“De obreros a vándalos”. Análisis de un ‘estallido social’ en el puerto de Mar del Plata, 28 de junio de 2000[1]
Guillermo J. Colombo(*)
(UNMDP-CONICET; guillecolombo23@hotmail.com)
Introducción
“No bien una chispa de pasión, que brota de cualquiera de ellos, electriza a este montón de individuos, se produce súbitamente una especie de organización, algo así como una generación espontánea. La incoherencia se cambia en cohesión; el confuso rumor se convierte en voz clara y distinta y de pronto aquel millar de hombres que antes tenían distintos sentimientos y distintas ideas, no forman más que una sola bestia, una fiera innominada y monstruosa que marcha hacia su fin con una ferocidad irresistible”
Eugenio Cuello Calón, La criminalidad anarquista.
El puerto, los barcos amarillos y los pescadores constituyen uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad de Mar del Plata (MdP). Sin embargo, esa imagen de tarjeta postal es frecuentemente tensionada a partir de los altos niveles de conflictividad social que sufre y sufrió la industria pesquera. Entre los episodios del pasado que merecen atención se destacan los olvidados acontecimientos del 28 de junio de 2000, cuando alrededor de 300 obreros,[2] entre los que se encontraban trabajadores de la pesca (marineros) y del pescado (fileteros cooperativizados),[3] luego de una asamblea, iniciaron una movilización por las calles del puerto. En el recorrido, entre cuatro y cinco plantas de procesamiento de pescado fueron atacadas. El hecho fue retratado por distintos medios periodísticos locales. El diario El Atlántico (E.A.) tituló su portada “Estallido Social en el Puerto” y en sus páginas se lee “Los empleados, algunos de ellos con décadas en la empresa, no recuerdan haber visto una protesta similar o al menos ‘jamás con las consecuencias y la violencia acontecida ayer’”.[4] Para el diario La Capital (L.C.) “La jornada de ayer (fue), una de las más violentas registradas en los últimos tiempos en Mar del Plata”.[5] Un periodista de TV expresó “Conmoción en Mar del Plata, en el Puerto principalmente, hace más de 100 días que el conflicto se mantiene. No hay solución. Y hoy se produjo esta violentísima acción…”.[6] Por su parte, el semanario Noticias y Protagonistas señaló que la jornada “será recordada por los marplatenses y el resto del país como un día histórico: el día en que entramos en la lamentable estadística de ser la segunda ciudad más violenta del país después de Neuquén”.[7]
Estos eventos alentaron diferentes interpretaciones en los ámbitos periodísticos y gubernamentales. La mirada más extendida definió al acontecimiento como un “estallido” y muchos de los discursos, para explicar sus causas, acudieron a la influencia de una “mano oculta” y a la presencia de “infiltrados”. Otros calificaron a los manifestantes directamente como “vándalos” y “agentes irracionales”.
Muchas de estas caracterizaciones “oficiales” también aparecen en otros episodios de beligerancia popular.[8] Es por ello que, desde nuestra óptica, creemos aquellos episodios merecen un examen más atento. Se trata, cómo en todo hecho social, de no contentarnos con las apariencias, sino intentar penetrar en los sistemas de relaciones subyacentes. ¿Qué hay detrás del estallido? ¿Quiénes fueron los sujetos que lo protagonizaron? ¿Cuáles eran sus demandas y sus horizontes? ¿Quiénes sus enemigos? ¿Cuál fue el contexto? ¿Constituyó un episodio que modificó el territorio social donde ocurrió o fue sólo un estallido sin consecuencias? Y finalmente ¿por qué una movilización más o menos habitual en las calles del puerto marplatense terminó convirtiéndose en un “día de furia”?[9] Esta preocupación, que refiere a desentrañar los significados, mecanismos e impactos de la acción colectiva violenta, pretende colaborar en la comprensión de episodios donde, como señala Auyero, se produce la transición desde relaciones civiles más o menos pacíficas a períodos de rebelión y beligerancia.[10] No obstante, desde nuestra perspectiva, dicha interpretación construye una dicotomía demasiado fuerte al separar las relaciones sociales pacificas de los períodos de “guerra”. Pensamos que son los procesos de normalización implementados por el poder los que cotidianamente construyen consenso y hacen pasar por naturales relaciones sociales de explotación, dominación y subordinación, muchas veces construidas y mantenidas mediante el uso de “violencias legales”. Cuando ello discurre serenamente se le da el nombre de “paz” a lo que debería considerarse una “guerra invisible”.[11] De ahí que los momentos en que esa “paz” se quiebra, cuando se cuestiona el orden social instituido, cuando emerge la violencia disidente, se recurra a interpretaciones que pretenden ver en ellos “estallidos” o “episodios fenoménicos”, procurando ocultar, consciente o inconscientemente, sus raíces.
En este artículo intentamos “desmenuzar” el hecho para entenderlo en su complejidad. Precisamente, se trata de desarmar el “rompecabezas”, reconocer sus partes y procurar rearmarlo. Pensamos que un hecho semejante no puede explicarse a partir de las “intenciones” iníciales de individuos o grupos, sino que esas intencionalidades devenidas en acciones se mezclan, transformándose, dando forma al acontecimiento. Éste, finalmente, no obedece a ninguna planificación y mucho menos a una “dirección consciente”. Aunque tampoco la imagen de lo “espontaneo” en sentido puro nos permitirá comprenderlo. El hecho es el producto de una trama donde la falta de trabajo, la crisis pesquera, las disputas de la burguesía, la acción de los funcionarios, el enfrentamiento de clase, la presencia del activismo, los conflictos entre trabajadores, la desesperación, los agravios y el recuerdo de promesas incumplidas, constituyen los determinantes que se entremezclan dando como resultado la ruptura de un código de conducta implícito, y es allí, finalmente, cuando los trabajadores se vuelven “vándalos”.
De la crisis a la protesta
Nuestro “estallido” tiene que comprenderse en el contexto histórico en que se produjo. Hacia finales de la década del noventa la industria pesquera atravesó una profunda crisis manifiesta a partir de los más bajos niveles históricos de captura de la principal especie comercial, la merluza hubbsi. Este fue el contexto en el cual todos los actores del escenario pesquero se activaron y comenzaron a protagonizar distintas protestas. Para comprender este proceso se vuelve necesario brindar al lector un mínimo de conocimiento sobre las características de la pesca. Es ésta una actividad extractiva con poco valor agregado en el procesamiento de su producción. Su desarrolló y expansión a partir de mediados de la década del setenta se vincula casi con exclusividad al mercado externo y reproduce la relación que ubica a nuestro país como exportador de materias primas. Durante los años ‘90s la pesca sufrió transformaciones que dejaron como saldo una particular concentración empresarial, la extranjerización de la flota y nuevas modalidades de explotación de un sector de trabajadores a partir de la implementación de pseudo cooperativas de trabajo para el procesado del pescado.[12] El crecimiento de la concentración empresarial comenzó con el quiebre de 14 empresas dedicadas a la pesca, consecuencia de la nueva política económica aperturista y del abandono de la promoción de subsidios a las industrias locales. Al mismo tiempo, con el correr de la década se produjo una tendencia a la integración vertical de las diferentes actividades (extracción, procesado y comercialización). Por otra parte, el impulsó a la extranjerización vino de la mano de los convenios de Charteo[13] y el acuerdo con la Comunidad Económica Europea[14]. Respecto de las cooperativas, su origen data de los comienzos de la década del noventa cuando, después de las quiebras de las empresas, un importante número de trabajadores quedó en situación de desocupación como consecuencia del cierre de las fábricas. Esta situación posibilitó que ante la reconfiguración de la política pesquera y el renovado crecimiento de la actividad, esos trabajadores fueran re-insertos en el circuito productivo pero bajo una nueva forma en el vínculo laboral. Así, alrededor del cincuenta por ciento de la mano de obra para el procesado del filete de merluza pasó a trabajar como monotributistas en cooperativas de dudosa legalidad, las que en numerosas ocasiones fueron denunciadas como cooperativas “truchas”[15]. A su vez, por aquellos años, el puerto de MdP perdía su otrora supremacía sobre el resto de los puertos pesqueros del país, al mismo tiempo que crecían la cantidad de buques procesadores y factoría que operaban en el caladero nacional y se mantenía en la misma cuantía el número de buques fresqueros. Vale aclarar que la flota pesquera industrial de altura se divide en dos grandes grupos, los fresqueros y los congeladores. Los primeros son barcos que refrigeran su captura con hielo y que pueden tener mareas de hasta quince días, tras lo cual deben llevar la materia prima a las plantas de procesado en tierra. Los segundos poseen sistemas de congelado, lo que les permite procesar la materia prima a bordo y están clasificados según el arte de pesca que domina su operatoria. A fines de facilitar la comprensión, decimos empresarios “fresqueros” y empresarios “congeladores” refiriéndonos a los dueños de este tipo de buques.
Con todo, la situación social se mantuvo en cierta medida estable mientas la actividad pesquera crecía. Al contrario, ante la aparición de una importante crisis de sobrepesca, los conflictos estallaron, mostrando la debilidad un modelo productivo basado en la pesca indiscriminada, sin que se respeten los criterios de sustentabilidad biológica.[16] Hasta el año 1997 los niveles de captura de pescado se incrementaron en volúmenes inéditos, para después caer vertiginosamente hasta la posterior recuperación en los años 2001 y 2002, pero ya sobre cantidades mucho menores.[17] Durante estos años, desde la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (SAGPyA) se sancionaron vedas con el objetivo de permitir la recuperación de los niveles de reproducción de la merluza.[18] Las vedas se aplicaron sobre una estructura pesquera sostenida sobre la base de grandes volúmenes de capturas y una sobrecapitalización, por lo cual cada medida que implicó una restricción general de la pesca provocó las reacciones de los distintos actores del escenario pesquero alimentando enfrentamientos en múltiples sentidos. Uno de los rasgos principales de la dinámica conflictual fue la división dentro de la burguesía pesquera.
El conflicto suscitado por la escasez de merluza tuvo expresión el nivel jurídico-político en torno de la Ley Nacional de Pesca. Por un lado se posicionaron los grupos económicos vinculados al sistema fresquero con fuerte presencia en Mar del Plata y quienes asumieron el liderazgo de la Cámara Argentina de Armadores de Buques Pesqueros de Altura (CAABPA). Por otro, los grupos económicos ligados al sistema congelador, radicados principalmente en el sur del país y representados por la Cámara de Armadores de Pesqueros Congeladores de la Argentina (CAPECA). Este esquema se complejiza al incorporar a los integrantes del Consejo de Empresarios Pesqueros Argentinos (CEPA), que con asiento en Mar del Plata y con posesión de buques fresqueros, también tenían intereses en el sur y barcos congeladores. El CEPA, conformado por los grupos económicos Solimeno, Moscuzza, Giorno y Santa Elena en los inicios del año 1998, es un organismo que no llegó a adquirir el status de cámara, pero que constituyó el armado institucional desde el cual los grupos que lo integran se distanciaron de la CAABPA -aunque sin abandonarla- y proyectaron sus perspectivas para la pesca.
Cada sector pretendió influir a través de diferentes acciones sobre las políticas del gobierno, procurando hacer recaer la crisis sobre el otro tipo de flota. Los “fresqueros” fueron generando consenso entre la ciudadanía marplatense, tomando su reclamo la forma de una demanda con contenido “popular” (con apelaciones al pueblo marplatense). Así, confluyó en una “alianza”[19] con sectores de los trabajadores y la intendencia municipal en contra de la burguesía “congeladora” constituyendo un ámbito de intereses comunes que podríamos definir como corporación económica[20] y con la legitimidad que emanaba de considerar al sistema fresquero como el que más empleo generaba y el preponderante en la ciudad.[21] La expresión institucional de esa alianza fue la conformación de la Multisectorial en Defensa de la Pesca Argentina, la que producto de la movilización consiguió la habilitación para que los fresqueros continuaran pescando, conservando así el trabajo de los marineros de este tipo de buque así como el de los fileteros de las plantas de procesado. Sin embargo, la alianza estaba signada por el conflicto entre las clases que la componían, evidenciando reiteradas tensiones.[22]
Dentro de este contexto fueron adquiriendo protagonismo las protestas desarrolladas por los trabajadores de las cooperativas, quienes a medida que avanzaba la crisis de la pesca veían disminuir las horas trabajadas y en muchos casos quedaban desocupados. Vale aclarar que los obreros de las cooperativas fueron (y son) los más perjudicados en las coyunturas de escasez de pescado debido a que, al contrario de aquellos obreros que están bajo relación de dependencia, no cuentan con una garantía horaria[23]. Con lo cual, al no haber pescado no trabajan y no reciben salario. A su vez, por trabajar “en negro” no pueden integrar el sindicato, ya que el estatuto del gremio que los agrupa, Sindicato de Obreros de la Industria del Pescado (SOIP), habilita solamente a los trabajadores en relación de dependencia a participar de la vida gremial con sus derechos y obligaciones. Desde 1997 sus acciones por fuera de la dirigencia gremial se multiplicaron, al tiempo que se hizo visible la presencia de dos grupos diferenciados de trabajadores con consignas disímiles. Por un lado los dirigentes de la Unión Obrera del Pescado (UOP) -organización vinculada al Partido Obrero y que se constituyó como representante de los trabajadores de las cooperativas al calor de las protestas callejeras que tuvieron lugar desde mediados de los años ’90-, quienes planteaban una fuerte denuncia hacia las cooperativas y exigían un subsidio para los obreros desocupados. Por otro, los denominados Autoconvocados, quienes priorizaban la reactivación del puerto local, “pedían trabajo y no subsidios” y, al igual que los fresqueros, responsabilizaban a los congeladores por la crisis de la pesca. Es así que ya desde este temprano 1997, un amplio grupo de trabajadores consideraba a “los congeladores” como uno de sus enemigos, quizá el principal.
El “estallido” tuvo sus antecedentes
En general las categorías entre policiales y periodísticas como la de “estallido” borran las huellas del hecho que pretenden explicar, con lo cual carecen de un elemento clave a la hora de comprender un acontecimiento de tales características: la perspectiva histórica. Por ello, antes de ingresar en el “día de furia”, en este apartado intentamos rastrear algunos sucesos que se nos presentan como antecedentes y que contribuyen, a nuestro entender, con una explicación más abarcadora. Mencionamos recién que ya en una de las primeras protestas registradas a mediados de 1997 los “congeladores” aparecían a la vista de los trabajadores como uno de los principales culpables de la depredación de la merluza. Ésta “culpabilidad” fue constantemente esgrimida por los empresarios “fresqueros” en su disputa por asegurarse las posibles cuotas de pescado. En esa lucha conquistaron el apoyo de los gremios pesqueros, la intendencia municipal e incluso el del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf. Pero en paralelo a la disputa entre los empresarios, la crisis de la pesca impactaba fuertemente en los trabajadores de las cooperativas. En junio de 1999 representantes del SOIP exponían la situación de los trabajadores en el Concejo Deliberante de la ciudad de MdP:
“…hace más de 15 días que no hay pescado, y por lo tanto no se cobra un peso. La más afligente es la situación de los trabajadores en negro de las seudocooperativas, ante las cuales no hay ningún reclamo y que son parte del sistema de los empresarios que, de esta manera se ahorran millones en aportes. El jueves hubo una reunión en el SOIP con más de 700 trabajadores y sus familias clamando por un poco de comida. Hay hambre, ya existen familias enteras que llevan más de un día sin comer, los chicos lloraban porque les dolían las tripas y es una situación que va para largo, y que puede explotar en cualquier momento. Hoy venimos a pedirles que nos ayuden, pero quizás mañana no los podamos contener y nos tengamos que poner a la cabeza de una movilización que llegue hasta acá o a un supermercado.”[24]
Ese mismo día, la dirigencia gremial pidió “al poder político” que interceda ante supermercados, almacenes, matarifes, empresas de transporte y estaciones de servicios. Solicitaron comida, querosén, pases de colectivos, etc. “…a fin de evitar un desborde social”.
No hubo que esperar demasiado para que aquella advertencia finalmente se concretara. El 14 de febrero de 2000 un grupo de trabajadores cooperativizados resolvió iniciar una serie de medidas de fuerza para reclamar al gobierno nacional el pago de 6.000 subsidios. Explicaron que “los que realmente tenemos problemas somos los trabajadores en negro. Los efectivos tienen una garantía de horario que establece que en caso de vedas o de poca pesca cobrarán igual el sueldo, y en algunos casos con bono. Nosotros de eso no tenemos nada”.[25] La medida de fuerza se concretó el día 21, donde se instaló una olla popular frente a la Municipalidad. Al mes siguiente, un grupo de trabajadores se movilizó hasta la sede de la CAABPA. Según el diario L.C. “Todo comenzó aproximadamente a las 14 frente al edificio ubicado en la calle Alem con la participación de aproximadamente trescientos trabajadores de la pesca que pretendían escrachar a los empresarios del sector por el incumplimiento del acuerdo alcanzado a principios de año con relación a las relaciones laborales”.[26] Al no tener una respuesta, los trabajadores decidieron arrojar piedras contra la sede de la Cámara. Domingo Novero, entonces secretario general del SOMU, reconoció que “La situación se salió de control” y lamentó lo sucedido dado que “nuestra intención era protestar pacíficamente”. Sin embargo señaló que era difícil contener a trabajadores que se sintieron usados.[27] El día 13 de junio, en una manifestación encabezada por la UOP a la Municipalidad, alrededor de 100 personas coparon las calles aledañas del edificio y arrojaron piedras. Los trabajadores expresaron que la ayuda alimenticia no alcanzaba y señalaron que estaban cansados de “dar vueltas, negociar y no avanzar en nada”.[28]
En mayo del año 2000, en rechazo a una nueva veda que el gobierno había anunciado en el mes de abril, se produjo una movilización de la Multisectorial a Capital Federal que conquistó la promesa por parte del entonces presidente de la nación, Fernando de La Rúa, de volver a declarar la Ley de Emergencia Pesquera, habilitando la pesca de los fresqueros e impidiendo la de los congeladores. No obstante, el retorno a MdP mostró que la alianza establecida en función de enfrentar el cierre del caladero se rompía cuando los trabajadores intentaban imponer sus reivindicaciones. Ante la negativa a tratar un aumento salarial, todos los gremios pesqueros, con la excepción del SOIP, decidieron continuar con el paro que habían decretado antes de movilizarse a Capital Federal. Argumentaban que los empresarios “se habían comprometido a sentarse a dialogar y nunca lo hicieron”. A través de un documento señalaban la coincidencia con los empresarios en los aspectos referidos a la expulsión de los congeladores y la continuidad de la pesca, pero incluían otros puntos como la relación de dependencia de todo el personal y el aumento salarial.[29]
Días después, desde la delegación local de la Confederación General de Trabajadores, los gremios acusaron a los empresarios de haber “usado a los trabajadores” para asegurarse la captura de merluza y luego “haberlos dejado tirados en la calle”. Y ratificaron su decisión de “mantenernos unidos en el reclamo y no parar la medida de fuerza hasta tanto no estén satisfechos todos nuestros reclamos”.[30] El 29 de mayo se producía el ataque a la sede de la CAABPA. Tiempo después, los empresarios no asistieron a una reunión conciliatoria convocada por el Ministerio de Trabajo de la Nación, tras lo cual Novero declaró “Esperaremos hasta el viernes a las 11, cuando reanude la audiencia. Veremos cómo podremos contener a la gente que, lamentablemente como nosotros, se siente usada”.[31]
El “estallido” del 28 de junio de 2000
Pensamos que toda descripción contribuye a la explicación de un fenómeno. Volvamos entonces la mirada sobre lo ocurrido durante ese 28 de junio en las calles del puerto de la ciudad de MdP. Minutos antes de realizarse una asamblea de trabajadores, el dirigente de la UOP Mamerto Verón dijo:
“Estamos hoy acá porque la crisis no se soluciona. Iba a haber un acuerdo para firmar en La Plata pero los empresarios no se presentaron. Sufrimos una burla, una vez más, los trabajadores marineros y fileteros. Las bases hemos decidido unirnos, por sobre los gremios, salir a la calle y movilizarnos como tengamos que movilizarnos. Las acciones las tomaremos en función de la asamblea que tendremos en un ratito. La mayoría de la gente sigue sin trabajar y fábricas son pocas las que trabajan, como Solimeno y Moscuzza. No está trabajando Valastro. Si esto lo tenemos que profundizar, lo vamos a hacer y si tenemos que parar todas las plantas es lo que vamos a hacer. Lo decidiremos en conjunto las bases entre marineros, fileteros y todos los trabajadores de tierra. Hemos esperado demasiado y hacer pasar hambre a nuestras familias. Bueno, llegó el momento de sacar el conflicto a las calles para que triunfe nuestra causa. Entre las propuestas de los compañeros figura montar ollas populares frente a las mansiones de los empresarios pesqueros. Esto será debatido, si lo aceptamos entre todos es lo que haremos. Hoy es el comienzo de lo que tendríamos que haber hecho en un principio, unirnos entre todos... Pero, bueno, siempre los empresarios y los gremios ponen barreras para que las bases de la pesca no se unan. Ahora estamos rompiendo todas las barreras. Las bases rebasaron ya a las dirigencias, porque acá está en juego la comida y educación de nuestros hijos.”[32]
La intervención de Verón, previa a la movilización que terminará con el ataque a las fábricas, señala algunos aspectos clave respecto a la situación de los trabajadores. En primer lugar menciona un nuevo agravio, una nueva burla, cuando los empresarios volvieron a ausentarse en la reunión que el Ministerio de Trabajo llamó para tratar de llegar a un acuerdo entre las partes en conflicto. Además, el dirigente resalta la unidad de los trabajadores de tierra y los marineros por sobre la dirigencia gremial, la cual es considerada como otro de los enemigos. También anuncia la intención de provocar la detención del trabajo en todas las plantas pesqueras. A su vez, manifiesta que existía una fuerte determinación respecto a las medidas para reclamar (dice: “movilizarnos como tengamos que movilizarnos”). Por su parte, Carlos Salé, marinero afiliado al SOMU expresó: “Son las bases del SOMU, más la gente de tierra, que estamos acá tomando una medida de protesta, para que los empresarios que hacen lobby con los congeladores, permitan a los demás sentarse a conversar con nuestro gremio… No vamos a quedarnos sentados en nuestras casas esperando a que esto se resuelva para fin de año, vamos a salir a luchar.”[33] En esta intervención aparecen los empresarios congeladores como el enemigo.
El diario E.A. continúa del siguiente modo su relato sobre los acontecimientos “…al tratarse el camino a seguir, hubo quienes dijeron ir a romper las fábricas. La mayoría aceptó la idea y así empezó el conato de estallido social, tan temido en Mar del Plata”.[34] A partir de imágenes televisivas podemos reconstruir el recorrido de los manifestantes y rescatar las expresiones que se escucharon durante su trayecto. En el camino se destacan ocho ubicaciones. El punto A) Édison y 12 de Octubre. Allí se produjo la asamblea en la que decidieron marchar hacia las fábricas de procesado de pescado. Desde allí, y por la calle 12 de Octubre, llegaron al punto B) la primera fábrica atacada, perteneciente al grupo Giorno en Ayolas 3075. Prendieron fuego la puerta y rompieron vidrios. Por la calle Pescadores llegaron al sitio C) Ortiz de Zárate 2950 donde se ubica la fábrica propiedad de Moscuzza. Allí rompieron vidrios, voltearon un auto, quemaron la puerta, destruyeron los vidrios de un camión de la empresa, discutieron con trabajadores que estaban en el interior de la planta, dialogaron con los medios de difusión. Por Ortiz de Zárate alcanzaron el punto D) la fábrica Pesquera Comercial, sita en Ortiz de Zárate 3645, perteneciente al grupo Solimeno. Allí rompieron vidrios, forzaron una puerta, prendieron fuego un auto. Continuaron por Ortiz de Zárate hasta la calle Don Orione 769 y llegaron al sitio F) la fábrica Cafiero y Polio, donde lanzaron algunas piedras, pero algunos de los manifestantes gritaron que “no”, que ese era un empresario “chico” y continuaron su camino. Doblando por Don Orione, llegaron al lugar G) La planta de Solimeno ubicada en Irala y Don Orione, donde rompieron vidrios. A partir de aquí no pudimos rastrear por donde avanzaron hasta llegar al lugar H) en Juramento y Juan B. Justo donde observaron que grupos policiales realizaban un cordón sobre la calle siguiente, es decir Alejandro Korn. Igualmente los trabajadores avanzaron hasta Korn, llegando al item I), donde alcanzaron a arrojar algunas piedras, pero fueron obligados a retroceder hasta Juramento. Este embrollado recorrido se nos aclara mediante el siguiente gráfico. En rojo representamos el recorrido de los manifestantes por las calles portuarias. Por su parte, cada letra se corresponde con los puntos mencionados arriba. Salta a la vista que la particularidad de la concentración de las empresas en la zona portuaria favoreció el recorrido, que en total sumó 31 cuadras.
Gráfico 1. Recorrido de la protesta, 28 de junio de 2000
Fuentes: Elaboración propia en base al cruce de información del Diario La Capital, El Atlántico y las imágenes televisivas en crudo de Canal 10.
Con respecto a las expresiones vertidas durante el trayecto, se escucharon cánticos como el pedido de “paro general” o la expresión “el puerto no labura” con la cual se pretendía hacer extensiva la huelga de los marineros hacia los trabajadores de la industria que están bajo relación de dependencia. Frente a una fábrica atacada se produjo una discusión entre manifestantes y empleados de la planta. Quienes protestaban acusaban de “traidores” a aquellos trabajadores que continuaban en su labor. También se escucha de parte de un manifestante “Vos estas laburando y nosotros nos estamos cagando de hambre” e “Hijos de Puta, verceros, carneros, cornudos”. A esto siguen declaraciones ante el periodista de un canal de TV. Una mujer señala “No hay trabajo. No tenemos más que darle de comer a nuestros hijos. La situación económica no da para más. Hay gente que está alquilando, que no tiene con que alquilar. La dejan en la calle… y estos (señalando a los empleados de Moscuzza) están trabajando cuando nosotros nos estamos muriendo de hambre”. De este modo, queda en evidencia el conflicto existente entre los trabajadores de las cooperativas y los “estables”. Por otra parte, el periodista pregunta a otra mujer “¿Se vislumbra una solución?” y ésta le responde “No. No se vislumbra nada. Va pasando de una semana a la otra, de un día para otro… ya explotamos. Ya no damos más. Ya estamos indignados. No queríamos llegar a esto”. Vuelve a intervenir la mujer que había hablado antes “Nadie nos da una respuesta para seguir. Vamos a Municipalidad, Calidad de Vida también. Entonces basta, basta”. Otro hombre dice “Estamos cansados de tanto manoseo. Nuestros hijos se están muriendo de hambre. Nos están cortando el gas. Nos están cortando la luz. Todo. No tenemos absolutamente nada”. Una mujer, muy nerviosa, expresa “¿Qué hacemos con nuestros hijos muriéndose de hambre? Y eso se lo digo al señor Aprile (entonces intendente de la ciudad de Mar del Plata por el Partido Radical) que usó a toda la gente para llevarla a no sé qué.[35] Pero el señor Aprile no da la cara ¿Por qué no da la cara?”.
Mientras tanto la movilización continuó. En su trayecto los manifestantes pasaron por una fábrica de procesamiento (Cafiero y Polio) perteneciente a un empresario “fresquero”. Ante el hecho de que algunos pocos arrojaron piedras, se escucha una voz diciendo “no che, a ese no” y el ataque se detiene hasta llegar a otra fábrica, perteneciente al grupo económico Solimeno, la cual si es atacada. Este hecho amerita dos conclusiones. La primera es que finalmente las fábricas atacadas fueron las del CEPA y no las de los empresarios “fresqueros”. La segunda, es que desde el mismo momento en que una fábrica “fresquera” sufrió un ataque, aunque frenado, se evidencia que para algunos manifestantes también era un blanco, si bien terminó primando la postura de aquellos que identificaron al enemigo en los “congeladores”. En una entrevista con el dirigente Luis Verón, la explicación respecto al por qué se atacó explícitamente esas empresas fue:
“Y estábamos en una plena asamblea, bueno… y un marinero conoció a un empresario que pasaba en un BMW en ese momento, que era Pedro Moscuzza. Uno de los marineros lo reconoce y bueno dice ‘ahí va Pedro Moscuzza’. Bueno algunos lo miraron así, porque algunos lo conocían, otros no lo conocían… Entonces Moscuzza baja el vidrio del auto y le hace fuck you a la gente. Ahí lo agarraron, se le fueron encima y bueno… lo sacó la policía en su momento. Y entonces se hizo la asamblea y se resuelve de que… escrachar, hacer una movilización a estas empresas grandes para denunciarlas delante de la opinión pública y los medios, de que estas empresas grandes estaban extorsionando y eran las que se negaban a dar el reclamo de los marineros.”[36]
Es decir, que en el marco de una convicción generalizada de que las empresas grandes eran las que no estaban dispuestas a dar satisfacción a la demanda de los trabajadores, surge un detonante cuando los obreros reunidos en asamblea sufren una burla. Al mismo tiempo, el día del ataque a las fábricas un manifestante afirmaba: “…acá está pasando esto con las fábricas, porque son los empresarios con congeladores, con factorías que están trabajando en el sur. Estos empresarios tienen congeladores les importa un bledo que toda la economía marplatense se caiga”.[37] Aparecían de este modo los empresarios “congeladores” como doblemente enemigos. Primero por poseer este tipo de buques y luego por tener parte de su flota radicada en el sur de la Argentina, con lo cual se los acusaba de no interesarse por sostener la economía de MdP. Asimismo, hubo otro detonante -quizás el más significativo- que motivó el ataque a esas empresas. Este fue un documento que los manifestantes mostraron ante las cámaras de televisión, donde las tres empresas perjudicadas llamaban al conjunto de los integrantes de la CAABPA a no negociar con los obreros. Llamativamente ese documento interno fue puesto al alcance de los manifestantes y, según nos contaron algunos trabajadores, el puerto había amanecido el día 27 “todo pegatinado y panfleteado” con dicho documento. Esta situación llevó a que desde las empresas perjudicadas denunciaran que “la policía permitió una zona liberada”.[38] Por su parte, la revista Puerto se pregunta:
“¿Por qué contra CEPA? No es difícil dar una respuesta a esta pregunta. La lucha que ha desatado el intendente, junto con los gremios portuarios (…), la Cámara de Armadores y Procesadores, UDIPA, y junto con todos ellos los medios de comunicación locales más importantes, ha sembrado la semilla de la discordia que derivó en actos de violencia. Hipócritamente, todos se horrorizaron en la mañana del 29 de junio por los destrozos ocasionados a las empresas pesqueras, desatendiéndose por completo de lo que estaba ocurriendo, como si jamás se hubiese incitado, de una forma u otra, a que esto se llevara a cabo. Según los damnificados, el día de los incidentes una mano negra habría hecho circular una nota firmada por los tres empresarios –Solimeno, Valastro y Moscuzza-, en la que los comprometía directamente porque en ella pedían a la Cámara que no presentaran propuestas. Esta nota aclaraba que, antes de tomar alguna decisión, se les informara; pero al parecer esa parte fue recortada. Si esa nota llegó a manos de los embravecidos trabajadores, modificada, cabe preguntarse quién la sacó de la Cámara siendo este un escrito de circulación interna de los socios. Sin duda ha de ser una persona con acceso a los documentos y con una clara intencionalidad de perjudicar a estos armadores. De todas maneras la responsabilidad de las entidades antes mencionadas escapa a esta carta. En cada uno de sus discursos y manifestaciones públicas han dejado muy claro quiénes son sus enemigos.”[39]
Así, los editores de la revista ubican el origen del ataque en “la semilla de la discordia” instalada en la ciudad por los integrantes de la Multisectorial y los medios de comunicación, creando al CEPA como el enemigo. Al mismo tiempo que señalan la “malicia” de algún miembro de la Cámara que no sólo hizo público un documento interno, sino que además lo modificó. Finalmente, entre cuatro y cinco plantas de procesado fueron perjudicadas. En la fábrica que el empresario Solimeno tiene en las calles Juan B. Justo y Alejandro Korn una formación de Infantería Bonaerense bloqueó el paso de los manifestantes. Estos arrojaron algunas piedras contra la planta pesquera y los policías respondieron con balas de goma y gases lacrimógenos. Ante esto, quienes protestaban retrocedieron y utilizaron carteles publicitarios para cubrirse. Después de algunos minutos comenzaron a acercarse lentamente hasta encontrarse frente a frente con las fuerzas policiales. En ese momento se iniciaron discusiones. Un hombre grita a los efectivos policiales “¿De qué lado están?”. Una mujer señala “Tenemos gente herida. Somos trabajadores, no somos chorros” y sigue con insultos hacia la policía. Luego pregunta “¿Cómo puede ser que nos hagan esto? Después de tanta hambre, de tanta miseria que hemos pasado”. Otro manifestante explica: “llegamos al límite de lo que se puede aguantar”.[40]
Entre las intervenciones ante las cámaras de televisión, que son muchas y difíciles de reproducir, se destacan dos discursos. Por un lado, el reclamo a la policía para que no reprima a trabajadores y, por otro, el llamado para que se movilice toda la ciudad. Un hombre expresa “La policía no puede reprimir a los trabajadores. Hay que reprimir a los delincuentes. Tengo mi libreta de embarco (lo que constata que es marinero y la muestra a la cámara). No somos infiltrados. Somos gente de trabajo que queremos trabajar. Ellos (por los empresarios) no se quieren sentar ni a negociar”. Otros dos hombres discuten con la policía: “Acá el problema no es con la policía. Acá el problema es con los empresarios”. Un policía le responde “Hoy incendiaron todo”. El otro hombre argumenta “Ellos nos cagan de hambre hace dos meses ¿no es violencia eso?”. Y sigue “¿Quién empieza con la violencia primero? Ellos empiezan con la violencia, porque el hambre es violencia”. Reunidos los manifestantes comienzan a aplaudir y cantan “El puerto unido jamás será vencido”. Otro hombre establece una diferencia entre empresas diciendo “acá hay empresas que quieren arreglar y se sienten amenazadas. Son una mafia los tres: Valastro, Moscuzza, son una mafia… Solimeno”. Otro hombre reclama “Que la CGT y la CTA vengan acá. Si son tan combativos que vengan acá. Que los queremos ver acá”.
Respecto a la intencionalidad al atacar las fábricas el dirigente de la UOP, Luis Verón, nos dijo:
“Nunca tuvimos esa política de romper una fábrica o romper algo (…) tratamos de evitarlo, tratamos de parar a la gente, de que no pasara lo que pasó. Que fue que empezaron a agarrar piedras y empezaron a tirar piedras contra las empresas y ya después de ahí un poco que rebalsó todo, porque ya de ahí se fueron a Moscuzza… Va, fuimos, porque nunca nos abrimos nosotros del conflicto, también fuimos.”[41]
Es así como la propia organización que aparecía dirigiendo las acciones se vio sobrepasada por la dinámica de la protesta, a la que terminó sumándose. Como resultado, tres manifestantes fueron detenidos y los obreros decidieron no desconcentrar hasta tanto la policía no los dejó en libertad. Finalmente, los trabajadores se dispersaron pero con la decisión de realizar otra asamblea el día posterior, para evaluar las medidas a seguir. Los acontecimientos habían comenzado con la asamblea aproximadamente a las 11.30 horas de la mañana, y se prolongaron por varias horas. Además, las fuerzas policiales decidieron montar guardias permanentes en los domicilios de los industriales pesqueros debido a que entre los manifestantes se barajaba la posibilidad de realizar “escraches” en las casas de los empresarios. Según el diario E.A. tras los incidentes el reacondicionamiento de las plantas pesqueras demandó una inversión superior al millón doscientos mil pesos.[42]
Después de ocurrido “el estallido” distintas voces expresaron su acuerdo o desacuerdo con los hechos. Las cámaras empresariales, antes enfrentadas, coincidieron en repudiar los hechos de violencia. Por su parte, tanto el SOMU como el Sindicato de Conductores Navales de la República Argentina responsabilizaron a los empresarios por lo sucedido en la medida en que apostaron al fracaso de las negociaciones. En lo que respecta a los legados de la acción, al día siguiente de los acontecimientos los obreros de las cooperativas se dirigieron hacia la sede gremial, expulsaron a la comisión directiva sindical y ocuparon las instalaciones del gremio. Dos años después, los integrantes de la UOP, junto a trabajadores bajo relación de dependencia, agrupados en la Lista Celeste, ganaron las elecciones sindicales del SOIP.
Imágenes construidas: la visión de los medios de difusión
Dada la importancia que tienen en nuestra investigación los medios de difusión, tanto en calidad de fuentes como en la construcción de determinadas imágenes de los hechos -descartando otras posibles- nos pareció necesario dedicar alguna líneas a la intervención de los comunicadores y sus distintas interpretaciones. Comencemos por los matutinos. El diario E.A. se presentó a lo largo de su historia como un periódico ligado al “mundo popular”, más cerca de los intereses de la gente. Dedica seis páginas a los sucesos del 28 de junio de 2000. Señala que “la furia se encendió” tras una asamblea espontánea. Esta figura de lo espontáneo de la convocatoria y de las acciones aparece en otra nota que sostiene “En forma espontánea marcharon hacia las principales fábricas con intereses en el sector de buques congeladores…”. No identificamos una linealidad de juicio en lo que respecta a las acciones. Más bien, podemos ver que está presente la idea de “estallido social” con dos tipos de significados. Uno se vincula a un “estallido” de algo que estaba en germen, a partir de que no se solucionaba el conflicto entre trabajadores y empresarios. Este es el discurso principal. Remite a un acontecimiento, en cierto modo, esperable:
“Luego de meses de inactividad, desempleo y necesidades familiares insatisfechas, la gente perdió la paciencia. Atacaron así la propiedad privada de terceros. Sin embargo, durante meses fueron convertidos en víctimas involuntarias de promesas empresarias incumplidas, de choque de intereses entre las conducciones de los gremios, de presiones y otras formas de convencimiento, ejercidas por los sectores en pugna (fresqueros-congeladores)…”
Y realiza una lectura sociológica de las consecuencias:
“La lectura de lo que pasó, luego de esta iniciativa, es mucho más profunda que los vidrios rotos, los desmanes y las balas de goma. La gente de la pesca ha dicho “basta de corrupción y de vender la patria, basta de robar nuestro trabajo y crear hambre a nuestras familias”. Incluso se han roto los límites de contención de las dirigencias sindicales, las que están al borde de ser desconocidas completamente por sus bases.”[43]
También, el titular de otra nota sugiere “Desocupación, reclamos, hambre… un coctel peligroso”. En este sentido, los manifestantes aparecen como “víctimas involuntarias” que, en alguna medida, se ven obligados a adoptar tales medidas. En esta nota, se transcriben algunas declaraciones de los trabajadores que están orientadas a criticar a los empresarios del CEPA (“…acá en la pesca hay tres personajes que traban todo, con nombre y apellido, son Moscuzza, Solimeno y Valastro…”) y también al gobierno (“…el gobierno está haciendo oídos sordos, acá se paga casi todo en negro, se evaden aportes previsionales y de todo. Es tiempo que el gobierno termine con esta corrupción en la pesca. De lo que pasa, es principal responsable…”). La contratapa sugiere con grandes letras “Hambre y desocupación explotan en el Puerto”. En el sentido de lo anunciado del hecho, un texto firmado por Roberto Fava, con el sugerente título “Estaba cantado” cita algunos párrafos de una nota publicada días antes, según la cual “la crisis pesquera local, que arrastra hacia el temido abismo del desempleo a unos 20 mil marplatenses, está alcanzando ribetes ‘castaño oscuro’. Día a día se palpa que la gente se encuentra al límite y los incidentes pueden desatarse en forma imprevista e incontrolable”. Y en la página siguiente se lee “Estaba escrito. Era tan seguro como que después de dos llega tres o que tras Nochebuena se celebra Navidad”.
Sin embargo, no es este el único sentido que el diario manifiesta. En una nota titulada “De la protesta irracional a los actos de vandalismo incontenibles” se lee: “Lo que había comenzado como una simple asamblea popular (…) se transformó en una movilización y derivó finalmente en desmesurados actos de vandalismo contra distintas plantas dedicadas al procesamiento de pescado”. Se presenta de ésta manera la idea de vandalismo, de hechos sin justificación. Y en otro recuadro se resalta la violencia (“La violencia de los trabajadores portuarios causó graves daños”). Por último, se terminan explicando los hechos como consecuencia del modelo económico implementado y se responsabiliza a los dos partidos políticos mayoritarios de nuestro país.[44]
Por su parte, el diario L.C., que pertenece a un grupo Multimedio del que es cara visible Florencio Aldrey Iglesias, dedicó tres páginas a nuestros episodios. El tono general es de condena y está presente desde la nota principal “La violencia ahondó la preocupante situación pesquera”. Se coloca el foco de atención en la violencia y en quienes la ejercieron, y no tanto en las causas que generaron el hecho. Se habla de los trabajadores que “se volcaron violentamente a las calles” y fueron “desbordes en la manifestación”. Vuelve a aparecer la imagen de lo espontáneo de la convocatoria: “Los acontecimientos comenzaron a desarrollarse poco antes del mediodía, cuando un nutrido grupo de trabajadores embarcados y obreros de la industria pesquera se autoconvocó en la esquina…”. Por otra parte, si bien se reconoce en el desempleo al motor de las acciones, de inmediato se utiliza el concepto de vandalismo (“La falta de trabajo motorizó los hechos de vandalismo”). A su vez, a la hora de evaluar los hechos señala: “Las continuas desavenencias entre los distintos sectores de la pesca que determinaron una parálisis casi total de la actividad, tuvo su punto culminante con una serie de hechos irracionales”. A pesar de presentarse como “irracionales”, los hechos se vinculan con la precaria situación de los trabajadores (“La angustia que los trabajadores del pescado vienen viviendo desde hace casi tres meses explotó ayer…”). La voz de los protagonistas tiene menos espacio y, llamativamente, se menciona la existencia de manifestantes que no habrían estado de acuerdo con la metodología de protesta (“…en Édison y 12 de octubre, decidieron la recorrida que iban a realizar por distintas empresas, quemando gomas, lo que originó algunas discusiones entre distintos sectores, por la metodología de implementar la protesta”). También se alude a la ausencia de la dirigencia gremial.[45]
El semanario Noticias y Protagonistas se ocupó del hecho en su editorial firmada por el periodista José Luis Jacobo, bajo el título de “La tarde de los cristales rotos”. Desde el comienzo de la nota se apunta contra los empresarios fresqueros, sosteniendo que éstos habrían “preparado” el terreno para que “la violencia incontenible” se lanzara contra el CEPA. Para el autor de la nota, que no oculta su simpatía con los agredidos, dicho consejo está conformado por las “empresas que se han atrevido a ser eficientes, que tienen a su personal en blanco y concitan la envidia enfermiza de quienes controlan la Cámara de Armadores”. Refiere al hecho como una: “demostración de poder mafioso que ampara el intendente Blas Aurelio Aprile”. Cuando el autor menciona a los manifestantes, utiliza la noción de turba, la cual estaría dirigida por Domingo Novero. Sugiere: “En horas de la mañana del 27 ya se sabía que un sector de gente de trabajo, abandonada y empobrecida, iba a ser conducida como instrumento de destrucción hacia las empresas más representativas del sector congelador”. Más adelante, en una variante periodística de la teoría de las masas manipulables, casi siempre presente en el sentido común mediático, se sostiene: “un sufrido y sufriente conjunto de trabajadores desempleados (…) fueron conducidos por otro grupo, profesionales del escándalo social, los piquetes, los destrozos y la toma de propiedades ajenas, a una escalada de violencia sin precedentes en la ciudad”. También se ocupa de denunciar el doble juego de algunos empresarios fresqueros, quienes tienen barcos pescando en el sur pero se muestran como empresarios con estrictos intereses en MdP. Al mismo tiempo, señala a los empresarios fresqueros como quienes operan de manera fraudulenta en la actividad: “Son los intereses que sustentan los que negrean a sus trabajadores, los que hacen a la mar a sabiendas de que no tienen permisos de pesca correspondientes y luego escudan su accionar fraudulento y clandestino en acusar, hostigar y violentar al otro”.[46]
El último medio gráfico del que nos ocupamos aquí es la revista Puerto, la otra cara de la Pesca, que en su número N° 11 tituló la columna en que se ocupó de nuestro hecho “Cuando el barro se subleva”. Al momento de definir a los sujetos de la protesta sostuvo que se trataba de “un grupo de trabajadores y algunos infiltrados”. Sin embargo, la revista reconoce que la mayoría de los sujetos eran fileteros “en una penosa situación laboral” que “Con el paro de casi tres meses se vieron imposibilitados de conseguir medios simplemente para comer; debían pedir a los comercios de la zona un poco de arroz, verduras y pan, para poder así alimentar a sus hijos (…) Esta situación imposible de imaginar para quien nunca haya padecido hambre, es la que dio marco propicio para los desmanes”. No obstante, si bien la situación de hambre aparece como el motor, la revista pretende enfatizar que “… sin duda hubo alguien que manejó los hilos para que estas personas materializaran en destrozos su indignación, principalmente sobre estas tres empresas…”. En este sentido, una nota aparte se pregunta por “¿Quién convocó?”. Después de criticar la idea de autoconvocados -que los diarios reproducen sin un tratamiento crítico del concepto- señala los nombres de los más representativos entre los obreros y menciona a tres integrantes de la UOP. Además denuncia la presencia de marineros en lo que era un reclamo de gente de tierra y la existencia de manifestantes a sueldo. Por último, refuerza la idea de una “mano oculta” argumentando que “Es evidente que hubo una dirección, aunque ningún medio de comunicación –salvo Noticias y Protagonistas- se haya atrevido siquiera a sospecharlo”.
En la última nota titulada la “Desesperación de la gente es real”, los editores señalan dos aspectos. Por un lado, el que enfatiza el título y que se vincula con la precaria situación de los trabajadores que participaron de la jornada de protesta. Se destaca: “Estas personas subocupadas realmente están pasando por una grave situación…”. Por otro lado, de inmediato intentan quitar responsabilidad del sector empresario que la revista defiende: “Demás está decir que la culpa no la tienen los empresarios con buques congeladores. Ellos tienen derecho a modernizarse y a utilizar el sistema productivo que más les convenga: es el Estado el que debe ocuparse de quienes han quedado fuera del circuito laboral”. El argumento resulta consistente ya que hay una gran ausencia estatal en la regulación de la actividad pesquera.[47] No obstante, el punto débil es que en su énfasis crítico del Estado se ignora que los trabajadores de los que habla, más que quedar fuera del circuito laboral, están dentro, aunque en el peor lugar. Y es a través de su subocupación que los empresarios (fresqueros y congeladores) logran regular las fluctuaciones tanto de la demanda como de los volúmenes de captura de pescado.
Conclusiones
Hemos intentado realizar un análisis minucioso de una situación de “ira obrera”, procurando hallar una respuesta a la pregunta ¿cuándo los trabajadores se vuelven “vándalos”? proponiendo discutir con aquellas imágenes que reproducen lo que Rudé definió como una lógica muerta, a partir de la cual se dan por sentadas, sin examinarlas, las cuestiones más importantes.[48] En primer lugar, nuestra indagación nos aportó elementos para comprender algunas de las características fundamentales del modelo productivo sobre el que se sustenta la actividad pesquera en MdP. En este sentido, el colapso de la merluza producto de la sobreexplotación que sufrió el caladero aparece como dato ineludible funcionando como “la base” de la protesta obrera. Es así que a partir de la crisis desatada en 1997 y la obligatoria reducción de los volúmenes de captura, lo que hasta el momento era una división empresarial por tipo de flota, finalmente se transformó en una disputa abierta. Este enfrentamiento se convirtió en uno de los aspectos clave que pueden explicar de manera mediata el origen de la protesta “violenta”, en la medida en que la alianza de la que participaron los empresarios “fresqueros”, sectores de los trabajadores y la intendencia municipal fue delimitando a los “congeladores” como enemigos y al CEPA como uno de los antagonistas principales. Asimismo, el día 28 de junio tuvo expresión el conflicto entre dos sectores clave de la actividad y que se encuentran en situaciones antitéticas. Como una ironía (o una consecuencia) de la historia, las “víctimas” fueron los grupos económicos más beneficiados, mientras que los “victimarios” fueron los trabajadores de las pseudo cooperativas, quienes quedaron ubicados en el peor lugar dentro del modelo productivo. Sartre escribió que “Nuestras víctimas nos conocen por sus heridas y por sus cadenas: eso hace irrefutable su testimonio. Basta que nos muestren lo que hemos hecho de ellas para que conozcamos lo que hemos hecho de nosotros mismos”[49]. Pensamos nosotros que la violencia desplegada por los obreros no es más que el espejo invertido en el que se ve reflejada la “siembra” de los empresarios pesqueros. No está de más aclarar que la ciudad de MdP tenía los índices más altos de desempleo, con lo cual la canalización hacia otro tipo de ocupación de estos trabajadores se hacía imposible dentro del contexto de una profunda recesión que afectaba al conjunto de la economía argentina. Aquel “día de furia” parece haber sido el momento en que maduraron una serie de agravios experimentados por los trabajadores que padecían esa situación angustiante y que, en lo inmediato, hacía más de dos meses que estaban parados. Confluyó la angustia cotidiana de los trabajadores de las cooperativas, junto a la “bronca” de los marineros ante las reiteradas ausencias de los empresarios en las audiencias.
Prestando atención a la multitud movilizada, vemos que no participaron ni del desarrollo de la protesta ni en su convocatoria los dirigentes de ninguno de los dos principales sindicatos. Fue la UOP la principal convocante, junto a otras agrupaciones de izquierda (Corriente Clasista y Combativa, Movimiento Teresa Rodríguez y sectores del peronismo de izquierda). Sin embargo, trasladar este poder de convocatoria a la idea de una dirección “consciente de los fines” así como a una planificación previa presenta algunas dificultades debido a que los propios dirigentes de la UOP más que haber dirigido, parecen haberse sumado al ataque de las fábricas. Sin duda hubo convocantes y organizaciones que disputaban la conducción de la masa movilizada, organización elemental imprescindible para llevar adelante cualquier hecho colectivo, pero esas conducciones no pudieron elegir el fin, sino que más bien terminaron adecuándose a lo que el propio desarrollo de la protesta iba generando. Claro que esto no significa aceptar la imagen vulgar de “lo espontáneo” entendido como carente de toda organización, borrándose así los elementos que permiten explicar el acontecimiento.[50]
Analizando las posibilidades de triunfo de la protesta obrera, se observa que afectan a ésta las consecuencias que trajo aparejada la creación de las cooperativas, particularmente en cuanto mantiene divididos a los trabajadores. Quedaron establecidos dos sectores: “los estables”, que disfrutan de distintos beneficios como vacaciones pagas, jubilación, garantía horaria, etc. y los “inestables”, es decir, los obreros de las cooperativas que dependen de la materia prima que ingresa al puerto, no tienen garantía horaria, ni vacaciones, ni aportes jubilatorios.[51] El día 28 se vio el conflicto entre ambos sectores cuando algunos obreros trabajaban normalmente, mientras que otros estaban sufriendo la falta de empleo. Esta situación repercute en la fortaleza del gremio y hace difícil una acción común.
Durante el contexto de luchas, por la cantidad de acciones realizadas, fueron los obreros de las cooperativas el principal sujeto de la protesta. No obstante, este dato no debe llevarnos a interpretar que los obreros “estables” se han vuelto “conservadores”, mientras que los “inestables” serían más combativos. Esta imagen, que podría desprenderse de algunos datos de la realidad como la supremacía en la cantidad de acciones de protesta realizadas por parte de los cooperativizados y también la mayor presencia de la izquierda política entre ellos, debe ser matizada. Si prestamos atención a los contenidos de las demandas se vuelve evidente que el carácter general de la lucha estuvo dominado por un horizonte defensivo. La lucha fue por mantener el trabajo, exigir la jubilación, y finalmente, la implementación de un subsidio de 500 pesos. La otra consigna, casi desaparecida en el propio desarrollo de protesta, la registración laboral en “blanco” de los cooperativizados, quedó relegada al reclamo del subsidio. Por ello, sostenemos que no necesariamente debe asociarse radicalidad (disrupción) en las formas de la lucha con la radicalidad de sus contenidos.
Cómo detonantes del hecho en cuestión aparecen dos situaciones: un gesto de burla por parte de un empresario para con los trabajadores y la aparición de un documento donde, con la firma de las tres empresas que luego fueron atacadas, se conmina al conjunto de la cámara a no negociar con los obreros. El hecho se torna de importancia porque devela el grado de enfrentamiento al que habían llegado los empresarios ya que alguien hizo público lo que debía ser un documento de circulación interna. Esto demostró la presencia de lo que los medios gráficos definieron como una “mano oculta”, que orientó el ataque hacia las plantas del CEPA. También resultó “sospechosa” la inacción policial mientras que eran atacadas las primeras fábricas. No obstante, si bien esta “mano oculta” sin duda existió, hay que matizar su capacidad para definir el hecho. Más que la clave de la explicación, es un elemento más del rompecabezas. Las fábricas que finalmente fueron blancos de los ataques habían sido construidas como enemigos durante un proceso previo cuando, como hemos demostrado, desde las primeras protestas se acusa a los “congeladores” como los culpables de la depredación. Entonces el detonante es la gota que rebalsa el vaso, pero este se había llenado en el proceso previo.
Con respecto a la intervención de los medios de difusión, allí se trasluce el enfrentamiento empresarial. Tanto Noticias y Protagonistas cómo la revista Puerto, adoptaron una posición de defensa de las empresas atacadas y criticaron al sector empresarial vinculado a los fresqueros así como al intendente de la ciudad. Para ellos, lo que termina explicando el hecho es la presencia de esa “mano oculta”, ya que los grupos empresarios que fueron atacados no tenían “nada que ver” con los padecimientos de los trabajadores. En el mismo sentido, recurren a la presencia de infiltrados como agitadores, presuponiendo que los obreros “por sí solos” no hubieran atacado las fábricas. El señalamiento de la presencia de infiltrados, común a ciertos análisis de las protestas populares, se basa en el supuesto de que los “buenos trabajadores” (los buenos pobres) no pueden cometer hechos de violencia. El argumento permite no penetrar en la violencia legal que el sistema desarrolla, sustentado en las propias relaciones sociales de desigualdad, descargando culpas en sujetos extraños al cuerpo social sin preguntarse el por qué los obreros, en una determinada coyuntura, salen colectivamente a quemar fábricas. Por su parte, el diario E.A. deja entrever una crítica a los empresarios congeladores. Y en la mayoría de las notas justifica (o al menos entiende) el accionar de los manifestantes que “perdieron la paciencia”. Sin embargo, también apela a la idea de vandalismo. L.C., por su parte, introduce un dato del que no tenemos mayor comprobación y que se vincula con la posibilidad de que un grupo de trabajadores no estuvo de acuerdo con la metodología de protesta. De este modo, resta legitimidad al accionar de quienes atacaron las fábricas ya que no serían “todos los manifestantes”. A su vez, es interesante la apelación a la “irracionalidad” de los hechos, la cual sólo puede aparecer en la medida en que se comprenda poco de lo sucedido. Si algo no hubo, precisamente, fue irracionalidad. Por un lado, las empresas atacadas eran para los obreros el enemigo. Y un enemigo que se fue construyendo con anterioridad. A esto se sumaron los detonantes. Al mismo tiempo, en términos instrumentales, para esta fracción de trabajadores el arma más apropiada para hacer oír sus reclamos no aparecía entre las opciones institucionales. Ya que ni los empresarios (que no los reconocían como trabajadores de sus empresas), ni el Estado (que no brindaba suficiente ayuda social), ni el sindicato (que no los representa por no estar en relación de dependencia) brindaban algún tipo de solución. De modo que lo que se presenta como un hecho irracional fue también un repertorio colectivo de protesta, conformado al calor de las propias acciones, y que mostró cierta eficacia administrando, como diría Rudé, una “ruda pero eficaz justicia natural”. Es en este sentido una protesta que se radicaliza, entre otros elementos, al no encontrar una salida institucional. Por último, pensamos que el hecho cobra también un sentido moral, en la medida en que busca castigar a quienes se considera han maltratado y se han burlado de los obreros.
Como resultado de los sucesos, dos años más tarde cambiaría la conducción del SOIP, pasando algunos de los representantes de las protestas callejeras a formar parte de la dirección sindical. Además, los piquetes, el ataque a las fábricas, la toma y ocupación de la sede gremial se instalaron como un repertorio posible de acción colectiva. Estos repertorios se reiteraron durante el conflicto del año 2007. Pero eso ya es parte de otra historia.
RESUMEN
“De obreros a vándalos”. Análisis de un ‘estallido social’ en el puerto de Mar del Plata, 28 de junio de 2000
El día 28 de junio del año 2000, trabajadores de la pesca se movilizaron por las calles del puerto de Mar del Plata. Su intención era realizar un “escrache” frente a las plantas pesqueras denunciando la grave situación económica por la que atravesaban ante la merma en el ingreso de pescado. Pero la manifestación terminó tomando la forma de un ataque contra las fábricas. La protesta tuvo lugar en el marco de una crisis profunda de la industria pesquera, manifiesta a partir de los más bajos niveles históricos de captura de la principal especie comercial (merluza hubbsi). Este evento pasó prácticamente desapercibido para los cientistas sociales. No así para periodistas y comunicadores, quienes construyeron una imagen del hecho dominada por valoraciones negativas, definiéndolo como un “estallido” y calificando de “vándalos” a los manifestantes. Por lo invisible para unos y lo presente y negativo para otros, consideramos que una exploración desde las ciencias sociales, que no se contente con las apariencias e intente penetrar en los sistemas de relaciones subyacentes, puede aportar elementos de interés para la comprensión de la movilización y la ira popular.
Palabras clave: Pesca – Trabajadores – Protesta - Estallido social
ABSTRACT
"From workers to vandals". Analysis of a 'social explosion' in the port of Mar del Plata, June of 2000
On 28 June 2000, fisheries workers were mobilized in the streets of the port of Mar del Plata. They intended to conduct a "escrache” off the fishing plants denouncing the serious economic situation which hit about the decline in income from fish. But the demonstration ended up taking the form of an attack on the factories. The protest took place as part of a deep crisis in the fishing industry, states from the lowest levels of historical catch the main commercial species (hake hubbsi). This event went virtually unnoticed by social scientists. Not so for journalists, who built an image of the fact dominated by negative reports, describing it as a "explosion" and dismissing as "vandals" to the protesters. As invisible to some and present and negative for others, we consider that a scan from the social sciences, looking not be content with appearances and try to penetrate the underlying relations systems, can provide interesting elements for understanding mobilization and public anger.
Keywords: Fishing – Workers – Protest - Social Explosion
Recibido: 01/03/10
Aceptado: 23/07/10
Versión final: 18/08/10
Notas
[1] Agradezco los comentarios que Anibal Viguera realizó a una versión preliminar de este trabajo, así como también las críticas y sugerencias realizadas por los evaluadores de este artículo. Hemos procurado atender a las modificaciones indicadas en la medida en que lo posibilitó el tiempo disponible. Aquellas consideraciones que no aparecen aquí igualmente serán tenidas en cuenta en el desarrollo de trabajos posteriores.
(*) Profesor y Licenciado en Historia. UNMdP. Miembro del Grupo de Estudios Sociales y Marítimos y de la Revista de Estudios Marítimos y Sociales. Becario doctoral tipo I del CONICET y alumno del doctorado en Historia de la Universidad Nacional de La Plata. Ayudante de Primera en la cátedra Estructura y Cambio Social, Facultad de Sociología, UNMDP. E-mail: guillecolombo23@hotmail.com
[2] La cantidad de participantes es estimativa. Para la revista Puerto, la otra cara de la pesca fueron 200 y para los periódicos más de 300. Según las imágenes televisivas podríamos asegurar que se trataba de entre 400 y 500 personas. Decidimos tomar un cuadro intermedio.
[3] En una primera descripción, el proceso de trabajo en la pesca se divide en dos tipos de labor: los marineros, quienes realizan las tareas de pesca y aquellos trabajadores de las plantas de procesado de pescado (fileteros, envasadores y peones). En el caso de los fileteros existen dos formas en el vínculo laboral: quienes están bajo relación de dependencia con las empresas y quienes trabajan en las cooperativas. Según la última estimación sobre personal ocupado en la industria del pescado realizada en 1996, los trabajadores del filete eran 5.828. Le seguían 950 trabadores de la conserva, 816 del congelado, 550 de frigoríficos, 151 del salado y 37 de las fábricas de hielo. De los casi 6.000 obreros del filete la mitad desempeñaba sus tareas en las cooperativas. Es decir que existe una división en la relación laboral que separa a trabajadores “estables” de los trabajadores “inestables”.
[4] E.A., 29/06/2000.
[5] L.C., 29/06/2000.
[6] Imágenes Canal 10 de Mar del Plata, 28/07/2000.
[7] Noticias y protagonistas, 2/07/2000.
[8] Por ejemplo para el caso de Santiagueñazo véase AUYERO, Javier; “El juez, la reina y la policía. Etnografía, narrativa, y los sentidos de la protesta”, en Apuntes de Investigación, CECYP, N° 6, 2000, pp. 46 a 76. También COTARELO, María Celia; “El motín de Santiago del Estero, diciembre de 1993”, en PIMSA 1999, pp. 83 a 119.
[9] Hemos trabajado estrictamente con fuentes provenientes de la prensa comercial y de revistas especializadas. Dejamos para una futura exploración los aportes que podrían realizar a este artículo el uso de fuentes provenientes de partidos y agrupaciones de izquierda, particularmente aquellos que han mantenido mayor protagonismo en la protesta.
[10] AUYERO, Javier; op. cit.
[11] IZAGUIRRE, Ines; “El poder en proceso: la violencia que no se ve”, en SADER, Emir; Democracia sin exclusiones ni excluidos, Nueva Sociedad, Venezuela, 1998.
[12] Para más información sobre estas transformaciones léase PRADAS, Eduardo; Una aproximación a la problemática pesquera marplatense, Ediciones el Mensajero, Buenos Aires, 2006 y GENNERO DE REARTE, Ana y otros; “Descentralización productiva y Precarización Laboral: el caso de las cooperativas de fileteado de pescado”, en Informe de Coyuntura, Centro de Estudios Bonaerense, Año 7, Nro. 71, págs. 51 a 63, 1997.
[13] Charteo significa alquiler de permisos de pesca a buques de terceros países para la extracción de especies “excedentarias”. Los países involucrados en la operación negocian cada año un canon que pagan por la cesión de los permisos. Esto motivó la entrada de buques factoría asiáticos para la pesca de calamar.
[14] En mayo de 1994 entró en vigor el “Acuerdo Sobre las Relaciones en Materia Pesquera” entre la CEE y Argentina. El acuerdo propiciaba la incorporación de buques a la flota Argentina a cambio de la posibilidad de pescar en el caladero nacional. Para nuestro país representó un aumento global de los buques que operaron en el mar, provocando una presión muy fuerte sobre los recursos que llevó a la merluza a los niveles más bajos de su historia, a cambio de 34 millones de dólares que aportó la CEE en materia de “cooperación científico-técnica”.
[15] Con su implementación los empresarios lograron imponer una forma de la flexibilidad laboral, ajustando la contratación de personal en la medida en que ingresaba pescado a las fábricas. Al mismo tiempo, les permitió eludir las cargas sociales implícitas en un trabajo en “blanco”. En el año 2004 el Ministerio de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires sancionó por irregularidades a 23 pseudo cooperativas, obligándolas a pagar un monto total de 1.844.000 pesos.
[16] En paralelo a una cada vez mayor presión sobre los recursos se producía el crecimiento de la actividad pesquera tanto en términos de volúmenes de captura como en los montos de las exportaciones. Así, llamativamente coincidiendo con el inicio de la crisis, en 1997 la pesca a nivel nacional exportaba la cifra récord de 1.030 millones de dólares.
[17] De una captura declarada cercana a las 600.000 toneladas de merluza en los años 1995/96 y 97 se pasó a una de menos de 200.000 en el año 2000. En el año 2004 se capturaron poco más de 400.000. Después volvieron a caer.
[18] Las vedas constituyen la prohibición temporal de pesca de determinadas especies, por zonas o en todo el caladero nacional.
[19] Entendemos por “alianza” la confluencia de intereses entre parcialidades de clase en un momento determinado y que se expresa en el antagonismo frente a un tercero. Dicha sociedad se manifiesta a través de las acciones concretas desarrolladas por los sujetos involucrados quienes constituyen “alianzas” en y para la acción. Se trata de una alianza de clases y fracciones de clase que el observador establece, a través de la adjudicación de “intereses” en términos de la contradicción en el nivel de la estructura de una formación económico social, donde fracciones de clase agrupadas conforman un específico “campo de interés”. Ver PORTANTIERO, Juan Carlos; “Economía y política en la crisis argentina (1958-1973)”, México, Revista Mexicana de Sociología, N° 2, 1973.
[20] Es decir que se defienden intereses unificados por encima de la clase social y que puede presentarse bajo la forma de un enfrentamiento entre localidades.
[21] En MdP está radicada alrededor del 80% de la flota fresquera. Del “proyecto fresquero marplatense” quedaron fuera las empresas afiliadas al CEPA, a pesar de que sus integrantes también poseían buques fresqueros.
[22] COLOMBO, Guillermo; “Colapso de la merluza y protesta obrera en los inicios de la crisis pesquera (1997-1998)”, en Revista de Estudios Sociales Marítimos, N° I, Departamento de Historia, Facultad de Humanidades, Mar del Plata, 2008.
[23] La garantía horaria es el pago de un canon diario de kilaje de pescado a cargo de los empresarios y que se otorga a los trabajadores cuando en las plantas pesqueras no ingresa materia prima, con lo cual los obreros tienen garantizado un salario mínimo.
[24] E.A., 12/06/1999. La negrita es de la fuente.
[25] L.C., 15/02/2000.
[26] L.C., 30/05/2000.
[27] L.C., 30/05/2000.
[28] L.C., 14/06/2000.
[29] L.C., 13/05/2000.
[30] L.C., 27/05/2000.
[31] L.C., 28/06/2000.
[32] E.A., 29/06/2000.
[33] E.A., 29/06/2000.
[34] E.A., 29/06/2000.
[35] La mujer hace referencia a las movilizaciones de la Multisectorial a Capital Federal.
[36] Entrevista a Luis Verón, 12/08/2006.
[37] E.A., 29/07/2000.
[38] E.A., 29/06/2000.
[39] Puerto, la otra cara de la pesca, Nro. 11, s/f.
[40] E.A., 29/06/2000.
[41] Entrevista a Luis Verón, op. cit.
[42] E.A., 30/06/2000.
[43] E.A., 29/06/2000.
[44] E.A., 29/06/2000.
[45] L.C., 29/06/2000.
[46] Noticias y Protagonistas, op. cit.
[47] La primera legislación nacional para regular la Pesca, la Ley Federal 24.922, fue sancionada en el año 1997.
[48] RUDÉ, George; Revuelta popular y conciencia de clase, Crítica, España, 1981.
[49] Prefacio a FANON, Franz; Los condenados de la tierra, FCE, México, 1983 (1ra ed. 1961).
[50] Dice Gramsci que no existe espontaneidad pura. Lo espontáneo es sólo una forma embrionaria de lo consciente. GRAMSCI, Antonio; “Espontaneidad y dirección consciente”; en GRAMSCI, Antonio; Antología, Siglo XXI, México, 1998.
[51] Aunque, vale decir que la permanencia de “los inestables” (en cuanto garantiza la super explotación de los obreros) constituye el rasgo más estable del modelo productivo pesquero.