“La tan noble ciudad de Truxillo.” Una aproximación de la mirada de los viajeros sobre el papel de Trujillo durante las guerras de independencia

 

Jesús Yarango(*) y Morelia Loroña(**)

 

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24690732/9os8a050e

 

Resumen

 

La conmemoración del bicentenario de la independencia peruana ha buscado visibilizar en la historiografía temáticas no abordadas, tales como el papel de la mujer, el rol jugado por la plebe, el desempeño de las regiones durante el proceso emancipador, entre otras. Continuando con esas líneas de investigación, el objetivo del artículo es desarrollar una aproximación a la perspectiva que distintos viajeros tuvieron de la ciudad de Trujillo en el contexto de las guerras de independencia. Así, buscamos comprender la opinión que los foráneos tuvieron sobre el comercio, la población y, sobre todo la participación política de la región durante la guerra.

 

Palabras clave: Independencia del Perú; Historia Regional; Viajeros; Trujillo.

 

 

 

“The so noble city of Truxillo.” An approximation of the travellers' view of the role of Trujillo during the wars of independence

 

Abstract

 

The commemoration of the bicentennial of Peruvian independence has sought to make visible in the historiography issues not addressed, such as the role of women, the role played by the common people, the performance of the regions during the emancipatory process, etc. Continuing with these lines of research, the objective of the article is to develop an analysis of the perspective that different travelers had of Trujillo in the context of the independence wars. We seek to understand the opinion that foreigners had about trade, population, and, especially the political participation of the region during the war.

 

Key words: Independence of Peru; Regional History; Travelers; Trujillo.


 

 

“La tan noble ciudad de Truxillo.” Una aproximación de la mirada de los viajeros sobre el papel de Trujillo durante las guerras de independencia

 

Introducción

 

En el invierno de 1824, con más exactitud, el 9 de diciembre, se desarrolló un enfrentamiento que consolidó la independencia del Perú y la libertad americana, la batalla de Ayacucho. Con este triunfo contra las fuerzas españolas, solo quedaba en suelo americano las tropas de Olañeta y la ocupación de Rodil de la Fortaleza del Real Felipe, que fueron derrotadas y capitularon, respectivamente.

La importancia de la batalla de Ayacucho es innegable; sin embargo, sería erróneo considerar este suceso, junto a la proclamación del 28 de julio de 1821 de San Martín, como los principales ejes de las guerras de independencia del Perú. Este suceso histórico que marcaría el inicio de las repúblicas sudamericanas comenzó muchos años antes, con la invasión napoleónica a la península ibérica.

El virreinato peruano tuvo una clara postura política fidelista en gran parte de la guerra de independencia. Pese a ello, debemos rescatar el papel de Tacna (1811 y 1813), Huánuco (1812) y Cuzco (1814), quienes en su momento buscaron crear juntas de gobierno y obtener mayor autonomía. Estos intentos fueron reprimidos por el Ejército del Rey, pero no dejan de ser importantes ya que fueron una muestra de que algunas regiones no estaban de acuerdo con las políticas tomadas desde la capital del virreinato.

En los últimos años, observamos que la historiografía sobre la independencia ha empezado a rescatar el papel desempeñado por las regiones durante este conflicto. Estos avances son una muestra de la importancia que tuvieron, resaltando que la capital no tuvo un papel único en esta guerra. Desde esa mirada conocemos el desempeño de ciudades como Arequipa (Gómez, 2023), Cuzco (Ojeda, 2016; O’Phelan, 2016), Huánuco (Bazán, 2017), Pasco (Mendoza, 2012), Tarma (Montoya, 2020), Trujillo (San Martín y Diéguez, 2020; Hernández, 2021), entre muchas otras. 

Buscando insertarnos en el debate historiográfico sobre la participación de las regiones en tiempos de revolución, nuestro objetivo es analizar las perspectivas que distintos viajeros tuvieron de la ciudad de Trujillo en el marco de las guerras por la libertad, y desde esas miradas externas realizar una aproximación sobre la opinión que tuvieron de la región desde los aspectos comerciales, sociales y, sobre todo, su participación política durante la guerra de independencia. Para cumplir la finalidad de la investigación, en primer lugar, elaboraremos un acercamiento a las guerras revolucionarias, centrándonos en cómo inició y su desarrollo; en segundo lugar, estudiaremos el papel de Trujillo a lo largo de este contexto; en tercer lugar, analizaremos las miradas que diversos viajeros tuvieron de la ciudad, centrándonos en algunas características ya señaladas.

 

Una aproximación a las guerras de independencia

 

La independencia hispanoamericana fue un proceso largo y complejo en donde múltiples territorios se enfrentaron entre sí. Este conflicto también se desarrolló entre varias regiones dentro de un mismo espacio geográfico, quienes se alzaron contra las políticas impulsadas por el poder político. Este suceso estuvo caracterizado por las diversas posturas políticas guiadas por los intereses de cada región. Por eso es entendible que algunas ciudades, como Lima, fueron fieles al rey, mientras que otras, como Buenos Aires, fueron revolucionarias. Sin embargo, existieron diversos territorios que no tuvieron una marcada posición política, sino que variaban su decisión dependiendo del desarrollo de la guerra.

Estos argumentos son válidos para casi todas las regiones y territorios durante el conflicto por la libertad. Para detallar algunos casos, en 1814 los hermanos Angulo y el cacique Mateo Pumacahua crearon una junta de gobierno en el Cuzco contra el poder virreinal (O’Phelan, 2016), a pesar de ello, dentro de la región existió oposición al gobierno autonomista, por ejemplo, los veinticuatro electores incas (Najarro, 2018). Posteriormente, con la derrota de la sublevación por parte del régimen virreinal, la ciudad retomó su marcado fidelismo. Otro ejemplo resaltante se da en el Alto Perú. A lo largo de la guerra de independencia esta fue una zona bastante disputada entre el virreinato peruano y la junta de gobierno de Buenos Aires. Cuando las tropas revolucionarias ocupaban este territorio sus habitantes se aliaban a la postura independentista; pero cuando las tropas del rey ocupaban el Alto Perú, ellos mantenían un respaldo a la monarquía (Pezuela, 2021). Casos como los explicados se dan a lo largo y ancho de Hispanoamérica, donde las distintas regiones van cambiando de bando en tenor al desarrollo de la guerra.

Pese a las múltiples posturas políticas que se tomaban en tiempos de guerra, diversos historiadores coinciden en señalar que el inicio de la revolución fue la invasión napoleónica a la Corona, que debilitó a la monarquía y al gobierno indirecto que implantó en Hispanoamérica (Anna, 2003; Guerra, 1992; Hamnett, 2011). A partir de esta ocupación y de las abdicaciones de Bayona, la sociedad española desconoció la legitimidad del nuevo monarca, José I, por lo que crearon juntas de gobierno que tuvieron como finalidad gobernar en ausencia del rey legítimo (Chust, 2007; Peralta, 2010). Esto fue imitado en América, donde diversos territorios crearon juntas bajo el argumento que ante la ausencia del rey el poder recaía en la población. Sin embargo, esta no fue una visión compartida por el virrey peruano, quien consideró que buscaban su independencia. Bajo esa premisa, Abascal inició una campaña militar conocida como guerra contrarrevolucionaria o contraindependentista, que tuvo como fin eliminar estas juntas de gobierno “revolucionarias” para preservar los dominios de la monarquía (Abascal, 1944; Alvarado, 2020; Hamnett, 2011; O’Phelan y Lomné, 2013; Peralta, 2010). Esta empresa tuvo una larga duración, transcurriendo durante tres administraciones virreinales (Abascal, Pezuela, La Serna), y pasando por diversos eventos importantes de este contexto, como la promulgación y abolición de la Constitución de Cádiz de 1812, el trienio liberal en España, etc., hasta que se consiguió la consolidación de la independencia del Perú después de la batalla de Ayacucho en 1824 (Rosas, 2021; Sobrevilla, 2021; Zuloaga, 2022).

A partir de lo señalado, observamos que el proceso de independencia no fue un hecho histórico lineal, sino que tuvo diversos altibajos en donde cada bando sufría derrotas y buscaba mitigar sus efectos por diferentes vías, tales como replegar sus fuerzas y mentir a la población sobre sus derrotas. Además, es importante resaltar, como lo viene haciendo la historiografía contemporánea, el papel desempeñado en este conflicto por la plebe, las mujeres y las regiones, cuyo papel había sido invisibilizado por la historiografía tradicional.

 

La ciudad de Trujillo durante la guerra de independencia

 

La ciudad de Trujillo, al igual que múltiples regiones, tuvo una participación ambigua durante la guerra de independencia americana, es decir, el discurso político que esgrimió en tiempos de revolución fue cambiando en relación con el desarrollo de la guerra y los intereses de sus habitantes. Sin embargo, a diferencia de otros territorios, como el Cuzco, nunca mostró una postura revolucionaria por medio de intentar crear una junta de gobierno.

Es pertinente aclarar que la ciudad integraba, junto con Piura, Lambayeque, Cajamarca, Chachapoyas, Chota, Huamachuco y Pataz, la intendencia de Trujillo, fundada en 1784. Esta fue creada en el marco de las reformas impulsadas por la dinastía Borbón para mejorar su control sobre sus dominios americanos (Fisher, 2000). Como lo señaló Aldana (2020), la intendencia formó parte de una amplia red comercial que denominó Gran Norte, integrada por diversas regiones del norte peruano y sur del virreinato neogranadino que tuvieron una enorme actividad mercantil con impacto en El Caribe. A partir de estas relaciones comerciales, es entendible la existencia de un discurso político regional que buscara proteger estos vínculos económicos, que según Hernández (2021) surge para finales del siglo XVIII debido a que el frente económico regional buscó unirse para resguardar sus intereses y obtener mayores beneficios para sí mismos. La principal preocupación de los comerciantes norteños era la hegemonía que tenían los miembros de las elites sobre ellos, debido a que los excluían de los cargos públicos. Por eso su afán en conseguir prebendas por medio de sus servicios al Rey (Hernández, 2021).

La principal actividad económica de la ciudad de Trujillo, al igual que todo el norte, fue el comercio. Sin embargo, la ciudad fue la más importante del norte peruano, y junto con Guayaquil, parte del virreinato de Nueva Granada, fueron los principales ejes del comercio transatlántico (Aldana, 2020). La ciudad, y toda la intendencia tuvo una producción agrícola, es por ello no tuvo tanta atención de la Corona, que concentraba sus esfuerzos en obtener metales preciosos. La producción estuvo enfocada, principalmente, al azúcar y el arroz, pero esto no evitó que circulara por tierras norteñas productos como la quina, el cacao, la caña, entre otros.

El incremento de la actividad comercial permitió el despegue de la economía agrícola regional, además del incremento de la población trujillana. Así, partiendo de la información cruzada realizada por Aldana (2020), se afirma que el 22,7% de la población total del virreinato correspondía al obispado de Trujillo. Todo esto tuvo repercusión en la intendencia, especialmente en la ciudad, que se beneficiaba de la red mercantil y su progresión por ser uno de los ejes de la red comercial.

A partir de lo anteriormente señalado, observamos la importancia de la ciudad de Trujillo para la red comercial transimperial que se formó en el norte del virreinato peruano. Sin embargo, nos queda la incógnita de cuál fue su papel dentro de la independencia americana. Según Chigne (2020), se pueden encontrar tres fases definidas del rol de la ciudad en tiempos de revolución: 1) la etapa fidelista; 2) la génesis de la libertad y 3) la benemérita de la patria.

La primera fase de la ciudad es bastante entendible debido al contexto. La Corona había creado la intendencia y puso a la ciudad como el eje central de la misma, por lo que es plausible afirmar que se encontraban satisfechos con la administración virreinal. En ese sentido, con las noticias sobre la invasión francesa, la ciudad se convirtió en una de las tantas que proclamó su fidelidad al rey ausente y repudió los actos de Bonaparte. A su vez, una de las muestras de su fidelidad, fue la entrega de donativos, que realizaron en “amor al rey” (Morán y Yarango, 2022). Sin embargo, no solo se mostraba su lealtad por medio de dádivas, sino también en acciones. Esto se puede observar con la aparición de la junta de gobierno en Quito, donde la intendencia reforzó su fidelidad al rey, apoyando al virrey Abascal para suprimir este movimiento revolucionario (Hernández, 2021). Por lo que la intendencia en su totalidad se convirtió en uno de los bastiones con los que contaba el virreinato peruano para socavar cualquier movimiento insurgente que se desarrolle en su cercanía.

El papel como bastión contrarrevolucionario y financista de la Corona no fue el único desempeñado por la región durante su etapa fidelista. También participaron activamente en las Cortes de Cádiz con sus representantes, donde buscaron presentar sus reclamos y peticiones para potenciar la industria, comercio, agricultura y minería regional. A su vez, gracias a los servicios que prestaron a favor de la monarquía, fueron reconocidas con el título de “Muy noble y siempre leal”. Con el retorno de Fernando VII al trono, este título y los privilegios otorgados a la ciudad fueron revalidados (Chigne, 2020). Pese a ello, las guerras revolucionarias dificultaban la ejecución de las gracias otorgadas a la ciudad, sumando a ello la difusión de ideas liberales que se daba a lo largo y ancho del virreinato peruano, que fue un punto de partida para la independencia norteña.

La segunda etapa consistió en el retorno del absolutismo imperante en la administración virreinal. En ese sentido, se abolió la Constitución de Cádiz de 1812 y se buscó dejar de lado los ideales liberales que circularon en este contexto gaditano. Como lo señaló Chust (2007), esta medida tomada por Fernando VII radicalizó la lucha por la independencia americana, así como incentivó a otras regiones y ciudades a sumarse a esta campaña por la libertad. En esta etapa también se materializó la libertad de Buenos Aires y de Chile, que había sido evitada por la constante guerra contrarrevolucionaria que libró el virrey Abascal. En todo este contexto, la situación de la ciudad empezó a verse afectada por las constantes expediciones de los insurgentes. En primer momento fue Guillermo Brown, y posteriormente las expediciones de Cochrane, quienes pusieron en jaque los puertos y la tranquilidad de la ciudad. Estas campañas, en vez de motivar la revolución en la intendencia, acrecentó la fidelidad de la región al monarca español (Chigne, 2020).

El general San Martín buscó aislar a Lima para conseguir la independencia del Perú por lo que requería el apoyo de las regiones peruanas para financiar su campaña y aislar a la capital. Con ese objetivo, el general inició comunicación con el Marqués de Torre Tagle, intendente de Trujillo, con la finalidad de que él promoviera la emancipación de la zona norte y asegurar apoyo económico para concretizar sus metas (Chigne, 2020). Así, la ciudad se convirtió en el eje de operaciones de la independencia peruana.

Durante la tercera etapa, el norte peruano proclamó su emancipación entre los años de 1820 y 1821, convirtiéndose en el primer gran espacio dentro del virreinato peruano en abrazar la causa patriótica. Para la consolidación de la independencia trujillana, Torre Tagle buscó el apoyo del cabildo, declarándose el 29 de diciembre de 1820. Este acto fue tomado como ejemplo para incitar a los demás ayuntamientos norteños a actuar de la misma forma (Chigne, 2020). Pese a lo que se puede creer, las proclamaciones norteñas no siguieron un plan común en todos los espacios, es decir, no obedecieron una decisión consensuada entre todas las ciudades. Esto lo podemos observar a partir de la campaña contrarrevolucionaria emprendida en diversas regiones del norte, donde se buscó recuperar esta zona a la causa del rey (Hernández, 2021).

Con la proclamación de independencia, la ciudad de Trujillo pasó a ser un eje fundamental para el desarrollo de las campañas militares en favor de la libertad. A su vez, el marqués de Torre Tagle siguió siendo la máxima autoridad de esta región, aunque estuvo constantemente enfrentando oposiciones dentro de su jurisdicción. Esto se puede visualizar cuando el partido de Piura se enfrentó a las disposiciones del marqués de nombrar nuevas autoridades políticas y militares (Hernández, 2021).

Durante el protectorado de San Martín el norte jugó un papel esencial en el sostenimiento económico de la empresa libertadora, por medio de contribuciones forzosas y voluntarias a favor de la patria que serían remitidas a Lima (Hernández, 2008). Sin embargo, debido a las diferencias políticas existentes en este periodo, el general decidió dejar el poder al Congreso Constituyente. Este fue el inicio de un periodo de caos político que conllevó a que las tropas españolas ganaran terreno en su objetivo de eliminar la independencia. Durante estos primeros años republicanos, el Congreso nombró presidente a José de la Riva Agüero, quien organizó la marina, buscó recursos económicos a través de empréstitos externos e internos, pero se mostró incapaz de retener los embates españoles, por lo que fue destituido por el Congreso, nombrando al Marqués de Torre Tagle en su lugar (Zuloaga, 2022). El régimen de Riva Agüero fue trasladado a Trujillo, iniciando dos administraciones gubernamentales en el mismo territorio.

La importancia de la ciudad de Trujillo fue su apoyo económico a las campañas militares, allí reside el motivo por el cual Riva Agüero decidió instalar su administración en dicha ciudad (Hernández, 2019). Posteriormente fue traicionado y encarcelado. Mientras esto sucedía, Bolívar llegaba al Perú con el fin de consolidar la independencia americana, así, el general observando el caos político, decidió instalar su régimen y construir su ejército en Trujillo (Chigne, 2020). Entonces la ciudad se convirtió en el eje de las campañas militares bolivarianas y la independencia americana. Finalmente, con la batalla de Junín y Ayacucho se pudo derrotar al virrey La Serna y consolidar la libertad americana.

A partir de este recorrido historiográfico, observamos que la ciudad no tuvo una línea política definida en tiempos de independencia, sino que se acomodó al contexto y a las situaciones que más le convenían con la finalidad de poder alcanzar mayores beneficios. Sin embargo, y pese a su importancia, resulta anecdótico, como lo señala Hernández (2021), la falta de investigaciones sobre el norte, y siendo más específicos sobre la ciudad de Trujillo durante el proceso de independencia. Así, la presente investigación buscará aportar al conocimiento sobre el papel de Trujillo a través de una aproximación a la mirada de los viajeros.

 

“Truxillo desde una perspectiva externa”. La mirada de los viajeros sobre Trujillo en tiempos de independencia

 

Las memorias de los viajeros son una fuente de incalculable valor para la investigación histórica debido a que son narraciones de primera mano, en la mayoría de los casos, donde los extranjeros se veían inmiscuidos gracias a su estancia en el lugar donde se desarrollaban los sucesos. Aún así, debemos tener cuidado al usarlos dentro de la investigación, porque en varias ocasiones la información no es veraz o han agregado lo leído en otros autores sin comprobar su veracidad (O’Phelan y Lomné, 2017).

Un asunto de bastante interés para los extranjeros fueron las guerras de independencia americanas, debido a su curiosidad por el devenir de la nueva organización política de las nuevas repúblicas. Estos documentos suplen la carencia de archivos y aportan análisis agudos sobre un contexto de guerra (O’Phelan y Lomné, 2017). Estas memorias eran escritas por marinos y comerciantes extranjeros destinados a un público europeo y norteamericano, y muchos estuvieron alineados a los valores de la modernidad burguesa contra la tiranía y los privilegios (Zegarra, 2017).

Pese a la importancia de estas fuentes, son pocas las investigaciones que las han utilizado como documento principal para su análisis histórico en el Perú. Una excepción valiosa de estos son los trabajos que encontramos en el libro editado por Scarlett O’Phelan y George Lomné en 2017.

No debemos dejar de lado la relevancia de la Colección Documental de la Independencia del Perú (CDIP). Esta publicación de fuentes primarias desarrollada en el marco de la conmemoración del sesquicentenario de la independencia ha sido una herramienta útil para múltiples investigadores, que utilizaron sus documentos para trabajos como tesis, artículos y libros. Así, entre la larga serie de información publicada, encontramos las Relaciones de Viajeros, recopiladas por Estuardo Núñez y que contiene manuscritos de distintos extranjeros de diferentes épocas, dejando constancia de su apreciación sobre la situación del Perú en tiempos de guerra.

En ese sentido, estos testimonios contienen valiosa información para la historia regional, debido a que la mayoría de los viajeros transitaron por diversas regiones y ciudades en el contexto de las guerras independentistas. Así, encontramos que hay informes sobre Lima, Pisco, Trujillo, Arica, Pasco, Callao, Huaraz, Supe, entre muchos otros lugares. No obstante, esta riqueza documental, para la investigación nos concentraremos en realizar un estudio que nos aproxime a la visión que estos viajeros tuvieron de la ciudad de Trujillo, capital de la intendencia del mismo nombre.

Antes de comenzar el análisis de las perspectivas de estos viajeros nos detendremos en elaborar una pequeña semblanza de los que citaremos. Julian Mellet fue un comerciante francés quien en sus peripecias por América del Sur anotaba todo lo que veía, incluyendo temas de flora, fauna, economía y sociedad; Robert Proctor fue un agente inglés encargado de negociar un préstamo a favor del naciente estado peruano, permaneció en el país por diez meses y tuvo contacto con notables políticos de la época; Gabriel Lafond de Lurcy fue un marino francés quien hizo descripciones de las costumbres de los pobladores costeños, tuvo simpatías por San Martín y recelo hacía Bolívar; James Thomson fue un maestro y pastor protestante inglés quien registró observaciones respecto al estado moral, religioso y político, tuvo la finalidad de viajar al interior del país pero no pudo por los azares de la guerra; y, Tomas Sutcliffe fue un viajero inglés que ejerció el cargo de gobernador de la Isla de Juan Fernández en Chile, y que centró su memoria en los hechos políticos y militares de fines de 1823 e inicios de 1824.

Consideramos pertinente aclarar la naturaleza de este tipo de fuentes. Los viajeros fueron personas que estuvieron por un determinado tiempo en el Perú y son originarios, en su mayoría, de Europa; por lo tanto, en su visión observamos su otredad, es decir, tenían una mirada parcial y distante. Además, sus atenciones se concentraron principalmente en los aspectos políticos, describiendo brevemente temas sociales y económicos. Pese a ello, es posible realizar una aproximación a su perspectiva, que debería ser desarrollada con un mayor bagaje de fuentes en futuros trabajos.

Para introducirnos a Trujillo de inicios del siglo XIX resaltan un par de casos relacionados con personajes de la Iglesia. El francés Julian Mellet nos brinda una visión crítica señalando que: “Trujillo (…) tiene un obispado, bastante hermosa catedral, gran número de iglesias y conventos, todos ricamente adornados; pero que los frailes que aquí se encuentran no son dignos de habitarlos.”[1] Esta posición la reforzó afirmando que los frailes en la ciudad se encontraban con mujeres en los cafés y cometían indecencias que iban en contra del buen actuar. Otro caso anecdótico que narra tiene relación con una pelea que un español y él tienen con un obispo, donde se ven involucrados en un juicio con la Inquisición por acusaciones de injuria a la fe católica. Este caso culminó porque el español era sobrino del monseñor, por lo que consiguieron su libertad.[2] En ambas situaciones, el francés expone la corrupción dentro de la Iglesia en la ciudad, y la adjudica como carente de el decoro y honor, además que el obispo hace abuso de su poder acusando falsamente a dos inocentes, aclarando que él mismo es quien casi se convirtió en víctima de la Inquisición en el Perú. Esta situación mostrada por el francés iba en tenor de las críticas desarrolladas por las sociedades protestantes contra la Iglesia católica, dado que la consideraban corrupta y lejana a la sociedad.

Pero Mellet no solo toca el tema de la Iglesia en Trujillo, sino también el papel del comercio, sobre el que afirmó:

 

Tiene gran cantidad de minas de metales preciosos y como se encuentra en la jurisdicción de Trujillo, no hace comercio sino con la cabecera. Los habitantes llevan, pues, todos sus productos, que cambian por otros o por plata amonedada, y todo el beneficio de esos cambios y ventas quedan íntegros en Trujillo, de manera que se la puede considerar como tiene la fama, como una de las ciudades más opulentas del Perú.[3]

 

La descripción nos dibuja una ciudad poderosa económicamente y en la que Huanchaco cumple un rol de importancia en toda esta red comercial por ser el depósito de todas las mercaderías que se enviaban por mar a Trujillo.[4] Otro viajero que analizó el papel del comercio trujillano fue Robert Proctor, quien señaló:

 

Trujillo mantiene comercio bastante considerable con la capital, Guayaquil y Panamá. El comercio con Lima consiste en productos del valle fértil, algodón, azúcar, arroz y tocino, junto con el picote azul ordinario, tejido en las inmediaciones y usado en general por los indios. También se envían de Trujillo cantidades considerables de oro y plata de que hay muy buenas minas en la cordillera y a corta distancia. Los retornos se componen principalmente de manufacturas británicas que generalmente obtienen precios 25% más altos que en la capital.[5]

 

Basándonos en cómo ambos viajeros se refieren del comercio trujillano, queda claro la relevancia que tuvo la ciudad, por lo que no sorprende el enorme poder económico que tuvo. El retrato mostrado coincide con lo propuesto por Susana Aldana (2020), que resaltó la imponencia comercial de la ciudad para el Gran Norte, y cómo formó parte de un engranaje mercantil transatlántico.

Sin embargo, los viajeros no solo resaltaron el papel del comercio. Mellet afirmó: “además del ventajoso comercio que tiene, su suelo produce plata y otros metales y abunda en carne, leche y todo lo necesario para la vida.”[6] Es así como pasamos a la actividad agrícola desarrollada en Trujillo, suficiente para abastecer de recursos necesarios a la población. Resaltando la agricultura norteña, el francés Gabriel Lafond señaló que, desde Trujillo a Piura, el suelo está cubierto de plantaciones de caña de azúcar, arroz y maíz.[7] Sumando al comercio la agricultura, Trujillo toma un foco importante al ser uno de los ejes comerciales más relevantes del virreinato y tener una industria agrícola poderosa que era bastante beneficiosa en tiempos de guerra.

La sociedad en el virreinato del Perú, por otro lado, también fue objeto de críticas desde los ojos de los viajeros. En su recorrido, Mellet califica de forma negativa actos como la participación en los juegos, los juicios de la inquisición y especialmente, el uso de la saya y el manto por parte de las mujeres.[8] Esta mirada no varía cuando pasa a describir a la sociedad trujillana, sobre la que indicó:

 

El carácter de los habitantes, en número de 7.000 no es muy bueno; hay un tercio de blancos y el resto se compone de mulatos y cuarterones; la clase baja se distingue, especialmente por su perversidad; las mujeres pelean a cuchilladas y puñaladas con los hombres a quienes hieren peligrosamente a menudo; si el traje fuera el mismo, se las tomaría por hombres, pues, fuman, beben y pelean como ellos.[9]

 

Esta imagen nos deja con la interrogante de cuál fue la situación de la sociedad, la raza y la mujer en Trujillo durante la independencia. La plebe caracterizada por sus malos hábitos es similar a la descripción realizada por los españoles a partir de la prensa (Morán, Acuña y Yarango, 2022). Así, el francés tiene una imagen negativa de la clase baja trujillana, pero no solo ellos son descritos de esa forma, sino gran parte de la sociedad virreinal, como antes ya lo explicitamos. Con respecto al papel de las mujeres, nos muestra un comportamiento distante del que la sociedad esperaba de ellas. Pero ¿y qué actividad es a la que ellas se dedicaban y por qué atacaban a los hombres? No lo dice.

Por otro lado, el aspecto demográfico nos resulta curioso. El inglés James Thomson señaló que existía una población cercana a las 300.000 almas.[10] Gootenberg (1995), a partir del censo de 1790, planteó que habitaban el norte aproximadamente 230.000 personas. Robert Proctor señaló la existencia de 10.000 personas.[11] Inferimos que las cifras de Mellet y Proctor consisten en la población aproximada que vivía en la ciudad de Trujillo, mientras que las cifras de Gootenberg y Thomson serían una aproximación del total de habitantes de la intendencia trujillana.

A pesar de que la información que nos brindan los viajeros nos da algunos matices sobre el comercio y la sociedad trujillana, su principal interés fue narrar los sucesos políticos que se desarrollaron en el marco de la guerra de independencia. En ese sentido, estos documentos resultan idóneos para conocer, desde ojos foráneos, sobre el desarrollo de la guerra por la libertad y la política, dado que muchos de sus autores conocieron y conversaron con los personajes más importantes de esta época, y nos dan las impresiones que tuvieron sobre las decisiones tomadas.  Es menester aclarar que ningún extranjero pudo hacer una narración completa del conflicto debido a que difícilmente se quedaban en un solo lugar. Se encontraban en constante movimiento debido a sus oficios o intereses. Esto contrasta con las memorias de militares o virreyes, quienes pudieron dejarnos sus impresiones sobre un suceso histórico íntegro en donde estuvieron inmiscuidos.

Las relaciones de viajeros se concentraron, en su mayoría, en relatarnos los pormenores políticos de los últimos años de la independencia americana y los problemas que surgieron en la instalación del gobierno peruano republicano. Por eso no podremos realizar un análisis sobre el papel de la ciudad de Trujillo desde que eclosionó la crisis del mundo ibérico, pero eso no quita que se pueda desarrollar en futuros trabajos con un sistemático análisis de fuentes de otra índole.

La independencia del norte del virreinato peruano no fue un proceso lineal, ni mucho menos un suceso que tuvo consenso de todas las regiones que conformaban ese enorme sector (Hernández, 2021). Sin embargo, en lo que coinciden varios historiadores es en el papel clave que jugó el Marqués de Torre Tagle para la obtención de la libertad del norte. Gracias a este apoyo que dio a favor de la independencia, se le concedió el nombramiento como Marqués de Trujillo (Aljovín y Rizo Patrón, 1998)[12]  debido a que San Martín quería seguir manteniendo una elite nobiliaria, que sería de utilidad en la “monarquía peruana” que buscaba instaurar como sistema de gobierno para la nación independiente.[13] Pese a las intenciones del Protector, estos no pudieron cristalizarse por la oposición de personajes tales como Faustino Sánchez Carrión, así como con la expulsión de Monteagudo. Su gobierno perdió la confianza de la población por lo que convocó un Congreso Constituyente dejando el poder y renunciando a su cargo (Rosas, 2021).

Con la salida de San Martín, la naciente república peruana vivió una época de caos y confusión. Para buscar solucionar las cosas, el Congreso, en primera instancia, creó una Suprema Junta Gubernativa que no contó con el apoyo del ejército ni de la población. Gracias al motín de Balconcillo el Congreso se vio obligado a cesar a la Junta y nombrar a Riva Agüero como presidente de la república. En su administración la crisis política y militar se intensificó, sobre todo con la derrota en la Segunda Campaña de Intermedios, que prácticamente desmanteló el ejército peruano (Hernández, 2019; Zuloaga, 2022).

La crisis de la naciente república fue aprovechada por el virrey La Serna y sus huestes para reorganizarse, con el fin de empezar a asediar al gobierno y recuperar el territorio para la causa del rey. Las tropas españolas invadieron la capital en junio de 1823, provocando el pánico de algunos habitantes y la huida de los principales funcionarios gubernamentales asentados en Lima. El pastor protestante James Thomson vivió este suceso, afirmando que casi diez mil personas habían salido de Lima, yendo a diversos lugares, como la ciudad de Trujillo.[14] Otro viajero que experimentó este acontecimiento fue el inglés Robert Proctor, quien señaló: “ahora que la ciudad iba ser entregada al enemigo (…). Todos pensaban solamente en salir: algunos para el Callao y otros que no tenían bienes en Lima, para Trujillo.”[15] En ambos casos observamos el miedo que existía entre algunos habitantes de Lima hacia las tropas del rey. Esto se asemeja bastante al temor que tenían los pobladores de la capital contra las tropas de San Martín, especialmente la plebe, y las acciones que cometerían si ocupaban Lima (O’Phelan, 2005). Ambas posiciones nos dan luces de lo complejo del proceso de independencia.

Esta ocupación de la capital, sede política y administrativa del nuevo gobierno peruano, provocó otra crisis política. Como apuntó Proctor, se desarrolló un largo debate en el Congreso, que sancionó que el general Sucre (emisario de Bolívar) asumiese el mando supremo, político y militar, hasta el arribo de Bolívar. Esta resolución concluyó con la renuncia de Riva Agüero al gobierno. Sin embargo, el Congreso decidió trasladarse y fijar la administración en Trujillo. Esta emigración se dio el 26 de junio, en compañía de numerosos emigrantes.[16] Posteriormente, Proctor señaló que, en Trujillo, Riva Agüero disolvió el Congreso acusando a siete de ellos de ser enemigos y los apresó, mientras a los demás se les permitió ir a donde quisiesen. Con esta disolución, se publicó un bando determinando “que los asuntos gubernamentales en adelante estarían a cargo del Presidente asistido por un Senado; los nombres de los senadores y sus obligaciones también se publicaron.”[17] Pese a la acción de Riva Agüero, la disolución del Congreso no fue el fin de la institución creada por San Martín, gracias a que unos veinte diputados se quedaron en Lima y no habían emigrado al norte, por lo que decidieron sesionar, declarar traidor a Riva Agüero y nombrar presidente al Marqués de Torre Tagle.[18] Thomson señaló que Riva Agüero se instaló en Trujillo con algunos senadores, y que el Congreso emitía críticas contra él, llamándolo tirano, y exhortaba a todo buen patriota a traerlo a Lima vivo o muerto. En similar línea, Tomas Sutcliffe, viajero inglés, refiere a que Riva Agüero huyó a Trujillo cuando fue depuesto del poder. Desde esta ciudad impulsó una revolución, pues el Congreso autorizó al expresidente a levar tropas, y con estas fuerzas los disolvió y desterró a muchos miembros.[19] A partir de estas referencias observamos el inicio de un gobierno paralelo entre el Congreso y el Marqués de Torre Tagle, con sede en Lima, y Riva Agüero junto con algunos senadores, en Trujillo. Esta desorganización estatal dificultaba el desarrollo de la guerra contra los remanentes españoles, pero quedaba la esperanza del arribo de Bolívar para consolidar la independencia peruana.

Durante estos años la ciudad de Trujillo cobra relevancia por ser la sede del gobierno de Riva Agüero, es decir, obtiene una importancia sin antecedentes ya que hasta ese momento había sido eclipsada por Lima; pese a haber sido una de las regiones que proclamó su independencia mucho antes que la capital. Por ello, muchos norteños apoyaron a Riva Agüero en su afán de consolidar su poder y mantener la sede de gobierno en el norte peruano. Robert Proctor conversó personalmente con él, con el fin de entregarle correspondencia desde el Callao. Allí el inglés observó las tropas ubicadas en Trujillo, que consistía en mil hombres, muchos eran simples reclutas, y se dio cuenta de la gran escasez de armas, porque más de dos tercios no tenían mosquetes; en cambio, la caballería estaba bien montada, armada y equipada.[20] Además, el presidente le señaló que había organizado 5.000 soldados, que estaban distribuidos a lo largo del norte del país.

El general Simón Bolívar llegó al Perú en setiembre de 1823, después de haber sido invitado múltiples veces por el Estado, incluso por el gobierno de Riva Agüero. A su llegada, el Congreso le brinda la Suprema Autoridad de la nación (Rosas, 2021; Zuloaga, 2022). Según el inglés Proctor, con la llegada del libertador, Riva Agüero mantuvo su levantamiento en el norte, e incluso buscó despertar los ánimos de los peruanos nativos contra la facción colombiana. Por otro lado, Bolívar no deseaba una guerra civil, porque consideraba que sería un golpe de muerte para la causa de la libertad. En ese sentido, concedió todas las exigencias que le hizo Riva Agüero para poder encontrar la paz. Sin embargo, él no quiso adherirse a sus propias condiciones antes planteadas, declarando que no confiaría en un arreglo amigable con el Congreso y Torre Tagle.[21] No obstante, y pese a la política conciliadora de Bolívar, el Congreso no deseaba que existiera una tregua con Riva Agüero, por lo que lo acusaron de tener correspondencia traidora con el enemigo. Esta afirmación condujo al libertador a declararle la guerra, por lo que ordenó a todas sus fuerzas se unieran en Supe para partir en campaña contra el traidor.[22] La respuesta de Riva Agüero ante el movimiento de las tropas bolivarianas fue ordenar la retirada de su ejército a Cajamarca. Cuando había convocado a un consejo de guerra en Trujillo, fue traicionado por el coronel La Fuente, quien buscó conseguir la paz con Bolívar y el Congreso.[23] Así también lo señala Tomas Sutcliffe, quien indicó que la insurrección fue dominada en poco tiempo por el coronel La Fuente, quien procedió a actuar de acuerdo con otros en contra del presidente Riva Agüero.[24] Entonces, la guerra civil que ya estaba dando los primeros avances para desarrollarse fue derrotada antes de iniciar combate gracias a la traición de uno de los hombres más cercanos a Riva Agüero. Además, con este evento se puso fin al gobierno paralelo y Bolívar pudo concentrarse en crear un ejército para consolidar la independencia del Perú y de América.

Con el fin del régimen de Riva Agüero, la ciudad de Trujillo dejó de ser un centro del poder político en la naciente república. Sin embargo, la importancia del norte no decayó durante el régimen bolivariano, debido a que financió al ejército peruano y la ciudad fue la sede del cuartel general donde se reagruparon y se entrenó al ejército. Es así como la urbe norteña fue el eje central de las operaciones militares bolivarianas hasta la consolidación de la independencia (Chigne, 2020). No obstante, después de las victorias de Junín y Ayacucho, la ciudad pierde su importancia en el juego político que se da en los primeros años de la república peruana. Esto no solo se dio con Trujillo, sino con múltiples regiones que mostraron su apoyo a la causa independentista, quienes después fueron olvidados por los caudillos. Esto también le pasó a la plebe o sectores subalternos, que integraron en gran porcentaje las tropas que consiguieron la independencia del Perú. Pero, con la consolidación de la libertad, fueron dejados de lado por la república, y en muchos casos no obtuvieron ningún beneficio.

 

Conclusiones

 

La independencia hispanoamericana fue un suceso clave dentro de la historia, debido a que por medio de este suceso múltiples territorios consiguieron su libertad y pudieron crear formas de gobierno de acuerdo a sus propios intereses. Pero la emancipación de la Corona española no fue un proceso fácil, sino que conllevó un enfrentamiento que duró años, en donde miles de personas fallecieron buscando defender la causa del Rey o la de la independencia. Además, el enarbolar la bandera de la revolución no fue una decisión consensuada, sino que varias regiones y personas buscaban acomodarse a los sucesos de la guerra para no ver afectado sus riquezas y sus posiciones de poder.

Bajo esa premisa, analizar y estudiar el papel que desempeñó la ciudad de Trujillo durante el largo proceso de la independencia es una tarea que aún tiene mucha información que aportarnos, y como señalamos anteriormente, es un trabajo que todavía debe seguir desarrollándose. Nuestra investigación ha buscado aportar en el conocimiento sobre cuál era la visión externa; es decir, la mirada del otro sobre la ciudad centrada en la participación política durante la guerra de independencia. En ese tenor, la mirada de los múltiples viajeros que transitaron por Trujillo son esclarecedoras, permitiéndonos entender la mirada que los extranjeros tenían de la región antes de que consolidara la independencia. No obstante, la información no aborda todos los años del proceso emancipador, esto se debe a que muchos de ellos solo habitaron en la capital, y no conocían la realidad de las regiones, siendo pocos los que realizaron un recorrido más allá de solo Lima.

Igualmente, sobre los aspectos políticos de la guerra, observamos que la información se concentra, principalmente, en el papel que tuvo Trujillo durante el levantamiento de Riva Agüero, donde la ciudad se convirtió en su sede de gobierno. Este sesgo de las fuentes de viajeros no debe menoscabar la importante participación que tuvo la ciudad en el desarrollo de la independencia, por lo que es pertinente realizar mayores investigaciones que llenen estos vacíos.

Así, nos quedan múltiples interrogantes sobre el papel de la ciudad durante el proceso de independencia. Algunas pueden tener relación a la posición fidelista que desempeñó la ciudad en los primeros años de la guerra; otras tendrían relación a los mecanismos por los cuales se financiaron las campañas libertadoras de San Martín y Bolívar, el desempeño de la plebe trujillana en el ejército y cómo fueron reclutados, el rol de las mujeres dentro del desarrollo del conflicto, cómo la ciudad apoyó a la Corona, etc. La cantidad de interrogante que se abre es basta, y el trabajo se avizora arduo, no por ello menos provechoso.

Finalmente, no debemos olvidar que, pese a que el bicentenario de la independencia del Perú sea conmemorado el 28 de julio, está no fue la única fecha importante. Existieron múltiples días que han sido olvidadas de la historia oficial, donde regiones como Trujillo, Lambayeque, Tarma, entre otras, declararon su independencia antes que la capital. Así, es importante no solo investigar sobre el rol de Lima durante las guerras emancipadoras, sino también desarrollar trabajos que nos brinden mayores luces sobre el papel del interior del Perú.

 

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Recibido: 23/08/2023

Evaluado: 11/10/2023

Versión Final: 22/10/2023

 



(*) Bachiller en Historia (Universidad Mayor de San Marcos). Perú. Maestrando en Historia Argentina y Latinoamericana (Universidad de Buenos Aires). Argentina. Email: jesusyarangovelasquez@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3856-9975.

(**) Bachiller en Historia (Universidad Mayor de San Marcos), Perú. Maestranda en Historia Argentina y Latinoamericana (Universidad de Buenos Aires). Argentina. Email: morelia.lorona@unmsm.edu.pe ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3966-7702.

[1] Colección Documental de la Independencia del Perú (CDIP), Tomo XXVII, Vol. 1, Lima, p. 95.

[2] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 1, Lima, p. 98.

[3] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 1, Lima, p. 95.

[4] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 1, Lima, p. 98.

[5] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 234.

[6] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 1, Lima, p. 96.

[7] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 135.

[8] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 1, Lima.

[9] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 1, Lima, p. 96.

[10] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 61.

[11] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, pp. 233-234.

[12] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 250.

[13] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 1, Lima, p. 179.

[14] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 34.

[15] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 204.

[16] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 43.

[17] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 238.

[18] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 249.

[19] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 473.

[20] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 237.

[21] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 282.

[22] CDIP, Tomo XXVII, vol. 2, Lima, p. 282.

[23] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 286.

[24] CDIP, Tomo XXVII, Vol. 2, Lima, p. 475.