Pueblos en armas en los escenarios bélicos de la sierra central durante la independencia del Perú, 1820 - 1824

 

Pío Mendoza Villanueva(*)

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24690732/nz5hrllxg

 

Resumen

 

En la última etapa de la guerra por la independencia del Perú entre 1820 y 1824, la sierra central fue escenario de intensos combates entre los ejércitos de línea y partidas irregulares de los bandos tanto realista como patriota, focalizándose en espacios geográfica y militarmente delimitadas. Destacaron en ellas, los jefes guerrilleros de las partidas patriotas, muchos de ellos aún permanecen en el anonimato. La intensidad de cada una de los acontecimientos, adquirieron características propias que, en general, fueron por la necesidad de garantizar el control militar, la posesión sobre los recursos para su sostenimiento así como eliminar a las respectivas partidas enemigas.

 

Palabras clave: Expedición; Montoneras; Realista; Patriota; Escenario de guerra.

 

 

 

 

People in arms in the war scenarios of the central sierra during the independence of Peru, 1820 - 1824

 

Abstract

In the last stage of the war for the independence of Peru between 1820 and 1824, the central sierra was the scene of intense combats between the line armies and irregular parties of both the royalist and patriot sides, focusing on geographically and militarily delimited spaces. The guerrilla leaders of the patriotic parties stood out in them, many of them still remain anonymous. The intensity of each of the events acquired its own characteristics, which in general were due to the need to guarantee military control, possession of the resources for its support, as well as eliminate the respective enemy groups.

 

Keywords: Expedition; Montoneras; Royalists; Patriot; War scene.

 


 

 

Pueblos en armas en los escenarios bélicos de la sierra central durante la independencia del Perú, 1820 – 1824

 

Introducción

 

A principios del siglo XIX, no había en Hispanoamérica Estados como Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, México o el Perú. Fueron a partir de las juntas de gobierno en favor del monarca Fernando II, con ocasión de la invasión francesa a España, que iniciaron su proceso de consolidación durante las guerras por la independencia, cuyos núcleos o zonas tuvieron como base justamente a los virreinatos de Nueva España, Río de La Plata, Perú, Nueva Granada, y las capitanías de Chile y Venezuela, en el caso de Suramérica. “La independencia, aunque precipitada por un choque externo, fue la culminación de un largo proceso de enajenación en el cual Hispanoamérica se dio cuenta de su propia identidad, tomo conciencia de su cultura, se hizo celosa de sus recursos” (Lynch, 1976, p. 9). Los criollos que promovieron la independencia, en su conciencia de sí, prefirieron hacerse llamar americanos, afirma Lynch, tomando la referencia de Alexander Von Humboldt.

En el caso del virreinato del Perú, los principales levantamientos y rebeliones aplastadas por el ejército colonial se produjeron en Tacna 1811 y 1813 (Taype, 2021) Huánuco en 1812 (Varallanos, 2006; Bustamante y Pérez, 2012) y Cusco 1814 (Najarro y otros, 2016). Para 1820, las autoridades virreinales aguardaban el desembarco de la expedición libertadora procedente por el Alto Perú, aunque no descartaron la posibilidad por algún puerto del océano Pacífico, inminencia que obligó a movilizar todas sus fuerzas, recurriendo para tal cometido a las milicias organizadas en la Intendencia de Tarma (Mendoza, 1821a).

La primera campaña libertadora a la sierra central iniciada el 21 de octubre desde Ica, concluyó con la victoriosa batalla de Pasco el 6 de diciembre de 1820, logrando la división del general Juan Antonio Álvarez de Arenales, concitar interés e incorporación de sectores sociales y de los pueblos a la causa patriota. En escasas seis semanas se habían jurado independencias, el 21 de octubre en Ica, 8 de noviembre en Huamanga, 28 de noviembre en Tarma y el 7 de diciembre en Cerro de Pasco. Lo mismo no había ocurrido en Huancayo ni en Jauja, como aseveran estudios bastante admitidos entre los historiadores (Hurtado, 2020; Espinoza, 1973). Tales afirmaciones, obedecen más bien, a la construcción de historia oral transmitida desde esos mismos años (Hurtado, 2021; Mendoza, 2021); sin embargo, fueron los gobernadores de Jauja, Pedro José Gonzáles y de Huancayo, Marcelo Granados, quienes en la primera semana de diciembre recorrieron los pueblos de sus respectivas jurisdicciones haciendo jurar la independencia.[1]

La incorporación de masas de campesinas a la causa separatista de la corona española habría sido producto del anuncio que hicieron los soldados libertarios, aunque oficialmente, el general Álvarez de Arenales, decretó la supresión del tributo indígena, la libertad de comercio y la libertad de los esclavos, entre otras medidas que exaltaron a las diversas clases y grupos sociales para incorporarse y participar en las partidas armadas, estimulando aún más el ambiente revolucionario que se vivía por entonces. Para consolidar este proceso, se designaron gobernadores y alcaldes en los pueblos y bajo su responsabilidad se inició la militarización y formación de partidas de guerrillas y montoneras (Mendoza, 2021).

Como respuesta, el ejército del rey, inicia la restauración de la administración colonial obligando al general Álvarez de Arenales a emprender la segunda campaña a la sierra central en mayo de 1821, logrando el repliegue del ejército realista hasta Huancavelica y el establecimiento del cuartel general patriota en Jauja; pero esta fue por escasas siete semanas, para luego evacuar a Lima el 20 de julio en medio de su discrepancia estratégica con San Martín.[2]

Desde entonces, parafraseando a Bartolomé Mitre, el ejército libertador ocupa la plácida Lima, de donde envió dos campañas de los puertos intermedios hacia el sur que terminaron en un fracaso; entretanto, el ejército realista abandona Lima para ocupar el valle del Mantaro y controlar militarmente desde Tarma hacia el sur del virreinato, e incluso invade Lima en dos ocasiones originando el repliegue del ejército libertador, en junio de 1823 y febrero de 1824. El norte del virreinato, la costa, sierra y selva, se declaró independiente sin mayor confrontación militar.

El teatro de las operaciones militares, entonces, se concentró en áreas focalizadas de la sierra central. Sobre estos hechos, algunas memorias de los protagonistas nos dan pistas para identificar los diferentes escenarios de guerra y sus avatares dentro de la región central. El soldado argentino José Segundo Roca en Apuntes póstumos. Relación histórica de la primera campaña del General Arenales a la sierra del Perú en 1820, describe como ningún militar, la esperanza y el apoteósico recibimiento al ejército expedicionario por parte de los pueblos de la sierra central.[3] El general Arenales, en su Memoria histórica sobre las operaciones e incidencias de la división libertadora, a las órdenes del general Juan Antonio Álvarez de Arenales, en su segunda campaña a la sierra del Perú en 1821 pone énfasis en la importancia que tuvo la sierra central en el proceso de la guerra por la independencia (Arenales, 1832, p. 7-138). Por su parte, en Memorias del general García Camba para la historia de las armas españolas en el Perú 1809-1821 se hace referencia al valle del Mantaro y Cerro de Pasco, como lugares de fuertes combates (García Camba, 1916, p. 459, 505, 579).

El monumental trabajo Historia del Perú independiente - Primer periodo, de Mariano Felipe Paz Soldán (1868), presta mucha atención a los feroces combates entre el ejército realista y las disminuidas fuerzas patriotas apoyadas por miles de montoneras entre Huamanga, el valle del Mantaro y Pasco (1968, p. 126-134, 151-156, 279-281). Siguiendo el mismo itinerario de los escenarios de guerra, Germán Leguía y Martínez (1972) también pone énfasis en cada uno de los hechos llevados a cabo en esta región. En el balance que hace Ella Dunbar Temple del desenvolvimiento de las partidas de guerrillas y montoneras consignadas en la Colección Documental de la Independencia del Perú (1971-1975), no se distingue los diversos escenarios regionales o locales en conflicto.

Otros estudios especializados priorizan puntos de vista militares, políticos y sociales, lejos de atender el enfoque territorial que permite distinguir cada uno de los espacios geográficos. Por ejemplo, Héctor López Martínez (1974) en Guerrillas y Montoneras de la Emancipación en la Historiografía Peruana, destaca la participación de la población indígena, mestiza, negros y criollos, señalando que estos grupos sociales tenían clara conciencia de su lucha por la emancipación. Similar planteamiento nacionalista corresponde a José de la Puente Candamo, en su tesis ‘Entre la fidelidad y la ruptura (2015). Virgilio Roel en La independencia. Historia general del Perú (1988), resalta la represión realista, el sacrificio de los pueblos y las acciones de las partidas guerrilleras.

Con criterio y un análisis mucho más específico y refinado, Silvia Escanilla en Las milicias locales y la bandolerización de la guerra de la independencia en el Perú 1820-1822 (2022), analiza la participación de las guerrillas de la sierra central, identificando en estas partidas acciones de bandolerismo. Con similar mirada, Juan Fonseca Ariza, en ¿Bandoleros o patriotas? Las guerrillas y la dinámica popular en la independencia del Perú, analiza la participación popular nacional encarnada en las partidas de guerrillas poniendo en duda su conciencia nacional (2010).

Teniendo en cuenta la unidad geográfica de la sierra central, pero con marcada diversidad de sus tradiciones históricas, para entender la intensidad y las razones de los cruentos combates entre realistas y patriotas hasta 1824, es necesario preguntarse. ¿De qué manera, los pueblos, los grupos sociales y las autoridades de determinadas áreas, se involucraron en la guerra de independencia?, ¿Cuáles fueron los factores que determinaron la intensidad de los combates entre los distintos ejércitos realistas y patriotas hasta 1824? y, ¿Qué partidas y líderes patriotas destacaron en estos años de guerra?

Declarado la independencia en la sierra central, los gobernadores de los pueblos asumieron la responsabilidad de organizar las partidas armadas y facilitar las condiciones para movilizarlos. Sin embargo, la jefatura militar quedó al mando de quienes tuvieron experiencia militar, muchos de ellos, oficiales venidos con la expedición libertadora, mientras otros, aprendieron estas artes en la misma guerra, Francisco de Paula Otero, Marcelo Granados, José María Guzmán, figuran entre muchos otros. Españoles, criollos, mestizos e indígenas se involucraron en la posibilidad de un inmediato triunfo de las armas patriotas. La intensidad y las características que adquirieron las intervenciones militares en cada una de los escenarios estuvieron condicionados por la necesidad del control territorial para poner a las poblaciones a su servicio, el acceso a los diversos recursos para el sostenimiento de sus fuerzas y a la urgencia de acabar con las partidas armadas, sobre todo patriotas.

Desde el 20 de julio de 1821 cuando el ejército patriota se retira del valle del Mantaro, no hubo más fuerza irregular de guerrillas y montoneras que mantuvieron en zozobra al ejército regular y sus partidas de montoneras realistas hasta 1824. Las partidas patriotas en el curso de sus marchas, abrumados por el clima de helada de verano, nieve y granizo de invierno, acampaban al raso, se sostenían con alimentos mínimos, casi sin pan para el camino. No menos aguda era su carencia de vestimenta y de arma como la guerrilla de Baltazar Orrantia que operó en el lado occidental del altiplano de Pasco y Junín, enteramente desnudos, vestidos con pantalones de cordellate, chamarra de bayeta, otras veces descalzos, hambreados y maltrechos desertaron de las filas. José María Fresco en su visita a las partidas en Carhuamayo da cuenta de la dolorosa situación de sus combatientes, que inclusive no hay coca y cigarrillos y hacen falta para la avanzada, razón por el cual desertaron 8 de sus guerrilleros de la partida de Quiparacra y clama auxilio para sus jefes Aurelio Soto, Pedro Villar, Pío Villavicencio y José María Carvajal y escribe “… no tienen un cigarro que pitar ni una camisa, me consternan sus quejas, y me satisfacen sus servicios”.[4] Organizados como las circunstancias se les presentaron, estas partidas cumplieron valiosa labor de hostigamiento, de espionaje, de protegieron a los pueblos de la ira realista, de vanguardia al ejército regular patriota preparando condiciones para memorables jornadas, como fue la batalla de Junín del 6 de agosto, al que se unieron superando todas las limitaciones.

Sin embargo, el desempeño de estas partidas puede diferenciarse en cada territorio por la forma de su organización, de sus dirigentes y de los propósitos.

 

a. Huamanga

 

Reunificadas las unidades del ejército realista proveniente del sur del virreinato con Mariano Ricafort a la cabeza, se inicia la restauración del gobierno colonial en los territorios donde Antonio Álvarez de Arenales había establecido nuevos gobiernos. En el caso de la intendencia de Huamanga, no sólo ejercían sus funciones las nuevas autoridades, sino que también se habían reactivado las guerrillas que en 1814 participaron en la rebelión de Pumacahua (Pereyra, 2021a; Pereyra, 2021b). Huamanga en apoteósico recibimiento y concurrencia de las autoridades había declarado su independencia el 8 de noviembre de 1820 y desde entonces fue víctima de la más cruenta represión realista,[5] logrando controlar militarmente desde 1822.

La pequeña unidad militar a cargo de Francisco Bermúdez y José Félix de Aldao que fueron encomendados en octubre de 1820 para proteger la retaguardia de la expedición del general Álvarez de Arenales, ante la superioridad del ejército del rey tuvo que replegarse hacia el valle del Mantaro, facilitando que el ejército de Ricafort ingrese a Huamanga el 29 de noviembre donde fue recibido por cinco mil indios montoneros liderados por Landes y Torres, sin más armas que lanzas y hondas, al que la caballería e infantería realista reprimió causando una verdadera carnicería. El 2 de diciembre en su avance a Cangallo, fueron atacados por más de cuatro mil indios sin disciplina, que mueren heroicamente sin clamar rendición. En los dos combates murieron millares de indios (Roel, 1988, p. 213-214; Pereyra, 2021a, p. 358-363; Paz Soldán, 1868, p. 125-127).

Encomendado por el virrey La Serna, Carratalá ocupa nuevamente Huamanga con el apoyo de algunos pueblos como Huanta y la Quinua, situación que deja sin opción a las autoridades y la élite que vuelven a renovar su fidelidad al rey (Pereyra, 2021a, p. 378-379). Entretanto, en Lucanas, Parinacochas, Cangallo y otros pueblos se mantuvieron activas las partidas de guerrillas y hubo la necesidad de acabar con ellas (Pereyra, 2021a; 2021b). En la campaña logran capturar al indio Pascual Velasco, jefe guerrillero a quien fusilaron acusándolo de traidor, asesino y ladrón. Sin embargo, las partidas continuaron en actividad por lo que Carratalá nuevamente ingresa a Cangallo ordenando saquear e incendiar a la población el 17 de diciembre de 1821, pero los Morochucos de Cangallo jamás se rindieron a pesar que su pueblo había sido arrasado por la furia realista.

Los ataques sorpresa continuaron por la montonera de Cayetano Quirós, pero éste fue sorprendido en las alturas de Paras el 27 de abril de 1822, muriendo muchos de sus seguidores, entre ellas su esposa y el propio guerrillero que finalmente fue fusilado. En esta represión, también fue involucrada María Parado de Bellido, porque sus hijos y esposo militaban en la partida de Quirós, hecho por el cual fue fusilada el 1° de mayo de 1822 (Roel, 1988, p. 306-312; Pereyra, 2021b). Entre tanto, para causar terror, en Cangallo, Lucanas y Parinacochas, Carratalá mandó a publicar carteles señalando que los que buscan la independencia, “… son una reunión de hombres sin virtudes, sacados de la hez de la sociedad y que tratan solo de locupletarse a expensas de las desgracias de los pueblos, …”.[6]

Sobre la movilización e involucramiento de las poblaciones de Huamanga en los primeros años de guerra se debió al entusiasmo, propuso Virgilio Roel (1988), mientras tanto, Nelson Pereyra justifica que el comportamiento de los habitantes de los pueblos de la intendencia de Huamanga tuvo dos explicaciones, el liberalismo de la constitución gaditana que se había difundido desde 1812 sobre los derechos, igualdad, abolición del tributo, entre otros, en beneficio de la población indígena, así como la guerra como efecto de expedición libertadora emprendida por el ejército libertador desde 1820.

 

b. Huancavelica

 

En la segunda semana de noviembre de 1820, Mayoc fue el primer punto de contacto del ejército libertador con el actual territorio de Huancavelica, vía por donde transitó hacia el valle del Mantaro. En diciembre, una columna dirigida por el español Francisco Bermúdez y el argentino José Félix de Aldao, encargados de proteger la retaguardia de la expedición libertadora se replegaron de Ica a Córdoba-Castrovirreyna, pueblo partidario del realismo que le tendió una trampa causándoles varias bajas, por lo que tuvieron que replegarse hasta el valle del Mantaro. Semanas después, el ejército realista ocupó el puente estratégico de Izcuchaca, lugar al que una disminuida fuerza, con el apoyo de miles de montoneros patriotas dirigidos por los gobernadores intentaron impedir su avance, pero terminaron masacrados el 29 de diciembre de 1820 en Azapampa-Huancayo (Arenales, 1832, p. 6-7; Leguía y Martínez, 1972, p. 572-573).

Desde entonces el territorio de Huancavelica se convirtió en zona de guerra, de correrías y para el repliegue del ejército realista; sin embargo, las partidas patriotas incursionaron sobre ese territorio causando importantes bajas tales como en enero de 1821, cuando una columna realista que cruzaba el pueblo de Moya, fue exterminada por la partida patriota de Francisco Sabaleta, quien alardeando su hazaña remitió al gobernador Francisco de Paula Otero, la cabeza decapitada del realista José Remigio Belis.[7] Meses después, en mayo de 1821, perseguido por la fuerza del general Arenales en su segunda campaña, el batallón de Carratalá se refugia en Huando, salvado por el alto al fuego durante las negociaciones de armisticio de Punchauca.

En tanto, el ejército libertador ocupa Lima y los realistas se trasladan a la sierra central. En junio de 1821, el campesinado inicia la lucha contra la servidumbre en los pueblos de Rochac, Loma y Salcahuasi repartiéndose las tierras del hacendado Marcelo Granados y rumorearon señalando, “… que ahora es tiempo de comer á costa de hacendados y de criollos que no es tiempo de trabajar, ni pagar deudas…”.[8] En la efervescencia revolucionaria, según el párroco Silvestre Gery, refugiado en Moquegua por el temor de ser asesinado, los campesinos también rechazaban el pago de los diezmos, primicias y otros impuestos y tampoco asisten a las iglesias a escuchar los sacramentos.

Otros espacios de esta región como Chupamarca en la provincia de Castrovirreina, fueron escenarios de intensos combates, así como la derrota de la guerrilla de Yauyos en 1822.[9] Las incursiones de las guerrillas de Yauyos a Moya, en febrero de 1823, culminan con la derrota de las montoneras de Huancavelica y la fuga de varios afrodescendientes que servían al rey.[10] En junio de 1823, el pueblo de Moya será nuevamente escenario de un cruel desenlace con el degollamiento del comandante patriota Santiago Castro.[11] Algo similar ocurre en el pueblo de Arma cuando el bando realista, “… ha sacrificado los Pueblos, saqueado, y degollado hombres, mugeres, y criaturas…”.[12] En esta coyuntura, la barbarie no fue exclusividad de los guerrilleros realistas o patriotas. García Camba (1916) señala que el ministro Bernardo Monteagudo ordenaba degollaciones contra los españoles, como sucedió contra los oficiales prisioneros en Pampas y San Luis (p. 576).

 

c. Tierra fértil del Valle del Mantaro y de Jauja

 

El soldado argentino José Segundo Roca, constituye en el cronista de la primera expedición libertadora a la sierra central en 1820, quien describió entre otros hechos, el apoteósico recibimiento de los pueblos del valle del Mantaro al ejército expedicionario, la batalla nocturna en Puchococha-Jauja la noche del 20 de noviembre, la proclamación de la independencia en Tarma el 28 de noviembre, describiendo hasta el desenlace de la batalla de Pasco en diciembre de 1820.

Ocupado casi pacíficamente el rico valle del Mantaro por fuga de las disminuidas fuerzas realistas, el Gobernador de la Intendencia de Tarma, Francisco de Paula Otero, en la perspectiva de la administración independentista, designa a los gobernadores, Pedro José Gonzales para Jauja y Marcelo Granados para Huancayo, quienes en coordinación con varios oficiales venidos con la expedición, en la primera semana de diciembre de 1820, recorrieron los pueblos de sus respectivas jurisdicciones haciendo jurar por la independencia.[13] Desde entonces, se hicieron cargo de la organización y conducción de las partidas armadas que se movilizaron en distintas direcciones tratando de hacer frente a las incursiones de las fuerzas realistas.

Alentados por las medidas políticas y la impecable campaña de Arenales, los pueblos se involucraron en las acciones militares. Es el periodo de la militarización y la movilización de las partidas campesinas. El gobernador Granados escribió, “… un gobierno sin auxilio de tropa, es nadie”,[14] Pedro José Gonzáles reitera similar pedido para Jauja.[15] Alentados por las informaciones que en Lima corre la noticia que “… está próxima a su rendición …”,[16] el campesinado apoya con toda la logística posible. Se preparan rejones y lanzas, se ordena a los frailes del convento de Ocopa recoger los cañones, fusiles y demás armas que tienen en el fuerte del Pangoa. Desde Cerro de Pasco se remiten cañones, fusiles, pertrechos y armeros entre ellos ingleses y alemanes.[17] La militarización y la necesidad de aprovechar los abundantes recursos naturales y humanos del valle del Mantaro, fueron estrategias planteadas por San Martín y ejecutadas con acierto por el general Arenales.[18]

Contrario a las proyecciones políticas y militares, a fines de diciembre de 1820 cuando todo parecía estar preparado para que las partidas armadas cerquen Lima, el ejército realista ocupa el sur de Huancayo obligando a cambiar la estrategia para impedir su avance.[19] Trescientos soldados de línea en combinación con 5 mil indios montoneros esperaron en Azapampa el 29 de diciembre de 1820. Allí 1500 efectivos de Mariano Ricafort cometieron una masacre, quedando en el campo de batalla más de 500 indígenas montoneros[20] (Paz Soldán, 1868, p. 128) y Huancayo fue incendiada y saqueada durante tres días (Arenales, 1832, p. 7).

El 3 de marzo de 1821, en Concepción las hermanas Toledo[21] logran una hazaña al cortar el puente, aunque no evitan el derramamiento de sangre, porque el jefe realista Gerónimo Valdés descarga su furia con saqueo y pillaje días después, el 12 de abril, y la carnicería se consumaría en Ataura con cientos de montoneros muertos (García Camba, 1916, p. 505; Roel, 1988, p. 226). Mientras tanto, Carratalá que fue en refuerzo de Valdés, ordenó saquear, así como degollar y colgar la cabeza de varios pobladores en Chupaca, como escarmiento (Arenales, 1832 p. 52-54). Los primeros cinco meses de 1821, el ejército realista vuelve a controlar el valle del Mantaro hasta mediados de mayo en que el ejército libertador en su segunda campaña retoma el control de la zona, obligando a Carratalá a replegarse a Huancavelica no sin antes cometer baños de sangre en Chupaca (Leguía y Martínez, 1972, p. 159).

Desde fines de julio de 1821, el ejército realista vuelve a ocupar el valle del Mantaro obligando a las partidas patriotas replegarse a las partes altas de las cadenas montañosas. Yauyos fue uno de esos territorios de donde Faustino Aliaga, confidente del general San Martín[22] en una de sus arriesgadas misiones fue capturado y decapitado en Chupaca en noviembre de 1822.[23] Sin embargo, el patriotismo en algún sector de la población, entre ellos Chupaca a pesar del control realista, continuó aportando a las guerrillas de Yauyos, razón por los que retornaron para fusilar a otros patriotas en febrero de 1823.[24]

Numerosos informes dan cuenta de las victoriosas incursiones de las partidas patriotas de Antonio Aliaga, Joaquín Dabausa y Rafael Gavino Vivas a los pueblos del valle del Mantaro. Las operaciones militares del ejército de línea en coordinación con las montoneras realistas de Chongos Bajo mantienen en vilo la zona. En la necesidad emprender campañas de represión, los realistas engañosamente convocaban a los jóvenes y viudos a la celebración de carnestolendas y convite general en la plaza de Chupaca, cuyo objetivo real era realizar levas para fortalecer sus unidades.[25]

Las acciones guerrilleras desde las montañas al extenso valle del Mantaro se hicieron posible por la red de espionaje y colaboración tendida en las narices del ejército realista. Destaca por la carga de conmoción social, el informe de Manuel Zespedes a Pedro José Gonzáles, de la salvaje ejecución en Jauja del eclesiástico Lorenzo Sanches de Rivera el martes 7 de enero de 1823 a quien, primero le rasparon las plantas de sus manos y le quitaron la piel de la cabeza para luego fusilarlo.[26] Meses después otra noticia causa terror, la vivienda del gobernador de Jauja, Pedro José Gonzales, había sido minada con pólvora.[27] Con similar acto de salvajismo, corresponde la nota de Fernando Mayta quien da cuenta que una partida patriota de la montaña incursionó a Llasapallanga de donde se llevaron “… prisioneros tambien una mujer que le habian cortado la cabeza de un gallego…”.[28]

En la red de informantes patriotas del valle del Mantaro, destaca la ciudadana Dionicia Casero quien mantiene informada de los movimientos de los batallones de Canterac, Monet, Lóriga y Barandalla. En los cuatro años de guerra, Antonia Moreno, al parecer el de mayor convencimiento ideológica, será una activa informante, pues en una carta dirigida a Rafael Gavino Vivas desde Muquiyauyo en junio de 1823 da cuenta del movimiento del ejército realista, destacándose en la nota, sobre todo su afinado discurso, “Estas son las noticias que doy parte á Usted para bien de nuestra Madre la Patria, y por ser tan conveniente para nuestra libertad; …”.[29] Su convicción ideológica que involucra a los miembros de su familia es más elocuente cuando solicita “… largarme al Cuzco á ver mi marido que me dicen está aconjurado de enfermedades con los grillos de su pricion y por facilitar su libertad…”.[30] Reitera en su nota, que estas mismas noticias también sabe doña Tomasa Terreros, con seguridad otra espía.

           

d. Las guerrillas de la escabrosa Yauyos

 

Yauyos está ubicado en la sierra sur de Lima. Desde noviembre de 1820, partidas armadas ingresan a esta provincia repudiando a las autoridades coloniales y capturando al alcalde Andrés Pizarro (Fernández, 2021, p. 69). En la efervescencia revolucionaria, en febrero de 1822, los pobladores de Huantán fueron sublevados y tomaron prisionero al alcalde de Aquicha y le conminaron a jurar por la patria, no sin antes obligarle a la devolución de los tributos cobrados.[31] Otras veces tomaron las haciendas como la de Consac para ponerla al servicio de la causa libertaria.[32]

Los guerrilleros y montoneras de los pueblos de Huancaya, Huantán, Tomas, Suytucancha, dirigidos por el anciano, potentado y guerrillero Juan Evangelista Vivas, Ciriaco Lovera, Antonio Aliaga, Rafael Gavino Vivas entre otros; orientaron sus campañas sobre Chongos, Chupaca, Sincos, Huaripampa, Llocllapampa, Mito, mientras tanto, sobre el territorio libre de Yauyos, no sólo el ejército de línea, sino también, las montoneras realistas de Jauja, Huancavelica, Mito, Sicaya y sobre todo la de Chongos, irrumpieron para robarse animales de crianza y otros recursos; y en otras ocasiones, incendiar pueblos enteros.[33]

El general Arenales en su memoria afirma que los yauyinos desde los inicios se prepararon y lucharon firmemente contra el ejército del rey (Arenales, 1832, p. 116) y en exitosas campañas derrotaron y tomaron prisioneros a altos jefes realistas, como al comandante y criminal Manuel Rodríguez natural del pueblo de Mito, en Jauja.[34] Otras veces, requisaron animales para luego repartirse entre las partidas. Se informa también del valeroso comandante Chiguan que en el lugar de Pichos utilizando galgas dio muerte a unos 350 del batallón imperial.[35]

En agosto de 1822, el sargento mayor Tadeo Tellez como gobernador del partido de Yauyos, recibe al reconocido patriota, Francisco Vidal para hacerse cargo de los cuarteles de Tomas y Huancaya y al capitán José Abal para Viñac y Cacra.[36] Destacan en esos años las partidas organizadas de Huancaya, Huarcapalca, Cacra, Pachacaca, Tomas, Huantán, Huarmicocha, Yauyos y Viñac.[37] En otra nota en febrero de 1823, Antonio Aliaga informa que los comandantes Juan Vivas en Cachi, Ciriaco Lovera en Hauschuli, Ilarion Lozano en Huay Huay y en Apahuay, tienen cercado a la provincia de Jauja ante cualquier intento de hostilización realista.[38]

Por su parte, las fuerzas realistas causaron bajas como la que sufrió la partida de Vivas en junio de 1822 cuando fue obligado a retirarse de Huari al pueblo de Uco habiendo perdido casi toda su tropa y la caballería.[39] En abril de 1823, en otra incursión al pueblo de Tomas saquearon y cargaron todos los sacramentos del templo, tomaron prisioneros y fusilaron a varios, entre ellos al guerrillero Ciriaco Lovera, hecho que justificó la destitución de su cargo de Juan Evangelista Vivas por mala estrategia de resistencia.[40]

Fueron estas indoblegables partidas,[41] que en estos años de guerra lidiaron en muchos combates contra las fuerzas realistas en el valle del Mantaro, Huancavelica, Yauli-La Oroya y Yauyos u hostilizando el movimiento realista de la sierra a Lima y viceversa. Uno de los últimos servicios a la causa libertadora fue la vigilancia y protección a la retirada de la comitiva de Simón Bolívar desde el valle del Mantaro hacia norte chico, mientras el ejército patriota al mando de Antonio José de Sucre emprendía campaña hacia el sur.

 

e. La montaña del Huaytapallana y sus alrededores

 

Desde julio de 1821, las milicias patriotas desplegaron sus operaciones a las montañas del Huaytapallana, lado oriental del valle del Mantaro, entre los pueblos de Comas, Pariahuanca, Huaribamba, Andamarca, entre otros, en el norte de Huancavelica. La ocupación del fértil valle por el ejército realista no estuvo exenta de las deserciones de sus efectivos, siendo la más emblemática la del joven soldado Ramón Castilla, en mayo de 1822.[42]

Sin embargo, se produce la invasión realista a solicitud de algunos pobladores a la hacienda Cochas, luego se extiende a los pueblos de Rocchac, Loma, Salcahuasi, Pariahuanca, Andamarca y Acobamba e incendian algunas de ellas,[43] pero encuentran resistencia de una partida de 25 veteranos en Himullo, Pariahuanca y la hacienda Huaribamba. Contraria a la valerosa resistencia de los pueblos, el poblador de la zona Ventura Ugarte salva al ejército realista de su destrucción con galgas que le tenían previsto, situación que fue aprovechada para quemar la iglesia y las viviendas en Andamarca y Acobamba y dejando sin víveres ni ropa a sus pobladores que se refugiaron en los bosques y las cuevas.

Los desaciertos, también estuvieron a la orden del día. Es el caso del atribuido comandante patriota, Ramón Morales quien, con engaños, soberbia y ambición, cobraba diezmos y primicias y tomaba ganados de todas las haciendas con el pretexto de sostener la tropa, situación por el que fue reemplazado por el inglés Pedro Alejandro Robinson, quien se esforzó en la defensa de aquellos pueblos.[44] En este contexto, es de destacar la designación como teniente gobernador de estos pueblos a de Francisco Baldeon, considerado por su probado honradez y patriotismo,[45] con igual aprecio de la población y los veteranos hacia el capellán y capitán José Estanislao Cárdenas.[46] Destaca, asimismo, Pascual Oré capitán de la patria destinado al pueblo de Matahuasi quien con su arriesgada labor de espionaje mantuvo informado del movimiento realista.

Las partidas de montoneras patriotas que se movilizaron en la zona, no siempre estuvieron encaminadas con acierto. José Fernández Prada designado como responsable militar, en febrero de 1823, lamenta que se haya perdido lo logrado, pues al hacerse cargo solo contaba con 24 efectivos debido a la deserción masiva de las milicias.

 

f. El escarpado territorio de Huarochirí[47]

 

Huarochirí es una provincia localizada en la escarpada sierra central de Lima, desde diciembre de 1820 sus pueblos fueron convocados para cercar Lima con sus partidas. Meses después, en el intento de legitimar a los mandos, el general Álvarez de Arenales, en junio de 1821, desde su cuartel de Jauja, conmina a los pueblos obediencia al gobernador Ignacio Quispe Ninavilca,[48] designado con facultades políticas y militares.[49] En plena guerra libertaria, Quispe Ninavilca, actuaba como tradicional cacique, amenazando a los pobladores con azotes y multas, otras veces obligando a complacer sus placeres y mandatos y “… nos ha impelido que le sirvamos como á Idolo”,[50] comportamiento que fue denunciado por los alcaldes y principales de Huarochirí ante el general Álvarez de Arenales, inclusive dudando de la legitimidad de su autoridad.[51] Contrariamente, estas mismas autoridades de Huarochirí mostraron su agradecimiento al sacerdote del pueblo porque con sus explicaciones había logrado sacarles de la confusión y la incertidumbre en el que se encontraban, persuadiéndose “… y nos hizo entender que V.E. habia venido dexando en el Asia el nombre antiguo de Moises, y recibió el nuevo de San Martin, para libertar nuestra América…”.[52] Estas acciones motivaron que el pueblo de San Lorenzo jurara la independencia del Perú de la dominación española y de cualquier otra potencia extranjera, el 28 de octubre de 1821.[53]

En abril de 1822, ante la aparente anarquía de los mandos militares que vive la provincia de Huarochirí, Quispe Ninavilca solicita al ministro de guerra Tomás Guido que se le confiere el grado de Mayor.[54] Meses después, Marcelino Carreño fue designado como gobernador político y militar de la provincia de Huarochirí por encima de su autoridad.[55] Tiempo después, por razones poco esclarecidas, el gobernador de Tarma Francisco de Paula Otero denuncia la insubordinación del cusqueño Marcelino Carreño, quien había ordenado a sus subalternos no prestar apoyo a otros mandos que no sean peruanos,[56] denunciándole igualmente, las interceptaciones de los mensajes que hiciera el guerrillero Vivas y el Capellán Pedro José Bernuy a San Martín y al ministro de guerra.[57]

Con seguridad, la insubordinación de Carreño y Ninavilca a los jefes militares no peruanos y otros factores conllevaron a que la animadversión aflorara en algún sector del alto mando patriota. Sobre estos jefes guerrilleros de origen indígena, se acuñaron calificativos como el de pestes y que saquean y roban ganados y otros bienes del Estado en nombre de la patria. Un documento firmado con el seudónimo de Americano, dirigido contra Carreño confirma la animosidad, “Dime Cusqueño despota, con esa cara de baqueta. Peruano atravesado, con esa geta de buro cansado…”.[58] El tratamiento de los oficiales expedicionarios, a pesar de las instrucciones de San Martín como peruanos a todo aquel que habita en este territorio, se mantuvieron vigentes, para quienes, como José Pardo y Prieto o López Aldana, refiriéndose a los soldados indígenas al servicio del ejercito realista, escribió, “…y se ha dicho ya demasiado sobre su estupidez; ...”[59]

Durante estos años de guerra, Huarochirí fue la ruta de tránsito del ejército realista entre el valle del Mantaro y Lima y las partidas patriotas actuaron hostilizándolo; otras veces con incursiones sobre Yauli-La Oroya, actuando con valentía y fidelidad. En una de sus proezas, Quispe Ninavilca fue capturado y encerrado en el castillo del Real Felipe del Callao de donde fugó junto a José Fernández Prada y José Ballejo en noviembre de 1823.[60] Quispe Ninavilca, consecuente en el periodo sanmartiniano, de Riva Agüero y la campaña final con Bolívar, sin embargo, el concepto que se tenía de él, no fue de lo mejor. Se le consideraba como un hombre vicioso y corrompido, por el cual, cuando fue ratificado como gobernador, tuvo que sujetarse al mando de Francisco Vidal.[61]

La última contribución de Quispe Ninavilca y las partidas huarochiranas fue en la protección y guiado del batallón de Simón Bolívar desde Huancayo hacia el norte chico, a donde marchó dejando a Sucre en la campaña final.

 

g. La sierra norte de Lima: Canta y Oyón

 

Por estas dos provincias existieron calzadas que comunicaban con las minas de plata de Cerro de Pasco desde la época colonial, de allí la importancia de controlar la ruta del comercio. En octubre de 1821 fue encomendado a Juan Delgado la observación del movimiento realista que ya ocupaba Carhuacayán y Miguel Silva se moviliza hacia Oyón para auxiliar a la partida de Jacinto del Risco que se repliega ante la crecida fuerza realista que se dirige a Cerro de Pasco.[62]

Para cumplir similar función en la zona, fue encomendado por San Martín al argentino Ramón Antonio Deheza, militar victorioso en la batalla de Pasco, con el objetivo de disciplinar a los reclutas del lugar pero, por alguna razón excluye de sus filas a los afrodescendientes y algunos indígenas por considerarles inútiles.[63] Un poco más al norte, en Chancay, en enero de 1822, fue destinado la partida de Baltazar Orrantia con autorización para operar sobre la cordillera y el altiplano del Bombón. Su atrevida y poca experimentada actividad duró poco tiempo, porque el 17 de julio fue sorprendido por los realistas en Huayllay y ejecutado en Tarma.[64]

Si bien las montoneras de estas zonas no intervinieron militarmente sobre el valle del Mantaro, Tarma y Cerro de Pasco, el espionaje fue efectivo durante los cuatro años de guerra. Una de estas actividades es realizada fue cumplido por la gavilla de Pablo Mena, desde el pueblo de Chiuchin, quien informa sobre lo sucedido la mañana del 7 de diciembre de 1821 en Cerro de Pasco, cuando cerca de un millar de montoneras patriotas murieron en el campo de batalla.[65] Su aparente inactividad guerrerista concluyó con la fundamental participación de las guerrillas montadas desde la tarde del 5 de agosto de 1824, sumándose al ejército patriota multinacional en la batalla de Junín y la campaña hacia el sur del virreinato (Rivera, 1974; O’Connor, s/f, p. 111; Miller, 1975, p. 111).

 

h. Yauli – La Oroya

 

El territorio ubicado al lado occidental de Tarma, fue ocupado tempranamente por las partidas armadas patriotas en su intento de cortar toda comunicación entre Lima y la sierra central. Huaypacha, enclave minero localizado en las inmediaciones de La Oroya, fue el primero en sumarse al proyecto independentista en diciembre de 1820 a través de erogaciones monetarias y el 27 de enero 1821, designaron a José María Guzmán,[66] como su alcalde, quien junto a su partida militar emprendieron campaña libertaria.

La represión realista no se hizo esperar y el 12 de diciembre de 1821 ingresan a Huaypacha saqueando y quemando las viviendas, pasando por las armas y metiendo al fuego a varias personas, asimismo, llenaron de puñales a una infeliz mujer y se llevaron ganado lanar como lo habían hecho en los poblados de Atocsayco y Corpacancha.[67] En enero 1822, otra incursión de las armas realistas ocupa Ataura, poblado en las cercanías de Huaypacha, donde igualmente, incendiaron las viviendas que anteriormente habían quedado en pie, obligando a la partida de Guzmán replegarse a su campamento en Ucumarca. En la misma campaña, Chacapalpa, Llocllabamba y Huay Huay fueron destruidos en su infructuosa búsqueda del Fray Bruno Terreros que operaba en la zona.[68] Los Yaros y otros pueblos también fueron incendiados y la población tuvo que refugiarse en las cuevas, sin víveres con que alimentar a sus hijos.[69]

En otra ocasión, el general realista José de Canterac al mando de 1500 hombres ocupa Yauli, La Oroya y Corpacancha apropiándose de más de 40 mil cabezas de ganado sin antes quemar y saquear las alhajas de las iglesias. El jefe de las guerrillas de la zona, Marcelino Carreño testigo de los hechos describió que, más de mil cabezas de ganado lanar degollados fueron abandonados en la orilla del río Mantaro, destruyeron el puente y quemando los ranchos en Paccha, Ucumarca, Saco y Oroya. Las operaciones de represión y robo de bienes también a cargo de las montoneras realistas de Tarma liderado por Eusebio Collao y otras veces por los de Chongos y demás partidarios de la causa realista.[70]

A pesar de las cruentas represiones realistas, fueron tiempos en que se conformaron indoblegables partidas como la de Chacapalpa, Ucumarca y otras que se vieron fortalecidas desde mayo de 1822 por la presencia de Bruno Terreros y Pedro José Bernuy como cura castrense o como jefe de las guerrillas, causa que abrazaron a las órdenes del gobernador de Jauja, después de que Mariano Ricafort saqueara la casa parroquial el 29 de diciembre de 1820 en Huancayo.[71] En la zona, en agosto de 1822, José Urbiola da cuenta de la partida a su mando conformado de 123 hombres. Entre tanto, propone a los subtenientes Vicente Mendoza y Nolasco Tejeda para la conformación de las partidas de Chacapalpa y Huari con reclutas que presenten sus mulas y caballos, autorizándole, además, nombrar cabos y sargentos sin generar resentimientos en los vecinos.[72] En febrero de1823, José Loli desde su campamento de Ucumarca da cuenta de su partida montada denominado Compañía de Cívicos de Caballería, conformado por 68 valerosos guerreros. También es conocido la partida de la Compañía de Cívicos del Perú conformado por 66 valerosos guerrilleros, informa José Meza.

Las partidas patriotas no solo actuaron impidiendo y hostilizando a las incursiones realistas del ejército regular, sino, otras veces apuntaron sus armas contra la montonera tarmeña pro realista. Una muestra de estas acciones se produjo el 15 de enero de 1823, cuando José María Guzmán da cuenta de otro triunfo de su partida a dos leguas de Tarma, en Cuncán, que sin bien pudo destruir totalmente a la avanzada realista se salvaron protegidos por lo escabroso del lugar y la oscuridad de la madrugada, de donde rescató importante pertrecho militar, tomándose, además, mulas, caballos, burros, cabezas de ganado mayor y menor. A todos los habitantes de las inmediaciones de Tarma se les ha tratado con la humanidad posible respetando sus personas y bienes para que sirva al enemigo de ejemplo. Al pueblo vil y rebelde de Tarma ya les parecía que el juicio final estaba sobre ellos, escaparon como pudieron a los cerros y quebradas, pero no actuamos por falta de autorización. No cumpliría con mis deberes sino reconociera el valor, arrojo e intrepidez con que se ha portado mis oficiales don Carlos Moreno, don Pedro Casanova, don José Loli, don Esteban Espinoza y don José Meza, escribió José María Fresco.

En el periodo de la incertidumbre y de anarquía que vivió el Perú en 1823, entre el gobierno de Riva Agüero, Torre Tagle y la presencia grancolombiana, José María Guzmán por desconocimiento de las tratativas de Riva Agüero con los realistas siguió apoyándolo, razón por la cual fue acusado por José Bernardo Torre Tagle de tumultuoso, a lo que respondió el jefe guerrillero,

 

… me llena de rubor y vergüenza al contemplarme en ella como uno de los principales Cabecillas que han interrumpido el orden, y se han empeñado en mantener un partido sedicioso y opuesto a los sentimientos de honor que distinguen a un Ciudadano virtuoso y amante de su País y de su Livertad.[73]

 

En el mismo documento escribe del peligro que rondó sobre su propia existencia,

 

El Supremo Govierno no virtuoso sin duda no está al cabo de los deórdenes, ultrages, vejaciones, y desprecios que he experimentado tanto con el atropellamiento que sufri por mi propia Tropa que aun quiso desaparecerme de este mundo, quanto que el Sargento Mayor Don Buenaventura Gomes marchó con dos o tres Partidas a los márgenes de Ucumarca rompiendo hostilidades sin darme a saber la causa ni los motivos; donde cometieron mil exesos remarcables y criminosos, quebrantando la Sagrada Ley, y el derecho del hombre, a pesar que hice retirar la Partida de aquel punto por grandes consideraciones y que los vínculos que nos unen son muchos y muy sagrados. Luego fui preso por mi Partida capitaneada por el Sargento Domingo Basurto y remitido al Cerro de Pasco a disposición de don Marcelino Carreño cometio este Sargento la clase de desórdenes que son susectibles en un hombre sin moral y sin principios.[74]

 

Aclarado el probado patriotismo de José María Guzmán, Marcelino Carreño, le asignó la responsabilidad de Comandante General de la Sierra, meses después, junto al otro jefe guerrillero de los pueblos de Ulcumayo, Paucartambo y Huachón, José María Fresco, hicieron frente a una columna realista en la hacienda Huanca, en las inmediaciones de Cerro de Pasco, logrando ponerles en fuga. En enero de 182, Ignacio Quispe Ninavilca y José María Guzmán ratificaron sus servicios a la patria habiendo sido designados el primero como comandante de las partidas de la derecha desde Huari hasta Llocllapampa y el segundo de la izquierda, desde la Oroya hasta Paucartambo con el grado de Sargento Mayor y Comandante General de la Guerrillas.

En la presunta vacilación de Guzmán de sus convicciones, en marzo de 1824, el jefe español José de Canterac le propuso pasarse a su ejército prometiéndole perdón y cargo. Guzmán jamás creyó en estas promesas respondiéndole, que jamás dejará caer sus bayonetas si no es al golpe de la muerte por la libertad del Perú. Su probado patriotismo jamás estuvo en cuestión, como lo había demostrado, cuantas veces fue requerido. Durante los 4 años de guerra, se había destacado como líder indiscutible entre las partidas de Yauli-La Oroya, incursionando con mucho éxito sobre el valle del Mantaro, Tarma y el altiplano de Bombón.

Al iniciarse la campaña de ofensiva del ejército libertador desde Ancash hacia Cerro de Pasco, José María Guzmán cumple desde el 15 de julio las instrucciones de prevención de toda la logística para el ejército patriota en su campaña al valle del Mantaro por el lado occidental del lago Chinchaycocha. Bolívar conocedor de sus proezas, mientras Guzmán cumplía el reparto de gacetas libertarias entre los pueblos, el 21 de julio lo ascendió al grado de Teniente Coronel de Caballería del Ejército del Perú, ascenso del cual jamás supo, porque junto a su escolta fue sorprendido en Huaypacha el 23 de julio de 1824, siendo ahogados en el río.[75] Pero los sobrevivientes de las guerrillas montadas se sumaron a la campaña el 5 de agosto de 1824 para ponerse a órdenes del inglés Guillermo Miller.

 

i. Tarma

 

Triunfante el ejército libertador ingresó a Tarma la tarde del 23 de noviembre de 1820, donde, sin resistencia de la milicia tarmeña que se había quedado para garantizar el orden interno por encargo del Intendente Joseph Gonzáles de Prada, que días antes había evacuado a Lima. Fue en esta ciudad que el general Juan Antonio Álvarez de Arenales de manera oficial declaró la supresión del tributo indígena, la liberación del comercio, entre otras medidas. Asimismo, para dar inicio al gobierno independiente, designó el 28 de noviembre de 1820 como Gobernador y Jefe de las guerrillas al rico comerciante de origen jujeño y casado con la tarmeña Petronila Abeleyra, Francisco de Paula Otero.[76] Desde su designación, Otero se dedicó a crear un gobierno patriota eligiendo autoridades en todas las doctrinas e instancias políticas de la Intendencia (Montoya, 2021, p. 418).

La designación de las nuevas autoridades apenas duró un solo mes cuando el ejército realista restauró el gobierno virreinal enero de 1821; esta restauración también duró no más de 5 meses, cuando nuevamente, el ejército patriota en su segunda campaña a la sierra volvió a restaurar su gobierno y solo por 2 meses, porque el ejército realista y todo su Estado Mayor abandona Lima para establecerse primero en Huancayo y luego en el Cusco. Entre tanto, el general Álvarez de Arenales por orden de San Martín en medio de la discrepancia estratégica tuvo que evacuar su cuartel de Jauja con dirección de Lima a donde todo el ejército libertador se dirigió para establecerse hasta 1824. La definitiva restauración realista sobre Tarma desde julio de 1821, obligó al Gobernador Francisco de Paula Otero, ejercer un gobierno itinerante, desde Cerro de Pasco, Huánuco o las montañas donde se hallaba circunstancialmente.

Desde la derrota patriota en Azapampa del 29 de diciembre de 1820 de donde centenares de sobrevivientes milicianos entre ellos afrodescendientes fugaron hacia Jauja y Tarma, entre tanto, la élite tarmeña vivió en la incertidumbre, situación que condicionó la restauración pacífica del gobierno virreinal después de haber jurado por la independencia el 28 de noviembre pasado. La extensa carta de Petronila Abelayra esposa del gobernador Otero es ilustrativa de lo que ocurre desde enero de 1821,

 

El domingo salieron para Jauja en clase de parlamentarios para libertar a esta villa del saqueo, que se anunciaba de parte de las tropas del Rey, el Secretario del señor Orihuela, el inter don Eulalio Benavides, don Toribio Oyarzabal y don N. Centeno. (…) Desde aquel momento se proclamo ya al Rey con tanta imprudencia que porque un cholo al quien bibe, contesto la Patria, lo mataron de una balazo a media noche = Al dia siguiente todos clamaron para que se tomasen las medidas convenientes a la seguridad y orden de la villa. El Mayor y Pancho Canal se hicieron cargo del quartel y armaron algunos de los Cazadores de Cardenas y vinieron a presentarse oficialmente (segun se dijo) Tomas Mendizabal, Gallardo, y no se que otros dos, resolvieron pasar a Jauja a pedir al señor Ricafort remitiese quanto antes la avansada para contener los desordenes de los patriotas. (…) El patriotismo de los pueblos ha desmayado mucho, y muy pocos se atreben ya a dar un bostezo.[77]

 

Restaurado el gobierno virreinal, los realistas emprenden campaña a Cerro de Pasco y los pueblos a su paso sufrieron represiones, situación que obligó al general San Martín ordenar desde Huaura la segunda campaña a cargo del general Álvarez de Arenales, obligando al repliegue del ejército realista hasta Huancavelica. Entre la quincena de mayo y el 20 de julio, gran parte de la sierra central vuelve a ser controlada por el ejército libertador, pero tuvo que abandonar por ocupación de las armas realistas. Desde entonces, Tarma fue asediado por las guerrillas y montoneras patriotas hasta 1824.

El 22 de marzo de 1822, desde el pueblo de San Juan de Óndores, el guerrillero Nicolás Zárate informa que con 50 hombres de caballería de la Oroya se dirigieron a los pueblos de Palcamayo y Picoy donde capturaron a “… un Indio malebolo Alcalde que les opremia el Patriotismo oculto que estaba dentro del Pueblo…”.[78]

Ocupado por un fuerte contingente militar en los pueblos de esa jurisdicción, por voluntad propia u obligados por los mandos realistas, organizaron a las montoneras, cuya participación fue activa ya junto al ejército regular o de manera independiente asolando en los poblados de La Oroya y Junín durante estos cuatro años de guerra.[79] Estas fuerzas irregulares estuvieron encabezadas por Eusebio Collao, su Alférez Mariano Gallardo y sus subalternos,[80] razones para ser considerados por los jefes guerrilleros patriotas como pueblos rebeldes y merecedores de castigo.

Entre las incursiones guerrilleras patriotas sobre Tarma, destaca por su impacto, la que se produjo en Chonta, Jacayhuanca y Yuracmarca en las alturas de Tarma a cargo de las partidas conjuntas de José María Fresco, Francisco Álvarez, Cipriano Peñaloza, Esteban Pozo, Pablo Alvarez, Pablo Panez, Benito Díaz y el ayúdate de Campo Santiago Narbarte, hazaña ocurrida en febrero de 1823.[81]

Sin embargo, de todas, la que causó mayores temores a las autoridades de Tarma fue el 12 de julio de 1823 cuando más de 1500, entre guerrillas y montoneras de la sierra central, dirigidos por Marcelino Carreño se propusieron tomar Tarma. Llegaron hasta el paraje de Macón, a 500 metros de distancia donde por alguna discrepancia o vacilación, la montonera Huánuco de Pedro Antonio Barrón se dispersó, aunque según otra fuente, se pasaron al lado realista.

El fracaso del asalto fue responsabilizado a Marcelino Carreño porque “… en el Callejon de Macon hemos tenido que sufrir una dispersion mas que vergonsoza…”,[82] perdiéndose el batallón Huánuco que tanto había costado su creación y la frustración de no haberse capturado a la capital de la Intendencia. De este fracasado intento, Joaquín Dabouza en una carta dirigida al panameño Domingo Espinar dirige su odio y desprecio sobre Carreño calificándolo de indio, reviejo, inútil e ignorante.[83]

 

j. Junín y el altiplano del Bombón

 

El extenso altiplano de Bombón se sitúa sobre los 4200 metros de altitud, residencia de numerosos pueblos en el contorno del lago Chinchaycocha o Junín, paso obligado en tránsito de Tarma hacia Cerro de Pasco. El pueblo de Reyes o Junín, no había sido afectado hasta que José de Carratalá y su tropa de veteranos en su desesperada fuga, argumentando envenenamiento de dos de sus oficiales por asfixia en la choza donde se habían guarecido del intenso frio, la mañana del 12 de mayo de 1821 ordenó el incendio general de la población. Horas después desde Villa de Pasco cuando aún ardían algunas viviendas, llega el ejército libertador en su segunda campaña[84] (Arenales, p. 23-32). Junín había sufrido el más salvaje castigo, aunque otras tantas veces se repitieron hasta 1824, pero sus habitantes jamás se doblegaron, contrariamente, participaron activamente en las partidas de Nicolás Zárate o Cipriano Peñaloza, o cumpliendo el papel de espías como los escurridísimos Champi y Amaru.

En octubre de 1821, después de saquear la infraestructura minera en Cerro de Pasco, las fuerzas realistas se retiraron a Tarma, incendiando en su recorrido a los pueblos de Ninacaca y dejando en Junín la iglesia “… sin puertas despues de haber destrosado con todas las imagenes y cruces”[85] y las pocas viviendas que había dejado en mayo de 1821. También se llevaron 10 mujeres y 4 hombres prisioneros, además de 200 vacunos y 4 mil borregos, informaba el guerrillero indígena Nicolás Zárate. Junín fue testigo del fusilamiento de un tal Torres y del asesinato por azotes a de un indio solo por llevar una carta.[86] Nuevamente, el 5 de febrero de 1822, Juan Lóriga con 300 hombres en otra incursión volvió a incendiar las viviendas en Ucumarca.[87] Con el mismo odio azolaron en los pueblos de Ulcumayo, Acancocha y Yanac y dieron muerte por azotes a una mujer (CDIP. t. V. doc. 1011). En otra de sus retiradas hacia Tarma ordenaron “… asesinar a cinco pastores entre mugeres y parbulos...” (CDIP, t. V, doc. 1759). El pueblo de Junín fue testigo del saqueo e incendio del pueblo y el fusilamiento del cura Antonio de La Serna en noviembre de 1922 (CDIP, t. V, doc. 1151).

La represión por parte de ambas fuerzas, alcanzó niveles inusitados de violencia y crueldad. En febrero de 1824 desde Junín fueron remitidos al gobernador de Pasco, las cabezas de dos prisioneros realistas, hecho que causó temor entre las autoridades de Cerro de Pasco, porque corría el riesgo qué harían con las diez mujeres patriotas en situación de prisioneras (CDIP. t. V, doc. 2350). La decapitación era frecuente. La mártir María Valdizán y el jefe guerrillero Baltasar Orrantía de manos de los realistas, también son ejemplo del salvajismo en estos años de guerra.

Sobre estos frígidos territorios de la puna de Junín, se movilizaron los guerrilleros Nicolás Zárate desde su cuartel itinerante en Ucumarca, Junín, Corpacancha; Cipriano Peñaloza desde Junín; José María Fresco con sus partidas de Paucartambo y Huachón; Pablo Álvarez de Ninacaca y Antonio Elejalde desde Ulcumayo. Destaca el desempeño de la partida de Cipriano Peñaloza que en febrero de 1824 libró unos de sus últimos combates con los realistas, ocasión en que su esposa y suegra fueron sacrificadas.[88] Singular y silenciosa labor de espionaje en la zona cumplió Miguel Uscanoa Champi quien ocultó su identidad con el seudónimo de San Mateo y otro espía como Amaro el 2°.[89]

Dos meses antes de la batalla de Junín, en junio de 1824 Guillermo Miller fue designado para hacerse cargo de las guerrillas que se mantenían en actividad entre Pasco y Junín. Estos al enterarse se reunieron para darle bienvenida en alguna parte del altiplano de Bombón. La primera impresión que tuvo el inglés, escribió:

 

Unos estaban montados en mulas, otros en caballos, algunos llevaban gorras de piel de oso, otros cascos, otros morriones, y muchos tenían sombreros gachos de lana de vicuña; algunos tenían plumas, pero la mayor parte no llevaban plumaje. Sus trajes no eran menos variados; chaquetas de húsar, casacas de infantería y pellizas encarnadas, quitadas a los realistas muertos, estaban entremezcladas con los uniformes patriotas. A esto deben añadirse, pantalones de mameluco, otros ajustados, con campana y cuchillos corridos de piel, calzones cortos, sandalias, y sin zapatos, pero todos estaban uniformados en una prenda. Cada individuo tenía un poncho, que llevaba a la forma usual, ó liado alrededor de la cintura, en forma de faja, ó colgado fantásticamente del hombro; tampoco había ninguno que dejase de llevar su lazo. Sus armas tenían la misma diversidad; fusiles, carabinas, pistolas, espadas, bayonetas, sables, grandes cuchillos y lanzas ó picas eran armas con que el azar había armado ya á uno, ya á otro de ellos, pero los cuales manejaban en el combate con terrible efecto (Miller, 1975, p. 96-97)

 

Las partidas de guerrillas al que describe Miller, por las características de la indumentaria que llevan, sin duda alguna corresponden a los de Paucartambo, Ulcumayo, Junín, La Oroya, Chaupihuaranga, Huarochirí, entre otros que se habían reunido para recibir a su nuevo jefe. Desde entonces, estas partidas tuvieron como misión penetrar en territorio bajo control realista para repartir propaganda de intimidación y/o convencimiento que la maquinaria de Bolívar llevaba consigo. San Pedro de Cajas, las cercanías de Tarma y otros puntos fueron visitados con mucho riesgo, pues el ejército realista, al igual que los patriotas venían preparando incursionar a Pasco luego a Huánuco en busca del ejército libertador.

 

k. La argentífera mina de Cerro de Pasco

 

Geográficamente se ubica al norte del altiplano del Bombón donde desde tiempos prehispánicos se explotaron ricos yacimientos de plata. En 1799 estas minas produjeron el 40% de plata del virreinato, alcanzando en 1820 el 65% después de la instalación de las bombas a vapor que desaguaron las inundadas minas (Fisher, 1977). Constituía el núcleo de la economía en toda la sierra central, lugar al que acudían poblaciones desde lejanas tierras para emplearse en las minas y obtener metálicas y con ellas pagar los diversos tributos, así como para expender sus productos en tan importante mercado.

La primera campaña libertadora con Álvarez de Arenales culmina en la victoriosa batalla el 6 de diciembre de 1820, en que el ejército realista de Diego de O’Reilly y la caballería de Andrés de Santa Cruz se rinden (Leguía y Martínez, 1972; Mendoza, 2020). Las electas autoridades organizan el gobierno local, pero no por mucho tiempo porque el ejército realista ocupa la ciudad con mucha violencia en abril de 1821. Ante estos hechos, desde Oyón, Álvarez de Arenales inicia la segunda campaña llegando a las cercanías de Pasco el 10 de mayo. El general tuvo que inmovilizar su ejército por el intenso frío y caída de nieve durante dos días, alojándose en las viviendas en Conoc y la hacienda Quisque, mientras José de Carratalá y su veterana tropa cometía actos de suma crueldad en la Villa de Pasco para luego fugar presurosos la madrugada del día 11 con dirección a Junín, después de degollar a María Valdizán (Leguía y Martínez, 1972, p. 630; Mendoza, 2021a).

Retomado el control hasta octubre de 1821, Cerro de Pasco vive con alguna tranquilidad, tiempo en que Francisco de Paula Otero organiza las partidas de guerrillas y montoneras y administra los recursos provenientes de las minas. En octubre, Canterac envía desde Jauja una ligera columna al mando del comandante Dionisio Marcilla con el objeto de recoger hierro y medicinas, mientras los miles de montoneras patriotas de Jacinto del Risco, Juan Delgado, Cura Uribe, Telles y otras se repliegan a Rancas, Huariaca y otros puntos.[90] Carhuamayo había sido incendiado y los realistas se dirigieron a Cerro de Pasco para desenterrar todo el caudal de plata ocultados en Casa Blanca, Yanamate y Tinyahuarco, además, de un cañón que tenían escondido en la Iglesia de Yanacancha.[91]

No conformes con el saqueo anterior, otra invasión se produce en la última semana de noviembre, situación que obligó a las autoridades patriotas a mantener en movimiento a las montoneras de Huánuco, Callejón de Huaylas, Chaupihuaranga y de otros pueblos.[92] La fuerza patriota de Otero se componía de 84 hombres entre infantería y caballería, apoyados por cinco mil montoneras. La madrugada del 7 de diciembre de 1821 sorprenden a los realistas en el barrio de Yanacancha de Cerro de Pasco, pero en un contraataque, quedan regados en el campo de batalla cerca de un millar de muertos[93] (García Camba, 1916, p. 579). Sobre este hecho, Marino Paz Soldán (1868) escribió, “La sangre derramaba estérilmente en ese día debe caer sobre Otero que comprometió el choque tan imprudentemente” (p. 779-280). El impacto fue tal que en la población de Cerro de Pasco hubo temor, desolación y desconfianza por buen tiempo.[94]

Era el inicio del martirologio de Cerro de Pasco y sus pueblos. En mayo de 1822 el ejército realista la ocupa nuevamente[95] y en julio vuelve para sorprender en Huayllay a la partida de Baltazar Orrantia quien, prisionero junto a sus oficiales, fue conducido a Tarma donde todos fueron ejecutados.[96] En la sangrienta campaña incendiaron y saquearon Quisque, Racco, Villa de Pasco, Huaychao, Pacoyán, Chinche, Pomayaros, Caracancha; apoderándose, además, de más de 24 mil cabezas de ganado y llevándose presos mujeres y varones.[97]

Como se demuestra en numerosas partes de guerra del tomo V de la Colección Documental de la Independencia del Perú, Cerro de Pasco, desde el inicio de la guerra hasta 1824 sufrió por lo menos en once ocasiones en que fue saqueado, incendiado y destruida la infraestructura minera. Sin embargo, como se muestra, igualmente no dejaron de producir recursos con los cuales se auspiciaron la movilización de las numerosas partidas de guerrillas de la zona así como enviar esos recursos al gobierno central de Lima. Como muestra del martirologio de la ciudad minera, en abril de 1824 cuando en la última incursión realista asesinan a María Ruiz, esposa de Francisco Freyre, acusándola de haber escondido a cuatro húsares realistas que se habían pasado al lado patriota. Igualmente dieron muerte a Francisco Iruretagoyena sin más motivo que el haber escondido los fierros de su hacienda. También aprovecharon la ocasión para llevarse 5 petacas de alhajas de la iglesia, el órgano y la campana fundida.[98]

A la par de la producción minera con mano de obra proveniente de los pueblos de los alrededores, los servicios militares de su población estuvieron a la orden de los requerimientos y con ellas se fueron conformando partidas de guerrillas, que en abril de 1824, teniendo como campamento al pueblo de Tapuc, allá en la quebrada del Chaupihuaranga, estuvieron prestas para recibir al ejército multinacional proveniente del norte y el escuadrón los Lanceros Montados del Regimiento de Chaupihuaranga. Finalmente, el general Simón Bolívar las utilizó en la campaña y batalla de Junín del 6 de agosto de 1824.

 

Conclusiones

 

Los cuatro años de guerra por la independencia del Perú entre 1820 a 1824, se concentraron fundamentalmente en la sierra central, entre las actuales regiones de Ayacucho, Huancavelica, Junín, Pasco y la sierra de Lima, escenarios involucrados, no como unidad territorial pro realista o patriota, sino como espacios en conflicto entre las armas realista como patriota.

Las provincias no sometidas por algún tiempo de la Intendencia de Huamanga como Lucanas, Parinacochas, Cangallo y otras áreas de influencia de las partidas de Cayetano Quirós y otros jefes guerrilleros, fueron combatidas por el ejército realista en la necesidad de acabar con la resistencia y evitar su expansión a otras áreas, condición que le permitió controlar desde 1822 el corredor desde el valle del Mantaro hacia el Cusco, nueva capital del virreinato.

Gran parte de Huancavelica estuvo controlado por el ejército del rey, a excepción de la zona norte que fue escenario de combates por la incursión de las partidas armadas patriotas. Justamente, en esta área en junio de 1822, los campesinos, más allá de las promesas políticas oficiales, procedieron a repartirse las tierras del hacendado y gobernador Marcelo Granados. Con similar impacto, se produjeron las incursiones de las valerosas guerrillas de Yauyos sobre los pueblos de la cordillera occidental de Huancavelica.

Las partidas patriotas replegadas en la cadena central de los andes, entre ellas de la montaña del Huaytapallana, en medio de dificultades de comunicación con el valle del Mantaro por la ocupación del ejército realista, se mantuvieron en actividad rechazando las operaciones militares realistas, otras veces incursionando sobre el mismo valle. Acciones que pudieron realizar gracias al espionaje tendido, aun cuando algunos hacendados colaboraron con el ejército del rey.

Entre noviembre y diciembre de 1821, el valle del Mantaro vive el proceso de militarización y la conformación de numerosas partidas patriotas favorecidos por la cantidad de recursos naturales y humanos que se pusieron al servicio de la causa libertaria. Este fue proceso interrumpido por la restauración realista entre fines de diciembre de 1820 a mayo de 1821, tiempo en el que se produce el sacrificio de las montoneras en Azapampa y Ataura, así como la brutal represión y saqueo en Concepción y Chupaca que propició que muchos frailes como Bruno Terreros, Pedro José Bernuy, entre otros, abrazaran la causa libertaria. Entre mayo y julio de 1821, el ejército patriota recupera el control de la zona pero la abandona pronto a propuesta de San Martín. Desde agosto de 1821 a agosto de 1824, el ejército realista vuelve a ocupar el fértil valle para poner a su servicio los ingentes recursos de la región y emprender campañas hacia Lima, Ayacucho y Pasco, inclusive utilizando a las montoneras de Chongos y otros pueblos que previamente organizaron. Entre tanto, las partidas de Yauyos y Huaytapallana, propician espionaje sobre el ejército realista para mantenerles informado.

Las partidas de las provincias de Yauyos y Huarochirí, ubicados en una geografía escabrosa en la sierra sur y centro de la región Lima, fueron tal vez, las de mayor actividad desde su temprana organización. Bajo el liderazgo de Juan Evangelista Vivas y Ciriaco Lovera entre otros, en el caso de Yauyos y del cacique Ignacio Quispe Ninavilca en Huarochirí, y sobre ellas el cusqueño Marcelino Carreño, Tadeo Tellez, Francisco Vidal y José Fernández Prada, a través de sus incursiones penetraron al valle del Mantaro y Jauja e impidieron el libre tránsito del ejército realista en su movimiento hacia Lima. Mientras tanto, en la sierra norte de Lima, en las provincias de Canta y Oyón, no se produjeron hechos militares que destaquen por su envergadura, pero el espionaje sobre el altiplano del Bombón y Cerro de Pasco fue efectivo.

El siguiente escenario fue la actual provincia de Yauli-La Oroya, en el flanco oriental de la provincia de Huarochirí y muy próximo al altiplano del Bombón, cuyas partidas mantuvieron como cerco a las provincias de Jauja y Tarma. Los pueblos de esta jurisdicción, afectados por la represión del ejército y montoneras realistas, tuvieron en José María Guzmán su indiscutible líder, que en innumerables campañas llegó a las puertas de Tarma causando grandes temores.

Tarma, como capital de la Intendencia del mismo nombre, había declarado la independencia el 28 de noviembre de 1820 y mantuvo su condición de cabecera de la región. La primera autoridad y el cargo de mayor jerarquía, recayó en el jujeño Francisco de Paula Otero, con experiencia en el comercio más que en asuntos de administración pública. Tarma vivió en vilo desde el momento que el Intendente Joseph Gonzáles de Prada evacuó a Lima. En solo 9 meses, entre restauración y contra-restauración, Tarma cambió abruptamente de gobierno en cinco ocasiones. La intranquilidad e incertidumbre cundió aún más, después que el ejército realista se estableciera desde julio de 1821 hasta agosto de 1824, tiempo en el que las guerrillas y montoneras patriotas asolaran en innumerables ocasiones, destacando entre ellas, el plan del 12 de julio de 1823 cuando una fuerza irregular de más de 1500 hombres al mando de Marcelino Carreño tocó la puerta a solo 500 metros.

Junín la heroica, ubicada en el altiplano de Bombón y los numerosos pueblos del entorno del lago Chinchaycocha sobre los 4100 metros de altitud, dotados de abundantes recursos ganaderos, fueron objeto de los más crueles actos de represión como fue la mañana del 12 de mayo de 1821 y otras tantas hasta 1824, pero su población, sobreponiéndose, conformó sus partidas de guerrillas que actuaron sobre Tarma y hostilizaron al ejército realista cuando transitaban hacia Cerro de Pasco. Destaca entre otros, el jefe guerrillero Cipriano Peñaloza, Nicolás Zárate y los espías, San Mateo y Amaro.

Cerro de Pasco fue el otro centro de importancia, no por sus recursos ganaderos, motivo por el que fueron objeto de invasiones los pueblos de su entorno, sino por el control de la producción de la plata de sus yacimientos, administrada por el gobierno itinerante de Francisco de Paula Otero, con el cual se auspiciaron las campañas libertarias, a pesar de la destrucción de su infraestructura desde mayo de 1821. En más de 12 invasiones hasta abril de 1824, se cometieron una serie de actos criminales como el degollamiento de María Valdizán en mayo de 1821 y en el mismo año, cerca de un millar de montoneros fueron sacrificados en una desigual batalla, la madrugada del 7 de diciembre, rescatándose a Manuel Ontesilla como el oficial cerreño que ofrendó su vida. Sin embargo, vejámenes contra niñas y mujeres indefensas, incendios y sustracción de ganado en los pueblos fueron una constante.

 

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Recibido: 13/09/2023

Evaluado: 25/10/2023

Versión Final: 31/10/2023

 



(*) Licenciado en Educación (Universidad Nacional Daniel Alcides Carrión); Magíster en Docencia y Gestión Educativa (Universidad César Vallejo), Perú. Dirección Regional de Educación de Pasco, Perú. E-mail: piomendoza@hotmail.com ORCID: https://orcid.org/0009-0002-1630-9005

[1] Colección Documental de la Independencia del Perú (CDIP). (1971-1975). La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, vol. 6, doc. 477, p. 479.

[2] Paz Soldán, 1868, p. 180; CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V. vol. 1, doc. 308; Comisión Nacional del Centenario (CNC), 1910. Documentos del Archivo de San Martín. Buenos Aires: Imprenta de CONI Hermanos, t. VII, p. 258.

 

[3] CDIP, 1972, Memorias, diarios y crónicas. Lima: Talleres gráfico Industria S.A. t. XXVI, vol. 3.

[4] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, vol. 5, doc. 2412.

[5] Sobre el complejo proceso de la independencia en la intendencia de Huamanga, Nelson Pereyra, desde la mirada económica, política e histórica, explica lo que vivió esa provincia entre 1814 a 1822.

[6] Biblioteca Histórica Peruana (BHP). (1971). Documentos inéditos sobre la campaña de la independencia del Perú 1814-1824. Milla Batres, C. (Ed.), Lima: Talleres gráficos de Pacific Press, S.A., t. X, p. 49.

[7] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 194,

[8] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 288.

[9] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 902.

[10] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1433.

[11] CDIP. La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2021.

[12] CDIP. La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V. doc. 2882.

[13] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 809; 2810; 2812.

[14] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2803.

[15] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 130; 2805.

[16] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2834.

[17] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 120; 145; 120.

[18] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 159.

[19] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 133.

[20] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 141.

[21] Arenales mención que la esposa e hijas, tenían como progenitor al señor Toledo, natural de Jujuy. Ellas fueron condecoradas por San Martín. p. 52.

[22] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc., 2865, 2873.

[23] CDIP. La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V. doc. 1205.

[24] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 4.

[25] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1422.

[26] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1392.

[27] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2123.

[28] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1753.

[29] CDIP. La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1947.

[30] CDIP. La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. T. V, doc. 947.

[31] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V. doc. 559.

[32] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 954.

[33] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 768, 886.

[34] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 879; 886.

[35] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 886.

[36] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 903.

[37] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 901.

[38] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1422.

[39] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 705; 720; 705; 720.

[40] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1667.

[41] Cfr. Jhonatan L. Salazar Fernández (2021), trabajo orientado a visibilizar la participación de las partidas de guerrillas durante estos años de guerra.

[42] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 689.

[43] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 705, 817, 961.

[44] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 961, 1154.

[45] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 961.

[46] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 823.

[47] Erik L. Félix Asencio (2022) aporta con abundante información sobre la participación huarochirana en la independencia, resaltando la personalidad de Ignacio Quispe Ninavilca.

[48] En numerosas notas consignadas en la CDI Perú, se hacen referencia a la actividad comercial del cacique Quispe Ninavilca, que utilizando la piara de mulas y caballos transportaba hielo de la cordillera a Lima.

[49] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 296.

[50] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 301.

[51] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 301.

[52] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 301.

[53] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2847.

[54] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 663.

[55] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 721.

[56] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 848.

[57] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 777.

[58] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 850.

[59] CNC, Documentos del Archivo de San Martín. t. VII, p. 181.

[60] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2162.

[61] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2887.

[62] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 408.

[63] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 527, 544, 575.

[64] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 525, 526, 835, 864, 869.

[65] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V. doc. 487.

[66] Guzmán Ojeda fue natural de Pallasca en Ancash, que en 1822 tenía 22 años de edad. Cfr. Jorge Barrantes Arrese y Luis Guzmán Palomino (1994), libro homenaje a dos jefes guerrilleros, José María Guzmán y Marcelino Carreño. También: CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, vol. 1, p. 423.

[67] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 491.

[68] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 563.

[69] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 989.

[70] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V. doc. 785.

[71] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 826.

[72] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 870.

[73] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2224.

[74] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2224.

[75] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2590; doc. 2599.

[76] Francisco de Paula Otero natural de Jujuy, norte argentino, migrante al Perú desde 1810 aproximadamente en plena guerra por la independencia en ese virreinato, era primo hermano del líder Martín Güemes. Dedicado al comercio en toda la sierra central de Ica a Pasco, asentado en Tarma y unido a Petronila Abeleyra. Por la fama que tenía fue designado por el pueblo de Tarma como Gobernador y Jefes de las Guerrillas del Centro, cargo que aceptó sin tener experiencia política ni militar. CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, vol. 1, doc. 41 y 182, p. 205.

[77] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 158.

[78] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 617, 673.

[79] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 941.

[80] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 989.

[81] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1456, 1457.

[82] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1591.

[83] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2030.

[84] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 262.

[85] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V. doc. 409.

[86] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 447.

[87] CDIP. La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 563.

[88] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2351.

[89] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 1489, 2399, 2485.

[90] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 369, 385.

[91] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 409, 424.

[92] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V. doc. 2852, 2853, 2854.

[93] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. VI, vol. 9, p. 345-349; CDIP, t. V. doc. 490, 487.

[94] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 490.

[95] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 699, 864.

[96] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 864, 869, 977.

[97] CDIP, La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V. doc. 864, 868, 873, 1039.

[98] CDIP. La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras. t. V, doc. 2288.