REVISTA DE LIBROS
BUCHBINDER, Pablo; ¿Revolución en los claustros?
Cierto fetiche hacia los aniversarios que coinciden
con decenas llevó a que el año 2008 fuera momento de abundantes revisiones de
Pablo Buchbinder es
docente de
El libro, en su búsqueda de simplificar su
lectura, consta de tres capítulos que en alguna medida dividen linealmente la
cronología de los hechos: un primer capítulo orientado a los antecedentes, un
segundo capítulo que desarrolla una crónica de los sucesos y un tercero, que
piensa los cambios y las consecuencias.
El capítulo I, “Los universitarios entre la
política, la profesión y las aulas”, ubica en las décadas finales del siglo XIX
los primeros cuestionamientos hacia el sistema universitario establecido, una
mixtura entre tradiciones de raigambre colonial y los rasgos que se estaban
formando en sincronía con este tiempo: un espacio que debía ser de legitimación
de las futuras élites dirigentes y formadora de “profesionales” para suplir el
déficit estatal de dirigentes capacitados.
El conflicto de Ramón J. Cárcano
en 1884 en
En este apartado se busca también observar el
rol de los estudiantes y sus intermitentes e irregulares grados de organización
colectiva. La historización de las protestas
estudiantiles por motivos académicos expresan un rechazo a la desidia y la
falta de interés de la dirigencia universitaria por el ordenamiento y la
profesionalización de la práctica universitaria, y a su vez un rechazo al
manejo político que se realizaba para la designación de profesores titulares -a
cargo del poder ejecutivo- que suponía una injusticia para quienes tenían
antecedentes e idoneidad para la docencia. Los que más trabajaban eran los
suplentes, que no cobraban y generalmente no eran considerados en las ternas
para titularizar. Esto era consecuencia no del todo deseada del “espíritu
anticorporativo” de la llamada Ley Avellaneda sobre la cual se construyeron los
estatutos universitarios a partir de 1885, “cuyo objetivo fundamental (era)
evitar que los intereses de la corporación universitaria, en particular de su
profesorado, primasen sobre los más amplios y generales de la sociedad y la
cultura” (p. 32).
Así como ve en esta configuración un germen
de futuros conflictos, también afirma que el carácter “profesionalizante”
que adquieren las universidades (formar médicos, abogados, en menor medida
ingenieros) será puesto en cuestión hacia la coyuntura de
Señala por último el rol de
El capítulo II es una crónica de la situación
cordobesa que llevará a los sucesos del ’18. Situaciones de “inercia y una
capacidad de resistencia a su reforma interna” (p. 71) diferenciaban a Córdoba
principalmente de Buenos Aires, donde sí había habido cambios en 1906, y donde
el autor le otorga un papel fundamental a la “opinión pública” como factor de
presión, factor que no tiene la misma capacidad en Córdoba.
Los reclamos pasaban por las críticas a los
académicos (cuerpo de profesores y profesionales encargados del gobierno de las
facultades que en definitiva funcionaban como una oligarquía), el reclamo de participación y la transformación de los
planes de estudio. Aquí Buchbinder expone los
posibles motivos de la resistencia a estos cambios: el carácter doctoral de la sociedad cordobesa -“los
sectores dominantes en Córdoba fundaban su predominio no en su riqueza o en su
patrimonio material, sino en su naturaleza ‘doctoral”- que implicaba en
consecuencia que “todo intento de modificación de la estructura de poder de la
ciudad de Córdoba debía ser, necesariamente también, una reforma universitaria”
(p. 86). A partir de esta hipótesis, se desarrollan los hechos cronológicamente
de la serie de protestas, intervenciones, manifiestos, la toma de la facultad y
finalmente la extensión de las protestas al resto de las facultades de nuestro
país.
Si es necesario realizar una crítica hacia
este punto, es evidentemente muy escasa la articulación de los problemas
universitarios con los diferentes contextos en los que se suceden los hechos.
Un ejemplo es el rol marginal de la lectura política que realizan los
dirigentes no universitarios en el proceso del conflicto, más allá de las
acciones estatales en las intervenciones y las interpretaciones que se hacen
sobre la participación activa del yrigoyenismo en el
movimiento.
Hay sí en el análisis de los primeros
congresos de
La tan resonante proyección latinoamericana
de la reforma, inaugurando una década del ’20 cargada de planteos y
renovaciones fundamentalmente desde estos grupos juveniles, es otro de los
puntos que no están desarrollados extensamente en el libro, tal vez en este
caso sí por ser un tema que excede los límites propuestos.
Finalmente, el tercer capítulo rescata la
identidad juvenil y americanista del movimiento reformista, pero al mismo
tiempo lo problematiza aclarando que “un análisis de la reforma desde el
discurso y perspectivas proclamadas por muchos de sus dirigentes –algunos
auténticamente revolucionarios- no alcanza para comprender sus efectos sobre el
mundo académico local” (p. 144), ya que no se traducen linealmente en los
hechos. Es así que el autor dedicará este espacio de “conclusiones” para ver
los momentos posteriores a la coyuntura, analizando tanto las limitaciones como
las críticas que surgieron, principalmente de sectores conservadores, otros
vinculados al catolicismo, y desde los miembros de la élite tradicional de las
ciudades universitarias, que veían en este proceso una subversión del orden a
la vez expresivo de la crisis de valores de la época.
Límites, tensiones y quizá contradicciones
son la síntesis que se encuentra al dar vuelta la página del acontecimiento de
Por Martín Müller
(UNR; mmuller81@hotmail.com)
ASCOLANI, Adrián. El
sindicalismo rural en
El texto de Adrián Ascolani describe y
analiza las particularidades del sindicalismo rural en
En especial la obra de Ascolani rescata y
pone en primer plano al trabajador rural, un importante actor de la historia
argentina que constantemente fue solapado y hasta olvidado por prejuicios de
diversos estudios. Con un enfoque pormenorizado de las principales
características de los peones de campo y contrastado a lo largo de dos décadas
a través de distintas coyunturas económicas y políticas, Ascolani
contribuye significativamente a la historia del movimiento obrero argentino y
agrega importantes elementos a distintos debates, como el origen del peronismo
o el conocimiento y la transformación del mundo del trabajo.
A lo largo de cinco capítulos el autor recorre la historia de los
trabajadores rurales en sus distintas especificidades. La enumeración incluye
tanto a los braceros, que vendían su fuerza de trabajo únicamente en tiempos de
cosecha con una vida de transhumancia, como a los más
“establecidos” peones mensuales, estibadores, carreros (y posteriormente dueños
de camiones), entre otros. Las distintas actividades presuponían, además, diferentes
intereses que, sin embargo, no impidieron varias coincidencias en momentos de
protesta. En el centro del relato también aparecen las organizaciones obreras
ya sea en sus declamaciones revolucionarias o reformistas, su lucha por los
reclamos laborales y sus rivalidades en el seno del movimiento obrero. Así se
analizan a la anarquista FORA –que varios historiadores ya daban por insignificante
para la década del 20–, los sindicalistas revolucionarios, los socialistas y los
comunistas. Hacia fines de la década del 30,
Luego de una extensa introducción, en la que Ascolani
marca el recorrido de las organizaciones sindicales con sus diferentes luchas
desde la primera década del siglo XX –así como su vasto conocimiento del tema
fruto de veinte años de investigación–, el primer capítulo narra los
entretelones de las huelgas de 1928. Los sucesos, caracterizados por la
agitación obrera y la intervención del Ejército, parecen cerrar un ciclo de
sindicalismo clasista y abren paso a nuevas estrategias de lucha obrera.
En los siguientes capítulos, el texto indaga –en una comparación entre
las provincias de
El último tramo del libro analiza el largo proceso que terminó en la
concreción del “Estatuto del Peón rural” desde los tímidos intentos de
gobiernos provinciales previos al peronismo, pasando por los aportes de Juan
Domingo Perón antes y durante su primera Presidencia hasta su concreción. En
dicho punto, el autor toma como objeto de estudio los casos de accidentes de
trabajo que, a pesar de ser individuales, le sirven a Ascolani
para contrastar los avances y retrocesos de una problemática general entre los
trabajadores de campo.
En cuanto a las fuentes utilizadas, Ascolani
presenta una destacada variedad que van desde los grandes diarios nacionales y
regionales (
A modo de sumario, Ascolani retoma una
historia olvidada y soslayada, la del sindicalismo rural y de su principal
actor, el trabajador de campo. Para ello tiene en cuenta una vasta red de
pequeños pueblos de la región pampeana que parecían no tener pasado. En los
mismos, el autor descubre relatos de enfrentamientos laborales que muestran una
importante tradición de lucha sindical. Asimismo, el autor propone como hilo
conductor la tarea del Estado que va desde parcializadas apariciones como
árbitro hasta la plena intervención como resultado de la crisis del 30. Por
ello, el libro es un excelente avance en la problemática del sindicalismo
rural, así como un gran aporte al conocimiento del mundo del trabajo en
Por Paulo Menotti
ANDÚJAR, Andrea; D’ANTONIO, Débora; GIL LOZANO, Fernanda; GRAMMÁTICO,
Karin y ROSA, María Laura (compiladoras) De
minifaldas, militancias y revoluciones. Exploraciones sobre los ’70 en
El pasado reciente exhibe por estos días una presencia inédita en
relación con las primeras décadas del siglo XX, siempre más preocupadas por lo
que Andreas Huyssen ha denominado “futuros
presentes”. La proyección de este protagonismo en las historiografías de
diversas sociedades occidentales no es sino una de las múltiples expresiones de
la consolidación de la memoria como preocupación central de la cultura y la
política. Hondamente atravesada por un impulso conmemorativo, la sensibilidad
de nuestra época revisita permanentemente el pasado, pero en ese vínculo se
juegan estímulos entre los cuales no es el menos importante la búsqueda de
elementos para profundizar y legitimar unas construcciones identitarias
que permitan a amplios colectivos sobrevivir en un presente donde todo parece
efímero. La intervención de las y los historiadores en ese proceso, sin ser de
ningún modo marginal, remite de tal modo a una densa trama hecha de intereses
que trascienden el plano de la construcción de conocimiento por el conocimiento
mismo, aún sin que ello suponga descuidar –para emplear una noción propuesta
por Marc Bloch– su legitimidad propiamente
intelectual.
Es una suerte que así sea, porque si nunca podremos conocer el pasado como verdaderamente ha sido, liberar por
medio de su rescate las energías explosivas contenidas en algunos de sus
momentos sí constituye un objetivo realizable. Indudablemente vinculadas con un
movimiento social que, aún con intermitencias, entre el ascenso y el declive,
no ha cesado desde sus mismos orígenes de sostener con fuerza el reclamo de la
emancipación femenina, las compiladoras de De
minifaldas, militancias y revoluciones han reunido un conjunto de escritos
que, con el claro objetivo político de develar las condiciones históricas de la
jerárquica construcción de las relaciones entre los sexos, posan su mirada
sobre nuestro pasado reciente desde el ángulo que ofrecen las experiencias
femeninas. Una de las claves de esta lectura es, por eso mismo, que esta
diversidad no puede entenderse asumiendo lo masculino como generalidad, matriz
fundacional del devenir científico de la historia, de la cual las visiones
historiográficas mayoritarias no consiguen despegarse.
Es, en efecto, una perspectiva de género la que anima este
emprendimiento en el que los fenómenos más representativos de la conflictiva
etapa que abren los ’60- ’70 en Argentina se construyen en directa referencia a
análisis empíricos sobre las prácticas de mujeres reales, no para complementar
la explicación del período con la “singularidad” de lo femenino, sino para
complejizar su abordaje integrando este universo experiencial como uno de los
modos de expresión de la(s) militancia(s) y los proyectos políticos que la
cimentaron, así como la ineludible cuestión de la violencia.
Invitando no sólo a repensar el modo en que se ha respondido a ciertas
preguntas sino también a proponer otras nuevas, el constructo se articula en
torno a tres ejes: “Espacios de militancia y conflictividad”, “Prácticas
terroristas, prácticas de resistencia” y “Representaciones, imágenes y vida
cotidiana”. Marta Vasallo inaugura el primero de ellos con un capítulo titulado
“Militancia y transgresión”, en el cual ensaya algunas hipótesis sobre la
militancia setentista femenina que problematizan la
tensión entre su transgresión de los roles socialmente impuestos y la aceptación
de los mismos al interior de organizaciones político-militares. “Ortodoxos
versus juveniles: disputas en el movimiento peronista. El caso del Segundo
Congreso de
La segunda parte se inicia con el trabajo de Débora D’Antonio,
“Rejas, gritos, cadenas, ruidos, ollas. La agencia política en las cárceles del
estado terrorista en Argentina, 1974-1983” describe las formas de resistencia
que varones y mujeres desplegaron como estrategia de supervivencia en las
cárceles políticas, enfatizando especialmente los modos en que el género
modelaba dichas estrategias. Laura Rodríguez Agüero, en un texto titulado
“Mujeres en situación de prostitución como blanco del accionar represivo: el
caso del Comando Moralizador Pío XII, Mendoza, 1974-1976 discurre acerca de la
represión sobre mujeres en situación de prostitución por grupos paramilitares y
parapoliciales a través de un modus operandi que guardaba estrechos vínculos
con el que se desplegaba sobre las militantes políticas. “El exilio como
espacio de transformaciones de género”, la contribución de Marina Franco,
analiza las transformaciones que, en torno a las concepciones sobre el género,
se produjeron en la experiencia de varones y mujeres exiliados en Francia entre
1973 y 1983.
En la última sección, el texto de Andrea Andujar, “El amor en tiempos
de revolución. Los vínculos de pareja de la militancia de los ’70. Batallas,
telenovelas y rock and roll” recorre los significados que cuestiones tales como
el amor o los vínculos de pareja asumían para los militantes revolucionarios,
asociando relatos de mujeres militantes con los discursos sociales que se
expresaban en las telenovelas o las letras de canciones de rock. En “Los nuevos
prototipos femeninos en los años ’60 y ’70: de la mujer doméstica a la joven
liberada”, Isabella Cosse
examina, a partir del estudio de revistas femeninas convencionales tanto como
de medios de comunicación ubicados a la vanguardia de la modernización
cultural, el surgimiento de un prototipo de la femineidad cuestionador del
ideal de la domesticidad, instalando una nueva óptica acerca de estilos de
vida, relaciones familiares y moral sexual. “¿Sólo se trata de cocinar?
Repensando las tareas domésticas de las mujeres argentinas con Doña Petrona,
1970-1983”, el capítulo escrito por Rebekah Pite
contrapone la celebración del acto de cocinar asociada a la figura de Petrona
de Gandulfo –y la imagen femenina concomitante– con
la denuncia sobre la falta de apreciación social del trabajo doméstico
realizada por las feministas argentinas que salieron a la escena pública
argentina en 1970. El libro finaliza con un artículo de María Laura Rosa,
“Rastros de la ausencia. Sobre la desaparición en la obra de Claudia
Contreras”, que reflexiona sobre las representaciones de la desaparición en la
obra de la artista plástica Claudia Contreras, así como su perspectiva política
orientada a enriquecer la construcción del presente por medio de una
articulación plural de los sentidos de su trabajo.
Eminentemente historiográfica, con una clara preocupación por el
análisis de un conjunto de fuentes que van desde las provistas por la historia
oral hasta las más tradicionales, pasando por las iconográficas, las
televisivas y las literarias, esta obra que desde la palabra de sus
compiladoras se propone contribuir a ampliar las esferas de circulación de la
producción académica sin por ello ver reducida su calidad, logra con creces el
objetivo de recuperar de un modo complejo y matizado voces y prácticas de
mujeres en torno a un pasado en permanente proceso de actualización.
Por Débora Cerio
(ISHIR-CONICET; deboracerio@gmail.com)
MELÓN PIRRO, Julio César; El
peronismo después del peronismo,
Siglo XXI, Buenos Aires, 2009 (260 pp.)
Los estudios sobre el peronismo han sido mayoría en las últimas décadas
en el campo historiográfico argentino. Pero los años posteriores al
derrocamiento de Perón en 1955 todavía siguen siendo un pequeño interregno que
aparece muchas veces más como mito de origen de la experiencia de los años ‘70,
que como “el apretado tiempo histórico” en el que el movimiento peronista tuvo
que sobrevivir a un duro golpe y reacomodarse. De eso nos habla el título, de
una continuidad más que de un inicio: “El peronismo después del peronismo”, el
peronismo fuera del gobierno, fuera del poder.
Si bien se ha escrito sobre la violencia (resistencia), el sindicalismo
y la política (proscripción) durante los años posteriores al Golpe del ’55, el autor
plantea estas tres dimensiones no como líneas excluyentes sino como parte del
entramado que construye “un movimiento que comenzó a recorrer un camino de
sentido inverso al de su formación”, que tendrá a Perón como vértice pero en
este caso más como sostén del relato, aclara el autor, que como el Perón que
determinará todo los acontecimientos del período que transcurre entre
septiembre de 1955 y las elecciones a constituyentes de 1957, primeras
elecciones tras del Golpe militar.
El libro de Melón Pirro abarca el bienio mencionado y se encuentra
dividido en 3 partes: el contexto, la resistencia y la política. En las 3
partes, va dando cuenta de la complejidad y densidad del período, marcando
siempre 2 líneas generales: la resistencia- ilegalidad y la política-
legalidad.
Para ir despejando la trama, el autor trasciende los límites de la
evocación y ahonda en la reflexión sobre el peronismo en tiempos de
proscripción sin contar con numerosas fuentes por las características del
período, pero extremando la búsqueda de algunas y el análisis de las
disponibles como prensa oficial y opositora, testimonios orales, registros de
datos electorales o cartas. Por ejemplo, las cartas entre Perón y Cooke son revisadas teniendo en cuenta el aislamiento y la
cárcel que van sufriendo los personajes de las epístolas, o sea, no sólo como
productos lingüísticos, sino también como productos históricos; y si bien
muchas veces el libro parece inclinarse hacia una historia de las ideas, no
deja nunca de ser una historia política que nos muestra la búsqueda de los
distintos canales que sustituían o complementaban a la organización partidaria.
Melón Pirro va derribando, minuciosamente, algunos mitos sobre el
período, tratando de desvincular “lo vivido” de “lo evocado”. Su punto de partida
se encuentra antes del Golpe, en las postrimerías del segundo gobierno de
Perón, en el agotamiento de la rutinización de los
medios para obtener consenso (“
También por esto, tal vez el levantamiento de los militares opositores
al Golpe en junio de 1956, no fue ni por mucho aprobado y menos auspiciado por
Perón. Tampoco estos militares hacían figurar ni una sola vez a Perón en sus
proclamas. Para el ex presidente, éste era el primer intento de surgimiento de
un liderazgo desde su exilio, y aunque luego de la derrota y los fusilamientos
tuviese que reivindicar el hecho y apropiarse del mismo a la fuerza en post del
fortalecimiento de un mito que crecía más allá de sus deseos, su salida iba por
el lado de la política electoral y no por el lado insurreccional como suele pensarse
por el tono de algunos mensajes. De cualquier manera, a partir del exilio Perón
tendrá que “cabalgar” la historia, sostiene Melón Pirro, e ir detrás de los
acontecimientos, ya no será él quien los dirija.
Perón bregaba por la “resistencia civil”, no por un Golpe. Llamaba a
“enfrentar al gorila en las calles”, según los testimonios. Las palabras de
Perón comunicaban más que dar indicaciones de una estrategia a seguir. De aquí
deviene, tal vez, parte del carácter constitutivo del fenómeno de la resistencia
que es su espontaneidad, hipótesis que va corroborando el autor a largo del
libro.
En la memoria de los peronistas, la resistencia es un término tan
amplio que en él estarían incluidos desde las insurrecciones cívico militares,
los sabotajes industriales, la lucha de los sindicalistas en los gremios
intervenidos hasta los emblemáticos “caños” y los fusilamientos de León Suárez,
pero para Melón Pirro la resistencia fue más primaria, diversa y menos orgánica
de lo se evoca, y sostiene que con dificultad se puede encontrar una dirección
heterónoma. Las acciones eran más acorde al juego de la “guerra de desgaste”
que a la idea de terrorismo político que se proyectó en el imaginario común del
peronismo. Más aún, los actores y los lugares de acción, difieren mucho de ser
“los trabajadores” y su lugar de trabajo como se sostiene con frecuencia. Melón
Pirro ve en la resistencia un fenómeno inarticulado, con un actor sui géneris que comparte el ámbito
barrial o familiar más que el laboral, a la vez que los primeros también
constituyen la identidad de pertenencia social y política. Así y todo, “…en la
medida que lo simbólico forma parte de lo real, no puede dejar de considerarse
su influencia sobre los contemporáneos (y no sólo sobre le futuro), dado que
señalaron la presencia de irreductibles del peronismo en un tiempo en que se
daba por supuesto que este movimiento estaba en trance de rápida disolución.”
Esta percepción de la resistencia hizo que también el gobierno pensara al
peronismo más como una cuestión a resolver
con represión que como un problema político. Quizás este sea el motivo por el
cual
Con su detallado análisis, Melón Pirro demuestra que la resistencia
constituye parte de la política del período, que es parte de un menú de
posibilidades del juego político, pero que la variable de la ilegalidad tenía
funciones movilizadoras y no finalistas. Los objetivos del sindicalismo
peronista y de los políticos peronistas consistieron en adquirir y consolidar
espacios de legalidad en el marco de la reorganización del movimiento obrero,
de hecho la brecha entre las prácticas clandestinas y el sindicalismo, que sólo
en los sabotajes de los primeros tiempos van ensambladas, se va haciendo cada
vez mayor con el paso de los meses hasta llegar a desvincularse totalmente a
fines de 1957. Así, desde el mismo momento que el peronismo queda proscripto,
comienza el “imperio de la política”, surge un nuevo sistema político que
tendrá varios escenarios y varios actores locales con un referente en el
exilio. Ni mucho menos, la política ni las ideas peronistas eran enunciadas desde el exterior. Había que
salvar al peronismo del veto a la participación electoral, pero eso no quería
decir que no reapareciera cierta vieja tensión entre algunos políticos y Perón,
entre un polo “democrático” y otro “carismático”.
El reemergente sindicalismo salió airoso tras el fracaso del gobierno
militar de la desperonización de los sindicatos, pero
los neoperonistas no. Perón logró recomponer su carisma, dispensando mensajes
con un mecanismo pendular dando su apoyo a distintos sectores del movimiento,
relación a la cual se le ha prestado mucha atención en los setenta y con razón,
pero que también es característica en los primeros años de proscripción y
exilio, nota el autor. La dimensión política, aún acotada a la contienda
electoral, estuvo desde el principio en el horizonte de Perón, los políticos y
los sindicalistas.
Todo esto y mucho más que Melón Pirro nos va revelando a lo largo del
libro, nos hace pensar este “tiempo” desde una mirada de la época (no sin
tentarse cada tanto de hacer una pregunta contrafáctica),
recordándonos que en septiembre de 1955 se pensaba en la desaparición del
peronismo y del propio Perón, se creía que se terminaba una historia cuando en
realidad comenzaba otra nueva, concluye.
Por Leticia Bereciartua
BERAZA, Luis Fernando; José
Ignacio Rucci; Vergara; Buenos Aires; 2007; 304 pp.
La recuperación económica y política que tiene lugar en Argentina desde
el año
Enmarcada en el género “biográfico”, esta obra reconstruye la
trayectoria individual de este personaje político-sindical tan significativo
para el retorno del peronismo al poder en 1973. En lo que respecta a las
fuentes de información, debe señalarse que esta reconstrucción está apoyada en
una importante base documental escrita, como son los periódicos y revistas de
la época, complementada con entrevistas a familiares y personalidades cercanas
al dirigente sindical. De lectura amena y dirigida a un público amplio, el
escrito pretende insertar su mirada en el debate histórico y político sobre el
rol de la dirigencia sindical argentina en la etapa de la “Resistencia
Peronista” (1955-1973) y sus vínculos con el peronismo, como así también quiere
dejar constancia de su interpretación sobre el asesinato del dirigente
sindical. Refleja el itinerario de la vida de Rucci
tomando como eje vertebrador de su historia las vicisitudes políticas y sindicales
de la Argentina que emerge a partir del surgimiento del peronismo en 1945. No
le interesa tanto indagar sobre los aspectos de su vida familiar y afectiva,
sino que explora al personaje público que se manifiesta en la labor sindical y
política ligada a la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y al movimiento peronista.
El libro está estructurado a partir de un prólogo, quince capítulos y
un epílogo. Solamente el primer capítulo
trata sobre los orígenes familiares y la vida de un Rucci
niño y joven –nace en 1924- ligada a su Alcorta natal, provincia de Santa Fe,
en la que se destaca el origen humilde y campesino de la familia, que Beraza señala en el Prólogo
como un ejemplo de los orígenes sociales del peronismo: “Rucci es un
típico ejemplo de la transformación de un campesino, hijo de inmigrantes, en
obrero industrial urbano, que gracias, en parte al, peronismo pudo convertirse
en un elemento central de la lucha por el poder en la Argentina.” (p. 11)
El segundo capítulo, muestra a un
joven José Ignacio ya instalado en Buenos Aires –previo paso por Rosario- y
haciendo sus primeras armas como trabajador metalúrgico y como militante
sindical durante el primer peronismo (1946-1955), a partir de su paso sucesivo
por la Compañía Hispano Argentina, la fábrica de artículos electrónicos de
Alejandro Ubertini y la Compañía Argentina de
Talleres Industriales y anexos (CATITA). Circunscripta al modelo clásico del
recorrido gremial de un trabajador, Beraza informa de
su actividad como delegado primero y como miembro de comisión interna después, en
aquellos primeros años de experiencia sindical que lo tuvieron ligado a un
grupo de orientación “trotskista”. Con el tercer
capítulo se inicia el periodo histórico de la “Resistencia Peronista”, en
la que Rucci ocuparía un rol destacado en los
primeros años, al participar como delegado metalúrgico del Congreso
Normalizador de la CGT (Confederación General del Trabajo) de 1957, que daría
origen a las “62 Organizaciones Peronistas”, desde entonces brazo político del
sindicalismo peronista. El capítulo
cuarto, que se ocupa del período 1958-1965, se encarga de contextualizar la
labor de Rucci a partir del ascenso y la
consolidación del liderazgo de Augusto Timoteo Vandor
en la poderosa UOM. Su participación gremial como Secretario de Prensa de la
Seccional Capital, lo muestra formando parte de la estructura institucional
conducida por Vandor. El capítulo se cierra
mencionando el duro traspié momentáneo que sufre en su carrera gremial, al ser
expulsado del sindicato por el líder metalúrgico a raíz de un confuso episodio
interno que lo tiene como protagonista junto al Secretario Adjunto de la
Seccional Capital José Di Cursi. El capítulo
quinto, se interna en una detallada reconstrucción de la historia del
santafesino en su nuevo destino sindical: la Seccional San Nicolás de la UOM.
Enviado como “colaborador” junto a otros dirigentes metalúrgicos, su tarea a
partir de 1965 será la de reorganizar la rebelde seccional bonaerense, que se
presentaba como díscola ante las directivas de Buenos Aires. En este apartado,
el autor describe las vicisitudes que rodearon la nueva vida gremial de Rucci, periodo en el que se foguea como conductor sindical
y en el que muestra las cualidades de “implacable” dirigente con sus
opositores, que más tarde también empleará en la conducción de la CGT.
A partir del capítulo sexto, Beraza analiza la vida de Rucci a
la luz de los acontecimientos nacionales que unen la vida de la UOM con el
derrotero de la CGT y con la figura de Perón. Debido al enfoque elegido
–centrado en su vida pública- para tratar la vida del personaje, su elección
como secretario general de la CGT en julio de 1970 marca un claro punto de
ruptura en el tratamiento biográfico. La importancia de Rucci
como dirigente nacional asoma recién a partir de este año, por lo que Beraza elige otorgar mayor espacio en su obra al periodo
1970-1973, en consonancia con la visibilidad pública nacional de su
biografiado. Es así que el sexto capítulo aborda los pormenores que llevaron a
que un hasta ese momento ignoto dirigente sindical de San Nicolás, recalara en
el cargo máximo al que puede aspirar un gremialista, la secretaría general de
la CGT. Nacía el Rucci polémico y ultra “leal” a
Perón, así como también el “macartista” a medida que
se acercaba el retorno del peronismo al poder. El capítulo siete se introduce, al igual que los capítulos siguientes,
en las disputas internas del sindicalismo y del peronismo. A partir de este
apartado, la figura de Perón adquiere relevancia explicativa para comprender el
accionar sindical del ahora líder de la CGT, en este caso particular observando
estos vínculos en el periodo presidencial del general Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973). A este respecto, Beraza
entiende la utilidad de Rucci para el proyecto de
Perón de la siguiente manera: “El cálculo
del general era que necesitaba en el movimiento obrero una cabeza de playa para
operar contra el gobierno, y sus informes previos y su olfato le decían que ese
hombre era Rucci (…) También influía en esta decisión
el hecho de que Rucci no tenía un aparato propio que
pudiera posibilitar algún doble juego, cosa que solía suceder con otros
sindicalistas.” (p. 137) El capítulo
ocho continúa con el análisis de los vaivenes políticos en el último tramo
del gobierno de Lanusse, momento en el que es
reelegido Rucci al frente de la central obrera. El
tratamiento que se hace de un conflicto entre el ejecutivo de la provincia de
Mendoza y la CGT de esa regional, ejemplifica la interpretación que el autor
hace de Rucci en tanto dirigente sindical, como
alguien que no renuncia a su condición de peronista de “base”, y que se repite
en otros pasajes del libro: “Rucci no pensó más que lo que le dictaba su conciencia
¿Cómo podía hacer otra cosa? No le pasaba por la cabeza que desde Azopardo se dejara sin protección a los dirigentes de la
regional Mendoza, quienes salían a la calle junto a la gente por un reclamo
justo. En la mentalidad de Rucci, ¿qué le podían
importar sus compañeros del Consejo Directivo, quienes pensaban sólo en sus
intereses personales?” (pp. 180-181) El noveno
capítulo atiende a la campaña presidencial de fines de 1972 y principios de
1973 para las elecciones que terminaron dando el triunfo al FREJULI (Frente Justicialista de
Liberación Nacional), y el rol
jugado por Rucci y el sindicalismo peronista en
relación al gobierno militar y a las internas del partido con la Juventud
Peronista (JP). El capítulo diez
trata de manera sintética la polémica “Rucci-Tosco”,
llevada a cabo en febrero de 1973 en un conocido programa televisivo. Este
debate es contextualizado por el autor entendiéndolo como la culminación de un
enfrentamiento que naciera en el Congreso Normalizador de la CGT de 1957. Las
diferencias ideológicas y políticas son examinadas en este apartado, en el que
cada uno de los dirigentes es presentado a partir de sus distintas concepciones
sobre el rol del peronismo para la liberación nacional. Con el capítulo once comienza el tratamiento de
los meses finales del líder de la CGT antes de ser asesinado el 25 de setiembre
de 1973. El eje para analizar las acciones de Rucci
se desplaza a partir de ahora claramente hacia la interna peronista entre las
vertientes de izquierda y de derecha y el movimiento sindical liderado por el
santafesino. Es el tema de la “violencia política” el que estructura gran parte
del relato del libro de aquí hasta el final, ante el cual Beraza
sienta su posición crítica hacia la estrategia armada de las organizaciones de
la izquierda peronista, sobre todo señalándola como equivocada e injustificada
a partir del retorno del peronismo al poder en 1973. El capítulo doce analiza la interna peronista a partir de las pujas
que estuvieron detrás de la caída de Cámpora en julio
de 1973. Rucci es examinado a la luz de las acusaciones
de la izquierda peronista de “burócrata” y de hombre de la “derecha”, que el
autor entiende como una “campaña de desprestigio”. Sobre este punto, el relato
se direcciona hacia el intento de demostrar que tales calificativos no se
condecían con el accionar del líder “cegetista”, a
quien se postula como un dirigente que aunque en la cúspide de la jerarquía
gremial, nunca dejó de actuar como aquel militante peronista de “base” de los
años cincuenta. El décimo tercero y
último capítulo es dedicado a describir los pormenores del asesinato del
oriundo de Alcorta, en un marco interpretativo que expone las diferencias de
proyectos entre aquel representado por Rucci y el
levantado por el ala izquierda del peronismo. El capítulo finaliza con la
defensa por parte del autor de la versión histórica de aquellos que señalan a
las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) como autores del asesinato. Por
último, en el Epílogo el texto vuelve
a dejar en claro la mirada hacia Rucci como dirigente
de base: “Cabe acotar que fue exponente
de las bases peronistas, a diferencia de otros dirigentes sindicales que hacían
discursos peronistas, pero que en los hechos negociaban con los gobiernos de
turno.” (p. 292) El autor le rescata, además, su labor como cuadro
peronista más que de la UOM y su importancia como canal de comunicación entre
Perón y el pueblo trabajador.
Para concluir, tan sólo apuntar algunas consideraciones finales. Sin
rehuir a la empresa de mostrar las contradicciones del hombre político, la
biografía de Beraza puede ser vista como un intento
por rescatar y revalorizar la figura de Rucci como
dirigente y militante sindical del peronismo. Si bien el autor señala que “no
nos animan propósitos laudatorios o denigratorios”, el balance final de la vida
pública del sindicalista santafesino arroja un saldo claramente favorable. En
este sentido, pueden señalarse dos cuestiones centrales en las que la figura de
Rucci es realzada o rescatada de las críticas más
comunes. Primero, en relación a su asesinato la biografía persigue el propósito
de participar en el debate sobre los motivos del mismo, y de esta manera,
sentar su opinión sobre la interna peronista de los años setenta, ejerciendo a
través de la persona del santafesino una defensa del accionar de los sectores
sindicales leales a Perón. Segundo, la figura del líder de la CGT es analizada
a lo largo de los distintos capítulos a partir de una mirada que lo coloca como
un dirigente de perfil más cercano al activista de base que al funcionario de
escritorio, y por lo tanto, por fuera del numeroso grupo de sindicalistas
incluidos en la categoría de “burocracia sindical”.
Mauricio Correa
(UNR-ISHIR-CONICET;
mauriciohernan1@hotmail.com)
MATEU, Cristina
(compiladora). Argentina en el
Bicentenario de
Argentina en el Bicentenario de
En su trabajo “De la dependencia a la independencia”, Claudio Spiguel realiza un recorrido de estos doscientos años de
historia, estableciendo las causas que nos llevaron de un proyecto
revolucionario e independentista a sucesivas etapas de dependencia de mayor o
menor intensidad, según el contexto nacional e internacional que lo sustenta.
Mediante un profundo análisis primeramente económico y como consecuencia del mismo,
político y social, establece el carácter de nuestra subordinación y
vulnerabilidad al sistema capitalista; desde
Jorge Hugo Carrizo en su trabajo: “Los procesos sociales: Afluentes y
conflictos” realiza un análisis acerca del poblamiento diverso de nuestro
territorio situándolo en tres grandes áreas y recorre ese “antes” de la
revolución, relegado por la mayoría de las historias de nuestro país, como si
nada existiera hasta ese mayo de 1810, donde pareciera no formar parte de
nuestra historia esas primeras comunidades de pueblos originarios. Luego
enfocará su análisis en las luchas y conflictos sociales presentes en estos
doscientos años, donde el concepto de poder adquiere un lugar central para
echar luz en las relaciones de hegemonía y dominación estatal.
El artículo de Pablo Volkind “La producción
agraria y la propiedad latifundista de la tierra” analiza los orígenes y
continuidades con respecto a la apropiación de la tierra y las políticas
económicas desarrolladas siempre subordinadas a la dominación imperialista.
Ana Sofía en su trabajo “El desarrollo industrial: proteccionismo y
librecambio” inicia el mismo preguntándose por qué no fue posible una
industrialización integral en nuestro país, comenzando con una breve reseña de
la época de dominación española donde la industria tuvo intento de despegue con
las limitaciones propias del contexto. Luego aborda otras coyunturas como las
de fines del siglo XIX, principio y mediados del siglo XX, siempre sujetas a
factores externos que van a dar lugar a debates sobre los caminos que debía
seguir este proceso. La autora analizará el desarrollo de la industria y las
distintas etapas por las que atraviesa hasta llegar a una industria totalmente
dependiente de las grandes potencias a fines de los sesenta, para luego
terminar desindustrializándose durante la dictadura.
Guillermo Volkind propone reflexionar acerca
de “Una educación para el desarrollo dependiente” y se interroga sobre los
siguientes aspectos: ¿Va ligado el desarrollo del país a un modelo educativo o
el modelo político económico diseña la educación en Argentina? ¿La educación
actúa como freno del desarrollo industrial argentino o viceversa? Además
propone analizar el sistema educativo como sinónimo de orden aplicado en
distintas coyunturas políticas y el acceso a la educación y su funcionalidad
dentro del sistema. Tras diseñar un panorama general de la función escolar ayer
y hoy, presenta una interesante conclusión acerca de la educación que
necesitamos y las condiciones necesarias que conllevan un intenso compromiso
teórico con valores sociales necesarios para generar el cambio.
En su artículo “Cultura nacional e imperialismo cultural”, Cristina Mateu reflexiona a cerca de la
relación independencia – dependencia, desde la perspectiva cultural, analizando
a grandes rasgos las principales contradicciones en el campo cultural durante
estos doscientos años. Para ello divide el período en etapas, según las
particularidades de la relación estructura- superestructura argentina.
Argentina indígena, colonial, independentista, guerras civiles, dominio
imperialista – oligárquico y distintas propuestas naciones, así como las
democracias surgidas en el siglo XX. Su prolija redacción nos permite ir
anudando las nociones de espacio, sociedad y esfera político económica en
concomitancia con el desarrollo de los movimientos culturales desde la
multiculturalidad de los pueblos originarios, la influencia de la ilustración,
la tendencia neoclásica, el romanticismo y otros movimientos posteriores
reconstruyéndolos desde un espectro tan bello y sensible a los cambios, como
olvidado en la mayoría de los análisis.
Beatriz Pedro en su artículo “Las condiciones de vivienda y hábitat en
En “Historia, cultura e identidad nacional”, Josefina Racedo comienza con una introducción impecable que nos
moviliza a la reflexión y al análisis sobre nuestro “ser Argentino”, y nos
establece un debate interno donde repensarnos como herederos de una multiculturalidad de que está hecha la
identidad latinoamericana y no como producto y expresión de una sola cultura
homogénea; signada por el monolingüismo y la unilateralidad que la primera
modernización heredó de la colonia. Para ello la globalización se
convirtió en el vehículo ideal para imponer su dominio, sin resistencia
aparente, en estas tierras; y donde bajo el pretexto de la objetividad del
proceso, tratan de crear en las masas un estado de abstinencia favorables para
hacerles creer que la cultura y el bienestar vienen de afuera, del norte, y
contra eso no se debe luchar. Pero existen muchos Moreno, muchos Artigas,
Castelli y Belgrano que trabajan en silencio desde los bordes para construir
una identidad nacional que solo se construye como todas las identidades
sociales con amor y firmeza por lo que consideramos nuestro.
Para concluir, cabe destacar que la originalidad de los enfoques de
este libro, permiten comprender nuestro pasado, discutir problemas presentes y
sus posibles soluciones, siempre teniendo en cuenta la revalorización “del espíritu de Mayo, intencionalmente desviados de
sus objetivos revolucionarios”
Por Alejandra Leporini
(ISP Nº 3; aleporini@hotmail.es)