Del centro del poder y los espacios regionales. La participación de los sectores populares en las guerras de independencia del Perú.  Un balance historiográfico

 

 

Daniel Morán(*); Carlos Carcelén(**)

y Miriam Acuña(***)

 

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24690732/zb5lyrw5g

 

 

Resumen

 

El objetivo central de esta investigación es hacer un balance de la participación de los sectores populares en la independencia del Perú. Para ello se ponderan los aportes de la historiografía tradicional, la historiografía revisionista que surgió a partir de los años 70 del siglo XX y el impacto de estas en los estudios recientes. Estas diferencias de perspectiva obedecen al esfuerzo por visibilizar de manera desagregada la composición social y/o étnica de estos sectores populares y la comprobación de su falta de integración y cohesión social y política lo que vuelve sumamente complejo el análisis de su participación en las guerras de independencia.

 

Palabras clave: Historia social; Historia política; Guerra de independencia; Sectores populares; Plebe; Etnicidad.

 

 

 

 

From the center of power and regional spaces. The participation of the popular sectors in the wars of independence of Peru. A historiographical balance

 

Abstract

 

The main objective of this research is to take stock of the participation of popular sectors in the independence of Peru. For this, the contributions of traditional historiography, the revisionist historiography that emerged from the 70s of the 20th century and the impact of these on recent studies are pondered. These differences of perspective are due to the effort to make visible in a disaggregated way the social and / or ethnic composition of these popular sectors and the verification of their lack of integration and social and political cohesion, which makes the analysis of their participation in the wars of independence.

 

Key words: Social history; Political history; War of independence; Popular sectors; Plebs; Ethnicity.

 


 

 

Del centro del poder y los espacios regionales. La participación de los sectores populares en las guerras de independencia del Perú.  Un balance historiográfico

 

Introducción

 

Las conmemoraciones de los bicentenarios de las independencias en Iberoamérica han sido la ocasión precisa para examinar las diversas interpretaciones que los acontecimientos revolucionarios han generado y la enorme gama de temas colaterales que han concitado el interés de las diferentes especialidades de la historia; con aproximaciones de corte interdisciplinarias, multidisciplinarios y/o transdisciplinarios como se puede apreciar en las más recientes contribuciones. (Mc Evoy y Montoya, 2022; Morán y Carcelén, 2022; Estenssoro y Méndez, 2021; Montoya, 2019; Guardia, 2019 y 2010; Morán y Carcelén, 2018; Chust y Rosas, 2017; Aljovín y Velasquez, 2017; O`Phelan, 2016; Loayza, 2016; Fernández Sebastían, 2014 y 2009; Bonilla, 2012 y 2010; Bandieri, 2010; Bragoni y Mata, 2009; Palacios, 2009; Chust y Serrano, 2007).

Esta investigación busca evidenciar cómo la historiografía ha abordado el tema de la intervención popular en el proceso de la independencia en el Perú. Específicamente, la participación política y militar de los grupos plebeyos en la revolución desde 1808 hasta la consolidación de la independencia en los campos de Junín y Ayacucho en 1824. Reflexionamos, en un primer momento, sobre los inicios de esta renovación historiográfica en la coyuntura del sesquicentenario de la independencia del Perú (1971); celebración que se produjo en el contexto político del autoproclamado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas y la premisa de la Segunda Independencia del Perú; siendo así la historiografía tradicional funcional a las necesidades políticas del régimen, lo que conllevó a la primacía de una historia nacional soslayando los aportes locales y regionales al proceso independentista.

El núcleo de esta investigación es la revisión sistemática de la literatura reciente sobre la participación popular en las guerras de independencia, tanto en la capital virreinal como en los espacios locales y regionales. El argumento central de este balance es que los sectores plebeyos tuvieron un rol relevante en la independencia y en la configuración política de la naciente republica debido a su activa participación durante la guerra. Y que dicha intervención no solo estuvo motivada por ideales patriotas o realistas, la defensa de formas republicanas o monárquicas, sino también la defensa de intereses locales, e incluso desagregando los actores en conflicto, indígenas, negros –libres y esclavos- y las denominadas castas, adoptaron diversas alternativas políticas al negociar su propia participación en la confrontación bélica (Morán, 2022; Estenssoro y Méndez, 2021; Fonseca, 2010).

Estas alternativas e intereses no necesariamente convergentes y en no pocas ocasiones contradictorios suponen reconocer también las especificidades, complejidades y contradicciones de la sociedad virreinal preexistente y las enormes dificultades para transformarse en una sociedad republicana. (Whipple, 2013). En ese sentido, la sociedad virreinal era una sociedad compleja en donde la fragmentación, atomización, exclusión y diferenciación social estamental se hacía presente en su cotidianidad como ha sido puesta en evidencia por una serie de testigos de la época (vg. viajeros ilustrados y románticos) y autores modernos. (Lynch, 2009; Chambers, 2009; Fisher, 2000).

La crisis española de 1808 y las experiencias y consecuencias de las Cortes de Cádiz en América, no hacen sino acelerar este proceso cuyos primeros síntomas son un subproducto de las reformas borbónicas y terminan por abrir las compuertas para una nueva configuración y legitimidad política (Fisher, 2000; Guerra, 2002).

Es en este contexto que la sociedad colonial no solo no podía exhibir una cohesión en favor de la dominación hispano-criolla sino que también empezó a mostrar grietas políticas que originaron un ensanchamiento de la esfera pública y la emergencia de nuevos actores sociales con una enorme variedad de intereses.

Del examen de un conjunto de aportes se colige que la intervención popular en la revolución e independencia evidenciaron las particularidades de intereses de estos sectores, sus propias relaciones cambiantes y contradictorias, además de su activo involucramiento revolucionario o contrarrevolucionario.

 

Los sectores populares durante la revolución y la guerra según la historiografía tradicional, revisionista y contemporánea

 

Las efemérides del sesquicentenario de la independencia peruana (1971) fue ocasión no sólo de celebración por parte del Estado sino también de polémica por la colisión de dos enfoques con respecto a las guerras de independencia. Por un lado, una visión tradicional en boga plasmada incluso en los textos escolares y por otro lado la emergencia de una visión revisionista que puso en tela de juicio una serie de supuestos que motivó respuestas más políticas que académicas. También fue motivo para plantear nuevas temáticas y problemas puntuales que contribuyeron a despolitizar —parcialmente— y desmilitarizar el tratamiento de este período capital para la fundación de la república.

Las polémicas que originaron los planteamientos de Heraclio Bonilla y Karen Spalding —cuyos ecos aún persisten y a las que no son ajenas nuevas publicaciones al respecto— condujeron también a una nueva evaluación de los fundamentos centrales de la historiografía de corte tradicional, patriótica, nacionalista con ribetes épicos; reivindicativa de los aportes nacionales a la independencia —especialmente de los criollos— y que privilegió el señalamiento de los factores endógenos en el desenlace del proceso independentista. Así, y en una visión que data del siglo decimonónico, los trabajos sobre la independencia priorizaron el enfoque político-militar sobrevalorando la función cuasi providencial de los grandes hombres que se asemeja a los postulados de Carlyle y que explicaba el desenlace del proceso. Los trabajos de Paz Soldán (1868) y Mendiburu (1874) constituyen ejemplos de ello.

Esta ‘herencia conceptual’ en boga durante la primera parte del XX, fue la matriz conceptual que la historiografía exhibió como tributaria de la visión positivista, aunque sumó a esta visión la indagación del rol protagónico de los héroes, próceres e ideólogos –otra herencia conceptual- en la edificación de la conciencia e identidad nacional. Autores como Basadre (1929), Leguía y Martínez (1921), de la Puente Candamo (1970) y Porras (1974) no fueros inmunes a esta sensibilidad historiográfica.

Estas historiografías no necesariamente unívocas, si en algunos casos señalaron el rol de las masas en la guerra; fue para relativizar la gravitación de actores centrales como San Martín y Bolívar; aunque no llegaron, sin embargo, a desarrollar un estudio metódico del mismo y mucho menos a identificar las agendas –en plural- y la intervención política popular en su justa dimensión; más allá de  episodios memorables pero no medulares o anecdóticos que a la postre han sido poderosas herramientas para forjar identidad local y regional frente a la ausencia de un estado nacional y de una identidad nacional.

Esta historiografía tradicional rechazaría la tesis revisionista de una independencia concebida por actores y fuerzas militares foráneas (vg. San Martín y Bolívar) y postularía una independencia como resultado de un proceso de maduración interna en donde las elites políticas —implícitamente concebida como criollas con apoyo de otros sectores en posición subalterna— tomaron conciencia de la necesaria e irreversible separación. La nueva historia en Perú, que surge a fines de los años 60 pero que se internacionaliza en el contexto del sesquicentenario, de corte revisionista –en el buen sentido académico del término-, inspiración marxista y/o dependientita; crítica, analítica, comparativista, procesalista, internacionalista (americanista y mundialista), exogenista e incluso iconoclasta; señaló a la independencia como efecto de la crisis española de 1808.

Dentro de esta vertiente, en 1972, Bonilla y Spalding en Perú desataron una tremenda polémica –más política que académica- al subrayar que la independencia peruana fue concedida por los ejércitos de San Martín y Bolívar antes que conseguida por el torrente   revolucionario nacional (Bonilla, 2007, p. 39-73). Se inició, como nos recuerdan los autores y de ello dio cuenta una serie de periódicos y revistas, algo inusual ayer y hoy, una especie de “borrachera nacionalista y un diálogo de sordos” donde predominó más “el sermón nacionalista de catedral” que una revisión razonada y reflexiva de la independencia. Incluso, las ideas de Bonilla y demás autores del célebre libro convertido en best seller: La independencia en el Perú del Instituto de Estudios Peruanos (1972).

La respuesta a sus planteamientos mereció el calificativo de argumentos fantasiosos, superfluos, sin base científica sólida y de una marcada tendencia de izquierda –como si esto último fuera una razón valedera para descalificarla-. En palabras concisas, la historiografía tradicional los calificó como representantes de una perniciosa historia marxista en el Perú (Morán, 2007). De una manera más mesurada, pero no por ello menos crítica, Pablo Macera celebró los aportes de Bonilla, pero insistió en que no era suficiente destruir una forma de pensar la historia de la independencia sin ofrecer una visión alternativa para repensarla (Morán, 2007). Pocos años después, Basadre ofrecería su visión que implícitamente era una respuesta académica, aunque sin aludir explícitamente al principal implicado en la polémica (Basadre, 1973).

A pesar de estas polémicas y debates en un contexto de un autoproclamado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas; que creía estar realizando la segunda –y verdadera- independencia del Perú; estos estudios sentaron los cimientos de una nueva evaluación de la independencia y de la participación popular vistos desde la historia política y social y desde los movimientos sociales; con lo cual se visibilizaba unas autonomía no necesariamente como comparsa o complemento de las elites locales o regionales y acotando o recortando las implicancias militares de este proceso al re-situar la dimensión política incluso en el plano local y regional (Morán, 2022; Loayza, 2016). La participación de los sectores plebeyos en las guerras de independencia como epifenómeno había recibido un duro golpe que nuevos enfoques, metodologías y fuentes se encargarían de afirmar y corroborar.

Un primer grupo de historiadores, desde una perspectiva nacionalista y tomando los aportes de Raúl Rivera Serna sobre la experiencia de guerrillas en la región central del Perú, insistió, en contraste con los argumentos de Bonilla, en destacar el rol central de las guerrillas y montoneras como prueba de la decisión del sector indígena de apostar activa –y militarmente- por la independencia. Ejemplo de ello fue el rescate y relectura de los trabajos precedentes de Rivera Serna (1958) y Vergara (1963); a los que se sumaron Vergara (1973), Beltrán (1977), la prolija y documentada investigación de Dumbar Temple (1971-1976); investigación fomentada por el gobierno de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) y que produjo la célebre Colección Documental de la Independencia del Perú. Sin embargo, estos aportes de la participación popular en el plano local y regional no distinguían entre su rol táctico y estratégico. Con posterioridad los modernos aportes de Chassin y Dauzier (1981) e Igue (2012 y 2008) abonan en favor de esta participación popular y los trabajos de Walker (1989), Fonseca (2010), Escanilla (2012) y Estenssoro y Méndez (2021), examinan las posibilidades y límites de esta participación popular.

Aunque ya en 1973, Basadre había advertido acerca de la relevancia de una serie de hechos ocurridos en el norte del Perú a partir de 1820, documentando cómo muchas ciudades y pueblos proclamaron la independencia antes que Lima; ello en modo alguno los convirtió en drivers del proceso. Además, sostendría que de haber triunfado la revolución cusqueña en 1814: “habría surgido un Perú nacional, sin interferencia desde afuera y con una base mestiza, indígena, criolla y provinciana” (Basadre, 1973, p. 146). Argumento discutible en lo que respecta a un Perú nacional y con respecto a unas bases sociales poco armónicas entre sí y no exentas de afanes hegemónicos por razones de clase, etnia o espaciales (metrópoli-provincia; Cusco vs Lima).

Esta visión nacionalista fue desafíada por una historiografía preocupada por evidenciar la participación popular en los movimientos sociales y cuyas consecuencias podían ser inciertas. Esta perspectiva se vio en los estudios de Hunefeldt sobre la intervención de negros, indígenas y milicianos (Hunefeldt, 1978, 1979a, 1979b y 2010), los de Flores Galindo de aristocracia y plebe de Lima (Flores Galindo, 1984), las investigaciones de O’Phelan sobre las rebeliones anticoloniales indígenas, mestizas y criollas del siglo XVIII y parte del XIX (O’Phelan, 1987, 2009, 2011 y 2016), así como las reflexiones de Guardino (1989) sobre el significado de la independencia en las guerrillas y montoneras en la etapa final de la guerra; el contrapunto entre bandoleros y guerrilleros examinado por Fonseca (2010) o los aportes de Méndez (1991 y 2014). Esta aproximación post-revisionista de la década de los 80; realizo una aproximación monográfica o centrado en ‘estudios de caso’, lo que permitió matizar las generalizaciones de la historiografía revisionista precedente. Queda claro que está pendiente un enfoque mixto (“interméstico” para usar el concepto de A. Lowenthal); que pondere la incidencia y gravitación de los factores internos y externos y ofrezca una explicación holística.

Un primer punto de convergencia entre estos autores estuvo centrado en la presencia de los sectores populares en la revolución. A partir de esta constatación varía la caracterización: gravitación, centralidad, etc. Aunque desde un plano militar o político podríamos asignarle una importancia táctica y una irrelevancia estratégica. Tanto Hunefeldt como Flores Galindo destacan el rol central de negros, pardos y morenos en los episodios de la guerra. Insisten ambos en señalar que estos grupos manejaron según sus intereses diversas alternativas políticas reflejadas en ciertos privilegios que los colocaron en ocasiones por encima de los grupos indígenas como se aprecia en los aportes de Hunefeldt (1979a y 1979b), Flores Galindo (1987 y 1984), Andrews (2007) y Blanchard (2002 y 2008). Por ejemplo, las castas no pagaron la contribución militar exigida y en diversas oportunidades fueron absueltos de condena a pesar de haber propiciado motines y rebeliones contra España como documenta Hunefeldt (1979b, p. 72, 81-82) y Flores Galindo (1984).

Con respecto a la presencia de los grupos indios en los espacios andinos, O’Phelan ha documentado la activa intervención indígena en las más de ciento cuarenta rebeliones desarrolladas en el espacio peruano-boliviano entre 1700 y 1814. Sin embargo, cuando se examina las motivaciones de algunas de ellas, se percibe una serie de demandas que escapan a la problemática indígena y que hacen sospechar que algunas de ellas fueron azuzadas por mestizos y criollos contrarios a la política fiscal borbónica que trataba de extender su manto recaudador sobre ellos. Incluso, O’phelan pudo advertir conexiones entre el bajo y el alto Perú a partir de la presencia y rotación de criollos, mestizos e indígenas en varios movimientos sociales de la coyuntura (O’Phelan, 1987, p. 154-160).

Por su parte, Guardino y Flores Galindo, han indicado que el conocimiento de la geografía de los sectores plebeyos y su densidad dentro de las fuerzas realistas y las fuerzas patriotas les permitió negociar su intervención en el teatro de la guerra bajo el implícito argumento de la deserción o cambio de bando. Y esa negociación supuso manejar diversas alternativas, ambiguas, complejas y tan variables como volubles, entre estos sectores y los grupos de poder. Guardino señaló que la independencia y la guerra que estos grupos subalternos libraban fueron percibidas desde su óptica étnica, local y regional, en contraste con las percepciones excluyentes o subordinantes; y de conjunto tanto de las elites criollas como de las españolas (Guardino, 1989, p. 115-116). Flores Galindo, como en su momento Gustavo Montoya (2019), enfatizó el estudio de la sierra central en donde al lado de los soldados aparece la tropa irregular, aquellos “grupos armados vinculados a las autoridades locales”, mostrando la incorporación indígena en la guerra (Flores Galindo, 1983, p. 224-225). No obstante, esta presencia popular fue controlada por los patriotas evitando así una revolución social o ‘furores indígenas’ (Espinal, 2020).

Este último argumento se vincula con los conflictos sociales entre los propios sectores populares.[1] Para los autores los afrodescendientes –que incluía a negros y castas derivadas de ella- tuvo como característica central la heterogeneidad y la fragmentación social impidiendo un conjunto mínimo de lazos sociales —étnicos— y por ende, acciones conjuntas entre sus miembros; y propiciando, por el contrario, conflictos al interior de los sectores populares. (Hunefeldt, 1979a, p. 51 y Flores Galindo, 1987, p. 141). Por ello, Flores Galindo afirmaría que negros e indios tuvieron relaciones irreconciliables y que la violencia ocasional, temporal, larvada o latente fue el resultado de esas divergencias.

El gobierno virreinal aplicó la máxima: divide et impera; y fomentó intensamente estas diferencias con el objetivo de eliminar cualquier posibilidad de galvanización social intra o extra étnica y además algún signo de insurrección plebeya capaz de poner en peligro la supremacía de las elites coloniales (Flores Galindo, 1987, p. 142-144). A pesar de esta realidad, Hunefeldt, Flores Galindo y O’Phelan indicaron como la historiografía le ha prestado atención al carácter localista de las rebeliones sin dar importancia a una mirada amplia y nacional de estos movimientos plebeyos. Por ejemplo, Flores Galindo señaló que la praxis de las guerrillas y montoneras terminaron convirtiéndose en acciones de rasgos individuales sin interés colectivo (Flores Galindo, 1983, p. 232, 230). Para Hunefeldt, era la suma de diversas culturas con motivaciones en conflicto, sin un liderazgo explicito y “sin líneas directrices para toda la sociedad, capaces de convertirse en 1815 en una voz unificadora por la reforma constitucional, mucho menos por la independencia” (Hunefeldt, 1978, p. 52). Incluso, para O’Phelan no fueron solamente los conflictos internos sino especialmente las alianzas de coyuntura muy distintas de las elites y los indígenas, además de la visión regionalista y no continental de las rebeliones que las hicieron fracasar (O’Phelan, 1987, p. 168-172, 199). Cabe añadir que muy pocos miembros de la elite criolla o mestiza pensaban a una escala mayor a lo local o regional y que a la postre serían arrastrados por la vorágine de las disputas por el poder.

En el Perú estos argumentos se retomaron en las investigaciones de la década de los 90’ y en la historiografía reciente. La premisa clave de los trabajos analizados sostienen que la participación plebeya en la esfera pública y en el ámbito político y militar tienen que ser comprendidas a partir de una reflexión ad hoc y vinculante de los actores sociales de la revolución. Además, de la diversidad de alternativas e intereses políticos de los grupos populares en la difícil geografía regional y las repercusiones de estas en su cada vez más complicada realidad (Morán, 2022; Estenssoro y Méndez, 2021).

 

Los sectores populares en tiempos de la independencia: una mirada regional en la historiografía contemporánea

 

El Perú constituye un caso importante para comprender la renovación en los estudios de la revolución desde los espacios regionales; no solo por sus regiones disímiles sino también por su heterogeneidad social –étnica para ser exactos-; y los enormes retos que ello supuso para agregar intereses y forjar una acción política unitaria (Mc Evoy y Montoya, 2022) (Morán, 2022) (Estenssoro y Méndez, 2021). Por ejemplo, Raúl Fradkin resumió muy bien este nuevo enfoque: “Si las facciones elitistas estaban aprendiendo a utilizar los tumultos y la movilización de grupos subalternos para resolver sus disputas, los sectores subalternos también estaban haciendo sus propios aprendizajes” (Fradkin, 2008, p. 26).

Fradkin advierte que la intervención plebeya no fue una marcha inútil, sin sentido ni dirección propia y sin carácter político, a pesar de las vicisitudes e intereses contrapuestos de los grupos sociales. Por el contrario, la historiografía reciente en el Perú y en algunas latitudes de América Latina, advierten el rol desempeñado por el pueblo en la revolución, en el teatro de la guerra y en la vinculación cercana que tuvieron con las fuerzas revolucionarias o contrarrevolucionarias, logrando negociar su adhesión u oposición a ella en función a sus propios intereses. Ejemplos ‘contrarrevolucionarios’ lo podemos advertir en los trabajos de Méndez (1991 y 2014) y los trabajos de Gutiérrez (2007 y 2010) para la región Pasto, que merecieron acres de recriminación de Bolívar en su correspondencia y Lovera (2010) para la región del Coro en Venezuela.

Aproximaciones regionales al caso del Perú se aprecian en Walker (1999 y 2009) y Garrett (2009) que han analizado al sector indio del común y a la nobleza indígena en el Cuzco; Chambers (2003) y Sánchez (2011) que han examinado la participación popular y miliciana en Arequipa; Turner (2006), Espinoza (2007 y 2014), Montoya (2019), Espinal (2020) y Sala I Vila (1996 y 1992) la presencia indígena y mestiza en Ancash, Cajamarca, Chachapoyas, la sierra central y el sur andino, respectivamente, mientras que Méndez (1991 y 2014) y Bonilla (2007) han discutido la importancia de la singular rebelión iquichana en Ayacucho.

Estas investigaciones han postulado ciertos argumentos claves: el papel importante o no de los grupos populares en la guerra, la composición social de estos sectores y los orígenes sociales de sus lideres, las conflictivas relaciones entre las elites –criollas o mestizas- y la plebe, las contradicciones al interior del mundo plebeyo, las percepciones y los significados particulares que estos le dieron a un conjunto de términos políticos nuevos y el tipo de lenguaje político que forjaron, el rol de los intermediarios políticos negociando la participación popular en la revolución y el intenso uso que los historiadores hacen de los archivos judiciales como una fuente fundamental para pensar la presencia popular; aunque la mayoría de estos actores hayan sido criminalizados.

Esta última premisa es una de las novedades historiográficas; la comprensión de la intervención popular en la guerra a partir de las causas criminales, expedientes judiciales y sumarios militares.[2] Los estudios de Walker y Chambers sobre Cuzco y Arequipa, respectivamente, se han apoyado en esta clase de documentos. Walker señaló que en la guerra de independencia confluyeron el enfrentamiento y la negociación política del Estado y los indígenas, utilizando estos últimos distintos medios para defender sus prerrogativas (Walker, 1999, p. 155, 276-277). Importa destacar también los aportes de Igue (2013) sobre bandolerismo y etnicidad en Cangallo y Huamanga.

Los tribunales representaron un espacio donde los indígenas negociaron con el Estado sus derechos, su autonomía, los recursos económicos y su propia inclusión en la esfera política (Walker, 2009, p. 186, 203-208). De igual forma, Chambers a través del análisis de las causas criminales y eclesiásticas, evidenciaron la conformación de una cultura política popular y la activa intervención plebeya en la independencia y los inicios republicanos en Arequipa (Chambers, 2003, p. 11-13).

El estudio de estas fuentes judiciales incide en plantear el rol central de los sectores populares en la revolución, su composición social y las relaciones conflictivas con la elite.[3] En Arequipa, Chambers advirtió entre la independencia y la república las tensiones existentes de las elites y los grupos plebeyos en el fuero judicial. Las autoridades en la República fueron más represivas que sus antecesoras virreinales. No obstante, la protesta popular consiguió que indígenas y mestizos fueron visibilizados en la esfera política a partir de su involucramiento en la guerra (Chambers, 2003, p. 46-53). La experiencia constitucional de 1812, en apreciación de Sala I Vila, abrió en el mundo andino espacios para la participación política indígena en los ayuntamientos o gobiernos locales, a su vez, que evidenció las divergencias de intereses en las alianzas interétnicas (Sala I Vila, 1996, p. 191-225, 261-264; Sala I Vila, 1992, p. 51, 62-69; Rebatta, 2018).

Esta conflictividad social fue advertida también por Walker en la región del Cuzco. Para él, los indígenas tuvieron conciencia política e influyeron en la revolución negociando las condiciones propias de su participación (Walker, 1999, p. 113-155). Incluso, percibió que los sectores plebeyos asumieron diversas formas de gobierno alternativo y, si bien sus rebeliones terminaron siendo sofocadas, esto fue por la ausencia de un “grupo efectivo que pudiera movilizar la sociedad rural” y las propias divisiones sociales internas (Walker, 1999, p. 150-153).

Esta dinámica también se evidenció en la rebelión de Iquicha en Ayacucho y en las reacciones populares indígenas de Cajamarca ante la eminente exclusión política que sufrieron de las elites criollas de Trujillo y la ciudad virreinal de Lima. Para Cecilia Méndez estos acontecimientos revolucionarios se transformaron en guerras civiles mostrando así el conflicto de intereses de los grupos enfrentados y, a la vez, sus diversas alternativas políticas en la revolución (Méndez, 1991, p. 165-169). En ese sentido, la rebelión realista indígena de Huanta al juntar a los grupos populares permitió advertir la importancia de los líderes locales indios y criollos y la capacidad de negociación política de estos en el terreno y la lucha política y militar (Méndez, 2014, p. 111-153). Entonces, estas acciones populares, a partir de alianzas coyunturales, tácticas y operacionales, ofreció beneficios concretos a los líderes rebeldes, y fomentó las bases de una conciencia política indígena que transformaría el ámbito del poder político y sus secuelas en el mundo campesino local y regional (Méndez, 2005, p.  34-51).

No obstante, en apreciación de Heraclio Bonilla, la conciencia política plebeya tendría que encontrar un término medio entre los intereses disimiles de los actores involucrados y la persistencia de la herencia colonial (Bonilla, 2007, p. 138-145, 149). Esta misma situación pudo advertirse en Cajamarca en el momento que los líderes indígenas reclamaron su participación en la esfera política ante la exclusión que sufrieron de parte de las elites criollas en el nuevo estado republicano (Espinoza, 2007, p. 180-185, 191-192). Incluso, Sánchez planteó el surgimiento en Trujillo y Arequipa de identidades políticas muchas veces distintas, contradictorias y fragmentadas en las milicias, el mundo plebeyo y las elites regionales en tiempos de la revolución. Este argumento explicaría las diferencias regionales y el por qué las ciudades del norte proclamaron la independencia antes que Lima, y el sur terminó convertido en el baluarte de la defensa del poder español en América (Sánchez, 2011). Sin embargo, estudios recientes de Montoya (2019), Bazán (2017), Montoya y Romero (2018), Escanilla (2014 y 2018), Glave (2008 y 2016) y Morán (2017 y 2018), inciden en estas premisas y la variante regional como en el caso de Huánuco, la sierra central, el norte chico de Lima (Huacho) y el Cusco. En general, estos trabajos recientes discuten la participación popular y su conexión con las elites entre el Virreinato y la república, la percepción de una cultura política en los grupos involucrados en el conflicto, la composición social —especialmente de la plebe— y los ecos de estos movimientos sociales en el ámbito regional y continental (Estenssoro y Méndez, 2021).

Evidentemente, el rol clave que jugaron los intermediarios políticos y líderes locales[4] articulando alianzas y como bisagras políticas en la revolución resultó esencial. La historiografía actual ha mostrado diversos casos de estos agentes políticos en Iberoamérica y especialmente en territorio peruano. Garrett al estudiar a la nobleza indígena del Cusco observó la participación de los incas nobles y la movilización popular en la rebelión de Túpac Amaru II en 1780, en la revolución de 1814 de los Angulo y Pumacahua; y en la etapa final de la independencia y los inicios republicanos (Garrett, 2009, p. 333-404).

En esa perspectiva, O’Phelan señaló que la inclusión condicional de estos sectores sociales e incluso de negros y castas fue parte de un pacto político de los grupos criollos y el poder del naciente Estado republicano (O’Phelan, 2009, p. 75-94). Para la región de Cajamarca Espinoza precisó que los líderes indígenas, en representación del mundo popular, propugnaron también la inserción política plebeya en la república (Espinoza, 2007, p. 192-194). Como lo indicado por Chambers para Arequipa en donde la guerra permitió la existencia de conexiones entre los jefes locales, la elite y la propia plebe citadina (Chambers, 2003, p. 245). Incluso, en el Cusco y el sur andino, Walker subrayó la presencia de los caudillos y una “red amplia de ideólogos e intermediarios culturales” influyendo sobre el Estado y la propia sociedad (Walker, 1999, p. 283). O, lo precisado por Turner, en el Callejón de Huaylas, en donde: “los campesinos, a través de los alcaldes y los mediadores legales, hicieron frente a los marcos discursivos dominantes […] en formas localmente significativas” (Turner, 2006, p. 249).

Estas mediaciones políticas entre las elites y los grupos plebeyos mostraron las diversas formas de sus imaginarios, representaciones y significados políticos en el proceso de la independencia (Morán, 2022). En Cajamarca, los tribunales fueron testigos del debate andino-criollo sobre la idea de comunidad de tierras e independencia. Todo ello puso en evidencia las razones de los indígenas por conquistar más espacios en un contexto revolucionario. Además, del significado contrapuesto al de los criollos que los indígenas atribuyeron a las palabras libertad e independencia (Espinoza, 2007, p. 192-194, 198). Para la elite criolla, los indígenas comprendieron de forma errónea el significado de aquellos conceptos sobrevalorando su impacto en la esfera pública y política (Espinoza, 2007, p. 217-218).

En Ancash, para Turner los indígenas se imaginaron ciudadanos de la nueva república desde una perspectiva distinta al de las elites criollas; más aún estos grupos populares interpretaron “el proyecto nacional republicano en formas que San Martín y la elite criolla peruana no se habrían imaginado” (Turner 2006: 51-52, 249). Esta última idea de la región de Ancash se relaciona a lo indicado por Guardino para las guerrillas y montoneras de nuestra sierra central. Turner recalcó para la región de Huaylas que los indígenas de la naciente república y sus jefes locales no se sumaron servilmente a las directrices de los funcionarios de provincia, más bien: “enfrentaban y usaban al Estado cada vez que era posible” (Turner, 2006, p. 54-56).

Por lo tanto, la revolución en Iberoamérica y el Perú, supuso un concepto polisémico y un proceso multiforme bajo un conjunto de características y circunstancias cambiantes. En primer lugar, el papel central de la plebe en la revolución, aunque ralentizada por su heterogeneidad y complejidad social integrando al denominado populacho, la chusma o el bajo pueblo, además de criollos pobres, grupos medios y mestizos. Ejemplo evidente son los iquichanos en Ayacucho, los conflictos en Cajamarca, la revolución en Cuzco y Arequipa, y las vinculaciones de la milicia con los indios y la plebe en Huaylas, Huacho y Huánuco. En segundo lugar, la estructura social heterogénea e intereses divergentes de las elites y los grupos plebeyos ocasionarían las derrotas de los movimientos sociales populares en tiempos de la independencia. Entonces, estas motivaciones distintas jugaron muchas veces en contra de una revolución popular tanto por los significados y representaciones políticas opuestas de los actores en conflicto como por el grado en el manejo de las conexiones y negociaciones en la esfera pública y política de los nuevos estados nacionales (Morán, 2022; Espínal, 2020; Fonseca, 2010).

 

Los sectores populares en tiempos de guerra: Los centros de poder en la historiografía contemporánea

 

Así como la intervención plebeya en las regiones fue fundamental en tiempos de guerra y revolución, las acciones indígenas y de los afrodescendientes en las capitales virreinales resultó clave para comprender los intereses y conexiones de estos grupos sociales (Morán, 2022). Al respecto, la historiografía presenta ciertas características centrales: la participación política plebeya, su estructura social heterogénea, las alianzas estratégicas, aunque efímeras, las contradicciones internas, el papel de los intermediarios políticos de los grupos en conflicto; y los diferentes y equívocos sentidos dados a las imágenes y representaciones populares.

Sobre la gravitación de la ciudad de Lima con respecto al conjunto del país, además de los ya citados trabajos de Fisher (2000), Flores Galindo (1984) y Hunefeldt (1979a y 2010), debemos añadir los de Aguirre (1993 y 2005), Arrelucea y Cosamalon (2015), Cosamalón (1999), Montoya (2002 y 2019), Bonilla (2007 y 2010), Morán (2022), Morán y Aguirre (2013), Rojas (2017), Velásquez (2017) y Arrelucea (2018). Estos estudios parten del argumento de que en las capitales virreinales hubo una alta presencia de negros y afrodescendientes entre los miembros del ejército y las milicias. Aguirre ha desarrollado un trabajo amplio que prueba que negros, morenos y pardos en Lima representaron en el contexto revolucionario el conjunto más importante de las fuerzas realistas y las fuerzas patriotas (Aguirre, 2005 y 1993). Incluso, Gustavo Montoya observó que, durante el protectorado de San Martín, los cuerpos cívicos estuvieron integrados masivamente por castas, pardos y esclavos (Montoya, 2002, p. 126). Esta particular composición étnica llevó a Heraclio Bonilla a plantear la idea de que la participación plebeya debe entenderse en sus relaciones de conflicto, pero también en sus conexiones y confluencias sociales (Bonilla, 2007, p. 80). Propuesta que sin duda nos conduce a un examen de las fojas de servicios de oficiales y soldados y la información consignada en las Guías de Forasteros.

En Lima, se destaca la participación de los cuerpos cívicos como agentes de control social durante los tiempos de San Martín (Montoya, 2002, p. 118-122, 126; Ragas, 2004, p.  209-228; Sobrevilla, 2012), así como su presencia en las primeras fuerzas policiales de la naciente república (Ríos, 2018a y 2018b). Aguirre había indicado que una rebelión de esclavos en la capital en el siglo decimonónico era casi imposible y además quizás innecesaria, porque los afrodescendientes llegaron a usar otras estrategias en su propia cotidianidad aliviando así su condición como el cimarronaje, la contienda judicial, el mecanismo de los esclavos jornaleros y la compra de la libertad (Aguirre, 2005, p. 127-157, 99-100). Incluso, la aristocracia de Lima fomentó las conductas individuales dejando de lado alguna acción colectiva (Aguirre, 1993). Esta premisa se vincula perfectamente a lo indicado por Flores Galindo y Hunefeldt sobre la ruptura y los conflictos entre negros libres y esclavos, y la “tradicional segmentación étnica” y los “intereses comerciales” divergentes al interior de los mismos grupos plebeyos (Bonilla, 2007, p. 80).

Para Cosamalón aquellas relaciones no fueron sólo de conflicto, sino además de intereses confluyentes entre indios y negros poniendo en jaque la rígida y excluyente estructura social de las elites (Cosamalón, 1999, p. 349, 352-358). Así, el poder político limeño buscó erosionar cualquier posibilidad de articulación y movilización popular. Carlos Aguirre, como Hunefeldt y Bonilla, advirtieron que este freno en las acciones populares debía tener en cuenta las diversas posibilidades de afrodescendientes e indígenas de intervenir en la esfera pública y política (Hunefeldt, 2010; Bonilla, 2010). Por ejemplo, en el estudio de negros y esclavos no únicamente la guerra significó la alternativa para algún cambio, fue más bien la contienda judicial, la compra de libertad o la fuga, algunos de los mecanismos más usados por estos sectores plebeyos. Estas mismas ideas, pero desde una novedosa perspectiva de la historia social y de género, pueden advertirse en Arrelucea (2018); ella corrobora estas nuevas formas de hacerle frente a la guerra y las complejas relaciones de poder entre los grupos de elite, los sectores populares y especialmente los afrodescendientes y las mujeres. En ese sentido, la recurrencia a los archivos judiciales y expedientes y sumarios militares, fueron clave para esta renovación historiográfica, porque brindaron tanto para los espacios regionales y la misma capital virreinal, una documentación particularmente rica en el estudio profundo del pueblo en la guerra, dentro de su cotidianidad y relaciones sociales; y, especialmente, en una coyuntura de cambios, guerra y revolución (Arrelucea, 2018; Guardia, 2019; Bonilla, 2010 y Montoya, 2002).

Es necesario recordar que este contexto de alianzas y relaciones en conflicto, los intereses de los grupos de poder y los sectores populares fueron conectadas por la presencia activa de intermediarios políticos y líderes locales. Estas premisas las podemos advertir en los estudios de Morán (2022), Mc Evoy y Montoya (2022), Arrelucea (2018), Cosamalón (1999), Montoya (2002 y 2019), Morán y Aguirre (2013) y Bonilla (2007). Este último autor indicó que en el estudio de la sierra central y la región de los andes, el papel de las guerrillas y montoneras frente a la independencia no fue monolítica, sino que tuvo perspectivas y motivaciones divergentes según los propios acontecimientos de la misma revolución. Además, del rol que cumplieron los intermediarios políticos ante el terror de una insurrección popular, de una guerra civil y una virulenta represión realista. Así, los grupos plebeyos consiguieron con esas mediaciones y con armas en la mano –literalmente-, ciertos derechos y autonomía “en función de sus propios intereses” (Bonilla, 2007, p. 123, 129-130).

Esta realidad puede observarse en la estructura de los cuerpos cívicos y las relaciones que los jefes milicianos establecieron con los oficiales, la tropa y la elite criolla patriota logrando movilizar a los sectores del pueblo en la guerra y en el teatro político (Montoya, 2002, 118-137; Sobrevilla, 2012 y 2011). Para Gustavo Montoya los cívicos representaron la expresión política más acabada de la intervención plebeya en las guerras de independencia (Montoya, 2002, p. 118). En ese sentido, existen también un conjunto de trabajos recientes que, desde la perspectiva de la historia política y cultural, de los lenguajes políticos y las representaciones y la historia social, enfatizan en las imágenes, el vocabulario y las percepciones que los grupos populares crearon entre los diversos grupos sociales en esta coyuntura de guerra. Mientras Velásquez (2017) realizó una aproximación al lenguaje plebeyo para captar en cierta forma la voz de los combatientes y habitualmente invisibilizados de la historia en un contexto de cambios, Morán (2022) y Morán y Aguirre (2013), al igual que Rojas (2017), señalaron la recurrencia de las representaciones de estos grupos populares en la prensa y otros impresos evidenciando así la importancia de la plebe en el teatro de la lucha revolucionaria.

En síntesis, tanto en las regiones como en las capitales, confluyeron una diversidad de grupos sociales con intereses divergentes y muchas veces en conflicto. Mientras en la zona andina la participación popular y de las elites adquirieron un matiz focalizado y regional, en la capital virreinal esta presencia tuvo un carácter más nacional e incluso continental. Una perspectiva más amplia de la guerra posiblemente, pero no por eso más igualitaria e incluyente social y políticamente. Al igual que en los espacios rurales, Lima luchó por la legitimidad política buscando controlar el desenfreno popular en todas sus modalidades y en cualquier geografía. La identificación de esta realidad de las patrias andinas y las patrias citadinas y sus intereses disímiles, nos ayudan a una mejor comprensión de los actores sociales y políticos en la nueva configuración del poder, la sociedad y los estados nacionales en Iberoamérica (Mc Evoy y Montoya, 2022; Morán, 2022; Escanilla, 2021).

 

Consideraciones finales

 

A la luz de lo presentado en este balance historiográfico y coincidiendo con el argumento de Chust y Serrano para espacio de Iberoamérica, es claro que en el caso peruano los sectores plebeyos “intervinieron y se movilizaron bajo un prisma no necesariamente patriótico o realista, sino por intereses concretos pertenecientes a sus grupos y etnias” (Chust y Serrano, 2009, p. 18-19). Esta conclusión plantea pensar el rol gravitante del pueblo en la independencia, cambiando así esa imagen de un grupo social subordinado y carente de conciencia política difundido tanto en el mundo académico como en la cotidianidad de educación pública y los textos escolares. Los recientes y no tan recientes aportes de la historiografía, a partir de los años 70, han documentado la activa participación de indios, negros –libres y esclavos- y castas visibilizando su intervención en las guerras de independencia, aunque sin ponderar su exacta contribución (Morán, 2022; Estenssoro y Méndez, 2021).

De esta revolución historiográfica se puede deducir: a) la fuerte militarización y politización no solo de las elites sino también de los sectores populares; b) la participación militar de estos últimos tanto en las filas patriotas como en las filas realistas; c) la intervención política negociada de los sectores plebeyos gracias a su capacidad de movilización social y de recursos locales y apoyo condicional a las partes en guerra; d) el rol clave de los líderes y mediadores políticos; así como sus dinámicos y cambiantes vínculos con la elite criolla y otros grupos para negociar y pactar su colaboración en la revolución; e) la importancia de mediadores políticos locales para negociar al interior de los mismos su presencia en la lucha armada; f) la percepción de que las alianzas entre criollos y plebeyos fueron coyunturales saliendo a relucir sus reales intereses y contradicciones; g) la existencia de una ruptura interna dentro de la sociedad indígena y la sociedad negra y de todas sus variantes étnicas, e incluso, de la colisión de intereses entre todas ellas; h) los significados divergentes atribuidos por el pueblo, criollos y españoles, a términos políticos como patria, libertad e independencia; i) la importancia de los espacios locales y regionales y la función clave de la sociedad campesina en la configuración de un nuevo poder desburocratizado y personalizado a nivel local como regional y nacional; que a la postre serían las bases políticas de la emergencia de los caudillos decimonónicos; j) la inserción popular en las milicias, montoneras o guerrillas como medio inmediato y táctico para lograr prebendas y satisfacer intereses de grupo; k) la lucha en los tribunales judiciales de indígenas y negros, la compra de libertad de los esclavos y la fuga de las haciendas, como mecanismos de disidencia, resistencia, ruptura o desfogue social, dejando de lado la insurrección armada; y, l) la existencia de diversas alternativas políticas de gobierno pensadas por los grupos plebeyos que no necesariamente tendrían ser monárquicas o republicanas. (Thurner, 2006) (Larson, 2002, p. 101-144). A partir de todos estos argumentos, los grupos plebeyos se convirtieron en actores políticos y sociales clave en los tiempos de la independencia (Mc Evoy y Montoya, 2022; Morán, 2022; O´Phelan, 2011; Regalado, 2009).

Por ello, la historiografía reciente tiene que concentrar su atención en la descentralización del conocimiento de la guerra independentista y profundizar en el análisis de los problemas neurálgicos de la misma, que supone una nueva agenda de investigaciones sistemáticas desde una perspectiva de conjunto, comparada y conectada, además de las variantes locales y regionales; y, el rol y el peso relativo que cumplieron los diferentes actores sociales agrupados bajo la denominación de pueblo y que muestra una gran diversidad social interna (Mc Evoy y Montoya, 2022; Morán, 2022; Estenssoro y Méndez, 2021; Guerra, 1992; Knight, 1996).

 

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Recibido: 13/09/2023

Evaluado: 30/10/2023

Versión Final: 10/11/2023

 



(*) Doctor en Historia, (Universidad de Buenos Aires), Argentina. Docente de la Facultad de Artes y Humanidades, (Universidad San Ignacio de Loyola), Perú. Email: lmoran@usil.edu.pe ORCID: https://orcid.org/0000-0002-8244-5390

(*) Doctor en Historia (Universidad Pablo de Olavide), Sevilla, España. Docente (Universidad Nacional Mayor de San Marcos), Perú. Email: ccarcelenr@unmsm.edu.pe ORCID: https://orcid.org/0000-0001-7645-4955

(*)Doctora en Educación y Grado de Maestría en MBA. Docente (Universidad Cesar Vallejo), Perú. Email: macunaba@ucvvirtual.edu.pe ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2599-6978

[1] El destacado es nuestro.

[2] El destacado en nuestro.

[3] El destacado en nuestro.

[4] El destacado en nuestro.