“¡Proletarios de todo el mundo uníos en Cristo!” Pensar la clase trabajadora en el desarrollo de un catolicismo social y moderno.

Entre Ríos, 1895-1923

 

María Clarisa Segura(*)

 

ARK CAICYT: http://id.caicyt.gov.ar/ark:/s24690732/v8ah4ltse

 

Resumen

 

El presente trabajo reflexiona sobre un conjunto de iniciativas puestas en marcha desde la Iglesia católica diocesana con sede en la ciudad de Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, entre 1895 y 1923 con el objetivo de responder a la problemática de la cuestión social. Específicamente, nos referimos a la situación de la clase trabajadora vinculada a los círculos católicos obreros y a su consigna de recristianizar el mundo del trabajo. La periodización seleccionada aborda desde la fundación del primer círculo obrero en la provincia en 1895 y 1923 cuando los círculos parecen aminorar la intensidad de sus actividades, situación que, a su vez, coincide con un debilitamiento de las movilizaciones sindicales. En este sentido, creemos que los aportes realizados por investigaciones provenientes tanto del campo de la historia del Trabajo y de la cultura obrera como de la historia social de la Religión son sumamente necesarios para pensar los procesos de formación de clase.

 

Palabras claves: Secularización; Catolicismo social; Clase trabajadora; Círculos obreros.

 

 

Proletarians of the whole world unite in Christ!” Thinking about the working class in the development of a social and modern Catholicism. Entre Ríos, 1895-1923

 

Abstract

 

The present work reflects on a set of initiatives launched by the diocesan Catholic Church based in the city of Paraná, capital of the province of Entre Ríos, between 1895 and 1920 with the aim of responding to the problem of the social issue. Specifically, we refer to the situation of the working class linked to Catholic working class circles and their slogan of re-Christianizing the world of work. The selected periodization addresses the foundation of the first workers' circle in the province in 1895 and 1923 when the circles seem to reduce the intensity of their activities, a situation that, in turn, coincides with a weakening of union mobilizations. In this sense, we believe that the contributions made by research coming from both the field of the history of Labor and worker culture and the social history of Religion are extremely necessary to think about the processes of class formation.

 

Keywords: Secularization; Social Catholicism; Working class; Working class circles.

 


 

“¡Proletarios de todo el mundo uníos en Cristo!” Pensar la clase trabajadora en el desarrollo de un catolicismo social y moderno. Entre Ríos, 1895-1923

 

Introducción

 

Durante el siglo XIX, el paradigma de una sociedad moderna y secularizada -resultado de la reforma protestante, el desarrollo de los estados modernos, el capitalismo industrial y la revolución científica- sostuvo la teoría de una innegable retracción del fenómeno religioso.

En cuanto a la relación entre clase obrera, religión y secularización, Willfried Spohn (1993) -en su análisis sobre la formación de la clase obrera en la Alemania Imperial (1871-1914)- manifiesta la escasez de trabajos sobre la temática. Según el autor, esto se debe a una determinada interpretación del concepto de clase que considera equivalente la conciencia de clase y el laicismo y suele concebir a la religión como una limitación y oposición a la formación de la conciencia obrera.[1]

Sin embargo, en las últimas décadas una reformulación del concepto de secularización entendido como un proceso de relocalización y cambio de lo religioso, permitió complejizar dichas interpretaciones a la vez que visibilizar la presencia del catolicismo en la modernidad. E inclusive, subrayar su innegable protagonismo en el proceso mismo de secularización (Casanova, 2007). Así, de la mano de estudios sobre el fenómeno religioso desde una mirada renovada del proceso de secularización se señaló que fue justamente aquella intransigencia y antimodernismo del siglo XIX el escenario del surgimiento de un “neocatolicismo” (Clark y Kaiser, 2003):

 

nutrido de un laicado militante organizado en diferentes instituciones y asociaciones nacionales e internacionales que se lanzaron a disputar en la esfera pública valiéndose de los mismos recursos y lógicas de sus adversarios: periódicos, revistas, ligas, cooperativas, asociaciones, mítines, movilizaciones y, tal vez lo más relevante, pertrechados con un discurso que hacía del catolicismo una ideología moderna más (Mauro, 2015, p. 208).

 

En relación a esto y en vínculo con los estudios sobre historia del trabajo y de la clase obrera, consideramos que una comprensión más amplia y necesaria requiere pensar la clase más allá de un mero determinismo económico, a la vez que incorporar la dimensión de la agencia y de la experiencia en los procesos de formación de la clase trabajadora para recuperar sus formas de vida y visión del mundo.

Así, Ira Katznelson (1986) subrayando los aportes de la “nueva historia social” de la mano de Thompson en adelante, cita a Sean Wilentz quien expresa que “la historia de las relaciones de clase no puede ser deducida por un cálculo económico o sociológico impuesto de una vez y para siempre, ni tampoco puede ser ignorada si no aparece como los historiadores piensan que debería aparecer” (Katznelson, 1986, p. 4).

Sin embargo, Katznelson cuestiona el modelo formulado por Thompson -y continuado por una amplia historiografía- porque si bien es adecuado para el caso inglés, inhibe la posibilidad de una comparación al presuponer lo que en otros lugares debe ser explicado. “Nuestra preocupación -continua Katznelson- es desmantelar la suposición de que la clase obrera militante y revolucionaria es la “más natural” y que, entonces, la teoría social y la historia deben buscar las causas de que no se cumpla esta “naturaleza” entre el colectivo obrero” (1986, pp. 6-7). En ese sentido, el autor sugiere pensar la clase, en el contexto de sociedades capitalistas, como un concepto que pone en relación cuatro capas teóricas e históricas: aquellas que hacen referencia a la estructura, a los modos de vida, a las disposiciones y a la acción colectiva (1986, pp. 6-7).

De este modo, creemos que los aportes realizados por investigaciones provenientes tanto del campo de la historia del Trabajo y de la cultura obrera como de la historia social de la Religión para pensar los procesos de formación de clase son muy sugestivos.[2]

En nuestro país, esta temática ha sido abordada por importantes trabajos de investigación. Entre estos, una línea de análisis proviene del campo de la historia social del catolicismo. Es decir, una historia del catolicismo que, haciendo uso de una historia institucional y política, incorpora otras dimensiones de la sociedad como la cultura, la economía y la religiosidad. Y en este sentido, busca dar cuenta, por ejemplo, de la sociabilidad a nivel parroquial, de las lógicas de pervivencia de las cofradías propia del Antiguo Régimen en la modernidad, del clero rural, de las prácticas misionales, de la religiosidad popular (como las peregrinaciones en honor algún santo o santa patrona, la práctica de los exvotos, promesas a la Virgen, entre otras), de la prensa católica, de los procesos de formación de la clase trabajadora, entre otros temas.[3]

En esta línea, el presente trabajo se propone reflexionar sobre un conjunto de iniciativas puestas en marcha desde la Iglesia católica diocesana con sede en la ciudad de Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, entre 1895 y 1923 con el objetivo de responder a la problemática de la cuestión social específicamente en lo que refirió a la situación de la clase trabajadora. La periodización seleccionada aborda desde la fundación del primer círculo obrero en la provincia en 1895 y 1923 cuando los diferentes círculos existentes parecen aminorar la intensidad de sus actividades, situación que, a su vez, coincide con un debilitamiento de las huelgas y movilizaciones sindicales.

La cuestión social desde la perspectiva de la Iglesia católica era resultado de un orden liberal e individualista que gobernaba la sociedad y habría quebrado los lazos de solidaridad dando lugar al surgimiento del socialismo y el anarquismo. En efecto, si la cuestión social tenía su origen moral, la solución radicaba en restablecer el orden cristiano y la armonía social en todos los niveles y ambientes de la sociedad. Para el caso de la diócesis del Paraná, durante el periodo seleccionado, esta problemática pareció adquirir principalmente un rostro obrero. Tal es que, el obispo Abel Bazán y Bustos (1910-1926), quien gobernó la diócesis durante años de gran convulsión (1917-1921), en su primera carta pastoral expresó que el problema principal “que debe preocupar seriamente a cuantos se interesan por el bien común: es la cuestión social y obrera”.[4]

En este marco, y en relación a nuestro recorte temporal, desde la historiografía podemos señalar los trabajos de Miranda Lida para la provincia de Buenos Aires, donde la autora aborda los Círculos Obreros profundizando en su capacidad de estructura y organización a nivel nacional, su fuerte componente de masculinidad y nacionalismo y su presencia en las calles y capacidad de movilización que se acrecienta en los años treinta (Lida, 2016a, 2015b). También para Buenos Aires y Rosario, María Pía Martín ha publicado trabajos de obligada consulta en torno al catolicismo social, el movimiento obrero y sobre las estrategias y prácticas desarrolladas por el Círculo Obrero, como así también sus vínculos con la cuestión social, el reformismo, la ciudadanía y la conformación de una elite dirigente católica (Martín, 2020a, 2018b, 2012c). Así también, recientemente Sabrina Asquini ha aportado una sugestiva mirada de análisis sobre la intervención del catolicismo en el mundo de los trabajadores de la ciudad de Buenos Aires entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX (Asquini, 2022a y 2016b). Por otro lado, Diego Mauro ha trabajado el Círculo Obrero de Rosario desde su perfil mutualista, y a diferencia del presupuesto clásico que explica su desaparición expresamente a causas exteriores y a políticas de centralización aplicadas desde el papado, el autor subraya motivos internos como ser los cambios en la medicina de la época y externos como un mayor gasto estatal e injerencia sindical en salud y sanidad desde fines de la década de 1930, y luego durante el peronismo (Mauro, 2015a). Otros casos analizados son Tucumán y Córdoba. En cuanto al primero, Lucía Santos Lepera y Cynthia Folquer y Silvina Daniela Roselli han estudiado, principalmente, la acción social católica en relación al obispado de Monseñor Pablo Padilla y Bárcena (1897-1921) y la creación del primer Círculo Obrero en el contexto de una creciente industria azucarera y transformaciones en las condiciones laborales (Santos Lepera y Folquer, 2017; Roselli, 2009). Y para la provincia de Córdoba, Gardenia Vidal analiza el funcionamiento interno de los Círculos de Obreros desde los conceptos de ciudadanía y asociacionismo, subrayando que en el caso cordobés la dirigencia clerical defendía un cierto orden y status notabiliar, en el marco de una concepción restringida de ciudadano (Vidal, 2013). Si bien estos trabajos han realizado aportes significativos para el estudio del catolicismo social en nuestro país, fuera de las grandes ciudades y capitales de provincia sabemos muy poco sobre su alcance e impacto.

En cuanto a la provincia de Entre Ríos, son pocos los trabajos que tratan sobre dicha temática (Mayor, 2016; Riani, 2014; Ferrati, 2003). Entre estos, se observa un abordaje de la relación entre la Iglesia católica y la cuestión social desde una mirada tendiente a subrayar, por un lado, la colaboración de su dirigencia clerical con sectores de derecha en momentos de movilización y represión obrera y, por el otro, el accionar de una Iglesia asediada y a la defensiva ante los “ataques” de un Estado liberal o de organizaciones de izquierda. Así, ambas miradas, impiden un análisis que potencie la convergencia de diferentes actores, experiencias e ideologías en espacios de sociabilidad compartida y también, por supuesto, conflictiva.

Este trabajo consiste en un primer acercamiento al catolicismo social puesto en práctica en la provincia de Entre Ríos, particularmente a través del estudio de una de sus iniciativas: los círculos obreros. En este sentido algunas preguntas guiaron nuestro análisis: ¿cómo pensar el vínculo entre clase trabajadora y religión? ¿En qué grado las creencias e instituciones religiosas contribuyen a pensar el concepto de clase? ¿Cómo se calibra la religión con el plano de las agencias y experiencias en los procesos de formación de la clase obrera? Y, por último, ¿con qué fuentes contamos para abordar la dimensión religiosa de estos sujetos históricos? Si bien estas exceden los propósitos aquí planteados fueron una guía importante al momento de escribir este trabajo.

El artículo se estructura en dos apartados. En primer lugar, abordamos la provincia en relación a su estructura productiva, organización sindical y conflictividad social para comprender el escenario sobre el cual se reconfigura un determinado modelo de catolicismo social. En segundo lugar, buscamos comprender el carácter de dicho catolicismo a partir de un acercamiento a los círculos católicos obreros conformados en diferentes espacios de la diócesis -particularmente en la ciudad de Paraná- durante el periodo analizado.

Como hipótesis sostenemos que, durante el periodo analizado, tras el objetivo de recristianizar a la clase trabajadora, la Iglesia católica diocesana transitó un proceso de reconfiguración del catolicismo en clave social y moderno. Si bien no negamos un posible carácter conflictivo y reactivo en dicho catolicismo, consideramos importante ahondar en las prácticas y los discursos desplegados tanto desde el laicado como desde la jerarquía católica para pensar y actuar desde y con la clase trabajadora. Como así también, poder explorar los procesos de cambio religioso que condujeron a los católicos argentinos a imbricarse de diferentes maneras con las transformaciones sociales de la Argentina de entreguerras.[5] Por último, a partir del análisis de reglamentos, memorias, actas y estatutos de los círculos obreros, de boletines diocesanos y parroquiales y de correspondencia entre los círculos locales, el obispo y la Federación Central de los círculos nos interesa observar quienes son los actores involucrados, su relación con la jerarquía católica, sus líneas de acción y sus vínculos con organizaciones de izquierda, entre otras cuestiones.

 

La cuestión social en la provincia de Entre Ríos. Algunas notas sobre su estructura económica y movimiento obrero

 

Durante la segunda mitad del XIX, la economía argentina se desarrolló en torno al sector agropecuario y en estrecha conexión con los mercados internacionales. En este marco -y bajo los parámetros de una relación capitalista dependiente-, la provincia de Entre Ríos, al igual que el resto de la región pampeana, configuró su estructura productiva y social.

En 1887 la provincia cuenta con 4.701.122 ovejas y 4.118.240 vacunos, lo que la ubicó en segundo lugar después de Buenos Aires (Bosch, 1991, p. 266).

Para 1893 se contabilizaron 171 colonias agrícolas -21 son del gobierno nacional y provincial, 12 son municipales y 138 particulares- con 412.780 hectáreas cultivadas: 284.000 con trigo, 58.000 con maíz, 19.380 con alfalfa, 5.970 con lino y 2.430 con vid (Reula, 2012, p. 259). Para 1904, “surcan el suelo 25.000 arados y 16.000 rastras, siegan las mieses 5.500 máquinas y 15.000 carros transportan los frutos” (Bialet Massé, TI, 1904, p. 413).

Por su parte, las principales industrias se dedicaron a productos manufacturados de origen agropecuario: 12 saladeros y afines, 15 curtiembres, 49 talabarterías, 566 lecherías y cremerías, 45 molinos, 2 fábricas de aceite, 176 vinos y licores, 27 caleras, 43 imprentas y numerosos frigoríficos. También existían panaderías, carpinterías, herrerías, graserías, fábricas de fibra vegetal, etc. Del total de 2.382 industrias, 1.461 son propiedad extranjera y 866 argentina (Reula, 1969-1971, pp. 252-277).

Hacia 1875, la ley provincial sobre colonización agrícola, estableció reformas en el régimen de propiedad y arrendamiento de las tierras rurales para facilitar su mayor poblamiento y productividad. Así, se reglamentó la traza de colonias, la regularización de la posesión de campos de pastoreo propios o en arrendamiento y se realizó una progresiva subdivisión de la tierra y venta de tierras fiscales.

En este escenario, la población rural entrerriana se caracterizó por una alta dispersión demográfica, ausencia de grandes ciudades sobre la que gravite la vida política, sindical o económica, un carácter estacional del trabajo, desocupación, y una escasa militancia estable, lo cual dificultó la conformación de un movimiento obrero rural (Leyes, 2022; Videla, 2020; Rapalo, 2012). Tal es que, fueron los puertos espacios frecuentes de conflicto donde estibadores y marítimos se enfrentaron con los exportadores de cereales debido a las malas condiciones laborales. En este sentido, como señalan los historiadores Waldo Ansaldi y Eduardo Sartelli (1993), en un principio la conflictividad obrera entrerriana fue urbana o semiurbana (o tal vez, mejor, semi rural), y la base de la sindicalización rural fueron los estibadores, que constituyeron prácticamente un sindicato en cada localidad.

A principios del siglo XX, el ministro del Interior, Joaquín V. González, encomendó a Juan Bialet Massé, médico, abogado y profesor, la elaboración de un informe sobre las condiciones de vida de la población obrera en todo el país. En este informe Massé describió las condiciones de trabajo de los obreros durante la carga y descarga de buques y ferrocarriles, expresando que:

 

En Paraná la carga en Bajada Grande o sea ahora el Puerto Nuevo, exige, cuando no se hace de vagón a buque, que el obrero lleve la bolsa una distancia enormemente grande, aquel es peor que trabajo de negros (...). A este obrero en peores condiciones que Colastiné o Santa Fe se le paga mucho menos (…) como la carga no es continua, ni suficiente para emplear a todos los obreros, estos no tienen trabajo seguido, pero tienen que estar en el receso a disposición del patrón. (…) los accidentes de trabajo no se pagan. Me han dicho dos cargadores que la ley no les manda a pagar (Bialet Massé, TII, 1904, pp.70-71).

 

Y luego agregó:

 

Este trabajo se hace generalmente por contratistas intermediarios, que son sanguijuelas que viven de la sangre del obrero. Si las decisiones de los congresos y publicistas no existieran, bastaría lo que sucede en los puertos de Paraná para condenar institución semejante (Bialet Massé, TII, 1904, p. 46).

 

Como estrategia para superar los obstáculos antes mencionados, las primeras organizaciones obreras entrerrianas se establecieron a partir de diferentes “giras sindicales” de origen externo. Estas fueron promovidas por militantes sindicalistas de la Federación Obrera Marítima (F.O.M.) creada en 1910, vinculada desde 1915 a la Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A) del IX Congreso y en relación estrecha, años posteriores, con el presidente Hipólito Yrigoyen (1916-1922 y 1928-1930) (Rapalo, 2012, pp. 44-45).

Los delegados sindicales arribaban por los ríos Paraná y Uruguay y se movilizaban a lo largo de los poblados ubicados a la vera del tendido ferroviario.[6] De este modo, se conformaron dos polos sindicales. Por un lado, en Gualeguaychú donde su expansión organizativa hacia el interior concluyó en marzo de 1920 con la formación de la Federación Obrera Departamental. Por otro lado, en la ciudad de Paraná y en su puerto Bajada Grande, donde, durante 1920 delegados de la FORA y del puerto continuaron la organización en localidades más pequeñas hasta concretar la Federación Obrera de Paraná (Franco, Larker, Musich y Vega, 2020, pp.19-50 y Rapalo, 2012, pp. 149-153).

Así, entre noviembre de 1917 y febrero de 1922 se sucedieron, de la mano de la FORA IX º, la creación de ochenta y cinco sindicatos en treinta ciudades y pueblos (Leyes, 2022, p. 4).[7] Las huelgas comenzaron en 1918 y tuvieron su máxima extensión en 1920 impulsadas por trabajadores del sector rural: cosecheros, peones de trilladoras y braceros.

Si bien los sindicalistas no fueron los únicos que hicieron giras de organización por la provincia, su “éxito” en Entre Ríos a diferencia de otros lugares -siguiendo a Leyes- se debió a varios factores:

 

En primer lugar, una modalidad estrictamente economicista que era apropiada para los empobrecidos obreros entrerrianos; en segundo lugar, la construcción de una estructura para la lucha económica que no los ubicaba como un peligro para el estado; en tercer lugar, el creciente reformismo de la corriente sindicalista los hacía una contención apropiada al desarrollo de otras tendencias como los comunistas. Y, por último, una alianza tácita con los radicales que gobernaron la provincia (…) (Leyes, 2021, pp. 133-134).

 

Sin embargo, hacia 1921 las movilizaciones se debilitaron. Entre diferentes motivos podemos señalar, en primer lugar, la represión estatal y al accionar violento de organizaciones parapoliciales como la Liga Patriótica -organización político militar fundada en febrero de 1919, luego de la llamada Semana Trágica- y la Asociación del Trabajo -supra organización corporativa creada en 1918- las cuales contaron con el apoyo del gobierno provincial de Celestino Marco (1918-1922), radical antirigoyenista (Rapalo, 2012 y Mayor, 2016). En segundo lugar, un crecimiento del desempleo en actividades ligadas a la exportación, lo cual perjudicó la movilización obrera. En tercer lugar, a mediados de 1921 los trabajadores del puerto de Buenos Aires -cruciales para el sostenimiento de la solidaridad obrera en la zona del litoral- fueron fuertemente reducidos (Rapalo, 2012, pp. 151-153). Por último, debido a la crisis económica de estos años se sucedió un gran éxodo rural tanto hacia zonas urbanas del interior de la provincia como hacia aquellas ciudades que gozaban de una economía más diversificada y en crecimiento como Rosario y Buenos Aires.

En la Tabla 1, presentamos datos sobre la reconfiguración de la población rural y urbana de la provincia, que muestra una tendencia que incrementa esta última conforme avanza el siglo XX.

 

 

 

 

Tabla 1. Variación demográfica de la provincia de Entre Ríos según población urbana, rural e inmigrante.

 

Censos

Población total

Población rural

Población urbana

Inmigrantes

1869[8]

134.271

78.330 (58,4%)

55.941 (41,6%)

-

1895[9]

292.019

190.781 (65,3%)

101.238 (34,6%)

63.890 (21,8%)

1914[10]

425.373

261.064 (61,3%)

164.309 (38,6%)

72.501 (17%)

1947[11]

787.362

366.048 (46,4%)

421.314 (53,5%)

41.704 (5,3%)

 

De este modo, los años comprendidos entre los censos nacionales de 1914 y 1947, manifestaron una progresiva inversión en los números que refieren a la población rural y urbana, modificando, así, una tendencia histórica en la provincia. Sumado a esto, puede observarse una disminución de la población inmigrante lo cual también impactó en el índice total de la población rural.

 

Los círculos obreros en la diócesis: para “defensa y promoción del bienestar material y espiritual de la clase obrera”

 

Desde la Iglesia católica, y en concreto bajo el pontificado de León XIII, la edición de la encíclica Rerum Novarum (1891) fue un hecho significativo para la actuación social y política del laicado católico.[12] Dicho documento papal transmitió una serie de lineamientos capaces de dar vida a un proyecto político católico moderno y, a la vez, competitivo en torno a la construcción de una nueva cristiandad centrada en la armonía social, que pronto comenzó a animar “movimientos católicos” en buena parte de Europa y América. Estos movimientos se conjugaban con el presupuesto de la existencia de un “laicado” diferenciado del clero y de la sociedad. Así, los círculos obreros junto a algunas ligas y uniones electorales, fueron sus más tempranas manifestaciones (Mauro y Martínez, 2016, p. 55).

Principalmente, los círculos obreros fueron asociaciones mutualistas y de asistencia médica, que complementaron este servicio con instancias de formación cultural y doctrinal, resultando ser también un espacio de sociabilidad expresamente masculino (Lida, 2015, pp. 48-49). Con frecuencia, supieron estrechar lazos con diferentes organizaciones patronales -particularmente durante el periodo 1918-1921- con el objetivo común de combatir el avance del socialismo. El contenido, la intensidad y periodización de estos vínculos variaron según las instituciones y los actores implicados, llegando muchas veces a ser caracterizados como “rompe huelgas” o “amarillistas” por sus contrarios.

Su principio de conformación poli clasista buscó integrar a diferentes sectores de la sociedad. Así, según los estatutos, “no pueden considerárselas como genuinamente obreras, sino mixtas, por cuanto reúnen en su seno a patrones, dependientes y obreros”[13] como un modo de armonizar las relaciones entre capital y trabajo.

El primer círculo se fundó en Capital Federal en 1892 con el nombre de Círculo Central de Obreros contando con 100 inscriptos, replicándose, luego, en otras localidades de la provincia de Buenos Aires. En 1895 se fundó en Santa Fe (Rosario); en 1896 en Catamarca, y un año después en las provincias de Córdoba, Santiago del Estero y Salta; en 1899 en Tucumán y Mendoza y en 1901 en Corrientes. En 1912, cuando el padre Federico Grote -redentorista alemán y su fundador- abandona la dirección existían 77 círculos con 22.930 asociados, 21 edificios propios y un capital de $1.070.000 moneda nacional.[14]

En cuanto a la provincia de Entre Ríos,[15] el primer círculo se fundó en la ciudad capital de Paraná en el mes de septiembre de 1895.[16] Con ocasión de dicha fundación y con el objetivo de despejar inquietudes, Monseñor Gelabert y Crespo -segundo obispo de la diócesis (1865-1897)- recibió una carta del padre Grote en cual le comentaba:

 

los Círculos Obreros no son cofradías o asociaciones religiosas de obreros, las que, mediante la práctica de actos religiosos, como ser: la oración, la recepción de los Sacramentos, prescriptos o aconsejados en sus estatutos, se proponen la santificación de sus asociados. Son una asociación que, si bien se propone la salvación de sus afiliados, y en particular, la formación del obrero cristiano como último fin, sin embargo, trata de conseguirla, a diferencia de las cofradías, no mediante una acción directa, sino solo indirectamente religiosa, llamada por León XII “democracia cristiana” y por Pío X, ya acción social cristiana, ya acción popular cristiana, ya simplemente “acción católica”.[17]

 

De este modo, Grote explicó al obispo que, si bien los círculos se proponen la formación cristiana del obrero, no son cofradías ni asociaciones de religiosos, sino de laicos. Del mismo modo, las prácticas religiosas no eran desplazadas, pero se consideraban su imposición contraproducente “para el mismo fin sobrenatural y religioso que los círculos obreros se proponen”. Por el contrario, -continuaba Grote- para conseguirlo no se debía usar la imposición o la exigencia, sino un “método de acción más suave y paulatino”. Y finalizaba, “no se trata aquí de una cuestión de principios sino de táctica solamente”.[18]

Con la misma fecha, el obispo también recibió una carta por parte del presidente del círculo obrero de Paraná, Ramón Calderón, donde le informaba la constitución del círculo con 132 socios “mediante la ayuda del R. P. Federico Grote”. A su vez, le comunicaba los nombres de los directores espirituales designados: canónicos Domingo Tonjas y Manuel Boedo. Y, por último, le pedía “la bendición de gracia para que nuestros trabajos puedan, con más seguridad, ser encaminados a la mayor gloria de Dios y triunfo de la Iglesia de Jesucristo”.[19] Así, el reglamento del círculo de Paraná expresaba que:

 

estas asociaciones se fundan en la República Argentina con el fin de promover el bienestar material y espiritual de la clase obrera, en marcada oposición a la funesta propaganda del socialismo y de la impiedad, que mediante promesas engañosas de efímera felicidad llevan al obrero a su ruina temporal y eterna y acarrean a toda la sociedad males incalculables.[20]

 

Y entre los medios a utilizar con el fin “de promover el bienestar material y espiritual de la clase obrera” mencionaba:

 

a) aplicación de socorro mutuo para los casos de enfermedad, b) fundación de escuelas primarias para los niños de ambos sexos de los socios, y de clases nocturnas para los adultos, en las que se les proporcionara una instrucción sólida y religiosa, c) creación de agencias de trabajo, d) actos festivos en los locales de los círculos donde, al mismo tiempo, que se proporcione un recreo honesto, se ilustrará el espíritu con conferencias sobre temas científicos, morales y religiosos, e) establecimiento de cajas de ahorros, f) formación de bandas de música con elementos de los mismos socios, g) celebración de Congreso de Obreros para discutir y resolver sobre puntos de común interés.[21]

 

En cuanto a los socios, estos se organizaban en tres categorías: honorarios, protectores y activos. Eran socios honorarios los que por “su cooperación moral se hiciesen acreedores a este título”; eran socios protectores los que cooperaban con dinero y son socios activos, quienes cumplían las siguientes condiciones: “tener entre 14 y 60 años, ejercer alguna profesión o industria honesta, no padecer de enfermedad crónica, no estar afiliado a ninguna sociedad anticatólica, observar buena conducta y ser de costumbres morales”. Sobre esto último se señalaba el deber de “llevar una vida moral”, es decir “no cometer crímenes, contraer uniones prohibidas, concurrir a casas de juego o de perdición, promover conversaciones deshonestas o impías”. Mientras que, como derechos se mencionaba la asistencia gratuita en la enfermedad -siempre y cuando esté al día con las cuotas-, la recepción de una pensión en caso de estar inhabilitado para trabajar, y el coste del entierro -en caso de que la familia no pueda hacerlo- por parte del círculo. A su vez, “en cada círculo los socios se recrean y divierten con juegos inocentes, rifas de objetos, útiles de comestibles, reuniones mensuales con música y una conferencia instructiva”.[22]

Siguiendo el reglamento, cada círculo se gobernaba autonómicamente, nombrando su comisión directiva compuesta por uno o dos directores espirituales, un presidente, dos vicepresidentes, un tesorero, un pro-tesorero, un secretario, un pro-secretario y siete vocales, quienes se reúnen semanalmente.

Cinco años después, el segundo círculo organizado en la diócesis presentó otras características. Según fuentes consultadas, este se fundó en una pequeña localidad ubicada a unos 10 km de la capital provincial llamada San Benito y adoptó el carácter de “sub-círculo”. Es decir, -especifica la notificación al obispo- “con facultades limitadas en cuanto a todo aquello que pudiera influir en su marcha”.[23]

Si bien, como menciona Miranda Lida (2015) los círculos obreros solían concentrarse en las ciudades de mayor peso demográfico, especialmente las capitales de provincia, para el caso de la provincia de Entre Ríos, observamos que la fundación de estos círculos se extendió mucho más allá de la capital provincial e incluso, de las localidades más importantes.

Días previos a la fundación del círculo en San Benito, el obispo solicitó la nómina de la comisión y el reglamento para prestar su aprobación. Sin embargo, el presidente del círculo, desconforme con esto, por considerarlo innecesario, presentó su reclamo tanto ante el vicario general como ante “su superior jerárquico, la Asamblea Central de Gobierno de los Círculos de la República”. Así, dicha asamblea le comunicó que:

 

los círculos obreros si bien como sociedades católicas están sujetas a la jurisdicción de los obispos lo mismo que los individuos, sin embargo, por pertenecer a la categoría de sociedades laicas no lo están al modo de cofradías o congregaciones religiosas. Indudablemente no ha tenido en cuenta esto la autoridad eclesiástica de aquella diócesis, cuando según manifiesta la nota del círculo, se dirigió el sr. cura de san Benito exigiendo en virtud de la potestad que ejerce sobre nuestra sociedad, que el reglamento y hasta la comisión de gobierno se sujeten a su aprobación.

 

Y continuó:

 

Porque por razón del carácter laico de los círculos de obreros, la potestad que ejerce sobre el reglamento y el gobierno de los círculos la autoridad eclesiástica, es solo una indirecta en virtud de la cual puede aprobar o cambiar todo cuanto no esté acorde con las máximas de la moral y fe cristiana, potestad que en los círculos no es solo teoría sino práctica en cuanto están obligados a solicitar del prelado diocesano un director espiritual quien no solo tiene el derecho de dirigir al círculo en cuanto se refiere a lo espiritual sino también el de velar todas aquellas resoluciones de la santa directiva que juzgase el bien moral y religioso.[24]

 

Acto siguiente, el director del círculo adjuntó la respuesta de la asamblea y comunicó al obispo que

 

considerando que quedarán disipados los obstáculos que se oponían, tengo el gusto de comunicar a su S.S. Stma. que la comisión que presido ha resuelto instalar de acuerdo con su reglamento, de una manera definitiva y permanente aquel círculo de San Benito.[25]

 

Finalmente, no sabemos qué sucedió durante este lapso de tiempo, pero sí que el “sub-círculo” se instaló casi dos años después, en el mes de enero de 1902 contando con 50 colonos. El boletín arquidiocesano publicó su fundación, y a continuación comentó: “insistimos a los señores curas de centros de población más importante tanto de esta provincia como de Corrientes la conveniencia de estos círculos que proporciona el bienestar material y espiritual a la clase obrera”.[26]

Sin embargo, pareciera que los inconvenientes entre el círculo obrero de Paraná y el obispado continuaron, provocando el retiro de su director espiritual por parte del obispo. Sin duda, -detalla Quevedo- no pudiendo solucionar dichos problemas, algunos sacerdotes allegados al obispo iniciaron los contactos para que los obreros fundaran otro círculo (Quevedo, 1999, pp. 252-253). Esta posible decisión es consultada al padre Grote, quien expresaba al vicario general que creía difícil “que la junta de su consentimiento a la fundación de un nuevo círculo por dos motivos”:

 

La dificultad de la coexistencia de dos círculos, de los que cada uno impedirá el desarrollo y el progreso del otro en un solo pueblo. 2. La previsión casi segura de que el nuevo círculo haría la guerra la viejo y el viejo al nuevo. (…) yo desearía, que la agrupación que se propone la fundación del nuevo Círculo, se ponga mediante el Presidente de la Comisión provisoria en comunicación con la Junta de Gobierno como esto es de estilo y natural en la organización de nuevos círculos. Con el correo de hoy les enviare algunos reglamentos.[27]

 

Finalmente, cinco meses después se organizó una nueva asociación obrera bajo el nombre de Centro Católico Obrero con el lema “Por Dios y por la Patria”, suscrito por sesenta y ocho socios.[28]

Tal es que, a principios del siglo XX se sucedió la fundación de la mayoría de los círculos de la provincia. Algunos en pequeñas poblaciones de carácter rural como es el caso, ya mencionado, de San Benito en 1902, sobre el cual el boletín anuncia:

 

Nuevo círculo de obreros en San Benito con 50 colonos. Insistimos a los Sres. curas de centros de población más importante tanto de esta provincia como de Corrientes la conveniencia de estos círculos que proporciona el bienestar material y espiritual a la clase obrera.[29]

 

También podemos mencionar el caso del círculo de Urdinarrain fundado en 1909, sobre el cual expresa el boletín: “Un nuevo centro obrero en Urdinarrain con 100 socios y se proyecta un hospital”[30] y los círculos obreros de Villa Libertad y Lucas González fundados en 1915.[31]

Otros círculos se fundaron en ciudades como Concordia en 1909­;[32] Concepción del Uruguay en 1910;[33] Victoria en 1911 (Ferrati, 2003); Nogoyá en 1911;[34] Colón en 1911;[35] Gualeguaychú en 1911 (Quevedo, 1995, p.145); La Paz en 1914;[36] Gualeguay en 1928;[37] Villaguay en 1930;[38] Federación en 1941;[39] Diamante en 1947,[40] entre otros.

En cuanto a la serie de fundaciones realizadas durante la década de 1910, sostenemos que estas tuvieron relación con la primera visita pastoral del obispo Abel Bazán y Bustos (1910-1926)[41] por la diócesis. Así esta “sagrada obligación impuesta por el Concilio de Trento” -según se informa en el boletín eclesiástico- se realizó durante el mes de septiembre de 1910. El recorrido inició por la capellanía de Crespo y continuó sucesivamente por los curatos de Nogoyá, Victoria,[42] Lucas González, Rosario del Tala, Gualeguay, Urdinarrain, Gualeguaychú, Uruguay, Colón, San José, Villaguay, Concordia, visitando de paso las capellanías con curas de almas de Caseros, Manteros, Hugues, Villa Elisa, Yerua, Federal y las casas religiosas que hubiera en tales puntos.[43]

Hacia 1911 figuraban 2598 socios en la diócesis: Paraná 450, Colón 500, Concepción del Uruguay 205, Concordia 517, Gualeguaychú 242, Lucas González 127, Nogoyá 170, Urdinarrain 160, Victoria 147, y Villa Libertad 80 socios (Quevedo, 1995, p. 145).

Así, por ejemplo, el cura párroco de la ciudad de Nogoyá informó al obispo la fundación del círculo en el mes de marzo de 1911 y le comentó: “pienso S.S. que he dado en parte cumplimiento a lo dispuesto en el Auto, pues está el Círculo, el Comité de Señoritas Católicas, doctrina en varias escuelas, etc., etc.”[44] A su vez, aproximadamente un año después de la visita pastoral del obispo, es el sacerdote Grote quien realizó un recorrido similar, visitando diferentes localidades y organizando los recientes círculos fundados:

 

a mi regreso de Villa Libertad pienso visitar el nuevo círculo de Colón, del que no tengo formada idea exacta. Desde que el señor Villamonte ha salido de Nogoyá, estoy sin noticias acerca del círculo de aquel pueblo, no sé si el nuevo cura se ocupa del círculo, lo que es tanto más necesario, cuanto el sr. Villamonte era más de la mitad de la comisión directiva y reemplazaba al Presidente. El buen director del círculo obrero de Urdinarrain ha pasado por muchos trabajos que ponían al círculo en peligro. Pero, a pesar de todo, y ya más de una vez cerca de naufragar, ha salido siempre a flote, venciendo con su confianza en Dios y su sencillez las astutas asechanzas de los pillos, que tenía, sin sospecharlo siquiera, en la misma comisión directiva.[45]

 

Progresivamente, los círculos obreros ampliaron la oferta de servicios. Tal es que, a medida que se arriba al periodo 1918-1921, -ya señalado en el apartado anterior- de crisis económica, huelgas y multiplicación de sindicatos de izquierda en la provincia, los círculos ensayaron otro tipo de acciones. En primer lugar, algunas de carácter “social y beneficiosa”, principalmente para el “jornalero necesitado”: cooperativas de consumo, cajas rurales, venta de productos como papa y harina a precios más bajos que en el mercado central, atención médica y subsidios para enfermos.[46] En segundo lugar, impulsaron la agremiación en “sociedades obreras” ya sea de jornaleros,[47] de obreras,[48] de molineros, carreros,[49] entre otras, cursos de estudios, conferencias públicas de propaganda social[50] tendientes a una acción propagandística y organizativa encaminada a contrarrestar la influencia socialista. En tercer lugar, algunos círculos también parecieron asumir cierta “resistencia” por lo menos retórica frente al capital. Esto último, solía suceder cuando los patrones no cumplían con las promesas de incorporar de manera permanente a los coyunturales rompehuelgas proporcionados por los círculos (Rapallo y Grillo, 1998 y Segura, 2020).

Por ejemplo, en 1908 se creó en Paraná la comisión de Propaganda dependiente del Círculo Obrero con el objetivo de organizar diferentes actividades de carácter social y benéfico para los socios. Primero, las reuniones se realizaron en el domicilio del presidente del centro y luego en el palacio episcopal. Durante dicho año, según las actas, se celebraron un promedio de tres sesiones por mes y se presentaron 88 socios. Si bien no contamos con porcentajes, las actas mencionan que muchos de ellos tenían entre 15 y 50 años, eran de nacionalidad española e italiana y figuraban como solteros o casados. En cuanto a los oficios existían: jornaleros, albañiles, cocheros, tallistas, escultores, pintores, farmacéuticos, mecánicos, panaderos, licoreros, ladrilleros y herreros. También algunos sacristanes y seminaristas. Entre las actividades de sociabilidad y descanso indicaban: “paseos campestres”, la creación de una banda de música para el centro, y la exhibición de películas cinematográficas en su local, como: “La voz del Padre” (drama); “El antiguo cochero del país” (drama); “Caza de cetáceos” (natural); “Zigoto maquinista” (cómica); “El coronel Falcón” (drama); “La Fauna del mar” (natural) y “Fabricación de lozas artísticas” (natural).[51]

También se constituyó una caja de beneficencia, iniciativa que surgió a raíz de un problema de salud de uno de sus socios:

 

El socio Leguizamón que hace dos meses permanece en la sociedad y esta corriente con sus cuotas, está enfermo él y su esposa, y como no puede gozar de la sociales se hizo una colecta entre los presentes cuyo producto se le ha remitido (…). Con tal motivo el miembro Suchia propuso la idea de que se estableciera en el centro las cajas de beneficencia para socorrer a los socios en casos extraordinarios como el presente. (…) La idea fue aprobada por unanimidad y se resolvió presentarla a CD [Comisión Directiva].[52]

 

Así, dicha caja se formó con la contribución voluntaria de los socios y demás personas que caritativamente quisieran contribuir a sus bienes. Los fondos de la caja serían destinados exclusivamente para auxiliar a los socios del centro y a sus familias en caso de necesidades extraordinarias como por ejemplo “cuando falleciese un miembro de la familia que es el sostén de la misma y quede ésta en la miseria y en casos semejantes”. Finalmente, para recaudar los fondos que han de formar dicha caja se dejaría una alcancía en los lugares de reunión.[53]

Unos años después, en 1923, el círculo fundó una segunda Comisión de Propaganda. Esta vez, el lugar escogido es una zona alejada del centro de la ciudad, cercana al puerto y a diferentes centros industriales. En el acta de apertura se expresó que esto era una “necesidad imperiosa”:

 

dada la densidad de su población y el numeroso elemento obrero con que cuenta la sección del Nuevo Puerto, usina eléctrica, fábrica de fósforos, etc. al que hay que tratar de ir atrayendo a nuestras filas. (…) por su parte el cura párroco, nombrado presidente de la comisión, promete hacer todo lo posible a fin de obtener los fines que persigue nuestra sociedad, debiendo servirnos del ejemplo, agrego, el ver cómo trabajan y cómo se valen de todos los medios de propaganda para ensanchar sus filas los socialistas.[54]

 

Otro caso fue el círculo obrero de Concepción del Uruguay, ubicado en la otra costa de la provincia, sobre el río Uruguay. La memoria de la sociedad correspondiente al ejercicio del periodo de abril de 1919 a marzo 1920, publicó los diferentes servicios prestados a los socios. Por ejemplo:

 

Socorro mutuo en caso de enfermedad. Los señores médicos de la sociedad han realizado 251 visitas a domicilio y atendido 286 consultas (…) cooperando a la vinculación social y al espíritu de fraternidad que debe reinar entre los socios. Y la comisión de propaganda en sus reuniones semanales ha dado cuenta de los socios enfermos procurando fueran visitados por uno de sus miembros.[55]

 

También se mencionó una cooperativa de consumos con el fin de “ayudar a muchos obreros, en particular al jornalero necesitado”. Del mismo modo, la memoria subrayaba el papel de la comisión de Propaganda, la cual tenía a su cargo la administración general del salón, biógrafo, biblioteca, rifas, juegos, confitería, la presentación de socios, organización de fiestas y paseos, mencionando los “memorables actos patrios durante la semana de Mayo que la comisión ha realizado junto al centro de estudiantes del Colegio Nacional y el sindicato de jornaleros”. También se detallaban lecciones de historia y geografía argentina “dictadas por los señores estudiantes y recibidas con satisfacción por los socios.” En el apartado “Fines sociales” se lee: “el bienestar material de la vida es imposible mientras no se sustraiga al obrero de sus propios defectos, la imprevisión, la dejadez, y desidia moral y material, el alcohol, el juego y los centros de perversión.” Y para esto, continuaba, tenemos bibliotecas, diarios y revistas, reuniones sociales para “la formación moral del obrero, el espíritu de ahorro y de trabajo, la lectura y conversaciones amenas para la regeneración del obrero”. Con el mismo fin, se destacaba la importancia de trabajar en conjunto con la sociedad “La buena lectura”, el taller santa Inés, Libertad Foot-Ball club y la matiné de niños a cargo del sindicato de obreras. Por último, menciona la formación de sindicatos de jornaleros con 450 socios y de obreras con 100 socias, ambos independientes del círculo obrero con sus propios estatutos, reglamentos y comisiones directivas.[56]

En relación al sindicato de obreras mencionado, si bien en este período la mayor parte de la atención y acción parroquial se dirigió al sector obrero masculino, frente a la progresiva situación crítica del trabajo femenino y sus malas condiciones laborales pueden observarse algunas reflexiones e iniciativas dirigidas hacia ellas.

Así, en noviembre de 1915 en Paraná se conformó la sociedad “Unión, labor y caridad” compuesta por “señoras y señoritas”, adoptándose el mismo reglamento -con algunas modificaciones- que el de la asociación de obreras católicas, ya existente en esta ciudad.

Dicho reglamento expresa:

 

1.el objeto de esta asociación es ampliar a la mujer laboriosa que con su trabajo se proporciona los medios de vivir, de modo que la más fuerte ayude a la más débil, siendo este el principal objeto de la sociedad. 2. Puede pertenecer a la sociedad toda mujer que tenga 14 años de edad, casada o soltera, llevando una vida moral y practicando la religión Católica, Apostólica y Romana y el bautismo y demás Sacramentos. 3. En esta sociedad no se eligen categorías de persona, se tendrá en cuenta tanto la que ejerce una profesión como la que tiene un oficio. (…) 5. Toda socia que haya pagado el ingreso y tres primeras cuotas mensuales, podrá en caso de necesidad solicitar ayuda para algún miembro de su familia, es decir hija o hermana que no esté en las condiciones del art. 2.[57]

 

Algunos años después, en 1920, el boletín parroquial (Segura, 2023) de una de las localidades de la provincia comentó:

 

Se siente entre nosotros desde hace mucho tiempo atrás, la necesidad de asociar, mediante el socorro mutuo, en una sociedad a las mujeres obreras para que tengan una ayuda en lo material y un auxilio en caso de enfermedad. En efecto: mientras los hombres tienen distintas asociaciones de socorros mutuos donde pueden elegir, mientras hay por ejemplo en nuestra ciudad una sociedad de esta índole para los argentinos, otra igual para la colectividad italiana, otra idéntica para la colectividad española y otra parecida para los obreros cristianos. ¿Qué se ha hecho en cambio para la pobre mujer obrera? ¿Qué se ha hecho por la pobre sirvienta, por la pobre costurera, y en general, por la pobre trabajadora del pueblo? (…) Lo que se ha hecho en Uruguay, en Victoria, en otros lugares de la provincia, ¿no se podrá hacer en Nogoyá?[58]

 

En este marco, en Nogoyá durante el mes de noviembre de 1920 en los salones de la Sociedad Italiana se fundó la Sociedad Obreras Católicas de Socorros Mutuos, “bajo el amparo” de la Liga Argentina de Damas Católicas -organización femenina con cuadros a nivel local, provincial y nacional- de donde provienen sus consejeras. Según los estatutos la sociedad se constituyó con dos fines principales: “ayudar a la mujer obrera con el socorro mutuo en el caso de enfermedad, y propiciar, en segundo lugar, el mejoramiento del salario obrero femenino”. Se estableció una cuota mensual de 0,30 c., y en caso de enfermedad una ayuda, durante el primer mes, de un peso diario. La comisión directiva se conformó con la presidenta, vicepresidenta, secretaria, tesorera, vocales, celadoras, consejeras, el cura párroco como asesor y “con un número de adherentes que pasan de 70”.[59]

Finalmente, hacia 1923, los círculos obreros parecen aminorar la intensidad y diversidad de sus iniciativas. Como vimos, esta coyuntura coincide, a su vez, con un debilitamiento de las movilizaciones sindicales. En este sentido es viable pensar que fue debido a la presencia de la F.O.R.A. y de sus “agitadores” que a modo de reacción movilizó los engranajes de la maquinaria parroquial y diocesana dispuesta a engrosar sus filas haciendo uso de múltiples herramientas: asistencia médica, farmacéutica, subsidios en enfermedad y en caso de muerte, conferencias, circulares, sindicalización de sus obreros.

En época de crisis económica, desocupación y malestar social, la asistencia médica, los descuentos obtenidos en alimentos, y las ocasiones de sociabilidad y amistad que brindaron los paseos organizados por el Círculo fueron fuertes incentivos para unirse a la asociación. Al mismo tiempo, sostenemos, que no todas las iniciativas fueron una mera reacción, sino que también formaron parte de un proyecto más amplio de los católicos sociales basados en el supuesto de la conciliación de clases y el desarrollo de un capitalismo limitado por la idea de justicia social.

 

Conclusión

 

Este trabajo consistió en un esfuerzo por pensar posibles entrecruzamientos entre una historia del Trabajo y de la clase obrera y una historia social del fenómeno religioso, particularmente del catolicismo.

Poder pensar a la clase trabajadora en el desarrollo de un catolicismo social y moderno, consideramos que es un interesante ejercicio de análisis, propósito de este trabajo que en estas hojas solo fue enunciado: por un lado, la pregunta sobre cómo gravita la religión en la formación de la conciencia obrera, por el otro, qué sentido y grado de intencionalidad subyace en las diferentes iniciativas puestas en marcha desde el llamado catolicismo social con el objetivo de “recristianizar” a la clase trabajadora, a las relaciones y a los espacios de trabajo “agitados” tanto por la izquierda como por el liberalismo.

En este caso, un estudio sobre los círculos obreros en la diócesis del Paraná nos acercó a un catolicismo que ensayó diferentes modos de aggionarse a las problemáticas de la sociedad.

Si bien, resta una evaluación a largo plazo y a mayor escala geográfica, sostenemos que, durante el período analizado, tras el objetivo de recristianizar a la clase trabajadora, la Iglesia católica diocesana transitó un proceso de reconfiguración del catolicismo en clave social y moderno. La conformación de comisiones de Propaganda, cajas de beneficencia, cooperativas, giras de oradores populares, políticas de agremiación, constitución de sindicatos de obreras, entre otras, dan cuenta de un proceso de reconfiguración del catolicismo que lejos está de reflejar una retracción de la religión. Por el contrario, consideramos al catolicismo como un actor secularizador.

Pero, también un estudio sobre los círculos obreros en la diócesis del Paraná nos aproximó a una mirada sobre la clase trabajadora y sus agencias. Es decir, ¿qué moviliza a determinados trabajadores a asociarse a los círculos obreros y a otros no? ¿Por qué permanecen? ¿en qué grado su adhesión se identifica con las prácticas religiosas? ¿Puede pensarse la gravitación de estos círculos en relación expresa al periodo de máxima conflictividad obrera, siendo que transcurridos los años 20 parecen perder centralidad? Quiénes estaban asociados a sindicatos de izquierda ¿eran indemnes a los discursos, propagandas católicas y beneficios materiales que los círculos brindaban? Desde la izquierda, ¿qué opciones de asociación existieron para las mujeres? ¿Qué profesaban al interior de sus hogares? ¿Acaso los sentimientos y pensamientos se mantienen inmutables ante las diferentes experiencias de la vida? Así, estas y otras preguntas serán profundizadas en futuros trabajos.

En fin, el desafío parece doble. Pensar el concepto de clase trabajadora tanto como el de catolicismo en un mapa de relaciones sociales, dinámicas y conflictivas, en donde con frecuencia situamos a los sujetos en espacios tan extremos como opuestos.

 

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Recibido: 01/03/2024

Evaluado: 28/05/2024

Versión Final: 27/07/2024



(* Doctoranda en Historia (Universidad Nacional de Rosario). Becaria doctoral (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas). Argentina. E-mail: clari.segu@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1221-8993

[1] El autor sostiene que en el caso alemán el modelo de formación de la clase obrera está trazado por un dualismo confesional, influido por las diferentes relaciones establecidas entre las iglesias protestante y católica con el Estado y las clases trabajadoras y por la respectiva transformación integradora o secularizadora de la religiosidad de la clase obrera (Spohn, 1993).

[2] Un trabajo interesante que interrelaciona clase, religión y género es el de Sara Martín Gutiérrez (2020), quien subraya la importancia de la identidad obrera católica para analizar las formas de participación social “desde abajo” y al interior de la Acción Católica Española. Otro trabajo es el de Inmaculada Blasco Herranz (2008), donde la autora aborda el catolicismo social español, la cuestión social y los significados de la “obrera”.

[3] En la historiografía, este desplazamiento permitió pasar de una historia estrictamente institucional de la Iglesia a una historia del catolicismo. Para un recorrido historiográfico: Di Stefano y Zanca, 2015; Di Stefano, 2002; Zanatta y Di Stefano, 2009. Y desde un ejercicio metodológico ver: Mauro, 2013.

[4] AAP, Bazán y Bustos, Carta pastoral febrero de 1910.

[5] Si bien en este texto recortamos nuestra ventana de análisis a los círculos obreros -organización institucionalizada dentro de la Iglesia católica- entendemos que la relación entre clase trabajadora y religión demanda diferentes miradas analíticas. En un artículo titulado “Clase obrera e Iglesia en América Latina”, Enrique Dussel manifiesta que el sindicalismo cristiano, la Juventud Obrera Católica (JOC), la Acción Católica Argentina (ACA), entre otras, no son la “verdadera” manifestación de “la Iglesia” en la clase obrera. El autor a partir de una definición de Iglesia como “pueblo cristiano latinoamericano” sostiene que “hay que ir a buscar su presencia en la vida cotidiana, en las imágenes que penden en las paredes de la fábrica, que se pegan en las máquinas, en el agradecimiento de haber encontrado trabajo expuesto en los exvotos de los santuarios urbanos proletarios de los barrios obreros, en su persignarse al entrar al taller.” (Dussel, 1987, pp. 145-150).

[6] Siendo una provincia de carácter insular surcada en su interior por una infinidad de ríos y afluentes, para 1895 Entre Ríos contaba con treinta y nueve puertos. Mientras que la extensión de los ferrocarriles fue de 170 kilómetros en 1876, 717 kilómetros en 1896 y de 2.181.20 en 1912 en toda la provincia (Leyes, 2021, pp. 6-7).

[7] Entre otros, en Bajada Grande, Basavilbaso, Britos, Colón, Concepción, Concordia, Curtiembre, Diamante, Escriña, Estación Urquiza, Gilbert, Gualeguay, Gualeguaychú, Ibicuy, Irazusta, La Capilla, La Paz, Larroque, Nogoyá, Paraná, Parera, Pueblo Brugo, Puerto Esquina, San Salvador, Santa Elena, Urdinarrain, Victoria, Villa Clara, Villa Domínguez y Villaguay (Leyes, 2022, p. 4).

[8] Argentina. Censo Nacional, 1869, pp.172-173. Recuperado de http://www.estadistica.ec.gba.gov.ar/dpe/Estadistica/censos/C1869-TU.pdf

[9] Argentina. Censo Nacional, TII, 1895, pp.187-196. Recuperado de https://deie.mendoza.gov.ar/#!/censos-nacionales-de-poblacion/1895-segundo-censo-nacional-18

[10] Argentina. Censo Nacional, TII, 1914, p.48. Recuperado de https://deie.mendoza.gov.ar/#!/censos-nacionales-de-poblacion/1914-tercer-censo-nacional-38

[11] Argentina. Censo Nacional, 1947, pp.227-231. Recuperado de https://deie.mendoza.gov.ar/#!/censos-nacionales-de-poblacion/1947-cuarto-censo-general-de-la-nacion-42

[12] Para un estudio de movimientos católicos-sociales en diferentes regiones previos a la edición de dicha encíclica ver: Rodríguez Campos, 2009, pp. 587-596. Desde un estudio sobre los diferentes corrientes filosóficos que han reflexionado sobre el concepto y la historia del trabajo, entre estas la llamada doctrina social de la Iglesia ver: Martin Hopenhayn, 2001, pp. 181-190.

[13] Archivo Arzobispado de Paraná (en adelante AAP), Estatutos de los Círculo de Obreros, 1895.

[14] Boletín del Departamento Nacional de Trabajo, Informe sobre la acción social católica obrera, 1920, p. 198.

[15] Entre Ríos conformó la llamada diócesis del Paraná creada en 1859 por el papa Pío IX. Dicha diócesis abarcaba las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. En 1897 se constituye la diócesis de Santa Fe y en 1910 la de Corrientes, quedando circunscripta la diócesis del Paraná únicamente a la provincia de Entre Ríos. En 1934 se nombra arquidiócesis, creándose luego dos diócesis sufragáneas: Gualeguaychú (1957) y Concordia (1961).

[16] En 1896, se integra al núcleo de 17 sucursales federadas al Círculo de Capital Federal junto a Salta, Tucumán, Catamarca, Rosario, Santa Fe, La Plata, Saladillo, Avellaneda, Luján y Quilmes. Para entonces, la central contaba con 1400 socios y en el interior el número de afiliados ascendía a 2600 (Quevedo, 1995, pp. 142-143).

[17] AAP, Correspondencia de R.P. Grote, 23 de septiembre de 1895.

[18] AAP, Correspondencia de R.P. Grote, 23 de septiembre de 1895.

[19] AAP, Correspondencia de Ramón Calderón, 23 septiembre de 1895.

[20] AAP, Reglamento del círculo de obreros del Paraná, Buenos Aires, 29 de agosto de 1895.

[21] AAP, Reglamento del círculo de obreros del Paraná, Buenos Aires, 29 de agosto de 1895.

[22] AAP, Reglamento del círculo de obreros del Paraná, Buenos Aires, 29 de agosto de 1895.

[23] AAP, Correspondencia de Leguizamón, 9 de agosto de 1900.

[24] AAP, Asamblea Central, Buenos Aires, 20 de julio de 1900.

[25] AAP, Correspondencia de Leguizamón, 9 de agosto de 1900.

[26] AAP, Boletín Eclesiástico (en adelante BE), 15 de enero de 1902.

[27] AAP, Correspondencia de Grote, Buenos aires, 5 de abril de 1906.

[28] AAP, Reglamento del Centro Católico Obrero, Paraná, reedición 1911.

[29] AAP, BE, 15 de enero de 1902.

[30] AAP, BE, 15 de diciembre de 1909.

[31] AAP, Círculo de Obreros. Director del círculo de Villa libertad, 3 de diciembre de 1911; AAP, Círculo de Obreros, Balance general, 1915.

[32] AAP, Círculo de Obreros, 23 de junio de 1909.

[33] AAP, Círculo de Obreros, Celebración de bodas de Plata, 30 de julio de 1935.

[34] AAP, Círculo de Obreros, abril de 1911.

[35] AAP, Círculo de Obreros, Balance general, 1911.

[36] AAP, Círculo de Obreros, La paz, 12 de enero de 1914.

[37] AAP, Conmemoración 50 aniversarios de la Federación de los CCO, 1943.

[38] AAP, Círculo de Obreros. Reglamento y estatuto.

[39] AAP, Círculo de Obreros, Presidente del círculo, 11 de agosto de 1941.

[40] AAP, Círculo de Obreros, Presidente del círculo, 15 de enero de 1947.

[41] Abel Bazán y Bustos resulta una figura interesante. Natural de La Rioja, a la edad de diez años asiste al Seminario Conciliar de Córdoba. Luego estudia Humanidades en el colegio Pío Latinoamericano de Roma y filosofía, teología, y derecho canónico en la Universidad Gregoriana, dirigida por los jesuitas. Fue nombrado obispo por San Pío X el 7 de febrero de 1910. Aficionado por el arte, realiza viajes por Europa, Egipto y Polinesia, donde adquiere diferentes obras para adornar el palacio episcopal. También se dedica a escribir sobre arte, religión, y algunas cuestiones de historia y política. A raíz del tenor de sus cartas pastorales, multiplicidad de visitas realizadas y la gran variedad de medios de carácter social y asistencial que impulsó, en el ámbito eclesial se lo reconoce como el “abanderado del catolicismo social” (Quevedo, 1995).

[42] En la ciudad de Victoria el CCO se conforma en estrecha colaboración con la Orden Benedictina fundada en 1899, por la Abadía Benedictina de Belloc, Francia, siendo la primera establecida en Hispanoamérica. En 1912 surgió el boletín parroquial de Victoria con el título de La Verdad, que más tarde se transformaría en Ideales, siendo el P. Errecart, benedictino, uno de sus principales redactores. Para más información ver: Mariana Ferrati (2003).

[43] AAP, BE, Edicto sobre Visita pastoral, agosto de 1910.

[44] AAP, Caja parroquial Nogoyá, correspondencia del cura párroco Villamonte al obispo Abel Bazán y Bustos, 20 de marzo de 1911.

[45] AAP, Círculo de Obreros, correspondencia con el obispo, octubre de 1911.

[46] AAP, Círculo de Obreros, Memorias, abril de 1919 - marzo de 1920.

[47] AAP, Círculo de Obreros, Memorias, abril de 1919- marzo de 1920.

[48] Archivo Parroquial de Nogoyá (en adelante APN), Flor del Carmelo, Boletín parroquial, 11 de noviembre de 1920 y AAP, Círculo de Obreros, 14 de enero de 1921.

[49] APN, Flor del Carmelo, boletín parroquial, julio de 1921.

[50] AAP, Círculo de Obreros, Buenos Aires, 3 de marzo de 1917.

[51] AAP, Círculo de Obreros, Actas de la Comisión de Propaganda, 1908.

[52] AAP, Círculo de Obreros, Actas de la Comisión de Propaganda, agosto de 1908.

[53] AAP, Círculo de Obreros, Actas de la Comisión de Propaganda, agosto de 1908.

[54] AAP, Círculo de Obreros, Actas de la Comisión de Propaganda, 1923.

[55] AAP, Círculo obrero de Concepción del Uruguay, Memorias 1919-1920.

[56] AAP, Círculo de Obreros, Concepción del Uruguay. Memoria 1919-1920.

[57] AAP, Círculo de Obreros, correspondencia con el obispo, noviembre de 1915.

[58] APN, Flor del Carmelo, boletín parroquial, 23 de septiembre de 1920.

[59] APN, Flor del Carmelo, boletín parroquial, 11 de noviembre de 1920.