Los trabajadores telefónicos en la Argentina menemista.
Una mirada regional a la privatización (resistencias y nuevas
condiciones de trabajo): FOETRA Rosario
Agustín Prospitti[1]
y Gerónimo Aguilar[2]
(UNR - UNER - ISHIR/CONICET, aprospitti@gmail.com
/ UNR, geronimoaguilar4@gmail.com)
El 9 de noviembre de 1990
el presidente justicialista Carlos Menem concretó la privatización de ENTel, la
primera de las grandes empresas del Estado en sufrir el traspaso a manos
privadas, a partir de la Ley de Reforma del Estado Nº 23.696 que habilitó la
privatización de las empresas públicas.
La firma estatal, responsable de
brindar el servicio telefónico al 95 por ciento de la población del país, fue
transferida de manos públicas a las empresas privadas Telefónica Argentina y Telecom
Argentina. Desde ese momento, la planta de empleados en las mismas disminuyó a
casi la mitad: en 1989 eran 45 mil telefónicos, en 2010 alcanzan a sumarse los
10 mil en Telefónica y otro tanto en Telecom. Los “ex ENTel” no llegan a 3 mil.
Obviamente este resultado fue el producto de la implementación de mecanismos de
flexibilización laboral, revertidos modestamente desde el año 2003.[3]
En el presente trabajo nos
proponemos realizar un análisis de tipo exploratorio sobre las posiciones de
resistencia esgrimidas por el gremio de los trabajadores telefónicos a la
privatización de ENTel, a partir de la experiencia de lucha de los telefónicos
rosarinos, de su intento frustrado por frenar la privatización, y de los
cambios laborales y gremiales que conllevó para los mismos la posterior gestión
privada en la empresa de telecomunicaciones.[4]
Para ello realizaremos una breve caracterización de la coyuntura en la que se
produjo el ciclo privatizador que afectó a los telefónicos, seguido de un
sucinto recorrido por la formas de la organización gremial de los mismos, como
estrategias que en tanto contextualizadoras nos permitan un comprensión mas
global, para finalmente encarar el análisis de caso, sostenido sobre
documentación gremial y muy particularmente con entrevistas a militantes y
dirigentes rosarinos como mecanismo que nos permita acercarnos al siempre
elusivo campo de las experiencias de los actores.
I. Las transformaciones estructurales del menemismo a partir
de las privatizaciones y la reconversión productiva. El contexto
económico-político en la era neoliberal
Para comprender el marco
general en el que los trabajadores emprendieron su respuesta frente a la
privatización de la empresa estatal de telefonía[5]
es imprescindible analizar la orientación de los cambios económicos
estructurales de los años noventa en la Argentina, la aceptación social activa
o pasiva de la enajenación del patrimonio estatal y el transformismo del
programa menemista[6] –de
revolución productiva y el salariazo a neoliberalismo- es necesario analizar
previamente las cartas en juego y los desenlaces de las crisis
hiperinflacionarias de 1989 y 1990.
El carácter excepcional de
aquellas es el resultado de las tensiones intrínsecas de la propia composición
del bloque de poder, que sustentó la política económica de la valorización
financiera impuesta por la dictadura militar y consolidada en la década de la
primavera democrática. En el interior de dicho bloque se encontraban en pugna
los acreedores externos de la Argentina, a través de los organismos
internacionales de crédito que eran sus representantes políticos, con el
capital interno, es decir los grandes grupos económicos locales y los
conglomerados extranjeros. Aquellos se veían desfavorecidos por la hegemonía de
estos últimos, que los relegaba a un segundo lugar cómo fracción dominante del
capital dentro del patrón de generación de riqueza por la vía financiera.[7]
Tanto 1989 como 1990
manifestaron una crisis de acumulación y los límites de la estrategia económica
sostenida en la matriz financiera, dado que no se podía continuar pagando los
intereses y los programas de capitalización de la deuda externa y, al mismo
tiempo, sostener los subsidios implícitos en los regímenes de promoción
industrial, mantener los sobreprecios a los proveedores estatales y enfrentar
los intereses de la deuda interna. Es decir no se
podía seguir transfiriendo la misma cantidad de recursos públicos hacia el
capital extranjero y al interno, las dos fracciones del capital del bloque de
poder.
Luego de casi cinco años
del lanzamiento del Plan Baker de renegociación de la deuda, los bancos
acreedores no lograban avanzar en la privatización de empresas estatales para
resarcirse del capital adeudado y tampoco habían percibido los intereses y las
amortizaciones de capital por la moratoria de “hecho” de la deuda externa
instaurada en 1988. En 1989 se produce una corrida cambiaria, respondiendo a la
pugna entre los organismos internacionales de crédito por conducir el proceso
de negociación priorizando las políticas de ajuste o de reformas estructurales.[8]
El hecho de que los
acreedores externos hayan recurrido a su poder de provocar conmociones
económicas y sociales para modificar una situación que les era adversa es
propio de su incapacidad de moldear el sistema político a su “imagen y
semejanza”, ya que el control de éste lo detentaba la fracción del capital
local, mediante el régimen del transformismo argentino. Esta crisis de
acumulación trae como correlato la crisis política de la salida anticipada de
Raúl Alfonsín del gobierno y la entrega del mismo a Carlos Menem en 1989.
El nuevo presidente impulsó
el llamado plan económico Bunge y Born, que buscaba superar la crisis económica
encolumnando detrás del gobierno a la oligarquía diversificada mediante una
salida “exportadora”, sustentada en un ajuste ortodoxo, devaluando la moneda
nacional, incrementando tarifas de servicios públicos y estableciendo acuerdo
de precios y congelamiento salarial. Este programa incrementaba la apropiación
del excedente de los ingresos de los sectores populares por parte de la
fracción del capital local y postergaba las exigencias de los acreedores
externos al no plantearse la reanudación inmediata del pago de obligaciones
derivadas de la deuda externa.[9]
No obstante
este programa económico del gobierno mostró su impotencia. En el tercer
trimestre de 1989 los acreedores externos -que habían comenzado teniendo un
papel más relegado que en el gobierno radical- obligaron a esa misma conducción
económica a poner en marcha las políticas más transcendentes de esta etapa, la
mencionada Ley de Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Económica. La
primera le otorgó al Poder Ejecutivo todo tipo de facultades para llevar a cabo
las privatizaciones de las empresas públicas, y de esta manera viabilizar así el
pago del capital de la deuda externa a través de la venta de los activos
públicos. La segunda ley propuso acotar drásticamente las transferencias del
sector público a la fracción del capital local mediante los regímenes de
promoción industrial que impedían el pago de intereses de la deuda externa por
parte del Estado. De esta manera el capital acreedor externo logra torcer el
brazo al capital interno, en un episodio más de la pugna dentro del bloque de
poder.[10]
Por lo tanto, ya concluida
la gestión de Bunge y Born que pretendía unificar la oligarquía diversificada y
postergar las exigencias de la banca acreedora, la nueva conducción económica
asumida por el ministro Erman González intentó doblegar la hiperinflación
sentando las bases para compatibilizar los intereses de ambas fracciones del
capital, pero respetando los lineamientos centrales exigidos por los acreedores
externos.
A lo largo de este proceso
ambos integrantes del bloque dominante acordaron implementar dos modificaciones
estructurales que eran una exigencia de la banca acreedora: la transferencia de
activos estatales a manos privadas y la apertura comercial. Es decir, el
capital acreedor externo consideró necesario la capitalización de la deuda que
tenía pendiente y ante la cual podría recuperar el valor de su inversión
monetaria ingresando en las empresas que en ese momento eran del Estado. Por su
parte, el capital local también observó en esa transferencia de bienes a manos
privadas la oportunidad para incrementar sus activos y una gran rentabilidad
potencial.
Por lo tanto, una vez
pasado el segundo pico hiperinflacionario, se redobla el ajuste mediante una
reducción drástica del empleo estatal y de las transferencias a los proveedores
de bienes estatales. La disminución del personal se sustentó en la reforma de
la Administración Pública mediante los retiros “voluntarios”. La otra medida
trascendente para la economía, a modo de apertura económica, fue la imposición
del máximo arancelario del 22% lo cual tendió a deprimir la inflación con el
costo de desalentar la economía interna y achicar los puestos de trabajos.[11]
Aquí marcamos un punto de
referencia para nuestro trabajo, ya que nos remite directamente a la cuestión
de la privatización de las empresas estatales y por lo tanto abarcó al caso de ENTel.
Visto la decisión del Estado de realizar las alianzas con las fracciones
dominantes del bloque de poder, la posibilidad de que la política económica
impulsada por los acreedores externos lograra una base de sustentación
implicaba modificar la estructura de ingresos fiscales. Esta modificación podía
ser en detrimento de la masa salarial total o de los sectores de altos
ingresos, entre los que se encontraba la oligarquía diversificada. O bien,
podía haberse hecho a través de nuevos recortes de gasto, pero ligados
únicamente a los asalariados estatales y a las economías regionales. Esta
última fue la medida más trascendente de corto plazo, pero hacia adelante el
modelo de acumulación iría también por parte del excedente de los asalariados.
Tales medidas, junto a la
desregulación de la economía local y a la reforma del Estado, respondían a la
intención de satisfacer los intereses de los sectores dominantes pero no
calmaban la agitación económica. En otro sentido, las políticas del Plan de
Convertibilidad, constituido por un nuevo esquema cambiario y monetario de tasa
fija, tenían un origen directo en la necesidad de detener el proceso
inflacionario. Éste solo pudo ser interrumpido una vez establecidas las
directrices económicas de largo plazo, cuando comenzaron las negociaciones por
el Plan Brady que dio lugar a un indiscriminado ciclo de endeudamiento externo
y fuga de capitales al exterior.
Este escenario de crisis y
transformaciones económicas tuvo un efecto de fuerte disciplinamiento sobre la
conducta social. Ahora bien, estos cambios económicos estructurales promovidos
por la corriente neoliberal, tuvieron muy variadas respuestas desde el
movimiento obrero, por lo cual es pertinente y necesario el abordaje de las
mismas desde estudios de casos regionales y por áreas de actividad económica.
Reconocer esta heterogeneidad implica un abordaje desde una mirada
retrospectiva que revise las tradiciones y formas de organización de los
sindicatos. Por ello, a continuación analizamos las prácticas sindicales de los
telefónicos desde sus orígenes para brindar elementos a la comprensión de las
diferentes posturas sindicales esgrimidas frente a la privatización de ENTel.
II. Los
trabajadores telefónicos y su organización sindical
Si bien las primeras luchas de los trabajadores
vinculados a los servicios de la comunicación se remontan hacia fines del Siglo
XIX, la etapa de organización y agremiación de los trabajadores de las
telecomunicaciones en la Argentina comenzó en 1919 con la “Federación Argentina
de Telefonistas”. Esta forma de agrupamiento de los trabajadores telefónicos en
sindicatos locales de primer grado, que gozaban de autonomía legal,
organizativa y financiera, se complementó con su filiación a una estructura
gremial de segundo grado, la federación que detentaba un poder de
representación en el plano nacional delegado por aquellos.[12]
El activismo gremial telefónico
recorrió un periplo de luchas contra la patronal, reflujos y reorganizaciones,
que lo llevó en 1928 a transformarse en Federación Obreros y Empleados
Telefónicos (FOET), destacándose Luis Gay como uno de sus más importantes
dirigentes. Luis Gay se dedicó a propiciar la creación de sindicatos
telefónicos en todo el país. De este modo, poco antes de la caída de Hipólito
Yrigoyen, en 1930, los telefónicos santafesinos llevaron adelante una
extraordinaria lucha de 74 días.[13]
Ya en tiempos de la dictadura, en 1932, los trabajadores de FOET fueron
protagonistas de una huelga histórica: 52 días. La lucha fue extremadamente
dura contra las continuas provocaciones y despidos de la Unión Telefónica. Los
trabajadores llevaron adelante medidas de todo tipo, desarticulando por
completo las comunicaciones en la Argentina, a tal punto que en una audaz
acción lograron incomunicar a la Casa de Gobierno. Gay, despedido desde hacía
tiempo, siguió siendo el líder indiscutido en aquellos años muy duros.
En la segunda mitad de la década del
treinta, cuando el movimiento obrero argentino se dividió, Gay se destacó como
referente de la Unión Sindical Argentina (USA). Ya en 1944, en un intento por
agrupar a los sindicatos telefónicos de todo el país, se fundó la Federación
Obrera de Telecomunicaciones de la República Argentina (FOTRA), que será
protagonista del ascenso y llegada al poder del por entonces coronel Juan
Domingo Perón.[14]
A partir de la llegada del peronismo al
poder, los cambios promovidos por el gobierno en material laboral, en las
relaciones con los trabajadores, y con la nacionalización del servicio
telefónico el 18 de marzo de 1948 a través de la Empresa Mixta Telefónica
Argentina (EMTA) que poco tiempo mas tarde se denominará Teléfonos del Estado,
transformó a la empresa en una compañía líder en América Latina en el rubro de
las telecomunicaciones.[15]
Estos cambios impulsaron el
relanzamiento de la herramienta gremial que reunía a todos los trabajadores de
las telecomunicaciones del país en la Federación de Obreros y Empleados
Telefónicos de la República Argentina (FOETRA), creada el 20 de abril de 1950.
En Rosario, si bien los telefónicos ya contaban con un local propio para 1953,
la histórica sede de calle Dorrego 733, la personería como asociación
profesional de primer grado -FOETRA Rosario- la obtuvieron recién en febrero
del ’58.
Con el golpe de estado de septiembre de
1955 se produjeron un conjunto de cambios profundos en la sociedad argentina.
En enero de 1956, la Revolución Libertadora creó la Empresa Nacional de
Telecomunicaciones (ENTel). Paralelamente se modificaron las relaciones entre
el Estado y los sindicatos, con el objetivo de desperonizar las estructuras
gremiales.[16]
Los dirigentes telefónicos de
extracción peronista son perseguidos y encarcelados y el sindicato queda en
manos de militantes de izquierda aliados de la dictadura. Sin embargo, como
respuesta a las políticas anti obreras de la Libertadora se organizó la
resistencia peronista. En este marco, en el año ‘57, el gremio telefónico
atravesó por un conflicto que se destacó por la perseverancia en la lucha
contra todas las dificultades, llevó adelante una huelga por mejoras salariales
que conmueve al país y promovió la participación de otros sindicatos. Como
respuesta a este duro conflicto con el gobierno los trabajadores telefónicos
son reprimidos y el sindicato pierde su personería gremial.[17]
Aún así, los trabajadores continuaron
con su lucha y, pese a que finalmente se declinan las acciones por la presión
represiva del gobierno, dejaron en claro que -aun en un tiempo en el que los
trabajadores se enfrentaban a un gobierno enemigo de sus aspiraciones- era
posible plantear un escenario de enfrentamiento y lucha por los derechos
obreros.
En 1958 comenzó la normalización del
sindicato que se va a perfilar, desde entonces, como una organización de clara
impronta combativa. Asimismo, se crea FOETRA Buenos Aires, que fue cobrando un
rol protagónico en las luchas telefónicas, por un lado, contra las dictaduras y
los sucesivos intentos de romper la unidad del sindicato a través de
organizaciones pretendidamente gremiales, manejadas por la patronal y
destinadas a minar el espíritu de lucha de los trabajadores. Por el otro,
fueron partícipes del esfuerzo por conseguir el regreso de Perón y en los
enfrentamientos internos de la CGT.
En 1968, emergió la figura de un
dirigente joven, proveniente de los Talleres Ciudadela: Julio Guillán[18],
quien se convirtió en una de las caras destacadas de la CGT de los Argentinos,
un emblema de la resistencia sindical anti dictatorial. Por esos años, el
sindicato telefónico planteó con firmeza su oposición a los diferentes -y
todavía tibios- intentos de privatización periférica de algunas áreas de ENTel.
En la década del setenta, los
trabajadores telefónicos participaron de las luchas populares. Antes y después
del regreso de Perón, FOETRA dejó en claro cuál era su postura al interior del
movimiento obrero: combativa y antiburocrática. Y esa tendencia fue duramente
perseguida por la dictadura de 1976, que encarceló y provocó la desaparición de
decenas de trabajadores telefónicos.
A partir del 24 de marzo de 1976 se
vieron afectadas todas las conquistas trabajosamente conseguidas con años de
lucha por la clase obrera. Pese a la cárcel que sufren sus principales
referentes, los trabajadores de ENTel decidieron poner en marcha un plan de
lucha en 1977 por la defensa de la jornada de siete horas, a pesar de la feroz
represión que sufría en su conjunto el movimiento sindical. En silencio, pero
con firme decisión, miles de trabajadores se retiraban de sus puestos luego de
cumplir la séptima hora de trabajo.
La dictadura pretendió, en un
principio, restarle importancia a la protesta, pero cuando se hizo evidente la
fortaleza de los trabajadores, despidió a tres mil trabajadores, algunos de los
cuales fueron secuestrados semanas más tarde. Con el gremio en manos de
dirigentes cómplices del poder, los trabajadores aún resistían y, desde la clandestinidad,
lucharon por la defensa de la empresa estatal.[19]
III. La experiencia de lucha de los obreros telefónicos ante la
privatización de ENTel
El destino de la empresa
estatal de telecomunicaciones y de su personal estuvo atravesado a partir de
los años ‘80 por las profundas dificultades económicas que sufrió el país. La
estrangulación del peso de la deuda externa sobre el presupuesto público y las
dificultades de crecimiento macroeconómico llevaron al gobierno de Raúl
Alfonsín a proponer una política privatizadora -bajo el formato de empresas
mixtas- impulsada por el Ministro de Obras y Servicios Públicos de la Nación
Rodolfo Terragno, que finalmente y ante la resistencia de los sindicatos y
trabajadores no fue implementada. Para el caso de ENTel se planteó avanzar en
un acuerdo con la firma Telefónica de España.[20]
Los sindicatos telefónicos rechazaron
la posible privatización de una parte del paquete accionario de dicha firma y
se movilizaron buscando demostrar la vocación de
defender el carácter nacional de la misma, frente a aquellos sectores de la
sociedad que se veían seducidos por el discurso eficientista de los operadores
privados.[21] Pero al
poco tiempo de esta defensa sobre el carácter público de la misma, la empresa
comenzaría a ser saboteada para favorecer su venta y generar un clima de
consenso privatista en la sociedad.[22]
Con la llegada de Carlos Menem a la
presidencia, luego de la crisis híperinflacionaria que provocó la salida
anticipada del gobierno de Alfonsín, parecía que se aventaban los fantasmas
enajenadores del patrimonio público, ya que su propuesta de campaña prometía
una “revolución productiva y salariazo”, e incluso en reuniones con los
representantes de los trabajadores telefónicos, el entonces candidato riojano
había afirmado que no sería necesaria la privatización de ENTel.[23]
Pero al poco tiempo de asumir la
presidencia, Menem dio un giro copernicano en sus planteos pre-electorales
-como ya fuera desarrollado anteriormente- y a través de un acuerdo con el
ultra liberal partido de la Unión del Centro Democrático (UCeDe) implementó una
política neoliberal de reforma del Estado y apertura del mercado local que fue
acompañado de una profunda ola privatizadora.
Una de las primeras empresas apuntadas
para traspasar a manos de capitales privados fue ENTel. En noviembre de 1989 se
hace cargo de la empresa en carácter de interventora la Ing. María Julia
Alsogaray (hija de Álvaro Alsogaray, fundador de la UCeDe) con la meta de
allanar el camino para llevar a cabo la privatización.
Ante la firme decisión manifestada por
el gobierno de avanzar con la venta de ENTel se produce un profundo debate
gremial al interior de los dirigentes de los sindicatos telefónicos, que los
lleva a una fractura al adoptar posturas antagónicas pivoteando entre el rechazo
explícito o el apoyo total a la iniciativa del gobierno.
Una de las posiciones, la del histórico
dirigente Julio Guillán referenciada con la conducción de la federación
nacional, consideraba inevitable aceptar la privatización con el argumento de
defender el salario de los trabajadores. Por su parte FOETRA Buenos Aires
rechaza de plano la intentona privatista.
En FOETRA Rosario, se plantea esa
discusión en todas las agrupaciones gremiales de telefónicos, generándose una
división al interior de cada una de ellas por la postura a adoptar frente a las
privatizaciones.[24]
En cuanto a la dirección del sindicato
telefónico en Rosario, si bien sus dirigentes tenían buenos vínculos con Julio
Guillan por la identificación con la histórica Lista Marrón, actuaban autónomamente:
“estábamos en una situación muy delicada, de debate permanente, de diseño de
estrategia, de un camino que lo pudieran transitar los compañeros de base. Pero
enfrente o por arriba teníamos a la Federación Nacional que estaba acompañando
la política nacional […] Fue fuerte. Porque de golpe el referente máximo que
teníamos lo vimos ocupando una posición en la cual, sabíamos que el pretendía
defender los intereses del gremio, pero la voluntad política podía más que eso.
Y de alguna manera lo iba a sobrepasar. Confiábamos en Guillán, pero sabíamos
que de alguna manera iba a caer engañado en las políticas nacionales”.[25]
Finalmente en FOETRA Rosario se
manifiestan en contra de la medida y lo someten a una asamblea que decide
también rechazar la iniciativa del gobierno. En ese marco se constituyó una
intersindical de gremios telefónicos para luchar contra la privatización de ENTel.
La identificación de los trabajadores con la empresa estatal era muy fuerte y
los trabajadores se declararon en estado de alerta y movilización, buscando
manifestar a través de diferentes estrategias el descontento con la avanzada
contra el patrimonio nacional.[26]
La forma que adquirió la lucha contra
la privatización se desprendió de los conflictos que devinieron del
enfrentamiento contra la intervención de ENTel por el convenio colectivo y los
reajustes salariales. A principios de 1990 FOETRA Buenos Aires emprende un plan
de lucha que incluye la huelga. Esta medida fue declarada ilegal por el
gobierno y sancionada con despidos ante la negativa de los trabajadores de
dejar sin efecto la protesta.[27]
El sindicato FOETRA Buenos
Aires conducido por Héctor Esquivel se opuso tenazmente a la privatización,
desatando en agosto del `90 una huelga por tiempo indeterminado que fue
doblegada luego de arduos enfrentamientos con el Estado. Frente a la separación
de FOETRA Buenos Aires de la Federación de Obreros, Empleados y Especialistas
de los Servicios e Industrias de las Telecomunicaciones de la República
Argentina (FOEESITRA), y la paralización de la central sindical, la
intervención endureció su posición solicitando el 6 de septiembre el concurso
de las Fuerzas Armadas para restablecer el servicio -operando como
telefonistas-, y continuó despidiendo empleados de ENTel (el ejército y la
gendarmería debieron hacerse cargo del servicio de operadores de larga
distancia por orden del poder ejecutivo). Esta medida de los trabajadores
cuestionaba tanto las características de la privatización, como las reformas
económicas estructurales que buscaba implementar el menemismo.
El gobierno respondió a ese
desafío de los trabajadores telefónicos con el Decreto Nº 2180/90 que
restringió severamente el derecho de huelga de los trabajadores de servicios
públicos, suspendiéndose a pedido de la interventora cincuenta de los ciento
diez artículos del convenio laboral telefónico. También amenazó con quitar la
personería al gremio y comenzó con una política de cesantías que llegaría a 400
trabajadores, entre ellos la mayoría de los delegados del sindicato bonaerense.[28]
Por otra vía el gobierno
eligió aliados provenientes de la propia actividad gremial para socavar el
conflicto y las trabas a la iniciativa oficial, nombrando a Julio Guillán como
Secretario de Comunicación del Estado.
Por su parte, en Rosario
como ya fue mencionado se decidió rechazar la privatización, aunque fueron muy
cautos en las medidas a adoptar porque los trabajadores eran conscientes del
malestar en la ciudadanía por el funcionamiento de la compañía. Para Claudio
Cesar, actual titular del Sindicatos de Trabajadores de las Telecomunicaciones (SITRATEL)
Rosario: “Los clientes nos peleaban con los discursos de Doña Rosa / Neustardt
operador emblema de esos tiempos, los medios direccionaban la forma de pensar”.[29]
En el mismo sentido el Secretario Adjunto de FOETRA Rosario en esos años
reafirma: “llegamos a salir contra la privatización en soledad con respecto a
la sociedad [...] Porque el proceso previo a la privatización fue de no hacer
nada desde la empresa. No había insumos, se empezó a degradar el servicio. Se
percibía la agresión social en cuanto a las críticas.[30]
Dentro de la misma postura
opositora que FOETRA Buenos Aires, el sindicato de telefónicos de Rosario
adopta una posición táctica diferente al horizonte de los conflictos planteado
desde aquella entidad gremial. Cuando la intervención dictó la conciliación
obligatoria y declaró ilegal la continuidad de la huelga, en Rosario levantaron
las medidas de fuerza, conservando el estado de alerta y movilización, mientras
que en el distrito bonaerense continuaron tenazmente con los paros.
En relación con la actitud
de los telefónicos rosarinos, si bien no fueron a un paro por tiempo
indeterminado, ello no implicó que no hubiera un ánimo de participación para la
defensa de la compañía estatal de telecomunicaciones. Los empleados rosarinos
no sólo manifestaron su oposición a las medidas oficiales, sino que había un
alto grado de participación y movilización, con asambleas multitudinarias y
jornadas de protesta y deliberación. A su vez se recurrió desde la conducción
del sindicato a las tradicionales formas de consulta a las bases para tomar la
decisión de la estrategia gremial para enfrentar la privatización, destacándose
el respeto por el pluralismo de posiciones que caracterizaba a la estructura
sindical desde sus orígenes.[31]
El Secretario General del
gremio en 1990, Luis Romaní, destaca la táctica que evito las cesantías durante
la resistencia a la privatización y las particulares formas de manifestar el
descontento o el paro sin caer en la ilegalidad: “Nosotros sabíamos en la
Comisión Directiva que la administración de María Julia Alsogaray planteaba
cuatro conflictos grandes: Capital Federal, involucrando al sindicato Capital,
y en el interior Córdoba, Mar del Plata y Rosario, y entendíamos que se buscaba
llevarnos al conflicto para tomar medidas ejemplificadoras para el resto. Por
eso cada paso que dábamos íbamos midiendo eso. Estaba el estado deliberativo en
asamblea, que nadie entendía que era. Al Ministerio de Trabajo le pasábamos
eso. Terminamos haciendo un paro, con una movilización muy grande, con el
acompañamiento de mucha gente, de los trabajadores, pero muy poco por la
ciudadanía”.[32]
Pese a los intentos de rechazar la
privatización, la misma se tornó inevitable por la relación de fuerzas
desfavorable que tenían los trabajadores telefónicos y el consenso social que
acompañaba la medida oficial. Desde el sindicato de Rosario se reconoce la
derrota pero a su vez sus dirigentes plantean que en el momento de la
privatización pudieron evitar las cesantías y despidos masivos, aunque
reconocen que el período posterior fue muy duro y desventajoso para los
trabajadores.
IV. Nuevas condiciones de trabajo en una empresa privatizada
Tanto la privatización como
el convenio colectivo de trabajo firmado en el ‘92 constituyen dos capítulos de
una misma derrota de los trabajadores por evitar el avance de la política
neoliberal en la actividad de los servicios telefónicos.
Tras el discurso de la
modernización, los nuevos prestadores privados del servicio escondían sus objetivos
de ajuste de personal, aumento de las horas de trabajo, polivalencia en las
tareas a desarrollar por los empleados, en síntesis la implementación de las
políticas de flexibilización laboral que se estaban implementando a nivel
internacional a partir de la ola neoconservadora que impulsó el Consenso de
Washington.
Antes de la venta de la
compañía, en Rosario y zonas de influencia se contaban en las filas de los
telefónicos nucleados en FOETRA Rosario a 4528 afiliados activos, que se
redujeron en menos de una década a la mitad.[33]
Además en el nuevo convenio se pasa de 7 a 8:15 hs de trabajo, las vacaciones
de días hábiles a corridos, se eliminó la carrera de especialidad y los
ascensos por antigüedad pasaron a estar digitados por los jefes, se eliminaron
los concursos, desapareció la comisión de reclamo local, el título técnico que
se abonaba pasó a ser una suma fija que nunca se aumentó, la antigüedad se
convirtió en un monto congelado, se perdió el día del telefónico.[34]
A su vez, frente a trabajadores con una
tradición importante de sindicalización y organización -como mostraron los
sucesos de Agosto/Septiembre de 1990 que acompañaron a la privatización- y la
negativa del sindicato de negociar el "proceso de modernización" en
los términos planteados por los nuevos propietarios y el gobierno, las empresas
gestionaron unilateralmente el proceso de cambio, concentrándose en debilitar
la organización gremial y su capacidad de resistencia. De esta manera, la
reestructuración tomó un perfil autoritario desplazando por diversos mecanismos
al sindicato de las antiguas instancias de negociación.[35]
Esta política implicaba la necesidad de
producir un nuevo perfil de trabajador que significara un quiebre con la
historia previa de ese colectivo de trabajo. La forma de gestión de los
recursos humanos que ahora incentivaban las empresas significaba una
reconversión cultural y una nueva actitud frente al trabajo, donde la
experiencia laboral y gremial de los trabajadores de la ex ENTel implicaba
diversos grados y tipos de resistencia que se constituían en una traba. Se
comenzaba a gestar una profunda transformación en las relaciones laborales.[36]
Como lo manifiesta Jorge Aquino: “Los
de ENTel pasamos a ser los verdes y los nuevos los azules (esto por la
vestimenta de las dos empresas) éramos mala junta y mucho más aún si eras
militante, algunos compañeros quisieron hacer carrera, olvidando sus orígenes y
fueron a los primeros que rajaron, pagándoles por los servicios prestados”.[37]
Por otro lado, este cambio cualitativo
se debía acompañar de un ajuste cuantitativo de la plantilla permanente de
planta. Para ello se implementaron una serie de mecanismos que indujeron al
"retiro voluntario" a más de 20.000 trabajadores a nivel nacional
entre 1990 y 1999. Paralelamente se produjo una sustitución de parte de ese
personal de la planta permanente por trabajadores bajo diversas formas no
tradicionales de contratación[38]
(pasantes, contratos temporarios de jóvenes), a lo que debe agregarse un
creciente proceso de externalización, fundamentalmente en la parte operativa, a
partir de la subcontratación de servicios y de personal.[39]
En Rosario Telecom aplicó cambios
progresivos, a diferencia de lo hecho por Telefónica, no hubo despidos masivos
y las cesantías fueron encubiertas por la presión que se ejercía para inducir a
los retiros voluntarios. Como plantea Di Pato: “Fue una derrota política, y de
eso no se sale tan fácil. Y los compañeros estaban muy golpeados. Había un
rechazo a los retiros. Pero la empresa te empezaba a marginar, a separar, a no
darte laburo. Te producía una persecución psicológica. Acá en Rosario, en un
sector de reparación murió un compañero. La presión era que había que reducir.
Al compañero le dio un aneurisma. Hay una compañera que se suicida, que se tira
del edificio de Rioja y Paraguay”.[40]
La
gestión privada de la empresa de telecomunicaciones promovió un nuevo concepto
en las relaciones laborales basado en la innovación tecnológica y en los
cambios en la organización del trabajo. Las consecuencias sobre los
trabajadores fueron la introducción de la polivalencia, una gran fragmentación
en el colectivo trabajador, un sistema de achicamiento de plantel a través de
retiros voluntarios, distintas formas de precarización (pasantías) y
terciarización laboral, una situación de competitividad dentro de la compañía a
través de un sistema de premios por productividad, como distintas formas de
implementar la flexibilización laboral en la actividad.
Reflexiones
finales
La resistencia a la privatización de ENTel
por parte de los trabajadores se desarrolló en un marco histórico de pérdida de
poder global de la clase obrera y de cambios estructurales en la Argentina que
contaron con el consenso de la sociedad por el efecto disciplinador de los
picos hiperinflacionarios que demandaban una cierta “normalidad” a la economía,
y el sabotaje y vaciamiento de las empresas del Estado que permitieron la venta
de los recursos públicos a manos privadas.
Como vimos, en el caso de FOETRA
Rosario pudimos advertir las particularidades locales en las posiciones
asumidas por el gremio, que si bien tenía un lazo de identidad con la línea del
dirigente Guillán y la histórica Lista Marrón, adoptó una postura de rechazo a
la enajenación de ENTel por la identificación de sus trabajadores con la misma,
mas cercana a la postura de Esquivel, el titular de FOETRA Buenos Aires. Ello
marcó una profundización en la división gremial al interior de los gremios
telefónicos, que llevó a los dirigentes telefónicos rosarinos a recurrir a la
práctica asamblearia para definir los posicionamientos a seguir. En este
camino, se fue generando una postura propia, diferenciada de la posición
oficialista privatizadora de Guillán y de la oposición más intransigente de
Esquivel.
Si bien la posición del gremio
telefónico rosarino fue el rechazo a la privatización, cuando el proceso
parecía inevitable FOETRA Rosario direccionó la estrategia hacia un planteo
defensivo para resguardar los puestos de trabajo, a diferencia de lo ocurrido
con FOETRA Buenos Aires donde la rigidez extrema en el sostenimiento de la
huelga llevó a duras consecuencias sufriendo despidos masivos.
No obstante, la derrota ante los
objetivos del capital fue muy profunda para todos los trabajadores telefónicos
del país, ya que los dirigentes gremiales no lograron impedir la pérdida de
derechos laborales, la introducción de la flexibilización laboral y las
cesantías encubiertas tras el formato de retiros “voluntarios”.
Cuando llegó el final del conflicto por
la resistencia a la privatización, el menemismo tuvo en claro que abría
definitivamente las puertas para el desguace del Estado empresario. La derrota
del sindicato telefónico y la posterior venta de ENTel allanaron el camino para
que el gran capital imponga una nueva identidad laboral, ligada al aumento de
productividad requerido por las privatizadas.
RESUMEN
Los trabajadores
telefónicos en la Argentina menemista. Una mirada regional a la privatización
(resistencias y nuevas condiciones de trabajo): FOETRA Rosario
En
el trabajo nos proponemos realizar un análisis de tipo exploratorio sobre las
posiciones de resistencia esgrimidas por el gremio de los trabajadores
telefónicos a la privatización de ENTel, recuperando la experiencia de lucha de
los telefónicos rosarinos, y los cambios laborales y gremiales que conllevó para
los mismos la posterior gestión privada en la empresa de telecomunicaciones.
Palabras clave: trabajadores telefónicos - privatización de ENTel – resistencia
ABSTRACT
The
telephone workers in the Menem Argentina. A regional look at privatization (resistors
and new working conditions): Rosario FOETRA
At work we intend to perform
exploratory analysis on the positions of resistance put forward by the union of
telephone workers to the privatization of ENTel, recovering the fighting
experience of Rosario telephone workers, and labor unions and changes that led
to the themselves back in the privately run telecommunications company.
Key
words:
telephone
workers - privatization of ENTel - resistance
Recibido: 01/03/2014
Evaluado: 10/05/2014
Versión final: 10/07/2014
Notas
[1]
Lic. y Dr. en Ciencia Política, docente en la carrera de
Ciencia Política (Facultad de Facultad de Ciencia Política y RRII. Universidad
Nacional de Rosario) y en la carrera de Ciencia Política (Facultad de Trabajo
Social. Universidad Nacional de Entre Ríos). Becario Posdoctoral CONICET en el
ISHIR-CESOR (CCT Rosario).
[2]
Estudiante de la
carrera de Historia. Escuela de Historia. Universidad Nacional de Rosario.
[4] Si bien no hay una producción extensa sobre el enfoque
local planteado para este trabajo, debemos mencionar algunos aportes valiosos
como los de BENETTI, María Gabriela y MONSERRAT, María Alejandra “De ENTel a
Telecom o de lo público a lo privado en el sector telefónico”. En Cuadernos del Ciesal, Año 6 – Nº 6-7/
1999-2000 Primer Semestre, Rosario 2000; IRIGARAY, Jorge Raúl “Privatizaciones.
Rol del sindicalismo. Caso analizado: FOETRA”. En Cuadernos del Ciesal, Año 6 – Nº 6-7/ 1999-2000 Primer Semestre,
Rosario 2000.
[5] Para un análisis del proceso de privatización de los
servicios públicos y en particular de la telefonía Cfr: BOCCO, Arnaldo y
MINSBURG, Naum (Ed.). Privatizaciones.
Reestructuración del Estado y la Sociedad. Del Plan Pinedo a “Los Alsogaray”.
Ed. Letra Buena, Bs. As., 1991; BASUALDO, Eduardo, AZPIAZU, Daniel y otros. El proceso de privatización en Argentina.
La renegociación con las empresas privatizadas. Página 12/UNQ/Idep, Bs. As..
2002; IAZETTA, Osvaldo. Las
privatizaciones en Brasil y Argentina. Una aproximación desde la técnica y la
política. Homo Sapiens, Rosario. 1996.
[6] Cfr. NOVARO Marcos y PALERMO Vicente. Política y poder en el gobierno de Menem.
Norma- Flacso, Bs. As., 1996.
[7] BASUALDO, Eduardo. Estudios de historia económica argentina desde mediados del siglo XX a
la
actualidad. Siglo Veintiuno, Bs. As., 2010.
[8] Ibíd.
[9] BASUALDO, Eduardo. Sistema político y modelo de acumulación. tres ensayos sobre la
argentina
actual. Universidad Nacional de Quilmes, Bs.
As., 2001.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd.
[12] Documento Las organizaciones telefónicas en el país.
Luchas y conquistas. Federación de Obreros y Empleados Telefónicos,
publicado en conmemoración del XVI aniversario 26 de junio 1928/1944. Ver también
ABÓS, Álvaro Las organizaciones
sindicales y el poder militar, 1976-1983.
CEAL, Bs. As., 1984. http://www.foetra.org.ar/historia/
[13] Para una descripción de la huelga que se inició en
Santa Fe el 12 de julio de 1930 ver Documento Las organizaciones telefónicas en el país. Luchas y conquistas. Op. Cit.
Una reconstrucción de otros conflicto gremiales de los telefónicos santafesinos
previos a la huelga del ‘30 son analizados en ALARCON, Natalia “Los obreros
contra el capital extranjero. La huelga de la Unión Telefónica”; mimeo, Rosario,
2014.
[14] HOROWITZ, Joel. Los
sindicatos, el Estado y el surgimiento de Perón. 1930/1946; Eduntref, Bs.
As., 2004
[16] JAMES, Daniel. Resistencia
e integración: El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976.
Siglo Veintiuno, Bs. As,. 2010.
[17]
JÁUREGUI, Rubén (Coord.) “Julio Guillán.
Secretario General del Gremio Telefónico” En Hechos y protagonistas de las luchas obreras argentinas.
Experiencia, Año 1 Nº 4. Bs. As., 1984.
[21] Documento FOETRA ROSARIO, agosto de 1988, firmado por
Alfredo Di Pato, Secretario de Prensa y Propaganda. Frente a la propuesta
privatista radical los trabajadores impulsaron el Congreso Nacional de las Comunicaciones
para debatir cómo mejorar la situación de la empresa estatal, donde
participaron grupos económicos, políticos, gremiales, y se expresó en el
intercambio del debate que el cambio tecnológico era inevitable. Entrevista a
Alfredo Di Pato, Ex – Secretario Adjunto FOETRA Rosario. 08/06/13.
[22] Entrevista a Alfredo Di Pato, Ex – Secretario Adjunto FOETRA
Rosario. 08/06/13. “Tiempo antes de la privatización se degrada la calidad de
gestión, de atención al cliente y así se alimenta el rechazo de la sociedad al
servicio público. Entrevista a Luis Romaní, Ex -
Secretario General FOETRA Rosario, en
Archivo histórico SITRATEL Rosario. “La empresa tenía un servicio
deteriorado, no era competitivo con la demanda de la sociedad […] El
vaciamiento lo veíamos, al faltante total de elementos de reparación, de
ropa, el desguace de la unidad de automotores,
la no renovación mínima, no había como atender emergencias. Ni hablar de las
dotaciones de personal que se venían achicando.
[23] Entrevista a
Alfredo Di Pato, op. cit.
[24] Ibíd.
[25] Entrevista a Luis Romaní, op. cit..
[26] Entrevista a Alfredo Di Pato, op. cit.
[27] ARUGUETE, Natalia y DUARTE Marisa “Las estrategias
sindicales de los trabajadores telefónicos: Las distintas lógicas de la acción
colectiva” En VII Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, Bs. As., Junio de
2005.
[28] Ibíd.
[29] Entrevista a Claudio Cesar, Secretario General de
SITRATEL Rosario, en Archivo histórico SITRATEL Rosario.
[30] Entrevista a Alfredo Di Pato, Ex - Secretario
Adjunto FOETRA Rosario, en Archivo
histórico SITRATEL Rosario.
[31] Entrevista a Héctor “Chinche” Medina, Secretario
Gremial SITRATEL Rosario, en Archivo
histórico SITRATEL Rosario. Medina relata una de las jornadas de paro y movilización
de los telefónicos en Rosario: “Se decidió el paro por 24 hs., que fue el 6 de
junio (de 1990). Ese día movilizamos, recuerdo que fue una movilización más
grande, salimos de Richieri y 9 de Julio, hasta Salta y San Nicolás, donde nos
esperaban los compañeros de ese edificio. Con un recibimiento emotivo, eso fue
el 6 de Junio del ’90. Fue emocionante porque nunca había visto tantos
compañeros marchando, éramos más de 2000. Estábamos solo los telefónicos […]
Las movilizaciones fueron sin banderas de ningún partido político. Fue un
debate interno, donde se expresaban las corrientes”.
[32] Entrevista a Luis Romaní, Ex - Secretario General FOETRA
Rosario, en Archivo histórico SITRATEL
Rosario.
[33] Entrevista a
Jorge Aquino,
Secretario de Acción Social SITRATEL Rosario,
en Archivo histórico SITRATEL Rosario.
[34] Entrevista a
Héctor “Chinche” Medina, en Archivo histórico
SITRATEL Rosario..
[35] ARUGUETE, Natalia y DUARTE Marisa “Las innovaciones en
las telecomunicaciones y las nuevas identidades laborales” En Questão, Porto Alegre, V. 12, Nº. 2.
2006.
[36] Cfr. PIERBATTISTI, Damián “Management, subjetividad y
cultura política: el nuevo espíritu del capitalismo a veinte años de la
privatización de ENTEL”. En Cuadernos de
Relaciones Laborales Vol. 30 Nº 2, 2012. Publicado en línea:
http://dx.doi.org/10.5209/rev_CRLA.2012.v30.n2.40209.
[37] Entrevista a
Jorge Aquino,
en Archivo histórico SITRATEL Rosario.
[38] DAVOLOS, Patricia “Segmentación, subcontratación y
estrategia sindical. Las telecomunicaciones en Argentina”. En Estudios Sociológicos, vol. XXIX, Nº
86, mayo-agosto, 2011, pp. 603-628, El Colegio de México. México (DF).
[39] CIFARELLI, Viviana y MARTÍNEZ, Oscar A. (comp.) “La
otra cara de las Telecomunicaciones: la situación de los trabajadores
telefónicos”. Cuadernos de TEL,
Marzo. Bs. As.. 2001. En http://www.tel.org.ar/lectura/laotracaral.html
[40] Entrevista a Alfredo Di Pato,
en Archivo histórico SITRATEL Rosario.