Ingreso y permanencia en el
mundo académico y de la ciencia. Las mujeres docentes e investigadoras de
Gisela Figueroa(*)
La ciencia, como
fenómeno cultural, ha sido analizada en múltiples aspectos. Sin embargo,
siguiendo a Pierre Thuillier, pocos se han preguntado
si es una institución masculina o femenina. “¿Cómo imaginar que la ciencia,
cualquiera sea el sentido exacto que se le dé a esa palabra, depende de un
análisis en términos de sexualidad, de patriarcado, de “machismo”?”[1]
También es interesante pensar ¿cuáles son las razones profundas que hacen que
los varones hayan renegado y renieguen del ingreso y la permanencia de las
mujeres a los círculos científicos?
El presente
artículo forma parte de un trabajo de investigación precedente que tuvo como
objetivo central reflexionar sobre la situación de las mujeres al interior de
los ámbitos científicos y académicos. En estas páginas, me propongo reflexionar
en particular sobre los mecanismos que deben desplegar las mujeres
investigadoras para ingresar y permanecer en el campo científico.
Acercándonos más al problema, resulta sugerente conocer el proceso que
atraviesan estas mujeres al abandonar el espacio privado e insertarse en el
público y también al equilibrar ambos. Es decir, se atenderá a la forma en que
un grupo de docentes e investigadoras de
En la actualidad, las
mujeres ocupan cada vez más espacios laborales que antes estaban destinados
solamente a los varones. Este desplazamiento del sexo femenino del ámbito
privado al espacio público no fue un proceso lineal, sino que comprende
marcadas dificultades. En este sentido, la universidad constituye un terreno
difícil de transitar para las mujeres que se proponen ocupar un lugar a la par
de sus colegas del sexo opuesto ya que muchas veces su trabajo es
desprestigiado o ignorado.
Estrechamente ligado a lo
anterior, es imprescindible tomar en cuenta las estrategias a las que estas
mujeres acudieron para poder insertarse en los espacios académicos y de
investigación y para permanecer en ellos.
Para abordar esta
problemática, se ha acudido a la teoría de género y a la historia oral como sustentos
teórico y metodológico. La teoría de género permitirá comprender las relaciones
entre los géneros en su entorno social y a través del tiempo, y no como una
relación condicionada por cuestiones de carácter biológico. Por otra parte,
frente a la necesidad de mostrar aspectos muchas veces omitidos en otras
investigaciones como son los sentimientos, las percepciones o las anécdotas, es
decir las vivencias de estas mujeres, se ha recurrido a la historia oral como
método para la investigación.
Cuando se señala al género
como una categoría útil para el análisis de la realidad social, cultural e
histórica, se hace referencia a un modo de abordar y estudiar a las personas, a
una herramienta que sirve para analizar la sociedad desde una perspectiva
ignorada.
Estudiar la historia desde
una perspectiva de género permite hacer visibles las diferencias que se han
construido al interior de las relaciones entre varones y mujeres. “De hecho,
buena parte de la crítica feminista a las construcciones epistemológicas
tradicionales consiste en que bajo la apariencia de la invisibilización de ese
sujeto, se ha operado una sistemática exclusión de los modos femeninos del
saber, modos que ponen en juego la emotividad, que comprometen la subjetividad
y se hallan ligados a su contexto”[2].
Para poder conocer los
testimonios y experiencias de las mujeres científicas sobre el ingreso y la
permanencia en los círculos de investigación, se requiere de una metodología de
trabajo que pueda contemplar cuestiones más ligadas a lo cotidiano y privado.
Desde tal perspectiva, utilizar a
Esta metodología, supone
realizar un abordaje diferente sobre una temática ya trabajada, pero a partir
de otros métodos que arrojarán resultados diversos y novedosos, conectados con
nuevas dimensiones, como la familiar y la personal, que resultan omitidas en
otras investigaciones, especialmente las de corte cuantitativo, ya que el
método de trabajo no les permite detenerse en dichos aspectos.
En palabras de Paul
Thompson, la historia oral comprendería “la interpretación de la historia, las sociedades y las culturas en
proceso de cambio a través de la escucha y registro de las memorias y
experiencias de sus protagonistas, y por lo tanto no como un método de trabajo
minuciosamente determinado y con reglas fijas ni como una sub-disciplina
separada”[3].
En este sentido, la historia oral se presenta como una herramienta válida para
conocer la significación de los hechos a través de las narraciones de los
testigos, y donde también, el historiador podrá activar los recuerdos
obteniendo la oportunidad de relatar un evento histórico no “desde arriba, sino
desde adentro”[4].
De este modo, al
deber sus raíces a la historia social, la historia oral se encarga de rescatar,
para hacer visible, la voz de sectores sociales que no dejaron su huella en la
historia, como los excluidos, los derrotados, las minorías, el mundo popular, y
por supuesto las mujeres, dotándolos de historicidad, de la cual carecían.
Siguiendo con lo dicho, “en el campo de
la historia de las mujeres, el problema de la memoria es central, porque las
mujeres siguen siendo todavía un grupo oprimido cuya historia se niega,
restituirles la memoria es devolverles su pasado, su historia”[5].
Numerosos son los trabajos
que se han abocado al estudio de esta temática, el carácter sexista de las
instituciones educativas es un diagnóstico que subyace en casi todos. En ellos,
las mujeres aparecen como sujetos activos que van ocupando progresivamente
espacios más o menos prestigiosos, pero que aceptan como naturales las barreras
que obstaculizan su crecimiento profesional, pues continúan actuando de acuerdo
a los estereotipos sexuales que asocian a los varones con características como
la racionalidad o la objetividad y a las mujeres con lo pasional, la
irracionalidad y la dependencia.
Además, dichas trabas se
deben a que estas mujeres se encuentran constantemente intentando conjugar dos
lógicas que poco tienen en común como son las obligaciones laborales y los
mandatos familiares, situación que no permite que se incorporen plenamente al
ámbito científico.
Por otra parte, la mayoría
de las investigaciones se apoyan en una metodología de trabajo de tipo
cuantitativa, donde las experiencias, percepciones y sentimientos de las
protagonistas, en este caso las mujeres docentes investigadoras, pasan
desapercibidos o quedan ocultos detrás de una investigación orientada a
construir tablas estadísticas y que extraerá conclusiones parciales a partir de
dichas fuentes de información.
Es por ello que este
análisis intentará ahondar en algunos temas de los cuales los trabajos
realizados hasta ahora no se ocupan. En este aspecto, se hará especial hincapié
en el mundo privado de estas mujeres y en las relaciones que entablan con sus
pares tanto mujeres como varones en los ámbitos académicos; pues no se debe
olvidar que las mismas, como sujetos relacionales, son definidas a partir de
los vínculos que establecen con otros sujetos, obteniendo así su identidad
particular que las diferencia del resto y también entre ellas mismas.
Desde tal perspectiva, se
pretende analizar el proceso de inserción y permanencia de las mujeres
investigadoras en el ámbito científico, para de esta manera conocer los
obstáculos que encontraron en este proceso.
Esta investigación está
basada en los testimonios de cinco mujeres docentes e investigadoras de
A pesar que el cuerpo de
fuentes orales no está compuesto por numerosas informantes, resulta útil ya que
las investigadoras entrevistadas pertenecen a disciplinas diversas, que
comprenden campos profesionales distintos, con diferentes normas de
funcionamiento y mecanismos de ingreso, ascenso y permanencia, lo cual permite
representar un panorama bastante amplio en virtud de los objetivos de este
artículo.
Breve presentación de las
informantes:
Claudia: tiene 48 años, es
Ingeniera Agrónoma y docente e investigadora de
Liliana: es Doctora en Física,
docente de la carrera de Física de
Estela: está casada, sin
hijos. Es Doctora en Biotecnología e investigadora de CONICET. Además, dicta
clases en
Laura: es Doctora en
Matemática, investigadora de CONICET y docente de
Patricia: es Ingeniera
Agrónoma, docente e investigadora de
El mundo del trabajo y la universidad latinoamericana a fines del siglo
XX
Sabemos que “la categoría
género es específica del contexto, depende de él y como tal debe ser concebida”[6],
por lo tanto no se debe omitir el entorno donde estas mujeres desarrollan su
quehacer diario, el mismo ejerce una influencia muy particular en las
relaciones que éstas entablan con sus pares y en las percepciones que éstas
poseen del lugar que ocupan.
Según Roberto Rodríguez
Gómez, a partir de 1980 se abrió en nuestro país un periodo de transformaciones
múltiples[7].
Visto desde una perspectiva de conjunto, éste se caracteriza tanto por la
reforma del Estado como por la implantación de programas de ajuste que tienen
como resultado la modificación del mercado de trabajo. Por lo tanto, al final
de la década del `90 es evidente un marcado desequilibrio en la distribución de
la riqueza y las oportunidades de ascenso social.
En lo referente a la
problemática laboral, en esta etapa post-industrial cada vez más las mujeres
tienen que entrar en el mundo del empleo remunerado para asegurar la
supervivencia de la familia. Las posibilidades de inserción femenina en el
ámbito público se amplían, pero no en igualdad de condiciones. Es decir que
esta desigualdad marca la continuidad patriarcal existente en la división
sexual del trabajo doméstico y salarial[8],
dando como resultado que el acceso de la mujer al mercado de trabajo esté
condicionado por el lugar que se determina, debe ocupar en la sociedad.
La confluencia de factores
económicos, estructurales e ideológicos del sistema capitalista explica la
conformación de empleos típicamente femeninos y la segregación de las mujeres
en las tareas de menor calificación. No obstante, las tareas realizadas por los
varones comienzan a ser, paulatinamente, campo competitivo también de las
mujeres. Esta realidad se debe a que éstas han podido acceder al conocimiento y
a la información y desarrollar así herramientas que les permiten disputar los lugares históricamente
reservados al sexo masculino.
Las universidades
latinoamericanas también se vieron sujetas al accionar de fuerzas y demandas
contrapuestas como resultado de las transformaciones sufridas por el Estado.
Por un lado, la crisis económica y sus
consecuentes programas de ajuste impidieron la posibilidad de un financiamiento
público extensivo; y por el otro lado, la restauración democrática abrió
espacios para recuperar las instituciones universitarias por parte de las
comunidades académicas.
Los procesos de cambio en
los modelos de desarrollo económico y las transiciones del mercado laboral
hicieron que las preferencias vocacionales de los estudiantes se orientaran
hacia la rentabilidad inmediata. Sin embargo, al mismo tiempo, las
universidades públicas fueron consolidando sus estructuras de investigación y
postgrado, proceso que “fue apoyado por la acción de organismos nacionales
coordinadores y gestores de financiamientos a proyectos de ciencia y
tecnología, y por el retorno de cuadros académicos exiliados durante el
intervalo autoritario”[9].
En síntesis, la universidad,
como institución, ha sufrido en las últimas décadas transformaciones profundas
tanto en lo que se refiere a su financiamiento como a su actividad interna en
los ámbitos de gestión, extensión e investigación. Además, el reparto desigual
de recursos por parte del Estado obstruye en muchas ocasiones el normal
funcionamiento de las áreas de docencia e investigación. En esta dirección, las
mujeres deben desenvolverse y relacionarse con sus pares varones en un contexto
regido por la competitividad y la rentabilidad, donde los valores imperantes
son la individualidad y desigualdad.
La situación de
De las entrevistas realizadas, se ha intentado detectar la percepción
que poseen estas mujeres sobre los obstáculos que surgieron en su carrera
profesional. Estas trabas no pertenecen solamente al orden de lo estrictamente
laboral, sino también tienen conexión con su vida personal. El cuidado y
crianza de los hijos y las tareas domésticas funcionan como escollos para el
pleno desarrollo académico y laboral de estas académicas.
A continuación, se expondrán fragmentos de dichas entrevistas con
reflexiones que intentarán conectar los testimonios con los planteos de género.
Escollos a la inserción y permanencia en el espacio académico y
científico
La totalidad de las entrevistadas se dedica a la docencia y a la
investigación, aunque vale aclarar que según los casos una de las ocupaciones
predomina sobre la otra. El elemento que nuclea a la mayoría de las
entrevistadas en cuanto a la inserción dentro del mundo de la investigación,
fue la obtención de becas de doctorado que se cumplieron en la misma
universidad o en el exterior. También, accedieron a la actividad investigativa
a través de su trabajo como docentes de la universidad, el cual les requería
efectuar ambas tareas.
Asimismo, es interesante señalar que al interior del grupo de las
investigadoras que han realizado algún tipo de estudio de postgrado en el
exterior o fuera de su lugar de origen, la mayoría lo ha llevado a cabo no por
iniciativa propia sino que se encontraban acompañando a sus parejas que realizaban
la misma tarea, no obstante es necesario señalar que existieron decisiones
individuales en este aspecto.
Con respecto a la relación entre mujeres y varones docentes e
investigadores, la totalidad de las entrevistadas aseguraba haberse encontrado
con algún tipo de escollo a lo largo de su carrera que obedece a un tratamiento
desigual por su sexo.
En primer lugar, la mayoría de las entrevistadas no encontraron a los
organismos estatales de investigación como entes que discriminen a las mujeres,
solamente Liliana afirmó que las becarias de CONICET no poseen licencia por
maternidad.
“En un primer análisis decís que
no, si lo analizás un poco más en profundidad decís
que si, en CONICET no tenés licencia por maternidad […] como
becario el hombre no tiene la maternidad, la mujer no tiene licencia por
maternidad, entonces como que bueno, está un poco retrasada en cuanto a su
producción por ahí que respecto al hombre…”
Los relatos se orientaron a detallar situaciones puntuales dónde
apreciaron un trato diferente hacia ellas o alguna de sus pares, vale aclarar
que dichas situaciones ocurrieron al interior de la universidad. A este
respecto, Laura asevera que “…la mujer
molesta…” en el ámbito dónde se desenvuelve y sostiene que “…Un director llegado el caso de tener un
hombre o una mujer, no sé si elije al hombre…”.
La asimetría entre géneros se hacía evidente cuando dentro de sus
ámbitos de trabajo debían realizar tareas que tienen que ver con los dotes
naturales asignados al sexo femenino, como arreglar y acomodar las cátedras,
suministrar los materiales para trabajar a sus compañeros varones, organizar
las comisiones de alumnos, proporcionar consultas a los estudiantes y resolver
gran variedad de tareas administrativas. Es decir que existe una prolongación
de las funciones que deben desempeñar las mujeres en el espacio privado al
espacio laboral, funciones que los varones evaden. Sobre este aspecto, Claudia
relata las siguientes situaciones:
“Lo que ocurre que hay una serie
de cuestiones, problemáticas, que las mujeres de esa cátedra (cátedra de
Ecología), no de la nuestra, se quejan,
por ejemplo que a los varones les perdonan si no van a un examen y ellas llevan
prácticamente adelante todo lo que sea la parte estructural de la docencia,
organizar las comisiones, los horarios, todos esos pequeños trabajitos, todos
mujeres siempre, la parte administrativa…”
“…o arreglar la cátedra,
acomodar un poco, no, nada. En mi cátedra, en todas las cátedras pasa eso, es
muy raro que haya esa colaboración masculina…”
“…nosotros tenemos un compañero
que es graciosísimo porque hay consulta todos los días, tenemos horario de
consulta. A veces vienen y a veces no, pero vos tenés
que estar, entonces él dice: - yo me voy porque no viene nadie-, resulta que al
final le terminamos tomando nosotros la consulta a él, siempre…”
También Patricia afirma que “…la
posición masculina es de a ver…-¿y que hay que hacer?-,-¿dónde están los
materiales?, viste, esta cuestión de que hay que atenderlos en la vida a los
hombres, hay mucho de esto, aún en la cuestión laboral…”
Las disparidades entre mujeres y varones también aparecen en los
equipos de investigación, dónde los varones buscan sobresalir constantemente.
En cambio las mujeres, al modo de ver de Estela, se privan de hacer lo mismo
que sus pares del sexo opuesto y prefieren el trabajo cooperativo al
individual:
“…no me resulta el trabajo
individual, me resultan los trabajos e equipo…” (Patricia)
“…Si veo que también en el
instituto nuestro el director, el vicedirector y el consejo directivo actual
está formado por casi todos varones y hay una sola mujer…” (Claudia)
“… creo que las mujeres somos
más de trabajar colaborativamente, en cambio los varones […]
tienden más a sobresalir, a aparecer más como…a la individualidad…” (Estela)
“…Los tipos son más de poner la
cara, me da la sensación, ¿no? de hacer la parte tan política, de relaciones
públicas, y todas esas cosas…” (Laura)
En todos los relatos se hace referencia de manera explícita o implícita
a que la mayoría de los cargos jerárquicos están en manos de varones. Las
mujeres se refieren a “directores” o “jefes” cuando describen a los equipos de
investigación de los cuales forman parte o los que existen en el sistema
científico.
La dirección de los proyectos de investigación recae en los varones, a
excepción de Patricia que trabaja solamente con mujeres porque “tenemos garantizado el trabajo, sabemos que
trabajan”. El resto de entrevistadas hizo mención a una fuerte presencia
masculina en los puestos directivos:
“…los directores de grupo son
todos varones, pero no hay mujeres de esa generación que hubieran podido ocupar
ese cargo de directores…” (Liliana)
En este sentido, la descripción que Claudia hace sobre los directores
de proyectos de investigación y en especial de su “jefe”, pone de relieve cómo los varones aparecen como los únicos
capaces de acceder a dicho cargo.
“…nuestro jefe, no, un tipo de
muchísimos antecedentes […] Es un
tipo excelente pero tiene una formación de tipo muy elitista para mi, es un
tipo liberal […] y el es un tipo que
brillantísimo […] y fue armando su
equipo, entonces él es un tipo con muchísimas publicaciones, antecedentes…”
Podría pensarse que esta sobreexposición masculina es en cierto sentido
sobredimensionada ya que hunde sus raíces en una actitud pasiva y poco arriesgada
de las mujeres de no ocupar espacios donde se dirimen cuestiones de poder.
Numerosos son los pasajes de las entrevistas que hacen referencia a una actitud
poco activa de las mujeres:
“…hay también una cierta actitud
de la mujer a lo mejor de no ir a pelear esos lugares, ¿no?, más que porque no
estén capacitadas, porque por ahí a lo mejor no le interesa, le significa estar
en lugares de mayor exposición que no están dispuestas…”
“…hay como una cierta actitud de
las mujeres a no ir a los puestos mayores […] Nosotras
éramos un poco más retraídas por ahí, a lo mejor por eso los varones en ese
sentido tenían una posibilidad mayor de exponerse y de ir al ruedo.” (Estela)
El mismo diagnóstico esboza Liliana en su testimonio, ya que según ella
“…la mujer busca menos un puesto de
dirección que el hombre, no le interesa tanto mandar […]) por ahí la mujer busca muchas veces tener
un jefe […] le gusta recibir las
órdenes, alguien de arriba que te diga que hacer…”
La referencia a los investigadores varones por parte de las
entrevistadas se encuentra atravesada por el ideal masculino que prevalece en
la sociedad. En los relatos obtenidos, los varones aparecen como portadores de
un discurso objetivo y convincente opuesto a la oratoria pasional y más
desorganizada de las mujeres. Esta particular forma de hacer ciencia vinculada
con cualidades femeninas, pero no por eso menos efectiva a la hora de los
resultados, es vista por las mismas mujeres como una debilidad ya que toman
como referencia para esta valoración a un ideal de ciencia signado por
características masculinas.
Estela sostiene que “…los varones
tienen más entrenamiento en este sentido, de un discurso más armado a lo mejor
que lo que podamos tener las mujeres. Y muchas veces yo me doy cuenta, a veces
observo cuando veo así la forma que cada uno expone las cosas y da la sensación
como que por ahí el varón aparece como del discurso más objetivo y nosotras por ahí como que uno tiene siempre
por ahí la parte pasional, […] y que
a veces entonces el discurso de uno no sé si es lo suficientemente objetivo…”
“…también somos más sensibles,
las cosas que nosotras podemos oír, no las pueden oír los hombres, y las cosas
que los hombres están dispuestos a decir, no las dicen entre ellos, hablan con
las mujeres…” (Patricia)
“…las mujeres también tenemos
esas características, nos metemos en cuestiones que van dejando los hombres
porque eso no genera dinero, ni tampoco les genera demasiado poder (…) y son
espacios imprescindibles…”. (Claudia)
En síntesis, las relaciones asimétricas entre varones y mujeres dentro
de la universidad están en estrecha correlación con las desigualdades
existentes dentro de la sociedad, pero con la diferencia en este caso que las
mujeres tomadas como objeto de estudio son conscientes de dicha situación y ven
en ellas mismas y en las generaciones más jóvenes de mujeres un cambio
sustancial.
Desarrollo profesional versus demandas familiares: estrategias de
conciliación
En este aspecto, la categoría de las mujeres casadas con hijos es la
que aporta más elementos para estudiar los conflictos, compatibilizaciones y
estrategias que se generan a partir de su doble rol: profesional y familiar.
El grado de participación de las investigadoras en el mundo laboral no
se debe solamente a factores económicos, además hay elementos extraeconómicos
que juegan un papel interesante y que determinan su derrotero profesional.
La mayoría de este grupo de mujeres afirmaba disfrutar de su profesión
y dedicarse a ésta aunque en mayor o menor grado dependiendo de las exigencias
familiares del momento, como ser el nacimiento de sus hijos. Alejandra asegura
que “Si bien yo amo mucho lo que hago, no
es mi vida, hay gente para la cual esta profesión es el centro de su vida, yo
tengo muchos otros intereses, me interesa mi familia…”
Aunque entienden que los embarazos y la maternidad actúan como un freno
a su avance dentro de los espacios académicos y de investigación, ninguna de
ellas hizo referencia a la existencia de períodos dónde hayan abandonado por
completo su profesión para atender las demandas familiares exclusivamente.
Para no abandonar su carrera profesional y hacer frente a las demandas
familiares, estas mujeres desplegaron determinadas tácticas que fueron desde
conservar alguna cátedra en la universidad o realizar tareas de investigación
con menos asiduidad y organización, hasta acudir a la ayuda de personal
doméstico para las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. Claudia
sostiene que no se dedicó en forma exclusiva a su trabajo en la universidad
cuando sus hijas eran muy pequeñas, “…los
primeros años no trabajé full time, primero estuve como un año ad honorem,
cinco años simple y trabajaba en la escuela, después trabajaba en la fábrica de
pastas de mis viejos, […] hacía todos puchitos…”.
Sin embargo, a la hora de equilibrar roles la mayoría coincide que fue
una experiencia difícil, principalmente cuando sus hijos se encontraban en la
primera infancia. Patricia afirma que “…condiciones
materiales la universidad no te da para pagar una guardería, por lo menos los
primeros años fue terrible […] la
tesis de maestría, toda la investigación, la hice con Juan (hijo mayor) atrás, bajando en todas las quintas, y
Andrés en la panza, a las dos de la tarde me bajaba, y con un auto todo
destartalado (…)”.
Las estrategias de las que se valieron estas mujeres para continuar
ejerciendo su profesión siendo ya madres fueron múltiples, estás se deben
dividir en dos, teniendo en cuenta la función que buscaban cubrir:
Por un lado, los quehaceres domésticos fueron destinados, siempre que
la situación económica lo permitía, a personal doméstico contratado para ese
fin.
Por otro lado, el cuidado de los hijos recayó en una guardería, el
servicio doméstico o algún familiar como puede ser la madre, la suegra o los
esposos.
“….me ayudó muchísimo mi marido,
él si, o sea nos turnábamos, él las cuidaba […] él tenía
horarios rotativos, entonces él llegaba, yo me iba, después un poco mi mamá…” (Claudia)
“¿Cómo me arreglé con ellos?
Turnándonos entre el padre y yo, y con guardería…” (Liliana)
Con respecto a la colaboración de los esposos, es importante señalar
que ésta ha variado según los testimonios, Claudia hace referencia a la
asistencia de su marido cuando coincidían los horarios laborales. No obstante,
los relatos de Alejandra y de Patricia describen a un compañero varón que se
ocupa de sus hijos casi en la misma medida que ellas. Es decir que las
relaciones asimétricas que muchas veces se presentan en la pareja tradicional
comienzan a dar lugar a nuevos vínculos que las mujeres describen bajo los
calificativos de “alianza”, “trabajo en equipo”, “valoración de su profesión”
por sus esposos.
“…yo tengo un matrimonio dentro
de lo que se puede pensar de democrático en una pareja, es muy democrática…” (Patricia)
“…no es una pareja
desequilibrada, no es que hay una cuestión de que yo juego un rol secundario […] nos turnamos entonces en épocas de más
actividad de uno (…) Jorge (esposo)
va a casa y hace la tarea con Tomás (hijo) y demás, entonces bueno, de alguna forma hemos conjugado roles.” (Patricia)
A pesar de recibir colaboración para las tareas domésticas y el cuidado
de los hijos, la mayoría de las entrevistadas asegura continuar ocupando el
lugar de mujer tradicionalmente asignado por la sociedad ya que sostienen que
la culpabilidad por no estar presente en todo momento de la vida de sus hijos,
especialmente cuando éstos padecen alguna enfermedad o cuando les reclaman más
dedicación, es un sentimiento contra el que debieron enfrentarse a diario. En
este sentido, Patricia apunta que “(las
mujeres)…tienen una organización mental
de su casa, su familia, independientemente que hagan el trabajo físico o no.
Por ahí pueden delegar en otra mujer, nunca en un hombre el trabajo físico, lo
que es cuestiones inclusive de la gestión de la casa, decir, bueno, qué se va a
comer, preparar la comida, que los chicos salgan a tiempo (…) esa ingeniería la
hace la mujer…”.
La postura expresada en casi todos los testimonios deja entrever la
mujer sigue cargando con la responsabilidad, compartida en forma desigual, de
atender a las necesidades de los miembros de la familia. No obstante, estas
mujeres cuando deben responder a las demandas del espacio profesional y
doméstico a la vez desarrollaron estrategias que les permitieron conciliar
ambos y conservar los lugares obtenidos en el terreno laboral.
A modo de conclusión
Es significativo el
diagnóstico que se puede extraer del análisis de los testimonios recogidos, a
primera vista da la impresión que los obstáculos que impiden el avance
profesional de la mujeres investigadoras fueran mínimos o inexistentes,
producto de la dificultad de éstas para contabilizarlos. Sin embargo, una
mirada más atenta permite postular que la discriminación se manifiesta en
situaciones cada vez más sutiles que no son percibidas por las entrevistadas. Se
debe señalar que la capacidad de percibir éstos obstáculos varía según los
casos analizados. La maternidad, las exigencias propias de la carrera y la
sensibilidad para reconocer las formas que adopta la discriminación son
factores que se conjugan para engrosar la barrera que impide o convierte en más
lento el crecimiento profesional de estas mujeres.
Otra cuestión para
destacar tiene que ver con que estas mujeres no aceptan como legítimo su estilo
a la hora de investigar. Frente a instituciones que perpetúan un ideal
masculino de hacer ciencia, la manera pasional de trabajar y exponer sus ideas,
su sensibilidad y sus propios ritmos de labor son vistos como debilidades y no
como fortalezas propias del género femenino.
También, la
maternidad es una cuestión ineludible pues las investigadoras que deben atender
a su vez las demandas de sus hijos e hijas, entienden que su carrera sufrirá
periodos de estancamiento o también retrocesos en consonancia con sus ritmos
biológicos. El nacimiento de un hijo o una hija es, para estas mujeres, visto
como un cese en el proceso de producción de conocimiento, con efectos aún más
negativos ya que su edad reproductiva coincide con el momento de ascenso
profesional.
Circunstancias
diferentes atraviesan las mujeres que cuentan con esposos más colaborativos,
éstas aseguran que las tareas son compartidas con sus compañeros. No obstante,
la división de tareas no es igualitaria en su totalidad porque la colaboración
masculina aparece descripta en los relatos bajo los calificativos de “sostén” o
“ayuda”, lo cual da la pauta que las mayores responsabilidades siguen recayendo
sobre las mujeres.
Sabemos que para la
construcción de una sociedad más igualitaria es necesario que se desnaturalicen
las desigualdades de género existentes en la sociedad y en las instituciones.
En este sentido, aunque no se ha producido una incorporación plena de las
mujeres en el campo académico y científico, es innegable que los saberes
femeninos llegaron a ocupar un lugar relevante, pues las mujeres lograron
alcanzar primero y defender después, los lugares reservados a los varones y
negados a ellas durante mucho tiempo.
RESUMEN
Ingreso y permanencia en el mundo
académico y de la ciencia. Las mujeres docentes e investigadoras de
Este trabajo analiza el proceso de inserción de un grupo reducido de
mujeres docentes e investigadoras en el espacio universitario y científico de
Palabras clave: ciencia - universidad – género – historia
oral
ABSTRACT
Entering and remaining in
academia and science. Women teachers and researchers of the Universidad Nacional de Rosario
This investigation analyzes the
process of insertion of a small group of researchers women in the scientific
and academic space of the National University of Rosario in the decade of ’90.
It will be centered specially in making the obstacles visible that are present
in the academic spaces and of investigation, and that they prevent that these
women can develop their professional race totally. The theory of gender and
oral history will work as supports theoretical and methodological of the study.
Because it wants to present other aspects like the private world, the
perceptions and the experiences of these women.
Key words: science –
university – gender – oral history
Recibido: 31/03/09
Aceptado: 22/07/09
Versión final: 19/08/09
Notas
(*) Profesora en Historia (Facultad de Humanidades y
Artes. Universidad Nacional de Rosario). E-mail: gisel_figueroa
@hotmail.com
[1] THUILLIER, Pierre, El saber ventríloco. Como habla la cultura a
través de la ciencia, FCE, México, 1995, p. 7.
[2] MAFFIA, Diana, “Feminismo y epistemología:
¿tiene sexo el sujeto de la ciencia?”, en: Feminaria, Año VI, Nº 10, Bs.
As., 1993, p. 13.
[3] THOMPSON, Paul, “Historia oral y contemporaneidad”,
en: Anuario, Historia, memoria y pasado
reciente, Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad
Nacional de Rosario, 2005, Nº 20, p. 15.
[4] PORTELLI, Alessandro, “El uso de la entrevista
en la historia oral”, en: Anuario, Historia, memoria y pasado
reciente, op. cit.;, p. 39.
[5] VAN CASTEELE, S. y VOLEMAN, D., “Fuentes
orales para la historia de las mujeres”, en: RAMOS ESCANDON, Carmen, Género e historia: la historiografía sobre
la mujer, Instituto Mora, México, 1997, p. 102.
[6] BOCK, Gisela, “La historia de las mujeres y la
historia del género. Aspectos de un debate internacional”, en: Historia Social, Valencia, 1991, Nº 9,
p. 61.
[7] RODRÍGUEZ GÓMEZ, Roberto, “La universidad
latinoamericana y el siglo XXI”, en: TORRES, C., A. (comp.), Paulo Freire y la agenda de la educación
latinoamericana en el siglo XXI, CLACSO, Bs. As., 2002.
[8] BONACCORSI, Nélida, “El trabajo femenino en su
doble dimensión: doméstico y asalariado”, en:
[9] BONDER, Gloria, “La igualdad de oportunidades
para la mujer: una meta para la renovación educativa en América Latina”, en:
BONDER, G. (comp.), Igualdad de
oportunidades para la mujer: Un desafío a la educación latinoamericana,
Ministerio de Cultura y Educación, Agosto de 1994, p. 62.
[10] El Centro Científico Tecnológico Rosario (CCT-Rosario) se creó en 1979 con el nombre de Centro Regional de Investigación y Desarrollo Rosario (CERIDER) y adquirió su denominación actual en el año 2007 cuando se llevó a cabo una reestructuración organizativa en CONICET. Este centro se enmarca en un proyecto de CONICET que se inicia en el año 1971 con el objetivo de descentralizar la investigación en el país.