Crisis del estanco de carne en
la ciudad de Buenos Aires colonial. Del monopolio a la libre competencia
Andrea Lidia Dupuy(*)
Introducción
La carne vacuna en varias ciudades de Hispanoamérica colonial como
Panamá, Venezuela, Colombia, Chile, México o Buenos Aires, entre otras, formaba
parte de la dieta básica alimentaria de la población[1].
Constituía, además, un producto accesible a todos los sectores sociales,
fundamentalmente, por su fácil acceso, su importante valor nutritivo y su bajo
costo.
En el ámbito del Río de
Para el caso específico de los mecanismos institucionales de abasto de
carne a Buenos Aires colonial, en el ámbito historiográfico, no existen
estudios sistemáticos sobre el tema, con la sola excepción de los trabajos de Hernán
Asdrúbal Silva (1968) y Juan Carlos Garavaglia
(1999). Hernán Asdrúbal Silva aborda, en términos generales, el estudio de la
organización y funcionamiento del estanco durante la etapa colonial. Su
investigación pone énfasis en la regulación que el Cabildo realiza sobre la
provisión de alimentos a la ciudad de Buenos Aires. Aborda, en este sentido,
una prolija y ordenada descripción sobre la reglamentación y el funcionamiento
del estanco y la figura del obligado.
Por su parte, Juan Carlos Garavaglia investiga
el mercado de abasto de carne dentro de un estudio regional mayor que implica
una mirada general sobre el funcionamiento de la ganadería en el ámbito del Río
de
Más recientemente los trabajos de Martín Cuesta sobre precios y
mercados en el siglo XVIII, refuerzan estos estudios, a través de su análisis
respecto a la evolución de los precios de productos de primera necesidad como
sal, cueros, grasa y carne[2].
En el presente escrito procuraremos mostrar que el estanco no
funcionaba, aún desde sus inicios, de manera totalmente eficiente ni acorde a
como estaba estipulado desde lo normativo. Por el contrario, provocaba
continuas resistencias que llevaron a que, de facto primero y luego ya
formalmente, sea reemplazado, a mediados del siglo XVIII, por el sistema de
libre competencia. Precisamente el mercado de abasto era parte de una
estructura económica mayor que influía y se veía influida por él. Así como
también constituía un lugar donde se articulaban dos espacios económicos
ciudad-campaña, con sus diferentes tipos de producción y sus formas
características de comercialización. Es por eso que consideramos la importancia
de emprender el estudio de este mercado, desde el ámbito institucional, como
parte de una estructura económica más amplia y compleja.
1. Provisión de alimentos básicos a las ciudades hispanoamericanas
coloniales
La concepción proteccionista del Imperio español llevaba, desde sus
orígenes, a un control estricto de los asuntos centrales de sus colonias, como
la provisión de productos básicos a sus pobladores. En este sentido, el
Ayuntamiento actuaba como mediador en el sistema de abastecimiento de carne a
las principales ciudades coloniales como Panamá, Venezuela, Colombia, Chile,
México, Buenos Aires. Dentro de esta fuerte concepción proteccionista la
política colonial se planteaba como uno de sus objetivos primordiales el poder
llegar a garantizar el bien común, por intermedio del gobierno local,
representado por la figura del Cabildo[3].
La concepción de bien común implicaba, precisamente, contar con abundancia de
alimentos para los habitantes de sus colonias. Lo que incluía una fluida
circulación de bienes así como la implementación de una amplia normativa
llevada a cabo por los Cabildos que se constituían como los principales órganos
de control y distribución de bienes, así como garantizaban el precio accesible
de los alimentos a todos los sectores sociales.
Así, los mecanismos institucionales de mediación para el abasto a la
ciudad aparecían como una herencia del sistema de abastecimiento urbano del
antiguo régimen castellano. En
Entonces, el sistema que se implementaría desde los orígenes de la
organización administrativa de las colonias era el “estanco”. De aquí surge la
figura del obligado, quien a través de un contrato, se hacía cargo, en forma
exclusiva, del faenamiento y venta de carne al
público, en forma constante[5].
Este contrato estipulaba que el
abastecimiento debía realizarse por determinada cantidad de tiempo, que variaba
entre uno y dos años[6], y a un precio
pre-acordado, accesible por igual a todos los sectores sociales, que no podía
modificarse hasta la fecha estipulada de su culminación. Del mismo modo, la
contratación consistía en el pago, por parte del obligado, de un canon o tasa
al Cabildo, que se determinaba en base a una oferta respecto al precio del
producto en cuestión. Y cuando el contrato estaba cerrado y el abasto acordado
en forma exclusiva, el Cabildo vigilaba si se cobraba al público el precio
fijado, así como también los días de la semana y los horarios en que se vendía
la carne, vigilando especialmente la calidad del producto. Finalmente, el
postor debía presentar como garante, por lo menos dos fiadores que avalarán su
seriedad y respaldaran con sus bienes la postura, así como el cumplimiento de
las obligaciones acordadas.
2. El estanco en la ciudad de Buenos Aires: el obligado.
En América Hispana la costumbre ocupará un lugar destacado en la
regulación de las cuestiones relativas al abastecimiento. En este sentido, le cupo
al Cabildo un lugar central, como intermediario entre los habitantes y la
autoridad. Precisamente, cada ciudad se identificaba con su Cabildo, que, en
términos generales, ejercía las funciones básicas de organización y control
urbano. Entre esas funciones se encontraban la distribución de tierras a los
ciudadanos, la imposición de gravámenes municipales, la provisión de la policía
local, el reclutamiento de la milicia urbana, el otorgamiento de permisos de
edificación, la reglamentación de feriados y procesiones, entre otras. Así como
la vigilancia de los precios del mercado local para proteger a los
consumidores.
El estanco, como forma de abastecimiento de carne a la ciudad estaba
fuertemente supervisado por el Cabildo y colocará a la figura del obligado en
primera plana.
Por su parte, el contrato de abasto estaba en teoría, completamente
abierto a licitación pública, la que consistía en sacar la función del obligado
a libre almoneda a través de pregones. En términos generales el Cabildo lo
hacía en los primeros meses del año. Y como señaláramos, él mismo arbitraba la
decisión, aún cuando en los casos más controvertidos debiera intervenir el
Gobernador o bien el Capitán General.
Formalmente tres eran los factores que se tenían en cuenta a la hora de
la elección del obligado: en primer término, el precio que debía ser accesible
a todos los sectores sociales, sobre todo los más desfavorecidos; en segundo
término, los fiadores, quienes debían garantizar la idoneidad del aspirante,
así como responder con sus propios bienes los casos de incumplimiento del
postulante; y finalmente, la calidad del ganado que se traería al matadero[7].
De los tres, el factor que se priorizaba era el precio, y en segundo
lugar, la calidad.
Un ejemplo del primer caso lo encontramos en la postura hecha por Gómez
de Vera en 1733, quien cumplía con todos los requisitos pedidos, pero su
postura era de 3 reales el cuarto de carne frente a la de 2 reales y ½ del
hacendado Andrés de Jiles. Ante las dudas que surgen,
el Cabildo (quién parecía estar inclinado por la primera posición aparentemente
por contar con mejor calidad de ganado) pedía arbitrio al gobernador, quien
decidía finalmente a favor de Jiles.
Esta decisión se basó en el menor costo al que ofrecía la carne para
consumo, dejando en segundo plano, los otros aspectos como mejor calidad y
buenos fiadores. Otro ejemplo de índole similar fue en el año 1744 cuando a
pesar de presentarse sólo dos postulantes para el estanco, los hacendados
Francisco Valdés y Agustín de Lara, no fueron aceptados por el elevado precio
con el que ofrecían la carne para el abasto.
Por otro lado, un ejemplo en el que se ponía el acento en la calidad,
lo hallamos en 1712, cuando los postulantes al estanco presentan en su postura
el mismo precio. Entonces, para tomar la decisión final el Cabildo envía una
comisión para que supervisara los rodeos de las estancias de los postulantes
respectivos y decidiera por el hacendado con el ganado de mejor calidad.
Respecto a los fiadores, también debían ser representativos dentro de
la comunidad, para poder ser considerados válidos como garantes. Así se daba el
caso en 1740 de la presentación de dos posturas, la de dos hacendados
igualmente reconocidos como vecinos destacados, Antonio Orencio
Águila y Juan Bautista Sagasteverría. En esta
oportunidad, el Gobernador quien, como en otros momentos de duda arbitra,
decide concederla al hacendado Juan Bautista Sagasteverría,
precisamente porque el otro de los postulantes no presentaba los fiadores, que
según su propio criterio, eran adecuados para asegurar el estanco de carne[8].
Ahora bien, aún cuando el sistema parecía mostrarse falto de
arbitrariedades, en muchos casos, los intereses de los miembros del Cabildo
solían tener un peso sustancial en la elección del obligado.
En este sentido, la voluntad del cuerpo de Regidores tenía un rol
relevante a la hora de la elección del candidato, así como al momento de
estipular los precios de los bienes o avalar a los fiadores, en algunos casos,
por sobre los intereses del común. Ejemplo de esto lo encontramos en una
proposición realizada por el Procurador Juan de Salinas cuando presentaba al
Cabildo una petición para el abasto de carne en la que señalaba que “ … por parte de José Pérez, se ha
propuesto que tiene buen ganado para matadero y (…) dará abasto de carne a la
ciudad, y hará donación graciosa de cien pesos para ayuda de las obras públicas
del Cabildo, y cediendo su proposición con semejante beneficio, mayormente
hallándose la obra tan necesitada para su prosecución y fenecimiento en beneficio
y lustre de la ciudad, la representa a vosotros para que sirvan concederle la
merced que pide, anteponiéndolo a otros cualquiera …” [9]
Por su parte, quienes estaban a cargo del estanco eran hacendados
reconocidos en la época como Bernardo de Lara, el Capitán Luis del Águila,
Esteban Gómez de Vera, Julio Cabral, Juan de San Martín, Juan Bautista Sagasteverría, Fernando Valdez, Juan de Sosa y Montalvo,
entre otros. En su totalidad presentaban características distintivas que los
colocaban en un lugar hegemónico dentro de su comunidad como es el título de
don, el apelativo de hacendado, redes sociales, así como las referencias que
otorgaban sus fiadores. Conformaban en su mayoría, un sector de criadores y
comerciantes que se movían dentro de los “(…)
canales legales de producción y circulación ganadera, han sido empadronados y
tienen sus marcas registradas”[10].
Así, el obligado se mostraba con un cierto capital económico que le
permitía hacer frente a las obligaciones estipuladas por la normativa. Entre
las que figuraba la obligación de donar semanalmente toros para las corridas de
la fiesta del Patrono de la ciudad, una res semanal al Obispo, otra al
gobernador, dos al Hospital, dos al colegio de las Niñas Huérfanas y media para
los pobres de la cárcel. Además de entregarse a cada matadero un cuarto para el
Fiel Ejecutor de turno.
De una lectura de las fuentes capitulares, puede detectarse como estos
hacendados utilizaban su poder económico para incidir en el Cabildo. Y de esta
manera, los miembros de esta institución ponían especial atención a ciertas
prerrogativas que, de la mano de la postura, ofrecían los aspirantes al cargo. Agustín
García en su obra “La ciudad indiana” expresaba: “En cuanto mejor conviniera a sus negocios, una veintena de personas
acaudaladas, influyentes, relativamente ricas, podía sitiar por hambre al
pueblo pobre ocultando los trigos, restringiendo las ventas, entendiéndose con
el comerciante minorista para encarar los artículos de primera necesidad (…)
nada podía en esa lucha con el particular desalmado e implacable que se
escurría por entre las leyes, mentía, cohechaba a regidores de una moralidad
fácil y complaciente”[11].
Cabe destacar asimismo, que en el contexto del Río de
3. Problemas del estanco
Sin embargo, este sistema aún cuando parecía funcionar sin mayores
problemas, presentaba, desde sus inicios, ciertas fisuras que, en el transcurso
del siglo XVIII, se irán haciendo más acuciantes.
La principal muestra de quiebre se manifestaba a través del comercio
paralelo. Muestra de ello eran las constantes quejas que realizaba el Fiel
Ejecutor, así como las medidas tendientes a evitar los robos y las ventas de
ganado sin marca, a través de la implementación de castigos pecuniarios. Una de
las medidas más frecuentes consistía en el envío de comisiones por parte del
Cabildo, con el fin de supervisar el estado y número de ganado “con marca
registrada” que habitaba la campaña. Puesto que, precisamente, el mercado
ilegal de carne venía de la mano del robo y la venta de ganado sin marca. Las
lamentaciones por parte de productores y comerciantes era letra común en las
Actas del Cabildo. “(…) Que los
hacendados venden y matan, no solo los Toros y novillos de su marca sino los
ajenos y ajenas, todo lo cual es contra la causa publica y contra la
subsistencia del florido Ramo de comercio de cueros(…)”[12]. Más adelante: “(…) paguen los susodichos hacendados por
cada animal ajeno que vendieren, aunque sea en sus propios terrenos no sólo el
valor de él restituyéndolo si lo han recibido, si no es otro tanto más en pena
por la primera vez, como los que hubiere invertido en su beneficio, por la segunda
dos tantos más, y por el tercero, tres tantos más y la pena corporal que
Otro de los problemas acuciantes y frecuentes era la escasez de ganado.
Y precisamente, uno de los motivos que ocasionaban dicha escasez constante era
la saca de animales a otras jurisdicciones. En este sentido, las lamentaciones
que aparecerán desde el Cabildo eran usuales: “(…) no puede menos el Fiel Ejecutor que representar a V.S. el grave
perjuicio que con la saca de estos ganados, principalmente de las hembras se
sigue el publico abasto, pues la disminución que de ella ha causado esta saca,
contra las repetidas Orns. del Gov.
Es una de las partes principales que le hacen temer la falta de abasto (…)”[14].
También la matanza indiscriminada es uno de los motivos de escasez
crónica. Respecto a esto, desde el Cabildo se estipula: “Que
nadie pueda matar Bacas, y al Resero, u á cualquier otra persona á quien se
encuentre matandolas, ó vendiendo su carne, á mas de
perderla, se le exigirá sin remision la multa de viente y sinco pesos aplicados en
la forma ordinaria (…)” [15].
Más adelante: “Por el duodécimo
se repite la prohibición de matar vacas, novillos, sebo y grasa sin Licencia
del Gobernador y terneraje so pena de 200 pesos aplicados para las obras
publicas de esta ciudad, conformandose en el con el
que se promulgo en 2 de septiembre del año
Sin duda, el Cabildo intentaba solucionar el tema de la escasez por
todos los medios y en forma constante. En 1715 por ejemplo, se solicitaba al
Gobernador que arbitrara los medios necesarios para declarar cerrado por el
término de cuatro años la campaña bonaerense y se trayera
ganado de
La escasez constante de ganado traía como una consecuencia directa,
entre otras, la especulación. Así, aparecía un caso ilustrativo, durante el año
1740, de un vecino, Jacinto Molina, que se ofrecía como postulante para
abastecer de carne vacuna a la ciudad, aún cuando carecía de ganado propio,
presentando, a modo de excepción, el ganado que poseían sus fiadores, cuya
cantidad asimismo, tampoco era suficiente para un año completo de provisión.
Sin embargo, ante una coyuntura de penuria, tanto Jacinto Molina como sus
fiadores, contemplaban la posibilidad de obtener durante el primer año
suficientes ganancias, a través de la provisión de carne a altos precios, como
para encarar con éxito y sin problemas, un segundo año. La falta de otro postor
que compitiera con él facilitaba la maniobra. Finalmente, no obstante el momento
de dificultad, su propuesta no fue aceptada. Viéndose el sistema de abasto
fuertemente resentido durante ese periodo.
Los robos de ganado constituían otra preocupación constante. Así lo
expresaban las Actas del Cabildo: “El
remedio de los robos y desordenes de la campaña y abastecedores, ya tienen
expuesto el Procurador que lo determinan las Leyes selandose
por las justicias su cumplimiento.
El segundo tema problemático era la falta de postulante al cargo de
obligado. En muchos casos esto sucedía porque el mismo Cabildo no aceptaba la
postura que imponía el postulante, especialmente en lo concerniente al precio,
por no ser acorde con lo que la población de más bajos recursos podía afrontar.
Otro motivo de falta de obligado aparecía cuando los hacendados con
posibilidades de ejercer el abasto se retraían por su falta de ganado o porque
el negocio no se mostraba lo suficientemente lucrativo.
Ejemplo de falta de postulante fue 1715, en los que, como vimos
anteriormente, la escasez de ganado se mostraba acuciante. Otro es el año 1734.
En este último, ante la falta de postor en la ciudad de Buenos Aires, se acude
a los pueblos ganaderos de Luján, Conchas, Areco,
Magdalena y Matanza para intentar persuadir a algún vecino hacendado a que
asumiera el estanco.
Respecto a la relación entre la falta de postulante y el precio se daba
el caso, en el año 1730, de Juan de San Martín quien se presentaba como único
candidato para abastecer la ciudad, pero el Cabildo no estaba de acuerdo con el
precio que fijaba. Y si bien se aceptaba su postura, se mandaron cartas a otros
criadores, vecinos reconocidos, para ver si era posible que la mejoraran.
Finalmente, ante la falta de “oferentes” es aceptado Juan de San Martín como
obligado.
Otro ejemplo aparecía en otro año de escasez como 1718, cuando el
Cabildo se resiste a aceptar el precio impuesto por el postulante de 12 reales
la res en pie, 2 reales y ½ el cuarto de carne y 1 real el cuero, el sebo y la
grasa. Aunque finalmente el Ayuntamiento terminaba aceptando, por el sólo término
de seis meses, como medida de urgencia.
De todas formas, en los casos de falta de postulante se veía al Cabildo
tomando medidas preventivas, como era la de ordenar a los vecinos hacendados a
tener sus rodeos invernados preparados para cualquier coyuntura en la que este
organismo debía acudir para suplir la acefalía.
Otra medida que tenía el Cabildo de mitigar esta situación era someter
a los vecinos hacendados, propietarios de ganado, a la obligación de contribuir
con el abastecimiento urbano.
Así por ejemplo, en 1743 y 1748, el Cabildo de la ciudad de Buenos
Aires solicitaba un registro de hacendados con suficiente ganado, para que
suplieran la falta de obligado, repartiéndose por periodos al abasto de carne.
De esta forma se garantizaba el abastecimiento a la ciudad. Así se expresaba: “(…) de común acuerdo dejaron que en
atención a que los sujetos nominados son personas de alguna distinción se les
pase recaudo de cortesía, por parte del Cabildo, haciéndoles manifestación de
la urgencia que hay en el abasto y que siendo como son hombres de conveniente
posición y por esta razón pueden concurrir supliendo dicha escasez”.[18]
También se dieron casos en los que el sistema de abastecimiento se veía
resentido por que los obligados no cumplían con los compromisos estipulados
viéndose el abastecimiento muy resentido. Un caso de este tipo aparece en las
fuentes en 1724, cuando se planteaba una queja expresa del Fiel Ejecutor
respecto a la mala calidad de la carne de abasto, así como la insuficiencia que
presentaba el obligado para abastecer a toda la población. Años más tarde, en
1742 y luego en 1744, entre otros, las fuentes mostraban otro reclamo expresado
por el Procurador general quien planteaba “(…)
la grande esterilidad y suma decadencia en que todos los días pasados se ha
hallado la ciudad por haber faltado las carnes al matadero y abasto de ella,
pues ha andado tan escasa que la mayoría de la ciudad ha vivido sin ella”[19]. En este caso se
hizo comparecer al obligado ante el Cabildo y se lo compromete a subsanar su
error.
Vemos entonces como el abasto va manifestando ciertas problemáticas que
en el transcurso del siglo XVIII se irán haciéndose más repetitivas y
constantes.
4. Crisis definitiva del sistema de estanco. Nuevos planteos de
abastecimiento
Los problemas mencionados, respecto al funcionamiento del estanco se
manifestarán con mayor intensidad a mediados de siglo XVIII. En este momento
los descontentos se harán más frecuentes y la coyuntura social y económica
pondrá de manifiesto la ineficiencia de esta modalidad de provisión monopólica.
De hecho, el estanco estaba inserto dentro de una economía mayor
normada por un estricto control de la producción así como de tarifas onerosas e
impuestos interiores que trababan la libre circulación e impedían el verdadero desarrollo
de las manufacturas.
Luego, a mediados de siglo tendrá lugar una nueva coyuntura en las
distintas ciudades de Hispanoamérica colonial. En este sentido, se iniciaba un
proceso de creciente expansión demográfica y económica de la mano de una significativa
transformación social y política. Y si bien, para dar cuenta de estos cambios,
podríamos considerar como punto de inflexión la implementación de las Reformas
Borbónicas (1776), los mismos sin embargo, representaban una continuidad de
transformaciones paulatinas que, como señaláramos, ya venían produciéndose
durante el transcurso del siglo, de la mano del deterioro progresivo del poder
imperial español. Esta nueva etapa se planteará a partir del auge e
implementación de medidas mercantilistas. En el ámbito metropolitano se
clamará, cada vez con más fuerza, por la ruptura del monopolio. Se intentaba la
liberalización de la economía colonial, la concesión de mejoras para sus
súbditos y la reforma del régimen administrativo. Económicamente las nuevas medidas
implementadas finalmente desde la metrópoli tenían como objetivo central poder
lograr el saneamiento de la economía del Reino y el fortalecimiento de las
colonias para lograr su crecimiento económico.
De esta manera, nuevos cambios coyunturales abren una nueva etapa.
Entre estos cambios nos encontramos con un crecimiento poblacional que se hacía
continuo y progresivo[20].
Así, para la ciudad de Buenos Aires se producía un incremento demográfico entre
1801 y 1815 del 1,8% anual, como del 1% entre 1815 y 1822[21].
Esto acrecentaba y complejizaba la demanda de productos básicos como la carne
vacuna. Por su parte, el comercio exportador tenía, cada vez más, una
relevancia significativa en el Río de
Todo esto traía como consecuencia las continuas quejas por parte de los
hacendados respecto al funcionamiento del estanco como modalidad de
abastecimiento monopólica.
Precisamente, por estos tiempos, en correlato con las ideas iluministas
manifiestamente contrarias al monopolio, comenzaba a percibirse el estanco como
un obstáculo definitivo al libre desenvolvimiento del mercado[24].
Estas ideas iluministas consideraban toda forma de reglamentarismo
municipal como obstaculizadora del libre ejercicio del comercio. Desde la
metrópoli se planteaba que toda traba a la libertad de mercado era nociva en la
medida que alteraba el libre juego de la oferta y la demanda, trayendo como
resultado directo el incremento de precios.
Las voces se hacían oír: “Ciertamente
que las carnes serían generalmente más baratas, si en todas partes se
admitiesen libremente al matadero las reses traidas
al consumo, en vez de fiarle el monopolio a un abastecedor, cuyas ganancias, en
último resultado, no pueden componerse sino de los sacrificios hechos en el
precio a la seguridad de provisión”[25]. En el ámbito
local varios son los testimonios de vecinos, así como estancieros y hacendados,
en los que se manifestaba el descontento por el monopolio del abasto.
Así por ejemplo en 1773 aparecía un testimonio referido al pedido
realizado por un hacendado reconocido, don Cecilio Sánchez de Velasco, para
abastecer de carne vacuna a la ciudad por el término de cinco años, que era
rechazado por el Procurador General y el argumento precisamente, consistía en
el grave perjuicio que ocasionaba el control por una sola persona del abasto. “(…) que aunque en términos en que se halla
concebida la pretensión de don Cecilio Sánchez, manifiesta por sí mismo el
desprecio que merece, pues no solo se dirige a despojar al pueblo o público de
aquella libertad, que tanto recomiendan los derechos(…)confiesa el Procurador
no haber podido menos que escandalizarse de la temeridad y arrojo de este
individuo, que siendo vecino y habiendo disfrutado el año anterior del honor
que esta república le procurase eligiéndole por uno de sus miembros con la
distinción de preferirle a otros más antiguos moradores y vecinos (…) los
considerables perjuicios que resultarían al común, con manifiestas utilidades
suyas (…)”[26]
En estos testimonios aparecía claramente la legitimación, por parte del
grupo productor, de los principios del libre comercio, así como la defensa de
la libertad de precios que estos principios implicaban, avaladas en este caso,
por los miembros del Cabildo. “Todo
contrato de asiento es perjudicial al común como contrario a la libertad de
comercio a las ventajas que de esta se producen (…), de suerte que de nada
puede ser más odioso a los intereses públicos, que la permisión de todo
asiento, por que este medio se corta y prohive la livertad de Comercio, que es el alma de los `pueblos, y la
substancia que fomenta la subsistencia(…) Por otra parte, la cría de ganados es
una labranza o por puesto que integran los Labradores y criadores tienen las
autoridades por las Leyes de vender sus frutos a como quisieren y pudieren por
que la tasa en los abastos sólo puede ponerse a los regatones (…) El Asentista
pretende que no se le haya vender la res más que por 12 reales, y así el
consentir sería contravenir a aquellas disposiciones, y despojar a los
criadores de aquella libertad que en su consecuencia le corresponde (…)”[27]
De hecho, el estanco como forma de provisión de carne vacuna a la
ciudad de Buenos Aires se haría insostenible ya a mediados del siglo XVIII.
Momento en el que se impondrá, definitivamente, la libertad de comercio, con
nuevas formas de faenamiento que tenían su correlato
en la creación de corrales y tabladas oficiales (en 1748), puntos de
concentración de ganado donde los productores vendían libremente a los que
tomaban a su cargo la faena y venta al público por intermedio de los
carniceros. Asimismo, junto a los corrales aparecía en este mercado un número
importante de pequeños y medianos productores, los criadores, que se disputarán
la participación en el mercado de carne para el abasto, así como un sector
diversificado de comerciantes intermediarios (algunos también productores)[28],
los abastecedores, quienes, se harán cargo de la provisión de carne vacuna a la
ciudad de Buenos Aires. Y si bien la normativa que planteaba como forma de
abastecimiento el estanco seguirá funcionando hasta la extinción definitiva de
los Cabildos, de facto, quedaba como letra muerta.
A modo de conclusión
La idea que guió nuestro trabajo y con la que concluimos es poder dar
cuenta de como el sistema de provisión de carne vacuna monopólico, a través del
estanco, no funcionará de forma efectiva y tal como lo pretendieron las
autoridades imperiales representadas, a nivel local, por el control del
Cabildo. En este sentido, creemos que específicamente para el ámbito del Río de
Todas estas fisuras intentarán subsanarse a través de una abundante
normativa. Dicha normativa, consecuente con la política de mercado monopólico,
tendrá como finalidad coaccionar a los hacendados a contribuir con el
abastecimiento de carne a la ciudad. Y también los limitará para el libre ejercicio
de la oferta y la demanda.
Finalmente, a mediados del siglo XVIII el estanco mostrará su quiebre
definitivo, cuando los factores coyunturales que actuaban en todas las ciudades
de Hispanoamérica como el incremento demográfico, las nuevas ideas ilustradas
respecto a la necesidad del libre comercio, así como el fortalecimiento de
nuevos actores sociales, los pequeños y medianos productores, los nuevos
comerciantes ingleses que se introducen en esta nueva coyuntura en los
circuitos comerciales modificándolos, empujarán y plantearán la necesidad de
implementar nuevas formas de abastecimiento de carne a la ciudad.
Es así como ya para el último cuarto del siglo XVIII conjuntamente con
la aparición de los primeros corrales, en 1748, el obligado dejará de existir
como figura jurídica y será reemplazado por un sistema en que diferentes
abastecedores provenientes de diferentes puntos de la campaña traerán a Buenos
Aires su ganado para faenar y vender a los corrales. De esta manera, el
abastecimiento de carne a la ciudad adquirirá una nueva forma de
comercialización.
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Serie IV – Tomo III – Libros LXII – LXIII y LXIV. Bs. As. Años: 1808 –
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RESUMEN
Crisis del estanco de carne en la ciudad de Buenos
Aires colonial. Del monopolio a la libre competencia.
La carne vacuna en diversas ciudades de Hispanoamérica colonial formaba
parte de la dieta básica de la población. Y desde la conformación de los
primeros núcleos poblacionales, su provisión se encontraba mediada por el
estanco, sistema de abastecimiento monopólico, cuyo principal objetivo era
asegurar el eficiente suministro de alimentos a la ciudad.
En el presente escrito procuraremos mostrar que el estanco no funcionaba
aún desde sus inicios, de manera totalmente eficiente, sino que presentaba
fisuras, las que desembocarán, de facto primero y luego, ya formalmente, desde
mediados del XVIII, en el sistema de libre competencia. Precisamente, el
mercado de abasto era parte de una estructura económica mayor que, sin duda,
influía y se veía influida por él. Es por eso que consideramos la importancia
de abordar, en este caso desde el ámbito institucional, las características de
este mercado en una coyuntura histórica específica. Las fuentes con las que se
trabajará serán fundamentalmente las Actas del Cabildo referidas al abasto
colonial.
Palabras clave: Carne vacuna – abasto – estanco - mercado local –
monopolio –
ABSTRACT
Crisis in the meta shop of colonial Buenos Aires. From monopoly to free competition
The beef in various cities of
Colonial Hispanoamérica was part of the basic diet of
the population. And from the conformation of the first population núcleos, their supply was mediated by the estanco, supply system monopoly, whose first objective was
ensure the eficient delivery of food to the city.
In this paper we try to show
that the leak did not work even from the beginning, efficient manner, but had
cracks, which will lead de facto first and then, as formally, since the
mid-eighteenth century, the system of free competition. In fact, the meat
market was part of a larger economic structure that undoubtedly influenced and
was influenced by it. That is why we consider the importance of addressing, in
this case from the institutional level, the characteristics of this market in a
specific historical juncture. The sources with which it works is basically the
Records of the Town relating to the slaughter, as well as documents of AGN.
Key words: Beef- slaughter-
shop - local market - monopoly
Notas
(*) Magíster en Historia. Docente e
Investigadora. Grupo de
Investigación: Problemas y Debates del siglo XIX. CEHIS. Dpto. de Historia.
Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Mar del Plata. E-mail: aldupuy@mdp.edu.ar
[1] Sobre el tema: Para Panamá: CASTILLERO- CALVO,
Alfredo (1987); para Venezuela: TORRES SANCHEZ, Jaime (1997); para la ciudad de
México: QUIROZ, E, Entre el lujo y la
subsistencia. Mercado, abastecimiento y precios de la carne en la ciudad de
México, 1750-1812, Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José
M. Luis Mora, 2005, VAN YOUNG, E, “Hinterland y mercado urbano: el caso de
Guadalajara y su región”, EN: Revista de
el Colegio de Jalisco vol. 3. Nº 2, 1990, CASTILLEJA-GONZALEZ, Aída (1978);
para Buenos Aires: SILVA, A, El abasto de carne y la ganadería. Buenos
Aires en la primera mitad del siglo XVIII, Academia Nacional de Historia,
1968. y GARAVAGLIA,
J. C., Pastores y labradores de Buenos
Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense, 1700-1830, Bs. As.,
IEHS- Ediciones de
[2] CUESTA, Martín, “Precios y mercados en Buenos
Aires en el siglo XVIII”, América Latina en
[3] Si bien las Leyes de Indias defendían la libre
competencia y prohibían explícitamente los estancos, la necesidad de provisión
segura traerá como consecuencia la implementación de un sistema de
abastecimiento considerado más seguro, como fue considerado el estanco. Sobre
el estanco de la ciudad de Chile la normativa estipulaba: “La preocupación fundamental (….)era proteger a la colectividad,
librarla del especulador, asegurarle alimentación y vestuario a precios
módicos, limitar y frenar a productores y mercaderes”. Anales de
[4] LUJAN MUÑOZ, J y CABEZAS CARCACHE, H.; Historia de Guatemala, Asociación
Amigos del País, Fundación para la cultura y el desarrollo, Guatemala, 1994.
[5] Cabe aclarar que el nombre de “obligado” u
“obligación” relacionado con la provisión monopólica de alimentos básicos para
la subsistencia, en estas tierras, data del siglo XVI.
[6] Precisamente el periodo variaba de acuerdo a las
diferentes ciudades, así por ejemplo en el caso de la ciudad de Buenos Aires el
contrato se estipulaba por el término de un año, en cambio en las ciudades de
México o Guadalajara era por dos años.
[7] Sobre el tema: SILVA, A, El abasto
de carne y la ganadería. Buenos Aires en la primera mitad del siglo XVIII, Academia Nacional de Historia, 1968:400.
[8] Estos tres casos han sido extraídos de SILVA,
A. ob. Cit.; ps.400-402
[9] AGN, Sección Gobierno, Cabildo de Buenos
Aires, Procuradores, Sala IX, 20-2-3 en: SILVA, A, ob.cit..
[10] FRADKIN, R, “El Gremio de hacendados durante
la segunda mitad del siglo XVIII”, En: Cuadernos
de Historia Regional, Luján, v. III, Nro.8, 1987.
[11] AGUSTIN GARCIA, Obras Completas, Antonio Zamora, Bs. As. 1955 p.349
[12] ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO, Acta del
15/9/1719, Libro XVIII, foja 47, en: SILVA, A, ob. cit., 1968:92
[13] ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO, 24/05/1783:
44 perteneciente a Copia de Representación que en 24/03/1783 hizo el Fiel Ejecutor al Sr.
Gov. Sobre los prejuicios que sufre la industria
ganadera y aconseja algunas modificaciones para modificarla.
[14] ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO, 24/5/783: 43
[15] ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO, 12/9/1791:
124
[16] ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO, 1/9/1791: 124
[17] ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO, Acta del 8 de
octubre de 1715, Libro XVI, fojas 415 v.,16, p.33.
[18] ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO, 1743:34
[19] ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO, sección:
Abastos, 20-7-170:1773.
[20] Los aportes historiográficos de los últimos
años han puesto énfasis en el crecimiento demográfico como la clave la
expansión económica que se produce en las colonias españolas durante la segunda
mitad del siglo XVIII.
[21] Datos extraídos de: CILIBERTO,
Valeria, Aspectos sociodemográficos del
crecimiento periurbano. San José de Flores (1815-1869), Universidad Nacional Mar del Plata, MdP,
2004
[22] Datos extraídos de: ROSAL, M. y SCHMITT, R.; “Las
exportaciones pecuarias bonaerenses y el espacio mercantil rioplatense
(1768-1854)”, en: FRADKIN, R. y GARAVAGLIA, J. C., En busca de un tiempo perdido.
[23] A esto habría que agregar la demanda constante que
realizaban los navíos que llegaban al puerto, cuyas cantidades muchas veces suelen
ser significativas. GARAVAGLIA, J. C., op. cit. pp. 219.
[23]ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO, 28/04/1790.
[24] El planteo básico de las nuevas ideas está
fundamentado en la alteración de la oferta y la demanda que el monopolio
produce, frente al libre comercio que da lugar a un equilibrio del mercado que
redunda a favor de un precio ( el precio de equilibrio) que beneficia a
consumidores y productores por igual.
[25] GASPAR DE JOVELLANOS, 1786:421
[26] ACUERDOS …, 4-12-1773:8-9
[27] ACUERDOS,…, 4-12-1773
[28] Sobre el tema: GARAVAGLIA, J. C., Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la
campaña bonaerense, 1700-1830, Bs. As., IEHS- Ediciones de