Republicanos y franquistas en la retaguardia cordobesa: repercusiones del estallido de la Guerra Civil española en la Ciudad de Córdoba

 

Ignacio Callido(*)

 

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24690732/1y3vti9vx

 

Resumen

 

La Guerra Civil española tuvo un fuerte impacto en la política, la sociedad y la cultura argentinas. En las últimas décadas, se desarrolló una prolífica producción orientada a analizar las repercusiones de dicho conflicto en Argentina desde distintas perspectivas y han comenzado a realizarse estudios en clave local que permitieron visibilizar sus derivaciones en distintas provincias o ciudades del interior del país. Sin embargo, aún son escasos los trabajos que abordan, desde una perspectiva regional o local, las repercusiones del conflicto en Córdoba. En el presente trabajo pondremos el foco en la capital de la provincia mediterránea, analizando los posicionamientos de la prensa local y de las organizaciones de la colectividad española y reconstruyendo las principales iniciativas desplegadas en apoyo a ambos bandos en los primeros meses posteriores al estallido del conflicto.

 

Palabras clave: Guerra Civil española; Repercusiones; Córdoba; Antifascismo.

 

 

 

Republicans and Francoists in the cordovan rearguard: repercussions of the outbreak of the spanish Civil War in the Province of Córdoba

 

Abstract

 

The Spanish Civil War had a strong impact on Argentine politics, society, and culture. In recent decades, a prolific production has been developed aimed at analyzing the repercussions of said conflict in Argentina from different perspectives and studies have begun to be carried out at a local level that have made visible its derivations in different provinces or cities in the interior of the country. However, there are still few works that address, from a regional or local perspective, the repercussions of the conflict in Córdoba. In this paper we will focus on the capital of the Mediterranean province, analyzing the positions of the local press and the organizations of the Spanish community and reconstructing the main initiatives deployed in support of both sides in the first months after the outbreak of the conflict.

 

Keywords: Spanish Civil War; Repercussions; Córdoba; Anti-fascism.

 


 

 

Republicanos y franquistas en la retaguardia cordobesa: repercusiones del estallido de la Guerra Civil española en la Ciudad de Córdoba

 

Introducción

 

La Guerra Civil marcó un antes y un después en la historia contemporánea española y mundial, en el contexto de una década fuertemente convulsionada. Pese a ser España una potencia de segundo orden en el escenario europeo, las repercusiones internacionales fueron tan amplias que algunos historiadores se han referido al conflicto español como una “guerra mundial en miniatura” (Lawrence, 2017) o una “guerra internacional en suelo español” (Casanova, 2011). En este sentido, Stanley Payne (1977) ha señalado que:

 

la contienda española fue de extraordinaria importancia para muchos pueblos de Europa y América no por las cuestiones que estaban en juego en España, sino por la interpretación que de éstas se hacían en función de la experiencia política y social de los pueblos de otras naciones (p. 282).

 

Asimismo, Eric Hobsbawm (1995) sostuvo que a nivel internacional la contienda española dividió en dos las opiniones de la sociedad: “por un lado, la democracia y la revolución social, (...) y por otro, la alianza de una contrarrevolución o reacción” (p. 162). Esto llevó al despliegue de un amplio movimiento de organización para hacer efectivo el apoyo a uno u otro bando, adquiriendo un carácter verdaderamente popular en el caso del movimiento de apoyo al bando republicano. Tal fue el despliegue de apoyos y solidaridades a nivel global que muchos historiadores bautizaron el conflicto como la “última gran causa” (Blanco Rodríguez, 2007). Argentina no fue ajena a este proceso tal como lo demuestran una serie de trabajos (Goldar, 1986; Quijada, 1991; Trifone y Schvarzman, 1993; Montenegro, 2002; Campione, 2018) que desde hace algunas décadas se encargaron de abordar las múltiples repercusiones de la Guerra Civil española en nuestro país. A su vez, trabajos más recientes (Gutierrez, Urquidi, Nepomuceno y Coan Lago, 2018; De Cristóforis, 2021; Meirelles de Oliveira, Izepe de Souza y Cardoso da Silva, 2022) han analizado las dimensiones internacionales de la Guerra Civil y su impacto en América Latina en general y Argentina en particular, dando cuenta de la vigencia y el interés que despierta esta temática para el campo historiográfico.

El presente trabajo se propone como una primera aproximación al estudio de las repercusiones que tuvo el estallido de la Guerra Civil española en la ciudad de Córdoba, capital de la provincia homónima, a partir del análisis de los posicionamientos y el despliegue de iniciativas de apoyo y solidaridad hacia ambos bandos por parte de algunos de los principales actores de la política y de la sociedad civil cordobesa. Puntualmente, haremos foco en el análisis de los posicionamientos adoptados por dos de los principales medios de prensa[1] de la capital mediterránea, nos referimos a La Voz del Interior, matutino independiente, aunque ligado a la “fracción más progresista del radicalismo cordobés” (Brunetti, 2014), y a Los Principios, diario perteneciente al arzobispado cordobés, y por lo tanto vocero de la posición predominante al interior del clero local. Por otro lado, estudiaremos la posición asumida por dos de las principales organizaciones de la colectividad española en la ciudad de Córdoba: el Centro Republicano Español y la Asociación Española de Socorros Mutuos, que para entonces eran las de mayor relevancia de la comunidad española. A su vez, pondremos el foco en algunos de los actores de la intelectualidad cordobesa, con fuerte presencia dentro del ámbito político y cultural, que asumieron posicionamientos claros en torno al conflicto español y que, en el caso del apoyo al bando republicano, dieron lugar a un organismo que alcanzaría gran extensión territorial y un activismo de masas: el Comité de Ayuda al Pueblo Español.

En cuanto a nuestro enfoque, pretendemos realizar una aproximación a la temática a partir de los supuestos metodológicos de la perspectiva local o regional, entendiendo que la misma no debe ser entendida como un objeto de estudio en sí mismo, sino “como un recurso metodológico de análisis científico para el acercamiento comprensivo a una realidad social determinada en un espacio acotado, siempre en relación con una totalidad más abarcativa” (Bandieri, Fernández, Andújar, Palermo y Bohoslavsky, 2018, p. 7-8). En este caso, nuestro trabajo se enmarca en una temática desarrollada ampliamente por la historiografía como lo son las repercusiones de la Guerra Civil española en la Argentina, buscando que la reducción de la escala de análisis a un nivel micro permita detectar las particularidades del caso, ya que como señala Carlo Ginzburg (2004), el análisis de un caso particular “puede poner en discusión conclusiones de carácter general y puede naturalmente también confirmarlas, de una manera más rica y articulada” (p. 187). En este sentido, nuestro trabajo se enmarca, a su vez, en una reciente línea historiográfica que estudia los impactos de la Guerra Civil española en espacios locales del interior del país (Ardanaz, 2013; Bocanegra, 2014; Camaño Semprini, 2014; Casas, 2016; Fernández, 2017; Merayo, 2020) poniendo de relieve nuevas aristas. Por ejemplo, las disputas al interior de organizaciones de la colectividad española residente en el país, la participación de las mujeres en la organización del apoyo al bando republicano o la utilización del conflicto español en las disputas políticas locales, entre otras temáticas. Esta serie de trabajos contribuyeron a ampliar el espectro de interrogantes y diversificar las perspectivas de análisis del impacto de la Guerra Civil en la Argentina, aportando una nueva metodología de aproximación al fenómeno desde una escala de análisis menor, que a su vez reafirma lo planteado en los clásicos estudios realizados desde la escala “nacional”: la contienda española produjo un profundo impacto en la sociedad argentina, llevando a que importantes sectores de la misma tomaran partido, más o menos activo según el caso, por alguno de los dos bandos en conflicto.

Aunque trabajos recientes (De Cristóforis, 2021) pusieron de relieve la participación y el apoyo de considerables sectores al bando franquista, partimos del supuesto de que el apoyo al bando republicano tuvo un carácter mucho más masivo que el apoyo al bando nacional (Quijada, 1991). Este se explica, en gran medida, por la eficacia de la apelación antifascista (Bisso, 2007) que supo conjugar y aglutinar a distintos sectores detrás de la denuncia y la pelea contra los potenciales fascistas locales. Como señala el mismo autor, el antifascismo se trató de una:

 

propuesta política concreta capaz de crear una identidad que resultara eficaz en conectar, de una manera tentadora y creíble para sus usuarios, los sucesos internacionales con la disputa política interna, estableciendo los términos de posibles alianzas y caracterizando los potenciales enemigos (Bisso, 2007, pp. 61-62)

 

En este sentido, y siguiendo a Merayo (2020), coincidimos en que el antifascismo, a pesar de utilizar el recurso discursivo de lo anti, terminó construyendo una identidad positiva -a partir de la defensa de ciertos valores relacionados con la libertad, la democracia y la cultura- que logró aglutinar a sectores diversos, más allá de las múltiples diferencias y disputas que se darían hacia el interior del movimiento. Por su parte, Silvina Montenegro (2002) ha demostrado que la amplia movilización de apoyo al bando republicano dio lugar a una renovada cultura política, porque a través de ella los actores implicados lograron redefinir y replantearse sus propios problemas y además expresarlos bajo nuevas formas (p. 2). Entre estas nuevas formas se encuentran los comités de ayuda, que permitieron la participación política de diversos actores en un contexto de democracia restringida y por fuera de los partidos políticos tradicionales y “fueron al mismo tiempo un producto y un potenciador de la movilización y politización de masas del período de entreguerras” (p. 168). Podemos situar al surgimiento del Comité de Ayuda al Pueblo Español, formado en Córdoba, como una expresión de este fenómeno de alcance más general. Más allá de su vocación de convertirse en un organismo que movilizara a sectores de masas bajo “valores universales” no dejó de ser, al igual que el resto de los comités de ayuda, escenario de disputas políticas y divergencias entre corrientes políticas que orientaron su participaron en función de tácticas propias de construcción política. Por su parte, aunque más restringido a sectores más acomodados de la sociedad, al apoyo institucional de la Iglesia Católica y sectores de la derecha clerical cordobesa, se desarrolló un movimiento de apoyo al bando nacional que, desde una postura conservadora, puso el foco en la defensa de la cristiandad y apeló al discurso de la amenaza comunista que buscaba extenderse sobre el territorio español detrás de la máscara de la república.

En este trabajo, además de identificar los posicionamientos de los distintos actores mencionados en torno a la Guerra de España, intentaremos discernir el modo en que los mismos reinterpretaron dicho conflicto y lo utilizaron para redefinir sus propias disputas, traduciendo los sucesos de España a los términos del debate local articulado desde hacía décadas en torno al clivaje identitario clericalismo-anticlericalismo (Moyano, 2010).

En cuanto al corpus documental, hemos consultado los diarios mencionados anteriormente, La Voz del Interior, que asumió una postura de apoyo decidido al bando republicano y Los Principios, que se manifestó partidario de la “causa nacional”. Estas fuentes nos permitieron, además de consultar los posicionamientos editoriales de los dos principales diarios, reconstruir las principales acciones de apoyo y solidaridad hacia ambos bandos en los inicios de la Guerra Civil, ya que muchos de los manifiestos, declaraciones o folletos se publicaban en dichos órganos. También consultamos informes de inteligencia remitidos al Ministerio del Interior durante el Gobierno del presidente Justo, que describen las actividades del Comité de Ayuda al Pueblo Español en la Ciudad de Córdoba, y que se encuentran en el Archivo General de la Nación, Fondo Agustín P. Justo.

Considerando que la nuestra se trata de una exploración inicial, hemos seleccionado un recorte temporal acotado a los primeros meses del conflicto hasta mayo de 1937, a los efectos de dar cuenta de las primeras repercusiones del mismo. Consideramos que las llamadas “Jornadas de Mayo” de 1937 en Barcelona marcaron un punto de quiebre en el proceso y de fuerte crisis al interior del antifascismo (Gallego, 2007) y que para algunos autores (Broué y Témime, 1962), incluso, implicaron un cambio de carácter en la propia naturaleza del conflicto, pasando de un proceso con primacía de elementos revolucionarios a un conflicto eminentemente de guerra civil. Tomamos esta referencia como corte temporal, aunque el análisis de las repercusiones de dicho acontecimiento entre los actores del movimiento antifascista local requeriría otro trabajo más específico. En este sentido, en futuras investigaciones será necesario extender el recorte temporal, para poder analizar el impacto de las distintas etapas del conflicto en los modos de recepción del mismo y los diversos conflictos políticos que esto suscitó en el terreno local. Asimismo, para una mirada más comprensiva de dicha recepción será necesario incorporar al análisis nuevos actores sociales y políticos, así como el abordaje de distintos espacios locales de la Provincia de Córdoba que trasciendan la capital.

Repercusiones de la Guerra en Argentina

Las repercusiones que tuvo el conflicto español en la sociedad y en el campo político cultural argentino fueron abordadas en distintos trabajos (Goldar, 1986; Quijada, 1991; Trifone y Svarzman, 1993; Rein; 1995; Montenegro, 2002; Figallo, 2007); que analizaron los diversos modos en que éste atravesó tanto a la comunidad española residente en el país como a la opinión pública y las organizaciones políticas, sociales y culturales. Como ha señalado Ricardo Pasolini (2006), si bien en nuestro país se venía gestando un proto-movimiento antifascista desde la llegada al poder de Mussolini en Italia en 1922, tenía por entonces un “fuerte componente étnico en su constitución” (p. 46), ya que se encontraba eminentemente circunscripto a la comunidad italiana residente en el país y a los partidos de izquierda, que contaban con importante presencia de extranjeros entre sus bases y militancia. Fue recién a mediados de la década del treinta, con el ascenso al poder de Adolf Hitler en Alemania y fundamentalmente el estallido de la Guerra Civil española, que la disputa fascismo-antifascismo cobró relevancia nacional como clivaje identitario en la discusión político-ideológica.

Una vez estallado el conflicto, a mediados del mes de Julio de 1936, rápidamente comenzaron a difundirse apoyos y pronunciamientos de distintos actores políticos, sociales y culturales hacia ambos bandos, aunque fue mucho más masivo el apoyo al gobierno legítimo del Frente Popular o, en su defecto, el rechazo al golpe de Estado fascista (Goldar, 1986; Quijada, 1991 Campione, 2018). Esta valoración surgió en un contexto de fuerte polarización política en el marco del ascenso del fascismo en Europa que, como ha señalado Andrés Bisso (2007), generalizó en el país el uso amplio del calificativo de “fascista” como arma discursiva de denuncia política por parte de un variado arco de actores políticos que incluía a comunistas, anarquistas, socialistas, liberales y radicales. Amplio también fue el espectro de actores políticos tildados de fascistas, como sucedió, entre otros, con Hipólito Yrigoyen, José Felix Uriburu, Manuel Fresco y Agustín P. Justo. A su vez, la Guerra Civil Española:

 

marcó de manera definitiva el ingreso de la apelación política antifascista como una utopía política del nivel de las que se destinaban en Europa y permitió superar la profunda crisis de monotonía y decepción política que los conservadores había logrado hábilmente crear a través de esa república tan poco idealista de la democracia fraudulenta (Bisso, 2007, p. 71).

 

En ese sentido, muchos de los actores que se movilizaron en el país en defensa de la causa republicana entendieron que había una correspondencia entre la misma y la lucha contra el régimen de la Concordancia. Esta movilización, que como decíamos adquirió las características de un movimiento de masas, se expresó en la conformación de comités de ayuda que funcionaron como asambleas en las cuales se debatían las formas que debía adquirir la ayuda material, ideológica y moral al bando republicano. Desde allí comenzaron a impulsarse colectas y suscripciones, con el objetivo de juntar fondos y alimentos para los milicianos republicanos y para la retaguardia. También se organizarían mítines, actos y eventos sociales como así también se impulsarían múltiples publicaciones con el objetivo de visibilizar el conflicto, movilizar apoyos e incidir en la opinión pública a favor del bando republicano. Este tipo de organismos se multiplicaron rápidamente a lo largo y ancho del país. Como ha señalado Mónica Quijada:

 

El mecanismo inicial de creación de los comités de ayuda era sencillo: un pequeño núcleo de dos o tres personas se trasladaba a un barrio urbano o a alguna pequeña localidad del interior. Allí a partir de arengas públicas o de contactos con simpatizantes, se realizaba una intensa labor de propaganda entre los habitantes de la zona […] en poco tiempo quedaba constituido el comité, utilizando como sede cualquier local, casa o habitación cedido al efecto […] Individuos de diversa condición social y económica acudían a los comités, reclamando listas de suscripciones para hacerlas circular y devolverlas al poco tiempo llenas de firmas de donantes (Quijada, 1991, pp. 140-141).

 

Este rápido crecimiento del movimiento de ayuda a la República española, y la amplia expansión territorial de los comités, llevó a la creación de organismos que buscaban centralizar toda la ayuda material para ser enviada a la península, lo cual trajo aparejados toda una serie de conflictos. Una de las primeras iniciativas surgidas para coordinar los esfuerzos y enviar los fondos recaudados fue la creación a fines de 1936 de la Asociación Amigos de la República (ARE), impulsada por el Centro Republicano Español y que a la vez contaba con el apoyo del Partido Socialista. La ARE sería la vía oficial por medio de la cual se canalizaría la ayuda, ya que a través de ella lo recolectado se enviaba a España por medio de la Embajada y a su vez el gobierno republicano utilizaba dicha organización para impulsar diversas campañas de solidaridad y una intensa labor de propaganda pro-republicana. Por otro lado, otra iniciativa surgida a los fines de centralizar la ayuda fue la Comisión de Ayuda a España en la Argentina. Esta organización fue creada por anarquistas de la Federación Anarco-Comunista Argentina (FACA) y, si bien en un principio, los socialistas participaron de la misma, luego pasó a ser una organización exclusivamente libertaria. Por su parte, el Partido Comunista fue uno de los sectores más dinámicos en la organización del movimiento de ayuda impulsando la Federación de Organismos de Ayuda a la República Española (FOARE) creada en agosto de 1937. Estas tres organizaciones competieron por la representación y el protagonismo en la ayuda al bando republicano ya que, además de espacios para la recolección de ayuda moral y material, los comités se convirtieron en espacios de disputa política y tácticas para la construcción de las distintas corrientes que allí actuaban.

Por otro lado, si bien no adquirió el carácter masivo que tuvo el apoyo al bando republicano, el movimiento encabezado por los militares sublevados obtuvo el apoyo abierto de las cúpulas de la Iglesia Católica y sus círculos intelectuales como Monseñor Gustavo Franceschi y el Sacerdote Julio Meinvielle, y del incipiente movimiento nacionalista, nucleado en torno al grupo de los hermanos Irazusta y Ernesto Palacio entre otros intelectuales. Entre las agrupaciones y partidos que tomaron una postura profranquista abierta podemos mencionar a la Acción Nacionalista Argentina - Afirmación de una Nueva Argentina (ANA-ADUNA), Amigos de Crisol (AdC) y la Unión Nacional Fascista (UNF) entre otros grupos.

Entre la comunidad española, como ha señalado Mónica Quijada (1991), el apoyo al golpe fue mayoritario entre los sectores más acomodados, que a la vez eran los menos numerosos. Entre ellos se destacan las iniciativas desplegadas por organizaciones de la sociedad civil, por ejemplo, por Centro Acción Española y Agrupación Monárquica que, al tratarse de Entidades preexistentes al levantamiento militar, fueron las primeras en impulsar acciones de solidaridad (Quijada, 1991, p. 184). También se destaca la actividad desarrollada por Soledad Alonso de Drysdale y el Conde de Guadalhorce que juntos impulsaron la agrupación Legionarios Civiles de Franco, que llevó a cabo una intensa labor de lobby entre los círculos de la política y el empresariado con el fin de recabar apoyos materiales y morales a la vez que realizaba una intensa labor de propaganda en favor del bando nacional. Más allá de que los apoyos suscitados se dieron entre los sectores más acomodados, algunas actividades de apoyo realizadas por estos grupos fueron muy concurridas, como encuentros en restaurantes, misas o celebraciones religiosas, comidas de “plato único” y colectas de joyas, entre otras iniciativas. A su vez, algunos trabajos (De Cristóforis, 2014, 2021b; Fernández, 2020) dan cuenta de que las organizaciones de la colectividad se encontraron fuertemente atravesadas por las disputas entre prorrepublicanos y profranquistas, y en muchos casos, bajo el pretexto de la apoliticidad institucional, se demoraron las declaraciones de apoyo a uno u otro bando, e incluso en otros, como el del Centro Gallego de Buenos Aires, terminaron definiendo un apoyo institucional a favor de los nacionales. No obstante, como señala De Cristóforis, “aún existen muchas lagunas en nuestros conocimientos sobre el compromiso pasivo o más activo con la causa nacional” (De Cristóforis, 2021b) y de cómo se fraguó concretamente ese apoyo desde las organizaciones microterritoriales de la colectividad española en el país.

Por otro lado, son de destacar las actividades de propaganda realizadas por el Representante oficioso del Gobierno de Burgos Juan Pablo de Lojendio y el encargado de prensa José Ignacio Ramos que, a través de la Oficina de Prensa y Propaganda de la Representación Nacional de España. Por medio de la misma se llevaron a cabo diversas iniciativas, como la publicación de libros, periódicos y programas de difusión radial. Como ha señalado Alejandra Ferreyra (2021) el alcance y recepción de dichas iniciativas es difícil de sopesar con las fuentes disponibles, sin embargo, la persistencia y continuidad que sus impulsores desplegaron, nos invita a pensar que existió un público receptivo y dispuesto a escuchar sus fundamentos.

 

La presencia española en el país y en la Provincia de Córdoba

 

Sin dudas, parte de los motivos que explican el significativo impacto del conflicto español en el país están relacionados con la extensión del amplio tejido asociativo de la colectividad previo al estallido de la guerra, así como también a la pre-existencia un movimiento antifascista que venía cobrando vigor en el marco de un contexto de fuerte polarización política e ideológica a escala nacional e internacional. Más de fondo, esto estuvo condicionado por la importante presencia de españoles en nuestro país. Como ha señalado Fernando Devoto (2004) entre 1880 y 1914 arribaron a la argentina 1,4 millones de españoles que se distribuyeron a lo largo y ancho del país, asentándose mayoritariamente en áreas urbanizadas. La inmigración española que arribó al país en este periodo compartió con las demás corrientes inmigratorias europeas una serie de rasgos comunes: por un lado, fue predominantemente masculina -sobre todo hasta 1914, cuando la presencia femenina comenzó a aumentar progresivamente-, y por el otro, incluyó un alto componente de población joven concentrada en las edades económicamente activas (Ferreyra, 2020). Con respecto a las procedencias, la mayoría de la inmigración española fue aportada por Galicia (que representó cerca de un 55,8 % del total), seguida por Cataluña (11,8 %) y Asturias (6,8 %) (Sánches Alonzo, 1992, pp. 88-89). Fernando Devoto analizó que la inmigración española se caracterizaba por un porcentaje medio-bajo de analfabetismo (26 %) en comparación con los italianos (36 %), algo que le permitió desarrollar actividades más diversificadas en las ciudades donde se instalaron en una mayor proporción (Devoto, 2004, p. 295).

Ligado a esta cuestión, la presencia española en Argentina no solo fue importante por su número, sino que adquirió una importante gravitación en la vida social del país debido a su intensa vida asociativa:

 

[…] las asociaciones españolas en todo el país eran, según el censo (de 1914), 250 y tenían en conjunto 110.000 miembros. Un 80% por ciento eran hombres adultos y el resto mujeres y niños de ambos sexos, es decir que aproximadamente uno de cada cuatro españoles adultos integraba una entidad […] La institución mayor era la Asociación Española de Socorros Mutuos, que tenía por entonces 22.000 miembros y el más elevado capital social (Devoto, 2004, p. 310)

 

Dentro de las asociaciones españolas la defensa del republicanismo se hallaba presente en importantes sectores desde finales del siglo XIX (Ferreyra, 2021). A su vez, como ha señalado Xosé Manoel Nuñez Seixas (1994) la actividad asociativa de la comunidad gallega (mayoritaria entre la inmigración proveniente de la península ibérica), estuvo fuertemente vinculada al Partido Socialista con el que tejieron lazos y con el cual compartían una visión común sobre la necesidad de la laicización de la sociedad, tanto en España como en Argentina, y que redundaría en una mayoritaria inclinación, por parte de la colectividad gallega, hacia la defensa de la República.

Para el caso de la Provincia de Córdoba, María Cristina Vera de Flachs (1996) ha señalado que la inmigración española llegó a constituir el 5% de la población total provincial. En cuanto a la ciudad de Córdoba, la autora concluye que para 1930 habitaban aproximadamente 30.000 españoles sobre un total de 255.182 habitantes, lo cual da cuenta de la importante presencia hispana, mayoritariamente gallega, en la sociedad cordobesa.

Si bien la misma autora señala que el asociacionismo español en Córdoba no ha sido lo suficientemente abordado, partiendo de los datos aportados por Devoto y siendo mayoritariamente urbana la radicación española, podemos suponer que la vida asociativa también fue muy dinámica en la capital cordobesa. Como analizaremos más adelante, esta cuestión se expresó en la intensa actividad desarrollada por las instituciones de la colectividad durante los días que siguieron al estallido del conflicto español, nos referimos a la Asociación Española de Socorros Mutuos y el Centro Republicano Español.

 

Repercusiones del estallido bélico en la prensa local

 

Para reconstruir las repercusiones en Córdoba del estallido de la Guerra Civil en España, realizamos un relevamiento de los dos principales diarios del momento: La Voz del Interior y Los Principios. Los perfiles ideológicos definidos con los que contaba cada medio hicieron que sus posicionamientos en relación a los sucesos de España fueran claros desde un principio. Como ha señalado Paulina Brunetti (2014), en este período el diario Los Principios representaba el pensamiento ultraconservador de la Iglesia Católica y el patriciado de Córdoba, mientras que La Voz del Interior, al menos en esta etapa, representaba a la fracción más progresista del radicalismo mediterráneo, que buscaba introducir nuevas concepciones –en una provincia con mucho peso social de la Iglesia- relativas a la relación de la Iglesia y el Estado, la educación laica, las libertades individuales, etc., en un contexto de modernización de la sociedad y surgimiento de la cultura de masas. En este sentido, La Voz del Interior adoptó una postura de apoyo al régimen republicano y al gobierno de Manuel Azaña, mientras que Los Principios tomó partido por el bando sublevado, asumiendo la guerra como una verdadera cruzada contra el “comunismo ateo”.

Ya en las primeras semanas del inicio de la conflagración se definiría, a trazos gruesos, el sentido del análisis que harían los dos diarios cordobeses a lo largo de todo el conflicto. Desde el comienzo La Voz del Interior se transformó en el medio de consulta de los simpatizantes republicanos tanto españoles como argentinos. Todos los días publicaba en sus pizarras las novedades del frente, logrando convocar a multitudes frente a su local.[2] La información que brindaba provenía de los cables telegráficos enviados por la Agencia Saporiti, y llegaron a ocupar en algunos casos varias páginas de la sección de noticias internacionales. Por su carácter laico y anticlerical, desde los inicios adoptó, tanto por el reflejo que realizaba a través de los cables como por sus notas de opinión y comentarios editoriales, una postura de rechazo hacia el levantamiento de los generales católicos nacionalistas en España por representar a sus ojos la “reacción” de la Iglesia. A su vez, se implicaría profundamente en el tratamiento de los sucesos peninsulares al considerar que una larga tradición cultural unía el destino de ambos países. Como señalaba en un comentario editorial sin firma:

 

No podemos permanecer indiferentes ante la suerte de España. Estamos demasiado vinculados a su pasado y a su presente. Con el mismo idioma, el mismo acervo cultural, sus idiosincrasias raciales, sus virtudes heroicas y sus defectos, vibramos a su ritmo, alentamos sus entusiasmos y sus luchas.[3]

 

Imagen 1. La imagen da cuenta de las multitudes que se congregaban frente a las pizarras de La Voz del Interior (23/7/1936)

En este sentido, además de reflejar la mayoría de los hechos referidos a la Guerra de España y fijar una posición al respecto, también destinó un amplio espacio desde sus páginas a la difusión de las múltiples actividades de apoyo al bando republicano y a una minuciosa crónica de las mismas, en una clara voluntad por convertirse en el principal portavoz de los republicanos españoles en Córdoba.

Si bien el rechazo al levantamiento militar y el apoyo al gobierno legal del Frente Popular fue tajante por parte de La Voz del Interior, desde sus páginas, a través de editoriales y notas de opinión, no dejaron de expresarse las preocupaciones en torno al rumbo que podría llegar a adoptar la política española asediada, según su visión, por extremismos de izquierda y de derecha:

 

Hay algo más profundo, más decisivo y más dramático en este desgarramiento de la entraña española: se juega la suerte de la República. La constitución de dos frentes: el de derechas y el de izquierdas, exacerbó las luchas políticas, infiltrando en los partidos de más democrática tendencia el virus de los extremismos que estos frentes representan.[4]

 

En el mismo sentido en otra columna editorial de la redacción, sostenía lo siguiente con respecto al conflicto

 

Dictadura militar o dictadura obrera. Tal es la disyuntiva que se ha planteado. Si triunfan las armas rebeldes, hipótesis que no puede sostenerse en estos momentos, la más violenta dictadura militar se desencadenará sobre aquel país. Si en cambio triunfa el gobierno, que en todo caso deberá al pueblo su triunfo, no es difícil vaticinar que el cambio de sistema de gobierno será radical. Podrá consistir ese cambio en una dictadura del proletariado de tipo soviético? Habrá marchado España a una forma más avanzada de democracia republicana que se le parezca mucho? La primera de estas hipótesis es la más admisible. La transformación necesariamente, será radical. Las confiscaciones serán inmediatas. Los bienes de la nobleza, del clero, de la milicia y las grandes industrias, pasarán a poder del estado.[5]

 

Imagen 2. “Todos se empeñan en avivar la hoguera, pero ella se impondrá”. Ilustración de La Voz del Interior (22/7/1936) que refleja la línea editorial del diario en torno al conflicto español.

No obstante las advertencias señaladas, el apoyo a las instituciones republicanas fue constante desde las páginas de la Voz del Interior, mientras que desde el diario del arzobispado, la guerra de España fue planteada como una cruzada religiosa donde el bando franquista era la garantía de la defensa de la cristiandad amenazada. En relación al grupo de generales sublevados, desde Los Principios se encargaron de explicar que no se trataba de rebeldes, sino de “leales cruzados de la traición española” que buscaba “reconquistar España de las hordas soviéticas”.[6] A sus ojos, el conflicto español se reducía a una lucha entre las tradiciones católicas y el orden social por un lado, y el comunismo ateo por el otro:

 

[…] se sabe cuál es la verdadera situación de la madre patria, dividida entre los que luchan por la supervivencia de sus más genuinas tradiciones y los conglomerados, inorgánicos que con el disfraz de una república definitivamente fracasada, tratan de importar el Soviet en tierras del Cid.[7]

 

Desde esta óptica asumida por Los Principios, todo acto, manifestación o iniciativa de apoyo al bando republicano sería tildada de “comunista” y, en este sentido, dedicaría muchas notas a la cobertura de las acciones prorepublicanas desde una perspectiva condenatoria, buscando poner de manifiesto el carácter “comunista” de las mismas. Además, así como La Voz del Interior dedicó un gran espacio a la difusión de las acciones de apoyo al bando republicano, el vespertino del arzobispado, hizo lo propio con las iniciativas de apoyo al bando nacional.

Por otro lado, como ha demostrado Rebeca Camaño Semprini (2014), Los Principios, como parte de la derecha conservadora y clerical local, utilizó el conflicto español como espejo en el cual mirarse, advirtiendo que las políticas del gobierno del radical Amadeo Sabattini propiciarían una situación similar a la española en nuestro país. Sabattini había asumido el gobierno unos meses antes del estallido de la Guerra en España en el marco del regreso del radicalismo a la arena electoral, a partir del abandono de la táctica abstencionista a mediados de la década del treinta. Como ha señalado Darío Macor (2006), si bien el abandono de dicha táctica podía ser presentado como un logro por el gobierno, ya que el partido renunciaba a la impugnación al funcionamiento del sistema, la participación del radicalismo “amenazaba seriamente las posibilidades de la coalición oficial para garantizar la sucesión en el poder ejecutivo nacional” (p. 107). Finalmente, aunque en las presidenciales de 1938 el gobierno de la Concordancia logró conservar el poder, fraude de por medio, sufrió un revés en las legislativas de 1936 que expresaron un contundente triunfo radical. A nivel local, el triunfo del radicalismo en noviembre de 1935 marcó en la provincia un signo opuesto al clima político dominante a escala nacional.

En su discurso de inauguración de las sesiones legislativas del 17 de mayo de 1936, Amadeo Sabattini fue enfático al señalar que combatiría a todas aquellas fuerzas que pretendieran alterar el orden democrático: “Toda agrupación armada que atente contra la libertad, la seguridad del Estado y las instituciones democráticas, será inexorablemente disuelta y enjuiciada por los organismos de la justicia represiva”.[8] El mensaje era una clara advertencia a las agrupaciones de extrema derecha que desarrollaban sus actividades en Córdoba como la Unión Nacional Fascista, Acción Nacionalista Argentina, la Milicia Azul y la Legión Cívica (Tcach, 2007). En cuanto al comunismo, en cambio, tuvo una política de mayor tolerancia, permitiéndole márgenes de mayor libertad para el despliegue de sus actividades. En ese marco, el activismo generado en pro de la defensa de la República, del cual los comunistas formaron parte y fueron de sus principales impulsores, gozó de mayores libertades que las que tuvieron los comités en otras provincias.

Esta actitud del gobierno radical de Amadeo Sabattini fue duramente denunciada por la derecha conservadora que aprovechó este contraste entre el régimen cordobés y el nacional para propiciar una intervención federal por parte del presidente Justo. El diario del arzobispado, como parte de esta campaña, utilizó la situación española como advertencia de los peligros que representaba lo que consideraban una actitud cómplice de Sabattini con el comunismo, a la que identificaban con la actitud de los dirigentes de la República en España. En un editorial titulado “El comunismo y la protección oficial” señalaban lo siguiente:

 

Abiertamente se puede establecer la actitud de gobernantes como los de Córdoba y en general de todos los políticos que se suman al llamado Frente Popular: quieren valerse de las extremas izquierdas, unos porque participan de ellas, otros porque creen poder contar con estos elementos, primero como votantes, luego como combatientes (...) Nos autoriza a creerlo la experiencia española. Tampoco los gobernantes de la España republicana han sido marxistas. Ni Alcalá Zamora ni Azaña lo son. Sin embargo, el primero por su debilidad y el segundo por su maquiavelismo, pactaron con el marxismo y permitieron el desarrollo de las extremas izquierdas (...) No estamos lejos nosotros de seguir la misma suerte que la ensangrentada España. Vivimos los momentos preliminares de la revolución.[9]

 

Imagen 3. el diario del arzobispado difundía las distintas iniciativas de apoyo y colectas que se realizaban a favor del bando nacional en la guerra de España. Los Principios (7/9/1936)

 

 

Repercusiones entre la colectividad española y la sociedad cordobesa

 

Además de la extensa cobertura del estallido en la prensa local, y las multitudes que se concentraban frente a las pizarras para seguir las noticias, las primeras repercusiones se dieron, naturalmente, entre los miembros de la colectividad. Una de las asociaciones de la colectividad que funcionaba en Córdoba era la filial local del Centro Republicano Español, organización fundada en 1924, que tenía por objeto el establecimiento y consolidación del régimen republicano en España. Esta asociación estaba ligada a la masonería española y argentina y durante la Guerra Civil “llegó a constituirse en la voz casi oficial de la embajada de España en Buenos Aires” (Montenegro, 2002, p. 28). A pocos días del estallido del conflicto, con el alzamiento de los militares sublevados el 17 de julio, el miércoles 22 dicha asociación emitió una declaración “repudiando el golpe militar monárquico que ha querido usurpar el gobierno constituido por mandato popular”[10] y dejando constancia de su adhesión a los poderes legalmente constituidos. En este sentido, en un comunicado publicado a los pocos días, la Comisión Directiva de esta asociación decidió convocar a una asamblea de asociados, y se manifestaron dispuestos a ofrecerse incondicionalmente a las autoridades de la República, proponiendo incluso la creación de una “Legión Americana, que se pondría a las órdenes del gobierno para acudir en defensa de las instituciones amenazadas por la revuelta fascista”.[11]

El día lunes 27 de julio se realizó la primera asamblea del Centro Republicano Español, realizada en su local de la calle Rivera Indarte 139, a la cual asistió una gran cantidad de españoles residentes en Córdoba y simpatizantes del Frente Popular. De allí surgió un primer manifiesto que señalaba:

 

El Centro Republicano Español, haciéndose cargo de los momentos actuales en que se debaten las libertades de nuestra España, atacadas por las fuerzas fascistas y reaccionarias, amalgamadas con los mercenarios que han sido repudiados por toda la humanidad, consciente, indica al pueblo de Córdoba que no se deja impresionar por cierta prensa que propala informaciones tendenciosas. Los momentos actuales son de definiciones claras, no pudiendo menos que hacer resaltar en especial a nuestra colectividad, que analice ciertas noticias que venidas de lugares conocidos, se propalan con la ruindad de los que no desean que una causa justa salga victoriosa. En estos últimos días se han sucedido un cúmulo de noticias que así lo de muestran. Qué verdades hubo en los fantásticos hundimientos de buques leales y en los rápidos avances de los mercenarios del Sur hacia Madrid? Nada. Son noticias que quieren llevar a los españoles que vivimos horas de desasosiego y que deseamos la justa victoria del pueblo español. ¡Argentinos! ¡Españoles! No desconfíen. El Frente Popular sabe a dónde va, por lo que lucha y esto lo logrará.[12]

 

Por su parte, la Asociación Española de Socorros Mutuos, organización fundada en 1872 cuya “constante labor la ubicó como la entidad representativa de la colectividad” (Vera de Flachs, 1996, p. 116), comenzó a impulsar una colecta, a tono con la iniciativa impulsada por Teresa Diez Canedo, esposa del embajador de España, para recaudar fondos para la Cruz Roja Española. La asociación decidió que los fondos de una velada programada previamente al estallido del conflicto se destinaran a este fin.[13] A su vez, en los días siguientes se multiplicaron las adhesiones a la República Española y se realizaron varios eventos. Por ejemplo, el Centro Socialista “Carolina Muzzili”, realizó un festival el primero de agosto “a total beneficio de las víctimas provocadas por la revuelta fascista en España” en el local de la Asociación Española, en la cual Arturo Orgaz pronunciaría una conferencia.[14]

Consultados por La Voz del Interior, los referentes de la colectividad española en Córdoba compartieron sus impresiones sobre los sucesos de su país.[15] Francisco Mequida, presidente de la Asociación Española de Socorros Mutuos, analizaba la situación que vivía España señalando que la reacción de los militares golpistas se debía a la “preponderancia que venía cobrando el pueblo en la dirección de la política general del estado”. En este sentido, desde el 19 de febrero de ese año, cuando las elecciones dieron el triunfo al Frente popular “los elementos adversos, resentidos y amargados por la derrota que ponía en peligro muchas de sus posiciones y de su prestigio, se dieron a la tarea de organizar complots contra el gobierno”. A pesar del peligro que significaba la amenaza de los rebeldes, el presidente de la asociación se manifestaba optimista:

 

A pesar de la violencia de la guerra, de los medios de que disponen los rebeldes y de la alevosía que ha significado su actitud, creo firmemente en el triunfo de fuerzas leales y más firmemente aún en el triunfo de la causa popular. Ese es también el ardiente deseo de la mayoría de nuestros connacionales residentes en la República Argentina.

 

Por su parte, Don Magin Bonet, miembro de la comisión directiva del Centro Republicano Español de la ciudad de Córdoba, manifestaba su sorpresa ante la traición cometida hacia el pueblo y la República por parte de “las fuerzas militares alzadas, aliadas con los elementos más reaccionarios de la derecha, los carlistas y los fascistas de Primo de Rivera y de Albiñana”. Sin embargo, analizaba que, si bien había sido muy bien organizado el levantamiento, los sublevados se olvidaron del pueblo, que respondió enérgicamente defendiendo las conquistas de la República:

 

El pueblo, que ha sido el verdadero héroe será al final de estas jornadas sangrientas, quien decida la contienda a su favor. Y la reacción española, corrida y diezmada, por el empuje popular, volverá a su cauce, desapareciendo del horizonte republicano, la nube que lo ensombrecía.[16]

 

En esas primeras semanas se multiplicaron las iniciativas de apoyo al bando republicano, tanto en la capital de la provincia como en distintas localidades del interior. El sábado 8 de agosto, por ejemplo, se llevó a cabo un multitudinario acto de solidaridad con el pueblo español en Río Cuarto, con la presencia de aproximadamente dos mil personas;[17] en la localidad de Villa María, el cine Alhambra colocó una alcancía en la entrada para recaudar fondos para la Cruz Roja Española[18] y en Deán Funes se constituyó un centro “Pro ayuda y defensa al gobierno republicano español” [19], una de cuyas primeras iniciativas fue la realización de un acto de homenaje al pueblo español con la presencia y discurso del escritor boliviano de militancia trotskista Tristán Marof.[20]

Del otro lado, aunque con menos repercusión, se llevaron a cabo algunas iniciativas de apoyo al “bando nacional”. Una de las primeras acciones de solidaridad fue la creación de una comisión “de señoras y caballeros” encargada de “recaudar fondos para el gobierno español que reside en Burgos y preside el general Cabanellas”.[21] En una convocatoria se dirigían potenciales contribuyentes en los siguientes términos:

 

Españoles dignos de ese nombre por su patriótica decisión, ayudarán con sus recursos y generosamente, según las posibilidades de cada cual, a los bravos hermanos que en la madre patria, dan su sangre y su vida por limpiar a España del marxismo y de las sectas que le han abierto las puertas en aquel país.[22]

 

Otra forma de apoyo al bando nacional vino de parte de la Iglesia, que organizó algunas ceremonias religiosas llamadas “horas santas”. Por ejemplo, el domingo 6 de septiembre se llevó a cabo una ceremonia de este tipo en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen “promovida para pedir por la paz de España y como desagravio por las horribles profanaciones y los agravios allí cometidos” por el “furor rojo”.[23] Por último, por aquellos días, también llegaron a Córdoba dos miembros de la Falange Española, José Arnedo y Antonio Rovira, que se encontraban en la provincia organizando una filial local y recabando fondos y adhesiones entre los simpatizantes locales de la “causa nacional”.[24]

Más allá de las diversas iniciativas desplegadas para contribuir a la causa por parte de los nacionalistas españoles, la recaudación de fondos era insuficiente para el periódico del Arzobispado, que desde sus páginas se quejaba del contraste existente entre la exitosa campaña de los republicanos y los magros resultados de las colectas impulsadas por las “gentes de derecha”. Mientras que los “izquierdistas no han perdonado medio, desde la venta de insignias a la recorrida de talleres, librerías y oficinas, en demanda de ayuda” logrando una considerable suma de fondos para su causa, los derechistas permanecían “ciegos y sordos”, viendo “arder España, caer en la hoguera a sus hermanos con los bienes que no supieron ceder en parte razonable y en tiempo oportuno”. En este sentido señalaba:

 

Los donativos llegados hasta ahora para la colecta en favor del gobierno del general Franco son pequeños y en su casi totalidad hechos por gentes de trabajo, por humildes contribuyentes. No se han visto en Córdoba partidas de consideración, aportes valiosos, aunque todos sabemos que en el campo de las derechas figuran, de hecho o de corazón, muchos hombres de posición sólida, para los que no representaría sacrificio alguno una suma relativamente considerable.[25]

 

A su vez, las repercusiones del conflicto español en Córdoba excedieron ampliamente a los miembros de la comunidad española, al punto de que la Universidad de Córdoba se convirtió en el epicentro de una batalla campal entre estudiantes antifascistas partidarios de la República y estudiantes fascistas partidarios del bando sublevado.[26] El conflicto se inició a partir de la difusión de una declaración de apoyo al levantamiento del general Franco que el profesor Nimio de Anquín, líder de la Unión Nacional Fascista, hizo circular entre los estudiantes buscando firmas de apoyo a la misma (McGee Deutsch, 2005, p. 278). Esto desató la furia de los estudiantes reformistas y antifascistas, lo cual llevó a violentos enfrentamientos que derivaron en el cierre de la Universidad por varios días y sanciones para algunos de los estudiantes involucrados en el hecho. Este acontecimiento da cuenta de cómo se vieron implicados los jóvenes cordobeses en los acontecimientos que se sucedían en la península ibérica, lo cuales vivieron como algo propio, siendo la Guerra Civil de España un episodio más dentro de un proceso de polarización política e ideológica en la que se enfrentaron los partidarios de dos movimientos de alcance global como lo fueron el fascismo (Finchelstein, 2010; 2018) y el antifascismo (Brasken, Featherstone y Copsey, 2020).

El rol de Nimio de Anquín en aquellos días iniciales del conflicto español no se limitó a los hechos mencionados más arriba, sino que tuvo un protagonismo destacado como entusiasta promotor del movimiento nacionalista encabezado por Franco en España. A su modo de ver en España se estaba gestando un nuevo tipo de fascismo, más armónico con los principios e ideas del catolicismo. En un acto de “reafirmación nacionalista” realizado en el Teatro Excelsior el 5 de septiembre de 1936, organizado por la Unión Nacional Fascista, Nimio de Anquín señalaba que el comunismo no se trataba de una doctrina económica o social, sino de un “hecho teológico”, en tanto que se trataba de una doctrina “demonocéntrica” y “rebelión contra Dios”. Para Nimio de Anquín el pronunciamiento contra esa rebelión había venido por parte del fascismo, al que no consideraba como un fenómeno específicamente italiano “sino un hecho universal”. En este sentido señalaba:

 

Pero el fascismo aún no está completado doctrinariamente, porque debe ser teocéntrico para que su eficacia sea decisiva contra el comunismo que es demonocéntrico. Este fascismo es el que se está gestando en España, con sangre de mártires, y al que nosotros pertenecemos, al propiciar el reinado social de Jesucristo.[27]

 

Para Nimio de Anquín el franquismo, con su fuerte componente católico y su retórica de cruzada anticomunista, resultaba más familiar que el fascismo y el nazismo -cuyos conflictos con el catolicismo eran públicos y evidentes-, y mucho más asimilable a los postulados del nacionalismo local, que reivindicaba al catolicismo y a la herencia hispánica como componentes esenciales de su identidad.

 

El Comité de Ayuda al Pueblo Español

 

Transcurridas las primeras semanas del estallido del conflicto español atravesadas por una multiplicidad de iniciativas solidarias -ya sea con el “pueblo español”, con el “proletariado español” o con el “gobierno legal” de la república-, surgió una iniciativa para coordinar los diversos esfuerzos que se venían realizando. A tales efectos, se creó en los primeros días de septiembre el Comité de Ayuda al Pueblo Español, en el cual confluyeron miembros de instituciones de la colectividad española -Centro Republicano Español, Asociación Española de Socorros Mutuos-, intelectuales reformistas muy reconocidos -como Deodoro Roca, Gregorio Berman, Saul Taborda y Enrique Barros-, españoles residentes en Córdoba, militantes de organizaciones de izquierda (socialistas y comunistas) y ciudadanos simpatizantes de la causa republicana. Oficialmente el comité se constituyó el 7 de septiembre luego de una asamblea realizada en el local del Centro Republicano Español con el objetivo de “realizar una intensa campaña en favor del pueblo español en defensa de las instituciones democráticas” y “movilizar a la opinión pública en su ayuda”.[28] A su vez, el comité se propuso centralizar la ayuda material y se puso el objetivo de enviar a España un barco de víveres y medicamentos y “si fuera posible un barco de trigo para aliviar de esa manera la situación que se le ha creado a aquel pueblo el agobio del hambre con motivo de la Guerra Civil”.[29]

La primera acción realizada por el C.A.P.E fue un acto para recaudar fondos en el Salón de la Asociación Española de Socorros Mutuos con la presencia del presidente del organismo Miguel Gómez, Saúl Taborda y un representante de la Federación Universitaria de Córdoba como los principales oradores. En la convocatoria al acto, el organismo se dirigía al público en los siguientes términos:

 

Nos dirigimos por medio de estas líneas a todos los ciudadanos que inspirados en los anhelos democráticos, sienten en carne propia el desgarro que la intentona fascista está causando en las filas del pueblo democrático español, empeñado en una lucha gigantesca por oponerse a los designios liberticidas de una minoría reaccionaria apoderada de las fuerzas del ejército. La acción que desarrolla el Comité de Ayuda al Pueblo Español, dirigida exclusivamente a los defensores de la libertad y la democracia, tiende a popularizar el movimiento de adhesión a la verdadera y auténtica España, la de sus hijos anónimos, autores ciertos de la gran página de historia que está escribiendo con su sangre. Este movimiento no es suficiente con que exista en la conciencia de todos los ciudadanos libres, sino que es necesario organizarlo, a cuyo fin se ha dado vida a este organismo.[30]

 

La creación del Comité de Ayuda al Pueblo Español fue una expresión más del asociacionismo antifascista del período. Como ha señalado Cesar Tcach (2012), a lo largo de la década del 30 los intelectuales reformistas –y el movimiento reformista en general- resignificaron su combate contra el clericalismo y la “barbarie doctorada” en la lucha contra el fascismo, dando lugar a múltiples organismos y comités de los cuales formaron parte, como por ejemplo el Comité contra el Racismo y el Antisemitismo, el Comité Pro Paz y Libertad de América y Unión Femenina Antiguerrera. Para los reformistas,

 

el liberalismo era percibido como la antítesis de la “inquisición intelectual y moral” que torturaba la libertad de pensamiento en la Universidad de Córdoba. (...) Remitía a la filosofía de la Ilustración pero no era reductible a ella. Constituía una identidad macro o pan-identidad que afirmaba un sentido de pertenencia cuya eficacia se asociaba estrechamente a la configuración de un enemigo común. En parte, era un capítulo más del viejo combate entre liberalismo y clericalismo, pero tampoco era reducible a él. Latía un horizonte nuevo. El universo cultural de la Reforma tendió también un puente de plata entre liberalismo, democracia y socialismo. (Tcach, 2012, p. 136)

 

En este marco, el ascenso del fascismo a nivel mundial y el estallido de la guerra civil española llevaron a muchos intelectuales reformistas no solo a protagonizar experiencias de militancia partidaria (mayoritariamente en las filas del socialismo) sino a tomar activamente la causa antifascista y confluir en diversas experiencias organizativas con otros sectores de la cultura, la intelectualidad y la política. Esta fue una expresión local de lo que Eric Hobsbawm (2011) definió globalmente como “la era del antifascismo” que implicó la confluencia entre la intelectualidad liberal y el marxismo dando lugar a múltiples organizaciones y asociaciones antifascistas con una vigorosa actividad cultural que logró nuclear a amplios sectores sociales, como la Asociación de Intelectuales Artistas, Escritores y Periodistas (AIAPE) que tenía su filial en Córdoba y de la cual reconocidos reformistas formaban parte. Ese entramado de asociaciones, clubes y comités estaba atravesado por una “sensibilidad antifascista” que caracterizó a gran parte de la cultura argentina de aquel período (Pasolini, 2013). Esta tendencia también fue posibilitada por el giro desarrollado desde 1935 por la Internacional Comunista (IC) hacia la política de los Frentes Populares. Si hasta el momento la IC caracterizaba que la oposición central era entre fascismo y comunismo, a partir de entonces la oposición pasó a ser entre fascismo y antifascismo, adoptando políticas de colaboración de clases entre organizaciones obreras y fuerzas políticas tradicionales consideradas democráticas, lo que contribuyó a la internacionalización del tópico, la política y la cultura antifascista. Andrés Bisso (2007) señaló que el antifascismo argentino, como apelación política novedosa y producto de las circunstancias contemporáneas mundiales, intentaba conciliar su carácter de nueva prédica con un discurso que lo situara dentro de ciertas coordenadas políticas locales ya establecidas, como lo fue la tradición liberal. Si dentro del campo del marxismo era el Partido Socialista el que históricamente había reclamado su inscripción en dicha tradición, la novedad de los años ‘30 es que el Partido Comunista también disputó esta pertenencia. En este sentido, Ricardo Pasolini usa la categoría de marxismo liberal para referirse a la identidad política comunista afianzada a medidos de la década de 1930 en nuestro país; señalando que fue tanto una estrategia discursiva propia del oportunismo político de la sección argentina de la Internacional Comunista (IC) como la expresión de una tradición local con peso específico. Esta orientación se vio reflejada en las distintas tácticas impulsadas por el Partido Comunista Argentino junto a intelectuales, como la mencionada AIAPE, pero también en la búsqueda de alianzas electorales, como la que los comunistas buscaron establecer con los radicales, a nivel nacional impulsando la candidatura de Alvear, y en el plano provincial, con su apoyo a Amadeo Sabattini.

Luego del primer acto de lanzamiento del C.A.P.E., una de las primeras acciones que realizaron fue el impulso de una colecta entre los trabajadores cordobeses “para que destinen un día de su jornal destinado a los hermanos españoles” y la organización de una “semana por España” consistente en “una tarea de agitación general en la provincia, así como de cuestaciones de dinero y mercaderías”. Esta última actividad llevaría a que el comité se expanda a lo largo y ancho de la Provincia, creando filiales en distintas localidades como San Francisco, Bell Ville, Cruz del Eje, Marcos Juarez[31] y Villa María[32], entre muchas otras. Incluso en pequeñas localidades como Rafael García, los vecinos organizaban colectas para colaborar con la iniciativa del comité.[33] Estas actividades seguirían su impulso y se desarrollarían a lo largo de toda la contienda bélica.

No obstante, más allá de la unidad demostrada en los primeros meses, no tardarían en surgir los conflictos al interior del CAPE, que como hemos señalado, representaba una alianza heterogénea. Uno de éstos fue el protagonizado por Tristán Marof, intelectual referenciado en el trotskismo por aquellos años, que estando como secretario rentado, y teniendo a cargo los fondos del C.A.P.E., fue acusado de “haber dispuesto de la suma de mil pesos para uso particular”. Al ser convocado por la Comisión Directiva del comité para que rindiera cuentas, este se negó y se “concretó a insultar a los miembros de dicha comisión retirándose del seno de la misma, esgrimiendo un revólver”,[34] siendo luego expulsado por ésta. A su turno, Tristán Marof se defendió de las acusaciones hechas por los miembros de la Comisión Directiva, aduciendo que todo se trató simplemente de una campaña difamatoria realizada por los comunistas estalinistas presentes en la asamblea del 5 de febrero en la que se decidió su expulsión. Según su versión, Gregorio Bermann pidió un voto de desconfianza hacia Marof por haber participado en “la polémica sobre el Comité Pro Exiliados”, cuestión ajena a los asuntos propios del C.A.P.E. Por esos días se había desarrollado una discusión dentro del Comité Pro Exiliados, organización de la que también formaban parte miembros del C.A.P.E., en torno al otorgamiento del asilo a León Trotsky por parte del gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas. Marof se defendió argumentando que había sido expulsado por Bermann y la “maffia comunista regimentada” por haberse “atrevido a defender el derecho de asilo para Trotsky y había dicho que el régimen sangriento de Stalin era igual o tal vez peor que el de Hitler”.[35] Este episodio da cuenta de que, más allá de la aparente solidez y unidad de los organismos de ayuda al bando republicano -que se convirtieron en eficientes maquinarias que supieron canalizar recursos hacia España y movilizaron a amplios contingentes que de otro modo quizás no hubiesen tenido participación política alguna-, no dejaron de expresar las disputas políticas que también surcaban el bando republicano en España.

Estos hechos desembocaron en la renuncia y desafiliación del Comité Universitario Radical al C.A.P.E., ya que consideró que los hechos fueron “el lógico resultado de haber llevado al seno de dicha entidad cuestiones políticas partidistas absolutamente ajenas a la finalidad de la misma”.[36] El distanciamiento por parte de este sector de la juventud radical, estaba relacionado con las distintas visiones e intereses que convergían al interior de los comités de apoyo. Si bien los sectores más progresistas del radicalismo apoyaban a las autoridades constituidas del Frente Popular en su lucha contra el levantamiento franquista, no es menos cierto que les preocupaba el creciente protagonismo de las organizaciones de izquierda, comunistas o anarquistas, en el proceso desencadenado a partir del golpe. En este sentido, más allá de la tolerancia mencionada por parte de las autoridades provinciales a las actividades del C.A.P.E., un informe del Ministerio del Interior del gobierno nacional, da cuenta del descontento del gobierno de Sabattini con algunos aspectos de su accionar. Allí se señalaba que a los actos públicos del C.A.P.E. eran utilizados en realidad para realizar “prédica comunista” y sus adherentes asistían a los mismos vestidos con los gorros rojos similares a los de los milicianos españoles lo cual había generado el desagrado y rechazo por parte del gobierno provincial. En este sentido, después de un acto organizado por el C.A.P.E. con motivo de la celebración del Primero de Mayo, en la cual los simpatizantes asistieron en gran cantidad con los mencionados gorros milicianos, el informe señalaba:

 

Tal actitud ha llamado la atención de las autoridades provinciales, al extremo de que el propio Gobernador en rueda de periodistas el día 2 del actual, manifestó que había dado instrucciones terminantes al Jefe de Policía, para que se prohíba el uso de todo distintivo como el citado, pues dijo que los que lo llevaban habían dado un espectáculo carnavalesco. El Jefe de Policía ha manifestado que está preparando un edicto al respecto, en el que se establecerán las penalidades que se aplicarán a quienes usen esos distintivos u otros, como camisetas celestes que suelen ostentar los fascistas y falangistas.[37]

 

Es claro que, si bien Sabattini se diferenciaba de la prédica anticomunista y las políticas fuertemente represivas que caracterizaban al gobierno nacional, a su vez intentaba evitar que las repercusiones del conflicto español desembocaran en una polarización ideológica y política del escenario provincial que pudiesen derivar en un fortalecimiento de la militancia comunista. Su permivisividad a las actividades prorepublicanas se enmarcaba en una posición de apoyo al orden institucional que tomaba distancia de los elementos revolucionarios que revelaba el conflicto.

 

Reflexiones finales

 

Como hemos analizado, el impacto de la Guerra Civil española se expresó en el despliegue de diversas iniciativas que mayoritariamente se inscribieron en el apoyo al bando republicano. La pluralidad y diversidad ideológica expresada en los comités de solidaridad con el pueblo español refleja que el antifascismo era percibido como una causa de defensa de valores amplios relacionados con la libertad, la democracia y la cultura que logró transversalizar tradiciones e identidades político-ideológicas y desplegar un movimiento de masas. Sin embargo, este frente único en la acción no estuvo exento de disputas políticas que reflejaban las orientaciones políticas divergentes de las diversas corrientes que se adscribieron en el campo del antifascismo. El estudio de la ciudad de Córdoba refleja que el campo republicano expresó tensiones entre radicales, socialistas moderados, estalinistas y trotskistas, como vimos en el caso de los debates e incluso rupturas al interior del Comité de Ayuda al Pueblo Español. En este sentido, La Voz del Interior, como diario inscripto en la tradición liberal y ligado al radicalismo local expresó un apoyo al orden institucional republicano que no dejó de alertar sobre lo que el peligro de los extremismos de izquierda y derecha en el escenario español, en convergencia con las advertencias hechas por el gobierno de Sabattini en relación al escenario local. El mismo moderantismo explica la ruptura de la juventud radical con el C.A.P.E. así como las declaraciones y posicionamientos adoptados por el Centro Republicano Español, ubicado eminentemente dentro de un antifascismo liberal de defensa de las instituciones democráticas. A este respecto, consideramos que las particularidades de la realidad política cordobesa operaron en un doble sentido, ya que, si bien el gobierno sabattinista se ubicó propiciando las libertades democráticas y la actividad de los comités, a su vez rechazaba la reivindicación de los milicianos y sectores más radicalizados en España y las fuentes consultadas permiten observar que buscó limitar la emergencia de expresiones radicalizadas al interior de los comités locales. Asimismo, la polarización ideológica previa entre clericalismo y anticlericalismo imprimió particularidades a la recepción del conflicto español en terreno cordobés, no sólo porque el campo de defensa del franquismo fue asumido por la Iglesia, como hemos visto en el caso del diario Los Principios, sino porque el reformismo fue un componente central de la militancia republicana antifascista local. Esto se expresa en que los principales intelectuales reformistas fueron parte de la fundación del propio CAPE en común con centros de la colectividad española, siendo un elemento que posibilitó la convergencia entre sectores políticos, culturales e intelectuales (algunos más identificados con el marxismo, otros más identificados con el liberalismo) en torno a la acción política antifascista.

 

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Fuentes consultadas

 

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Partes informativos del Ministerio del Interior sobre la situación cordobesa. Caja 54, Fondo Agustín P. Justo, Archivo General de la Nación.

 

 

Recibido: 22/03/2023

Evaluado: 02/06/2023

Versión Final: 09/07/2023

 



(*) Profesor y Doctorando en Historia (Universidad Nacional de Córdoba), Argentina. Email: ignaciocall2015@gmail.com.

ORCID: https://orcid.org/0009-0006-4081-1037

[1] En términos de tirada y de relevancia en la agenda periodística de la época.

[2] La Voz del Interior, Córdoba, 25/7/1936.

[3] “Trascendencia de la Revolución en España”, La Voz del Interior, Córdoba, 22/7/1936.

[4] “Trascendencia de la Revolución en España”, La Voz del Interior, Córdoba, 22/7/1936.

[5] “España se desangra”, La Voz del Interior, Córdoba, 27/7/1936.

[6] A. Villaluenga, “Rebeldes no: leales cruzados de la traición española, Los Principios, Córdoba, 1/9/1936.

[7] Los Principios, Córdoba, 1/10/1936.

[8] La Voz del Interior, Córdoba, 18/05/1936.

[9] Los Principios, Córdoba, 2/8/1936.

[10] La Voz del Interior, Córdoba, 22/7/1936

[11] La Voz del Interior, Córdoba, 26/7/1936.

[12] La Voz del Interior, Córdoba, 27/7/1936.

[13] La Voz del Interior, Córdoba, 31/7/1936

[14] La Voz del Interior, Córdoba, 31/7/1936.

[15] “La colectividad española opina sobre la Guerra Civil”, La Voz del Interior, Córdoba, 7/8/1936.

[16] “La colectividad española opina sobre la Guerra Civil”, La Voz del Interior, Córdoba, 7/8/1936.

[17] La Voz del Interior, Córdoba, 9/8/1936.

[18] La Voz del Interior, Córdoba, 13/8/1936.

[19] La Voz del Interior, Córdoba, 19/8/1936.

[20] La Voz del Interior, Córdoba, 1/9/1936. También se realizaron actividades similares en las localidades de Cruz del Eje, La Cumbre y Alta Gracia.

[21] Los Principios, Córdoba, 7/9/1936.

[22] Los Principios, Córdoba, 5/9/1936.

[23] Los Principios, Córdoba, 6/9/1936.

[24] “La organización de la Falange en Córdoba”, Los Principios, Córdoba, 24/9/1936; “Dos falangistas españoles han venido a esta ciudad”, Los Principios, Córdoba, 28/9/1936.

[25] Los Principios, Córdoba, 7/10/1936.

[26] La Voz del Interior, Córdoba, 26/8/1936.

[27] Los Principios, Córdoba, 6/9/1936.

[28] La Voz del Interior, Córdoba, 8/9/1936.

[29] La Voz del Interior, Córdoba, 8/9/1936.

[30] La Voz del Interior, Córdoba, 10/9/1936.

[31] La Voz del Interior, Córdoba, 19/9/1936.

[32] La Voz del Interior, Córdoba, 15/9/1936.

[33] La Voz del Interior, Córdoba, 15/9/1936.

[34] AGN - Fondo Agustín P. Justo, caja 54, documento 55.

[35] La Voz del Interior, Córdoba, 8/2/1937.

[36] La Voz del Interior, Córdoba, 11/2/1937.

[37]AGN - Fondo Agustín P. Justo, caja 54, documento 109.