mirada descentrada.
Palabras clave: Alcides Greca- literatura de viajes- recuerdos-
visualidad
ABSTRACT
The
aesthetics clues of the recollections included in Alcides
Greca's “The
We intend with the present
article to work with a tale of travels: “The English Tower”
(1929) by the writer Alcides Greca
(San Javier 1889 - Rosario 1956) who, between 1919 and 1929 travels through
Argentina, Chile, Peru, Bolivia and Uruguay together with brothers Angel
(1896-1960 ) and Alfredo Guido (1892-1967). The recollections will be the raw
material of the tales within a frame that appeals to visuality
as a way to approach the world and to the drawing of maps.
The "corpus" centred in the work will intend to display not
only the writing of a kind of travel tale but also of a kind of
intellectual that wishes to confirm his value and role in the incipient argentinian intellectual field, from an off-centre point of
view.
Key
words:
Alcides Greca - travel
literature - recollections - visuality
Recibido: (15/06/09)
Aceptado: (15/03/10)
Versión final: 24/05/10
Notas
(*) Escuela de Letras. Facultad de Humanidades y Artes
UNR. En este artículo se retoman cuestiones trabajadas en mi tesis de
licenciatura.
[1] Agradecemos la generosa dedicación en la dirección de
este trabajo de
[2] Cfr. MONTELEONE, Jorge: El relato de viaje. De Sarmiento a Umberto Eco, El Ateneo, 1999, p.
11.
[3] Cfr. ETTE, Ottmar: Literatura de viaje. De Humboldt a
Baudrillard, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México DF, 2001, p.11.
En esta dirección, consideramos interesante la tesis central de este libro de Ottmar ETTE ya que plantea que la fascinación del relato de
viajes se basa en los movimientos de entendimiento omnipresentes en la
literatura de viajes, considerados como movimientos de entendimiento en el
espacio. Estos movimientos conllevan figuras según el latinoamericanista alemán
como por ejemplo: el círculo, péndulo, la línea, la estrella, el salto. Ver
capítulo “Cartografía”
[4] En rigor, según el diccionario de
[5] MONTELEONE, Jorge: El relato de viaje. De Sarmiento a Umberto Eco, El Ateneo, 1999, p.
13-14
[6] Por ejemplo, en el cap. XII, GRECA nos relata:
“¡Los lagos del
sur! Fue un largo sueño acariciado (…) Mi viejo sueño está a punto de
cumplirse” p. 125.
[7] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 6.
[8] Cfr. MONTELEONE, Jorge: Op. cit., p. 18.
[9] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 5.
[10] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 6.
[11] GRECA, Alcides: Op. cit., p.180.
[12] Un ex libris consiste en una etiqueta o
sello de contenido artístico que se ha reproducido con cualquiera de las
técnicas de grabado existentes y que algunas personas o instituciones
acostumbran a colocar en una de las primeras páginas de sus libros como marca
de propiedad.
[13] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 5.
[14] Su opinión aparece en La torre… en el idioma original, en francés.
[15] Sus líneas son recopiladas en italiano.
[16] BOURDIEU, Pierre: Capital cultural, escuela y espacio social, Siglo XXI, Bs. As.,
2008, p. 69 (1º ed. 1997)
[17] GRECA, Alcides: Op.
cit., p. 24.
[18] BOURDIEU, Pierre: Cap. 1: “Campo intelectual,
campo del poder y habitus de clase” en Campo del poder y campo intelectual,
Folios ediciones, 1983, Buenos Aires, p.22.
[19] Ver el artículo de CHIROLEU, Adriana: Cap. IX:
“
[20] En “La torre…” también hace alusión a sus encierros como preso
político. A raíz de su experiencia
de encierro, asimismo escribe en 1934 “Tras el alambrado de Martín García”, que
denunciaba las corruptelas del régimen
[21] Para hacer un breve recorrido histórico, en
relación a este tema, podemos sostener que los primeros planos de
embellecimiento y extensión en
El primer ensayo en
http://www.mundourbano.unq.edu.ar/index.php?option=com_content&task=view&id=42&Itemid=43
[22] Cfr. RIGOTTI, Ana Ma.: “La ciudad y la vivienda como ámbito
de la política y la práctica profesional” en SURIANO, Juan (Coord.): Nueva Historia argentina; FALCON,
Ricardo (Dir.), Democracia, conflicto
social y renovación de ideas (1916-1930), Sudamericana, Bs. As., 2000,
p.288.
[23] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 39
[24] Cfr. RIGOTTI, Ana Ma.: Op. cit., p. 298.
[25] Las inquietudes intelectuales de Greca se
relacionan directamente con
[26] Cfr. CHIROLEU, A: Op. cit., p.362.
[27] Ver el artículo de Adriana CHIROLEU sobre la
reforma universitaria en su conjunto.
[28] Cfr. CHIROLEU, A.: Op. cit., p.
364.
[29] El 18 de setiembre de 1909, el Congreso de
La torre es de forma cuadrangular y está orientada hacia los cuatros
puntos cardinales. Los materiales empleados en la construcción fueron cemento y
piedras "portland" y ladrillos de máquina rojos del tipo
"Leicester". Todo el personal técnico, como los materiales,
salvo la arena y el agua, fueron traídos de Inglaterra. Su altura total es de
Sobre la puerta principal, está escrito "al gran pueblo
argentino", los residentes británicos, salud, 25 de mayo 1810-1910".
[30] GRECA, Alcides: Op. cit., p.8.
[31] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 7.
[32] Cfr. VIDELA, Oscar: “Ambiente urbano e idea de
la ciudad. Las imágenes de los viajeros en Rosario a mediados del siglo XIX”,
CESOR/FHA/UNR, Colec. Papeles de Trabajo, Rosario,
Año 2, Nº 1, 1997.
[33] El Palacio Barolo fue construido por el
arquitecto italiano Mario Palanti para Luis Barolo,
un poderoso empresario textil. El edificio fue inaugurado en 1923, su cúpula
central está a la altura de un piso 24 (22 pisos y 2 subsuelos). Posee un faro
de 300.000 bujías en su cúpula que se encuentra en condiciones de funcionar
actualmente, por medio del mismo se anunció a la costa de Uruguay los
resultados de la famosa pelea Dempsey-Firpo. Una
usina propia la autoabastecía en energía. En la década del ´20, esto lo
convertiría en lo que hoy denominaríamos “edificio inteligente”. Palanti era un estudioso de Dante Alighieri y por ello el
edificio está lleno de referencias a
Su dirección es Avenida de Mayo 1370. El Palacio Barolo detenta un sentido autocelebratorio del inmigrante.
[34] AUGE, Marc: Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Gedisa, Barcelona, 2007, p. 91.
[35] Cfr. AUGE, Marc: Op. cit., 85.
[36] Cfr. AUGE, Marc: Op. cit.,
p.91.
[37] ETTE, Ottmar: “Los caminos
del deseo” en Revista Humbold,
Año 46, 2004, nº 141.
[38] GRECA, Alcides: Op. cit., p.6.
[39] 13 años más tarde de acontecido el malón,
Greca filma una recreación de aquellos sucesos. Los actores participantes
fueron el cacique mocoví Mariano López, líder del levantamiento que participó
en ambos acontecimientos. El papel del cacique rebelde Jesús Salvador y de su
compañera de andanzas Rosa Paiquí, fueron los dos
únicos actores profesionales, provenientes del ámbito teatral. Ella la actriz
Rosa Volpe. El resto de los participantes fueron los
indios lugareños, la paisanada local y los familiares y amigos del mismo
Alcides Greca.
La película se estrenó el día 4 de abril de 1918 en el Palace Theatre de Rosario. Luego, el 31 de julio del mismo año, en
la ciudad de Buenos Aires en la céntrica calle Corrientes en el célebre
cine-teatro de entonces Smart Palace. La Greca Film "Empresa
Cinematográfica Rosarina" de Alcides Greca funcionó en Av. Pellegrini 1655
de la ciudad de Rosario. Originalmente este largometraje llegaba a 85 minutos.
En 1967, Fernando Vigevano del Cine Club de Rosario,
logró hacer una nueva copia que por el deterioro del tiempo quedó con una
duración de 58 minutos. La película fue coloreada por tramos. La presentación,
el epílogo y cada capítulo estaban virados a un color distinto. Uno al verde,
al sepia, rojo, etc. En su traspaso a 16mm se dejó en blanco y negro. Una
curiosidad fílmica es que la toma "aérea" del rancherío incendiándose
fue imaginativamente resuelta con una pequeña maqueta y desde el trípode de la
cámara colocada en picada simularon la quema del rancherío como represalia
contra la toldería mocoví. Ver la sig. Pág. Web:
http://www.pampagringa.com.ar/BIOGRAFIAS/GRECA_Alcides/ultimo_malon.htm
[40] Ver
http://www.pampagringa.com.ar/BIOGRAFIAS/GRECA_Alcides/ultimo_malon.htm
[41] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 198.
[42] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 16.
[43] SALABERT, Pere: Figuras
del viaje. Tiempo, Arte, Identidad, Documento de re trabajo 2, Escuela de
Bellas Artes, Facultad de Humanidades y Artes, UNR, Ed. Homo Sapiens, Rosario,
1995, p. 50.
[44] TODOROV, Tzvetan: Nosotros y los otros, Siglo XXI,
México, 1991, p. 21.
[45] GRECA, Alcides: Op. cit., p.64.
[46] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 68.
[47] Cfr. ETTE, Ottmar: “Los caminos
del deseo” en Humbold,
Año 46, 2004, nº 141, p.10. Ya que
todo desplazamiento en el espacio, decía Lévi-Strauss,
es un desplazamiento en la escala social, consideramos que Ette
reformula esta concepción de Lévi Strauss.
[48] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 126.
[49] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 139.
[50] GRECA, Alcides: Op. cit., Cap. XII Una visión de los lagos”, p. 137.
[51] Marc Augé en “Por una antropología de la movilidad”
opone la mirada del turista a la mirada del etnólogo, quien tiene la capacidad
para objetivarse indefinidamente”
[52] Videla sostiene que la definición de gran
ciudad llegará con la finalización de la construcción del ferrocarril, la
extensión de la planta urbana y sus servicios, a finales de 1860. Ver VIDELA,
Oscar: Op. cit. Aunque como disposición formal,
Rosario es declarada ciudad en 1852.
[53] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 23.
[54] GRECA, Alcides: Op.
cit., p. 168.
[55] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 16.
[56] GRECA, Alcides: Op.
cit., p. 175.
[57] Cfr. ETTE, Ottmar: Op. cit., p. 34
[58] ROMANO SUED, Susana: “El umbral de la mirada: Kodak de
María Teresa Andruetto” en AAVV: Umbrales y catástrofes: literatura argentina de los ’90, Epoké ediciones, Córdoba, 2003, p. 244.
[59] ETTE, Ottmar: Op. cit., p. 35.
[60] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 193.
[61] PRATT, Mary Louise: Op. cit., p.62.
[62] GRECA, Alcides: Op. cit., Cap VI El Perú, p. 33.
[63] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 54.
[64] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 54.
[65] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 59.
[66] El río Rímac es un río
del Perú, perteneciente a la vertiente del Pacífico, en
el que desemboca tras bañar la ciudad de Lima.
También se le llama el “Río hablador” por el ruido que hacen sus aguas junto a
las piedras.
[67] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 62.
[68] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 109.
[69] BRUNER, Jerome y WEISSE, Susan: “La invención del yo:
la autobiografía y sus formas” en OLSON, David y TORRANCE, Nancy: Cultura escrita y oralidad, Gedisa,
Barcelona, 1991, p. 83.
[70] ROMANO SUED, Susana: “El umbral de la mirada: Kodak de
María Teresa Andruetto” en AAVV: Umbrales y catástrofes: literatura argentina de los ’90, Epoké ediciones, Córdoba, 2003, p. 243.
[71] BOURDIEU, Pierre: Capital cultural, escuela y espacio social, Siglo XXI, Bs. As.,
2008, p. 36.
[72] Cfr. VIDELA, Oscar: Op. cit., p. 2.
[73] CASTAGNA, Alicia Inés y WOELFLIN, Ma. Lidia:
Cap 5 “La economía rosarina desde la sustitución de importaciones hacia la
reestructuración productiva” en FALCON, Ricardo y STANLEY, Myriam (Dir.): Op. cit., p. 229.
[74] RIGOTTI, Ana María: Op. cit., p. 286.
[75] Cfr. FALCON, Ricardo y STANLEY, Myriam (Dir.): Op. cit., p.172.
[76] Este período se caracterizó además por la
concentración urbana, fundamentalmente en el Litoral,
[77] GRECA, Alcides: Op.
cit., p. 24.
[78] Cfr. GRECA, Alcides: Op. cit., p. 25.
[79] Cfr. GRECA, Alcides: Op. cit., p. 26.
[80] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 19.
[81] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 19.
[82] Cfr. MONTALDO, Graciela: Fábulas culturales y fábulas de identidad en América Latina,
Beatriz Viterbo editora, Rosario, 2004 (1º ed. 1999), p. 144.
[83] Cfr. GRECA, Alcides: Op. cit., p. 22.
[84] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 118.
[85] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 16.
[86] Cfr. MONTELEONE,
Jorge: Op. cit., p. 15.
[87]
GRECA, Alcides: Op. cit., p. 69.
[88] Cfr. SALABERT, Pere: Op. cit., p. 43.
[89] SALABERT, Pere: Op. cit., p. 45.
[90] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 142.
[91] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 76.
[92] Según Ana María Rigotti, el urbanismo
se consolidó internacionalmente como dominio especializado de saber y de acción
hacia 1910 pretendiendo resumir en sí -desde una perspectiva comprehensiva y
superadora- los recursos y procedimientos de distintas aproximaciones parciales
a la cuestión urbana y a la ciudad, propias del arte urbano, las ingenierías,
la higiene, la topografía social, la estadística, la agrimensura, etc. Ver
Programa de Seminario de Doctorado de
[93] Para establecer estas diferencias entre los medios de
locomoción y las perspectivas que instauran tomamos como eje disparador las
apreciaciones de J. MONTELEONE en El
relato de viaje. De Sarmiento a Umberto Eco, Ed. El Ateneo, Bs. As., 1998
[94] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 31
[95] Cfr. GAY, Peter: La
experiencia burguesa II. De Victoria a Freud. Tiernas pasiones, FCE,
México, 1992, p. 303.
[96] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 30.
[97] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 118.
[98] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 140.
[99] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 81.
[100] GRECA, Alcides: Op.
cit., p.16.
[101] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 91.
[102] Cabe destacar que la figura de Sarmiento fue
de muchísimo interés para Greca. No es casualidad que sea tan recurrente la
literatura sarmientina, su persona, su cosmovisión en
este libro que estamos analizando. Según nuestra investigación, en 1938
[103] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 125.
[104] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 141.
[105] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 143.
[106] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 143.
[107] GRECA, Alcides: Op. cit., p.78.
[108] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 51.
[109] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 15.
[110] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 49.
[111] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 50.
[112] GRECA, Alcides: Op.
cit., p. 69.
[113] MONTELEONE, Jorge: Op. cit., p. 243.
[114] GRECA, Alcides: Op. cit., p.10.
[115] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 10.
[116] GRECA, Alcides: Op. cit., p. 91.