Época de cambios importantes. El
feminismo radical de los ‘70 y el Movimiento de Liberación de
Nadia Freytes(*)
I. Introducción
Una de las características principales que tiene la década
del sesenta es el ascenso de los movimientos sociales más importantes del siglo
XX; parte de ese fenómeno reside en la radicalización y politización de las
ideas y las prácticas con las cuales “nuevos actores sociales” en EE.UU. y
algunos países de Europa ingresan a la escena política: nutridos de nuevas
demandas, como portadores de cuestiones, hasta el momento novedosas, crean una
inédita manera de expresarse en el ámbito público. Así podemos mencionar el Movimiento Estudiantil, el de lucha por
los Derechos Civiles y el Poder Negro,
los Hippies y Yippies, y la renovación del
Movimiento Feminista, entre otros.
El movimiento feminista como todo movimiento social es histórico, en
ese mismo sentido se va transformando a merced de los cambios sociales, por
ello mediante este trabajo trataremos de delimitar algunas líneas de análisis
que nos permitan acercarnos al desarrollo de una de las corrientes de
II. Época de utopías y movimientos contestatarios
Los años que van desde mediados de la década del ‘60 y principios de
los ‘70, marcan una época de profundas transformaciones políticas, económicas,
sociales, culturales e ideológicas, producto de los cuales la juventud se va
convirtiendo en un segmento relativamente autónomo dentro de la sociedad
occidental. En este sentido los jóvenes gravitan también, en la medida en que
se convierten en un “actor social reconocido”. De este modo en EEUU y en Europa
aparecen en escena una serie de “nuevos movimientos sociales” (conformados en
su gran mayoría por jóvenes), como el Movimiento Estudiantil, el de lucha por
los Derechos Civiles de las personas negras, el Movimiento Hippie, y el
Movimiento Feminista de sus particulares modos de
organización y formas de manifestarse en el ámbito
público, entre otras cuestiones. Sin embargo, frente a un contexto de
acrecentada agitación política social en países pertenecientes al “mundo
capitalista avanzado”, su característica peculiar fue su definido carácter
contractual: coincidían en forjar nuevas maneras de vida, en las que se
incorporara a los “grupos oprimidos” (y por tanto estos dejaran de ser “los
oprimidos”) y modificaron
algunas concepciones acerca de la sociedad, las relaciones sociales, e incluso
de relaciones entre los sexos. Al mismo tiempo, estos movimientos, y todas las
características que de ellos se desprenden constituyeron una “novedad”, de allí
los términos Nuevos Movimientos Sociales[1],
Nuevos Actores Sociales, para hacer referencia a los mismos.
Pero entonces, ¿por qué “nuevos”?, y en todo caso ¿qué tienen de
“nuevo” estos nuevos movimientos sociales? Por obvio que parezca es pertinente
aclarar que, en primera instancia fue necesario el surgimiento de la idea de
que había “viejos movimientos sociales”[2].
En ese mismo sentido, siguiendo con el análisis de Dalton, Kuechler y Bürklin[3] trataremos
de ahondar en algunos de los rasgos que para estos autores constituyen lo
“novedoso” de estos movimientos (en contraste con lo “viejo”): “su rasgo
definitorio es su defensa de un paradigma social que contrasta con la estructura
dominante de finalidades de las sociedades occidentales”[4]
de allí que cuestionen la preponderancia que en la sociedad reciben la riqueza
y el bienestar material, centrándose en algunas cuestiones más vinculadas a
aspectos culturales y a la calidad de vida; de este modo su ideología, uno de
los aspectos que los distingue de sus predecesores, contiene también elementos
libertarios: muchas reivindicaciones tienen que ver con el plano personal, con
la vida íntima y la libertad de poder ser y actuar en la sociedad. Según estos
autores, otro rasgo a destacar de los nuevos movimientos sociales es que no
están dirigidos a ningún grupo social en particular, por lo tanto a diferencia
de sus antepasados las demandas y/o intereses no están pensados únicamente en
términos de clases sociales. En relación con lo anterior, cuando abordemos las
relaciones existentes entre el Movimiento de Liberación de Mujeres con otros
grupos de luchas como la población negra, los jóvenes, estudiantes o no,
veremos como la clase no es el único eje vertebrador del proceso de
coincidencias y disidencias que se establece entre los mismos.
Con relación a las razones que los impulsan a participar “la opinión
generalizada es que las motivaciones de quienes participan en los nuevos
movimientos sociales son finalidades ideológicas y lucha por bienes colectivos,
y no un estrecho interés particular”[5].
Hay además otra cuestión que no es menor, y es la falta de una estructura
centralizada y jerárquica[6]
(como las que posee el movimiento obrero) es por ello que, los nuevos
movimientos sociales “prefieren una estructura descentralizada, abierta y
democrática que está más en armonía con las tendencias participativas de sus
partidarios”[7]. Con relación al caso del
Movimiento de Liberación de
III. De Beauvoir a Friedan: El Feminismo de
Quien lea estas páginas se preguntará: ¿por qué el Feminismo de
¿Cuándo podemos ubicar el surgimiento de lo que se conoce como
Iniciando la década del sesenta, otra mujer, Betty Friedan, haciendo
hincapié en la sociedad norteamericana, de la que ella formaba parte, comienza
a preguntarse acerca de una realidad de la cual no podía dar cuanta aún pero
que, como mujer e incluso por su trabajo como redactora en una revista,
observaba y escuchaba reiteradamente en diferentes espacios (como, el
supermercado, la escuela, bares, o charlando en la calle), y por supuesto
entrevistando a menudo mujeres para su trabajo. Según afirma Friedan en su
libro “
¿Qué les estaba sucediendo entonces, a innumerables cantidad de mujeres en dicho país? ¿A quienes
afecta este problema que (aún) no tiene nombre? Conocer la existencia de este
“malestar general” significó para muchas no solo saber que no se trataba de una
cuestión personal sino de un cambio
fundamental, con relación a las concepciones que tenían acerca algunos aspectos
de sus propias vidas. Sin duda, Friedan, hizo explícito que había muchas
cuestiones por las que se debía luchar, ya que su origen nada tenía que ver con
la escasez de recursos materiales, de hecho como hemos advertido, en su mayoría
se trataba de mujeres de clase media, con una cómoda situación económica, como
la misma autora afirma: “las mujeres a las que atormenta este problema, en las
que esta voz resuena, han vivido siempre dedicadas a la persecución de la
perfección femenina. No son mujeres que han estudiado una carrera (aunque esas
mujeres pueden tener otros problemas); son mujeres cuya ambición ha sido el
matrimonio y los hijos. Para sus padres, estas mujeres de la clase media no
podían tener otro sueño. Las que ahora están entre los cuarenta y cincuenta,
que en su juventud tuvieron otros sueños, renunciaron a ellos y se consagraron
con alegría a su vida de amas de casa. Para las más jóvenes, las que ahora
empiezan a vivir su papel de esposas y madres, y éste fue el único sueño. Son
las que abandonaron el colegio para casarse o las que renunciaron a un trabajo
que realizaban sin entusiasmo para casarse a su vez. Estas mujeres son muy ‘femeninas’
en el sentido general de palabra. También, sin embargo, las hace sufrir el
mismo problema”[12]. Tal fue la incidencia
del “problema que no tiene nombre” que tres años después de publicado “s variedades de estilos y opiniones acerca de la situación
desventajosa de la mujer, constituye la obra política feminista esencial de los
años sesenta.
IV. El Movimiento de Liberación de
Antes de adentrarnos en el tema estimo
prudente realizar una serie de aclaraciones, “la liberación de la mujer
es un movimiento internacional, no en su organización, sino en su
identificación y metas comunes”[13]
es por ello que su desarrollo no fue igual en todos los países en los que
prosperó. Es preciso advertir además, como sostiene Juliet Mitchell, que “todos
los países eran industriales. Fuera de las naciones socialistas, son éstas las
naciones principales del mundo con programas igualitarios: se trata de
democracias liberales, aparentemente organizadas por medio de una política de
consenso”[14]. Por lo tanto, insisto,
no debemos perder de vista el hecho de que el MLM[15],
floreció en países occidentales con democracias industriales avanzadas. ¿Por
qué es importante no perder de vista éstas especificaciones que acabamos de
mencionar? Porque no podemos desvincular los actores sociales sobre los que vamos hacer hincapié de los
respectivos contextos socio-políticos de los que forman parte, una prueba de
ello fue la caracterización de las mujeres norteamericanas que padecían lo que
Friedan denominó “el problema que no tiene nombre”: amas de casa, blancas, de
clase media, e incluso algunas con estudios superiores.
Como mencionábamos al comienzo, mediante este informe
trataremos de visualizar, por un lado la emergencia y desarrollo del MLM, como
parte de una práctica política feminista, (en EEUU atendiendo a las disidencias
entre las diferentes corrientes del feminismo: las que a grandes rasgos
podríamos denominar “liberales” y “radicales”) y por el otro la participación
de las mujeres en otros movimientos sociales, debido a que como veremos más
adelante, ambos procesos se hallan continuamente relacionados. Lo anterior nos
conduce a interrogarnos acerca de cuáles son los puntos en común que podemos
hallar entre la lucha por la liberación de la mujer y el resto de las luchas
reivindicatorias propias de cada movimiento. En ese mismo sentido como alega Juliet Mitchell la opresión
femenina tiene características paradigmáticas debido a que aunque es
visiblemente perceptible en todas partes del mundo y en cualquier grupo
político es en el ámbito concreto del hogar donde las mujeres la experimentan.
Al mismo tiempo su particularidad puede apreciarse en el modo en como ésta es
transversal al resto de las opresiones: “pese a que algunas mujeres gozan de un
alto nivel de vida, la gran mayoría comparte con los negros (y con la clase
trabajadora) una pobreza social y económica; comparte con los estudiantes una
manipulación ideológica, junto con los hippies puede prosperar por la represión
o explotación sexual, la negación de la libertad y su búsqueda dentro de los
recursos del individuo”[16].
Existen una serie de coincidencias entre los movimientos juveniles y el
movimiento de liberación, las cuales los hermanan para luchar en el plano
ideológico “en donde como agentes y objetos del
consumidor de clase media <venden> y como futuros fabricantes de un necesario
consenso, se encuentran en una posición altamente consciente de su significado”[17].
Sin embargo la “opresión femenina” es un proceso realmente complejo, “al igual
que los negros la mayoría de las mujeres son pobres; no obstante al
igual que los estudiantes y los revolucionarios jóvenes (hippies, yippies) las
mujeres dentro del movimiento provienen en su mayoría de clase media”[18].
Por lo tanto “la liberación de la mujer tuvo aliento revolucionario de dos
fuentes: la pobreza económica de la mujer dentro del país más rico del mundo
(al igual que los negros) y su degradación mental y emocional en algunas de las
condiciones más optimas proporcionadas por ese país (al igual que los
estudiantes y la juventud). Una conciencia en desarrollo de lo segundo permitió
la realización de los primero”[19].
IV.a. Entre “reformistas” y
“radicales”
En los distintos países, la organización del MLM es variada, lo cual se
debe en cierta medida al modo en que el movimiento ha surgido en cada uno de
ellos, como ya hemos mencionado al comienzo de este recorrido nosotros haremos
hincapié en el surgimiento que tuvo el mismo en EEUU. En ese mismo sentido para
Jo Freeman[20] aunque el MLM se
manifiesta en una variedad de grupos, estilos y organizaciones casi infinita,
ésta diversidad es producto solo de dos orígenes, los que representan a dos
diferentes estratos de la sociedad e incluso orientaciones, valores, y manera
de organización diferenciales. El ala más antigua se halla conformada, entre
otras, por con
respecto de los hombres. Convencidas de esto las liberales, se proponen llevar
a cabo una serie de reformas tendientes a alcanzar la inclusión de las mismas
dentro del ámbito público: intentando obtener igualdad en el trabajo, la
educación, o 2 en los derechos civiles y políticos (con relación al
hecho de “intentar ganar el espacio público” podemos afirmar que guardan algunas
relación con el feminismo
sufragista del siglo XIX). A pesar de la importancia que tuvo este sector
del feminismo para las más jóvenes (quienes en su mayoría no superaban los
treinta años de edad, y aunque no todas eran estudiantes “habían obtenido su
educación política como participantes u observadoras interesadas en los
proyectos de acción social de la década del sesenta”)[21]
algo todavía no había sido lo suficientemente explorado para aludir a la
desventajosa situación de la mujer. De manera que, con desconocimiento de
En este punto es importante comparar el desarrollo
progresivo que alejándose cada más de las posiciones originales fue sufriendo
el MLM -desde las reformistas (NOW) pasando por las liberacionistas hasta
arribar a las radicales- con el proceso que experimentó el movimiento negro
desde sus inicios con la lucha por los Derechos Civiles pasando por los
Musulmanes Negros hasta desembocar en las Panteras Negras[27]
sin dejar de advertir la trascendencia que tiene para las demás cada etapa de ambos
movimientos.
IV.b. De la desilusión y el descontento al Movimiento de Liberación de
Lo anterior nos insta a visualizar aunque de manera
general el proceso que va dando origen al MLM, sin embargo considero que antes
de adentrarnos en las características del movimiento como tal, es trascendental
hacer hincapié en la intervención de las mujeres en otros movimientos sociales
contemporáneos debido a que el nacimiento del MLM se debe, en gran parte, al
lugar que ocupaban (o si se quiere, el que no ocupaban) las mujeres en estos
movimientos. En ese sentido nos centraremos en la vinculación femenina con el
movimiento negro y el grupo de Estudiantes
por una Sociedad Democrática (ESD) que constituyen referentes fundamentales
al momento de abordar el tema propuesto. Como
advierte Mitchell en EEUU, probablemente el movimiento negro fue la mayor
inspiración para el surgimiento y desarrollo del MLM, el cual nació con las
relativamente calmas protestas por los Derechos Civiles a comienzos de los años
sesenta y a cada encuentro con la sociedad racista se volvía más discrepante.
“El progreso del Poder Negro ha sido un movimiento de oposición, hasta llegar a
constituir una organización cada vez más estrecha en base a cuadros
revolucionarios. Durante el proceso de desarrollo de esta concentración
revolucionaria, se formó un cierto número de grupos militantes, de los cuales
los Panteras Negros son los más conocidos”[28];
en el caso del MLM, como pudimos observar, ocurrió un proceso similar “se
transformó de una lucha de oposición, igualitaria, de amplias bases hasta
llegar a constituir un número de organizaciones más estrechas, analítica y
prácticamente más revolucionarias, a una posición política de feminismo
radical”[29].
Reflexiono importante mencionar algunas cuestiones que se desprenden del
análisis que realiza esta autora acerca de la influencia del movimiento negro
en el MLM, ya que puede apreciarse claramente el modo en como la categoría
analítica “opresión” se halla profundamente atravesada por el género, la clase y la etnia. Según
esta autora, en disimilitud con otros países, el MLM se diferenció de éstos,
por “la falta de un movimiento obrero como una de sus influencias componentes,
así como, en sus comienzos, de un énfasis socialista en cuanto al papel de la
clase obrera como clase revolucionaria. Las mujeres socialistas dentro del
movimiento eran, en su mayor parte, estudiantes; esto en un país que parece
dividirse más sobre principios étnicos que clasistas. El movimiento era
principalmente compuesto por la llamada clase media; esto provocó una doble
ansiedad, en 1968 la ausencia de mujeres negras en el movimiento, y en 1969 la ausencia
de mujeres trabajadoras”[30].
Es sabido que, tantos los negros como las mujeres constituyen grupos oprimidos, podemos asentir que sus luchas en un punto se hermanan, sin
embargo mientras que los negros son explotados
fundamentalmente económicamente y por tanto pueden excluir a la
burguesía negra de su lucha, en el caso específico de la opresión de la mujer
ésta no coincide sólo con los sectores económicamente desfavorecidos ya que
todas las mujeres, independientemente de la clase a la que pertenezcan son
oprimidas como mujeres pero no todas del mismo modo. Sin embargo, que la mujer
negra no participara en el movimiento significaba un hecho crítico debido a que
parecía tratarse de una competencia en lugar de un acercamiento entre grupos
oprimidos. A través de un análisis de la estructura salarial de la sociedad
norteamericana se pudo vislumbrar que el hombre negro tenía más oportunidades
que la mujer blanca, y la mujer negra, por consiguiente era la más oprimida de
toda sociedad y del mismo modo que las estudiantes dentro del movimiento
estudiantil, ocupaban un lugar secundario dentro de su movimiento[31].
No obstante resulta prudente aclarar que aunque numéricamente eran minorías se
incorporaron, luego, algunas mujeres negras, y algunas mujeres trabajadoras.
Otra influencia trascendental para el florecimiento del MLM en EEUU,
fue el movimiento estudiantil de dicho periodo. En ese mismo sentido Jo Freeman indica que, la “idea de la liberación femenina” surgió en
1965, durante una convención del grupo
Estudiantes por una Sociedad Democrática (ESD) pero los compañeros varones
determinaron irónicamente la escasa importancia que tenía para el grupo dicho
planteamiento, sin embargo un grupo de mujeres provenientes de
A pesar de ello Freeman es optimista al respecto
asintiendo que aunque estos movimientos contractualistas no estimularan
directamente la liberación de la mujer, la participación de éstas dentro de los
mismos fue decisiva, debido a que crearon una “comunidad radical” que les
permitió incorporar el adjetivo “radical” a sus identidades personales, lo cual
a su vez les brindó la posibilidad de vislumbrar la
mayor parte de los problemas como políticos; el salto cualitativo se daría
cuando esos sentimientos individuales de opresión pudieran ser traducidos en
conciencia colectiva[33].
De este modo “la rama radical proporcionó no solo la necesaria red de
comunicaciones; sus ideas radicales formaron el marco del análisis que
explicaba la amarga situación en la que se encontraban las mujeres radicales”[34].
Así en varias ciudades como Chicago, Toronto, Seattle, Detriot y Gainsville en
1967 y 1968 las radicales comenzaron a crear los espacios propios en los que en
un proceso de permanente relación entre teoría y práctica, “lo personal empezara
a percibirse como político”. Sin duda
alguna, dicha decisión fue producto no sólo de la permanente asignación de
lugares secundarios dentro del movimiento, la inexistencia de espacios de
debates destinados al tratamiento de “asuntos femeninos” que eran desdeñados y
concebidos como “contrarrevolucionarios”, sino también por la constante
ridiculización a las que estas mujeres eran expuestas, al momento de explicitar
sus fundamentos y en los propios medios gráficos radicales. A pesar de ello las
mujeres siguieron vinculadas a la comunidad y utilizaron la prensa secreta y a
la universidad, del mismo modo que los encuentros, convenciones, conferencias,
etc., para difundir sus ideas libertarias a otras mujeres. De este modo Freeman[35]
sostiene que para la formación del MLM fue indispensable, en primera instancia el surgimiento y crecimiento de una
red de comunicaciones que constituyera el vínculo principal entre las ideas del
nuevo movimiento, (aunque parezca obvio es importante mencionar que, un
elemento primordial es la existencia de ideas en común). Otro elemento a
considerar fue la aparición de una serie de crisis que galvanizaran a la gente
de acción involucrada en esta red (en este sentido podemos advertir que la
consideración de las problemáticas femeninas como “contrarrevolucionarias” y
secundarias actuaron en esa dirección) finalmente fue trascendental el arduo
esfuerzo subsecuente por unir a los grupos en un
movimiento.
V. Cuando lo personal es político: el feminismo radical y su
interpretación de las relaciones entre los sexos como relaciones políticas
Bajo el slogan “lo personal es político” las feministas radicales denunciaron como centros de la dominación
masculina aspectos antes considerados de la vida privada; de este modo
analizaron las relaciones de poder que estructuran la familia y la sexualidad.
En ese mismo sentido la preocupación, y la centralidad que otorgan las
radicales a la sexualidad significó
una importante ruptura con respecto a otras corrientes del feminismo, tales
como el movimiento
sufragista, o incluso su
contemporáneo el feminismo liberal debido a que según las radicales
para mejorar la condición femenina no bastaba ingresar al ámbito público, era
además prioritario transformar el ámbito
privado. Por ello podemos afirmar que las feministas radicales fueron las
primeras en centrar el análisis de su opresión
al interior del hogar, situando el origen de la misma en la propia familia nuclear. Desde esta
perspectiva, pusieron énfasis en la opresión
que caracterizaba la situación de la mujer dentro de la sociedad, la cual
consideraban un claro producto del sistema de dominación masculina al que
denominaron Patriarcado.[36]
En esta instancia cabe preguntarnos: ¿por qué el Patriarcado constituye un concepto
central a la hora de abordar el feminismo
radical de la década del sesenta? ¿Podemos arribar a una definición de
Patriarcado? En ese mismo sentido, para Kate Millet el patriarcado es el sistema de dominación (primario y más importante)
basado en la relación entre los sexos (la que a su vez es una relación de
poder) mediante el cual se asientan los demás sistemas de dominación (de clase, raza) Es por ello que en el libro “Política sexual” Millet
“demuestra que la expresión ‘patriarcado’ describe un tipo universal
(geográfico e histórico) de relaciones de poder y de dominio. Demuestra que
dentro de un ‘patriarcado’ el sistema omnipresente de dominio masculino y
subyugación femenina, se logra por medio de la socialización, se perpetúa por
medios ideológicos y se sostiene por métodos institucionales. El hombre es
dominante por hábito (el efecto de la psicología de la socialización y de la
ideología) y cuando es necesario, por la fuerza (ellos controlan la economía,
el Estado y sus agentes, es decir el ejército, y tienen un monopolio sobre la
violencia sexual)[37]. Este planteamiento de
Millet nos conduce a mencionar que, aunque para entonces no hace referencia al
concepto de “género” (tengamos presente que éste término comenzó a utilizarse a
finales de la década del ochenta) sí está explicitando que a través de un
sistema de dominación, el cual es un producto social, se crea y modela el modo
en que se debe ser un “hombre” y una “mujer”,
y las respectivas relaciones sociales a establecerse entre ambos; de este modo
al estar insertos en una “cultura patriarcal”, éstas relaciones sociales se
transforman en relaciones sociales asimétricas (en favor de un sexo sobre otro)
y por tanto en “relaciones de poder”.
Es en ese mismo sentido que, al introducirse el concepto de patriarcado no sólo se hace visible la opresión de la mujer como mujer[38]sino
que además comienzan a difuminarse los límites
tradicionales entre el espacio público
y privado, entre lo personal y lo político. Desde esta perspectiva las feministas radicales
interpretaron las relaciones entre los
sexos como relaciones políticas.
¿Qué entendían las feministas radicales por política? ¿Cuál eran las
vinculaciones existentes entre esta y la sexualidad?
Al respecto citando a Millet Alicia
Puleo sostiene que “el patriarcado
será definido como política sexual entendiendo
la política como el conjunto de estratagemas destinadas a mantener un sistema”
o conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder,
en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de otro
grupo”[39].
Aunque las radicales consideraban el
ejercicio de la sexualidad como
espacio sobre el cual se asientan relaciones
de poder y a pesar de haber sido testigos históricas directas de la
“revolución sexual” que se produjo en EEUU y en Europa, las feministas fueron
muy cautelosas para abordar el impacto que ésta pudiese causar sobre su vida
personal (su constitución psicológica, su sexualidad, su cuerpos, etc.), esto
se debió en gran medida a su claro conocimiento de la identificación de la
mujer como “objeto sexual” característica de la sociedad. Se trata de un doble mecanismo, mediante el cual los
hombres se benefician de las mujeres (independientemente de la clase social o raza a la que ambos pertenezcan) por un lado la mujer es concebida
como un “objeto sexual” en su capacidad progenitora (es decir su capacidad
biológica de dar vida), pero además es ampliamente utilizada como “objeto
sexual” por la industria publicitaria. Sobre esto, Freeman menciona como el
órgano del EDS New Left, (ante las
peticiones formuladas por las mujeres en el verano de 1967) decoró las páginas
donde aparecía la resolución sobre las mujeres con un dibujo de una muchacha en
baby-doll sosteniendo un anuncio que declaraba petulantemente “queremos
nuestros derechos y los queremos ahora[40].
Por ello las feministas radicales, aunque sabían que era necesario modificar las
diferentes concepciones hasta el momento existentes sobre la sexualidad masculina y la femenina (el pleno ejercicio y disfrute
para los primeros; la represión y la inhibición para las segundas) estaban bien
conscientes de que la “revolución sexual” significaba en la sexualidad femenina
una gran contradicción, a la vez que un peligro inminente. Y esto debido a que
si por un lado representaba mayor libertad sexual, valores y creencias más
flexibles en determinados sectores de la sociedad (e inclusive la tecnología de
anticoncepción adecuada a dicha apertura ideológica) por el otro podría
significar mayor explotación patriarcal. Es decir, a mayor libertad sexual, las
mujeres se convertirían aún más en objetos sexuales.
Como hemos mencionado al comienzo de este
informe el MLM posee una forma de organización bastante particular. Una de las
características sobresalientes radica en la inexistencia de fuertes líderes, y
en su “insistencia de que, el trabajo en colectivo sirve para contrarrestar
tanto la naturaleza jerárquica de la sociedad opresora, como el aislamiento y/o
subordinación a la que la mujer se ve forzada dentro del hogar y en sus
relaciones personales”[41].
Es por ello que la unidad organizativa básica era un grupo reducido (el cual podía estar integrado por una cantidad de
mujeres que oscilaba desde seis hasta veinticuatro) generalmente denominados grupos de autoconciencia[42]. El
propósito primordial de estos grupos consistía en que cada una de las
integrantes relatara el modo en que percibía la opresión a la que se hallaba
expuesta, de manera que indagando en su propia experiencia personal a través de
un proceso de toma de conciencia las mujeres comprendieran el origen de su
opresión y por tanto la de sus pares. El grupo reducido permite visualizar los
problemas de la mujer y sus respectivas soluciones no como una mera opresión personal sino como una vivencia compartidas por todas; en otras
palabras como afirma Mitchell, “el grupo reducido permite la transición de lo
personal a lo político y, a la vez, los interrelaciona simultáneamente”[43].
Esta manera de percibir lo personal y lo político, las condujo a configurar un nuevo estilo de política. Los problemas sobre los cuales hacían
hincapié las feministas radicales
transversalizaban tanto el ámbito público
como el privado, esto permitió, entre
otros asuntos, como sostiene Yasmine Ergas[44]
que cuestiones tales como las relativas a las prerrogativas del marido en el
matrimonio o a la violencia sexual quedaran confinadas en el ámbito de la
moralidad individual y por tanto pudieran ser discutidas públicamente[45].
La idea de ir pugnando no sólo por transformar (en un principio en las propias
mujeres, luego en la sociedad en general) las concepciones ideológicas y el
tratamiento que recibían (o si se quiere que no recibían) dichas problemáticas,
sino además por lograr reformas jurídico-legales que reflejaran en la práctica
político-social, dicha metamorfosis. En ese mismo sentido, entre las preocupaciones
que consideraban de central relevancia, sin duda las vinculadas a la
“recuperación de su propio cuerpo” eran las primordiales. Por lo tanto para
muchas feministas, sustraer la sexualidad de la dominación masculina,
dominación que era posible a través del patriarcado, implicaba, entre otras
cuestiones, luchar por la liberalización de la anticoncepción y del aborto[46].
La profunda relación existente entre lo personal y lo político (la consideración de que “lo personal también es
político”) hizo que el activismo radical al momento de manifestarse en la
escena pública resultara por varios motivos impresionante. Una prueba de ello,
fueron las multitudinarias y creativas marchas y los actos de protesta que
constantemente ponían al descubierto la estereotipación e identificación de la
mujer como “objeto sexual” producto de la perpetuación del sistema patriarcal.
De hecho las imágenes y fotografías de cientos de mujeres quemando sostenes y
corsets en las principales metrópolis del mundo occidental, constituyen, al
igual que los campus universitarios minados de jóvenes, un punto central para
referirnos a las “fabulosas demostraciones públicas” características de los movimientos sociales de los años sesenta.
Otra de las actividades de suma importancia como afirma Ana de Miguel fue la
creación de centros alternativos de ayuda para mujeres víctimas de violencia
doméstica, guarderías entre otros espacios cuya principal finalidad era
colaborar a mejorar la “situación de la mujer”[47].
IV. Algunas consideraciones finales
Durante este recorrido hemos podido
vislumbrar la intrínseca relación existente entre el feminismo radical y el resto de los movimientos sociales de la
época es por ello que considero que ahondar en los orígenes, e incluso en el
desarrollo del Movimiento de Liberación
de la mujer implica, inevitablemente, inmiscuirnos en dicho vínculo. Se
trata de un proceso de semejanzas y disidencias que va sentando las bases para
comenzar a pensar en nuevas formas de relaciones políticas-sociales, e
inclusive revisar las percepciones presentes acerca de las relaciones entre los
sexos. A pesar de las diferencias que pudieran existir entre ellos, su marcado
carácter contractualista, será uno de los principales hilos conductores al
momento de abordar la radicalización de ideas y prácticas sociales
características de los años sesenta; de este modo, el interés por mejorar, de
manera integral la calidad de vida, y todos los aspectos que de esto se desprenden, permitirá visualizar la opresión como algo más que explotación
económica. Desde esta perspectiva, a través de un
laborioso y arduo proceso, las mujeres empiezan a centrar sus preocupaciones en
la opresión de las mujeres como mujeres
(la cual, a su vez resulta transversal al resto de las opresiones). Podríamos
afirmar que el surgimiento del feminismo radical se debe, por un lado, a la secundarización
(y menoscabo) que recibe por parte del resto de los movimientos la necesidad de
profundizar en la “condición de la mujer”, y por el otro al ímpetu de
trasformar, como su nombre lo advierte, radicalmente, (y por el otro, como su
nombre lo advierte, al ímpetu de trasformar radicalmente…) la posición femenina
en todos ámbitos. En ese mismo sentido si se consideraba que “lo personal es
político”, el MLM constituía la obra política trascendental al momento de
contribuir a mejorar la “condición de la mujer” en los países en los que se
desarrolló.
A las feministas radicales les corresponde el mérito
de haber puesto en debate público problemáticas antes consideradas
concernientes a la esfera privada, poniendo así
al descubierto que más allá de las
concepciones morales de cada persona, en dichas problemáticas se entretejen
relaciones de “poder”, lo que además permite vincular al “poder” no sólo con
asuntos de Estado y Economía, sino también con la sexualidad, la familia y
el matrimonio.
Creo firmemente que el feminismo radical, ya sea como una
corriente del movimiento feminista o como integrante de un movimiento social
(el movimiento feminista) significó un quiebre fundamental para visualizar a la
mujer como un “actor social”. Estoy convencida, como alegaban las feministas a
mediados de la década del sesenta, que “lo personal también es político”; por
ello, todos los cambios que puedan suscitarse en el ámbito público deben
necesariamente estar acompañados de transformaciones en el ámbito privado, de
lo contrario las mujeres seguiremos siendo, como tales, oprimidas.
Bibliografía
BENERIA, Lourdes “Patriarcado o sistema económico? Una
discusión sobre dualismos metodológicos”; En AMOROS, C y otros, Mujeres: ciencia y práctica política,
Ediciones Debate, Madrid, 1987.
DALTON, R., KUECHlLER, M. y BURKLIN, W. “El reto de los
nuevos movimientos sociales”; En: DALTON, J. y KUECHLER, M (Comps.) Los nuevos movimientos sociales: un reto al
orden político, Alfons El Magnanim, Valencia, 1992.
DE MIGUEL, Ana “Los feminismos a través de la historia.
Neofeminismo: los años sesenta y setenta” en www.creatividadfeminista,
2007.
ECHOLS, Alice “El ello domado: la política sexual
feminista entre 1968-
ERGAS, Yasmine “El sujeto mujer: el feminismo de los
años setenta-ochenta”, En: DUBY, G. y PERROT, M; Historia de las mujeres Nº5, Taurus, España, 1995.
FARGE, Arlette “La historia de las mujeres. Cultura y
poder de las mujeres: ensayo de historiografía”; En: Historia Social, Nº9, Valencia, 1991.
FREEMAN, Jo “Los orígenes del movimiento de la
liberación femenina”; En: El Movimiento
feminista, Editores Asociados, México, 1977.
FRIEDAN, Betty “El problema que no tiene nombre”; En:
GELB, Yoice “Feminismo y acción política” En: DALTON,
J. y KUECHLER, M. (comps.) Los nuevos
movimientos sociales: un reto al orden político, Alfons El Magnanim,
Valencia, 1992.
MITCHELL, Juliet, La
condición de la mujer, Anagrama, Barcelona, 1977.
MOURIAUX, R y BEROUD,S “Para una definición del
concepto de movimiento social”; En: Observatorio
Social de América Latina (OSAL); Nº1, CLACSO, Buenos Aires, junio de 2000.
PULEO, Alicia “El feminismo radical de los setenta:
Kate Millet”; En: AMOROS, Celia (coord.) Historia
de
SCOTT, Joan “El género: una categoría
útil para el análisis histórico”; En: AA.VV. Historia y género: mujeres en
RESUMEN
Época de cambios importantes. El
feminismo radical de los ‘70 y el Movimiento de Liberación de
El movimiento feminista como todo movimiento social es histórico por lo
tanto se va transformando como producto de los cambios sociales. Mediante este
trabajo trataremos de delimitar algunas líneas de análisis que nos permitan
acercarnos al desarrollo de una de las corrientes de
Palabras claves: género - movimientos sociales - feminismo
radical - movimiento de liberación de la mujer
ABSTRACT
An age
of important changes. The radical feminism of the
The feminist movement as all
the social movement, is an historical one, in that way it is transforming as
the result of the social changes. Along of this report we will try to delimit
some analysis lines that let us get closer to the development of the second wave
of the feminist movement, we refer to the radical feminist. We will focus our
attention in the specific case of the woman liberation movement, the most
important feminist politic accion of that period.
Key
words:
class - social movements - radical feminism - woman liberation movement
Recibido: 31/03/09
Aceptado: 24/07/09
Versión final: 21/08/09
Notas
(*)Profesora de Historia, egresada del Instituto
Superior del Profesorado N°3 “Eduardo Lafferriére”. Investigadora del proyecto “El
contenido de los conflictos. Algunas formas de la lucha sociopolítica en la
historia argentina reciente”, Secretaría
de Ciencia y Técnica, Universidad Nacional de Rosario.
[1] Aunque no hay una definición unánime para
referenciar a los movimientos sociales, es importante mencionar que, sobre todo
la sociología europea y la norteamericana, han ofrecido variados enfoques para
el estudio de los mismos. De este modo podemos citar: la teoría de Privación relativa representada por Ted
Gurr; de Elección racional de Mancur
Olson; la teoría de Movilización de
recursos, la de
[2] Como “viejos movimientos sociales” podríamos
considerar el Movimiento Campesino,
el Movimiento Obrero, el Feminismo de
[3] Véase DALTON,
R., KUECHlLER, M. y BURKLIN,W “El reto de los nuevos movimientos sociales” En:
DALTON, J. y KUECHLER, M (Comps.) Los
nuevos movimientos sociales: un reto al orden político, Alfons El Magnanim,
Valencia, 1992.
[4] Ídem, p.
30.
[5] Ídem, p. 32.
[6] Con relación a esto Dalton, Kuechler y Bürklin
sostienen que “los valores antisistema de los partidarios de los nuevos
movimientos sociales se oponen a las asociaciones exclusivas, cohesionadas y
clientelares que forman la base de los viejos movimientos sociales” (Idem, p. 34). Es reiterado el debate
acerca de si es conveniente o no la institucionalización del movimiento, ya que
frente al riesgo de ser cooptado, por el Estado, por ejemplo, hay teóricos que
sostienen que, el movimiento pierde la capacidad de transformar.
[7] Ídem, p. 33.
[8] Ídem, pp. 34-35.
[9] Véase DE MIGUEL, Ana “Los feminismos a través
de la historia. Neofeminismo: los años sesenta y setenta” en www.creatividadfeminista,
2007, p. 1.
[10] FRIEDAN, Betty “El problema que no tiene
nombre”, En:
[11] Ídem,
p. 39.
[12] Ídem, p. 50.
[13] MITCHELL, Juliet, La condición de la mujer, Anagrama, Barcelona, 1977, p. 10.
[14] Ídem,
p. 41.
[15] A lo largo de este informe utilizaré las
siglas MLM para referirme al Movimiento
de Liberación de
[16] Ídem,
p. 19.
[17] Ídem,
p. 72.
[18] Ídem,
p. 20.
[19] Íbidem.
[20] Véase FREEMAN,
Jo “Los orígenes del movimiento de la liberación femenina”; En: El Movimiento feminista, Editores
Asociados, México, 1977.
[21] Ídem, p. 67.
[22] Que conformaban esta vertiente de lo que
posteriormente sería el MLM.
[23] DE MIGUEL, Ana; op. cit.
[24] Véase FREEMAN, Jo; op. cit., p. 67.
[25] Véase MITCHELL,
Juliet, op. cit.
[26] Ídem.
[27] Ídem.
[28] Ídem, pp. 53.
[29] Ídem, pp. 53.
[30] Ídem, pp. 56.
[31] Ídem.
[32] Véase FREEMAN, Jo; op. cit..
[33] Ídem.
[34] Ídem. p. 69.
[35] Ídem.
[36] Antes de continuar y acercarnos a una
definición de Patriarcado, debemos aclarar que en el feminismo radical, como
toda corriente ideológica-social a pesar de las semejanzas que puedan hallarse
en las opiniones de todas las personas que intervienen en ella, hay cierta
heterogeneidad en cada uno de sus postulados; no obstante podemos vislumbrar
las obras de Kate Millet “Política
Sexual”, y “
[37] Véase MITCHELL,
Juliet, op. cit., p. 70.
[38] Al respecto es importante aclarar que, no se
trata de negar el resto de las opresiones,
o menoscabar su trascendencia, por el contrario, se advierte la necesidad de
considerarlas en su conjunto pero sin dejar de hacer hincapié en la opresión de
género, no sólo por considerarla como la originaria sobre la cual se asientan
las demás sino porque históricamente ha sido, aún en
[39] Véase PULEO,
Alicia “El feminismo radical de los setenta: Kate Millet”; En: AMOROS, Celia (Coord.)
Historia de
[40] Véase FREEMAN, Jo; op. cit..
[41] Véase MITCHELL,
Juliet, op. cit..
[42] Estos grupos
de autoconciencia tuvieron su origen con el New York Radical Women en 1967, se trata del grupo de feministas radicales fundado por Pam Allem y
Shulamith Firestone y del cual luego formaría parte Kate Millet. El mismo,
producto, de la falta de aceptación que tenían algunas reivindicaciones
femeninas, en las respectivas agrupaciones estudiantiles: EDS y el (SNCC) Student Nonviolent Coordinating Committee, ésta ultima constituía una
agrupación antirracista conformada por estudiantes blancos y negros.
[43] Véase MITCHELL,
Juliet, op. cit.. p. 64.
[44] Según esta autora al movilizarse contra la
violación, y contra las indignidades que existentes en la mayor parte de la
legislación y la jurisprudencia relativa a sus víctimas, en EEUU y Europa
Occidental, las mujeres se movilizaban para recuperar su cuerpo, su yo.
[45] Véase ERGAS, Yasmine “El sujeto mujer: el
feminismo de los años setenta-ochenta”; En: DUBY, G. y PERROT, M.; Historia de las mujeres, Nº5, Taurus, España, 1995.
[46] Ídem.
[47] Véase DE MIGUEL, Ana; op. cit..